La pesadez de la mañana se acentuaba en el arrastre de sus pasos mientras se se dirigía a su destino. El Sol apenas se elevaba por encima de la cresta inicial, no lo suficiente para contrarrestar la gelidez de la madrugada, que calaba en sus adoloridos huesos. Hizo una nota mental para buscar un café en cuanto llegara, más aún porque no tocaban combates que realizar o espectar el día de hoy. Amaba la posición y éxitos que cosechó hasta ahora, pero le costaba aceptar la parte más monótona de su labor, y aún añoraba esos ayeres donde no rendía cuentas a nadie, salvo a sí mismo.
Continúa la senda de sus pies hasta llegar al estadio de Ciudad Wyndon, que además fungía como sede de la Liga Pokémon en Galar. El kantoniano se detuvo un momento en la entrada del gran edificio en forma de botón, no para admirar su esplender al ser ya rutinario; fue para tallar su rostro con las manos y quitarse los restos de sopor, esbozando su mejor cara. El vacío que dejó Leon una vez lo reemplazó era difícil de llenar, debía esforzarse para demostrar un poco del carisma que cautivó a sus fanáticos y ser un digno sucesor. Cuando siente suficiencia, entra por el gran portón.
Saludaba a quien se topara por los pasillos con una sonrisa cortés, complaciendo a todos sin importar su rango, mientras hacía su camino hasta la sala de descanso. Le toma algunos minutos subir hasta el tercer piso y hallarse frente a su objetivo: una habitación señalada como "sala de descanso" en un letrero pegada en la puerta. No perdió tiempo al entrar, la primera reunión de la mañana no tardaría, y necesitaba algo caliente si quería mantenerse despierto.
Lo primero en divisar en la pequeña habitación fueron dos caras conocidas, deteniendo su charla al notar su presencia mientras se encontraban frente a una máquina de café. El primero era un chico albino con pelo largo y alborotado hasta las orejas, con una mirada altanera de color purpura; la otra era una joven de tez tan clara como la Luna, cuyo pelo se perdía en la noche, con dos coletas en su coronilla atadas por lazos granates y algunos mechones a modo de cuernos. Su mirada era filosa y a la vez impávida, con dos esmeraldas sobresaliendo de sus ojos. Hoy podían darse el lujo de vestir su ropa de civil: un abrigo ancho y largo color púrpura para el primero, y una blusa rosa de cuerpo entero cubierta con un chaleco negro repleto de estoperoles para la segunda.
"Buenos días, Bede". Hace un ademán a modo de saludo mientras se acercaba. No eran del todo amigos, pero le tenía la suficiente confianza para no usar honoríficos. El albino copia su acción sin pronunciar palabras. Luego se dirige a la oscurecida. "Señorita Yell".
"Campeón". La líder de Spikemuth se limita a hacer una pequeña reverencia con la cabeza sin emoción. Ella gira sobre sí y empieza a manipular la máquina.
El azabache hasta cierto punto envidiaba la actitud de ambos: no tenían reparos en ocultar lo que son, eran directos y sinceros con sus emociones, en especial su desdén a estar tan temprano. Él ya no podía.
Tras observarlo con detenimiento, el albino nota unas ligeras ojeras en la cara de Ash y se toma un momento para estudiarlas, entrecerrando los ojos y alargando un murmullo meditativo. "Luces cansando, ¿no has dormido lo suficiente?".
Ash se sobresalta por su observación y por reflejo dirige la mirada a la espalda de Marnie, que sostenía una tetera llena del líquido marrón, vertiendo un poco en un vaso desechable. De inmediato, observa al albino.
"¿Tanto se nota?", admite con una risa nerviosa. "No, sólo me estoy adaptando a este nuevo estilo de vida. Es todo".
"Te acostumbrarás". La voz desenfadada pero firme de la oscurecida se hizo notar, aún de espaldas y enfocada en su tarea. "Tenemos muchas esperanzas en ti, sobre todo para el torneo del año próximo, así que corresponde a todo el apoyo que te brindamos, aunque sea duro", castea mientras movía una cuchara en su interior y golpea el remanente en los labios del vaso. Termina por ofrecérselo al oriundo de Kanto. "Con dos de azúcar, como te gusta".
El azabache agradece con una sonrisa y toma la bebida en manos de la chica. A Bede por un instante le intriga por qué conocía la cantidad que le gustaba, pero con rapidez lo descarta: ya llevaba algunas semanas allí y es probable que se toparan antes. Además, tampoco era de su interés.
