Go now, if you can't find a reason

Con una jodida mierda.

—Y verás, no es taaan malo, podemos ir hasta la otra sucursal sin problema.

Mierda.

—A lo mejor como está más lejos de la ciudad, no hay tanta gente.

Voy a asesinarte, Aegon.

—Oye, ¿estas bien? ¿por qué parece que tu mandíbula saldrá volando?

A Aemond se le torció una sonrisa en la boca y se esforzó por no hacerle ver a su tonto hermano lo mucho que el ojo le estaba temblando.

—Te van a salir arrugar si sigues de esa manera.

—Te dije—entabló y luego hizo una pausa para respirar profundo. Fácilmente podría haberse tragado todo el aire de la habitación—, que necesitaba comprar un maldito regalo para Lucerys antes del 14 de febrero…

—¿Qué hay con eso?— su hermano estaba confundido, llevó su mano a su mentón, por supuesto, para acentuar su falta de entendimiento sobre el asunto.

—¿Como que qué hay con eso, imbécil? Voy a matarte—apretó los puños y se abalanzó sobre él entre las cajas vacías y los peluches horrendos que nadie había querido en el pasillo de las ofertas.

Helaena tuvo que poner orden, cómo siempre, metiéndose entre ambos. Aegon, por supuesto, se refugió tras ella, haciéndose pequeño. A sus espaldas, las personas seguían buscando regalos y una que otra caja de chocolates olvidada para sus seres queridos, y las canciones de amor resonaban en los pasillos del supermercado. Pero sencillamente no quedaba nada.

El amor es una magia…una simple fantasía. Y al fin lo encontré…

—Aemond, hermano, tranquilo—la muchacha levantó las manos en un ademán común y su tono bajó por lo menos 5 niveles comparados a los de Aemond. Estaba al tanto de lo que había hecho Aegon—. Toma, este cuarzo calmará tu mal humor— tomó las manos de su hermano y las envolvió con las propias, dejando entre el hueco que se le formaba entre ambas una pequeña amatista.

Y va creciendo y creciendo cómo nubes en el cielo.

Aemond alzó una ceja, pero no se atrevió a decir nada al respecto. Resopló por lo bajo y se acordó de cómo su hermano lo había jodido todo:

Se despertó aquel día, envuelto entre las cobijas y con el estómago rugiendo, había comprado el regalo de Lucerys con anticipación y gracias a los Siete, el muchacho no había pedido más que una caja de chocolates genérica que bien Aemond pudo encontrar en cualquier supermercado. Había sido piadoso este año, pues el pasado pidió que Aemond lo llevase a ese restaurante caro del que al final resultó no gustarle nada. Desgraciadamente, ambos habían tenido una pelea el día anterior, pero el joven quería creer que volverían el 14 de febrero cuando le entregase los malditos chocolates. Así solía ser su rutina. Terminaban por una estupidez y volvían al día siguiente.

Lo que lo hizo sopesar entre el sueño y el despertar, fue el sonido de algo metálico y alguien masticando algo crujiente mientras encendía el televisor de su cuarto.

Mierda, Mondy. ¿Por qué no tienes tele de paga en tu televisor? Por cierto, estos chocolates están buenismos.

Aemond había saltado de la cama y lo había ahorcado cuando reparó que no quedaba ni un misero chocolate en la maldita caja.

—Helaena, agradezco tu capacidad de mediar las cosas. De no ser por ti, Almendra ya me había ejecutado.

—Cómo si no te lo hubieras buscado, Egg. ¿Qué se supone que deba regalarle a Lucerys ahora? — Helaena se cruzó de brazos y sus ojos lilas reverberaron en los de su hermano cuando lo miro deprimido. Colocó una mano en su hombro—. Tranquilo, Aemond, encontraremos algo decente para Luke.

—¿Algo decente implica una flota?— preguntó Aegon—. Además, ¿qué no volvieron a terminar hace unos días?

—Eso no importa. Si había posibilidades de recuperar a mi Luke— Aemond carraspeó la garganta cuando una sonrisa acusativa se le formó en el rostro a Aegon, sorprendido del apodo y lo que englobaba llamar Mi Luke al otro muchacho. Había propiedad y cariño en ello, ambas que no dejaba que nadie dilucidara—. Quiero decir, a Lucerys… ahora simplemente ya no tengo nada con qué llegar como excusa.

