DISCLAIMER: Miraculous, Las aventuras de Ladybug y Chat Noir no me pertenecen, los personajes son propiedad de Thomas Astruc. Este fanfic es realizado sin ánimos de lucro.
One step at time
Adrien daba vueltas por su habitación como gato encerrado para diversión de su kwami, quien lo veía con una mirada burlona como sólo él sabía hacerlo mientras éste comía trozos de camembert como si fueran dulces, aunque tal vez para kwami así lo eran. De vez en cuando algún sonido de frustración salía de sus labios y el pequeño ser se mordía la lengua para evitar reírse, aunque sin mucho éxito ya que el rubio podía escuchar sus inútiles intentos de contenerse.
- Si sigues así harás un hoyo en el piso – se burló el oscuro ser
- No estoy para bromas, Plagg
- No estoy diciendo que lo sea, creo que de hecho ya te hundiste unos cinco centímetros – rio un poco
El ojiverde, cansado de dar tantas vueltas que, literalmente, no lo estaban llevando a ningún lado y sin ánimo de escuchar a su kwami se tiró en su cama para ver perdidamente el techo
- ¿Sabes? Para ser el héroe más sexy de París según esta revista, justo ahora tienes una cara que mataría a casi todas tus fans, y no lo digo en el buen sentido
Y es que el kwami de la destrucción tenía razón, el rubio tenía el cabello totalmente despeinado, de tal forma que, en esos momentos se parecía bastante a su contra parte heroica, tenía unas bolsas bajo los ojos bastante marcadas y se veía un poco demacrado, y todo a causa de ciertos sueños nocturnos que tenía últimamente.
- Y si descubrieran lo que te esta pasando… - Esquivó grácilmente una almohada que le fue lanzada y luego se burló a carcajadas
Plagg tenía razón, estaba hecho trizas, quería dormir una noche entera, pero cada vez que cerraba los ojos, las imágenes de sus sueños se hacían presente, y cuando al fin lograba conciliar el sueño, usualmente producto de su agotamiento, un nuevo sueño se le presentaba y lo despertaba al cabo de apenas un par de horas. Y no es que fueran pesadillas, al contrario, eran sueños agradables, bastante placenteros si debía admitir. Sintió cómo sus mejillas se calentaron un poco al comenzar a recordar el último, así que agitó la cabeza vigorosamente intentando alejar esos pensamientos.
- Si siguieras mi plan te evitarías muchos problemas y ambos podríamos descansar una noche completa
- No es tan fácil, Plagg – contestó con pesar
- Claro que sí, sólo llegas, se saludan como siempre, beso, beso, plática, plática, y le dices "Quieres tener se…"
- ¡Plagg! – le cortó antes de que dijera aquellas palabras que le daban tanta vergüenza y la risa del pequeño ser se escuchó
- Oh, vamos chico, no es como si fueras el primer ser humano que quiere se..
- ¡Cállate!
Aunque le causaba diversión, Plagg debía admitir que estaba harto de la situación, estar despertándose diariamente a causa de los extraños sueños que el chico estaba teniendo ya no era divertido, tal vez si los primeros dos o tres días después de que descubrió el motivo, pero ahora, ya estaba cansado. Si bien era un ser mágico que no requería todo lo que un ser humano y no necesitaba forzosamente dormir, era una actividad que disfrutaba. Se escuchó otro gruñido lleno de frustración en la habitación.
- Sigo pensando que todo sería más fácil si tan sólo se lo dijeras
- ¿Bromeas? ¿No recuerdas lo difícil que fue siquiera darnos nuestro primer beso?
¿Recordarlo? Claro que no lo recordaba, había decidido voluntariamente olvidar aquellos días de tortura donde esos dos chicos y el resto de sus amigos lo volvieron loco por tantos planes tontos, indecisiones, ideas descabelladas y un largo etcétera. Si le dieran a escoger, evitaría a toda costa otra situación como esa, por eso es que, para él, el ataque directo era lo mejor.
- Hice hasta lo imposible – prosiguió sin ser consciente de los pensamientos de su kwami - ¡Planee situaciones románticas ideales para lograrlo, intente confortarla, comprenderla, ser paciente para que, al final, pudiera confiar y dejar atrás sus temores y poder tener al fin besarla!
- Y te tomó varias semanas
- ¿Ves mi punto?
- Y si ya te tiene confianza y dejó atrás esos temores, como tu dices, ¿Puedo saber por qué no han… - notó la mirada asesina del rubio – seguido con lo que usualmente los humanos hacen cuando dicen que se aman?
- ¡No lo sé!
Y no es que no se sintiera a gusto en su relación, sin embargo, debía admitir que la forma en que se trataban era más de cuando aún tenían 14 años y no de los casi adultos que actualmente eran. Usualmente él y Marinette solamente se tomaban de la mano, salían a pasear, al cine, a tomar un helado, de vez en cuando hacían tarea juntos, inclusive le ayudaba en ocasiones en sus diseños sirviéndole de modelo, pero de ahí en más, su noviazgo no había avanzado mucho y, aunque no ponía en duda el amor que la chica le tenía, debía admitir que se sentía un poco frustrado, en más de un sentido, y sus hormonas no estaban cooperando en absoluto.
El estaba por demás ansioso en avanzar, pero entre que tenía miedo de ofender a la chica y los miedos propios de la peliazul, no estaba logrando nada y eso que a en algunas ocasiones había intentado algunos movimientos, pero sin ningún éxito. En una ocasión, mientras estaban en el cine viendo una película romántica, algunas escenas subidas de tono los tomaron por sorpresa, sin saber cómo actuar ninguno de los dos, simplemente permanecieron en silencio.
Los colores se le subieron al rostro, sus mejillas ardían y cierta parte de su anatomía humana estaba comenzando a despertarse. Incómodo por su propio actuar, quiso retirarse un momento al baño, pero justo cuando estaba a punto de levantarse, una pequeña mano se posó sobre la suya deteniendo cualquier intento de huir. Volteó a ver a la peliazul notando cómo sus mejillas estaban igual de sonrojadas que las suyas, enternecido, sujetó fuertemente la pequeña mano en señal de apoyo.
Ante tal acción, Marinette volteó a ver aquellos ojos verdes, los cuales la miraban de una forma tan intensa que le hicieron sonrojar aún más, si es que eso era posible, temblorosa, se acercó al rubio y le besó de forma tierna. Ambos se deleitaron con el sabor de la cavidad del otro, notando el calor emanar de la misma, los besos, sin siquiera planearlo, comenzaron a pasar de ser castos, a subir de intensidad, al punto de que solamente ellos dos existían en ese momento.
Adrien, quien había mantenido su mano en la pequeña cintura, comenzó a descender lentamente hasta posarse en la cadera, sabía que no era correcto, que no era el lugar ni el momento, pero es que aquellos besos sabían tan bien, y las escenas mostradas en la pantalla habían sido tan sugerentes, y aquella pequeña mano sobre su mejilla se sentía tan suave y cálida, que simplemente no podía pensar con claridad.
De pronto, el sonido de un estallido les sacó de su ensoñación dándoles un susto casi mortal, la escena en la pantalla había cambiado a una de total acción, rompiendo con ello el ambiente romántico que se había creado. Los dos chicos se miraron con una expresión de espanto que, al verse, simplemente pudieron reír a carcajadas, dejando atrás cualquier cosa que haya pasado o hubiera podido pasar.
