Una hora antes del desmadre.
Distrito de Kawasaki, 21:25PM.
—¡¿Que significa esto, Tomoe-san?! —berrea el japones, soltando un paquete violentamente sobre la mesa— ¡¿15 kilos?! ¡Este no era el trato!
—¡Oye, maldito! —uno de los Yakuzas amenaza con desenvainar su Katana— ¡¿Cómo te atreves a hablarle así a Tsurugi-san?!
—¡A mi no me grites, hijo de puta! —vocifera otro, de los rivales— ¡Guarda esa mierda!
—Caballeros —interrumpe Tomoe, impávida en su asiento. Firme agarrando su Bokken como un bastón asistido, añade finalmente— Vamos a aclarar los puntos ahora mismo. Takana-san —increpa a su enemigo— Lamento que la cantidad de los productos no sea la misma del mes pasado. Hemos cambiado de proveedor y le puedo asegurar que este es de buena calidad.
—¿Qué significa esta mierda? —reniega Satoshi Tanaka, el cabecilla del clan Tanaka— ¿Estas son balas británicas? ¿Quieres que mis hombres usen armamento inglés? ¿Cómo puedes deshonrarte a ti misma con esto?
—¿Cómo puedes deshonrarte a ti mismo, usando armas de fuego? —repele Tsurugi, haciendo énfasis al provocativo insulto que le da su rival— ¡Un Yakuza jamás se deshonra así mismo por usar armas de fuego! —golpea su Bokken contra el suelo con ímpetu— Me das asco, Tanaka. No puedo creer que por llevar la fiesta en paz contigo, tenga que dialogar con norteamericanos casados con inglesas.
—¡¿Qué insinúas, Tomoe?! —chista el nipón.
—Tienes la mercancía que pediste —sentencia Tsurugi, levantándose de su asiento para retirarse— Te doy 4 días para desalojar el bar de Tatsuya. Como no lo hagas, mis hombres van a entrar a acabarte.
—¿Quién es tu proveedor? —refunfuña colérico Tanaka— Dímelo. Lo acabaré.
—Ni te atrevas a tocarlo, insolente —advierte la mujer, fulminándolo detrás de sus anteojos negros— Tengo un pacto con esos extranjeros. Es importante para la nación.
—Esta noche me has insultado de la peor manera —reprocha el varón, con aires vehementes— Te vas arrepentir de esto.
—No me provoques, Tanaka —avisa la fémina, frunciendo el ceño— Hazte a un lado o te destruiré. ¿Me oyes? Te haré comer mierda.
—Ya lo veremos…—graznida el Yakuza enemigo, apretando los puños.
[…]
Solo dos de los guardaespaldas de la chica que me gusta sobrevivieron a la masacre del club de eventos. En cuanto se supo lo ocurrido, la policía y dos ambulancias asistieron al lugar. Hipócritamente apoyé a Kagami, simulando ser víctima al igual que ella y mis cercanos amigos ser actores de un asalto por una banda o congregación de vándalos mal armados. Ella dijo:
—Solo me defendí con lo que encontré, oficial…estaba tan asustada, usted me ve —murmura temerosa Kagami— Soy una mujer ordinaria…
Y yo apoyé la moción:
—Agarré una silla para defenderme. Pero estaban armados con pistolas y armas de fuego señor —miente Félix, débil e indefenso— Me escondí con mi novia en el baño. Tenía tanto miedo, oficial…
Pura mierda. Pero sin duda algo se quedó grabado a fuego en la memoria de los asistentes y es el hecho de que defendí a Kagami con mi vida. Desconozco como funcionan las reglas de los Yakuzas en este sub mundo bajo y vil. De lo único que soy certero es que ellos estaban infinitamente agradecidos conmigo, al punto de llevarme hasta mi casa, a mi primo y a su pseudo novia. Aunque es mas bien su amante. ¿O es Kagami la mía? Me vale ya. Fui el ultimo en ser dejado en el destino. Tsurugi no parecía conocer mi morada. Se sorprendió al verla. ¿Habrá creído que vivía debajo de un puente o algo así?
—Vives en una mansión —especula Tsurugi, sin quitar la vista del frente.
—Vivo en mi cuarto —sentencia Fathom, magullado y herido desde la frente hasta el mentón. Abre la puerta del carro— Hasta mañana, Kagami.
—Espera —lo detiene del brazo, apretando la extremidad con pretensión— Solo quería decirte que…agradezco el gesto que hiciste esta noche por mí. Te interpusiste por mí, sobre los matones. Eres un hombre honorable.
—¿No hubieras hecho lo mismo por mí? —espeta Fathom, simulando soberbia y haciendo amago de rudeza. Se desliga de ella— Adiós.
—Félix —advierte Kagami, a solo segundos de que se retire del auto. Quiere dejarlo muy en claro— Lo que pasó hoy, no quedará en el olvido y creo que lo sabes. Estás ligado a mi a partir de ahora.
—Me parece que estás intentando ponerme una correa. Es mejor que lo olvides —farfulla el rubio, con actitud altanera— No es bueno para ninguno de los dos. Yo no soy tu héroe.
—¿Quién dijo que salvarme la vida te convierte en un héroe? Eres mi esclavo —blasfema Kagami, inconforme con su respuesta. Le cierra la puerta del carro violentamente— Lárgate.
—¿Tu qué? —Graham de Vanily se deforma— Lárgate tu —endosa el rubio.
—Ojalá tengas pesadillas hoy —chantajea Kagami, zapateando el suelo de su carro— Tatsu. A casa —demanda.
—Siempre dando ordenes ¿No? —protesta Fathom en la calle. La ver partir, alzando la mano al aire— ¡Corre, Tsurugi! ¡Corre! ¡Bleh! —le saca la lengua.
Me siento fatal. Pero no se confundan. No es por el hecho de que acabo de tener indiscretamente la primera pelea de muchas con Kagami. Si no, porque no pude darle sus merecidos a esos maricones de mierda cobardes que la amenazaron. ¿Qué se creen? Joder. Nadie intimida así a mi mujer. Si. Porque mentalmente sigue siendo mi mujer, aunque digan lo contrario. En un intento absurdo de huir de la mirada inquisitiva de mis padres, no entré a casa por la puerta principal si no por la puerta de servicio de la cocina. El reloj de la pared marcaba las 02:30. Pretendía pasar desapercibido pues conocía los horarios de sueño de Colt. Pero no de mi madre, quien ha incurrido en una mala costumbre o manía de esperarme despierta cada vez que salgo de juerga. Incluso si esquivé las cámaras de la entrada, ella me interceptó despierta y en bata rosa sobre la cocina. Mierda…aquí se viene un regaño. ¿No? Se abalanza hacia mi raudamente. No alcanzo a reaccionar. No estoy ebrio o drogado, lo juro. ¿Me hará un test de narcóticos?
—Hijo mío —profesa Amelie, envolviéndolo en un maternal abrazo; sumamente preocupada— Que el rey nos ampare, estás bien.
—¿Qué sucede, madre? —pregunta Félix, absorto con su reacción tan errática— ¿Qué ha pasado?
—¿Qué ha pasado? —refuta Amelie Graham de Vanily, melancólica— ¿Qué me dices, hijo? Yo he visto las noticias. Por favor, no le cuentes a tu padre.
—¿Qué noticias…?
—¿No sabes? Pero si estuviste ahí —comenta la rubia, prendiendo la TV. Le enseña la noticia— Ahí estás…
La televisión japonesa en el canal TV Tokio muestra una noticia en vivo, recolectando hombres esposados. Ha catalogado el hecho como un ataque del ámbito "ajuste de cuentas" entre dos clanes Yakuzas. Se ve así mismo, en una esquina con ambas manos en los bolsillos. Omite el hecho, apagando la televisión de golpe. Se gira hacia su progenitora y suspira sereno.
—Estoy bien, mamá —comenta templado el británico— No deberías creer todo lo que sale en la TV. Mienten mucho —añade, desplazándose hacia el sofá para sentarse en la sala con ella. Se despeina, tomándose la cabeza— Eran unos ladrones. Entraron para asaltarnos. Querían llevarse los equipos de música, es todo.
—¿Realmente no me estás mintiendo, Félix? —inquiere Amelie, intranquila.
—Mamá, realmente es muy tarde y estoy cansado —Fathom se levanta y camina hacia su cuarto— ¿Qué pasa? ¿Crees que no existe la delincuencia en Japón?
—¿Félix? —lo llama, obligándole a detenerse en medio del pasillo. Amelie suena preocupada de verdad— Por favor, hijo. No te metas en problemas ¿Sí? Promételo.
—Lo prometo…—sisea el rubio, sin llegar a voltearse; pues su semblante se esconde detrás de una mirada oscura y menguante— Buenas noches. Descansa.
Mansión de los Tsurugi, a esa misma hora. En las mazmorras.
—¡Habla de una vez, pedazo de mierda! —berrea un hombre.
Solo uno de los sujetos permanece encadenado a una pared del lugar. Está atado de muñecas y pies, con aparentes signos de haber recibido una golpiza de puta madre. Está en ropa interior. Apenas logra ver a los que acometen leñazos sobre su anatomía. Tiene los ojos hinchados, la mandíbula partida y un chorro de sangre escurre desde su cuello hasta los pectorales. Tomoe hace ingreso al lugar junto a dos hombres de confianza. El silencio se apodera de la escena por unos instantes, antes de que pueda entrometerse de lleno en el problema.
—Que lastima, Shuishi —dice Tomoe, parada con imponente respeto— Creí que después de tanto tiempo a mi lado, seguirías mantenido el poco honor que te quedaba. Yo, que te acogí como un hijo en nuestra familia cuando nadie mas lo hizo.
—To-Tomoe-san…—balbucea derrotado el japones— Tanaka nos ordenó hacerlo.
—¡Tu lealtad estaba conmigo, perro infeliz! —brama Tsurugi, brindándole un bastonazo en todo el rostro. Un diente vuela hacia un costado— Tu traición, te costará la vida. ¿Cómo te atreves si quiera a pensar en secuestra a mi hija?
—Ya no tengo salvación —murmura casi al expirar. Conoce el castigo y la condena para ello. Cabizbajo, exhala por ultima vez— Las calles de Tokio ya no son lo que eran antes. Usted ha vendido nuestra patria a los extranjeros…—tose, salpicando algo de sangre en el proceso— Y a infectado las calles con su amargo rencor hacia el único clan que siempre la apoyó.
—Suficiente —demanda la mayor— Ya has hablado demasiado. Es hora de que te calles para siempre —chasquea los dedos. Uno de sus hombres desenvaina una Katana— Eras mi mano derecha, Shuishi. Pero ahora estás despedido —asiente, ordenando su ejecución— Salúdame a tus ancestros en el infierno.
—¡Ese maldito gringo! —vocifera el reen, en un grito desesperado— ¡TODO ESTO ES SU CULPA!
[…]
—Tsurugi-san —uno de sus secuaces la intercepta en el pasillo. Se une a su caminata nocturna— Ya tengo en mi poder la grabación del centro de eventos. Uno de mis chicos sobornó a la policía. No dirán nada sobre la señorita Kagami.
—Kagami no me preocupa, Tojo —enuncia Tomoe— Lo que quiero saber, es quien estaba con ella al momento del ataque.
—Bueno…según el video —agrega— era un chico de descendencia europea. Interrogamos a algunos testigos oculares del momento y todos apuntan a que se trataría de Adrien Agreste. El hijo de su socio comercial Gabriel Agreste. Pero…—hace una pausa, sobándose el cuello— Si a mí me lo pregunta…
—Sé lo que dirás —farfulle Tsurugi, con aires de superioridad— Se veía como Adrien Agreste pero no se movía como Adrien Agreste.
