Hola, hola, Luna de Acero reportándose.

Este es mi primer fic de Jaeyeol Hong (mejor conocido como Jay) y de sus sentimientos románticos por su amigo Hyungseok Park (al cual, con cariño, llamamos Daniel Park).

Si estás leyendo esto porque me sigues de otros fandoms, entonces esta aclaración es para ti: Esta historia pertenece al fandom Lookism ("Apariencias", si quieres buscar la versión animada en Netflix, son solo 8 capítulos por el momento), es un manghwa, es decir un cómic coreano, que aún no tiene libros en físico, se puede leer de manera oficial en la plataforma Webtoon (está como APP en Play Store o bien pueden buscarlo en Google e ir a la página web).

Es una historia que ha destacado porque habla (a mi parecer al menos), de muchos aspectos de la sociedad coreana que muchos no se atreven a tocar. Por ejemplo, sobre el acoso escolar (bullying), sobre cómo la gente te trata diferente de acuerdo a tu belleza física, tu situación económica, tu inteligencia, etc. También tiene una dosis de peleas de todo tipo, lo cual le pone emoción, romances, fluff, revaloriza la amistad, y nos hace reflexionar en cuanto a lo que tenemos y a veces no valoramos. Se las recomiendo de todo corazón, no se van a arrepentir.

Aclarado esto, solo quiero agradecerles si llegaron hasta este punto. Gracias por elegir mis historias. Si creen que sería mejor seguir creando contenido de esta bonita pareja, pues necesito que me lo hagan saber con sus votitos, kudos, reviews, comentarios, etc. No tienen idea lo feliz que me hacen cuando me apoyan de esa manera.

Otras aclaraciones necesarias: Un chaebol es un conglomerado empresarial de Corea del Sur,

Los amo, que disfruten. -


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, pertenecen al genio de Taejoon Park (박태준), autor y creador de este manhwa originario de Corea del Sur, la historia que leerán a continuación, esa sí es de mi completa invención. Recuerden que los derechos de los personajes y demás, pertenecen a la plataforma Webtoon, esta historia es completamente sin fines de lucro, solo para difusión de la obra y entretenimiento de los que amamos a Jay con Dan.

Advertencias: SUPER MEGA ULTRA IMPORTANTE! Los nombres correctos de los personajes que participan de la siguiente historia son: Hyungseok Park, pero para fines de practicidad (especialmente para esta autora), usaré el apodo Dan, o en su defecto Daniel. Para el personaje Jaeyeol Hong, usaré el apodo Jay. Ya lo saben, si no les gusta, me importa tres rábanos, así será y punto. ¿Con qué se van a encontrar? Bueno, mucho fluff, algo de lime, si bien no hay contenido explícito habrá descripciones gráficas de desnudos, romance, contenido BL. Fin del comunicado, sigan circulando.


.

.

"El amor es la más fuerte de las pasiones,

porque ataca al mismo tiempo a la cabeza, al cuerpo y al corazón"

Voltaire

.

.

Jay no estaba seguro de lo que le estaba sucediendo. Sentía como si un huracán lo hubiera arrancado de la tierra y le hubiera dado vuelta la vida.

¿Cómo era su vida antes de conocer a Dan? Se esforzó por recordar, pero en realidad parecía que todos esos recuerdos hubieran sido puestos en un baúl muy pesado que se había hundido en la grieta más profunda que tuviera el océano. Vagamente pensaba en aquellos días donde se había acostumbrado a la soledad y el silencio. Excepto la voz de sus profesores, alguna cosa eventual que dijeran sus padres, no había otras que llegaran hasta él.

Solo ruido blanco. Estática. Sonidos que se aislaban, como si estuviera rodeado por una muralla de agua, hasta las figuras se veían borrosas.

—Hola, me presento, mi nombre es Hyunseok Park.