La siguiente ocasión ocurrió cuando fueron a la piscina, todo estaba con total calma, se estaban divirtiendo, disfrutaban de la frescura que les otorgaba el agua ante un día caluroso y, básicamente, todo era una cita normal y tranquila, sin embargo, en un descuido, unos niños empujaron a su diminuta novia quien terminó chocando con él, y eso no supondría ningún problema de no ser porque su suave trasero tocó cierta parte de su anatomía que hizo que su imaginación adolescente saliera volando en un santiamén. Agradeció estar debajo del agua y que no se notara cómo cierta parte de su cuerpo comenzaba a reaccionar, aunque se lamentó que pasó la siguiente hora intentando distraer su mente. A partir de ese día, sus noches se volvieron caóticas, aunque placenteros en cierta forma.
La primera noche, que fue precisamente el mismo día que la de la piscina, estaba profundamente dormido, soñando con alguna cita con su hermosa novia, y, realmente no estaba seguro del cómo, pero la situación cambió completamente a una bastante candente, donde los besos y las caricias eran los protagonistas, las pequeñas manos recorrían su pecho de arriba a abajo mientras sus manos se asían fuertemente de aquella pequeña pero atractiva cadera. Y, aunque la situación en sí no era muy insinuante, podía sentir el calor subir a sus mejillas y bajar a una parte muy específica.
Se despertó al momento de sentir cómo su masculinidad comenzaba a sentirse apretado dentro de su ropa, tardó un minuto en comprender lo que le había pasado y, en cuanto lo entendió, salió disparado al cuarto de baño, despertando en el proceso a su kwami, quien más que preocupado, estaba curioso en saber lo que le había pasado a su portador, pero éste le respondió con una voz en un bastante agudo que estaba bien. Si bien el pequeño ser en ese momento no comprendió porqué su chico había decidido darse un baño a las dos de la mañana, pronto lo hizo.
A partir de ese día, los sueños se hicieron cada vez más frecuentes, al punto de ser diarios, para tortura del rubio y deleite de Plagg, quien no perdía oportunidad de burlarse de su portador. Pese a que la situación le causaba gracia, el kwami se comenzaba a cansar de estarse despertando todas las noches por culpa de las alborotadas hormonas de su chico, quien en definitiva ya no era un chico, así que hizo lo que mejor se le daba, darle consejos, aunque siempre recibía la misma respuesta a cada uno de ellos, no importando cuanto le insistiera.
- Bueno, mientras tu te sumes en tu eterna miseria – tomó un trozo de camembert – Yo me deleitaré con este delicioso queso que no se opone a mis deseos de ser comido
- ¡Plagg!
- Yo solo digo que, si tienes la oportunidad de ir a visitar a tu novia en literalmente cualquier momento que tu desees, ya deberías haber ido a su casa y simplemente decirle lo que quieres
- ¡Claro! ¿Cómo no lo pensé antes? Y de paso terminaré sin novia y con una mejilla roja
- Como quieras, aunque muchos matarían por esa oportunidad – se burló
- Plagg, te juro que…
Las palabras murieron en el aire debido a que alguien había tocado el timbre, confuso se dirigió a la puerta de su apartamento al tiempo que el pequeño kwami se escondía y, al abrirla, se encontró cara a cara con el motivo de su tormento, sonriéndole alegremente mientras le mostraba una bolsa repleta de cosas, entre las que podía distinguir papas fritas y algo de helado.
- ¡Hola! – saludó con euforia
- ¿Marinette?
- ¿Listo para nuestra noche de películas?
El rubio palideció, había olvidado por completo su cita para ver películas de esa noche y, justo el día anterior, había tenido el sueño más erótico de todos, donde le hacía todas las cosas que deseaba a la peliazul mientras ella gemía sonoramente en su oído. El recuerdo le hizo sonrojar profusamente. Notó cómo la ojiazul le miraba confundida desde el umbral, ya que se había quedado estático y en completo silencio. Sacudió sus pensamientos alejándolos.
- ¿Es mal momento?
- ¿Mal momento? ¡No! ¡Para nada! ¡Pasa!
- ¿Estás seguro? – dijo entrando – Si no te sientes con humor como para la noche de películas bien podemos suspenderlo
- No, para nada. Es sólo que… estaba haciendo un trabajo para la universidad, ya sabes, perdí la noción del tiempo
- ¿Y ya lo terminaste?
La simple palabra "terminar" hizo que su mente viajara a recuerdos bastante placenteros, donde su virilidad se introducía en una pequeña y húmeda cavidad y donde derramaba toda su semilla. El sonrojo se volvió a hacer presente.
- ¿Adrien?
- ¿Sí?
- ¿Que si ya terminaste tu asignación?
- Ya… - carraspeó un poco al ver que su voz salió un poco temblorosa – Ya casi
- Si quieres puedes terminarlo en lo que yo preparo todo – sugirió
En definitiva, ese día no estaba en sus cinco sentidos, o tal vez sí, cada palabra que decía la chica le recordaba alguno de sus sueños.
- ¿Adrien? ¿Seguro que estás bien?
Perdido en sus pensamientos, la chica se le presentó justo frente a sus ojos, sacándole un pequeño susto.
- ¿Yo?
- Si, te miras un poco rojo – posó su mano sobre la frente del chico - ¿No te estarás enfermando?
- No, no creo – dijo retirando suavemente la mano de la chica – Solamente que hoy hace más calor que de costumbre
- Es cierto – concordó – Bueno, ¿con cuál película quieres comenzar?
- La que tú quieras – le sonrió
Los dos chicos se acomodaron en el sofá que estaba justo frente a la enorme televisión y dejaron que la película comenzara, mientras degustaban algunas botanas y, sin siquiera proponérselo, el rubio fue dejando atrás aquellos pensamientos que le venían atormentando para sólo disfrutar el día junto a su novia. El día fue pasando, y el ocaso se presentó para pronto dar entrada a la noche mientras ellos veían su segunda película.
Adrien estaba tan sumido en la trama, que no notó el momento en el que la peliazul se quedó dormida sobre su hombro, sólo lo notó cuando ésta se removió buscando una posición un tanto más cómoda. El verla así le causó ternura. Podía escuchar su lenta y acompasada respiración, sus largas pestañas cubrir sus ojos cerúleos, sus pequeños y rosados labios entre abiertos, su cuerpo relajado, su cabello cayendo suavemente sobre sus tersas mejillas, podía ver cómo su pecho subía y bajaba lentamente. Su vista viajó inconscientemente a su pecho, donde podía ver más de lo permitido debido a que un tirante de su blusa había caído grácilmente de su hombro.
Disgustado con su propio atrevimiento, regresó su vista a la pantalla intentando distraerse un poco, pero no podía evitar pensar en la visión tan angelical que acababa de tener, sin su permiso, sus ojos se desviaron de nueva cuenta al rostro de su novia, cautivándose por esos pequeños y rosados labios y, sin ser plenamente consciente, se acercó lentamente a ellos con el único propósito de besarlos, sin embargo, a escasos milímetros se detuvo en seco.