—No. Creo que…se trataría de otra persona —le entrega una fotografía que ella no puede ver. Pero ya saca luces de la verdad— Su nombre es Félix Fathom. Un Graham de Vanily.
—¿Shuishi iba armado?
—Hai —asiente el varón. Deposita el arma en su mano derecha— Con una pistola de industrias Fathom, ni mas ni menos. Tanaka se la entregó.
—Que hermosa rueda del destino hubiese sido que Félix, fuera asesinado por una bala de su propio padre —esboza en una sonrisa perversa— Interesante. Quiero conocer a ese tal Félix Fathom en persona
—Tsurugi-san, si me permite —le interrumpe Tojo, turbado por su manera de ver las cosas— Discúlpeme. No quiero sonar irreverente —reverencia con solemne respeto— Pero creo que debería darle una oportunidad al muchacho. El intentó salvar la vida de la señorita Kagami.
—¿Por quién me tomas, Matsuhito? —examina la matriarca de la familia— ¿Crees que soy una mujer despiadada?
—Llevo 25 honorables años trabajando con usted —manifiesta el Yakuza de traje— Se muy bien como acaban los hombres que intentan acercarse a la señorita Kagami. Pero este chico es un extranjero que no conoce nada sobre nuestra cultura. No creo qu-…
—Relájate —explica con serenidad— Solo dije que quiero conocerlo. No que me lo trajeras ante mí. Después de todo, el vendrá a mí de igual manera —las luces de un vehículo estacionándose en la entrada de la casona. Su hija desciende de el y camina hacia la entrada— Vete ahora. Déjame a solas.
—¡Hai!
Kagami se cruza con Tojo Matsuhito en el pórtico principal de la morada, despidiéndose en un escueto saludo pueril y respetuoso antes de ser interrogada por su madre quien la aguarda pacientemente en el salón. Bebe una taza de té. La menor se muestra indolente ante su apariencia indomable. Seguramente va a escudriñar sobre los hechos ocurridos en la fiesta. Ya conoce a su progenitora. A ella nada se le escapa y da por sentado que sabe todo, incluso los detalles.
—Buenas noches, madre —reverencia Kagami— Me imagino que esperas un informe detallado sobre lo que pasó.
—Ahórratelo —sentencia la mujer— Ya me he encargado de hacer pagar a Shuishi. Y no hace falta sondear mucho el como le diste su merecido. Has aprendido bien, Kagami. Estoy orgullosa de ti. Eres sin duda digna hija de la familia Tsurugi. Jamás dejes que nadie te ponga una mano encima. Primero se la cortas.
—Gracias, madre —asiente, ligeramente ruborizada por el cumplido. La aceptación de su antecesora la atosiga de orgullo— Me siento honrada de ser parte de este clan. Ahora, si me disculpas iré a descansar. Debo bañarme y quitarme este olor a sangre del cuerpo.
—Antes que te vayas —yuxtapone Tomoe, enseñándole una fotografía elocuente— El chico que sale en esta foto. ¿Lo conoces?
—Mierda…—Kagami hace una pausa prolongada, tragando saliva con dificultad. Se esfuerza por mantener la calma y que no note atisbos de debilidad en su voz— Lo conozco. Es Félix Fathom, el primo hermano de mi prometido. Es británico.
—Ya veo —sonríe la mayor, guardando la imagen— Así que fue Félix quien te defendió de los matones y no Adrien, quien es tu futuro esposo y se supone debería cuidar de ti. ¿No?
—No es lo que piensas. Adrien es-…
—No digas nada, ya lo sé —alza la mano, atajándola al instante— Es un buen chico. Por supuesto que no lo veo metido en riñas callejeras. Su papel aquí es meramente burocrático.
—¿Cómo? —parpadea, confundida.
—Quiero conocer a este muchacho inglés —adiciona— Estoy consciente del desmadre que hizo la noche de la fiesta en casa. Al parecer, le gusta bastante romper las reglas y no le teme a las reprimendas.
—Félix es…—musita, casi inaudible— valiente. Es lo que sé de él.
—Valiente —añade Tomoe— O muy estúpido para saber cuando cerrar la boca. De igual forma, tiene potencial. No hay perro que no pueda ser adiestrado. Tráelo a casa. Yo personalmente le daré las gracias por lo que hizo hoy.
—Madre, no creo que sea prudent-…
—Es una orden, Kagami —exige Tsurugi, levantándose de su asiento— Ahora ve a tu cuarto.
—Si…madre…—reverencia finalmente, vencida— Buenas noches.
La joven estudiante se retira a su cuarto embrollada en una lluvia de pensamientos contradictorios que ni si quiera ella misma logra averiguar. ¿Cómo darle un significado claro a lo que pasó entre ambos? Casi medio año sin tener apenas contacto visual, viviendo en las sombras de un interés oculto a vista y paciencia de todos. Y lo que acaban de hacer juntos hoy le retuerce las tripas.
El solo hecho de perpetuar el éxtasis que profesó en ese momento; los dos solos peleando codo a codo contra los yakuzas enemigos le sobre estimula en demasía. Aun guarda cavilosa la libreta de anotaciones que el propio Félix perfiló para ella, creando así una especie de un altar a una diosa prohibida. Sus sentimientos son tabúes en una conversación que no existe. Pero proyectarse viviendo una vida a su lado, le parece atractivo ahora. Su madre le ha pedido que lo lleve a casa. ¿De qué forma podría llevar a cabo eso sin levantar sospechas? Lo que menos busca es llamar su atención.
Se sienta en el escritorio y prende el notebook para atestiguar si algo ha salido de ellos en las noticias en redes sociales o en la misma internet. Nada relevante. Su madre y su red de secuaces han limpiado la escena como es habitual, borrando los rastros de su paso violento por ella. De pronto, una notificación salta sobre uno de los iconos.
Desplaza el dedo sobre el mouspad y abre la campanita. Una sonrisa lujuriosa se bosqueja en sus labios, dotándola de cierto brillo opaco en sus ojos marrones.
—Que curioso que puedas pensar en sexo incluso luego de haberte agarrado a golpes con unos matones —piensa la nipona. Cierra la tapa del ordenador— Tu no duermes.
Desplazando la computadora hacia un lado, ahora es reemplazada por un diario de vida que esconde con precavido cuidado en un compartimiento secreto bajo la mesa. Ha dejado en un clip algunas misivas, frases cortas, comentarios, anécdotas y apreciaciones sobre lo que lleva leyendo del bloc de notas de Fathom. A diferencia de su pseudo acosador ella no necesita fotografiarlo. Son bocetos hechos a mano por ella misma, de todos los ángulos y situaciones posibles. Retratar en carne propia y con avidez un sentimiento, es mucho más seductor que un registro fotográfico. Ya que puedes captar desde tu perspectiva y no la de un lente, lo que esa persona refleja en realidad.
Y lo que Félix Fathom refleja para ella…
—Perfección.
[…]
"No habrá paz para nosotros. Jamás vivenciaremos el atardecer en la quietud del océano, si no es acompañado de una tormenta de desamor. Sufrirás y al mismo tiempo gozaras, pues no hay final feliz para ambos. Esta historia se cuenta sin palabras. Solo matices y contrastes que te asaltarán como un vil ladrón. Estas destinada a compartir mi locura, mis penurias y la incertidumbre a mi lado. Yo seré tu inquietud por la noche y tu certeza por la mañana. La batalla de cada día, con una tregua dulce y voraz. Te llevaré al límite de la cordura para que solo cuando estes al borde de la locura, tus labios y los míos se fundan en el sexo más voraz de todos. Quiero que me quites la ropa y me desnudes de los miedos, rasgando mi piel con tu violento amor. No soy solo un simple esclavo ordinario. Anhelo que seas mi dueña, ama y señora. Acábame con la mirada concisa y la palabra perfecta, de tu criminal y delictual belleza femenina. Castígame con la fragancia de tu aroma y no dejes que te mire más, cegado de lujuria. Lacérame con un adiós de invierno y salúdame con la brisa de la primavera. Esta no es una carta de amor. Es un testamento que sello en mi lecho de muerte. Soy solo una sombra inerte a tu lado. Pero sin ti, estoy muerto. Y morir por tu amor, es lo único que deseo en esta vida; reencontrándonos en la siguiente.
Te amo, Kagami Tsurugi. Me he enamorado de ti. No te pediría jamás que solo fueses mi novia. Eso sería limitarnos a confinar este sentimiento en una palabra sin un juicio selectivo. Quiero que seas mi otra mitad. Mi todo. Acompáñame hasta los confines de la tierra. ¿Aceptarías?
Por siempre tuyo, Félix"
Ay, mierda. ¿Pero qué demonios acabo de hacer? No sé si me tiene más en shock el hecho de que lo hice a puño y letra; sacado de no sé dónde. O que lo estoy leyendo mientras estoy con los pantalones abajo, sentado en el WC de la escuela. Soy un ridículo. Un completo patético que se cree poeta por el simple hecho de estar enamorado de una chica que jamás lo mirará con otros ojos que no sean de un perro. Quien leyera esto pensaría que lo escribió una mujer en plena crisis pre-menstrual.
—O una madre con trauma post parto —suspira rendido el inglés, doblando la hoja para guardarla en el interior de su pantalón— Soy un fracasado.
—¿Qué sucede, primo? —le habla Adrien desde el cubículo de al lado— ¿Estás estreñido?
—Ay, cierra la boca Adrien —Félix golpea la pared con el puño— Algunos por aquí queremos cagar en paz ¿Vale?
—Creo que necesito comer más verduras —expresa el Agreste, con el rostro compungido. Se soba la panza— Tampoco puedo hacer…
—¡No quiero saber los detalles de tus problemas digestivos, joder! —chilla Fathom, totalmente avergonzado.
—No te lo había dicho antes, pero…—el francés esboza una sonrisa afable, tocando con la mano la pared que los separa entre ambos— Quería felicitarte por lo que hiciste anoche. Eso fue…increíble, primo. El cómo defendiste a Kagami. Ni si quiera te importó dar tu vida por ella. Solo saltaste adelante incluso si ese matón te apuntaba con un arma.
—¿Y no encontraste un mejor lugar que hacerlo justo ahora? —rezonga Graham de Vanily— En serio, estoy intentándolo, pero haces que se me apriete el trasero.
—Supongo que me pongo algo melancólico en momentos tan íntimos como estos —carcajea jovial el galo— Me recuerda a cuando compartíamos la bacinica de pequeños y echábamos competencia de quien orinaba más rápido.
—Teníamos 5 años, Adrien —Félix se cubre el rostro con la palma. No se la puede creer— Éramos unos niños solamente.
—Éramos unidos…—musita con melancolía el francés.
—¿Qué insinúas? —Fathom arquea una ceja— ¿Qué no lo somos aún?
—A veces pienso que, en el algún punto, tú y yo tomaremos caminos diferentes —confiesa angustiado— Y que eso nos lleve a separarnos, en definitiva.
—¿Cómo dices…? —vale, ahora Félix si se ha preocupado por sus palabras. Le extraña que de pronto saque algo de esa calibre— Adrien, no importa qué clase de vida llevemos. Tu sigues siendo mi primo favorito. El mismo de siempre. Sea que tengamos 5 años o 70. ¿Por qué de pronto tienes estas inquietudes? ¿Acaso hay algo que no me estés contando?
—Marinette me contó toda la verdad —expone Adrien finalmente— Kagami Tsurugi es una Yakuza. Es por eso que intentaron hacerle daño anoche. Aunque intenten disfrazarlo, la pelea fue por un ajuste de cuentas. Y yo sé, aunque lo disimules bastante bien que en el fondo estás enamorado de ella —agrega, jugueteando con sus dedos— Por lo tanto, cualquier cosa que te vincule a ella será violento y tu vida correrá peligro.
—Sigues siendo tan ingenuo como siempre, primo —sentencia Graham de Vanily. Tira la cadena y se sube el pantalón, previa limpieza— Tu no entiendes que esto no pasa por mi ¿Verdad?
