Hola, hola, Luna de Acero reportándose.

Aquí vamos con más de la familia Kazuki, Rei y Miri porque me declaro fanática enamorada de estos tres. Espero disfruten de este pequeño fic hecho con mucho amor para este día tan especial.

Buddy Daddies no tiene manga, solos seis capítulos que salieron hasta el momento, y cada capítulo que sale se roba un pedacito más de mi corazón. Lo recomiendo ampliamente... que miren el animé, no que se coman mi corazón, je.

Un recordatorio: Rei es el tipo oscuro, que se parece al capitán Levi pero alto, y Kazuki es el tipo rubio de ojos rojos, Miri es la niña.


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, pertenecen a las brillantes mentes de quienes trabajan en Aniplex Nitroplus P.A. Works, la historia que leerán a continua esa sí es de mi completa invención.

Advertencias: Palabras altisonantes, ambiente familiar, doméstico, un poquito de fluff. Por cierto, gracias por elegir esta historia, ¡disfruten!


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"La persona que te merece es aquella que,

teniendo la libertad de hacer lo que quiere,

te elige a ti en todo momento"

Daireth Winehouse

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—Kazu... Miri dice que no puede dormir porque hay un coco debajo de la cama, pero yo solo encontré un par de medias y ninguna es igual a la otra —dice Rei mientras lo mira de esa manera que es como si suplicara por ayuda.

—El coco es un monstruo —dice Kazuki a modo de explicación, con esa expresión de "yo lo sé todo", mientras sigue doblando la ropa limpia y seca.

Cuando escucha que Rei le ha sacado el seguro a su Colt 45, se alarma y lo detiene tomándolo del brazo.

—No es un monstruo de verdad, es como, no sé, como Papá Noel, a los niños a veces les dicen esas cosas, que un monstruo se los llevará si no se duermen o sino comen sus verduras, cosas así, no hay ningún peligro real. Guarda esa cosa.

—¿Cómo se arregla el problema, entonces? —indica con fastidio.

—He leído al respecto —dice el rubio con suficiencia, como si revisar un par de sitios en internet sobre crianza paterna fuera suficiente preparación para la vida real—. Hay que generar confianza. Déjamelo a mí.

Kazuki va a paso decidido a la pieza de la pequeña que está temblando arriba de la cama, con todas las luces prendidas. Rei lo sigue de cerca porque quiere ver en qué nuevo aprieto los va a poner a todos.

—Miri-chan, ¿qué sucede? Cuéntale a papá lo que te asusta.

—El coco, el coco hace nana, hace nana, papá.

—Mi pequeña, no hay ningún coco en esta casa, papá Rei y yo nos hemos asegurado que este sea un lugar seguro para ti, tenemos una... una alarma anti monstruos, ¿cierto, Rei?

—¿Una qué? —responde el otro sin entender.

—Sí, sí —insiste Kazuki intentando guiñarle un ojo sin que Miri se de cuenta, pero Rei es lento para captar las cosas—. Es que no lo recuerdas porque fue hace mucho, pero yo instalé una alarma anti monstruos, dile a Miri.

Miri mira a su otro papá esperando un veredicto, Rei no está seguro sobre qué decir, no le gustan las mentiras.

—Ni siquiera sabía que existen alarmas anti monstruo.

A Miri se le llenan los ojitos de lágrimas y se aferra al buzo de papá Kazuki.

—Tengo miedo, papá.

Kazuki la abraza y mira con reproche a Rei que no entiende qué es lo que hizo mal.

—No quiero dormir sola, no, no.

—Ya hablamos de esto, Miri, antes no tenías tu habitación, pero ahora mira, está lleno de tus juguetes favoritos, tus peluches favoritos, y nosotros estamos aquí al lado. Sabes que somos fuertes, papá Rei puede matar lo que sea, excepto cucarachas y-

—¡Ah, cucharachas! —grita la pequeña aterrada y se quiere hacer una bolita en el pecho de su papá.

—Ya veo como creas confianza, muy efectivo —dice Rei desde el marco de la puerta.