Miró nuevamente a la chica y se asustó, no de ella, sino de sus propias intensiones, estaba a punto de besarla sin su consentimiento, con lentitud la acomodó en el sillón acostada y se dirigió al baño. Ahí, se miró en el espejo, y lo que vio le disgustó, no entendía cómo es que si quiera se le había cruzado por la mente la idea de propasarse con ella en un momento tan vulnerable. Lavó su cara con agua fría con la intención de despejar su mente, una vez que lo logró, volvió al lado de la peliazul y terminó de ver la película.
Aquella noche terminó de lo más normal para la ojiazul, despidiéndose del rubio como cualquier otro día, más no para el ojiverde, quien tuvo otra noche llena de sueños que, si bien eran bastante placenteros, no le permitían descansar a su imaginación y, ahora, cada vez que veía a la chica, no podía evitar recordarlos y pensar en los suaves pero deliciosos gemidos que producía con su dulce voz, al menos en sus sueños.
Los días pasaron y, pese a que Adrien intentaba mantenerse lo más tranquilo posible, la tarea en ocasiones le resultaba muy difícil, sobre todo cuando la chica se le lanzaba y lo abrazaba de esa forma que sólo ella sabía.
- Recuerda que en esta ocasión toca noche de películas en mi casa – dijo con su ya característico buen humor – No te preocupes por conseguir las películas, yo lo haré
- Eso solo lo dices porque no quieres que yo escoja – dijo rodando los ojos pero de forma divertida
- No se de dónde sacas esa idea – respondió divertida - ¿Alguna petición especial para esta noche?
- Si tu padre pudiera hacer algunos de sus deliciosos croissants lo agradecería
- Tienes suerte de ya no ser un modelo
- De cualquier forma, buscaría la manera de comerlos, son deliciosos
- Empiezo a creer que amas a los croissants más que a mi
- Claro que no – la sujetó de la cintura – Pero si tuviera que decidirme entre salvar una bolsa de croissants y tu…
- ¡Adrien!
- Es broma – pegó su frente a la de ella – Sabes que a ti te amo más
Después de eso ambos siguieron con sus actividades diarias hasta que se llegó la hora acordada. Adrien acudió, como ya era una costumbre, a la panadería propiedad de los Dupain-Cheng, el cual expedía un delicioso aroma a pan recién horneado desde una cuadra antes, abriendo instantáneamente el apetito del ojiverde. Al llegar, la suave campanilla anunció su entrada, encontrándose con los padres de la chica, quienes le recibieron efusivamente.
- ¡Adrien! ¡Qué gusto verte! - saludó la pequeña mujer
- Buenas tardes, señor y señora Dupain-Cheng – contestó de forma educada
- Oh, por favor, querido, sabes que puedes decirnos Sabine y Tom – recriminó provocando un leve sonrojo en el rubio – Le avisaré a Marinette que estás aquí – y de inmediato se dirigió al cuarto de la chica
- ¿Listos para su tradicional noche de películas? – preguntó el gran hombre
- Sí, aunque Marinette no me dejó escoger – rio
- Marinette siempre acaparando – concordó el hombre – Pues bien, espero que se diviertan, les dejaremos los croissants aquí para que los tomen cuando gusten, pero no esperen mucho tiempo o se enfriarán. Me hubiera gustado tenérselos recién hechos, pero ya nos habíamos planeado este viaje desde hace algunas semanas – se lamentó
- ¿Viaje? – notando por primera vez las maletas
- ¿Marinette no te lo dijo? – Preguntó la mujer llegando de pronto – Esa niña, nunca se le ha quitado lo despistada – se lamentó, pero con una sonrisa – Le habíamos dicho que iríamos a visitar a mi hermana este fin de semana. En fin. Espero no te moleste.
- No, para nada – dijo controlando el temblor de su voz y palideciendo un poco.
- ¡Adrien! – saludó de pronto la chica apareciendo en la panadería - ¿Sucede algo? – preguntó notando cómo los tres le observaban
- No, nada – sonrió el ojiverde
- Bueno chicos, espero que se diviertan en su noche de películas, nosotros nos iremos en un momento, los croissants están listos recuerda…
- No tardar mucho en comerlos o se enfriarán, y fríos pierden sabor – dijo arremedando a su padre – Lo sé papá, disfruten su velada
La chica tomó los croissants para, acto seguido, dar un beso a cada uno de sus padres y después tomó la mano del chico para guiarlo a la sala, donde ya estaban puestas las botanas y algunas bebidas, colocó los croissants en una mesa e invitó al rubio a sentarse en el cómodo sillón. Sin preguntar, encendió el aparato y tomó el control remoto para comenzar la reproducción de la película, se sentó junto al chico, quien pasó un brazo sobre su hombro, y se acomodó.
La película, pese a que no era un género que usualmente viera Adrien, le pareció entretenida, y aunque no le hubiera gustado no habría dicho nada, porque le gustaba consentir a la chica en todo lo que pudiera, sin embargo, no duró mucho, por lo cual tuvieron que poner la segunda. Ésta era aún más entretenida y con algo más de acción, tanto así que no sintieron el tiempo pasar ni cómo el sol se iba poniendo en el horizonte.
A mitad del filme, Adrien se estiró un poco cansado de la posición que tenía, notando el peso muerto que caía sobre su costado, dirigió su mirada a la chica quien, nuevamente, había caído completamente dormida. La escena de la última vez se repitió, sus rosados labios entre abiertos, su respiración acompasada, sus largas pestañas, su nívea piel… sacudió la cabeza un poco, ya había pasado por eso, y no sucumbiría a sus deseos, acomodó a la chica en el sillón y se retiró momentáneamente. No tardó ni cinco minutos cuando volvió por ella, la tomó en brazos y, con cuidado, la cargó hasta su habitación.
Gracias a su alter ego como Chat Noir tenía una condición bastante envidiable, y que la chica no pesaba en realidad mucho, pudo cargarla sin problema. La colocó suavemente sobre el lecho, acomodó un mechón que cayó rebeldemente sobre su mejilla y, después, la acarició suavemente, deleitándose con la tersa piel. Antes de que su mente viajara a recuerdos que no necesitaba en esos momentos decidió que era momento de irse, le mandaría un mensaje en la mañana.
Sin embargo, sus intenciones fueron frustradas cuando, al dar media vuelta, unos delgados brazos le rodearon por el cuello fuertemente haciéndole perder el poco equilibro que tenía y cayendo de espalda sobre el tálamo. Suspiró divertidamente, nunca imaginó que su pequeña novia tuviera una fuerza tan grande. Con algo de dificultad, se acomodó de tal forma que quedaron frente a frente y descansó un poco, pensando en su siguiente paso.
Se le ocurrió la idea de que, tal vez, si se ponía en cuatro y se jalaba un poco, podría soltar el agarre, así que lo intentó, con lo que no contó fue que, justo cuando estaba en la posición lista para salir, la ojiazul apretaría nuevamente su agarre y hundiría su cara en sus senos que, si bien no se quejaba demasiado de eso, sí del hecho de que la chica no era consciente de lo que hacía, y también estaba el hecho de que, el agarre era tan fuerte, que empezaba a dificultársele el respirar. Sin opciones comenzó a llamarla, primero suavemente, para poder despertarla, pero al no recibir respuesta, le llamó más fuertemente para así llamar su atención. La ojiazul, a medida que iba despertando, fue soltando su agarre. Sus cerúleos ojos fueron mostrándose encontrándose con un par de esmeraldas.