—¿A qué te refieres? —su familiar hace lo mismo y ambos salen de los cubículos, enfrentándose cara a cara— ¿Cómo es eso?
—Adrien, nuestras familias se involucraron en esto mucho antes que nosotros —le explica el británico, con la mirada penetrante— ¿Qué no te das cuenta que Colt y Gabriel tienen tratos con los Yakuzas? Los Graham de Vanily y los Agreste, están metidos hasta los huevos en este mundo. Y te recuerdo, que tú ahora estas comprometido con Kagami. Por lo tanto, corres el mismo riesgo que yo.
—No lo…había pensado así —una revelación que lo deja estupefacto.
—Estamos condenados —profesa Félix, lavándose las manos— No hay forma de evitarlo. A menos, que hagamos algo al respecto. Y es por eso que es necesario que pase lo que pase, sea el camino que tomemos por separado, nos mantengamos unidos como siempre.
—Tengo miedo, te lo admito —revela Adrien Agreste, imitando su gesto con el jabón. Acto seguido, se mira al espejo— Yo realmente estoy enamorado de Marinette. No puedo casarme con Kagami. A diferencia de ti, a mí me cuesta mucho fingir.
—Pues si quieres estar con Marinette, tendrás que luchar para conseguirlo —advierte su compañero, secándose las manos con un trozo de papel— No será fácil. Se vienen tiempos oscuros…
—Félix, yo-…
—¡Ah! ¡Aquí están chicos! —Kim los interrumpe entrando de lleno al baño— Los estaba buscando. ¡Vengan rápido! Llegaron los stands de las Universidades. La señorita Bustier pregunta por ustedes.
—Que fastidio —resopla el inglés, negando con la cabeza— ¿A mí que me importan esos stands? Yo ya sé que haré con mi vida.
—Pues aun así debes escoger un lugar donde cursar tus estudios —lo alienta Adrien, apoyando sus manos en sus hombros— ¡Vamos! Yo aun no sé bien que elegir.
Estamos a portas de graduarnos. Ya no queda nada de año escolar y por estas fechas, nos están bombardeando a todos con inducciones y clases sobre escoger un estudio superior. En japón es tradición en las escuelas que las Universidades vengan a mostrar lo que tienen para ofrecer y becar alumnos. Sobre todo, a gente como nosotros dos, que tenemos las calificaciones más altas. Yo tengo claro mi futuro. Al igual que lo que tenía planeado en Londres, estudiaré ingeniería informática para seguir potenciando mi nivel como creador de softwares entre otras cosas. Han destinado el gimnasio en una exposición improvisada en donde centenares de personas asisten para ver, finalmente que opciones tomarán. No tenía planeado quedarme a estudiar en Tokio, la verdad. Pero dado que estoy pringado a Kagami…si me he replanteado la idea de quizás asistir en japón y no regresarme a reino unido. Hacerlo, me separaría de ella por un buen tiempo.
Y sobre todo está el hecho de que, al parecer, su vida correrá un peligro constante. Si no estoy yo ¿Quién demonios la defenderá? Aunque vamos, ella se las apaña sola. Es más bien mi orgullo narcisista el que me impide abandonarla. Ah…y está esa estúpida frase que me sigue dando vueltas en la cabeza. Dios…ojalá no la hubiera dicho.
¿Quién dijo que salvarme la vida te convierte en un héroe? Eres mi esclavo.
Yo todo soberbio lo niego a regañadientes. A pesar de que en el poema absurdo que escribí profeso exactamente lo mismo. ¿Quién me entiende? Ni yo lo hago.
Acompaño a mi primo a pasearse por los puestos de carreras y academias, reuniéndonos con Marinette y los demás. Por supuesto que ahora Kagami los sigue. Ya todo el mundo sabe que son amigas. Para mi sorpresa, se han unido a nosotros otros estudiantes extranjeros. La mayoría viene de un colegio francés en el distrito de Chiyoda. Genial. Mas fantuches para soportar. Al menos estos si se bañan.
—¡Vaya! ¡Pero si es el chico de Tik Tok! —exclama con un entusiasmo nauseabundo una muchacha rubia, que corre a saludarlo— ¡Mucho gusto! ¡Me llamo Rose Levillant! Eres realmente mucho más guapo en persona —lo adula.
—Gracias…—Félix se retrae, incomodo con su positivismo— Supongo…
—Ella es mi amiga Juleka y su hermano Luka —los presenta.
—Un placer, Félix —le saluda Luka Couffaine, estrechándole la mano caballerosamente— He visto tus videos y Adrien habla mucho de ti. Se ve que eres muy decidido.
—El placer es mío, Luka —expresa Félix, estrechándola sutilmente más calmado que como le paso con Rose. Le cayó mejor.
—¿Ya eligieron una carrera? —pregunta Alya, mostrándoles un panfleto— Yo quiero ser reportera. Hay buenos ramos en la Universidad de Shibuya.
—Yo ya escogí la mía —murmura Marinette con ternura, exponiendo su carpeta— Quiero ser diseñadora de modas —se gira hacia la Tsurugi— ¿Y tú, Kagami?
—Mi madre quiere que estudie leyes —revela la peliazul, con seriedad— Cree que sería conveniente para la familia que sea abogada.
—Bueno, eso es lo que tu madre quiere —comenta Dupain-Cheng— ¿Pero es lo que quieres tu?
—Da lo mismo lo que quiera yo —se encoge de hombros— No es como que vaya a tomar en cuenta mi opinión. No tengo elección.
—Bueno, si no te molesta eso estaría bien —la potencia Adrien, jugando su papel de "prometido" con ella. Le toma el hombro derecho y sonríe— Mientras seas feliz, todo bien.
—¿Y qué hay del chico bailarín? —sugiere Rose, entusiasmada— ¿Te gustaría seguir una carrera artística quizás?
—Tsk…que metiche es esta chica. ¿Y a ella que le importa lo que quiera hacer con mi vida? —piensa Fathom, rechazando la idea de contestarle. Pero ahora mismo, ha captado la atención de Kagami, quien lo mira con esmero y expectante a su respuesta. Se retracta— Bueno…estaba pensando estudiar ingeniería en informática.
—Vaya, un computín —se mofa Césaire— No pensé que Félix fuera un Geek.
—Muy gracioso, Césaire —farfulle Graham de Vanily, fulminándola con la mirada en sarcasmo— Ni se te ocurra darme un apodo así.
—Me parece una carrera acorde a los tiempos actuales —expone Kagami, sin llegar a mirarlo realmente— Japón es un buen lugar para desarrollarse en ese campo. De seguro estarías interesado en trabajar en alguna industria robótica. Como la Tsurugi.
¿Es mi imaginación o Kagami está ofreciéndome trabajo en la compañía de su familia? Su comentario me ha llenado el pecho de aire caliente, sobresaltando el hecho de que se interesa en mi porvenir. ¿Será por lo que pasó anoche? No me di cuenta por cuanto tiempo me quedé viéndole como estúpido. Pero ella notó mi expresión abochornada y sutilmente me regala una sonrisa fútil. Acaba de infundir en mi un sentimiento de cariño irracional. De pronto quiero…tomarle la mano. ¿Qué me está pasando? Joder…
—Gracias…Kagami —musita Félix, con un rubor pueril en las mejillas— Lo tendré en consideración.
—¿Qué hay de ti, Adrien? —consulta Marinette, observando a su chico— ¿Alguna cosa en mente?
—Nada por el momento —Adrien se disculpa, frotándose la nuca— Jamás pienso en el futuro más que en el presente. Creo que sería un buen momento para averiguarlo. ¿Me ayudarías?
—¡Claro que sí! —expresa cordial la ojiazul y le toma del brazo, en un gesto amistoso— Vamos, te acompañaré a ver que encontramos.
La mayoría de los muchachos se dispersa por la feria, excusándose con ideas triviales sobre que irán hacer esto y aquello. ¿Y saben qué? Acabo de caer en cuenta de que me han dejado a solas con Kagami. Me comienzan a sudar las manos. Me las froto con nerviosismo, simulando echar un vistazo al ambiente; buscando algo. Algo, lo que sea, mientras no me lleve a caer directamente en ella. Por unos instantes creí que se alejaría para abandonarme a mi suerte, pero no fue así. Se voltea a verme y me saca de onda con su sugerencia.
—Entonces, futuro ingeniero —esboza la estudiante— ¿Necesitas ayuda para encontrar una Universidad?
—¿Eh? N-no realmente. Yo-…
—Genial. Entonces ayúdame tu —sentencia la presidenta, jalándole del brazo con naturalidad— Necesito que alguien cargue con mis cosas.
¿Qué está pasando? Si bien Kagami muestra interés en mí y ahora mismo, logramos dialogar más ameno sin tanta tensión, me sigue tratando como si fuese su sirviente. ¿Será porque es hija única y hace esto con casi todos? ¿O en verdad está llevando a cabo su papel de "ama" y yo de esclavo? Tal vez en otras circunstancias yo me hubiese molestado u ofendido con su actitud. Pero ahora mismo, algo ha denotado en mí. Todos mis botones interiores están encendidos y en alerta sensorial a sus palabras o movimientos.
Yo…masoquistamente he accedido y sin chistar obedezco por mera voluntad. Me paseo con ella vanagloriándome de ser el único con los huevos bien puestos para llevarle sus bolsas, folletos y carpetas.
Las reacciones son variadas. Algunos estudiantes se muestran impactados. Otros, aterrados. Percibo como las miradas fisgonas de los miembros del club de rugby recaen sobre mis hombros. Los mismos cobardes que hace un tiempo atrás me advirtieron de no acercarme a la mujer más peligrosa y empoderada de todo el instituto. Joder, ni si quiera somos novios o algo así. Apenas alcanzo el mediocre título de "compañero" y ya los veo cuchichear como viejas rancias.
—Todos nos están mirando —rezonga Félix.
—Es normal. Ignóralos —manifiesta— Seguro sienten envidia.
—¿Pero hacer tanto revuelo?
—Son patéticos —se mofa Kagami, escondiendo una risa irónica tras el puño— Tienen una imaginación increíble. De seguro deben de pensar que nos acostamos.
—¿Co-como dices…? —Félix deja caer las cosas al suelo, ruborizado hasta las orejas. Lo ha tomado por sorpresa su declaración— ¿La gente puede pensar eso?
—¿Qué haces? —lo regaña— ¿Por qué botas mis cosas?
—¡Lo-lo siento! ¡Se me han caído! —se coarta, ágilmente recogiendo todo de manera torpe— Es…es una locura eso jeje…digo, wow. ¿Te imaginas? Tú y yo en algo como eso…
—¿Que insinúas? —Tsurugi frunce el ceño, levantando una ceja con suspicacia— ¿Crees que no soy lo suficientemente atractiva como para conseguir sexo con quien yo quiera?
—¡No! Dios. No dije eso —se disculpa, intrincado.
—No me subestimes, Fathom —añade con petulancia— Si yo quisiera, ahora mismo te quito la virginidad.
—¿De qué hablas? —suelta un bufido sarcástico— ¿Y quién te dijo que yo soy virgen? Tsk…no saques conclusiones así por favor.
—Cierto. Una disculpa. Tienes cara de ser bastante infiel.
—¿Como me llamaste? —frunce el ceño, ofendido.
—Infiel —repite.
—¡Óyeme! No es posible que pueda ser infiel —le aclara con potestad, levantando el dedo índice de la mano derecha— Para serlo, debo tener una pareja primero.
—¿Y no la tienes ya? —examina incauta la japonesa.
—¡Pues no! ¿Acaso no te das cuenta que estoy soltero? —chilla en tono infantil— ¿O me ves saliendo con alguien?