Diez minutos después los tres están en la cama de Kazuki, porque Miri quiere asegurarse de dormir a salvo entre sus dos fuertes papás. Cuando Kazuki termina de ponerse el piyama, nota que tanto Miri como Rei están ocupando su cama, la pequeña lanza un suave ronquido denotando que ya alcanzó el quinto sueño. Le causa risa que un segundo atrás estuviera a los gritos y ahora dormida, como si le hubieran presionado un botón de apagado.

Su colega está aprovechando, no puede bajar la guardia, pero acepta que es agradable dormir sobre un mullido colchón para variar, aunque su cuerpo ya esté acostumbrado a la loza de su bañera.

Kazuki intenta acostarse sin molestar a Miri, pero a la vez sin caerse, se ha vuelto estrecho de repente, no le queda de otra que meter sus largas piernas al medio y choca contra los helados pies de Rei.

—¡Rei, por la santa pistola, pareces un muerto! —susurra alarmado.

—¿Mmm? —escucha por toda respuesta.

—¿Siquiera te corre sangre en las venas? Estoy seguro que la temperatura de tus pies no es normal.

—Siempre fueron así.

Kazuki respira molesto, se pone de pie y revuelve en su cajón de ropa interior, encuentra un par de medias blancas, decentes y vuelve a la cama, se las coloca a su compañero como si fuera otro hijo más... bueno, técnicamente es como otro hijo en muchos aspectos. Satisfecho con el resultado se vuelve a acostar, encajando como una pieza de tetris junto a los otros dos.

Nota que Rei apoya sus pies, ahora con medios entre sus pantorrillas.

—Oye, muévete, estorbas, tienes mucho más lugar de tu lado —rezonga entre susurros de nuevo, resguardando el descanso de su hija.

—Estás caliente, déjame.

Kazuki abre sus ojos, luego capta que Rei le habla respecto a la temperatura corporal y suspira. Aunque sí, su cuerpo está caliente y en muchos aspectos para ser honestos. Desde que Miri se ha incorporado a sus vidas, no ha tenido ni siquiera un par de horas libres para aliviar sus frustraciones sexuales. Frunce su rostro acongojado, ¡carajo, como extraña coger!

Antes, podía repartirse entre las obligaciones de la casa, el trabajo y la diversión carnal, pero es que ahora es tan difícil. Pensó un par de veces en pedirle a Rei que lo ayude cuidando a Miri mientras él va a visitar a alguna de sus tantas amiguitas, pero es que no se puede confiar en Rei al momento de cuidar a la pequeña. Sería capaz de darle demasiada comida chatarra, o dormirse y ella escaparse de nuevo, no, aún tiene mucho por aprender, él debe ser la parte responsable de los dos. Vuelve a suspirar frustrado, pero es que necesita tanto, tanto, descargarse. Bueno, no es momento de pensar en tonterías, debería aprovechar para dormir y ya.

Le lleva un buen rato abrir los ojos, escucha la risa cantarina de Miri, está cómoda, bastante, y además se siente cálido.

—Papá Kazuki ama a papá Rei.

Su instinto se activa y se despabila del todo. Miri está a su espalda, subida sobre la almohada, observándolos divertida. Rei... entre sus brazos, echo una bolita en su pecho, parece un animalito que ha encontrado refugio, y sus brazos, LOS SUYOS, están rodeando a su colega posesivamente. No quiere pensar en que además una de las piernas de Rei está entre las suyas. ¿Cómo terminaron de esa manera? ¿Acaso Rei no tiene el sueño liviano? Sin embargo, la rítmica respiración del hombre, le hace notar que sigue más que dormido.

Despacio sale de la embarazosa posición y aunque intenta no puede evitar que Rei despierte. Es gracioso como mira con los ojos entrecerrados, escaneando alrededor para ver dónde se encuentra, sus cabellos están despeinados y tiene algo de saliva seca en una de las comisuras de su boca.

—¿Qué pasó?

—No lo sé, iré a preparar el desayuno. Miri, a lavarse los dientes, vamos.

Opta por no decir más nada, es invierno, Rei es friolento y es obvio que estaba buscando un poco de calor, eso es todo.

—Papá, wafles, wafles —pide Miri con ansiedad.

—¿Con miel y bananas?

—Si —responde Rei, aunque la pregunta era para la pequeña.