- ¿Adrien? – preguntó confundida y aún medio dormida - ¡Adrien! – repitió feliz volviéndolo a tomar del cuello, aunque esta vez de forma más suave, y besándolo tiernamente
El ojiverde se sorprendió un poco por el beso, si bien no era la primera vez, sí era distinto. Este beso era más suave y, en cierto modo, más sensual, por la posición y el lugar en el que se lo estaban dando. Su boca era cálida y tenía el dulce sabor que siempre le había hipnotizado, los besos, si bien se mantenían algo castos, no se sentían como tal, su boca comenzaba a actuar con mente propia, buscando más calidez, más profundidad. Una de sus manos, que le había estado ayudando a apoyarse, fue a posarse directamente sobre la suave cintura, podía sentir cómo su lucides iba cediendo y dando paso a la lujuria así que, antes de perderla, hizo uso de toda la fuerza de voluntad que le quedaba y rompió el contacto, sentándose sobre el lecho y recargando su espalda en la pared.
- Espera, Marinette, no es correcto
- ¿Adrien?
- Tú estás medio dormida y yo no…
El rubio suspiró intentando recuperar la calma, notó cómo la chica caminó en cuatro y se le acercó, tenía miedo de mirarla por la vergüenza de encararla, pero aun así lo hizo, inmediatamente se arrepintió. La chica tenía los tirantes de su blusa caídos mostrando más de lo que tenía permitido, sus mejillas estaban arreboladas y su cabello algo despeinado. La visión era simplemente irresistible.
- Será mejor que me vaya – declaró al tiempo que bajaba de la cama, pero una pequeña mano le detuvo – Por favor, Marinette… - suplicó – Eres hermosa, y te amo – le dijo poniéndose a su altura para acariciarle la mejilla – Y nunca haría algo que te lastimara o te pusiera triste
Verde y azul se encontraron, uno lleno de brillo y otro lleno de preocupación. La peliazul apoyó en sus rodillas y rodeó con sus brazos al rubio, reanudando el beso que había quedado en el olvido. Pese a que Adrien intentaba con todas sus fuerzas resistirse, la tarea le estaba siendo titánica, no ayudaba mucho el tenerla pegado a él y sintiendo sus atributos en su pecho, sus manos, que se habían mantenido apoyadas en la cama, viajaron hasta la delgada cintura y se apoderaron de ésta.
Los labios de ambos se acariciaban suavemente en una danza suave mientras sus respiraciones permanecían tranquilas, Adrien amaba aquel sabor, era adicto a él, si pudiera, pasaría todo el día besándola, por su parte, Marinette jugueteaba con el corto cabello en la nuca del chico, acariciándolo, si bien el día que apareció con su nuevo corte le sorprendió, no tardó en acostumbrarse a él, y ver lo bien que se veía con él, obviamente no fue la única que lo notó, pero daba gracias a que su pareja sólo tenía ojos para ella.
En un momento de descuido, sus lenguas chocaron, ocasionando un suspiro en ambos, envalentonados por la situación, dejaron que estas danzaran libremente, encontrándose, reconociéndose. No era la primera vez que algo así pasaba, pero sí con tanta intensidad, no eran ajenos a lo que se provocaban, solamente eran bastante tímidos, por eso nunca pasaban los límites, pero esa noche era diferente. La ojiazul, sintiéndose más fuerte que nunca, sentimentalmente hablando, se aventuró a morder el labio inferior del rubio, recibiendo como respuesta un gruñido gutural y que el agarre en su cintura se ciñera aún más.
- No, espera – dijo el chico rompiendo el contacto – No puedo
- ¿Adrien? – preguntó con consternación
- Lo siento Marinette, será mejor que me vaya, yo… tus padres no están…no es propio… yo no debo…
- ¿Adrien? – le dijo posando una mano en su mejilla y obligándolo a verlo
- No es lo correcto – dijo mirándola directamente en esos brillantes ojos – Te amo – declaró
- Yo también te amo
Ambos se vieron a los ojos, y en ese momento, la chica le sonrió tiernamente. Aún con dudas, volvió a besarla, esta vez con más intensidad que antes, dejando caer un poco su peso sobre ella ocasionando que los dos cayeran sobre la cama, él sobre ella. La posición, debía admitir, era aún más cómoda, así tenía libertad para besara y acariciar su rostro mientras se sostenía con sus codos, así mismo la ojiazul podía abrazar al chico y acariciar su firme y ancha espalda.
Para Adrien la situación estaba escalando rápidamente, su boca era adictiva, pero la suavidad de su piel lo era más, quería poder tocarla siempre, sin restricciones ¿se podría? No estaba seguro, por el momento, estaba bastante satisfecho con lo que le estaba sucediendo, no pensaba que podría avanzar tanto. Sus labios danzaban a un ritmo que jamás lo habían hecho y, de nueva cuenta, la chica mordió suavemente el labio inferior del ojiverde, mandando una corriente eléctrica muy deliciosa por toda su columna. Otro gruñido salió de la garganta del chico.
Las manos de Adrien acariciaban las sonrojadas mejillas de la ojiazul, deleitándose con la suavidad y calidez, su labio sufrió otro delicioso mordisco, pensando en que tal vez sería buena idea que la chica experimentara un poco del sufrimiento que le hacia pasar, decidió hacer lo mismo, lo que no esperó, fue que la chica arqueara la espalda ocasionando un mayor contacto entre ellos ni que soltara un suspiro tan… excitante. Envalentonado por la reacción, repitió la acción varias veces más causando siempre el mismo resultado.
Inconsciente de su propio actuar, una de sus manos comenzó a descender lentamente por su hombro, su brazo, hasta posarse nuevamente en su cintura, la cual, debido a los constantes movimientos que estaba haciendo, había quedado al descubierto. La piel, usualmente cubierta por tela, estaba ahora a su merced, notándola realmente suave.
Marinette pudo sentir el contacto de piel con piel, notando la suavidad de aquellas grandes manos. Siempre había amado tomar la mano de Adrien, pero aquello era totalmente distinto, era plenamente consciente de los movimientos que hacía y de cuan fuerte la sujetaba, y los suaves mordiscos en su labio le estaban proporcionando unas sensaciones tan únicas que no creía que fuera capaz de describirlas. Los movimientos de su cuerpo se incrementaron.
Adrien pudo notar eso y el cómo su cuerpo se pegaba al suyo, no quería faltarle el respeto a la chica, para él, ella era muy importante, sin embargo, moría de ganas por poder tocarla sin esa molesta tela de por medio, a través de ella, podía sentir sus pechos aplastados en el suyo, quería tocarlos, quería acariciarlos, pero así que lo único que hizo, fue sujetarla más fuerte de la cintura, como si quisiera fundirse con ella.
