Bueno, aqui estamos de nuevo con una Re-edicion, pensé mucho esto antes de volver a escrinir esta historia desde un principio, sin olvidar la escencia o la trama, claro que habrán algunos cambios importantes, pero nada que no se fie en mi historia original.

Como es bien sabido los personajes de esta historia no me pertenecen. Occ en los personajes(?, perdidas de memoria, violencia explícita e implícita.

Si más...a leer.


1

Me sentía nerviosa. Podía escuchar mis latidos en mis oídos, por extraño que parezca, desde que comenzó toda esta revuelta aún las presentaciones me alteraban en demasía. Esperaba que el profesor me llamara después de hacer aquella pequeña introducción, y solo quería en lo más profundo de mi corazón que los de esta institución no sean tan idiotas como la anterior, siempre comenzaban con sus ridículas preguntas y mi humor para responderlas nunca fue la mejor, aunque he intentado ser amable desde que llegamos a este lugar, puedo escuchar aún la voz de mi hermana diciendo "así no actúan las señoritas", y tiene razón.

— Debido a su sorpresiva introducción a la institución tendremos una nueva estudiante, tratenla con respeto. – pase al salón con una de mis mejores sonrisa, pude escuchar algunos murmullos, y sobretodo la mirada de todos en mi persona. – Está un año adelantada, aquí que comportense. Sí, te lo digo a tí.

— Pero...

— Nada, nada...bien, presentate a la clase, por favor – pestañee varias veces mirando hacia el profesor, genial, todo va yendo como viento en popa. Sentí mi ceja temblar en un tic nervioso, para terminar suspirando, ya nada podría hacer.

— Es un placer conocerlos, espero que nos llevemos bien, mi nombre es Akane Tendo – hice una inclinación de respeto hacia mis nuevos compañeros, al levantarme de nuevo me sentí extraña ante esas miradas, me hicieron arrugar mi gesto y mirar a otro lado. Solo esperaba que mi plan se realizará con éxito al ser mi último año en preparatoria.

— Bien, Tendo, te sentaras frente a Saotome – mencionó el profesor con su cansada expresión, era claro que ser profesor no era su pasión. – Saotome, levanta la mano, hazme el favor.

Estoy segura de haber oído antes aquel apellido, ¿Dónde fue? ¡Oh, cierto! Mis vecinos se apellidan de igual manera, quizás es su hijo o algún pariente, no lo sé y a decir verdad no me interesa saber. Miré al mencionado, el mismo que hace unos instantes quiso respóndele al maestro, este parecía tener una expresión aburrida mirando hacia la ventana apoyando la quijada en la palma de la mano, la trenza descansaba sobre su hombro y pude notar que para ser un estudiante no tenía el uniforme, aunque yo tan poco lo tenía, camine entre los asientos, restando importancia a lo que sucedía, a las miradas ya sean de burla, admiración o aquella que me miraban como si fuera un ente extraño, para no decir lo obvio.

Me frente del chico justo en el asiento vacío y se dió comienzo a la clase. No puedo evitar pensar en lo que haré, número uno no aferrarme con este lugar, número dos no ser dependiente de ninguna persona o viceversa, tratar a todos con amabilidad, pero no llevar a una amistad, a pesar de estar consiente de que este será mi último lugar, no me puedo dar el lujo, de encariñarme o hacer que se encariñen, nunca se sabe cuándo me iré.

Mientras los minutos pasaban y el profesor seguía explicando una de leyes de Newton pude notar las miradas de algunos, me daba algo de incomodidad al sentir esas miradas, sobretodo de parte de los hombres, pero no hice nada, no iba a ruinarlo solo porque me estén mirando. Por un momento me perdí entre los números, mi mente me jugo sucio haciéndome recordar mi pasado, hace cuatro años mi famila sufrió un accidente, mis padres y hermana mayor murieron a causa de que un avión se estrelló en medio del océano Pacífico, aquello apareció en las noticias, y solamente porqué de todos los pasajeros de avión, solo sobrevivió una niña, una mocosa de apenas trece años, aquello fue devastador cuando me enteré, si solo pidiera volver en el tiempo.

