Después de que la arconte dendro recuperó el control de la academia y que los lazos entre la ciudad de Sumeru y el desierto se reestablecieron, era bastante común que hubiera mucha más cooperación entre los pueblos, tanto Puerto Ormos, como la gran ciudad y la pequeña aldea Aaru mantenían un lazo que iba creciendo con el tiempo.

Si bien, todavía existía cierta discriminación, ya que no es algo fácil de erradicar, los eruditos y los eremitas ya no eran enemigos, al contrario, como un solo pueblo, se trataban con el debido respeto, especialmente, porque el gran juez Cyno solía estar siempre atento y vigilante ante cualquier clase de eventualidad y nadie se quería ganar su apatía.

Era temprano cuando Nilou, la estrella del teatro Zubayr, llegó a la aldea Aaru, había recibido hace un par de días una carta de Setaria, la ex erudita que se convirtió en profesora para la gente del desierto. Setaria le pidió un favor muy especial, la gente del desierto quería celebrar un pequeño homenaje a la arconte dendro y, ya que ninguno de ellos jamás tuvo la oportunidad de observar una actuación como la suya, quería que Nilou estuviera ahí.

La joven bailarina en principio dudó si aceptar o no, no es porque tuviera algún prejuicio hacia la gente del desierto, sino más bien, es que nunca había ido tan lejos y temía perderse o cometer alguna bobada, pero el hecho de que varios de sus compañeros del teatro irían con ella le alivió, pues no estaría sola.

—Vaya… es más lindo de lo que pensé… —murmuró la pelirroja, sus ojos curiosos observaban todo a su alrededor mientras sus pasos se acercaban al puente que conectaba el precipicio con la aldea Aaru. Atrás de ella, los miembros del teatro transportaban varias cosas que usarían para su presentación.

—Nunca pensé que hubiera tanta vida en un lugar como este —comentó Inayah, la nueva bailarina, que también se había unido al elenco que se presentaría en la aldea. Como hija de un erudito, los terrenos del desierto también eran una zona desconocida y emocionante para ella, así que podía sentir perfectamente la conmoción de Nilou al estar ahí.

Tras cruzar el puente, llegando al pequeño poblado, fueron recibidos por Candace, la hermosa mujer de cabellera azulada los saludó con amabilidad, haciendo una suave y elegante reverencia.

—Muchas gracias por haber venido, gente del teatro Zubayr —dijo Candace, sonriente, estaba muy animada debido a todo lo que implicaba algo tan grande para ellos como un intercambio cultural de esa magnitud, después de haber sido por muchísimo tiempo un sitio olvidado por la gran ciudad de Sumeru, en donde dejaban a los eruditos que perdían la razón, era reconfortante tener a gente nueva de visita, personas que venían a darles alegría y a mostrar su arte.

—Muchísimas gracias por su invitación, estamos muy felices de estar aquí —aseguró el gerente del teatro, llevándose una mano al pecho.

Mientras ellos dos hablaban, Nilou se encontraba distraída observando los alrededores de la aldea, estaba decorada, había pocas flores, porque era difícil que germinaran en el desierto, pero las había y eran muy hermosas, las rosas de Sumeru y unas cuantas orquídeas padishá se repartían equitativamente el puesto de las más hermosas que había visto, pero nada de eso era lo que ocupaba realmente su interés.

—¿Buscas a alguien, Nilou? —le preguntó Inayah, devolviéndola a la realidad.

—¿Eh? —la chica de visión hydro parpadeó confusa—. N-no, solamente estaba apreciando los adornos y las flores —explicó mientras sonreía nerviosamente, pero aquella sonrisa se borró casi enseguida, en lo que bajaba la mirada—. Creí que lo vería aquí, supongo que no… —pensó con desánimo.

Lo cierto era que todavía no comprendía del todo esas ansias que sentía por encontrarse nuevamente con el gran juez mahamatra, Cyno. Desde que juntos cooperaron con el viajero para ayudar a la arconte dendro, habían seguido viéndose de forma esporádica cada vez que Cyno viajaba a Sumeru para encargarse de algún asunto importante, siempre solía darse una vuelta por el mercado y a veces veía sus presentaciones. A la gente le seguía pareciendo raro que una chica como Nilou fuera amiga de alguien de la academia, pero Cyno no era como el resto de ellos, él era una persona amable, comprensiva y, extrañamente, humorística.

