Caminaba por la ciudad, tranquila, raramente tranquila, estas semanas no fueron las mejores, la desaparición de Appa, las chicas extrañas, el caos de la guerra, Azula, Tay Lee, Mai, el no poder hablar con el rey, todas cosas que propician la guerra, todas cosas que no dejan a Aang tranquilo para poder aprender los elementos y cosas que aunque en la seguridad de Ba sing se, se siente que nos acechan, aunque no las veas están ahí observandote a ti. Mayormente ese pensamiento es por Azula, pero el resto, sigue siendo problemático.

Quería despejarme, para poder ayudar tengo que estar completamente bien, así que un maravilloso te relajante en soledad no me haría mal, y había oído que una muy buena casa de te había abierto hace una o dos semanas, quería probarlo.

Camine hasta la entrada cuando estuve frente a esta, viendo casi al entrar, a Zuko, que no se percató de mí presencia. Estaba distinto. Sus ojos brillaban en felicidad que también tenía su sonrisa, el pelo aún más crecido de lo que lo había visto y un uniforme de aquella casa de te que le quedaba como un guante.

Pensé en huir, pensé en alertar a todos de que estaba ahí. ¿Y si estaba por el avatar? Sería otro problema.

Pero se veía tan tranquilo, me daba tanta curiosidad el saber que hacía ahí, con esa expresión tan contraria a la que tuvo siempre, tan dulce, como si se estuviera dejando ser realmente.

Pensándolo mucho, o sin pensarlo, mis pies se movieron, entrando al lugar, sentándome en una mesa y esperando, a lo cual, se que me vio, su expresión fue de sorpresa, claro que me recordaba, tenía un leve temor, ¿Tal vez de que su paz se termine por mí existencia allí?

De todos modos se acercó a mí, preguntando mí orden con una calidez que nunca creí escuchar en el, pedí un te de jazmín, lo primero que pensé por el nombre del lugar, fingiendo no conocerlo como el lo había hecho, pero siguiéndolo con la mirada más disimulada que mis dudas pudieron.

Me lo trajo, le agradecí, sonrió, se fue.

Varias veces cruzamos miradas en mí estadía, hasta que pude hablar con el cuando pague. No parecían ser peligrosos. Parecían, puesto a qué su tío también estaba allí, gracias a los espíritus que Azula no termino matándolo.

Volví a casa, una incertidumbre en mí pecho lo azotaba con crueldad, ¿Que haría? ¿Debía contarle al resto? ¿A Aang? ¿Y a mí hermano? No me gusta ocultarle cosas a el, pero siento que se pondrían como locos, es Zuko después de todo.

Pase horas así, hasta Toph llego a preocuparse y preguntar que me pasaba, a veces puede ser una niña muy dulce.

Pero aún asi, no pude dejar de pensar. Molesto para mí, en esos pensamientos abundaban sobre Zuko, sobre como se veía, como sonaba su voz, su alegría, su sonrisa, nunca creí que ver la sonrisa del enemigo me causará aquella extrañeza en el estómago, que caía hacia mis pies lentamente y daba un subidón con rapidez a mí rostro, calentandolo y dejando hormigueante mí cuerpo.

Tenía que volver. Lo había decidido, sola, obviamente, por lo que a la misma hora tuve que escabullirme de todos para no recibir preguntas.

Volví a entrar al siguiente día, con la misma comezón en los pies que en el corazón, tantos nervios sin saber la razón, sin explicación, había librado batallas con más tranquilidad que entrar a una casa de te.

El volvió a verme, y casi me derrito allí, que raro es estar en la boca del lobo fingiendo demencia.

Pedí un te de granada está vez, para probar, y estaba en la barra ahora, por lo que vi a Iroh prepararlo, me lo sirvió el. Es un señor muy agradable de hecho, me saco bastante charla, junto a otros clientes, cuando no preparaba te.

Debo decir que los de el, son excepcionales, suena a que con el más eficaz veneno haría el te más delicioso que haya probado. Eso, da miedo.

No pude evitar empezar a hacerlo, escabullirme de mí equipo para por una hora exacta, huir de ellos, inundarme en el peligro que era entrar allí, y conversar con ellos dos, rodearme de sus voces que nunca habían sonado más familiares, más calidas, más tranquilizantes.

Nos fuimos conociendo mientras todos fingiamos demencia, y cada vez, esa hora empezaba a alargarse. Cinco minutos, diez, veinte, media hora, otra hora, unas dos horas, se me iba el tiempo hablando, jamas creí hablar tanto con alguien.

A veces, llegué a quedarme hasta el cierre y ayudarlos a acomodar, las risas no faltaban y el ambiente fue uno que extrañaba, cuando papá, Sokka y Gran gran estaban junto a mí en casa, cenábamos juntos, charlabamos, reíamos, éramos una familia todos, era lo más cálido aún rodeados de nieve.

Y ellos, tal vez por su aura de maestros fuego, tenían la misma calidez entre ellos, la compartían conmigo, se notaba el amor fraternal, en el cual ser incluida se sentía como el mayor privilegio que podía pedir.