—Genial. Entonces cómo estás soltero puedes hacerlo con quien tú quieras —continua la caminata por los stands— Adelante, no te límites.
—¿Que estas-…? —aprieta los labios en el proceso, aguantándose las ganas de revelar algo de lo cual luego pueda arrepentirse— Ah. Que juego más sucio. ¿Acaso me está incitando a coger con cualquiera que se me cruce? ¿Quiere acaso que le diga quien me gusta? Pues obvio no lo haré. No soy tan estúpido. Que le sea fiel solo a ella en mi cabeza no la hace…vale. Esto es ridículo. Pero ahora algo me inquieta— Kagami…—murmura Félix, intrigado con cierto dejo de desconcierto que le molesta— ¿Ya lo has hecho entonces…?
—Obvio que si —miente.
—Ah…
Ouch. Bueno, ya está. No me dolió ¿Ok? O bueno…tal vez sí. No se. Que idiota. Eso me pasa por dar preguntas íntimas que ni si quiera debería hacer. Digo, ¿Y a mí que carajos me debería importar la vida sexual de una chica? Me siento patético y me doy asco. Ni sé para qué le curioseé con eso. Seguro ahora piensa que soy un troglodita de esos del siglo XII. Me quiero ir de aquí. Comienzo a percibir como mi ánimo decae; mientras más y más fisgones nos espían con descaro. Además, Kagami tiene razón. Mírenla. Es una diosa andante. ¿Qué le costaría? De seguro tiene mucha experiencia en el tema. Dios…comienzo a psicopatearme solo; en un arranque de celos impensado. De pronto la veo saludar a Makoto del salón A y me asalta la duda. ¿Y si se acostó con él? Luego viene Haruki del club de esgrima. Coño. ¡¿Y si con el también?! Los he visto platicar muy íntimamente en los recesos. Estoy seguro que con el sí. ¡Yo los vi demasiado cercanos!
—Suerte para la próxima, Haruki.
—Lo mismo digo, presidenta.
¡Ahí! Justo ahí. Ah, el maldito simio. ¿Vieron eso? Le deseó suerte. No. A mí nadie me engaña. ¿Y ahora está Hayate Kimura en el stand de gastronomía? ¿Qué vas a hacer, infeliz? ¿Por qué le muestra el pulpo frito? Ya veo. Así que eres un Hentai. ¿Acaso pretendes invitarla a comer un poco de tu p-…?
—Félix —demanda Tsurugi, chasqueando los dedos— ¿Se puede saber qué demonios haces?
—¿Eh? —despabila, volviendo en si— No...nada.
—¿Entonces por qué agarraste ese cuchillo? —lo increpa Kagami, quitándoselo de las manos. Se lo regresa a su compañero— Lo siento, Hayate. Te agradezco por mostrarme la carrera. Ya nos vamos —empuja al inglés, simulando que todo está bien.
Durante el almuerzo. Patio trasero, 14:30.
—Lo siento por…—Fathom deja sus palillos hacia un lado y suspira— por lo de hace un rato. No sé qué me pasó. De pronto me dieron ganas de "cocinar"
—¿Por qué querías apuñalar a Hayate?
—¿Apuñalarlo? —el rubio se atestigua abrumado con su conclusión. ¿De dónde ha sacado tal cosa? Finge demencia— Pero que cosas dices, Kagami. ¿Crees que soy un asesino o algo así?
—Por favor no manipules el contexto de la conversación —Tsurugi también ha dejado de lado sus palillos y tapa su Bento. Ya no le parece apetitosa la comida. Se gira hacia él, sentada sobre sus rodillas— Que quieras apuñalar a alguien no significa específicamente que lo mates. Puedes solo sentir la necesidad de herirlo y ya. ¿A veces te dan ganas de hacerlo?
—¿Por qué de pronto me mira de esa forma tan…penetrante? Siento como si estuviera leyéndome el alma. Me acaba de desmoronar mi fachada de chico inocente —trago saliva, ligeramente abochornado y desvió la mirada— Ya te lo dije. No es lo que piensas. Solo quería…cortar el pulpo frito —falsea.
—¿Sabes por qué razón se inventaron las artes nobles? —exhala la nipona. Su camarada niega con la cabeza y escucha atento su relato— Japón es una nación que por más de 2.000 años estuvo en conflictos bélicos. Mi familia al igual que muchas otras proviene de una larga línea de samuráis del periodo Sengoku. Para este país era normal el pensamiento expansionista y los hechos de guerra. Pero todo eso cambio luego de las bombas atómicas tras la Segunda Guerra Mundial —relata con templanza, en lo que observa el cerezo sobre sus cabezas— Muchos patanes te dirán que ahora hemos cambiado y somos muy civilizados. Pero es solo una careta de una historia mal contada. La historia los perdedores —añade, frunciendo el ceño— La intimidación está arraigada a nuestra sangre. Somos una civilización de guerreros y las artes nobles, en su momento eran mecanismos de cómo ejercer dicha violencia de la forma más eficaz. Es por eso que existen. Para sacar toda esa ira y química hormonal del cuerpo; canalizándola de una manera más sana —lo observa finalmente— ¿Entiendes de lo que hablo, verdad?
—Lo entiendo a la perfección —asiente Graham de Vanily— Es como lo mismo que me pasa a mi —piensa— Ustedes son pacíficos. Pero a la hora de ajustar cuentas esa violencia se desata.
—Lo importante es saber aprender a diferenciar con quien expulsarla y con quien no. Así que…si un día te dan ganas de apuñalar a alguien, no lo reniegues —aclara finalmente, guardando su almuerzo dentro de la mochila— Solo intenta tirarla en contra si se lo merezcan.
—No sé si debería contarte esto…pero ya que tocaste el tema —musita Félix, sutilmente sonrojado— Mis padres han intentado controlar mi ira interior con terapias psicológicas y medicamentos desde que tengo uso de razón. Mi vida en Inglaterra no era color rosa. Llevo años batallando conmigo mismo y mis impulsos. Pero es algo que no sé…—se mira las manos— me supera.
—¿Y de donde viene toda esa rabia acumulada? —pregunta Tsurugi, desempeñando interés en su pasado.
—De mi padre —gruñe, con expresión amarga— El maldito es un abusador de primera. Machista, retrogrado de mente cerrada. Desde pequeño que me golpea física y verbalmente. Y a mi madre…—se calla.
—¿Y a tu madre…?
—Nada…—silencio sepulcral. Félix no emite sonido alguno. No. Considera que hay temas que son mejores no tocar. Mucho menos en un lugar tan trivial como un almuerzo escolar— Será mejor que volvamos. La comida me ha sentado mal y tengo nauseas —guarda su comida también.
—Félix —Kagami toma su antebrazo con firmeza, evitando que haga cualquier otro movimiento en vano. Consigue que el rubio la mire fijamente— Quiero que vengas conmigo luego de clases.
—¿Contigo? —se paraliza, tembloroso. Ya no puede encubrir el tono escarlata que se apodera de sus pómulos— ¿A dónde? ¿Quieres que vaya a tu casa?
—No te pases películas —aclara, soltándolo— No es una cita ni nada de eso. Mi madre ha pedido conocerte personalmente. Quiere agradecerte por lo que hiciste la noche de la fiesta por mí.
—¿Estás segura de que es buena idea que la conozca? —pregunta intranquilo el inglés— Tengo entendido de que ella-…
—Se que ya sabes todo sobre mi familia —lo liquida con los ojos marrones— Somos Yakuzas. Tus padres también lo sabían, cuando firmaron el negocio con industrias Tsurugi. En pocas palabras, ya no es un secreto para nadie. Imagino que no es eso lo que te acobarda ¿O sí?
—No tengo miedo si es eso lo que quieres saber —determina Graham de Vanily, en modo varonil— Lo decía mas bien por ti. No quiero meterte en problemas.
—Yo, ya soy un problema, Félix —ríe Kagami, mostrando una naturalidad jamás antes vista— ¿O creías que eras el único en el planeta?
Esta chica…
Me encanta…
—Vale —asiente con solidez y seguridad en su semblante— ¿Algún protocolo que deba seguir al momento de verla o alguna advertencia?
—Solo evita mirarme el trasero delante de ella, por favor —se levanta del suelo, limpiándose la falda como hubiese dicho algo natural.
—¿Co-como es que se dio cuenta…? —se para violentamente también, a punto de interceptarla para defenderse— ¡¿Cómo que te miro e-…?!
—¡Amigos! ¡Con que aquí están! —exclama feliz Marinette, en compañía de Adrien Agreste. Traen un montón de folletos en sus manos. Y hasta un pin en sus chaquetas— ¡A que no adivinan! ¡Adrien por fin se decidió por una carrera! ¿Pueden creerlo?
—¿Qué? —parpadea Félix— ¿De verdad? ¿Y que fue? ¿Peluquería canina? —se mofa.
—Ja-ja. Muy gracioso, Félix —emite irónicamente el rubio, rodando los ojos. Le muestra la ficha de inscripción— Me decidí por la escuela de policías.
—¿La qué? —traga saliva Fathom.
—Hay una cuadrilla especial que se ha abierto este año y tiene muchos cupos disponibles —le enseña con imágenes y descripciones— Mira. Buscan extranjeros para la brigada de detectives. Trabajaré en interpol. ¿No te parece increíble, primo?
¿Por qué de pronto…el aire se ha vuelto tan denso de respirar? La única que parece estar feliz con la noticia es Marinette. ¿Estaremos pensando todos lo mismo o solo soy yo, nuevamente con uno de mis delirantes ataques de persecución? ¿El tranquilo Adrien Agreste luchando contra el crimen organizado y bandidos internacionales? Kagami parece estar disgustada con la providencia de mi primo. Después de todo, su familia es Yakuza y ambos están comprometidos. Cuesta creerlo. Lo tomo del hombro unos momentos y lo aparto solo para hablarle al oído.
—¿Qué estás haciendo, tonto? —masculle entre dientes el inglés— Tu no tienes pasta para un trabajo como ese. Es muy peligroso. ¿Te das cuentas de las consecuencias?
—Conozco las consecuencias, primo Félix —agrega Adrien, dándole un golpecito suave en los pectorales. Se aparta lentamente— Pero tras platicar bastante con Marinette y mis amigos, la verdad es que tu eres la razón numero uno por la cual he decidido esto.
—¿De qué hablas?
—Lo que pasó en la fiesta me abrió los ojos. ¿Recuerdas que te dije que te protegería? Soy mayor que tu por un par de minutos nada más —expresa nostálgico, con expresión agraviada— Pero resultó siendo al revés, como siempre. Me sentí como un completo inútil esa noche. Tu fuiste muy valiente y yo solo me dediqué a mirar. Pues eso se acabó. Quiero ser tan temerario como tú, primo —aprieta el puño— Me convertiré en el mejor detective de todo Tokio y resguardaré la seguridad de la ciudad. Junto con la tuya.
—Adrien, yo no necesito protección de nadie —chista Félix en tono hosco— Soy bastante fuerte para defenderme por mí mismo.
—Si. Pero también muy impulsivo y temo que a veces no sepas cuando callarte.
—¿Qué dijiste, taradito? —Graham de Vanily le da un coscorrón— Ven que te saco el cerebro.
—¡Ouch! ¡Hey! ¡Déjame! —chilla el Agreste, haciendo amago de diversión— ¡YA! ¡Jajaja! Ya está decidido. Le daré la noticia a mis padres hoy. Espero me apoyes.
—Y no me queda de otra —se encoge de hombros, resignado— Te puedo apostar que policía y todo, seguiré siendo el único que te cuide de los malechores.
—Eso ya lo veremos~ —lo desafía, juntando su puño con el suyo— Gringo de pacotilla.
—Fantuche hediondo a camembert.