Al principio había sido una conversación común en la que él le preguntó si le podía contar un chiste. Nilou se sorprendió, ¿por qué alguien como Cyno contaría un chiste para ella? ¿Acaso intentaba probarla de algún modo? ¿O quizá era este su intento de desenvolverse mejor con las personas?

—¿Un chiste? Oh, claro —la bailarina asintió con la cabeza, sin dejar de lado su confusión y desconcierto.

Cyno, que estaba en Sumeru tras haber detenido a una banda de ladrones, cerró sus ojos con seriedad, se cruzó de brazos y comenzó a relatar el chiste que llevaba días preparando para algún incauto que tuviera la mala suerte de ser su oyente.

—Había una vez dos eruditos charlando, cuando de pronto uno de ellos recibió una nota que decía que su cita con su oculista ya estaba programada y dijo "debo irme, el de ver me llama" —terminó, esperando alguna reacción de parte de su interlocutora, pero ésta solamente continuó viéndolo fijamente, sus ojos estaban ligeramente abiertos y lucía confundida—. ¿No lo entiendes? —Cyno frunció sutilmente el ceño—. Lo explicaré…

Nilou era muy lenta para algunas cosas que tenían que ver con conocimientos extensos, no es que fuera tonta, sino que, más bien, sus intereses no iban por ese lado, pero se puso a pensar un momento… ¿un oculista?

—¡Oh! —exclamó, justo antes de que el erudito pudiera siquiera empezar a desglosar el significado de su broma—. Se refería al doctor, ¡ya entendí! —añadió, golpeando la palma de su mano con la otra hecha un puño, seguido de eso, se empezó a reír enérgicamente—. Es un chiste muy ingenioso, realmente gracioso —decía entre risas, cubriendo sus labios con una de sus manos.

Cyno estaba francamente sorprendido, era la primera vez que alguien se reía de sus chistes sin haber tenido que explicarlos, ¿realmente Nilou lo entendió a la primera? Aquello le causó un gran sentimiento de satisfacción, tuvo ganas de sonreír, pero no lo hizo.

Fue ese día que se dio cuenta de que pasar tiempo junto a Nilou era refrescante, a pesar de no compartir demasiadas cosas en común, Nilou era una persona brillante y divertida, siempre se reía de sus chistes, incluso si eran muy complicados, así que se acostumbró a verla siempre que iba a la gran ciudad. Para Nilou también se volvió una costumbre, por eso, cuando de pronto Cyno dejó de presentarse, ella se sintió preocupada y desanimada, no sabía nada de él, ¿acaso le había sucedido algo? Pero si algo malo pasaba con una figura pública como él todo el mundo lo sabría de inmediato, ¿no? Ya habían pasado casi seis meses desde la última vez que lo vio, por eso estaba tan ansiosa de visitar el desierto.

—Les indicaré el camino a la posada para que puedan descansar —dijo Candace, entonces sintió un ligero jalón de parte de uno de los niños del teatro, el pequeño Sohrin, que hace poco se había convertido en actor.

—¡Vamos, Nilou!

—Ah, c-claro —respondió Nilou, caminando junto con el resto de sus compañeros detrás de Candace, quizá lo mejor era que se tomara un buen descanso antes de que el día de mañana iniciaran a preparar todo para su obra.

Era de noche cuando Nilou decidió salir a caminar por el desierto sin ningún acompañante ni guía, honestamente, todos estaban cansados y la mayoría ya se habían quedado dormidos en sus respectivas habitaciones, pero ella quería conocer un poco, porque siempre había soñado con ver la inmensidad y belleza del desierto con sus propios ojos y no sólo en su imaginación. Al principio dijo que solamente iría un poco más allá de la estatua de los siete y que regresaría, pero cuando se dio cuenta, ya llevaba mucho tiempo caminando, fascinada por las dunas llenas de arena y lo despejado y hermoso del cielo, aunque hacía frío, a diferencia del día, eso no le importaba en lo más mínimo.

Detuvo sus pasos cuando se topó con un hermoso oasis, el agua era clara y cristalina, tal y como había soñado muchas veces, después de que el terminal akasha fuese desactivado y que toda la gente en Sumeru comenzó a soñar.

—¡Es precioso! —exclamó emocionada, corriendo hacia el agua. Se quitó los zapatos y el tocado de su cabeza, dejándolos junto a la orilla y hundió apenas sus pies, no era hondo, pero era mejor que no fuera más adentro o mojaría su ropa.