Aquella niña era un gran genio, una con gran fuerza física y capacidad mental, mejor que cualquier erudito, mejor que Einstein o Aristóteles, una verdadera idiotez, pensé con el ceño fruncido. No me gustaba recordar aquellas notas de los periódicos, pero era lo único que me unía a mi fallecida familia. Estaba en un campeonato de artes marciales y aunque no recuerde absolutamente nada de lo que su sucedió aquellos trozos de papel indicaban que había salido victoriosa, después que me encontraron luego de un mes de haber estado perdida estuve en coma por un año, los medios y aquellos que creían en idioteces mencionaron como si fuera una de las cosas jamás vistas que era un milagro, que estaba cuidada por los mismos dioses se olvidaron por completo de aquella niña en la cama del hospital. De pronto un día, para sorpresa de los doctores desperté, gracias a cualquier dios y por supuesto, que les dije que no comentaran nada, aunque aquello no me salvó de aparecer en algún que otro comunicado hasta pasar los meses y el mundo se olvidó por completo de mí. Por suerte.

Ahora estoy con mi hermana mayor, la primera hija producto de una relación que tuvo mi padre años antes de conocer a mi madre, ella se encarga de mi cuidado legal hasta tener los veintiun años, demás de estar administrando el dinero que me dejaron mis padres al morir, vivimos en una casa con dojo incluído, un hogar que me recuerda a ellos, no quiero olvidarlos, olvidar los que dieron la vida por mí en aquel accidente...

— Tendo, ¿Me puede decir cuánto es la aceleración? – la voz del maestro me saco de mi ensoñación, me aparté de la mano en la recargaba mi barbilla y sin ninguna expresión le miré. No entendí a la primera, así que me atreví a preguntar.

— ¿Ah? ¿Como dijo?

— ¿Puedes decirme cuánto es la aceleración kilómetros por hora, ya que estamos en metros por segundos? – me miró con impaciencia señalando la pizarra.

Yo la observé por unos momentos sin decir nada, escuchando unas cuantas irritantes risas a mi espalda.

— Para ser lista es muy lenta. – buscando la mayor paciencia del mundo inhalé aire.

— Es sesenta y cinco kilómetros por hora, debido a la masa y obviamente el cambio que usted quería que hiciera. – comenté tranquila sin siquiera levantarme del puesto.

— Bien hecho, Tendo – comentó el profesor anotando mi respuesta en la pizarra. – por un momento creí que no estabas prestando atención a la clase.

Y estaba en lo correcto no lo hacía, pero a la edad de trece años ya hacía unas cuentas más complicadas que está, miré el techo por unos momento.

— Presumida – volví a escuchar a mi espalda y apreté fuertemente los puños.

No, no lo soy, no quiero serlo, quiero que todo esto termine de una puta vez e ir a casa, mi meta es terminar los estudios que deje una vez hace años, es todo, no necesito que alguien que no conozco diga estupideces, es desagradable, más cuando la persona que está a mi espalda diciendo aquella sarta de ridiculeces no me conoce.

Las otras dos clases pasaron con normalidad, hasta que sonó el timbre del almuerzo, estaba vez decidí quedarme dentro del salón, y sacando el bento que me tocó llevar sentí unas presencias que se acercaron a mi. Tenía que ser amable, por lo menos está vez, luego de casi tres años de ser un verdadero estorbo para la sociedad, tenía que ser agradecida, más con mi hermana que en ningún momento me dejó caer...aunque nunca es fácil, menos si los demás no cooperan.

— Hola, Tendo, soy Yuka...– se presentó la primera con una sonrisa de oreja a oreja.

— Yo soy Sayuri ¿Ya has recorrido la escuela? Si estás adelantada un año ¿Tienes diecisiete, no? ¿Vives cerca de aquí? – sus preguntas me abrumaron un momento, me eche para atrás lo más que me permitía mi asiento.

Su amiga le golpeó ligeramente las costillas y la lastimada comenzó a quejarse de manera silenciosa. Yo no pude evitar reír de manera silenciosa, tapándome los labios con una de mis manos, mientras que con la otra tomaba los palillos para empezar a comer.