—Se quieren mucho ¿No? —comenta Dupain-Cheng, con inocente semblante juvenil— Me alegra que al menos Adrien pueda definir su futuro por sí mismo, sin depender de sus padres.
—Cuida mucho de él, Marinette —acota Kagami, retirándose de la escena— Lo necesitará. Andando, Félix.
—¿Es mi imaginación o Kagami te acaba de dar una orden? —musita el ojiverde, mirando absorto a su primo.
—Ni una palabra ¿Quieres? —Félix carga las bolsas de la chica y la sigue— Nos vemos, chicos.
—¿Qué está pasando, Adrien? —la ojiazul mira con preocupación a su compañero— ¿Acaso Kagami y Félix tienen algo ahora?
—No lo sé, Marinette —murmura el Agreste, gesticulando una mueca serena— Espero sea algo bonito. Esos dos se gustan y por alguna razón que no comprendo, no logran decírselo a la cara. Chistoso, porque pensé que debería ser al revés con nosotros.
[…]
No estoy seguro de lo que estoy haciendo. He perdido el rumbo sobre que es lo correcto o lo moralmente aceptado. Pero ahora mismo estoy sentado en el vehículo de Kagami en dirección hacia su casa. No es miedo, si no mas bien ansiedad lo que me corroe por dentro. Recuerdo perfectamente el desaire que causé en su fiesta. ¿Cómo saber si sus verdaderas intenciones son realmente felicitarme o mandarme a cortar las pelotas? Lo único que por ahora me juega a favor, es el hecho de que soy el hijo de su socio comercial en materia de negocios. ¿Sería capaz de hacerme daño? De lo poco que he averiguado sobre los Yakuzas es que tienen estrictos códigos de lealtad y honor sobre sus acciones. No actúan de manera precipitada a menos que tengan motivos tangibles para crear un desmadre. Nuevamente las manos me están sudando. Las froto disimuladamente sobre los muslos de mi pantalón para secarlas. Inhalo y exhalo furtivamente. No pretendo que la chica de la cual estoy enamorado note algún atisbo de dubitativa lasitud.
Cuando por fin arribamos a destino, me obligan a bajar primero para ingresar delante de ella. La otra puerta de su lado se abre y otro varón la asiste.
—Por aquí, por favor, Fathom-san —le dirige un hombre.
—Kagami-san —la invita a descender del vehículo.
—Avísale a mi madre que llegamos 10 minutos antes de la hora acordada —exige la heredera; percatándose de que en el asiento de su camarada yace un trozo de papel doblado en el asiento— ¿Qué demonios? —lo toma entre sus dedos y lo despliega— "No habrá paz para nosotros…" —Kagami se cubre la boca con la mano y se ruboriza hasta las orejas de sopetón. Está obnubilada con lo que acaba de leer y apenas fueron las primeras líneas— ¿Pero que es esto…Félix?
—¿Kagami-san? —pregunta, turulato el mayor— ¿Se siente bien? La noto febril.
—Y-yo…estoy bien…—susurra trémula, con la peliazul— Solo, dame un momento más —reanuda la lectura de forma fugaz— ¿Esto es una carta de amor? —redunda en su cabeza— "…el sexo más voraz de todos" —cita— "Quiero que me quites la ropa y me desnudes" "Quiero que seas mi otra mitad. Mi todo. Acompáñame hasta los confines de la tierra. ¿Aceptarías?" —no soporta ni un segundo más, analizando el contenido de tal afirmación. Precavida guarda el pliego dentro de su chaqueta y baja del auto, aunque camina con algo de conflicto detrás del rubio. Sus piernas flaquean, mientras los latidos de su corazón se aceleran amenazando con escapar en medio de un jadeo caliente— ¿Te me estás declarando, Félix?
Me tiemblan las piernas. Es muy distinto venir en tono de presentación que asistir a una reunión estúpida de adultos bobos donde hablan solo de negocios. Ahora puedo darme el lujo de analizar bien la casa de los Tsurugi por dentro. Es una mansión increíble, con un sinfín de decorados antiguos, reliquias familiares y al mismo tiempo robots de industrias Tsurugi. Pareciera como si estuviera dentro de una película Ciberpunk en donde lo viejo y lo moderno se diluyen en perfecta armonía. Incluso tienen un jardín zen de interior. El agua es real, pero las imágenes de fondo son hologramas que cambian de color al igual que las hojas de estación. Para una persona como yo, que goza de la ingeniería y la robótica esto es como un bálsamo para mis ojos. Las puertas simulan ser corredizas, pero no lo son. ¡No lo son! ¡Es una locura! ¡También son el efecto traslucido de una energía cuántica que los desvanece! Me excité. No lo niego. ¿Habrá sido esto lo que cautivó el interés de Colt por invertir acá? Pero vamos, si mi padre es un pendejo don nadie que solo sabe construir armas. ¿Cómo podría si quiera pensar en ser tan altruista y mezclar aquello, con la tecnología de punta que los Tsurugi tienen aquí? Algo me huele extraño.
Entre tanta altiva innovación, me hacen sentarme sobre un cojín simplón. Kagami me acompaña, aunque se ha tardado en hacerlo. La noto bastante exasperada, como si hubiese corrido una carrera maratónica para entrar a la casa. ¿Se sentirá bien? Me observa por el rabillo del ojo, nerviosa. Quien lo diría. Me río por dentro.
—¿No se supone que debería ser yo el asustado? —sisea Félix.
—¿Quién te dijo que es susto lo que tengo? —murmura bajito a su lado.
—Ah ¿No? ¿Entonces que tienes? —la provoca.
—Estoy caliente, pedazo de idiota —carraspea Kagami— Hambre.
—Normal. Las chicas se ponen violentas si no comen.
—Y si no cogen también, genio —Tsurugi saca pecho y bebe algo de agua— Todo bien.
—Félix Fathom —exclama Tomoe, haciendo ingreso a la sala. Ambos jóvenes la reverencia, hasta que sus frentes tocan el suelo— Un honor tenerte nuevamente en mi humilde morada.
—Le faltó el "Graham de Vanily", Tusurgi-san —espeta el chico de ojos esmeralda, con respeto.
—¡¿Qué haces idiota?! —Kagami le da un codazo solapado.
—Verdad. Te pido una disculpa, Félix —exclama la matriarca de la familia, sentándose frente a ambos para beber una taza de té— A veces olvido que no eres solo el hijo de un Yankee oportunista. Eres un Graham de Vanily. Un británico. Tengo entendido que tu familia es burguesa ¿No? Aclárame un poco el término. Disculpa la ignorancia.
—Es solo un título nobiliario que heredaron mis abuelos en la época de la reina Isabel I. En el año 1558 —explica con humildad— Algo así como… "un caballero". Un caballero al servicio del lidere de la nación.
—Como un samurái —concluye la japonesa, bosquejando una mueca satisfactoria— Me gusta tu explicación. Eso significa que no somos tan distintos tu y nosotros. Supongo que conoces la palabra servir u obediencia.
—Depende de quien venga —manifiesta Fathom, frunciendo el ceño— Hay ciertas personas que no son de mi agrado y paso de ellas.
—Pero aún así, eres leal a tus convicciones propias. Mas allá del entorno —señala la mayor, apuntando con su bokken directo hacia su pecho— El corazón, imagino te dicta algo.
—No comprendo…
—Supe lo que hiciste la noche del baile de primavera. Muy valiente de tu parte, Félix Graham —esboza la cabecilla de la familia— Supongo que ese fue tu corazón hablando a través de tus acciones. Protegiste a Kagami por, sobre todo. Y quiero que sepas que el clan Tsurugi está en deuda contigo.
—No fue nada, Tsurugi-san —expresa Félix honrado, demostrando falsa modestia— En realidad, yo solo-…
—Y también estás en deuda con nosotros —interviene Tomoe, con potestad— Te has involucrado con los Yakuza ahora.
—¿Cómo…? —parpadea, atónito.
—¿No te explicó Kagami que pasa, cuando le salvas la vida a alguien como nosotros? —sonríe con morbosidad— Bueno, déjame aclarártelo un poco.
—Mad-…
—Hablarás cuando te lo permita, Kagami —demanda su madre, callándola de golpe con soberbia. Su hija aprieta los labios, derrotada— Verás. El chico que intentó secuestrar a mi hija esa noche, era mi mano derecha. Trabajó con nosotros a lo menos unos 7 años. Pero el maldito perro infeliz nos traicionó —masculle, mostrando los dientes— El precio de su perfidia, fue la muerte. Nadie osa a faltarle el respeto así a mi clan. Tu en cambio, demostrarse ser mucho más eficaz que él.
—Lamento mucho lo que me menciona. Yo solo actué como haría un hombre, Tsurugi-san —esclarece el rubio— Me pareció de lo peor amenazar a una mujer.
—A mi me gustan mucho los hombres de verdad. Con los huevos bien puestos —determina Tomoe, sacando del interior de su Kimono una pequeña botella de Sake— Ya que Shuishi es comida de gusanos y su puesto quedó bacante, te voy a ofrecer su lugar en gratitud.
—Disculpe…—Félix no comprende del todo aún. Está confundido— ¿Me está ofreciendo trabajo?
—Así es.
—Bueno, es que yo ahora mismo tengo otros planes la verdad —revela Fathom, mirando a Kagami con preocupación— Quiero estudiar ingeniería y-…
—Nadie ha dicho que no estudies y hagas tu vida como siempre. Pero quiero que trabajes para mí.
—Tsurugi-san, yo no-…
—No es una pregunta, mocoso —demanda con potestad, sellando el trato incluso si se niega. Le vale— Es una orden.
—Con todo respeto, señora —Félix se levanta de su asiento, en un acto deliberado de rebeldía— No me gusta que me den órdenes.
—Félix —interviene Kagami, temerosa. Jala su brazo— Mi madre no-…
—Te recomiendo aceptar, Fathom —Tomoe se levanta, dando por terminada la reunión que los convoca esa tarde— Si sabes lo que te conviene y quieres seguir viendo a Kagami. Porque está claro que tienes interés en ella. No soy estúpida. Y ni intentes engañarme ni por un segundo que no es así —lo amenaza— Esta es la única oportunidad que tendrás. Piensa en tu futuro y en industrias Tsurugi como tu soporte de vida. Harías grandes cosas. Usa la cabeza. Te doy un día para pensarlo. Buenas noches.
…
¿Qué demonios acaba de pasar? No sé ni si quiera como sentirme con esto. Estoy entre que quiero matarla y al mismo tiempo, agradecerle por tomarme en consideración. Pues me ha dado un lugar en su mundo para estar con la mujer que amo. ¿Pero siendo Yakuza? ¿Me está pidiendo ser un mafioso? Me levanto tras unos segundos y camino hacia la salida, molesto. Kagami me detiene en la entrada mientras me acomodaba los zapatos. Ella se muestra como nunca, despavorida. Quiere decirme algo, pero no sabe como elegir las palabras correctas. No quiero especular. Me agarra de la corbata y me jala hacia el interior de su cuarto, cerrando la puerta tras de si violentamente.
Vale…dejando de lado todo lo acontecido esta tarde, estoy… ¿En su habitación? Pellízquenme si esto es un sueño por favor. ¿Estoy en el cuarto de una mujer? Una que no es mi madre o mi tía Emilie, claro. Me pongo duro como una estatua. No me atrevo si quiera a mover un musculo. Ella se pasea como un león enjaulado, a punto de querer salir y devorarse al mundo. ¿Qué le ocurre? Nunca la vi tan…íntimamente desesperada. Creí que esta chica era impenetrable. Pero no, no lo es. Me está mostrando sus debilidades y sin tapujos. Se para de pronto. Me mira y se abalanza hacia mí. ¿Qué va a-…?
Me abofetea. ¡¿Me acaba de dar una cachetada?! ¡Pero con un demonio! ¡A tono de nada! ¡¿Y yo que mierda hice?! Me sujeto la mejilla, patidifuso solo para no caer en el desconcertado estado de frivolidad.
