Disclaimer: Bleach pertenece a Tite Kubo. La trama y personajes originales son míos
Nota inicial: Este fanfic participa en el evento IchiRukiLove: Una boda destinada
1. El chisme
En la orilla de un cristalino lago rodeado de cerezos, ubicado en el Primer Distrito de la Sociedad de Almas, una pareja muy conocida, conformada por un alto hombre de cabello naranja y una mujer pelinegra y bajita, paseaba a altas horas de la noche con ligeros yukatas, la de él de un azul grisáceo y la de ella de color rojo oscuro con motivos de pétalos de cerezo. El cálido ambiente estival le daba una atmósfera perfecta, y el prácticamente nulo viento hacía de la superficie del cuerpo de agua un perfecto espejo que reflejaba la luna llena.
Ambos se sentaron en una de las bancas para apreciar la belleza del panorama. El lugar era perfecto para reposar la cena del elegante restaurante a donde habían ido con anterioridad esa noche. Ichigo pasó su brazo derecho por los hombros de Rukia, mientras que ella suspiró y recargó su cabeza en el hombro de él. Ya llevaban un poco más después de cuatro años de novios, justo después de la gran batalla en la cual las criaturas, espíritus y monstruos libres lucharon en contra del mayor mal del mundo, logrando vencerlo. Cuatro años donde habían disfrutado de relativa paz, sin contar los percances menores como los incidentes con los Huecos o las rencillas cotidianas de los habitantes del Rukongai.
Después de algunos minutos, Ichigo retiró su mano de los hombros de Rukia y dio un gran suspiro. Esto de algún modo preocupó a la mujercita.
—Enana —dijo el joven en voz baja.
—¿Ichigo? —respondió dubitativa la mujer.
—Sabes, ya han pasado más de cuatro años desde que nos enfrentamos a la reina de las sombras, que los señores de la muerte nos intentaran juzgar y separarnos, y conociéramos que hay más mundos espirituales que éste…—comenzó el de pelo naranja.
—Fue algo divertido conocer cómo viven las otras almas —interrumpió Rukia—. Además, me gustó en cierta forma el viaje a Europa, aunque tuvimos que enfrentarnos a criaturas que desafían la imaginación.
—Aunque también me di cuenta de que allá afuera hay poderes y fuerzas muy superiores a mí—continuó Ichigo—, que pueden arrebatarme todo en un instante y hacer que nos separen en un parpadeo. Pero también que no todo depende de mí, que a veces salvar a todo el mundo es imposible y se deben tomar decisiones que protejan a los más cercanos a nosotros. Por eso, hoy quiero tomar una decisión que cambiará mi existencia.
El joven de pelo naranja rápidamente se bajó de la banca y apoyó una rodilla. Luego metió la mano en su yukata y sacó una cajita de terciopelo negro con bordes dorados.
—Rukia Kuchiki, sé que a veces soy un idiota, un impulsivo que no mide las consecuencias y un gran descerebrado porque tus dibujos no me agradan. Pero sé que desde el momento que te conocí, tú despertaste mi poder, has conseguido que la lluvia se detenga, me has hecho uno de los mejores segadores, eres la luz que me ha guiado en todos estos años y has hecho que mi corazón se vuelva muy caprichoso debido al inmenso amor que le despertaste y te guarda. Así que… —abrió la cajita. Ésta revelo un hermoso anillo de oro blanco con un zafiro grande cortado en forma de luna— ¿Me concederías el honor de pasar el resto de mis días a tu lado?
Rukia, quien escuchó atentamente sus palabras, sólo pudo lanzarse hacia él, tomó con ambas manos el rostro del segador de pelo naranjas y le plantó un profundo beso, el cual Ichigo no dudó en corresponder. La cajita había sido cerrada y guardada previamente para evitar la pérdida de la hermosa joya.
