14-2 Love´s songfics: Bachata Rosa

Song by: Juan Luis Guerra Fic by: Vicky Yun Kamiya

Oscar salió de la ducha y se apuró a vestirse. Sobre la cama, se encontraba un brillante vestido rojo estilo ballroom que Marie Antoinette seleccionó especialmente para ella. De otro modo, jamás hubiera aceptado usar aquella falda colmada de strass y flecos, pero los requisitos del evento demandaban que abandonara sus viejos hábitos. Era de esperarse—entre el furor por la música latina que estaba viviendo Europa aquel verano, y el interés por los ritmos caribeños que la modelo parisina desarrolló en el último tiempo— que decidiera festejar San Valentín en un exclusivo evento con temática latina. Lo más terrible no fue que arrastrara al pobre Louis en aquella locura —después de todo, él era su novio, así que le correspondía cargar con la corresponsabilidad—, sino que incluyó a sus amigos, las modelos y diseñadores de Versailles, los periodistas, y por supuesto a sus guardaespaldas al acontecimiento.

De repente, sonó el timbre: faltaban quince minutos para la hora que se supone debía llegar su acompañante. Después de haber perdido tiempo intentando recoger su cabello, advirtió que estaba por demás atrasada. Aun sosteniéndose la delantera del vestido para que no se le cayera, ante la insistencia del timbre, se apresuró a abrir la puerta del departamento

Recostado sobre el marco de la puerta, se encontraba su compañero de trabajo André. Al parecer él también fue asesorado por su jefa, ya que lucía una gran camisa blanca de mangas amplias y pecho semidescubierto, que contrarrestaba con unos pantalones negros correctamente ajustados.

Te regalo una rosa
La encontré en el camino
No sé si está desnuda
O tiene un solo vestido
No, no lo sé

André sonrió nervioso, seguro Oscar lo estaba comparando con un Chayanne en lo mejor de los años ´90s. En cambio la rubia sólo pensó en Ned Flanders. Todo ajustado, todo ajustado. Sin poder salir de su bucle mental, se vio sorprendida por su compañero, que le ató un bouquet armado con una rosa roja aterciopelada.

—André, ¿qué…?

—¿No me digas que te olvidaste? Code dress de la noche: rosas –dijo, señalando la flor blanca abrochada al cuello de la camisa. —No te preocupes, imaginé que te olvidarías, así que la compré en el camino.

—Yo… Muchas gracias. —respondió, titubeante.

—Oye, —el joven sonrió complacido—, te queda bien ese vestido, sólo que deberías… ya sabes, ajustarlo de arriba.

Oscar cerró la puerta con brusquedad, muerta de vergüenza, al darse cuenta que le estaba hablando a su compañero en sostén.

Si la riega el verano
O se embriaga de olvido
Si alguna vez fue amada
O tiene amores escondidos

Después de aquel bochornoso incidente, y de casi tropezar con los zapatos a la salida del departamento, Oscar y André viajaban en el auto de este último a una suntuosa mansión en el distrito de Versailles. Por el camino había pocos autos, a pesar de la fecha. Oscar abrió la ventanilla del coche para dejar entrar el aire frío, y se distrajo al mirar un cartel de un enorme corazón sobre un estacionamiento. André dejó de prestar atención al tránsito para observar su rostro: era inconcebible una mujer tan increíble como ella, jamás hubiese sido reclamada por los hados del amor. Y sin embargo, Oscar había dejado entender que en su antigua vida en el ejército no había tiempo para esas cosas. ¿Pensaría lo mismo ahora?

Temiendo tener un accidente, André volvió a ver el frente de la ruta y se prometió a sí mismo no volver a distraerse. A pesar de estar en esa fecha con la mujer de sus sueños, no era más que un asunto de trabajo.

Ay, ay ay ay, amor
Eres la rosa que me da calor
Eres el sueño de mi soledad

Un letargo de azul
Un eclipse de mar, pero

Marie Antoinette se lanzó sobre su amiga, exclamando a gritos lo bien que le sentaba aquel rojo pasión. Oscar la detuvo con vergüenza, seguro era el efecto del alcohol en la muchacha el que hablaba por ella. Apenas le fue posible, optó por tomar prudente distancia del baile que se desarrollaba en la pista, a pesar de que la joven modelo le hizo prometer que bailaría al menos una canción. Durante un rato, recorrió la fiesta estudiando a los invitados: se había separado de André para poder vigilar distintos puntos de vista, hasta que su rápido instinto le hizo notar que estaba en la línea visual de su compañero.

Él se acercó a ella, en el momento exacto que la orquesta cambiaba al ritmo de la bachata. La pista quedó mucho más vacía, casi nadie sabía esos ritmos.

—¿No te diviertes, Oscar?

—No es una fiesta para alguien como yo… alguien como nosotros.

—Lo sé, lo sé. Estamos de servicio, comandante —rió, llamándola por aquel apodo que a ella le molestaba—. Pero, es San Valentín —le susurró André al oído—. Además, ¡la música es muy buena! Es algo para celebrar.

—Tienes razón, ya no hacen esos temas como antes. Oye, ¿qué te parece si les mostramos a esta juventud como se bailan los temas de amor?

—No, no creo…

—Anda, se lo prometiste a Marie… ¡vamos! —dijo, arrastrándola hacia la pista. Un tema de Juan Luis Guerra comenzó a sonar.

Ay, ay ay ay, amor
Yo soy satélite y tú eres mi sol

Un universo de agua mineral
Un espacio de luz
Que sólo llenas tú, ay amor

Ay ay ay ay

Sin darse cuenta el cómo, Oscar estaba bailando, siguiendo el ritmo de la bachata. Para sorpresa de la mujer, André dominaba bastante bien el estilo latino. A pesar de que era la primera vez que bailaban juntos, comprendió inmediatamente el lenguaje gestual de su compañero y se dejó llevar.

—No sabía que te gustaba tanto bailar, André. ¿Dónde aprendiste?

—En ninguna parte. Bailaba con mis primos, frente a la televisión, cuando esta canción estaba de moda. No es como en esas películas, donde los chicos van a los bailes de graduación o algo por el estilo —sonrió. —¿Y tú? Parece que naciste para esto.

Oscar enmudeció por unos instantes. Aquellas pupilas color menta parpadearon en la noche, y por un instante logró olvidarse del ambiente que la rodeaba.

—En realidad… —ella titubeó —es la primera vez que bailo en público. Sólo he bailado con Marie cuando necesita un compañero para practicar sus clases de ritmos...

—¿De veras? Porque lo haces muy bien. —André se acercó a su oído, tanto que Oscar dudó en apartarlo de sí, pero finalmente no lo hizo—. Has atraído toda la atención del público sobre tí.

—No creo que sea yo… —se sorprendió al tener que responder al giro que André le ofrecía. —En todo caso, el que se luce es mi compañero —agregó, enigmática.

Te regalo mis manos
Mis párpados caídos
El beso más profundo
El que se ahoga en un gemido, oh

Te regalo un otoño
Un día entre abril y junio
Un rayo de ilusiones
Un corazón al desnudo

Las manos de André sostenían con fuerza las caderas de la muchacha mientras giraban paso contra paso en la pista. Sin saber el porqué, el cuerpo de Oscar respondía mejor a los movimientos del joven de ojos menta.

André cerró los ojos, y se permitió dejarse llevar por unos instantes. Olvidó pronto las luces estridentes, las miradas incómodas y su sueño lo llevó a un sitio muy lejano. Un sitio rodeado de montañas esmeraldas y cascadas cristalinas, uno en que Oscar y él se conocían desde siempre, y entre ellos floreció un tierno y juvenil amor.

Cansados de correr por la playa, ambos se recostarían a orillas de un manantial, contemplando como el sol besa a la luna durante el atardecer. Entonces se tomarían de la mano, tal cual lo hacen ahora, y se dejarían llevar por la melodía que sonaba en sus corazones. Oscar reiría por alguna tontería que él hubiera hecho, y André con ternura besaría el dorso de su mano. Ella se sorprendería, y se voltearía de lado para verlo.

Entonces, cuando la primera estrella apareciese, él tomaría su rostro y buscaría un profundo beso que la dejase sin aliento. Y sin ninguna preocupación o apuro, le confesaría sus sentimientos más profundos.

Ay, ay ay ay, amor
Eres la rosa que me da calor
Eres el sueño de mi soledad
Un letargo de azul
Un eclipse de mar, vida

Con un chambré, el joven apoyó su mano sobre la espalda de su innegablemente seductora jefa. La dorada cabellera de Oscar cayó sobre la propia espalda, y dorados brillos se reflejaron gracias a las luces de la pista.

A pesar de su papel masculino de marcar los pasos, André era capaz de girar y girar en torno a aquella cálida mujer que hacía brotar de él tan profundos sentimientos. Toda la noche, toda la vida si es que ella se lo permite. El futuro dirá si es posible, pero por ahora, era feliz con lo que tenía en su presente.

Llevada por el ambiente romántico, la guardaespaldas de Marie Antoinette apoyó su frente contra el hombro de su compañero. Y por aquella noche, olvidó sus antiguos sentimientos de soledad, para reconfortarse con la compañía de su pareja de baile.

—Oscar, te sientes más cómoda, ¿verdad?

—André, te recuerdo que aún soy tu jefa… —el muchacho la observó con sorpresa, sin saber si había hecho algo mal. Ella sonrió, satisfecha—. Es mi deber evaluar el desempeño de la gente bajo mi cargo —sonrió enigmática.

—¿Y he cumplido las expectativas?

—Aún no estoy segura. Deberíamos bailar un poco más.

—Claro, ¿por qué no? —sonrió, mientras Oscar giraba sobre sí misma una vez más.

Ay, ay ay ay, amor
Yo soy satélite y tú eres mi sol
Un universo de agua mineral
Un espacio de luz
Que sólo llenas tú, ay amor

Ay, ay ay ay, amor
Ay, ay ay ay, amor


14 de febrero de 2023

¡Feliz San Valentín a todo el mundo! Este fic pertenece a mi sección de songfics de San Valentín, la cual se va completando a lo largo de los años con las canciones y fics de mis parejas favoritas. Esta vez escogí un clásico de Juan Luis Guerra, que creo todos conocen.

En esta ocasión tan especial, voy a dedicarle este fic a todos los fans de Berubara, ya que a pesar de estar un poco apartada, estoy tratando de volver a retomar mis trabajos de este hermoso fandom que adoro.

Quisiera contarles algo. Allá por el verano del 2012, yo pasaba por un momento muy triste. Había terminado hacía algún tiempo una relación con alguien que me hizo mucho mal, y me quitó toda ilusión acerca del amor entre las personas. Entonces, casi de casualidad, compré un tomo de la edición de Akaze manga de RoV (yo no conocía la obra porque el anime no se pasó en Argentina). Entonces comencé a leer, sin mucho interés. Pero mientras pasaba las páginas, comencé a enamorarme de la obra de Riyoko Ikeda, del encanto de André y la valentía de Oscar. Y tuve ganas de empezar de nuevo. Al poco tiempo conocí el hermoso foro de Lady Oscar Perú, y a todas las personas que lo conforman. Me alegra decir que diez años han pasado volando.

Esta obra me ha dado mucho más que lo que yo le he dado a ella, porque me permitió conocer personas que me han brindado su amistad, a veces en momentos muy duros y que no se han olvidado de mi. Hoy, por ser el día de la amistad en algunos países, no nombraré a nadie en especial. Todo quién lea estas palabras es dueño de esta dedicatoria. Sin embargo, tengo un agradecimiento especial para Dorian Dantes (Cigale D´art) que le dio forma al maravilloso fanart que ilustra la portada (para quienes no puedan verla, vayan a mi perfil en Ao3 o mi blog). Me ha inspirado a terminar esta historia que estaba esperando salir a la luz ya hace largo tiempo.

También, quiero agregar una pequeña dedicatoria a mi mamá, que le encantaba la música de Juan Luis Guerra y ponía estas canciones cuando era chica. Incluso en el último San Valentín que compartimos juntas, cuando todavía la calamidad no había golpeado nuestro hogar, ponía estas canciones mientras hacía algún quehacer. En estos días de febrero, mi corazón se llena de nostalgia al no sentir su risa en la casa, porque ella era de verdad "un espacio de luz".

Los abrazo con todo mi corazón.

Vicky Yun Kamiya.