La luna brillaba hermosamente y cada estrella era perfectamente visible, reflejándose sobre el lago como un espejo, era como si estuviera en un sitio totalmente lleno de magia, así que fascinada por esa sensación, comenzó a bailar. Sus manos se movían grácilmente, levantando un poco de agua, que era guiada por su visión, como una serpiente siguiendo los encantos de una melodía que no podía resistir. Cerró sus ojos y dio algunas vueltas sobre sí misma, se sentía como una niña pequeña.

Cerca del oasis de Sobek, el gran juez y general mahamatra estaba regresando a la aldea Aaru, después de una ardua misión de investigación que duró meses. Estaba muy cansado, así que planeaba hacer una pequeña parada en el oasis para descansar y comer un poco de sus últimas provisiones, antes de encaminarse mañana temprano hacia la aldea. Para él no era nada raro dormir o comer a la intemperie, era algo común, ya que conocía el desierto como la palma de su mano, lo que sí era raro era escuchar sonidos poco familiares provenientes del lago. Creyendo que tal vez se trataba de algún ladrón o monstruos, apuró el paso y corrió con gran velocidad, haciendo aparecer su lanza en su mano derecha, por si llegaba a necesitarla, pero cuando sus pies se encontraron con la orilla del oasis, lo que vio lo dejó impresionado.

Mientras era bañada por la luz de la luna y el agua del lago se movía con ella, Nilou estaba bailando con sus ojos cerrados. No era la primera vez que la observaba bailar, pero esta visión lucía más como si fuera parte de un paisaje místico, reflejado en un cuadro que salió de la imaginación de un pintor muy creativo. Cyno no quería interrumpirla, pero no estaba seguro si esto se trataba de un espejismo, después de todo, ¿por qué estaría Nilou en el desierto, en medio de la noche?

—¿Nilou? —la nombró con duda, casi con miedo de que su imagen tan nítida se fuese a desvanecer, porque era prácticamente una ilusión.

Pero no, se dio cuenta de que ella era real cuando, sorprendida por la voz que la llamó repentinamente, Nilou abrió sus ojos y tropezó con una piedra que estaba en el fondo del lago. Su cuerpo pequeño se precipitó hacia el suelo, pero él fue más rápido que un rayo de su visión electro y la atrapó entre sus brazos, pero él fácilmente perdió el equilibrio y cayó sentado sobre el agua, sosteniendo a la joven que lo observó con los ojos muy abiertos. Sus rostros estaban muy cerca y la posición no era del todo cómoda, pero había sucedido tan rápido, que fue inevitable para cualquiera de los dos.

—Cyno… —dijo Nilou, que también pensó por un breve instante que estaba alucinando, por eso alzó su mano para acariciar suavemente la mejilla del peli blanco, sólo con las yemas de sus dedos, como si estuviera hipnotizada. ¿Tal vez lo estaba viendo porque lo extrañaba mucho? ¿Era parte de la magia ilusoria del desierto que le mostraba a Cyno nuevamente, después de tanto tiempo?

Aquel gentil arrullo hizo que el gran juez se sintiera confundido y ansioso, jamás nadie lo había mirado con esa inocencia y lo había tocado con esa dulzura.

—Nilou… ¿qué estás…?

Como si hubiera estado divagando por una tierra sin tiempo, la voz de Cyno la hizo regresar a sus sentidos, él realmente estaba ahí, no lo estaba imaginando, debió haberse dado cuenta desde el instante en que se sintió caer entre sus brazos.

—¡¿C-Cyno?! —gritó la pelirroja, apartando su mano y todo su cuerpo de la cercanía del contrario. Sentía que sus mejillas ardían de la vergüenza, pero ¿qué estaba haciendo?

Cyno parpadeó en su confusión, su trato con las demás personas solía ser siempre distante y respetuoso (o arisco, si era el caso), pero esas reglas jamás habían aplicado con ella, Nilou era diferente del resto, lo supo cuando ella fue la única que vio a través de su coraza de seriedad y le aconsejó que debía sonreír más, mostrándole su propia sonrisa como ejemplo.

Recuperando un poco la compostura, el juez carraspeó su garganta, mirando en otra dirección, a ninguno de los dos le parecía importar que estuvieran empapados.

—¿Estás bien? ¿Qué estás haciendo aquí en medio de la noche?

