Fic

Historias de Albert y Candy

Presenta

Especial Amor Ardiente

Fan Art de Lulú Mtz.

En

Confesión bajo la lluvia

Por Mayra Exitosa

Siempre había procurado ser un hombre solitario, por lo que llevaba así mucho tiempo, vivía en un departamento austero en un barrio de clase media, buscando no llamar la atención, tratando de pasar desapercibido, más ella siempre le hizo salir de sus pensamientos al caminar cerca, al ingresar al mismo edificio, hasta imaginar que ambos casi se seguían uno al otro. Una de esas ocasiones en el autobús que viajaba de regreso, coincidía quizás por el horario, ya había memorizado el andar rítmico que hacían sus tacones altos, ella trabajaba y estudiaba, era un joven amable, casi siempre cedía a los adultos su asiento o a las personas que traían mercancías, a pesar de usar zapatillas altas se balanceaba bien, no podía cederle un lugar, puesto que para cuando él subía al transporte, ya estaba lleno; los acelerones del chofer lograban estratégicamente enviar a las personas que permanecía de pie en la parte delantera, que con la inercia se fueran recorriendo hacía atrás, todo con la finalidad de darle oportunidad a subir a otros que no alcanzaban espacio en la ruta del autobús que ya iban con demasiados pasajeros.

Esa vez luego de ser empujada por los hombres que permanecían de pie, fue empujada hasta que finalizaba cercano a él, así para que ya no la presionaran optaba por cubrirá entre sus brazos y que ella no saliera empujada por los demás que iban ingresando. Su amabilidad y el tono de su voz, fue tal como oras ocasiones la había soñado, - ¡gracias! Es usted muy amable. - No tanto como tú, pudiste quedarte en el asiento, ese hombre que trae demasiadas mercancías ocupa más de tres asientos. - Supongo que por eso no me quitaba la vista de encima, era insistente en estar cuidando sus cosas. - Debió tomar un auto especial, no un autobús de pasajeros.

Los dos sonreían, ella con su cabeza hacia atrás para observarlo mientras que él hacia adelante para verse de lo ajustado que iban, quedaban poco a poco más juntos, al final el chofer ya no subía a nadie, por lo que no cabía un alfiler, lo difícil para algunos era bajar, sin embargo, ellos terminaban haciéndolo hasta la penúltima estación, para entonces irían sentados.

Candy era una joven que vivía en un departamento más arriba del mismo edificio que él, estudiaba y trabajaba en las tardes, por lo que coincidían en su trayecto, aunque no se hablaban ni se habían presentado, sabían que se acompañaban y entraban al mismo edificio en algunas ocasiones. Así con el pasar de los días, pronto se presentaron formalmente y eso de que nadie hablaba con él, era todo lo contrario con ella, conocía a todos en el edificio, se llevaba bien con los vecinos, la invitaban constantemente a eventos y reuniones, por lo que le llamaba la atención, pues muchos se cuestionaban ¿Quién era él? ¿de dónde venía? y aseguraban que vivía solo.

- Entonces los vecinos piensan que soy un pervertido. - No, solo han sacado sus conjeturas, eres muy amable y no creo que seas lo que dicen, prefiero hacer mis propias deducciones. - ¿ah sí? ¿y qué has deducido? - Que eres muy tranquilo, no te gusta convivir con todo el mundo porque prefieres la meditación, eres respetuoso y esta semana llevas cuatro días coincidiendo conmigo en el regreso del autobús. - Eso es cierto. - Lo ves, no eres un pervertido que se encierra en su departamento a ver películas de muchas equis. Albert no dijo nada pues a ella la soñaba constantemente y se requerían más equis si lo evaluaban por lo que sus pensamientos guardaban, más el silencio de él ruborizó a Candy pues tampoco lo negó a lo que él se reía al ver como se había avergonzado de lo que dijo, más no tenía que dar ninguna aclaración de los pensamientos de sus vecinos, al final algunos eran muy ruidosos y ella estaba a tres pisos más arriba que él.