Con su sombrío semblante se sienta al lado de Miri cuyos ojos son puros brillos y luz.

—Papá Rei, ¿ya tienes tus chocolates?

—¿Uh?

Miri espera que Kazuki vaya hasta la heladera y se aleje un poco de ellos para hablarle a su otro papá en voz baja.

—Papá, es San Valentino, ¿no sabes tú qué es San Valentino? La maestra en el kínder ha dicho: Es un día muy importante para demostrar lo mucho que queremos a los amigos y a los, los que amamos. Debes regalarle chocolates a papá Rei, no puedes olvidarte —dicho lo cual cruzó sus brazos sobre su pecho y lo miró con determinación.

—Oh. ¿Es así?

—¿Tú no tienes chocolates?

—Eh... no. ¿No pueden ser cigarros?

—¡No, papá! Y no debes olvidarte, papá, tienes que demostrar cuánto quieres a papá Rei.

—¿Qué tipo de chocolate debería ser?

—Mientras más grande, mejor —dijo la pequeña estirando los brazos hacia arriba.

—¿Qué tanto conversan ustedes dos? —interrumpió Kazuki a la vez que le ponía los wafles frente a cada uno.

—Sobre chocolates —dijo Rei que luego de agradecer se llevó una buena porción a los labios—. Es bueno —fue su veredicto.

—¡Papá Zakuki! —el rubio sonrió divertido ante la confusión de Miri—. ¡El mejor, mejor cocinero del mundo! ¡Mmmmm! ¡Amo los bafles con babanita, que ricoooo!

El hombre sonrió complacido y regresó a la cocina para terminar de preparar el bento que llevaría la pequeña para el almuerzo.

—Yo llevaré a Miri —dijo Rei y Kazuki lo miró intrigado.

—¿Seguro quieres hacerlo?

—Si.

—No lo sé, tengo miedo de recibir una llamda tipo: no sé dónde está Miri o algo como eso.

—¡Estaremos bien! —apoyó la niña sonriendo de oreja a oreja.

—De acuerdo.

De camino al kínder pasaron por varias tiendas donde se notaba el ambiente festivo de esa fecha. Entraron a uno que se veía grande y con buena variedad, pero cuando fueron por los estantes se encontraron con un obstáculo, ¿qué clase de chocolate le gustaban a Kazuki?

—¿Papá Rei no sabe? Mmm, entonces supongo que deberíamos llevarle de todas las variedades —propuso Miri.

—¿Todas?

—Para estar seguros.

—Tiene sentido.

Salieron del lugar con una enorme y pesada caja. Rei llevó a la pequeña a la escuela, como siempre ya había varias madres allí conversando, cuando el hombre pasó cerca se les escuchó contener la respiración.

—Chako, mira, ahí está el gran magnate petrolero, cada vez más lindo, ¿cierto?

—Si se me propusiera renuncio a todo hoy mismo, marido, familia, trabajo.

Las mujeres cuchicheaban y se reían, a Miri no le gustó demasiado.

—Buenos días, Miri-chan —saludó su maestra con amabilidad—. Buenos días, señor Rei.

—Hola.

—¡Mira, mira, tooooodooos estos regalos, son de mi papá Rei para mi papá Kazuki, porque lo ama un montón y es San Valentino! —gritó exaltada Miri y el hombre encogió los hombros porque de pronto absolutamente todas las miradas estaban encima suyo.

—Oh, ya veo, que bonito detalle. ¡Vaya, esos son muchos dulces! Espero que tu papá no los coma de golpe.

—¡Se aman un montón! —insistió Miri.

—Bien, te dejo, no te dejes ganar —lanzó el hombre, agarró la caja y se fue.

—Mou, que lástima —dijo una de las madres—, es super gay.

—Bueno, podríamos hacernos amigas de él, ¿cierto?

—Sí, sí, es una buena idea.

Kazuki estaba terminando de trapear el piso cuando Rei estuvo de regreso.

—Oi, ¿qué te has comprado esta vez? ¿Otra consola de juegos? Recuerda que debemos ahorrar, porque Kyutaro no nos ha llamado en estos días, y si no hay trabajo no tendremos fondos para mantener a Miri.