—¿Puedo saber por qué me golpeas? —murmura sobrecogido el inglés.
—Esto es tu culpa —refunfuña Tsurugi, dándole todo el crédito del lio en el cual se han metido— ¡T-…! ¡Tú no tenías por qué intervenir en esa pelea! ¡Te lo dije! ¡¿Te lo dije o no te lo dije?!
—¿Ka-Kagami? —prueba apaciguar su pesimismo, pero ella le aparta enérgica, empujándolo por el pecho— Tranquilízate…
—Estas jodido, Félix Fathom —advierte la peliazul, sopesando sus sentimientos por la realidad— Tienes que aceptar el trato. No hay otra opción.
—¿En verdad quieres que acepte la oferta de tu madre?
—¿Qué no entiendes nada, Félix? —sentencia aniquilada la fémina, con la mirada bañada en lágrimas que no salen— No es una oferta. Es un veredicto judicial. Así funcionan las cosas aquí. ¿En serio penaste que esto era un juego de niños? "Vamos a involucrarnos con la hija de un Yakuza, no pasa nada. ¿Qué puede salir mal? No sean cobardes". ¡Mierda, Fathom! Se que te lo dijeron antes. No me hagas ver como una estúpida —le apunta con el dedo, justo frente a su nariz— Todos en la escuela saben mi condición. Pero tú, foráneo gringo de pacotilla que no-…
—Detente ahí —Félix sujeta su dedo con empoderamiento y la enmudece de golpe— Ya basta de darme órdenes y tranquilízate por favor. ¿Quieres? No soy esa clase de hombre que estás imaginando absurdamente en tu mente. Me imaginé que algo como esto sucedería. Era uno de los tantos riesgos que tomé cuando me involucré contigo —profesa, sereno y mas calmado— Tienes una reputación que cuidar en la escuela y en tu familia. Sobre todo, en la sociedad. No soy tarado, Kagami. Vengo de un lugar donde eso es pan de cada día.
—¿Vas a aceptar el trabajo de mi madre?
—Lo haré —advierte— Pero no por ella ni por mi —agrega sagaz— Si no por ti.
—¿Por qué arriesgar tu vida y tanto…por una desconocida como yo? —no entiende.
—No eres una desconocida para mi —sentencia Fathom, caminando hacia la puerta— Eres la prometida de mi primo hermano. ¿Lo olvidas? Le debo lealtad a él también.
—Ya basta…—desaprueba, adolorida.
—¿Cómo dices?
—Que ya basta —respinga Kagami, empujándolo contra la puerta hasta azotarlo contra esta. Lo aprieta del cuello, pero no con mucha fuerza. Lo suficiente como para evitar que se vaya sin antes decirle algo importante— Ya lo sé todo…deja de fingir —extrae la carta desde el interior de su chaqueta y se la enseña— Ya sé…que es lo que sientes por mí.
Mi primer recuerdo vívidamente fue cuando vomité a una compañera en el jardín infantil a los 4 años. Nunca lo voy a olvidar, porque fue el primer momento traumático en el que coexistí, a tan corta edad; con la palabra "culpable". ¿Cómo te sacas de la mente una situación así? Te persigue, aunque muchas personas lo olviden con el tiempo. Yo aun lo remembro con el mismo sentimiento. Sentimiento que ahora mismo, conservo con todas las de la ley. Me hallo y sostengo la culpabilidad de un crimen que; inequívocamente ha sido delatado delante de la chica que amo. Me ha pillado. Ha encontrado mi mayor secreto. A estas alturas, es irrisorio pensar en seguir escondiéndolo. Tal vez al mundo entero sí. Pero no a ella.
Va a sonar muy enfermo lo que diré a continuación, pero el hecho de que me delaten en algo me sobre estimula en mi máximo apogeo. El hecho de que Kagami ahora esté al tanto de mis sentimientos, me excita. Es sin premuras, el momento mas erótico de mi vida. Ni comparado a las veces que me muestro en cámara frente a desconocidos. Solo para cuando recobro el juicio del espacio tiempo en el que nos encontramos, me percato que estamos solos. Solos…en su cuarto. Ella me tiene acorralado contra la puerta y yo, un chico ardientemente cachondo y enamorado la tengo a mi merced. ¿Debería tomarla en brazos y hacerle el amor? Vislumbro su cama vacía en la habitación. Pero su madre sigue despierta. Eso sería como ponerse una soga al cuello. Lo único que puedo hacer ahora es desahogarme en…
—Pues si ya sabes lo que siento —Félix la aprieta de la cintura y la estruja contra su pecho, extasiado en deseo— Entonces no debería molestarte que haga esto…
La beso. No me importa si me va a abofetear o renegar de esto. Ya todo me vale. La beso. Uno mis labios en un fogoso ósculo vehemente, en el cual ella no se resiste para nada. He traspasado sus limites y derribado sus muros y barreras. Que mujer tan ardorosa. Me jala del cabello y me inca la boca como un animal salvaje. Mi lengua juguetea con la suya de manera iracunda, buscando aire para sobrevivir. Se exaspera y se estremece débil cuando aprieto su cintura con mis dedos masculinos. Nos damos un giro volátil. Ahora es Kagami quien es vapuleada contra la puerta. Levanto su falda y le clavo forzosamente una erección prominente contra las bragas. Ella emite un sonoro gimoteo acalorado. Me froto contra su anatomía, simulando penetrarla en un movimiento de caderas; al compás del beso que nos acomete. Vuelve a quejarse una y otra vez, elevando la pierna derecha para empujarme con ella hasta hacerla acabar. Muerdo su cuello. Me rasguña la espalda. Intenta decirme algo. No sé que es. Tengo los oídos tapados en lascivia. Quiero quitarme el pantalón y perpetrar el acto. Me profeso un animal. No puedo más. Ella me aprisiona con las manos, ahorcándome del cuello. Un ultimo inequívoco aliento, me da la sensación de que acaba de tener un orgasmo. Percibo como en su ropa interior se expande una mancha incolora por toda la tela. Se vino. No puedo si no, sentirme satisfecho. Se que fue sobre la ropa, pero para mí…lo fue todo. Cuando vuelve en sí, me mira a los ojos. Jamás hubiera imaginado ni si quiera en mis sueños más húmedos, que Kagami Tsurugi me mirara de esta forma. ¿Por qué presiento…que ella ya me conocía desde antes? Me aparta ahora, extrañamente avergonzada y se acomoda la ropa. Yo sigo duro y ella lo nota. Pero no hará nada al respecto.
—Vete…por favor…
Me pide, angustiada. ¿Qué puedo hacer? Ella ha hablado y yo obedezco. Asiento con la cabeza y desaparezco por la puerta. A duras penas logro caminar por el pasillo y volver al auto que me llevará de regreso a mi morada. Siento los calzoncillos pegajosos. Pero es algo, que ella no tiene para que saber. Esa fue, mi primera experiencia sexual real a mis casi 18 años. Tras llegar a casa, no consigo cenar o platicar a gusto con mi madre. Si antes Kagami estaba grabada en mi mente y corazón. Ahora yace fundida como un tatuaje calcinado en mi dermis. No creo tener palabras para prescindir lo que vivimos esa noche en su cuarto. Solo se…que ahora más que nunca es mi mujer. Y la reclamaré como mía. Así me cueste…ser un Mafioso.
[…]
—¡Bienvenido! —saluda el hombre, haciendo una pausa tras ver a la persona que se asoma por la puerta de su tienda— Wow…un extranjero —se sorprende— ¿Qué te trae por aquí, gringo? ¿Quieres un tatuaje de tu mamá? —ríe sarcástico.
Pero no viene solo. Dos Yakuzas del clan Tsurugi hacen ingreso con él. Su porte prominente y desplante lo atemorizan. Sabe que no es un "extranjero ordinario". Viene amparado por una familia de importante renombre. Automáticamente cambia su actitud a una mucho mas humilde y lo hace pasar, incluso dándole prioridad y despachando a su cliente actual. Se moldea sereno y lo acomoda en la silla. No sin antes comprobar que realmente sea con evidencia quien dice ser.
—¿El pez Samabito? —consulta el tatuador, recargando su tinta.
—"Nace en el rio Kitakami y muere por tu pregunta" —espeta Félix, con soberbia.
—Bienvenido al clan…eh…—no sabe cómo nombrarlo.
—Pequeño Kenji —expresa Fathom, sin altivez— Quiero el de color rojo contorneado de morado. Estos son los modelos —se los enseña en un bosquejo hecho a mano por Kagami— Quiero este en la espalda, cerca del cuello y este otro en el brazo derecho.
—Este de atrás se ve bastante extenso. Tendremos que hacerlo de varias sesiones conforme pasen los meses ¿Vas a resistir, pequeño Kenji? —se mofa el japones, acercando la aguja a su piel— Te advierto que son 3 horas por cada uno. Y tienes cuero de nubes —haciendo alusión a su palidez y nación.
—¿No me escuchaste o eres sordo? —reverbera Graham de Vanily— Hace la mierda que te pido si no quieres tener problemas.
—Hai…—acepta humillado el artista, observando como los hombres lo fulminan con la mirada si no acata la voluntad del menor— Solo para aclarar. El kanji del brazo derecho…cita un nombre. ¿Seguro que quieres tatuarte esto?
—No me hagas repetírtelo —le amenaza el ojiverde, mostrándole el filo de un Tanto, una cuchilla corta en su pecho— Hazlo y deja de hablar. Avisame cuando hayas acabado —se acomoda dos audífonos en los oídos.
Los matones se ríen en tono infantil. Lo creen muy capaz. El joven asiente y comprende la treta. Comienza su trabajo.
—Te va a doler —añade una ultima vez.
—Tú qué sabes de dolor…—se mofa Fathom. Como si su padre no le hubiera sacado la chucha desde chico.
Mientras escucho a la grandiosa Lady Gaga, repaso en mi cabeza una y otra vez las vicisitudes de mi vida. Desde aquel encuentro intimo que tuve con Kagami, no volví a cruzar palabra alguna con ella. En la escuela de lo único que hablan es de la fiesta de graduación y la ceremonia. Estamos a portas de ella, con solo una semana de diferencia. Ella es la presidenta del centro de alumnos. Por lo que la pasa metida en reuniones con el profesorado y también se pasea mucho por la oficina de su madre, que es la directora. Aunque no sale nunca y ni si quiera se muestra al público. De vez en cuando cruzamos miradas furtivas en medio de tanto ajetreo. Pero nada que nos de chance para tener un dialogo mucho mas extenso.
Yo había hecho mi juramento frente al clan Tsurugi y si bien ahora, era parte de la banda no era precisamente un Yakuza con todas las de la ley. Los japoneses son una nación muy resentida y bastante xenófoba. Jamás hubieran aceptado que un simple extranjero se uniera a sus filas solo por capricho. Si quería un lugar en su mundo, tenía que ganármelo. Y no era cosa de un día o dos. Debía obligarme a empaparme de su cultura y el universo por el cual transitaban como predilectos: La noche. Las noches en Tokio son las verdaderas mujerzuelas de los mafiosos. Desearía que solo se tratase de contrabando y narcotráfico. Pero era mucho mas macabro que eso. Aquí nadie se salva. Desde ministros hasta alcaldes, policías, dueños de bares, veterinarias y hoteles. Todos funcionaban en perfecta armonía en una red invisible de mentiras, coimas y amenazas de muerte constantes.
Mis primeros trabajos para Tomoe fueron insignificantes y poco honestos la verdad. Pero conforme fueron pasaron los días y las semanas, ella vio potencial en mí. Y no precisamente para deambular en las calles. Si no, para tenerme sentado detrás de un ordenador.