Era un día fresco, extrañamente, en ese momento se sentía mucho calor, y el aroma avainillado que la ojiazul despedía le estaba resultando intoxicante, tenía la curiosidad de saber si sabía tan bien como olía, pero no podía, no debía, él era un caballero y lo que pensaba simplemente era… en un movimiento, la peliazul chocó su cadera con la de él y la sensación fue, en pocas palabras, sensacional, sus pensamientos se perdieron en su mente, quería repetir aquello, así que, siguiendo a la chica, comenzó a mover su cadera al ritmo de ella.
Poco a poco iba perdiéndose entre las sensaciones que todo aquello le ocasionaba, sus manos se asían fuertemente en la cadera, sus labios se movían voraces, su cadera se movía instintivamente, y sin embargo, nada de eso le era ya suficiente. Con miedo, dejó la pequeña boca que ya estaba algo inflamada producto de la sesión de besos que estaban teniendo, ocasionando un pequeño sonido de disgusto, pero éste no duro mucho debido a que, aquellos labios se posaron en su níveo cuello sacándolo en pequeño suspiro.
Marinette podía sentir los suaves y tímidos besos en su cuello, era una sensación extraña, pero satisfactoria, le gustaba, nunca antes había sentido algo igual, pero era claro que nunca antes había tenido un encuentro de ese tipo. Respiraba lo más tranquilamente que podía, intentando evitar que de su boca escaparan aquellos pequeños suspiros de satisfacción, porque le daba un poco de pena, pero no podía, y menos cuando la lengua del ojiverde recorrió su cuello, en ese instante soltó un pequeño grito como si de un ratón se tratara, lo cual tal vez era, recordando su momento como Multimouse, no fue molesto, para nada, al contrario, fue bastante placentero.
La reacción de la ojiazul le causó ternura al rubio, cuando se le ocurrió la idea, imaginó que, tal vez la chica suspiraría más fuerte, se removiera, incluso que se retirara, pero jamás pensó en tener aquella respuesta, simplemente quería satisfacer su curiosidad de si su sabor era tan bueno como su aroma, ahora lo sabía, era mejor. Subió y bajó por el cuello dando besos y lengüetazos hasta cansarse, para detenerse en la curvatura de éste con el hombro, aspiró profundamente para llenarse de su esencia.
Ahora que había probado su piel, no podía parar, necesitaba más, quería más, sin pedir permiso, mordió la suave piel queriendo, deseando por más reacciones, logrando su objetivo, de los labios de la peliazul salió un gemido suave pero sonoro al encontrarse solos en la habitación, en la mente de Adrien se encendieron las alertas, su voz fue tan seductora que le resultaba muy difícil pensar, y aún con las advertencias, decidió ignorarlas.
Marinette pudo sentir los dientes sobre su piel, no fue doloroso, para nada, fue más bien como una caricia, aquello envió una corriente eléctrica por todo su cuerpo, y sintió sus pezones endurecerse, sus mejillas se enrojecieron aún más si era posible, de la pena que sentía al pensar que el chico era consciente de sus montículos sobre su pecho, pero tampoco hacía nada por retirarse, al contrario, se abrazó más a él.
Podía notar cómo el ojiverde iba dando besos y pequeños mordiscos hasta llegar a su hombro, fue consciente de que no sintió que pasara por el tirante de su blusa, en algún lugar recóndito de su mente, se preguntó el porqué, sin embargo, no hizo mucho caso, sólo se concentraba en lo que sentía. Notó cuando el rubio se alejó de su cuerpo, lo que le ocasionó una sensación de frío y algo de incomodidad, quería más.
Pensando en que tal vez aquello era suficiente para ambos y antes de que sucedieran cosas de las cuales los dos se arrepentirían después, Adrien se levantó un poco para ver directamente a los ojos a su novia, sin embargo, nada le preparó para aquella escena. La chica estaba con el cabello algo revuelto, los ojos se veían vidriosos, sus mejillas arreboladas, los labios entre abiertos e hinchados, su respiración era pesada haciendo que su pecho subiera y bajara de forma rápida, su blusa estaba levantada hasta el nacimiento de sus pechos, uno de los tirantes se había resbalado hasta el hombro y el otro había caído hasta más abajo haciendo que pudiera ver gran parte de uno de sus pechos y, a través de la delgada tela, pudo notar unos pequeños bultos. Una sola palabra se formó en su mente, sensual.
Mentalmente, el rubio se preguntó ¿qué estaba haciendo?, ¿hasta dónde quería llegar?, y claro que lo sabía, pero ¿ella quería lo mismo? No podía anteponer sus propios deseos a los de ella ¿o sí? Era lógico que ella no quisiera eso, era una dama, una mujer íntegra, y ahí estaba él, con sus simples deseos carnales, pero es que la deseaba tanto, más de lo que en verdad creía, no podía continuar, no debía, y aún con ese pensamiento, se acercó a ella para reclamar de nueva cuenta la nívea piel, aventurándose aún más y esta vez besando su clavícula.
Su mano se posó nuevamente en la delgada cintura y comenzó a subir lentamente acariciando la suave piel, al sentir esto, la piel de Marinette se erizó, no entendía cómo algo tan simple podía sentirse tan bien, podía notar el contraste entre las manos del chico y su cuerpo el cual parecía arder en fiebre. Los suaves besos comenzaron a bajar lentamente mientras las manos subían, sabía a dónde se dirigían, su corazón comenzó a latir con fuerza, no estuvo seguirá si de expectación o de nervios y, justo cuando tocaron el nacimiento de sus pechos, repentinamente su corazón dejó de latir.
Podía sentir cómo era atacada por ambos flancos, los labios bajando y su mano subiendo, ambos con lentitud, cuando alcanzaron la fina tela, la mano se adentró lentamente bajo ésta, mientras que los dientes la retiraron con delicadeza, la suave respiración sobre su afiebrada piel se sentía fría, endureciendo más, si era posible, su pezón. Cuando alcanzó su aureola, soltó el aire que retenían sus pulmones ¿Cuándo había dejado de respirar?
El rubio podía sentir el pequeño montículo entre sus dedos, era suave, y cálido, había cerrado sus ojos por impulso, quería hacerla disfrutar lo que le hacía, pero le daba un poco de vergüenza verla de aquella forma, sin embargo su curiosidad podía más y, de forma lenta, comenzó a abrirlos. Cuando pudo ver lo que tenía enfrente, quedó embelesado, había leído sobre anatomía, sabía cómo era el cuerpo de una mujer, pero tenerlo ahí, de esa forma, era indescriptible, y más siendo la persona que más amaba.
La vergüenza se fue, y la curiosidad y deseo se antepusieron a cualquier otra cosa, así que, haciéndoles caso, acercó lentamente su boca a aquella pequeña montaña y, cuando la tuvo justo en sus labios, lo engulló de un solo bocado. Los ojos de Marinette se abrieron de asombro y un pequeño grito salió de sus labios, había sentido la respiración del chico frente a su seno, pero no había imaginado que lo pondría dentro de su boca. Podía notar cómo, con su lengua, acariciaba su pezón de forma lenta, pero sensual, mientras que con su mano pellizcaba suavemente el otro.
