El zumbido en las paredes de su cabeza proporcionaron hormigueos trazando su camino por su cerebro fueron sus primeros destellos al abrir nuevamente los ojos.
El pitido constante procedente del monitor de frecuencia cardíaca podría haberle taladrado los oídos si no estuviese en una bruma casi ensordecedora, sus pesados párpados se agitaron al retumbar de las palpitaciones a la altura de sus oídos y los ojos oscuros con destellos azules fueron ensombrecidos por vidrieras , demasiado cansado como para delimitar los bordes. El fajo de colores pálidos llenaron su visión, y el aroma de medicamentos le hicieron fruncir la nariz.
El sonido fue lo que vino después, un alboroto igual de desenfrenado, pero cubierto bajo docenas de telas que rellenarían sus oídos.
Los ojos le pesaron y poco antes de caer en la inconsciencia, un par de ojos negros lo miraron al otro lado de la habitación, con solo un panel de vidrio que los separaba para observación, un joven de ojos ónix con reflejos verdes y un semblante Reacio lo examinaron con detenimiento antes de ser cubierto por las batas blancas.
/./
Como los últimos días, Karamatsu Matsuno de 18 años de edad, clavó la mirada a las sabanas que cubrían media parte de su cuerpo, acunando sus manos en un medio abrazo resuelto al frío inconexo del exterior de su cabeza. Las vendas tan huecas de color como su alrededor desde que abrieron los ojos en esa habitación fueron enrolladas cubriendo su frente y algunos parches en su cabeza, el dolor retumbaba en el fondo de sus pensamientos al perder el sentido del tiempo. Con una cámara de observación justo a unos metros suyos, pensaría seriamente si todavía podrían llamar humanos a las personas que venían a controlar su actividad acorde a la máquina pulsante a su lado. El pitido ocasional rememoraba algo distinto a la de su propia voz en búsqueda de preguntas.
Sus ojos cayeron un poco al oír la puerta al otro extremo de la habitación con un único ingreso, el metal rugió suavemente, pero lo suficiente para perturbar su paz bajo sus cavilaciones.
En lugar de las personas muertas de expresión con ojos fríos de temor, una mujer de mediana edad y sutiles lienzos blancos en su cabeza, se asomó con cautela y una renuente emoción a juzgar por sus dedos arañando el marco de la puerta. Ella mordía el interior de su labio cuando él giró a verla a los ojos, casi de inmediato, se empañaron.
"¿Mamá?" Como un desborde, ella terminó corriendo a su cama, teniendo algo distinto a este espantoso color, Matsuyo lo tomó en sus brazos antes de poder reaccionar a su cercanía.
"Mi niño" la escuchó gimotear. "Estás a salvo ahora".
Sus ojos volvieron a cristalizarse y no los detuvo, devolvió el abrazo con urgencia que había estado esperando.
Por la misma puerta, entraron más personas que reconocieron al instante, tenían semblantes con cansado agobio, pero contrastaba con el alivio pasivo sin molestarse en intervenir en la escena.
Poco después, Matsuyo arrastró a todos en un abrazo familiar.
Aparentemente, todos se pusieron de acuerdo en compartir su dolor esa única vez de pérdida.
/./
Karamatsu posó una mano sobre su cuello, delicada parte que se negó a tragar cualquier alimento que forzaba ingerir, no pensó mucho en el problema, todavía le dieron suero por momento en su estadía en el hospital y sus preguntas solamente mantuvieron una corta explicación del trauma corporal y psicológica del accidente acorde al médico. Pero todavía sentía el peso del hambre como un telón de fondo. Sin embargo, sentía cosas más importantes en las que cavilar.
"Oh, Karamatsu-kun, ¿Cómo te va esta mañana?" El doctor que se encargó de su estado desde que le cambiaron de habitación a una recurrente de todo paciente en el hospital general de Akatsuka ingresó en algún momento de sus reflexiones. El hombre tomó asiento a su lado, con una tabla de apoyo y algunos papeles sujetos en su regazo, con barba recortada a su mandíbula a juego con su corte de cabello, combinando el aspecto de destreza por sus mechones grises, comenzó a tomar apuntes con solo la primera mirada, actitudes que no le llevaron mucho desinteresarse por su paranoia.
"Como de costumbre, doctor Hori" Pronunció, con la voz ligeramente ronca que trató de recubrir. Bajó la mirada ante los ojos del hombre.
"¿Intentó acaso otro bocado, Matsuno-san?" Pese a la basta familiaridad desde los primeros días en que fue llevado a esta sala compartida para sentirse menos estresado, el doctor parecía imperturbable al usar su nombre de un bocado, Karamatsu no tuvo la suficiente fuerza de voluntad para corregirlo; no obstante, parecía algo más al reprenderlo con su apellido como un niño pequeño. Tampoco tuvo el valor de decir nada a ese cambio.
"... No fue mucho, otro paciente no pudo comerlo" Trató de encogerse de hombros, últimamente su timidez introvertida pareció menguar su comportamiento, con lo exhausto que estaba no tuvo la energía de parecer arrepentido.
El adulto de mediana edad solo exhaló un suspiro insatisfactorio, pero fue capaz al cambiarlo a la actitud cotidiana de cada mañana.