—Toma —dijo empujando la caja contra el pecho de Kazuki.

—¿Pa-para mí? —preguntó asombrado, su colega asintió—. ¿En serio, para mí?

Puso la pesada carga sobre la encimera de la cocina y con un cuchillo rompió el bonito papel para abrir la tapa.

—¡Ah! ¿Qué es esto?

—Feliz Valentino.

—¿Feliz qué? ¿Esto es, es un peluche? —Kazuki sacó uno en forma de corazón, de color fucsia y perfume floral, luego otro con forma de osito color marrón claro y por último una especie de almohadón bordado con un unicornio en él.

—Ese lo eligió Miri.

Luego comenzó a sacar casi tres kilos de chocolate de todas las formas, sabores y empaques.

—¡¿QUE ES ESTO POR AMOR A DIOS?!

—Chocolates, no sé cuál te gusta, traje de todo por las dudas.

—¡Rei! Esto es una locura, a mí no me gusta el chocolate para nada, ¿qué haré con todo esto?

—¿Ah? ¿No te gusta el chocolate?

—¡Que no! ¿No puedes devolverlo?

—No lo sé, ¿podré?

—Bueno, inténtalo, cuando vayas a recoger a Miri puedes ir y probar si te los reciben de regreso, debe haber sido muy costoso. Oye, no fumes en la sala, acabo de limpiar, hazlo en el balcón.

—Mmm, eres más amigable cuando está Miri, tch.

¿Qué se le había cruzado por la cabeza a Rei? Eso era un enorme desperdicio de dinero.

Por la tarde, Rei apareció con la misma caja de la mañana en la puerta del kínder. La niña corrió hasta él y abrazó sus piernas sacándole una breve sonrisa.

—¡Papá Rei, viniste por mí, estoy feliz!

—Sí, vamos.

—Papá, esos son los dulces que compraste hoy —notó la pequeña—. ¿Aún no se los diste a papá Kazuki?

—Si, pero no los quiso. No le gusta el chocolate.

Miri detuvo su caminata y miró a Rei con tristeza.

—Está bien, los devolveré, ahorraremos el dinero.

—Pero, pero... ¿Puedo llevar un poco mañana y compartir con mis amigos del kínder, papá?

Rei la miró de reojo, tomó su pequeña mano y tiró con suavidad para que reanudara la marcha.

—Sí, puedes, te los daré a ti.

—Gracias, papá Rei —aceptó la pequeña, pero su semblante seguía serio.

Cuando llegó a la casa no quiso saludar a su otro papá, corrió a su habitación y allí se quedó.

—¿Qué pasó? —preguntó el rubio y Rei se encogió de hombros.

Notó que había regresado con la caja, pero prefirió preguntar después, era más importante saber qué le había sucedido a Miri. Que no fuera que otra vez esos mocosos la habían molestado, porque iría él personalmente y les daría una paliza. Tocó a la puerta y abrió con lentitud, Miri estaba recostada en su cama llorando bajito, abrazada a una almohada.

—Miri, ¿qué sucede, cariño? ¿Por qué lloras?

—Por papá Rei.

—¿Eh? ¿Por qué? Papá Rei está bien.

—¡No! Pobre, papá Rei —dijo más alto y lloró con mayor fuerza.

—Miri, vamos, cuéntame, ¿qué ha sucedido?

—Papá Kazuki no lo quiere.

El hombre abrió grande sus ojos.

—¿Qué?

—Tú no quieres los chocolates que elegimos con cuidado, ¡pobre, pobre papá!

—Por Dios, Miri, cálmate.

—Mizako-chan, es amigo, y una vez me convidó de su almuerzo porque se veía rico, pero luego nunca aceptó que yo le convidara, duele mucho cuando te rechazan, y pa-papá Rei, él, él compró todo muy bonito, y papá Kazuki dijo nooooo.

El rubio tomó en brazos a la niña y la cobijó contra su pecho.

—¿Es así? He sido desconsiderado, ¿herí los sentimientos de Miri?

—¡De papá Rei!

—Si, si, ya entendí, lo siento. Herí los sentimientos de papá Rei, lo tengo. Iré a disculparme, ¿sí?