Marinette mordía levemente su labio inferior, intentando sofocar los sonidos que querían salir de su boca, sus manos sujetaban las sábanas tratando de controlar el impulso de removerse bajo aquellas caricias. La mano de Adrien dejó de masajear su seno, ante lo cual, la ojiazul emitió un sonido de queja, más no se imaginó que esa mano viajaría a su espalda con el único fin de liberar a sus pechos de su encierro, lo hizo con tanta agilidad que se llegó a preguntar si ya lo habría hecho antes, aunque el rubio nunca admitiría que había estado investigando cómo hacerlo para no quedar en ridículo.
Con delicadeza, Adrien comenzó a retirar uno de los tirantes, bajándolo por su hombro junto con el tirante de su blusa, haciéndole sentir otra vez esa frialdad en su cuerpo, aunque fue por poco tiempo, ya que la boca del chico lo engulló por completo, dándole las mismas caricias que había estado haciéndole a su otro pecho, mientras que su mano repetía la acción de retirar los tirantes. El chico retiró con gentileza el brasier, notando que era de un tono claro y con encaje discreto, algo muy ad hoc de la chica, la prenda fue a parar a algún lugar que, en realidad, no le interesaba.
Ahora los pechos de Marinette estaban completamente libres, su blusa había quedado en su abdomen, ya no la protegía. Con la piel completamente expuesta a su merced, Adrien se dio la libertad para besar, tocar, acariciar y morder a su gusto, sus manos se mostraron inquietas, querían grabar todas esas sensaciones en lo más profundo de su ser. Recorría su cuello con sus yemas, besaba sus pechos, sujetaba fuertemente su cintura. Se dio cuenta que su propia ropa comenzaba a estorbarle, pero no quería dejar de tocarla
Marinette, incapaz de seguir quieta, alzó sus manos de forma temblorosa para posarlas en el pecho del chico, ante lo cual el rubio se detuvo en seco, por su mente cruzó la idea de que aquello era más que suficiente, que habían llegado demasiado lejos y, aunque se sentía un poco decepcionado, no podía quejarse del todo, ya que había logrado probarla, aunque no tanto como le hubiera gustado, sin embargo, nada le había preparado para que, aquellas tiernas y temblorosas manos, comenzaran a desabrochar los botones de su camisa, si debía ser honesto, se quedó congelado, no sabía hacer ni cómo reaccionar.
La ojiazul no tenía ni idea de lo que hacía, es decir, si había desabrochado muchas camisas de hombre con anterioridad, a fin de cuentas, era diseñadora, pero aquello era completamente diferente, su corazón latía con tal fuerza que podía sentirlo en sus oídos, se preguntó si acaso el chico podía oírlo. Cuando desabrochó el último botón, le ayudó a quitarse la camiseta y, al verlo así, se quedó quieta, no estaba segura de que debía hacer, no era la primera vez que veía su torso, ya antes habían ido a nadar, pero la situación era muy diferente, así que sólo siguió su instinto y, con miedo, tocó aquél expuesto pecho.
Adrien pudo sentir el frío en su tórax al quedar expuesto y, cuando la chica posó sus manos en él, le parecían que eran fuego vivo, le quemaban, pero no de una forma dolorosa, si no más bien placentera, los dos se miraron directamente a los ojos, y el nerviosismo volvió a ellos. Instintivamente Marinette abrazó al chico por el cuello y lo atrajo a su cuerpo en un intento de cubrirse, más no pensó que aquello se sentiría tan bien el contacto de piel con piel en aquellas circunstancias.
La acción de la chica hizo sonreír levemente al rubio, ya que le pareció por demás tierna, justo como ella, sin embargo no pudo concentrarse mucho en aquél pensamiento debido a que podía sentir los suaves pero firmes senos de ella siendo aplastados por su pecho. No era la primera vez que se abrazaban y quedaban en esa posición, pero si era la primera vez que lo hacían de forma directa, y el hecho de sentir sus pequeñas manos en su espalda lo hacían más placentero.
Queriendo relajarla, comenzó a besar nuevamente su cuello, justo como cuando había empezado, dando pequeños mordiscos de vez en cuando, para su suerte, la reacción no se hizo esperar, y pronto la ojiazul comenzó a soltar el fuerte agarre para poder sentir mejor todo aquello, la vergüenza había quedado de vuelta en el olvido. El ojiverde, ya libre, volvió a masajear uno de sus senos sin dejar de besar la nívea piel, su otra mano, viajó hasta la cintura donde se encontró con otro obstáculo.
Jugó con el borde de la tela un poco, intentando poder tocar más allá de lo permitido, pero era imposible, se sintió frustrado y su propio pensamiento le asustó ¿En qué momento se volvió imprescindible tocarla? ¿No había dicho que estaba feliz con lo que había logrado? ¿Cuándo se volvió tan codicioso? No estaba seguro, solo supo que, si era posible, quería tocarla más. Con mano temblorosa, buscó el botón del pantalón.
Marinette era plenamente consciente de todas las caricias que el chico le proporcionaba, cómo aquella gran mano estrujaba su seno y estiraba su pezón de vez en cuando, los besos que eran repartidos a lo largo de su cuello junto con las mordidas que, lejos de ser dolorosas eran placenteras, y la mano que jugueteaba con el borde de su pantalón en su cadera, internándose de vez en cuando un dedo dentro de él, su cabeza apenas tenía tiempo para pensar y asimilar tantas sensaciones juntas.
De pronto, notó cómo su pantalón fue desabrochado, y un mar de sensaciones la asaltó, miedo, nervios, excitación, todo al mismo tiempo, era torpe, pero no del todo ingenua, sabía lo que pasaría si esto se llevaba a más, escuchó el zipper bajar. Los besos que se encontraban en su cuello comenzaron a bajar lentamente, pasando por sus pechos hasta su firme y plano abdomen, se topó con la tela de la blusa, la cual fue bajando de a poco y, cuando Adrien llegó al borde del pantalón, se detuvo, su corazón latió desbocado, estaba nervioso.
Besó tiernamente por la orilla de la tela mientras abría ligeramente el pantalón, notando que la pantaleta hacía juego con el sostén, volvió a sonreír, todo era tan ella. Colocó sus manos en la cadera y, con parsimonia y cuidado, comenzó a bajar con lentitud ambas prendas. Los ojos de Marinette se abrieron desmesuradamente y no pudo mas que ocultar su cara tras sus brazos para evitar la vergüenza que sentía.
Cuando por fin las prendas fueron removidas, estas fueron a parar a algún lugar de la habitación, justo como lo había hecho en su momento el sostén. Haciendo caso a sus deseos, comenzó a besar la parte interna de sus muslos, notando la suavidad y firmeza de los mismos. Marinette no podía con la vergüenza, pero, sobre todo, no comprendía cómo esa zona podía resultarle tan erógena, o tal vez se debía a que era él.
Su mente se mantenía expectante, cada vez que subía por su muslo aguantaba la respiración, y cuando bajaba volvía a respirar. Adrien se deleitaba con aquella piel, tentando a su suerte, acercándose lo más que pudiera a lo que realmente quería sin traspasar los límites, no queriendo cometer un error, regresó su atención a los labios de la chica que lo recibieron alegremente, cuando la ojiazul sintió los labios ajenos sobre los suyos, no dudó ni un segundo en abrazarlo fuertemente.