Cada letra le llegó con la claridad pasmosa. Su figura parecía tener un aura brillante, un halo de luz, así tal como la gente católica pintaba a sus santos. Desde ese primer momento sus ojos no pudieron apartarse de él. Aún no lo sabía, pero estaba a punto de descubrir un mundo diferente sin dar un solo paso.

Naturalmente llegaban a sus oídos todas las frases que él dijera, era como si existiera un puente exclusivo entre ellos. Jay decidió seguirlo y lo mejor de todo fue que Dan recibió su atención y su interés con la mayor de las alegrías.

¿Qué es esto que hace arder ese chico en su pecho?

Pero si hubo algo que de verdad terminó de hacer que Dan se elevara por el resto de los mortales, al menos en su escala de valores humanos, fue que no importaba lo necesitaba que pudiera estar, jamás le había pedido dinero, o un favor, o aprovecharse de su holgada situación económica. Hasta el momento de conocerlo, Jay creía la vida era una gran competencia despiadada. Quién es más rápido, quién ha sacado la puntuación más alta del examen, quién tiene más seguidores en las redes, a quién le brilla más el cabello, quién es más en lo que sea, más, más. El que no cumpla los estándares mínimos, queda descartado por completo.

Como hijo de un líder de un chabeol, no tuvo más alternativa que mantener sus registros escolares en lo alto. Cosas como amigos, vacaciones, salidas, se fueron haciendo tan pequeños que dejaron de existir en su vida. El único propósito era hacer orgulloso a su exigente padre, cosa que hasta el momento se le había vuelto casi imposible. Su madre le había inculcado lo de "cuidarse" en las relaciones con otras personas, ya que por la posición que tenían de seguro todos buscarían aprovecharse.

Cuando quiso darse cuenta, se había convertido en una ostra, dentro de un caparazón tan grande y tan grueso que había quedado aislado del mundo. Estaba a salvo, pero solo.

Y un día llega un rayo de sol que se enreda en su mano y lo saca a la superficie, que le hace sentir confianza, que vale la pena respirar afuera de esa jaula en la que él mismo se encerró.

De verdad necesita saber, qué es esto que acelera su pulso con solo sentir la proximidad de Dan.

—Jay, ¿puedo ir a visitar a Inu y los cachorros hoy?

Asiente. ¿Acaso Dan no sabe que puede ir a su casa las veces que quiera por el tiempo que quiera? Podría hacerle un cuarto con todas las comodidades.

Jay llega a casa y pide al mayordomo que "los niños" estén presentables para la visita de Dan. Eso aplica a él también, así que decide tomar un largo baño de inmersión, luego de colocarse bastante crema hidratante, procede a secar cuidadosamente su cabello para mantener ese fleco tan característico, una vez satisfecho con el resultado elige cuidadosamente la ropa que usará. Ya ha seleccionado un par de bolsas con otras ropas, bolsos, zapatos y zapatillas que le dará a su querido amigo una vez que termine de jugar con los cachorritos.

Se tira de espaldas en su cama, aún falta por lo menos una hora para que llegue. Se coloca sus AirPods y en su celular queda en modo repetitivo la canción "Mine" de Bazzi. Últimamente le encanta escucharla, lo relaja, lo pone de buen humor. Cierra sus ojos y comienza a recordar las expresiones que ha coleccionado hoy de Dan, todos los días las va cosechando, como un segador que necesita llenar sus alforjas de maíz fresco para poder sobrevivir.

Hoy le ha sonreído, solo a él, cinco veces. Jay no es bueno con las palabras, aprendió a estar callado para no meterse en problemas, y de tanta obediencia se le ha vuelto una costumbre. Sin embargo, él llena todos los espacios vacíos, como la luz que entra por la ventana y va borrando las tinieblas. Donde Jay calla, Dan sabe qué decir y cómo hacerlo, es como una especie de traductor de pensamientos, ¿conexión telepática, tal vez?

Vuelve a sentir que se le incendia el pecho, un calor que no se alivia prendiendo el aire acondicionado, ¿qué es? ¿qué es?

Su colchón se hunde y eso hace que Jay levante su cabeza sorprendido. Es Dan, se ha sentado a su lado y le vuelve a sonreír. Otra más, la sexta de ese día, todo en Jay se ilumina, una serie de iridiscentes fuegos artificiales comienza a explotar en su interior.

—Lo siento, no quise despertarte —le dice Dan divertido y se recuesta a su lado—. Te veías tan relajado, durmiendo.

Jay no puede creer que Dan se haya acostado en su cama, siente el rubor llegando hasta su frente, pero es mayor la concentración que tiene en su cuerpo que yace boca arriba. Quisiera fotografiarlo, Dan es tan hermoso en tantos sentidos.

—El calor es agobiante estos días, ¿cierto? ¿Te molesta si me quito el sweater?

Ante la negativa de Jay, Dan se lo quita, podría prender el aire acondicionado, pero mejor no, decide.

—A ti no parece afectarte —sigue parloteando mientras se gira para quedar de costado—. Siempre estás tan pulcro, y siempre hueles bien.

El de cabello oscuro se apoya en sus manos y acerca su cabeza para aspirar el perfume de Jay, quien se ha convertido en una estatua en dos segundos.

—Mmm, sí, hueles exquisito. Me gustaría oler así de bien —susurra Dan, están muy cerca así que no hace falta hablar demasiado fuerte.

Jay se pone de pie como un resorte y corre hasta su baño en suite, revuelve frenéticamente en los cajones del enorme mueble que tiene allí y regresa con tres botellas nuevas del perfume que está usando, edición limitada, importado, caro por cualquier ángulo que se mire. Dan se ríe con ganas, pero no hay ningún atisbo de burla en esa risa, solo sana y simple diversión.

—No, Jay, no me refería a que me regales tu perfume. Creo que no me hice entender —dice y arrastra su cuerpo para estar de nuevo demasiado cerca del rubio, tanto que hasta pueden sentir sus respiraciones. Dan toca con la punta de su dedo índice la base del cuello de su anfitrión—. Quise decir, que yo, quiero oler a ti, no como tú.

Jay no sabe cómo resolver eso, ¿qué debería hacer? Y como siempre, como si Daniel tuviera la capacidad de leer su mente, toma el borde de la remera de Jay y la va levantando de a poco, sus ojos oscuros clavados en el rostro del millonario joven. Quita la prenda y revela el bonito y marcado torso. Jay no sabe qué hacer, más que dejar que Dan se adueñe de todo y haga lo que quiera.

Su invitado procede a quitarse la camisa y la corbata del uniforme, por lo visto no ha tenido tiempo de regresar a su casa, a lo mejor se quedó en la escuela, hizo tiempo por ahí y se vino. ¿Realmente importa? En absoluto.

Ambos se examinan con la mirada en silencio. ¿Qué está pasando? ¿Por qué Dan se está comportando de esta manera? No tiene una explicación lógica, tampoco la quiere, solo desea que esto, lo que sea que esté aconteciendo, no se detenga.

Daniel desliza la punta de sus dedos sobre el dorso de la mano de Jay, es apenas un toque sutil, pero hace que la piel del chico se erice. Toca la muñeca, el antebrazo, hace breves giros en su codo y luego por sus tríceps hasta llegar a su hombro, se escurren hasta su cuello y luego se acomodan en la curva que hace su nuca, una vez instalados allí tiran haciendo que Jay extermine el espacio entre ellos. Sus pechos se tocan, sus narices, y ahora, sus labios.

Lo que antes era un simple ardor, erupciona, es lava líquida escurriendo por todas partes. El calor y el deseo fundiéndose en ese beso. Jay tiene que maniobrar para no aplastar a Dan que lo arrastra consigo hasta el colchón. Daniel esta acostado boca arriba con Jay encima, retoman el beso de manera natural, como si no fuera la primera vez que lo hacen, como un camino que uno conoce y que le es familiar, uno cubierto de dos pares de huellas que van a la par.

—Jay...

El rubio nunca se hubiera imaginado que la voz de Daniel fuera capaz de llegar a esa gravedad, es intoxicante, adictiva.

—Jay, abre la boca, vamos.

El magma estalla y baña las laderas del volcán de manera majestuosa.

La suavidad de la lengua de Daniel, la humedad de sus bocas, el roce de las pieles. A pesar de la abundancia de cosas materiales, Jay nunca ha sido una persona ambiciosa, hasta hoy. Hasta que conoció esta magia, estas ganas de conquistar, de hacerlo suyo. Sus dedos se hunden en la suave cabellera negra y empuja su lengua dentro de la bonita boca, mordisquea sus labios rosas, lo quiere todo, ¡TODO!

Una de sus manos tantea el colchón y busca la de Dan, trepa por su palma abierta, enredan sus dedos y Jay aprieta ese agarre con fuerza. Toma una pausa del beso, ambos respiran a los resoplidos. El chico adorado le sonríe, los pómulos del color de la flor de cerezo.

—Jay, sé mío, por favor.

¿Acaso Dan no sabe que ya era suyo desde hace mucho? Jay vuelve a buscar su boca, tira juguetonamente del labio inferior de Dan y luego succiona esa juguetona lengua. Ahora lo está disfrutando, logra arrancarle un par de gemidos y quiere más, necesita más. Con cuidado se coloca entre las piernas de su persona favorita, su estómago hormiguea ansioso, y no es lo único hormigueando.

—J-Jay, o-oye, mmm, espera, es, es tarde —jadea Dan en su oído.

No, de ninguna manera se va a detener.

—Ma-maestro, maestro es tarde.

¿Qué? Jay abre sus ojos. El señor Rim, su mayordomo, lo está sacudiendo ligeramente por el hombro.

—Disculpe, maestro. Me ha pedido que en caso que se durmiera lo despertara diez minutos antes de las seis.

Jay asiente y el mayordomo se va. Agarra una almohada, la abraza y se gira en su cama. ¿Cómo es posible que los sueños sean tan vívidos?

Puntual, como es siempre, Daniel aparece en su casa a la hora convenida, pura sonrisa y amabilidad. Jay lo guía con los cachorritos y aunque aún se está acostumbrando a ellos y a eliminar del todo la fobia que les tiene a los perros en general, al lado de su amigo se comporta en la más absoluta normalidad. Trae una bolsa con varios chalequitos haciendo juego de color rosa con rayitas de colores, y uno grande para Inu, la madre.

—¡Qué bonito! —se exalta Dan y entre ambos se dan a la tarea de vestir a los perros.

Jay deja que le salten, le laman los dedos y hasta se anima a poner algunas croquetas en la boca de Inu. Luego de jugar por un largo rato, con pelotas, cordones y cuanto juguete Jay pidió on line hace unos días, Daniel acepta tomar una merienda en la habitación del chico.

Como es San Valentín y ninguno tiene pareja, aún, fieles a la tradición de su país, deciden tomar una buena porción de fideos negros (자장면 "jajangmyeon") en mutua compañía.

—Vaya, qué hermosa vista tienes desde tu habitación —dice Dan mirando por el ventanal hacia la ciudad que se extiende más allá.

Jay no puede estar más de acuerdo, claro que hoy la vista se ha vuelto mil veces más hermosa, sonríe en conformidad. De todos los amigos que Daniel tiene, lo ha elegido a él para pasar ese día tan especial. Sí, es cierto que dijo que venía a visitar a los cachorros, pero dentro de su corazón quiere creer que es solo una excusa para explicar que tiene ganas de estar con él, de pasar un rato juntos, a solas.

Y de repente entiende, llega a él la claridad, era tan sencillo y a la vez tan nuevo, por eso le había costado encontrar el nombre adecuado para bautizar ese sentimiento ardoroso.

La explicación es simple, lo que sintió y siente por Dan... es amor.

.

By Luna de Acero.-