A los pocos minutos se separaron, y Rukia abrazó fuertemente a Ichigo, escondiendo su rostro en el pecho del joven. Ichigo acarició su pelo, y su felicidad aumentó al ver la deslumbrante sonrisa cuando volvió a mirarle.
—SÍ, SÍ, ¡SÍ Y MIL VECES SÍ! —gritó Rukia, inmensamente feliz—. Por supuesto que acepto tenerte a mi lado, Ichigo Kurosaki.
Al tener la afirmativa respuesta, Ichigo volvió a sacar el anillo y se lo colocó en el dedo anular izquierdo. Por unos segundos, la mujercita admiró la joya. Pero no pudo por mucho tiempo, ya que el hombre de pelo naranja la abrazó por la espalda y recargó su mentón en la cabeza de ella.
—Te amo Rukia —susurró Ichigo, apretando un poco el abrazo.
—Te amo Ichigo —murmuró Rukia.
Ambos se quedaron admirando el reflejo de la luna en el agua, llenos de una reconfortante paz.
—Oye enana —dijo Ichigo, luego de varios minutos—. Ya que estamos comprometidos, debemos planear la boda. Aunque te soy sincero, no tengo ningún yen ahorrado.
—No importa Ichigo —habló Rukia—. Tenemos mucho tiempo para planear la boda. Recuerda que es cosa de dos, también ayudaré a pagarla.
Ichigo asintió y deshicieron el abrazo, no sin antes Rukia darle un beso en la mejilla. Después, se alejaron del lago tranquilamente, tomado de la mano.
Al día siguiente, Rukia se encontraba en la oficina del Treceavo Escuadrón, ordenando y redactando algunos papeles. Si bien estaba concentrada, de vez echaba vistazos al precioso anillo que tenía en su mano izquierda.
Unos toquidos a su puerta la sacaron de su ensoñación, y con un "Pase" por parte de ella, permitieron que se abriera. Era Rangiku, quien lucía alegre como siempre, aunque con el semblante algo cansado.
—Hola Rukia —saludó la rubia.
—Hola Rangiku —contestó la pelinegra
—Muy bien, muy bien. Con Gin en la casa no tengo que preocuparme —respondió la teniente del Décimo Escuadrón, risueña y sentándose en el sofá de la oficina—. Ventajas de tener un esposo amo de casa. Aunque, el trabajo me está matando —suspiró—. Debo convencer al capi de adquirir una computadora y una impresora.
—Es cierto, tú ya estás en feliz unión —comentó la teniente del Décimo Tercer Escuadrón—. Dígame, señora Ichimaru, ¿qué dice el señor Ichimaru de que sólo tu traigas el pan a la mesa? —preguntó, divertida.
La mujer rubia hizo un ademán con su mano derecha y rio: —A Gin no le importa —contestó—. Dice que tiene más tiempo para holgazanear una vez que termina de limpiar y hacer la comida. Aunque debo admitir que sí sabe dejar los pisos muy relucientes.
Ambas mujeres rieron, y después Rukia siguió con su papeleo mientras Rangiku se acostó en el sofá, mirando el techo con ambas manos a la cabeza. Así permanecieron en silencio por algunos minutos.
—¿Qué se siente estar casada? —preguntó Rukia de la nada
—Tiene momentos buenos y malos —respondió Rangiku, sin mirarla—. Compartes tiempo con la persona que amas. Te das cuenta de que tiene defectos, que a veces hay discusiones por detalles insignificantes. En fin —suspiró—, hay de todo en un matrimonio. Pero lo importante es la comunicación que llevas con tu pareja, que hay que aprender a ceder y tolerarse. Porque sólo así verás que los vínculos y amor crecen —se incorporó y la miró— ¿A qué se debe la pregunta?
—No, por nada —dijo la pelinegra, asombrada por las palabras de su amiga.
Rangiku ladeó la cabeza a la derecha, un poco intrigada, pero al hacer eso notó algo que no había visto desde que llegó.