El movimiento tomó por sorpresa al ojiverde, ocasionando que perdiera un poco el equilibro y que sus caderas chocaran, para fortuna o desgracia, ambos fueron muy conscientes del estado del chico, aún a través del a tela del pantalón el rubio pudo sentir la intimidad de la chica, así como ella pudo sentir su erección. Adrien suprimió un gemido que salió como un gruñido de su boca, no así Marinette quien si dejó su voz libre justo en el oído del chico.
La voz le resultó tan sensual al rubio que tuvo problemas para volver a concentrarse y no sucumbir al deseo, poco a poco la idea de cómo se sentiría estar dentro de ella se iba adentrando cada vez más en él. Intentando alejar aquellos pensamientos, volvió a besar a la chica. La ojiazul comenzó a mover de nueva cuenta su cadera sin ser plenamente consciente de ello, buscando volver a tener aquel contacto que le había gustado y cada que sus caderas chocaban, una descarga eléctrica recorría su cuerpo.
Los besos, que en principio habían sido tiernos, comenzaron a ser más apasionados, buscando un contacto más profundo, las lenguas se tocaban y danzaban a su antojo mientras las manos buscaban tocar la mayor cantidad de piel que pudieran. Marinette, con manos temblorosas, bajaron hasta la hebilla del pantalón y, con movimientos torpes, tal y como ella era, intentó desabrocharlo. El hecho tomó por sorpresa al rubio, quien estaba asustado y sorprendido.
Podía sentir los atolondrados intentos de la chica por desabrochar el estorboso cinturón, pensó que qué buen momento había elegido para usar uno, le habría facilitado las cosas a la ojiazul si hubiera decidido no usar uno, pero ciertamente no pensaba en que estaría en esa situación justo ese día. Cuando al fin la peliazul logró su objetivo su corazón dio un vuelco, más no tuvo tiempo de disfrutarlo ya que las pequeñas y delicadas manos siguieron con su cometido y, pronto, su pantalón estaba completamente desabrochado. Asustada por sus acciones, la ojiazul retiró sus manos de forma rápida pero, en el proceso, rozó levemente la erección del chico.
Aunque fuera apenas un leve toque, el rubio lo sintió fuertemente, ocasionando que su garganta emitiera otro sonido gutural. Aquello estaba resultando una tortura, no estaba seguro de cuanto más podría resistir, y sin embargo, se descubrió a si mismo pensando en que quería que la chica lo volviera a tocar así, quería sentir aquella pequeña mano masajeando su miembro. Volvió a abalanzarse contra esos labios, intentando apaciguar el deseo que estaba creciendo dentro de sí. Sus manos volvieron a su trabajo recorriendo cada centímetro de piel expuesta.
Cada que sus dedos tocaban ese último pedazo de tela se debatía entre si bajarlo o dejarlo justo como estaba, quería más, lo necesitaba, pero si la tocaba de esa forma, ya no habría vuelta atrás y, aunque él lo quería, no podía dejar de pensar si era lo correcto y preguntarle tampoco le parecía buena idea, no quería arruinar ese momento. Otro movimiento de cadera de la chica golpeó contra la suya y la sensación abrazadora volvió, decidió que dejaría de pensar y comenzaría a actuar.
Tocó con apenas las puntas de sus dedos su vientre y bajó lentamente hasta la fina tela, cuando se encontró con ella, con suma delicadeza comenzó a meter su mano bajo ésta y pudo palpar el calor que emanaba, para su sorpresa y deleite, se encontró con que la prenda estaba bastante húmeda, si mal no recordaba, aquello era indicio de que realmente lo estaba disfrutando. Separó levemente los labios mayores y, con apenas la yema de su dedo, tocó el prominente montículo.
El fino rose envió una descarga eléctrica por toda la columna vertebral de la chica, quien arqueó grandemente la espalda y soltó un agudo gemido, si bien había sentido todos los movimientos del chico en su persona, no imaginó que se sintiera tan bien ser tocada justo ahí por la persona que más quería, su cadera comenzó a moverse al ritmo que marcaba Adrien, buscando el mayor contacto posible.
El ver a la chica disfrutar lo que le hacía complació al rubio, quien sólo atinó a seguir besando su cuello, ya que quería escuchar cada uno de los gemidos que la ojiazul hacía, aunque intentaba acallarlos mordiendo su labio. En uno de esos movimientos, su dedo resbaló debido a los flujos que soltaba la chica y se dirigieron a su entrada, la peliazul dio un pequeño grito como de un ratón por la sorpresa. Adrien comenzó a rodear el contorno con su dedo, tratando de decidir si hacía lo que su mente le dictaba o no, para tortura de la chica.
Después de unos momentos, decidió al fin introducir uno de sus dedos en aquella pequeña entrada ocasionando dos reacciones distintas, Marinette arqueó fuertemente su espalda llena de placer y Adrien tuvo que sujetar fuertemente la sábana para frenar el impulso de tomarla fuertemente en esos momentos.
Marinette era consiente de aquel dedo dentro de ella, que si bien al principio había sido un poco incómodo, ahora cada que entraba y salía le producía sensaciones que jamás había sentido y un placer indescriptible, y los besos esparcidos sobre su ser aumentaban todo aquello. Adrien podía sentir cómo su dedo era succionado por el interior de la chica, su calidez y humedad, no pudo evitar que a su mente volviera la idea de qué se sentiría estar dentro de ella. Intentando contener sus deseos, introdujo un segundo dedo en la ojiazul, quien soltó otro gemido de placer, sus caderas se movían al ritmo que su mano marcaba, las pantaletas ahora estaban completamente mojadas.
Sus recuerdos viajaron a su pantalón, donde había un pequeño paquetito guardado en su bolsillo trasero, lo había guardado más que nada por impulso, no porque realmente pensara usarlo, y en aquellos momentos se preguntaba si era buena idea sacarlo, no estaba seguro, no quería que la chica pensara que lo había planeado todo, pero tampoco quería ser irresponsable. Sacó sus dedos de aquella deliciosa cavidad para tortura de ambos.
Marinette sintió decepción al ya no sentir aquellas caricias dentro de ella, se había sentido muy bien y, aunque los besos que eran nuevamente repartidos en su cuerpo eran buenos, admitía que lo que el chico había estado haciendo antes era mucho mejor. Sus pensamientos fueron interrumpidos al notar como las manos se sujetaron en la orilla de su última barrera y comenzaron a descenderla lentamente hasta sus tobillos para ir a perderse junto con el resto de la ropa.
Cuando al fin la tuvo completamente a su merced, el rubio se tomó unos momentos para observarla. Quedó extasiado, jamás en su vida pensó en tener a una mujer tan hermosa en sus manos y que tuviera el placer de que fuera su novia, Marinette no lo sabría hasta unos años después, pero ahí fue donde el rubio reconfirmó que la quería a su lado por el resto de su vida, la primera vez que lo supo fue precisamente el día que comenzaron su relación.