El ingreso al edificio casi juntos, hacía que pasaran algunas cosas graciosas en el trayecto, a Juan el portero se le caían unas cajas, a Yolis la del cuatro se le salían los ojos por ver que ambos iban conversando, así pasaron algunos otros casos con los vecinos hasta que lograban subir por el ascensor y al cerra la puerta ellos se giraban para quedar de frente y vieron como varias cabezas se asomaban por el pasillo, donde los habían estado observando, haciendo que ambos se divirtieran por el chisme que se armaba solo porque él por fin, había conversado con alguien del edificio.

- Parece que les agradas, Albert. - ¿lo crees? A mi me pareció más bien un chisme de pasillo para escucharlos murmurar por horas entre todos. - Vaya que los conoces, pero no son malos, en el fondo se preocupan por sus familias y desean saber que en este edificio viven buenas personas. - Siempre ves el vaso medio lleno, por lo que escucho. - ¡ah! Entonces tu eres lo contrario, que lo ves medio vacío. El mundo no es de los pesimistas, es de quienes se atreven constantemente a ver lo bueno de los demás. - ¿Cómo el abusivo de las mercancías del autobús? Los dos sonrieron, donde sea siempre habría personas buenas y malas, lo importante era la actitud con las que los enfrentabas y eso al final podía traer cosas buenas, pues él se bajaba del ascensor en el piso tres, mientras deseaba saber como sería el departamento de la joven y hermosa inquilina del sexto piso. Ella se despedía, ahora sabiendo que su tono de voz era grave, su mirar era azul y su gentileza estaba guardada dentro de él deseando salir cuanto antes.

Los días pasaron, las coincidencias continuaron, él ahora sabía exactamente a que horas pasaba y dejaba pasar uno o dos autobuses para asegurarse de que ella estuviera en el camión de regreso, su deseos por verla se había multiplicado, en su trabajo las cosas marchaban mejor, tenía un asistente muy eficiente y él mismo le aseguró que algo nuevo estaba sucediéndole, porque todo su entorno había dado un giro de ciento ochenta grados y parecía oler a flores el humor que ahora traía. La razón, era ella, pero jamás por nada del mundo a nadie se lo diría, sería el pervertido que habían sugerido sus vecinos, soñando con ella cada noche y buscar regresar junto a ella en el autobús de las siete, con tal de ver si había cambiado el color de sus labios, el peinado de su cabello o si se disminuían las leves pecas que escondían en su maquillaje. Al final, se había vuelto un amor platónico indispensable para continuar soportando todo lo que tenía que hacer, porque su vida llevaba una carga muy difícil de soportar, como para no tener sus sonrisas y sus miradas, una vez al día antes de llegar.

Para Candy, sus salidas tempranas eran por sus clases y sus horas extras no podía tener, sin usar su tiempo para sus deberes, así continuaba reuniendo efectivo para pagar lo que su madre debía, cuidar su beca de estudios y quitarse la deuda del banco con la seguridad de que no se le volviera a prestar jamás efectivo para gastar en bebidas alcohólicas, ahora estaba en un centro recluida, la visitaba cada fin de semana, para que se sintiera a poyada, habían perdido la casa, el auto y todas sus cosas, por la tristeza de su madre al no afrontar que su padre jamás volvería.

- Candy, ¿saldrás con el chico del piso tres? - ¿tu que crees? Candy sonreía, ella no salía con nadie, pero esa respuesta fue suficiente para dar rienda suelta a otra fila de chismes de pasillo, que les harían la vida divertida a los ancianos del piso uno, a la vecina del piso dos que tomaba café en la entrada del edificio para estar enterada de todo lo que ahí acontecía y a ella, Yolis que solo estaba ansiando una oportunidad para que el chico del pis tres, le saludara cuando pasara.

Continuara…


Gracias por darle oportunidad a esta bonita historia del mes de Febrero, sus comentarios animan a continuar

eal Especial Amor Ardiente de este mes deseando sea de su agrado,

Agradeciendo también la amabilidad al respetar los escritos de mi autoría por no copiarlos ni adaptarlos en otras plataformas

Un abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa