El aire blanco, un telón frío. Los copos de nieve se pegan al cristal. Algunos se escabullen y caen danzando, se deshacen en gotas que empapan la madera vieja del piso, las telas calientes y la poca piel expuesta. Se juntan en el aire, dan vueltas; Shaka los sigue con la mirada. El viento los empuja hasta enredarlos en las pestañas rubias de Mu.

El sueño le pesa tanto que no siente el frío de la nieve, que se derrite y cae por su mejilla lívida, como una lágrima. El pecho de Shaka duele, el aire se acumula y presiona. El corazón se le quiere escapar en un suspiro.

Él se remueve entre las frazadas. Apoya la cabeza en el marco de la ventana y mira al otro lado del cristal, al blanco que simula el vacío de su cabeza, donde, de pronto, se dibujan los ojos verdes de Mu sonriéndole, iluminado por un halo dorado. Le surgen las ganas de correr a atraparlo entre los brazos. Un sacudón y sale del trance.

El Mu que tiene delante aún conserva la ternura y delicadeza en el rostro, igual al que ha visto en sueños. El mechón lila que sobresale entre los cabellos pálidos le acaricia el rostro. A Shaka le viene el recuerdo a los labios: los días en que eran invencibles, cuando sacaban fuerzas del sentimiento que compartían.

Las palabras «quiero que seas más feliz que nadie» le resuenan en la mente y le duele pensar que, otra vez, serán un deseo imposible. Sus almas han vuelto a caer en el destino escrito por los dioses que les dictan revivir el egoísmo y creer que, mientras estén juntos, aún habrá esperanza.

Lo tiene tan cerca, pero le parecen kilómetros y siglos de distancia. Le asusta escuchar su voz llamándolo, que sea idéntica a las veces que le ha susurrado al oído el amor que no ha vuelto a encontrar desde entonces. El miedo lo tiene atrapado en un mar de frazadas cálidas, una zona donde siente que podrá ocultar por siempre el cariño que guarda por ese chico tan desconocido y familiar.

La mejilla de Mu, aún mojada, lo invita a acariciarla. Shaka se aferra a la tela que lo envuelve en un intento de ganarle a la tentación. Lo siente un pecado, sucio, como si fuera a manchar una imagen sagrada con su roce. Pero, al mismo tiempo, lo percibe correcto, algo que siempre ha sido su derecho.

Se descubre hasta el pecho; la temperatura no deja de subirle, igual que los latidos. La lágrima falsa, necesita tocarla, la excusa perfecta para conocer la piel blanca de su compañero en esta vida nueva.

El viento hace vibrar el cristal cubierto por una capa de nieve, el escudo que mantendrá en secreto los sentimientos y sus ojos brillantes. Se siente tonto al pensar que son los únicos en el mundo, que Mu es, de nuevo, el cosmos entero para él.

Se acerca, lento y temeroso. No se anima a respirar siquiera y el nudo en la garganta tampoco le deja mucho paso al oxígeno. Estira la mano que le tiembla cada vez más al arrimarse a la palidez del rostro ajeno.

Con el pulgar alcanza la humedad y se desliza, suave, para borrarla. El corazón le golpea fuerte el pecho, el cuerpo entero se le calienta. Las pestañas rubias y curvas le hacen cosquillas.

Su reflejo aparece en los iris verdes que lo hipnotizan un instante. Ahoga un grito al tiempo que retrocede. Pero Mu le atrapa la mano entre las suyas. Shaka percibe el llanto desde la nariz a los ojos, las ganas de huir en las rodillas y un revoltijo que le sube y baja en el abdomen.

Mu pega la palma de Shaka en su mejilla, cierra los ojos y suspira el anhelo que ha guardado por años que le saben a una ilusión. Aún recuerda la suavidad de los dedos largos y finos, el calor que siempre aparecía con apenas un roce. Besa uno, luego otro, hasta completarlos y terminar en el dorso.

Lleva la mirada desbordada hacia Shaka y él se deshace en llanto. Mu lo envuelve con los brazos, lo acobija en su pecho, a la vez que le acaricia los mechones dorados que encuentra demasiado cortos. Busca su imagen en los ojos azules que lo llevan al pasado y cuando la encuentra no contiene más las palabras.

—Quedate conmigo por siempre.

"Zutto…", Ayumi Hamasaki

El polvo de nieve descendió danzando

y cayó en tus pestañas

Mi amor creció

por tu cara llorosa

«Quiero que seas más feliz que nadie»,

pensé desde el fondo de mi corazón

Supongo, por ejemplo, supongo

que juntos podemos hacerlo realidad…

Por siempre y para siempre

deseo que seas solo mío

Me pregunto si es muy egoísta

Pero estoy segura de que eres

el último

para mí

Sin embargo, a veces, de pronto

me invade la tristeza

Así que culparé

a la nieva y a esta estación

«Es como si

el mundo nos hubiera dejado atrás

y desaparecido»

Si lo digo, seguro te reirás

Me pregunto si pido demasiado

por querer que seamos la pareja

que fuimos cuando nos conocimos por siempre

Pero seguro es porque estoy contigo

que incluso eso se siente

que se volverá realidad

Por siempre y para siempre

deseo que seas solo mío

Me pregunto si es muy egoísta

Me pregunto si pido demasiado

por querer que seamos la pareja

que fuimos cuando nos conocimos por siempre

Pero seguro es porque estoy contigo

que incluso eso se siente

que se volverá realidad

Traducción: Mayu Lu