Este fic está basado en un "Y si…?" en el que Daryl y Carol podrían haberse conocido antes…


Advertencias: Ooc, lenguaje Soez y temas de prostitución y maltrato.


Antes de…


—Oye. ¿Estás segura?

Carol clavó la mirada en la lampara del techo lleno de manchas del motel. No era el lugar perfecto al que acudir repetidas veces, pero era el que ambos habían escogido. Un lugar algo apartado, con un precio económico y donde nadie haría preguntas acerca de que dos extraños estuvieran en una misma habitación.

Sintió deseos de echarse a reír.

En lugar de hacerlo se pasó una mano por los cortos cabellos y bajó la mirada hacia el joven que estaba de pie frente a ella, con los pulgares metidos dentro de los pantalones. Dios, parecía tan joven e incómodo.

—Sí, lo estoy —aseguró.

Él ladeó la cabeza y miró a su alrededor.

—¿Daryl has dicho que te llamabas?

Asintió.

—Soy Carol —se presentó.

Él bajó la mirada por su cuerpo, deteniéndose en sus manos donde el anillo de bodas brillaba. Ella le imitó y sonrió, levantando la mano para quitárselo con la otra.

—No le des importancia.

—No quiero problemas luego con mierdas de maridos jodidos.

—No los tendrás —aseguró metiendo el anillo en la parte trasera del pantalón.

Tú no.

—¿Quieres acercarte?

Daryl dudó por un momento.

No podía culparle. Eran dos desconocidos en una habitación de hotel. Ni ella le conocía de antes ni él.

Carol se había escapado de su casa en un loco momento interno de libertad. Ed, su marido, estaba profundamente dormido y su hija, Sophia, por suerte, estaba en casa de sus abuelos.

Si alguien le preguntaba por qué estaba haciendo eso, la respuesta no sería fácil, pues no era sencillo confesar que tu marido, el hombre al que se supone que amas y que te ama, con el que has decidido compartir tu vida y tu alma, te destruye cada vez que puede bajo los efectos del alcohol. Pareciera que desde que le pusiera el anillo en el dedo todo lo que ocurriera a su alrededor era culpa de ella.

¿Amor? Ya no sabía qué era eso. ¿Disfrutar? ¿Sentirse una mujer libre para actuar como quería? Tampoco.

Por eso, en un acto de locura se subió a su coche y se detuvo en el primer bar de carretera que encontró a esas horas. No podían hacerle algo que su marido no hubiera hecho ya.

En la entrada descubrió que había más motos que otra cosa, así que se preparó para el olor a cuero, cigarro y chistes de mujeres. Ignoró los billares y las mesas y se sentó frente a la barra, justo en el pequeño hueco que había entre un hombre joven y la pared. El chico sólo la miró una vez y después, se concentró en la cerveza que estaba frente a él.

El camarero se acercó a ella y tras que le pidiera una cerveza, él se la dejó, alejándose tras cobrar. Lógicamente no iba a hacerle preguntas, aunque ya se había fijado que muchos ponían gestos extraños a cuenta de su presencia.

Puede que estuviera haciendo un acto especial, pero continuaba llevando la misma ropa insípida que su marido la obligaba a llevar. Y su cabello corto seguro que no ayudaba y pensaban que simplemente era una mujer buscando a otra.

Suspiró irritada por ello.

Si lo pensaba, lo único que Ed no podía controlar del todo eran sus pensamientos. Cuando veía la televisión y existía alguna película en que un actor pudiera resultar interesante, él enseguida cambiaba o la golpeaba hasta hartarse por mirar con ojos lujuriosos a otro hombre.

Pecadora.

Solía decir. Aunque ella seguía buscando en qué parte ponía que eso era un pecado para ella pero el irse de putas no.

—¿Qué haces ahí, Darylina?

Dio un respingo al escuchar la voz muy cerca. Se percató de que era justo al hombre al lado de ella a quien hablaba.

—Suéltame, Merle —ordenó el joven.

Un hombre parecido a este, sólo que algo más mayor, le rodeaba los hombros con su brazo, palmeando su pecho cada vez que hablaba, ignorando el hecho de que el hombre sentado quisiera quitárselo de encima.

—Venga, tío. Hemos venido a divertirnos y beber como condenados. Dentro de poco llegarán las chicas que esperamos y podrás divertirte un poco. Ya sabes… —Hizo un gesto obsceno con sus caderas mientras su lengua perfilaba sus labios de una forma asquerosa que le recordó a Ed—. Follar. ¿O no te acuerdas de qué es eso, campeón? Porque si sigues de este modo se te van a caer los huevos.

—Para ya —protestó el chico empujándolo al final—. Hemos venido a hacer una entrega y a irnos, nada más. Ya has oído las noticias. Es mejor que nos movamos.