— Mucho gusto, pueden decirme Akane, no, no he recorrido la escuela, sí, estás en lo correcto tengo diecisiete y sí, vivo a unas cuantas calles no muy lejos de aquí. – respondí mostrando una de mis sonrisas.

— Oh. – mencionaron ambas y por alguna razón se sentaron a mi lado, sacando sus comidas.

— Tu cabellos es muy lindo ¿Que tratamiento usas? — preguntó de pronto Yuka. De manera instintiva lleve mi mano hacia el mechón que descansaba sobre mi hombro.

Pensé la respuesta, cuando tenía trece usaba el cabello corto, después de despertar de coma ya lo tenía largo, no volví a cortarmelo que aquella manera, puesto que sentía que a mi madre le hubiese gustado verme así, de esta manera, por eso lo he cuidado bastante. Y aunque la respuesta que le di a mis compañeras fue una total mentira para que no abordarán en el tema, logro hacer que desviarán el mismo haciendo que me sintiera agradecida. Hablando de cosas triviales dónde daba mi punto de vez en cuando o reía cuando era la ocasión una de ellas mencionó aquella frase que me hizo tensar cada músculo.

— ¿Y tus padres? Deben ser buenas personas – comentó Sayuri. Yo miré por un momento mi bento antes de tomar con los palillos un trozo de comida. Sentía la mirada de algunos en mi persona.

— Muertos – dije sin más, tal vez sonando hasta un poco indolora e inhumana. El silencio que se formó al rededor fue abrumador, esto era lo que menos quería, pero con esas palabras la gente dejaba de hacer preguntas las cuales no quería responder.

Comía con tranquilidad, sin mirar a nadie, solo prestando atención a mi comida, cuando escuché su silbido, Saotome me estaba comenzando a irritar, no sabía cuál era su problema y la verdad no me interesaba saberlo.

— Comentar una cosa como esa así sin más, que fría – aspire aire y me levanté de mi puesto, su tono quería parecer bajo, pero debido el silencio era perfectamente escuchado. – debió haber amado a sus padres.

Escuché un crujido y al ver mi mano los palillos estaban partidos por la mitad, ¿Por qué no se callaba? Él no conocía nada de lo que me había pasado, ¿Cómo se atrevía hablar así? Me voltee con una expresión furibunda a mi verdugo.

— ¡¿Cúal es tu puto problema?! – apreté los dientes, sin dejarme amedrentar por aquella mirada azulina que me miraba aburrida. Hijo de la gran verga.

— Yo no tengo ningún problema, nueva. – me dijo sin cambiar la expresión, yo aspiré aire, buscando calma, el chico tenía un fuerte físico, no negaré que es llamativo a primera vista, pero tenía que ser un jodido idiota desde el comienzo, aunque no conozco a primera mano a los Saotome, pero mi hermana me menciona que son buenas personas, entonces...¿Por qué este...?

Tranquila, déjalo, respira, respira, no vale la pena.

— Madura ¿Quieres? – fue lo único que dije antes de volver a mi posición dándole la espalda, me disculpé con las chichas, mencionando que iba al baño y estás asintieron sin chistar, tal vez acostumbradas al este tipo de comportamientos, aunque se les notaba la incomodidad.

— Vaya carácter, no me extraña...– volvía a por su odioso tono aburrido. – no me extrañaria que tus padre te hayan dejado fingiendo su muer...

No lo deje terminar, mi puño fue a parar a su rostro, no le miré hasta varios segundos después cuando mi respiración intentaba volver a la normalidad, cuando alcé la mirada y vi su rostro sus ojos me miraron sin ninguna molestia más bien parecía sorprendido, salí corriendo de allí, no necesitaba eso no quería ver las consecuencias de mis actos. Las miradas llenas de lastima y de pesar, simplemente me asfixiaba, el pecho comenzó a dolerme mientras iba por los pasillos sintiendo la mirada de todos no pude evitar sentirme asqueada, no desee que esto pasara.