Nilou, que no podía mirarlo por la vergüenza que sentía, solamente rio nerviosa, su corazón estaba acelerado y ni siquiera entendía la razón de ello.

—Yo vine junto al teatro a hacer una presentación a la aldea Aaru, pero decidí salir a caminar un poco y llegué a este sitio tan bonito —explicó, mientras Cyno la miraba con asombro.

—¿A caminar un poco? —repitió—. ¡Pero esto es muy lejos de la aldea! —dijo en tono firme, de regaño—. Tú no conoces el desierto, ¿qué habrías hecho si te perdías o si te encontrabas con algún monstruo?

Esta vez la joven volteó a verlo, Cyno lucía realmente enojado, ¿estaba preocupado por ella? No podía decirlo con certeza, ya que su rostro se mantenía tan inexpresivo como siempre.

—Pues sí me perdí —contestó, cerrando sus ojos de forma graciosa y empuñando ambas manos—. ¡P-pero tú no eres quién para regañarme! ¿Sabes lo preocupada que estaba por ti? ¿Ni siquiera podías enviar una nota o algo? ¡Eres realmente tonto!

Cyno abrió tanto sus ojos, que sintió que le ardían en un momento, ¿cómo que era tonto? Y además… ¿Nilou estaba preocupada por él?

—¿Qué? —cuestionó, sin entender del todo el reclamo de la joven bailarina, la cual lo apuntó con su dedo índice de forma acusadora.

—Antes siempre ibas a hablar conmigo, pero luego desapareciste, pensé que te había pasado algo —dijo la chica, había pequeñas lágrimas en sus ojos, que más parecían la expresión de una niña haciendo un berrinche—. ¿Por qué ya no volviste? —interrogó enojada, pero pocos segundos le bastaron para percatarse de que estaba actuando de un modo que no tenía sentido, en primer lugar, ¿por qué tendría Cyno que darle alguna explicación? Ante su propio pensamiento, rápidamente bajó la cabeza—. Lo siento, eso no me incumbe, ¿verdad?

Pensó que Cyno estaría molesto, pero no fue así, al levantar el rostro para observarlo, se dio cuenta de que sus ojos de color escarlata la observaban con gran admiración, casi como si sintiera ternura hacia ella, aunque solamente duró un segundo, Nilou sintió que su cuerpo temblaba.

—Primero salgamos del agua, nos enfermaremos —dijo el albino, levantándose y extendiendo su mano hacia la joven, quien la tomó con bastante vergüenza, más que nada, porque se estaba comportando de un modo demasiado errático.

Cyno suspiró, sin soltar la mano de Nilou hasta que ella se puso de pie, entonces la dejó ir, pero inmediatamente extrañó sentir su calor. Los dos abandonaron el lago y él encendió una fogata para que secaran sus ropas y aprovechar de cocinar algo que pudieran comer pues, para variar, estaba hambriento.

—Ten —dijo Cyno, extendiéndole a Nilou un trozo de pollo asado a la hoguera, pero ella continuaba mirando en otra dirección, como si lo ignoraba, aquello no le gustaba, le hacía sentir incómodo—. ¿Estás enojada conmigo? —la vio inflar las mejillas graciosamente, la respuesta era evidente—. No aparecí durante todo este tiempo porque estaba en una misión muy importante, perseguía a unos eremitas rebeldes que planeaban un ataque a gran escala —explicó, sabía que nada ni nadie lo estaba obligando a decirle esto a Nilou, pero era como si, al mismo tiempo, tuviera que hacerlo.

Nilou finalmente lo miró, suavizando su expresión, era raro verla enfadada, era mucho más normal que sonriera y que estuviera alegre.

—¿No podías hacerme saber que estabas ocupado? —cuestionó, cabizbaja—. Sé que no tienes ese deber, pero… somos amigos…

Sorprendido por sus palabras, Cyno parpadeó, ¿eran amigos? Hasta ahora, no se había planteado esa posibilidad, siempre hablaba con Nilou, le contaba sus chistes y ella se reía sin tener que explicarlos, le hacía sentir reconfortado, animado, pero nunca imaginó que Nilou realmente sintiera aprecio hacia él.

—No se me ocurrió, lo lamento —respondió, bajando la mano que sostenía el trozo de pollo, el cual Nilou le arrebató de improvisto para darle una mordida, pero se quedó a medio bocado cuando se dio cuenta de que había una herida en la pierna del juez, no estaba abierta, pero era grande, una cortada hecha con una espada.