Marinette se sintió expuesta, débil e indefensa, la mirada del chico la ponía nerviosa, se preguntaba si acaso no era lo que esperaba, pero tan pronto como el rubio la abrazó, sus dudas se disiparon. Sus bocas se volvieron a encontrar en un sensual baile. El ojiverde rompió el contacto para ocultarse en la curvatura del hombro de ella y ocultar su vergüenza. Ambos se quedaron quietos por unos instantes
- No quiero que pienses que tenía esto planeado – dijo con voz ronca rompiendo el silencio, al tiempo que sacaba el pequeño paquete de su bolsillo trasero – Pero tampoco quiero que pienses que soy irresponsable o que me estoy aprovechando de ti. Si te molesta, podemos dejarlo aquí, no hay problema, estoy bastante feliz de haber hecho todo esto contigo. ¿Estás segura que quieres continuar? – Preguntó mirándola directamente a los ojos con la cara completamente roja.
Ninguna respuesta fue dicha, Marinette sólo lo abrazó fuertemente y volvió a besarlo con la intensidad de hacía un momento, una de sus pequeñas manos viajó hasta su pantalón y, con nervios, dejó salir al erguido miembro de su prisión. El suave rose provocó un gemido en el rubio el cual murió en la boca de la chica, satisfecha con la reacción, volvió a rosar suavemente con la yema de sus dedos la suave punta, consiguiendo la misma reacción.
Envalentonada, decidió rodear el falo con su mano, causando la ruptura del beso y el gemido bastante audible del chico, quien sólo atinó a decir su nombre de forma entre cortada. Jamás en su vida había hecho eso, era extraño, cálido, palpitaba y de la punta ya comenzaba a salir el líquido preseminal. Acarició el miembro suavemente y de ratos movía la mano de arriba a abajo, y cada vez que lo hacía, podía sentir como el chico temblaba.
Con cada movimiento Adrien sentía una oleada de placer y pronto, supo que estaba a punto de llegar al final, pero no quería, no de esa forma así que, con pesar, detuvo los movimientos de la chica, sintió frustración, imaginó que así se sintió ella cuando dejó de tocarla. Deseoso del momento, dejó su cuerpo caer sobre el de la chica quedando él nuevamente sobre ella, queriendo parecer un experto, pese que era su primera vez, abrió ágilmente el paquetito y puso el preservativo en su miembro con una agilidad que no sabía que tenía.
Se colocó en medio de las piernas de la chica, quien tembló ante la expectativa de lo que estaba por su suceder y, para confirmar su decisión, la miró a los ojos, si veía arrepentimiento o miedo daría marcha atrás y tomaría un baño con hielo si era necesario, pero sólo observó amor y deseo, el mismo que el sentía. Acomodó su miembro en la entrada de la chica y con un "eres hermosa" susurrado al oído, comenzó a introducirse.
Marinette podía sentir su interior abrirse lentamente, era incómodo, hasta en cierta medida podía decir que doloroso, pero el pensar que era Adrien quien se estaba introduciendo en ella le permitía soportar aquello. Notó cómo las manos del rubio sujetaron las suyas y se aferró fuertemente a ellas. Pronto sintió cómo llegaba a la entrada de su útero y, fuera de la incomodidad, el contacto le produjo placer.
Cuando sintió que el chico comenzaba a sacarlo se preguntó mentalmente si aquello había sido todo, para su sorpresa, el rubio comenzó con un movimiento de vaivén donde su miembro entraba y salía de su cavidad, y con cada estocada ella sentía de nuevo aquella descarga de placer, así que sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de las embestidas para conseguir el mayor contacto posible. Ante esto, el ojiverde tuvo que sujetar fuertemente las manos de la chica, podía sentir cómo su intimidad lo engullía, cómo cada vez que sacaba su erección este era succionado por aquella cavidad, las sensaciones lo estaban volviendo loco y más cuando la chica comenzó a gemir audiblemente en cada embestida.
La ojiazul intentó con todas sus fuerzas acallar su voz, mordió su labio lo más que pudo, pero las sensaciones simplemente eran indescriptibles, así que pronto le fue imposible y solamente dejó que sus gemidos llenaran el silencio de la habitación, sus piernas se sujetaron a la cintura del rubio logrando que las estocadas fueran más profundas y ocasionando un gemido por parte de ambos. Adrien sabía que estaba a punto de terminar, pero quería que ella también disfrutara al máximo, así que la sujetó de la cintura y la levantó de tal forma que la chica quedó sentada en su regazo.
En esa posición, Marinette podía sentir el miembro del rubio llegando hasta lo más profundo de su ser, Adrien movía su cuerpo de tal forma que le hacía sentir una descarga eléctrica por todo su ser, su cuerpo temblaba sin control, estaba llegando al climax, y lo sabía, no podría soportarlo mucho más tiempo, el ojiverde la sujetó de la cintura y, en esa estocada, lo sintió. Pudo notar cómo su interior se contraía y comenzaba a palpitar, su cuerpo entero tembló y se tensó.
Adrien pudo sentir el momento exacto en que la chica llegó el climax y cómo su interior aplastó fuertemente su miembro para luego succionarlo, en ese momento, él también logró llegar al orgasmo y derramó su ser dentro de ella. Todo aquello duró segundos, minutos, no estaba seguro, sólo supo que se había sentido muy bien y que, si pudiera, lo repetiría muchas veces. Aún con las sensaciones a flor de piel, agotado y el cuerpo de la chica temblando, se dejó caer en la cama teniendo sumo cuidado de no aplastar a la chica. Se deleitó por última ocasión con el frágil cuerpo notándolo sudoroso, la cara sonrojada, el cabello desordenado, su pecho subiendo y bajando descontroladamente y los labios sumamente hinchados. Con el corazón hinchado de amor, la abrazó suavemente.
- Te amo Marinette
- Yo también te amo, Adrien
Y bajo esa confesión, se acostaron a descansar.
- ¿Cómo crees que vaya todo? – preguntó una suave voz en la cocina
- Ya deben haber terminado – respondió el pequeño ser engullendo un trozo de queso
- ¿Cuándo crees que tu portador se dé cuenta de que mi portadora planeó todo esto?
- Con lo despistado que es, probablemente hasta que ya tengan su tercer hijo – se rio
- Bueno, ya tendrán tiempo para hablarlo
- Te dije que era buena idea dejarlos solos terrón de azúcar, el cachorro parecía una olla a presión a punto de explotar y si no fuera por tu portadora, seguramente lo habría hecho – volvió a reírse ante su ocurrencia
- Qué bueno que mi portadora decidió dar un paso – sonrió – y ya te he dicho que no me digas terrón de azúcar – regañó al otro
Notas del autor
Espero que les haya gustado este fanfiction, el cual fue traído a ustedes gracias a la dinámica de #MundoFanficsInuyashayRanma llamada #Dinámica_del_amor, #Nuestra_primera_vez.
No me pude resistir a la idea de esta pareja intentando tener su primera vez, si ya con sólo darse un beso o tomarse de la mano tienen problemas, imaginé que dar un paso tan grande como este iba suponer todo un desafío.
Para aquellos que no sepan, se dice que, si una mujer trae la ropa interior combinada, es que el encuentro lo planeó ella, no el hombre, así que de ahí va el hecho de que Marinette tuviera su ropa íntima a juego.
Agradezco los reviews que puedan dejar para este humilde autor. Recuerden visitarme en deviantart o tumblr con mi usuario aikohiwatari, o en instagram con el usuario aiko. hiwatari (eliminen el espacio después del punto), donde podrán encontrar un dibujo relacionado con esta historia llamado igual One step at time.
Hasta la próxima historia.