Cuando la charla acabó, el trío fue a la sala de juntas: una habitación espaciosa con una mesa larga y rodeada de sillas. Con el tiempo el presidente Leon y el resto de líderes también se congregaron. La reunión fue tan aburrida como Ash esperaba: se resumió en discutir cuáles serían los próximos duelos del año, en dónde y cuándo; demasiado burocrático para su gusto. Lo único que alejaba su letargo, fueron las esporádicas protestas por parte de los más desequilibrados, por la obvia desventaja de tipos, o lo lejos que debían viajar si tocaba un gimnasio ajeno al suyo. Marnie y Bede mantuvieron ecuánimes, observando toda la escena en silencio.
Tras un largo debate que apenas pudo mediar, el presidente Leon dispersa la reunión y propone continuar tras un receso. Ash pensaba volver a la sala de descanso, sin saber que alguien más ideaba otros planes. De repente su SmartRotom empieza a vibrar, y con curiosidad lo saca de su bolsillo y revisa las notificaciones; sus pupilas se dilatan con asombro al leer en su pantalla:
Ve al cuarto de limpieza en menos de 5 minutos. No es pregunta.
Algo de color imbuye las mejillas del kantoniano al saber de qué se trataba, y más importante aún, de quién. Con obediencia y pasos ansiosos se dirige al lugar indicado, que de todas formas no quedaba lejos. Cuando estuvo frente a la puerta, soslayó a ambos lados del pasillo hasta que no vio moros en la costa. Con rapidez abre la puerta y entra, cerrando tras de sí. Adentro era estrecho, polvoriento y oscuro, con un fuerte olor a desinfectante y otros químicos de limpieza. En verdad no se disfrutaba estar allí, más bien era el último sitio donde quisiera reunirse con alguien, pero también era el menos frecuentado y sin cámaras. Por lo tanto, el más seguro para su furtivo encuentro.
Al cabo de unos minutos de espera, la puerta vuelve a abrirse. Para su sorpresa, alguien más entra en un suspiro. Sus vinotinto por fin se cruzaron con esos esmeraldas que tanto lo cautivaron. Lejos de la apatía de siempre solían manifestar, parecían titilar en las sombras, mientras una sonrisa deseosa y un furioso rubor irradiaba su pálida piel. La oriunda de Spikemuth no pudo más y rodea con ambos brazos su cuello para acercarlo más a ella, acto que la azabache copia rodeando su cintura, y ambos rozaron sus labios en un cálido beso. El aire viciado los hizo respirar con dificultad, apenas podían escuchar su pesada respiración filtrándose por sus ocupadas bocas, pero carecía de materialidad para ambos.
El joven azabache y la oscurecida mantuvieron esta relación desde hace meses, pero nadie sabía de su existencia hasta ahora. Eran miembros destacados de la Liga Galar, y no querían ser bombardeados por habladurías en los tabloides o la prensa. La clandestinidad se sentía más cómodo, aun con el riesgo de ser descubiertos.
Sus mentes se habían llenado con el otro desde que el azabache regresó a Galar, meses después de finalizar la Serie Mundial de Coronación. Su viaje estaba lejos de terminar, tanto que decidió retornar al sitio donde despegó y se volvió una estrella más en el firmamento. Había logrado conseguir seis de ocho medallas, y la siguiente parada fue en Pueblo Spikemuth. Caminó por sus calles que, aún en penumbras por su techo, lucían más presentables e prosperas que su primera visita, cosa que alertó a los soldados del Equipo Yell que de inmediato lo reconocieron, y sin demora avisaron a su ama y señora.
Por otro lado, Marnie se hallaba ansiosa y algo emocionada al oír su arribo. Lo reconoció de inmediato durante la presentación de los nuevos aspirantes, mas no pudo hablarle por hallarse con las manos llenas. Con todo, le consoló saber que tarde o temprano estaría allí, y ese día había llegado. Fue a recibirlo en la cancha de duelo usando su licra y musculosa en tonos negros y magentas, aunque no estaba cómoda asumiendo su papel esa vez. Al llegar lo encontró en medio de la cancha, portando su clásica gorra roja y jersey azul, acompañado de su fiel compañero amarillo en su hombro.
"Hola". Si fuera otro entrenador, de buenas a primeras lo hubiera intimidado de forma implacable, pero abandonó su acto y optó ser ella misma, cosa que desconcertó a sus subordinados. "Supongo que no te acordarás de mí, pero soy—". Pero antes de terminar, Ash la interrumpió.
"Marnie, ¿cierto? Eres la chica que conocí en la Clase Ultra, y que vivía en esta ciudad".
"Lo soy. Vaya, hasta te acordaste de mi nombre", terció y emitió una pequeña risa llevando una mano a su cara. Le alagó saber que el entrenador que tanto admiraba la recordara. "Nunca pensé que volverías aquí. Me alegra verte de nuevo".
"Lo mismo digo", agregó con una sonrisa.