—¡Cyno, estás lastimado! —preocupada, se agachó frente a él para inspeccionar la lesión, no se veía profunda, aunque no podía apreciarla del todo bien sólo con la luz tenue de la fogata y de las estrellas en el cielo.

—Estoy bien —dijo Cyno, sin apartar sus ojos de la figura femenina que se cernía a sus pies, su cabello todavía estaba mojado, pero su ropa ya se empezaba a secar—. Nilou… —la llamó—. ¿Realmente te preocupaste por mí?

—¿Eh? —la chica de nuevo se sintió avergonzada por aquella pregunta, regresando a la pequeña y plana piedra que estaba usando como asiento, mientras jugaba a entrelazar los dedos de sus manos—. Yo… sí, es que me acostumbré a verte siempre, a escuchar tus chistes, eres alguien importante para mí, Cyno, por eso… —mientras más hablaba, sentía más calor sobre su rostro.

Para Cyno, las palabras de Nilou eran algo relevante, pero también natural viniendo de ella. Nilou era el tipo de persona que siempre pensaba en los demás, que se hacía amiga de las personas rápidamente, era entendible que también lo apreciara a él como al resto de personas que la rodeaban, como al viajero, a la gente del teatro, a toda la ciudad de Sumeru; él era una más de esas personas para ella.

Ante ese pensamiento que, aunque dulce, le resultaba ligeramente agrio, una suave, débil y muy efímera mueca de sonrisa se dibujó en sus labios, él ni siquiera lo notó, pero ella sí.

—¡Sonreíste! —exclamó Nilou, apuntándolo con su dedo índice, pero al instante él volvió a su semblante serio de siempre.

—Claro que no —contestó, desviando la mirada.

Nilou sonrió ampliamente, juntando las palmas de sus manos en una pose que reflejaba su alegría.

—Claro que sí, yo lo vi —insistió la pelirroja.

—Viste mal —aseguró el gran juez, que, aunque no la estaba mirando directamente, sino de reojo, podía notar la expresión de felicidad de la chica.

—Yo sé que no, estoy segura de lo que vi —Nilou apoyó sus dos manos sobre la piedra en donde estaba sentada, echándose ligeramente para atrás para poder observar el hermoso cielo que los estaba cobijando—. Ya te lo había dicho el día que organicé aquella celebración para ti, deberías sonreír más.

Cyno arrugó sólo un poco el entrecejo.

—No le veo la necesidad, mi trabajo consiste en inspirar autoridad, ir sonriendo por ahí no le daría miedo a nadie.

—Oh… —la chica se llevó un dedo al mentón, ladeando ligeramente su cabeza, en una expresión bastante inocente—. Pero eso sería un verdadero desperdicio —dijo, provocando la curiosidad de Cyno.

—¿Por qué? —cuestionó, mirándola fijamente, entonces la vio sonreír de un modo tan brillante, casi como si los astros en el cielo la iluminaran a propósito, como si cada uno de ellos se empeñara en que no le apartara los ojos de encima, tan sólo para escucharla responder a su pregunta con la misma soltura con la que bailaba y encantaba a todos sus espectadores.

—Porque tienes una sonrisa muy hermosa.

Por un instante, Cyno sintió que se le apretaba el pecho y su cara de pronto ardió de la vergüenza, nunca, jamás en la vida había experimentado tal sensación, nunca se había sonrojado, así que, bajando un poco la capucha con forma de la cabeza de un perro, se cubrió el rostro y se encogió un poco en su asiento.

—¿Cyno? —Nilou parpadeó varias veces ante su reacción—. ¿Por qué escondes tu rostro?

—No lo hago —dijo él, mientras que, irónicamente, se cubría todavía más, en ese momento no podía verla o no conseguiría superar la vergüenza.

—¿Te estás riendo de mí? —cuestionaba la bailarina, confundida.

Cuando amaneció, los dos estaban cruzando el puente que daba hacia la aldea Aaru, por suerte nadie los vio llegar juntos, o habrían sido interrogados arduamente, porque a cualquiera le habría llamado la atención darse cuenta de cómo cada uno miraba al otro cuando el contrario no se estaba fijando.

¿Acaso se gustaban?

Quién sabe, sería su trabajo descubrirlo.