—Papá, ¿tú si amas a Rei, cierto?

—Claro que sí, mira nomás todo lo que le aguanto. Le lavo la ropa, le cocino, limpio la casa, le soporto sus vicios.

—Pero los cho-chocolates...

—Ya, ya, vamos —dijo poniéndose de pie y dirigiéndose al comedor, justo Rei estaba volviendo de fumar afuera.

—¿Y bien? —preguntó al ver a la pequeña secando las recientes lágrimas.

—Miri me hizo reflexionar, dijo que herí tus sentimientos al rechazar el regalo de San Valentín, ¿es así?

—Oh. Sí, es una gran herida —respondió mientras ponía una mano en su pecho.

—Tampoco exageres. Bien, como sea, perdóname Rei, no debería haber rechazado tan bonito regalo, ¿me perdonas?

—Come un chocolate.

—¡Rei!

—Entonces tus disculpas no son sinceras.

—Ugh, de acuerdo, de acuerdo —depositó a Miri en el suelo y fue a buscar la caja, los tres se sentaron alrededor—. Vamos, ayúdenme, esto es una cantidad insana de golosinas. ¡Oigan, solo uno!

Kazuki revolvió hasta que encontró una barrita cuadrada con bloquecitos de bombones rellenos de whisky. Eso se veía tentador.

—Comeré éste —avisó.

Cada cual eligió el que le pareció mejor, quitaron los papeles y los metieron en la boca. A cada cual le gustó mucho la elección que hicieron, al fin Miri volvió a mostrar su sonrisa.

—Ahora, deben darse un beso —dijo la niña batiendo palmas.

—¿Qué?

—Si, lo vi en la tele, cuando los adultos se pelean con un beso arreglan todo.

—Tú jovencita, vas a necesitar un poco de restricción de la televisión.

Rei se acercó gateando a su colega e invadió su espacio personal.

—¿O-oye, qu-qué?

—Para hacer las paces, por herirme.

Kazuki frunció el ceño ante el supuesto castigo. Ya se habían besado antes, una noche de borrachera que ninguno reconocía muy bien al otro, pero sobrios era un poco...

Rei unió sus labios, sin dudas, sin titubeos. Miri aplaudió emocionada. El beso le supo dulce, tla vez por los chocolates, no estaba mal, nada mal. Kazuki se dejó llevar, casi que se olvida que Miri estaba ahí con ellos, en cierto punto cortó el beso y carraspeó para aclarar su garganta, luego se comió los bombones que había elegido.

—¿Y? ¿Te gustó? —preguntó Rei.

—Tienen whisky, claro que me gustó —respondió el rubio, aunque era consciente de que Rei no le estaba preguntando por los chocolates—. Bien, ¿ya estás contenta?

—¡SSSIIIII!

El resto de la noche transcurrió en la más absoluta normalidad. bañarse, cenar, mirar un poco de tele, videojuegos y finalmente irse a dormir los tres juntos.

—Oigan, como que se les está haciendo costumbre ¿no?

Antes de meterse dentro de la cama, fue hasta el lado de Rei y tomó sus pies, eran la viva imagen de la Antártida. Les puso las medias y recién se acostó.

—Papá Rei es San Valentino de papá Kazuki, papá Kazuki es San Valentino de Miri, porque nos dio sus chocolates, son muchos San Valentino —reflexionó antes de bostezar y cerrar sus ojitos.

—Sí, tuvimos tres homenajeados hoy, y todo gracias a ti, Miri —dijo Kazuki y dejó un sentido beso en la frente de su hija.

Rei levantó la cabeza y lo miró con intriga.

—¿Qué? ¿Quieres otro beso acaso? Aprovechador.

Rei asintió.

—Ya qué.

Kazuki se acercó, cuidando de no apretar a Miri y le dejó un beso sutil en los labios a su colega.

—Buenas noches, papá Rei. Como sigamos a los besos no respondo de lo que pueda hacerte, ya lo sabes.

Rei frunció el entrecejo y luego se acomodó de su lado, no sin antes colocar sus pies entre las piernas del rubio. Nunca había celebrado San Valentín antes, sin duda era mucho más lindo con una familia, con la suya.

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By Luna de Acero.-