Al ver las escaleras que conducían a la azotea no dude ni un segundo en dirigirme a esa dirección, cuando llegue allí me apoye en una de las paredes, con las piernas pegada al pecho y oculte mi rostro entre mis brazos, sentí mis ojos picar por las lágrimas que amezaban por querer salir, no las dejé, no quiero sentir lastima conmigo, no quiero caer de nuevo en un espiral de depresión y aquel círculo vicioso. No puedo permitir darme el lujo de encerrarme de nuevo. El dolor de mi pecho fue aliviandose, con mis manos aunque no paraban de temblar limpie mi rostro de unas cuantas lágrimas habían salido, y trate de relajar la respiración.

Fue cuando lo noté, una mariposa batía sus alas a mi alrededor, sus colores anaranjado y negro resaltaban haciéndola ver majestuosa, alargue mi mano para intentar tomarla un instante, pero antes de alcanzarla está salió volando, batiendo sus alas con esplendor, me pregunté por un instante qué se sentía volar, ser libre como aquella mariposa...tal vez era un sentimiento placentero...

...

— ¡Oye!

Me sobresalté, soltando un pequeño grito al despertarme, no podría creer que me haya quedado dormida, lo peor es que mi cuello dolía horrores, alcé la mirada para enfocarme en quien me había visto. Un chico me miraba extrañado, me levanté del lugar sacudiendome del polvo inexistente.

— Lo siento. – musité apenada con la vista en el suelo.

— Ey, ¿Estás bien? – volví a enfocar mi mirada en el joven, ma miraba con preocupación y algo aturdida por mi anterior sueño respondí.

— Ah, sí, sí...– bostece sin poder evitarlo, y al parecer aquello causó gracia al joven, simplemente lo pase de largo. – ¿Ya paso la hora del almuerzo?

Terminé en fijarme en él, sus ojos castaños rebosantes de amabilidad, su sonrisa que reflejaba un colmillo daban ese aspecto inocente y amigable, espero no equivocarme.

— Eres Akane ¿No es así? – me llevaba un par de cabezas de altura, por eso inclinó su rostro un poco para observarme. Yo asentí algo cohibida por esa mirada. – que bien, tus amigas te buscan, ya es hora de ir a casa.

— ¿Qué? Demonios – solté aire de golpe, por lo que me decía el chico ya a terminado la escuela y me había saltado varias clases. – Bueno, gracias, disculpa las molestias.

— No hay de qué, me llamo Ryoga, Hibiki, por cierto, de tercero C – comentó mientras me seguía yo trataba de moverme con rapidez, mis cosas tenía que recogerlas en el salón de clases.

— Un gusto, puedes llamarme solo Akane si gustas...– comenté caminando entre los pasillos ahora vacíos, sonreí un poco hacía el chico, con los ojos cerrados. Por un momento se me quedó mirando como si tuviera algo extraño y suspiré con cansancio internamente.

— Eres un...– carraspeó Hibiki cortando lo que estaba a punto de decir y yo agradecí. –...digo, tus amigas ya tienen tus cosas, solo me pidieron el favor de buscarte.

— Oh, entiendo – asentí dirigiendome a la salida, él comenzó a hablarme de cosas que no preste la verdadera atención, cosas de actividades extracurriculares, pero yo simplemente me perdí un momento en mis pensamientos hasta llegar a la salida del colegio.

Miré como algunos estudiantes salían u otro se cambiaban sus zapatos, y justo allí estaban ellas, mis compañeras con otra persona, ladeé la cabeza, hasta que Ryoga llamó mi atención.

— Bueno, yo ya cumplí...– yo volví a sonreírle aún más, y con un poco más de sinceridad. – aunque si aún no has recorrido la escuela yo puedo ser tu guía para que lo hagas.

— Muchas gracias, Ryoga. – le respondí, haciendo una inclinación de lo más respetuosa. – aceptaré con gusto tu propuesta, si no es mucha molestia.

— ¡No! Digo – volvió a carraspear. –...no, no es ninguna molesti-

— ¡Ey! ¡Cerdito! – Ryoga pareció crisparse y yo con ganas de devolver la comida.