Carol sabía a qué noticias se refería. Últimamente por la televisión no se escuchaba más que noticas relacionadas con personas que de la nada atacaban a otras, llegando a comérselas. El canibalismo parecía ser las consecuencias de una nueva droga que sacaron en Francia. Aunque no estaba del todo puesta en ello.

—¡Venga, tío! —protestó el apodado Merle—. Con esa cara de vinagre a este paso ninguna mujer va a querer follar contigo.

Carol detuvo la botella justo sobre sus brazos. Observó de reojo al joven muchacho. Era guapo, debía de reconocerlo. De rasgos marcados y ojos pequeños pero preciosos. Su cabello era rubio y muy corto, aunque parecía haber sido cortado por sí mismo. Y no estaba nada mal de cuerpo.

—Yo sí.

Ambos hombres se volvieron hacia ella. Carol dio un trago mientras maldecía interiormente por haberse inmiscuido en esa conversación. Quería lanzarse en hacer algo loco, pero no pensó en esa locura.

Merle sonrió al instante.

—Anda, mira, Daryl. No me había fijado que había una señorita aquí. Como llevas ese cabello tan corto… —Merle ignoró la distancia personal, pegando su nariz contra su mejilla. Ella se tensó y aferró la botella con más fuerza—. Hueles bien.

—Merle —advirtió Daryl levantándose y empujándolo—. Vámonos, anda.

—Pero qué dices, hermanito —discrepó Merle quitando su mano de delante—. Ella acaba de afirmar que se acostaría contigo. Deberías de sentirte halagado por ello. ¿No crees? ¿No se te ha puesto dura? ¿O eres una nenaza?

Daryl gruñó, empujando a su hermano para que se alejara de ellos.

—Cállate la puta boca, Merle.

—No te pases conmigo —ordenó Merle.

Carol se puso en pie al ver que estaba a punto de golpear al menor —o al menos, físicamente se lo demostraba—, interponiéndose.

—Oye, si rompes la mercancía no me servirá de nada —advirtió.

Merle se quedó perplejo por un momento. Incluso pestañeó, curioso.

Carol notó que Daryl, tras ella, temblaba de rabia. Si supiera que ella misma sentía ganas de vomitar por sus palabras.

—¿Y cuánto das por la mercancía, preciosa? —cuestionó Merle estirando la boca por su atrevimiento.

Carol pareció dudar por un momento.

—Primero siempre se prueba la mercancía. ¿Sabes? Él se llevará el dinero.

Cuando pensaba que Merle iba a negarse, se echó a reír y dio una palmada, satisfecho.

—De acuerdo. Acepto. Buena suerte, Darylina. Espero que se te levanté.

Daryl no parecía dispuesto a ir con ella. Sin embargo, logró sacarlo, montarse en su moto y terminar ahí.

Ahora, se sentaba con ciertas dudas a su lado. Mantenía el ceño fruncido y una distancia precavida.

—No te preocupes. No vamos a acostarnos —le dijo tanteando su bolsillo hasta dar con el dinero. Era el que llevaba siempre de emergencias a escondida de Ed por si un día huía—. Ten.

Le ofreció una considerable cantidad que le costaría más años reponer. Pensó que él la despreciaría, pero se guardó el dinero en el bolsillo de la camiseta.

—No soy una puta que se acuesta con cualquiera —advirtió.

—Me parece bien —aceptó ella—. Yo tampoco. Mi idea era escaparme un poco. Probar lo que hace mi esposo todos los días para ver qué es mejor que estar en su casa con su hija y su mujer. Imagino que si viene tentadoramente acompañado por algo como esto, él sí lo toma.

Daryl frunció el ceño cuando ella se puso en pie. Incluso le permitió tocarle los cabellos un momento antes de retroceder, como si cayera en la cuenta de que se lo había permitido.

Carol sonrió, divertida con eso. Si tuvieran más tiempo, le gustaría hacerle un par de bromas.

—Me marcho.

—¿A tu casa?

Ella sonrió amargamente.

—No tengo otro lugar a donde ir.

Daryl no se movió y ella se quedó en la puerta, deteniéndose para mirarle.

—Ojalá algún día pudiéramos volver a vernos —deseó—. En otras circunstancias.

Claro que jamás pensó que sería unas semanas más tarde, en un campamento junto a otros supervivientes. Daryl la ayudó asegurándose de que Merle no decía nada sobre ella, aunque por suerte, este no pareció percatarse de que era la mujer que "compró" a su hermano y Ed jamás se enteró de su escapada secreta.

Tampoco en ningún momento pudo imaginarse que ese mismo chico tímido del motel se terminaría convirtiendo en uno de sus pilares para sobrevivir en un mundo destruido que le quitaba todo a su paso.

Fin

15 de febrero del 2023