Ambos decidieron hacer a un lado el desafío por un rato, y se centraron a platicar sobre las cosas que hicieron durante los meses de separación, como si fueran amigos de años. Incluso si su primer contacto se limitó a pocas líneas y un duelo singular, eso bastó para compaginar. El combate comunica, siendo cada ataque y acción un argumento al contrincante; son frías y crueles las efectuadas por un ser desalmado, pero también hallándose honor y hasta belleza por parte de un corazón puro, incluso siendo un acto tan violento. Eran espíritus afines y conocían lo genuino que era el otro. Las palabras sobraban.
"Vi tus combates de los Ocho Maestros. Nunca vi nada igual, estuviste fantástico". No le avergonzaba admitir ser parte de su creciente legión de fanáticos. Era el campeón mundial, y merecía todos sus elogios. "También felicidades por ganar el torneo; ahora puedes decir que eres 'mejor que nadie más'".
"Muchas gracias, aunque debo seguir entrenando, si quiero defender mi título", respondió con humildad. "Quizá por eso estoy aquí. Quería probarme a mí mismo en esta región".
"¿En esta región?". La joven arqueó una ceja y lo miró suspicaz . "¿Por qué? ¿Galar tiene algo que las demás no? Bueno, aparte del Dynamax". No pudo evitar observar la pulsera en su muñeca, que ahora mismo era más un artículo ceremonial.
"La verdad no quiero ser injusto: todas son únicas y geniales a su manera, pero...". El azabache adoptó una pose meditativa al dar su explicación. "Diría que Galar tiene entrenadores muy apasionados. Se nota que viven y respiran los combates, tanto que los más difíciles que tuve en el torneo fueron contra entrenadores de aquí".
"Ah, claro. Supongo que hablarás de Raihan, Bea, y Leon. Tiene sentido, son de los entrenadores más fuertes en Galar; tal vez del mundo".
"Oye, te faltó alguien más", señaló, cosa que la dejó perpleja. "Tú, Marnie. Diste una gran pelea, y me atrevo a decir que fue uno de los más emocionantes que tuve".
Ella se limitó a reír desdeñosamente. "Tus palabras son amables, Ash, pero tampoco exageres. Cuando peleé contra ti apenas llevaba unos meses viajando por la región... no era muy experimentada, sólo apliqué lo poco que aprendí en las calles y de mi Bro. Pero sabiendo que has viajado por todo el mundo y por tanto tiempo, pues...". A medida que explicaba sus razones, su voz se volvía cada vez más apagada, reconociendo lo poco que sabía sobre sí misma. "Me di cuenta lo pequeña que era".
"Entonces eres mejor de lo que creí". Al oír esto, la oscurecida lo miró asombrada, mientras él condescendió ante ella y le sonrió. "Si con sólo unos meses de entrenamiento lograste llegar tan lejos, quiere decir que tienes un potencial enorme. ¿Te imaginas que algún día nos topemos en una final mundial? Quedaría para los libros".
En retrospectiva, pensó que había llegado tan lejos por mera suerte, que se topó con entrenadores sólo un poco más débiles que allanaron su progreso, pero que jaló demasiado del milagro y este acabó en la Clase Ultra, donde entrenadores forjados a fuego como Ash le demostraron sus carencias, con un estilo de combate visceral y vicioso, pero burdo y sin refinar. Sin embargo, estaba el campeón mundial, el entrenador que más admiraba, reconociendo su talento. Eso la complació un poco.
"¿En serio piensas eso?". Ante la pregunta, el joven solo asintió con vigor. "Pues te lo agradezco. De hecho, desde que me volví líder, he tenido mucho más tiempo para entrenar... y debo decir que... he copiado un poco tu estilo", admitió mientras desviaba un poco la mirada y tamborileaba sus índices. Amaba su forma de luchar, y la imagen idealizada que contempló de Ash, pero le avergonzaba confesar que lo tomó como su modelo a seguir. "Es poco ortodoxo, pero muy versátil, y probaste que funciona. Me motivaste a pensar más fuera de la caja y buscar soluciones más improvisadas, y me ha sacado de aprietos de muchas ocasiones. Tal vez perdí nuestro combate, pero siento que gané mucho más después de él".
Por un momento el oriundo de Kanto quedó desarmado y no supo qué responder. Nunca fue su intensión ser una influencia para nadie, sabía que no era la mejor persona que copiar y tenía un montón de defectos, y estaba conforme con ello. Aun así, siempre notó que aquellos que se rodeaban con él al final de sus aventuras, no eran los mismos con los que comenzó; se habían auto superado, y no lograba deducir hasta qué punto el cruce en sus caminos les afectó. Al menos sabía que esta chica tuvo un cambio positivo, incluso si se conocieron tan poco.