Resultó ser, que mi jefa estaba al tanto y muy consciente del programa que mi padre usó para firmar el trato con ella. Ese virus había sido un prototipo inicial que estaba en pañales básicamente. Pero con la tecnología de los Tsurugis logré potenciarlo y duplicarlo a gran escala. Colt me había subestimado como de costumbre. Por supuesto que nunca le conté que también estaba empleándome con ellos, a su espalda. A diferencia de él, yo no buscaba fama o gloria. Solo quería que Kagami se enamorara de mí.
Pero creo…que es algo que no pasará.
Mansión de los Graham de Vanily.
—Que el rey nos ampare, Félix. ¿Le pediste permiso a tu padre primero? —reclama Amelie, furibunda. Se cruza de brazos, absorta con su declaración— ¿Cómo que te hiciste tatuajes en el cuerpo?
—¿Cómo que tenía que pedir permiso para esto? —rezonga Félix, con actitud altanera.
—¡Félix! ¿Qué actitud es esa? —berrea su progenitora, sin saber realmente como reaccionar. Su padre se levanta del sofá y lo mira— ¡Ten cuidado, Colt! Ni te atrevas.
—¿Me estás amenazando, mujer? —confiere el señor de la guerra, fulminando en una mirada agresiva a su esposa— Cállate.
—No. Ahora tú, te vas a callar Colt —espeta Félix Fathom, con altivez. Se para entre ambos para intervenir— Se acabó tu imperio de abusos. Ahora, me vas a respetar. A mi y a mi madre.
—¿Crees que, porque te rayaste el cuerpo, puedes hacer lo que se te salga del culo? —acomete irascible Colt, agarrándolo del pecho con crimen— ¡Mientras tu patética existencia sea vivir bajo mi tech-…!
—¡Tal vez ya no quiera seguir viviendo contigo, Colt! —aúlla el hijo del matrimonio, soltando su agarre con vigor; tentado a quebrarle la muñeca a su propio padre— ¡Tal vez, me vaya este mismo fin de semana de casa!
—¡Tu no irás a ningún lado, mocoso! —se queja el progenitor, bosquejando una mueca de dolor— ¡Arg! ¡¿Cómo te atreves?!
—No vuelvas a hablarle así a mi madre ¿Entendiste pedazo de mierda? Ni mucho menos a levantarle la mano —gruñe el menor, con la mirada irrigada en sangre cual perro rabioso— La próxima vez, te mataré —sentencia.
—Fé-Félix…—Amelie permanece en shock, con ambas manos cubriendo su boca. Lo ve y no lo cree. ¿De donde ha sacado tal valor como para detener de una buena vez a su marido? Colt la observa absorto y al mismo tiempo furibundo. Se nota a leguas su frustración— A mi no me mires así ¿Quieres? En algún momento, Félix te iba a dar tu merecido.
—Siempre fuiste tan malcriada, Amelie…—reniega el norteamericano, apretando el puño apremiado a tirársele encima.
—¿Acaso no escuchaste a tu hijo? —expresa con sarcasmo la rubia— No te atrevas a levantarme la mano. O la pagarás —se da media vuelta y se larga de la escena— ¡A partir de hoy dormiré en el cuarto de arriba!
—Tch…ghn…esto no se va a quedar así —masculle entre dientes el hombre.
[…]
Y aquí estoy, ultra solo~
En medio de esta ridícula celebración de graduación. Creí que podría usar el cartón del instituto como papel de water pero es muy duro y seguro me lastima el culo. Por supuesto que no soy nadie importante otra vez, claro que no. Kagami y Adrien se roban las miradas de todos y yo, solo vine de perrito asistente. El que mantiene el vaso lleno a la reina de la fiesta. El que enciende su cigarro y limpia sus tacones refinados. El mayordomo. Tal vez en otra ocasión me hubiera vestido de etiqueta como era habitual. Pero ahora ya no lo necesito. He cumplido la mayoría de edad y me vestiré como se me plante el ojete. Llevo una camisa blanca arremangada hasta los codos, un chaleco de frac colonial negro, jeans de tela semi ajustado y zapatillas Nike blancas. Ni un solo pañuelo o zapato bien lustrado, ni mucho menos una sola corbata; solo a cuello abierto dejando ver la cadena de plata que me regaló mi madre cuando cumplí 15 años. Me siento cómodo por primera vez en años.
Y no me da vergüenza, que el tatuaje que me hice se vea a todas luces en el brazo derecho. A eso de las 01:20, se me acercan los del club de rugby y como es habitual, me piden que les comparta algo de lo que tengo para ofrecerles. Digamos que ahora mi negocio a escalado a otros niveles y ya no me limito solo a meter alcohol a una fiesta de niños. Ahora vendo
—¡Wow! ¡¿Realmente lo conseguiste?! —exclama extasiado Kim— ¡Déjame tocarlas!
—Aparta, simio —Félix le palmotea la mano— Estas en presencia del más refinado adrenérgico sintético. Una sola pastilla de esta, es lo suficientemente potente para estimular tu sistema nervioso central y darte una erección de diez horas. Sin contar los efectos alucinógenos, claro.
—¿Es nueva? —comenta otro, mirando el sobrecito que contiene solo dos de ellas— Tiene forma de estrella.
—Es mía. Yo la he patentado —se jacta Fathom con orgullo— No encontrarás una mejor anfetamina en el mercado que esta. 90¥ la bolsita de dos. 150¥ la de a cinco. Ultimo precio, tres bolsas de cinco por 200¥. Solo efectivo. No anden con pendejadas ni cripto monedas. Y háganlo rápido que quiero ir a mear.
—Dalo por hecho, amigo —agrega otro mas atrás, sacando su billetera— ¡Ten! ¡Dame dos!
Adoro estos eventos. Son un caldo de cultivo para mi prospero emprendimiento que atractivamente va en aumento. Estos idiotas entrarán a la Universidad y la presión social se los va a comer. Tendrán que pasar la mayor parte del día drogados si quieren resistir el impulso de tirarse al metro. Mientras contaba el dinero a solas, alguien tocó mi hombro. Casi le parto su madre en un paso Karateca. Afortunadamente no era la policía o algo así. Solo eran Dupáin-Cheng y Luka Couffaine, el chico de la otra vez. Al parecer vino para acompañarla, aunque no estudie en el mismo colegio.
—Mierda…que susto me has dado —exhala con el alma al cuerpo— Buenas noches —saca una peineta pequeña y se peina en el proceso— Me despeiné.
—De seguro andabas en algo turbio y por eso te espanté —comenta divertida la ojiazul, saludándolo de vuelta— Buenas noches.
—Saludos de nuevo, Félix —Luka le estrecha la mano. Irremediablemente ha notado su llamativo diseño en el antebrazo— ¡Por todos los cielos, pero que cosa tan maravillosa es esta! Viejo, está increíble.
—¿Te gusta? —Félix arquea una ceja, intrigado.
—¡Por supuesto que sí! —expresa jovial el peliazul— Es un Horomono y está escarpado con el estilo tradicional del Irezumi. Creí que solo los Yakuzas lo usaban, porque duele bastante. Lo hacen con agujas metidas en la piel.
—Bueno…—carraspea, haciéndose el desentendido— No todos. No me dolió para nada, aunque claramente no está acabado. Pretendo expandirlo hasta el hombro. La grulla siempre emprende el vuelo.
—Soy fan del Irezumi —agrega Couffaine— Llevo practicándolo desde que tengo memoria. Hey…tal vez te gustaría pensar en terminarlo. Tengo una tienda con papá en el centro de Shibuya —le entrega su tarjeta— Vendemos discos de música e instrumentos también.
—Gracias, Luka. Lo tendré en mente —acepta Graham de Vanily, aunque de mala gana. Le cuesta bastante llevarse con la gente que en un comienzo se muestra amistosa. Nota sus uñas pintadas de negro y sus aretes— Me…agradan tus perforaciones.
—También las hago. Incluso en lugares que no te imaginas —le guiñe el ojo— ¿Quieres perforarte las orejas?
—Bu-bueno…yo…—se rasca la nuca, ligeramente ruborizado— creo que no estaría mal. ¿Crees que me vería guapo?
—Se de estas cosas. La imagen de los chicos últimamente decae bastante —expresa el musico, levantando las manos con estilo— Con Marinette tenemos pensado poner una agencia de diseño. Me gustaría asesorar personas en esto de la moda y la música.
—Eh…—Félix los observa detenidamente a ambos y gesticula una mueca agria— ¿Ustedes dos se acuestan?
—¿Qué? —Luka se va a la chucha.
—¡Félix! ¡Ya recordé por qué te buscaba! —Marinette lo jala de la oreja entre risas nerviosas. Lo tironea hacia un costado— Si me disculpas un momento, Luka. Jeje…—lo suelta bruscamente, con las mejillas ruborizadas— ¡¿Qué crees que haces, tonto?! ¡Luka es mi mejor amigo!
—¡Ouch! ¡Casi me arrancas la oreja, Dupain-Cheng! —protesta, aquejumbrado el rubio— ¡Bueno, pero es que dan esas vibes! No sé. Como una conexión medio extraña ahí…
—Ok…no debería por qué contarte esto realmente, pero Luka es mi ex novio —la francesa hace amago de cobardía y se retrae en su lugar— ¡Y no! No nos hemos acostado, por dios. Pasó cuando éramos mucho mas menores.
—Que patéticos son —se mofa el inglés, rascándose la nuca bien desalineado. Se encoge de hombros— Bueno, mejor para ti. Así podrás hacerlo con alguien decente como mi primo —observa a ambos, bailar en la pista.
—Justamente de eso quería hablarte…—musita acongojada la estudiante. Ella también ha clavado su mirada en los dos adolescentes— Puede que tal vez no llegue a ser la primera mujer en su vida ¿Sabes?
—Tonterías, Marinette —chasquea la lengua, extrayendo una petaca de Whisky que infiltró a la ceremonia. Bebe un sorbo— Adrien está enamorado de ti hasta las patas. Dudo mucho que llegue a entregarse a otra chica que no seas tu. Es bien mamón con esas cosas.
—Se ve que no te has enterado aún —balbucea, derrotada.
—¿Mh? ¿El que?
—Sus padres han determinado casarlos este fin de semana —revela finalmente, con la mirada humedecida— Como ya todos somos mayores de edad en nuestros países natales, consideró que sería prudente hacerlo.
—¿Qué me cuentas? —Félix llega a escupir el brebaje de la boca, del impacto— ¿Co-como que lo adelantaron? ¿Por qué la prisa, así, de la nada?
—No lo sé, Félix —se toma el antebrazo con estupor— Supongo porque sospechan que Adrien y yo tenemos algo. Están tomando precauciones de que no vaya a hacer alguna tontería.
—¿Pero que significa esto? —tiembla ante tal declaración— ¿Cómo es posible que nadie me haya dicho nada? ¿Acaso lo estaban ocultando?
—Félix si ellos dos se casan…—Marinette le toma de los hombros, sumamente angustiada; tentada a llorar— lo mas probable es que ellos…
No. Esto no puede pasar. No lo creo capaz. ¿Adrien y Kagami…? Me rehúso a creerlo. Por primera vez Marinette ha tomado coraje de recurrir a mi como si fuese un bote salvavidas en medio de un hundimiento. Pero ¿Yo que demonios puedo hacer? Es una decisión que ni si quiera a mi me corresponde. Encima que Kagami ahora ha estado ignorando olímpicamente y no sé si es porque tiene vergüenza de lo que pasó entre ambos o su madre la está presionando para que pase mas tiempo con mi primo.
Creí que la velada sería como cualquier otra aburrida reunión estúpida de estudiantes hormonales. Pero con esta noticia, mi mundo se viene encima al igual que una montaña de naipes. Era un jueves por la noche. En dos días más, mi destino se vería sellado por una forzosa unión de la cual, sigo sin entender el propósito. ¿Qué pretenden afianzar con esto ambas familias? Apenas conozco a mi tío y de lo poco que se de él, es suficiente para que me caiga de la mierda.