"Forzar su garganta tampoco hará algún bien en su recuperación, a tan pocos días de su alta debería ser suficiente para persuadirlo". Mostró una sonrisa y un gesto para volver a su revisión diaria.
Karamatsu obedeció sin ninguna protesta.
Dos días después, Karamatsu se encontró con solo unos parches en la cara y unas cuantas vendas envueltas en sus muñecas como únicas visibles de su internación a la puerta del hospital, apreció el edificio como si lo viera por primera vez, por dentro y fuera, con el mismo color vacío pero menos frío por los rayos coloreados de la mañana. Nunca antes se había mortificado ver el hospital general de esa manera y comenzó a tragarse el pavor por el olor a desinfectante y antisépticos en el interior, como si la memoria contrastara un sabor en el paladar.
"¡Karamatsu-niisan!" La voz normalmente aterradora y gruñona de su hermano menor casi lo sacó de su piel, giró a ver a sus hermanos acercarse, casi con pánico en sus expresiones. "Ey, ¿por qué demonios estás parado como un tarado fuera? ¿Desde cuándo tiran a los pacientes que hicieron poco en un estado crítico?" La última pregunta la dirigió al hermano de su lado, con una mirada que demandó una respuesta inmediata. Ichimatsu fue interrumpido cuando Jyushimatsu volvió a Kara con el ceño fruncido y brazos cruzados "De todas formas, pedimos un taxi". Oración como última palabra.
Karamatsu movió la mano para restaurar algo de la furia de su hermano, era atrevido, pero podía ver entre líneas la preocupación radiante como una estrella en medio del abismo, "No te preocupes por eso, Jyushimatsu. En cualquier caso insistí en salir antes, me siento lo suficientemente mejor ahora".
El menor gruñó pero comenzó a andar a la esquina en búsqueda de algún automóvil, esta parte de la ciudad se encontró un poco alejada de su casa, una pequeña parte no arruinada con el tiempo de su infancia contra edificios e infraestructura moderna.
Ichimatsu giró a verlo, con una sonrisa en sus labios tensos, su mirada cansada no fue para acercarse y pasar un brazo alrededor de sus hombros sin la dureza con la que era tratado por sus compañeros durante sus estudios. Siempre pensó que se esforzaba bastante en parecer ser el más sociable de los seis. Esta vez, pareció buscar algo de cercanía para beneficio de ambos.
"¿Te sientes mejor, Kara?"
"Lo hago, en verdad, solo un poco desorientado, eso es todo" Se mordió el labio inferior, con los ojos rodeando a su hermano en busca de alguien más. "¿Cómo le va a Choromatsu y Osomatsu? Oca-san no me mencionó nada más que ingresaron a sus estudios superiores en otra ciudad".
Ichimatsu lo miró y la tensión en su espalda apenas se relajó al desviar la mirada, una pena en su tono. "Perdona si ellos no pueden venir a verte".
Parecía hace mucho que no los vio, pero solo fueron algunas semanas. Le perturbó no ver a todos cuando le permitieron visitas. Todavía se preguntaba si vio a Choromatsu en sus primeros destellos de despertar, engañosamente en medio de una operación de emergencia.
"¿Qué tal Todomatsu?". Las palabras se arrastraron por sus labios y saltaron en la brevedad de su distracción humedecida de emociones perdidas hace mucho, o lo sintieron así. Giró la cabeza al no recibir respuesta.
Ichimatsu lo miró con ojos abiertos y su boca se convirtió en una línea apretada, como sucedió con sus padres, no le enternece la similitud, volvió la cabeza a la bocina que Jyushimatsu detuvo. Ichimatsu presionó a Kara por el hombro y lo empujó con suavidad pero persistente al coche.
Oh, cierto, pensador en ese destello de imágenes de dolor de su madre, el entumecimiento por una corriente distorsionada de voces e imágenes. Karamatsu terminó cerrando los ojos con una impresión cansada.
Miró al resto de sus hermanos, cada uno bajo su mundo de represiones y una tonelada sobre sus hombros, imaginó que su presencia y motivo de su llegada era una razón suficiente para no terminar cayendo. Honestamente, todavía estaba confundido por el tiempo perdido, no recordaba mucho.
No recordaba mucho, se repitió como un suave, pero lejano mantra, no más que el aroma putrefacto de la sangre y carne arrancadas de los huesos blancos, una sombra al final de las paredes angostas y empobrecidas por la noche, rodeado de una infinidad de brazos moteados azules encorvados como un escorpión lo haría con su aguijón.
Y no deseaba, no deseaba caer bajo la línea delgada del hielo por el que sabía, todavía lo mantienen cuerdo desde que recuperó la conciencia y lo sometieron a una moderada infestación de drogas por las mismas pesadillas, permitiéndole un descanso de olvidar y mezclar cualquier evento.
Así que terminó resoplando sin un humor apropiado al reconocer lo inútil que sería a su atesorada familia por esas emociones que le picaban la parte posterior de su cabeza. La urgencia de que esto era una calma que nunca será igual, que buscaba razones de la omisión de respuesta de su familia, sus miradas no enfocadas por la culpa o algún otro resentimiento propio y sus cuerpos tensos como un hombre que había perdido su mundo entero. Pero no, siguen allí, con él, no lo entiende. No quiere, porque lo aterra, quizá.
Y, maldición, perdió su acto de graduación.
También pudo haber perdido a un hermano.