Mi vista se dirigió a Ranma, que venía a nosotros con una chica a la cual no había visto, está tenía un celular en su mano ignorando todo a su alrededor, sin poder evitarlo ví como tenía su mano al rededor de la muñeca de Saotome y no iba negarlo, su belleza parecía exótica con aquel pelo lila y la forma de su cuerpo, tal vez tenía el poder de acomplejar a cualquiera, me sentí incómoda por un momento sintiéndome algo molesta, mayormente no me importan este tipo de cosas. Mi ceño se frunció cuando conecte mis ojos con el pozo azul-grisaceo de Ranma.

— ¿Qué quieres, afeminado? – respondió el chico del colmillo aparentemente molesto.

— Ukio te está esperando, recuerdo que es tu novia. – al enfatizar la última palabra me miró otra vez.

— ¡Bien! – corte todo lo que estaban por decir. – de nuevo muchas gracias, Ryoga, nos vemos luego.

Moví la mano en son de despido al susodicho con una nueva pequeña sonrisa la cual fue devuelta, y al ver a Ranma no pude evitar mostrar el dedo del medio mientras me iba en dirección a mis compañeras. El rostro perfecto de Saotome se volvió en una mueca deforme y no pude evitar reír con burla cerrando los ojos, al abrirlos, ambos, Ryoga y Ranma me miraban sin expresión, juraba que Ranma me tenía resentimiento más cuando frunció las cejas como si me quisiera matar con su mirada y yo tenía ganas de dejarle el otro ojo morado.

— Akane, ¿Dónde estabas? – dijo Yuka cuando llegue a ellas. – nos tenías preocupada.

— Lo siento...– miré al piso entrelazando mis manos detrás de la espalda. La verdad era que no había dormido bien en casa, siempre es así, les explique que me había quedado dormida sin querer y cuando me entregaron mis cosas agradecí aún apenada.

— Bueno, la idea es que ya estás aquí. Ella es Akari, es de tercero C – dejo Sayuri señalándose a la mencionada que no paraba de sonreír. Era una chica al parecer e mi misma estatura, sus cabellos tenían un ligero tono verdoso con un mechón rosa en uno de sus lados.

— Oh, eres de la misma clase que Ryoga...– comenté haciendo una inclinación. – soy Akane.

— Sí, yo le pedí a P-chan que hiciera el favor de buscarte, es bueno para esas cosas...– dijo aún sin dejar de sonreír. Yo deduje que P-chan era Ryoga.

— Cuando no se pierde. – comentó Yuka con una risilla y yo simplemente no entendí.

Luego de las presentaciones comenzamos a dirigirnos a nuestro hogar hasta que cada una se separó, sentí que mis ojos se iban a salir de las cuencas al ver el cerdo gigante justo en la salida de la escuela al perecer esa macota y guardaespalda de Akari, aunque se me ha olvidado el nombre del dichoso animal. Cuando llegue a la entrada de la casa suspiré con tranquilidad. No hay lugar como el hogar, y este ahora lo era por un buen tiempo.

— Ya llegué – me anuncié cambiando mis zapatos y el olor a comida inundó mis fosas nasales, Kasumi era una mujer hermosa y con grandes valores, sus comidas eran exquisitas, me superaba por ocho años, y aún así se había vuelto como una madre para mí.

— ¿Cómo te fue el primer día? – la Vi llegar a la sala limpiándose las manos con el mandil, yo ya estaba en la sala con el rostro puesto sobre la mesa aún había cajas sin abrir y cosas que comparar para mayor comodidad, al escucharla me levanté riendo cuál estúpida, nerviosa.

— Mira la hora, me toca hacer tareas...– tomando mi bolso me dirigí a las escaleras para subir a mi cuarto. – y con respecto a las clases, me fue de maravilla.

Ignorando el echo que golpee a alguien y que me salte más de la mitad de las clases, pero pequeñeces, ella no necesita saber esas cosas.


Een fin...

Esto ha sido todo por hoy, gracias por aceptar de nuevo esta historia, de verdad os agradezco un monton.

Espero sus comentarios con un cafecito.

Bye bye