—Oye… ¡tengo una idea!— Por los siete infiernos, pensó Aemond, porque todas las ideas de Aegon acababan en desastre.

. . .

—Como lo ensayamos chicos—Aegon siseó en voz baja a Cregan, Dalton y Jacaerys, escondidos entre los arbustos, mirando a Aemond desde el fondo, plantado frente al balcón donde mantenía una charla exhaustiva con Lucerys.

—¿Crees que voy a perdonarte así tan fácil, Aemond? Me hiciste una escena de celos, ¡de celos!

—¡Ya lo sé! Estoy trabajando en eso, ¡¿okay?! Además no puedes culparme, ¡ese tipo te estaba pidiendo tu número!

—Si… ¡por que necesitaba una recarga de datos, imbécil! —proclamó el muchacho desde el balcón.

—Escucha, sé que no he sido el mejor, y el imbécil de mi hermano se comió tu regalo...

—¿Eh?

—Larga historia, pero, te juro, en serio, te juro que si esta vez me dejas volver contigo, seré el mejor novio que puedas tener.

Jacaerys se cruzó de brazos y dejó que la guitarra le colgase del cuello. Puso los ojos en blanco.

—Siempre es lo mismo con ellos…

—Y que lo digas— dijo Aegon.

Lucerys se removió en el balcón, incomodo.

—Aemond, ya no te creo…siempre dices eso…y yo, estoy cansado…

—Amor, escúchame…te amo, en serio te amo y no quiero perderte de ninguna manera por mis estupideces.

Cregan jugó con las cuerdas del bajo que llevaba , impaciente, atento a la señal. Aegon había dicho claramente que en cuanto Luke dijera que sí, saldrían a escena. Mientras tanto, el chico en el balcón dio una media sonrisa, abrumado por la palabrería.

—¿Esta vez lo dices en serio, Aemond?

—Tan en serio como que sería capaz de recorrer por ti cada uno de los siete reinos y colectar las flores que más amas para entregártelas la misma noche— Dalton casi pudo jurar que Aemond estuvo a punto de arrodillársele a Lucerys.

—Eres mi Luke…solo mío, lamento ser tan celoso y posesivo. Voy a esforzarme.

El muchacho en el balcón batió las pestañas y avivó una sonrisa.

—Prometelo, Aemond, si no, en verdad, nunca más voy a volver contigo.

—Mi amor Strong, en verdad te lo prometo, quiero cuidar a la única persona que me soporta.

—Es verdad, es el único que lo soporta—susurró Aegon, divertido desde los arbustos. Jacaerys le secundó, asintiendo.

—Ya casi lo perdona— dijo Jace.

—Está bien, Aemond.

—Se los dije — señaló, mientras miraba a la banda. Aegon se batió en su lugar, tratando de que todos fueran a sus posiciones.

—Listo, chicos, ¡muestren su talento, es nuestra señal!

Entonces, la banda conformada por Cregan, Dalton, Jace y Aegon, llamada "Los huevos de dragón", porque claramente Aegon así lo había decidido, salieron a escena estrepitosamente. Lucerys arqueó una ceja y Aemond deseó que se lo tragara la tierra.

1

2

3

4

¡Ahora, chicos!

—Vete yaaaaa, si no encuentras motivoooo, para seguir conmigoooo, ¿para qué continuar? —Aegon cantaba a todo pulmón y Cregan tocaba el bajo con toda la devoción del mundo. Jace estaba empeñado en seguir los coros y Dalton llevaba una tarola y sus baquetas para darle sabor al ambiente.

—Es mejor terminar como amigooooos, que ser como enemigoooos, esperando atacar.

—Aemond…¿qué es esto? —los ojos de Lucerys se pusieron como amplios platos y repararon confundidos en su ahora-otra-vez novio, quien, por su expresión, quería hundir la guitarra de su hermano en su vacía cabeza.

Aemond se llevó una mano a la frente. Esa no era la canción que habían acordado tocarían.

—Vete si no sientes que mi boca te provoca sensaciones cuando ronda por tus labios, vete si tu cuerpo no se excita cuando en forma de caricias, te recorro con mis manos. Nada justifica en esta vida soportar con la mentira una relación si no hay amor… ¡Vete ya, si no hay amooooor!

Al menos Lucerys volvió con Aemond esa noche, y tuvieron una buena noche, encendidos por ese accidente de canción.