—Oye Rukia, ¿qué es eso que tienes en tu mano? —preguntó la rubia, apuntándole con su índice derecho.
La pelinegra escondió rápidamente su mano: —No, no es nada —respondió.
La de pelo naranja se incorporó: —No mientas Rukia, hay algo en tu mano —insistió, sin dejar de apuntarle.
—No, en serio no es nada —repitió Rukia, y comenzó a sudar frío
Ragiku rápidamente se levantó del sillón y se dirigió hacia Rukia, quien también se incorporó de su silla. Con pasos lentos, la rubia, con una sonrisa algo maquiavélica, acorralaba a la pelinegra, la cual sí tenía algo de miedo, pues conocía la férrea determinación de su amiga para sacar las noticias o los chismes.
—Ya Rangiku, ¡esto no es nada! —dijo Rukia, en voz alta y poniendo sus manos en forma de cruz.
Tres segundos después la pelinegra se dio cuenta que había exhibido lo que quería ocultar. Entonces los ojos de Rangiku se abrieron a más al notar el bello anillo que tenía Rukia en su mano izquierda. Se llevó ambas manos para taparse la boca, y soltó un chillido que demostraba mucha alegría.
—¡FELICIDADES RUKIA! ¡YA TE VAS A CASAR! ¡FINALMENTE ICHIGO TUVO EL VALOR Y LAS BOLAS PARA PEDÍRTELO! ¡AHHH! —gritó Rangiku, alzando ambas manos y saliendo veloz de la oficina— ¡SÍ! ¡VAMOS A TENER BODA! ¡VAMOS A TENER BODA!
—¡Espera, Rangiku! —exclamó Rukia.
Pero ya era demasiado tarde. Rangiku Ichimaru estaba gritando a los cuatro vientos que Rukia Kuchiki se iba a casar con Ichigo Kurosaki. Y lo único que pudo hacer la pelinegra fue volverse a sentar, suspirar y recargar la cabeza en las manos.
—Prácticamente ya lo sabe todo el mundo —dijo Rukia, pero su preocupado semblante cambió al ver su anillo y sonrió—. Ah, que más da. Tarde o temprano lo iban a saber —y tomó el siguiente informe para redactarlo.
La noche había caído en la Sociedad de Almas, y para ese momento no había habitante alguno tanto del Seireitei como del Rukongai que no supiera del compromiso de Ichigo y Rukia. Sin contar a unos cuantos ilusos frustrados que suspiraban en secreto tanto por él como ella, la inmensa mayoría se alegró por ellos. Y unos cuantos, por que no, lo tomaron como excusa para tomar unas copas.
Un bar del Seireitei se encontraba lleno, con los clientes charlando amenamente y bebiendo. En una mesa se encontraban Renji, Shuuhei e Izuru, los tres con su indumentaria segadora, con varias botellas de sake y ya algo ebrios.
—¡POR ICHIGO, POR RUKIA Y POR SU BODA! —gritó Renji.
—¡POR ICHIGO Y RUKIA! —gritó la gente.
El ambiente en el bar se puso algo más eufórico, gracias a la mención del segador sustituto, y comenzaron a pedir bebidas y a consumir más.
—No tomaste tan a mal el compromiso de Rukia, ¿eh, Renji? —comentó Shuuhei, sonriendo burlón.
—Nah, ya aprendí a superar ese momento de mi vida —dijo el pelirrojo, sincero—. Rukia es feliz al lado del cabeza de… ¿Cómo le dicen los legionarios latinos?
—Cempasúchil —intervino Izuru.
—Esa cosa, gracias. Además, yo no tengo por qué meterme en su felicidad —continuó Renji—. Y tengo que admitir que Ichigo ha hecho bastante por ella, que la ha impulsado a hacer mejor segadora y persona —eructó y se sirvió más sake.
Shuuhei e Izuru lo miraron y sonrieron. Renji estaba demostrando bastante madurez ante la situación, y les alegraba ver que ya había dejado atrás esa etapa.
Después de un rato, el pelinegro se levantó en dirección al baño y el rubio sacó una pluma negra, larga y ancha, y la acarició suavemente. Entonces, a Renji se le ocurrió una idea. Si los habitantes de la Sociedad de Almas sabían lo de Ichigo y Rukia, ¿por qué el resto de los seres espirituales no? Quizá también a ellos les encantaría de la noticia.
El pelirrojo sacó su teléfono móvil, buscó entre sus contactos y marcó el número. Esperó algunos segundos después de los pitidos hasta que tomaron la llamada.
—¿Aló? ¿Oficial Hernández? —cuestionó Renji.
—¡Qué pedo amigo! ¡Qué sorpresa que marcas! —respondió el segador legionario—. Hace rato que no sabemos nada de ti o de ustedes los japos. Hasta creímos que… —un potente rugido se escuchó al otro lado— los piratas emplumados de Buche Gordo te mataron. La neta yo si creí que te habían borrado, como no te vi en la última gran batalla contra los ejércitos de la Reina —alguien gritó algo de dejar de perder el tiempo.
—¿Habló en mal momento? —preguntó el teniente, alzando la ceja derecha.
— La neta carnal —dijo Mauricio, y unos gritos desesperados se escucharon—… me agarras en una misión —el acero chocando con acero se notó de fondo—. Pero no hay pierde, lo tenemos todo controlado —ahora se pudo percibir el feroz torrente de una gran llamarada.
—Ah, bueno. Entonces seré breve. Ichigo Kurosaki se va a casar —comentó Renji, al grano y algo preocupado por todos los sonidos del lado de su interlocutor.
—¿Quién se casa? —preguntó Mauricio
—Ichigo Kurosaki, el tipo de pelo naranja, se casa con Rukia Kuchiki, la mujer bajita y de bonitos ojos —respondió Renji
Una pausa se hizo presente entre los interlocutores. Mientras que del lado de Renji el animado ambiente del bar seguía, del lado de Mauricio había silencio. Shuuhei se volvió a sentar a la mesa y le dio un trago a su copa.
—¡NO MAMES! ¡EL CEMPA SE CASA CON LA TECOLOTITO! —exclamó el legionario muy fuerte, lo suficiente como para que Renji se despegara un poco el teléfono.
De inmediato, del lado del segador legionario se escucharon varios gritos, rugidos y golpes sordos como si se hubiera caído algo. Renji alzó la ceja derecha, extrañado por todo el ruido y luego volvió a estar en silencio.
—¿Oficial Hernández? ¿Sigues ahí? —preguntó el pelirrojo.
—¿Hola? —respondió una grave y cavernosa voz.
Renji, del susto, malabareó su teléfono varias veces y a la quinta lo atrapó. Sus amigos se sorprendieron mucho de esta acción.
—¿Quién es? —demandó.
—Habla Lajos Salminem —contestó su nuevo interlocutor.
—¿Quién? —cuestionó el pelirrojo.
Un sonido, entre suspiro y gruñido, se escuchó: —El dragón que enfrentaron la vez que viajaron a México —aclaró.
—¿Y el oficial segador? —inquirió Renji.
—Aquí está, no te preocupes. No he matado a nadie en estos momentos —respondió Lajos—. Vaya que noticia acabas de dar. Todos aquí estamos impactados por la noticia de la boda de Ichigo y Rukia.
—Ese no es asunto suyo —habló el pelirrojo, ya algo enojado
Lajos soltó una gruesa carcajada: —Amigo, no te imaginas que todo el mundo mitológico se siente en deuda con Ichigo Kurosaki y Rukia Kuchiki —habló—. Y ahora que sé lo de su boda, verás que todos los monstruos y criaturas querrán participar en ella.
—No creo que Ichigo te deje organizar su boda después de lo que vio en tu fábrica —dijo Renji, molesto.
—Quizá tengas razón —concordó Lajos—. Pero dejemos de lado mi negocio de procesamiento de humanos. Mi hermano tiene un servicio de banquetes y eventos, podría organizar la mejor boda que hayan visto los mortales y los espíritus. Y de mi parte, pagaré la boda de Ichigo y Rukia, creo que es lo menos que puedo hacer porque ellos atravesaron el corazón de Carmilûte y trajeron a nuestro mundo la tan anhelada paz.
—¡Tu dinero está manchado con sangre inocente! —gritó Renji, lo suficientemente alto como para que sus amigos lo vieran con extrañeza.
—Si, si, lo que digas —respondió el dragón, indiferente—. Bien, mi hermano estará allá en dos días para entrevistarse con Ichigo y Rukia acerca de los detalles de la boda. Que ten…
Renji se desconectó de la llamada y guardó su teléfono algo enfadado. Shuuhei e Izuru lo vieron preocupado.
—Oye Renji, ¿con quién hablabas? —preguntó el pelinegro.
—Ah… con uno de los oficiales legionarios. Le dije… que Ichigo se iba a casar —contestó el pelirrojo. El alcohol empezaba a entorpecer sus acciones.
Shuuhei e Izuru soltaron una risa al recordar a los peculiares segadores legionarios y su modo de vida.
—Ahora sí se va a poner intensa la cosa —opinó el rubio—. Todas las almas sabrán del compromiso de Kurosaki y Kuchiki.
—No lo digas como si fuera algo malo —dijo Renji, malinterpretando las palabras de su amigo—. Creo que… también deberían de enterarse. Quizá… ellos sean muy pero muy sanguinarios, pero tienen un sentido del equipo bastante… sólido. Y nos trataron muy bien. Recuerda Izuru… —y señaló al rubio— te llevaron con las prostitutas… cuando ya te hemos dicho… que pares. Un día, ya no tendrás pene. Se te va… a caer.
—No lo digas tan fuerte —murmuró Izuru
—¿Te imaginas a los segadores latinos en la boda de Kurosaki? —cuestionó Shuuhei.
—Seguro arman un desorden monumental que tendríamos que arrestarlos por inmorales —respondió Renji.
—Y allí también iríamos nosotros —secundó el rubio.
Los tres se echaron a reír y se sirvieron más licor.
—Ah, y también hablé con el monstruo que enfrentamos en México —agregó Renji despreocupado.
A Shuuhei e Izuru se les borró la sonrisa, y de nuevo se preocuparon.
—Renji, ¿es en serio lo del monstruo? —cuestionó Shuuhei.
—Si, y también dijo que iba a pagarle la boda a Ichigo —respondió el pelirrojo—. Y que iban a mandar a alguien para hablar con los dos. Que iba a ser una gran boda, la mejor que hayan visto los mortales y espíritus… Yo creo que está… alardeando. Van a ver… que Ichigo y Rukia se casan con algo sencillo. Vuelvo… en un momento.
El pelinegro y el rubio se miraron entre sí, mientras el pelirrojo se encaminaba al baño algo tambaleante. Los dos comenzaron a formularse la misma duda.
¿Sería que un simple chisme acabaría en una guerra entre los espíritus y mortales? ¿O el dragón cumpliría su palabra y verían un evento inolvidable?
Con estas dudas en la cabeza, ambos llenaron sus vasos con más licor y lo bebieron de golpe.
Notas del autor:
*Hola buen día. Aquí reportándome con un nuevo fanfic, el cual va a tener varios capítulos.
*Quizá haya podido parecerte algo fuera de lugar, el motivo es que el fanfic se sitúa en el universo (lore) que le he creado a Bleach a partir de los fanfics de aventura que he creado para este manga/anime. Si gustas empaparte más de este universo, con mucho gusto te invito a leerlos.
*Recuerda que tus comentarios y opiniones son bienvenidos
Gracias por leer