Entonces, tuve que armarme de valor.

Todo este tiempo ellos siguieron llamándome Katara, cosa que en los labios de Zuko no sé porque sonaba tan vigorizante, pero yo a ellos les hablaba como Lee y Mushi. Era extraño, parecía un teatro, aunque creía conocerlos en la realidad.

No podía seguir más así, las preguntas, interrogatorios, y el acorralarme hasta que casi perdiera la hora en la que siempre iba, se hacía cada vez más intenso, más cuando llegaba tan tarde todo el tiempo. Junto a la incertidumbre de mí corazón, que sabía la verdad pero no la quería aceptar, necesitaba preguntar todo.

Estaba ayudando a «Lee» a acomodar todo antes de que nos vayamos cada uno a su hogar. Tenía que hacerlo. Solté un suspiro, que atrajo su atención, mirándome, esos ojos ámbar que perforaban los míos me hacían dudar de si quería arruinar todo ahora o no.

—Lee, tengo una pregunta.

— No me sorprende, ¿Que es ahora?

Cuando vio que se trataba de una de mis dudas, solo sonrió y siguió en lo suyo, pero yo me detuve, mí rostro mostraba mi sentir, así que si el llegaba a volver a mirarme lo sabria todo.

— ¿Eres el príncipe Zuko? — Solté. El se quedó estático, pude escuchar un pequeño estruendo en donde estaba Iroh.— O sea, te pareces mucho, incluso tienes su misma cicatriz, exactamente en el mismo lugar, tu tío también se parece al suyo, Iroh.

Jugué con mí trenza, intentando calmarme, el ambiente jamás estuvo tan tenso, casi parecía la primera vez que lo vi. Su tío rápidamente apareció, justo cuando el estaba por responderme, justo cuando estaban sus soles mirándome fijamente, hablo.

— Katara, creo que eres una chica muy inteligente y de buenos principios, así que por favor, déjanos serte sinceros, no te alteres con la verdad porque tenemos mucho que perder si se llega a saber. — con eso, la respuesta aún más me aplastaba, aún más me agarraba los hombros, el miedo de haber ignorado estar en la boca del lobo se reía de mí ahora que un sudor frío corría por mí espalda. — Somos Iroh y Zuko, pero te pedimos que nos escuches.

Su sobrino miro hacia abajo, yo tuve que sentarme.

— ¿Están aquí por Aang? ¿O Azula? ¿¡Azula les pidió que vengan para que nos observen y ella pueda atacar!?

Hiperventile, no quería aceptar eso, por favor, no quería que me lo confirmen, había creído en ellos ciegamente y no quería que al sacarme la venda todo sea diferente.

Se miraron entre ellos para que luego el mayor suspire, sentándose en frente mío e invitando a su sobrino a hacer lo mismo.

— Katara, respira tranquilamente. No estamos con Azula y mucho menos buscando al Avatar. Nosotros queremos iniciar una vida tranquila en Ba sing se, una lejos de la guerra y nuestro oscuro pasado, sabemos que no podemos remediar todo el daño, pero no queremos seguir creandolo.

Mirarlo con los labios temblando, con las lágrimas asomándose por la intranquila tranquilidad que sentía.

— No me estás mintiendo, ¿Verdad, Iroh? Yo les, les eh tomado mucho cariño y realmente quiero creer en ustedes, pero sabes que mí deber está en ayudar a que Aang restablezca la paz, por favor, dime qué realmente están aquí por eso.

Suplique, mirando a ambos intercaladamente, aunque sea una mentira, déjenme hundirme en ella, en la calidez de aquella fantasía de que iban a cambiar.

— Si, Katara, es completamente cierto, la nación del fuego, también nos daño bastante, queremos estar tranquilos de verdad.

Esta vez fue Zuko, y eso me dio una alegría en el corazón que no pude ignorar, aunque lo intente, por lo que entre las lágrimas sonreí, ya no había vuelta atrás y confiaba ciegamente en qué ellos querían estar bien.

— Yo. . . Los voy a apoyar en todo, por ahora el resto del equipo no sabe que están aquí, preferí no decirles por si enloquecian, Sokka es muy imprudente. . . — Reí, Iroh rió conmigo.— por si acaso, tengan cuidado con Azula, está todo muy calmado siendo que nos está buscando a todos, mantenganse seguros y por cualquier cosa pueden pedirme ayuda.

Ambos sonrieron, yo también les respondí así, aunque me azotaba un mar, como si estuviera en una playa de piedras a la cual un agresivo océano acunan, uno que me daba golpes en la espalda, mar de dudas, preocupaciones, mar de cosas, las más malas cosas que llegaba a pensar.

Me fui de ahí casi entradas las diez de la noche, corriendo como alma que lleva el diablo.

Encontrándome con que todos me esperaban.

Un millón y medio de preguntas me agobiaron, más cuando Toph descubría que mentía, no podía ocultarlo pero tampoco decirlo, era horrible. Y ahora ya no tenía excusa, podía decirles, debía charlar con ellos de esto.