Yo…estoy acabado. Todo a mi alrededor se viene a negro. Me veo a mi mismo en retrospectiva, alejándome cada vez mas y mas de la mujer que amo.
Es mi fin…
[…]
Fue tal y como me lo relató Marinette. Adrien y Kagami se casaron en secreto el sábado. En una ceremonia intima sin ningún invitado adicional. Lo hicieron en uno de los templos de la familia Tsurugi, con una tradicional boda estilo japones de la cual se con certeza que mi primo no hubiera elegido. No sé si es católico o no. Pero estoy seguro que hubiera deseado hacerlo en una iglesia y con Dupain-Cheng. Por supuesto que a mi nadie me invitó tampoco. Lo mas probable es que Tomoe sospechara de mis sentimientos por su hija y me quiso mantener aislado del problema.
Esa tarde me la pasé encerrado en mi cuarto, lamentando mi patética existencia al no haber sido capaz de intervenir. Soy un cobarde. Una vil mierda que no sabe hacer nada mas que estupideces. Contemplar las fotografías de Kagami que guardaba en mi móvil, fueron mi único consuelo a un mal de tontos. Le marqué a Adrien una infinidad de veces, pero su puto teléfono tiraba buzón de voz. Él sabe perfectamente que esa mujer es mía. No se atrevería. No lo veo capaz. No…
—No… ¡No, no, NO, NO! —brama colérico el inglés, brincando de la cama con erráticos movimientos— ¡NO, MALDITA SEA! ¡NO LO VOY A PERMITIR! —azota la almohada contra el suelo.
Lo voy a matar. Si. Es lo que haré. Voy a matarlo si se atreve. ¡Voy a-…!
—Está bien sentir ira, Félix. Solo debes saber canalizarla bien para determinar quién merece recibirla y quien no.
Las palabras de Kagami vienen a mi mente como un génesis bíblico. Recuerdo cuando me lo dijo como si hubiese sido ayer. Tiene razón. Estoy furioso. Pero descargar mi frustración con mi primo hermano no sería prudente. Quiero apuñalar a alguien. Pero no precisamente a él. Intento inhalar y exhalar con suavidad, controlando así mis impulsos bestiales de destruir el mundo. Piensa, Félix. Piensa.
De pronto y en medio de la penumbra de mi habitación, un objeto en particular se ilumina sobre el escritorio. ¿Qué es? Me acerco y lo tomo entre mis manos. Es la base en crema que usé para cubrir las heridas que me dejó Colt cuando me agarró a correazos. Un latido. Una idea.
—Tengo que hablar con Adrien —sentencia, guardando el frasco en su bolsillo. Coge su chaqueta y sale del cuarto.
22:12PM. Mansión de la familia Tsurugi.
—Discúlpame…—se excusa un abochornado Adrien Agreste, haciendo ingreso al cuarto que esta noche, ambos comparten— N-no me di cuenta que estabas cambiándote de ropa. Vo-Volveré más tarde…—sujeta el picaporte.
—Adrien —murmura Kagami con templanza. Ahora viste una Yukata de dormir color roja y casi traslucida— Hay guardias y cámaras por toda la casa. Te recomiendo que no salgas de esta habitación hasta mañana por la mañana.
—Kagami…—el rubio traga saliva, volteándose a ella— ¿Qué pretendes que haga? Míranos…estamos juntos ahora en una unión falsa.
—Tu lo has dicho. Es falsa —contesta serena la japonesa. Se sube a la cama y se arrodilla en medio de esta, invitándolo a que la acompañe— Así que continuemos con la farsa y ven aquí.
—Escucha…—el joven Agreste se sienta en el borde del lecho, cabizbajo— Tu sabes que yo estoy enamorado de Marinette. No hay forma de que pueda traicionarla.
—Lo sé —añade Tsurugi, deslizándose hasta el para abrazarlo por la espalda; sin ninguna otra intención aparente más que consolarlo— Estoy consciente de tus sentimientos. Y tampoco te voy a obligar a hacer esto. No pretendo que me veas como tu enemiga. Soy tu amiga, por sobre todas las cosas. Pero debes madurar y entender que esta situación es necesaria para ambos.
—Entonces… —musita endeble el rubio, mirándola por sobre el hombro— ¿Simulamos que lo hicimos y ya?
—Vas captando —asiente con una sonrisa ladina— Pasa la noche conmigo y nadie sabrá que no intimamos. Lo prometo. A menos claro, que te moleste tener una inocente pijamada de amigos.
—No, claro que no —ríe mas calmado el francés. Suspira, aliviado— Gracias…creo que tienes razón y debo replantearme esto con altura de mira. No me lo he tomado de la mejor forma. Lamento sonar tan egoísta a veces. No creas que no pienso en tu seguridad también —se levanta de la cama y toma sus manos— Prometo aparentar ser un buen marido para el bienestar de todos.
—Saldrá bien, ya lo verás —acepta contenta la nipona— Ahora ve a asearte y cámbiate la ropa. No nos creerán si no te pones el Kimono ceremonial de la noche de bodas.
—Lo haré enseguida —acepta con la cabeza y se desplaza hacia la puerta, con el traje en las manos— Ya regreso —sale.
Para Kagami Tsurugi tampoco es fácil fingir. Por muy estoica que se muestre, no puede evitar soltar un par de lagrimas furtivas en medio de su habitación. Se siente frustrada. Su posición en el clan Tsurugi le ha empujado al abismo de la hipocresía en su máximo esplendor. Estaba consciente desde un comienzo que Adrien se negaría a tal acto, incluso cuando ella misma estaba abnegada a la idea de entregarse a él, primero que a cualquiera. Era lo que el honor y su deber dictaba. Se ha estado conteniendo todo el maldito día y en lo único que puede pensar, es en su amado Félix. Aun conserva recelosa la libreta como un texto sagrado. Lo aprieta contra su pecho y reza enmudecida por su bienestar. Solo espera que no se tome a mal todo esto que está pasando y encuentre sabiduría en sus actos.
Es una noche maravillosamente estrellada como para arruinarla. Se desliza sigilosa hacia el balcón de su recamara; el que da con belleza al jardín de flores. Es un lugar que aprecia bastante. Le da muchísima calma y apacigua sus delirios de nostalgia. Perdiendo la noción del tiempo, no supo a ciencia cierta cuantos minutos pasaron desde que su compañero hizo abandono del cuarto. Pero le escuchó regresar, entrando por la puerta principal. Es hora de dormir. Cierra la mampara del balcón y se gira hacia él. Adrien ahora viste su Kimono blanco como fue previsto.
—Te ves guapo. Te sienta bien ese color —le halaga Kagami, con la voz aterciopelada— Yo dormiré de este lado, si no te molesta.
—Gracias. No te lo había dicho antes, pero tu también te ves increíble —expresa el ojiverde, caminando hacia ella. En el proceso, apaga la luz; dejando solo las de los veladores en cada lado de la cama— El rojo sin duda es tu color —se acuesta por el sector derecho— Yo tomaré este.
—Espero puedas pensar en lo que hablamos hace un rato —manifiesta Tsurugi, afirmando la cabeza sobre su almohada mientras mira el techo— Y te lo tomes de buena manera.
—De hecho, lo pensé bastante mientras me aseaba —responde con normalidad su cónyuge. Remueve las manos debajo de las sabanas y le enseña lo que ha encontrado en el bolsillo de su ropa. Es una tira de 12 profilácticos— Esto venia dentro del Kimono.
—Que gracioso —ríe divertida la peliazul, restándole importancia para acabar dándole la espalda— Déjalos por ahí. No serán necesarios —apaga la luz— Hasta mañana, Adrien.
—Hasta mañana, esposa —apaga la luz.
Silencio sepulcral en el ambiente. Solo el tik tok de un reloj de pared resuena melódicamente. Ninguno de los dos, está dormido del todo. La farsa tiene sus limites también.
…
….
…..
El colchón se hunde a escasos centímetros de la muchacha. El ligero sonido de las sabanas siendo removidas en su espalda. El calor corporal y la tibieza de un aliento sobre su oreja en medio de la plena oscuridad. Kagami percibe como un par de dedos hurguetean entre sus prendas. Una mano discreta dentro de su Yukata ahora aprieta un pecho desnudo, seguido de un prudente y cálido beso en su cuello. Un vigoroso bulto reservado se anida entre sus glúteos.
—No es mentira cuando dije que lo pensé bastante —sisea el varón— Nadie tiene que enterarse de esto…
—Adrien…—musita Kagami, en un singular jadeo que muere en la penumbra— ¿Qué estás haciendo…? —se gira hacia su camarada. Pero no logra distinguirlo— No te veo…
—Aquí estoy —contesta sobre ella. No, realmente no le ve el rostro. Pero puede sentirlo casi desnudo contra su piel— A menos que quieras que me vaya.
—No lo hagas —demanda Tsurugi. Solo puede limitarse a palpar las facciones masculinas de su rostro con los dedos. Las orejas, su cabello sedoso, sus ojos, los pómulos, el mentón; trazando un camino invisible hasta dar con sus labios. Tiene un preservativo en la boca. Lo reconoce por el envoltorio. Tira de él, mientras su compañero lo desgarra con los dientes— Yo lo haré.
—En el fondo solo quieres tocármelo —insinúa con lascivia en su voz.
—Por supuesto que sí, genio —masculle con deseo, bajando ambas manos hasta la zona de la entrepierna— Adrien…necesito confesarte algo —agrega, estimulando a su compañero con ayuda de su mano derecha.
—Mhm —gruñe— Dime…
—Estoy enamorada de tu primo Félix —revela finalmente.
—…
—Espero eso no te incomode.
—Al contrario…—la besa en los labios, en respuesta— es todo…lo contrario…
—Se amable, por favor. Es mi primera vez.
—¿Eres virgen? —un latido.
—Lo soy.
—Entonces, lo seré. Lo prometo…
Que el universo y los dioses sean testigos de este sublime momento. Pues marcará el inicio, de una volátil y perpetua historia de amor, sin retorno.
[…]
Los primeros rayos del astro rey hacen ingreso en la habitación, colándose presuntuosos por las cortinas de la habitación. Ha sido una noche fogosa en la que ambos jóvenes han intercambiado sus cuerpos y alma como si no hubiese un mañana. Kagami es la primera en despertar. Se siente ligera, como si flotara sobre una nube de primavera. Está satisfecha, pues no recuerda haber vivido un acto tan exquisito antes. Su compañero demostró ser un amante hábil, con una destreza increíble y una resistencia vigorosa. Así lo evidencian los 12 preservativos abiertos dentro del basurero. Los han usado todos.
Se estira debajo de las sábanas, como un gatito ronroneante. Le da gusto amanecer así. Pero por sobre todas las cosas, le da mas gusto ver que su esposo duerme boca abajo plácidamente a su lado. Que dicha. Se toca el rostro, frotándose los ojos y se levanta sigilosa para no despertarlo. Como es habitual en su rutina, va hasta su tocador para arreglarse un poco el cabello.
Algo extraño llama su atención. Sus dedos, están embetunados en una especie de base para maquillaje. Se han diluido con el sudor de la noche y pareciera ser, que reconoce el aroma de este.
—¿Y esto que es…? —se cuestiona, anonadada. Un presentimiento le asalta— Espera…no me digan que…
El varón que aun dormita en su cama, emite un quejido masculino mientras duerme. No puede ser posible. ¿O sí? No. Tiene que ser una broma. Temblorosa, camina hasta el chico y desliza la tela que cubren su espalda revelando finalmente la verdad. Es un tatuaje.
La persona con la cual ha pasado la noche, no es Adrien Agreste. Es…
—¿Félix…?