Sin embargo, ella no fue la única afectada por su contacto. El orgullo saludable y esa sensación cálida gestándose en su pecho, fueron el empujón que necesitó para pronunciar esos pensamientos que permanecieron latentes y en estasis hasta ahora. Ahora que se sinceraban, quizá era el momento.
"Bueno, hay algo más que se grabó de esta región en mi mente", prosiguió, con una expresión más reflexiva. "Cuando te conocí, pensé que eras bastante ruda, y el combate me lo confirmó... pero entonces nos despedimos, y lejos de hacerlo con enojo y frustración, nos dimos un apretón de manos como iguales, y me dedicaste esa sonrisa tan bonita... fue algo tierno". Agachó un poco la mirada mientras algo de color subió a sus mejillas rayadas. "La verdad, me gustaría ver algo así de radiante otra vez".
Al escuchar eso, la galariana quedó sin aliento y su boca se ensanchó en asombro. Al criarse en un entorno tan duro y peligroso, se acostumbró a personas que ocultaban lo que son y demostraban fachadas impasibles, cosa que ella misma copió. Nadie en esa ciudad había reconocido lo dulce o bella que era, salvo su hermano Piers en ocasiones, y todos la veían con respeto o hasta con cierto miedo. Pero el muchacho en toda su inocencia reconoció lo encantadora que podía ser, y hasta podía apostar que ella era objeto de su anhelo. Era como si jalara los hilos de su corazón, admitiendo que anduvo buscando su risa.
Cuando por fin notó la reacción de la joven, Ash se alarmó. Se dejó llevar un poco, y ahora se preocupó de haberla espantado. "Oh, lo siento, creo que dije algo raro. O—olvida lo que dije".
Ella explotó en carcajadas en ese momento; le pareció chistoso verlo tan avergonzado, pero a la vez reconfortante saber que no era la única prendada. "Oh~ ¿conque quieres verme sonreír? Entonces subamos la apuesta". Ella se levantó de su asiento y se plantó frente a él, señalándolo con un dedo índice. "Si me ganas, aparte de mi medalla, te dedicaré la sonrisa más radiante que he ensayado, y si gano... ¿reconocerás que soy la mejor del mundo?".
Tras escuchar eso se levantó con una mirada decidida y apretando los puños. "Bastante justo, aunque no te la dejaré fácil".
"No podría ser de otra forma", respondió de manera petulante mientras arrancaba una Ocaso Ball de su cinturón y la expandía en su mano.
A partir de allí sus interacciones fueron cada vez más frecuentes, hasta que llegó el día en que no pudieron contener más sus verdaderos sentimientos, escogiéndose mutuamente y uniendo sus vidas en el proceso. Desde entonces, sus días se habían llenado de jubilosa alegría, y sus noches de dichosa pasión, despertando sensaciones poco conocidas para ambos, que de todas formas recibían gustosos.
Continuaron así su frenesí de besos y caricias, pero todo lo bueno debe llegar a su fin, y su necesidad de oxigeno se hizo presente. Rompieron su enlace a su vez que jadeaban y luchaban por respirar, viéndose crudos y enrojecidos, pero complacidos y embriagados por la presencia del otro.
De repente, la puerta se abre con un rechinido, barriendo a su paso la oscuridad del interior. Para su sorpresa es Bede quien está parado al umbral, mirándolos con la misma expresión de asombro que ellos, y a su vez ellos permanecieron estáticos. Tras segundos de incómodo silencio, el albino se recompone y aclara su garganta. Señala con la mano una repisa superior tras la pareja.
"¿Me pasan un trapo? Derramé algo en la sala de descanso".
El azabache, siendo más alto que la oscurecida, alza su brazo y toma el paño que el albino pidió, y se lo entrega. "Aquí tienes".
"Te lo agradezco". Hace una pequeña reverencia, y luego lanza una mirada a la chica. "Y Marnie: me debes una explicación después", sentencia antes de cerrar la puerta, envolviendo todo en sombras otra vez.
La pareja estalla en risas tras ese momento de incomodidad, sintiendo la inyección de adrenalina por lo que pudo ser si se tratara de alguien más, todo sin haber roto su abrazo sostenido desde el inicio.
"¿No podías esperar hasta la noche?", pregunta de manera lúdica el azabache.
Niega con la cabeza. "No, era aburrido allí adentro. Que estuviéramos en la misma habitación fue lo único que me mantuvo alegre".
Él arquea su ceja por instinto. "¿En serio? No te vi sonreír ni una vez".
"Sólo cuando estoy contigo". Y sella su aseveración con un beso corto.
Siguieron dándose cariño un rato más, hasta que vieron necesario salir y regresar a la reunión presidida por Leon. Sobra decir, que Ash se sintió más animado durante el resto del día.
FIN
