Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada, Shiori Tesirogi, Chimaki Kuori y Toei Animation
—Shunrei, ¿hiciste chocolates para Shura?
Shunrei aún estaba avergonzada por la clara pregunta de Freya. Su amiga sí había hecho chocolates para su profesor favorito, y planeaba entregarlos ese día, pero Shunrei tenía sus dudas. Todavía se sentía intimidada ante la forma en la que sus emociones salían a flote cuando veía al hombre; no era como Freya, a la que no le molestaba externar sus sentimientos, Shunrei era más tímida, con cierto aire maduro que no le permitía soñar tan lejos. Sabía que no tenía oportunidad, su mente a menudo se lo recordaba, pero su corazón, inocente y soñador, se negaba a dejarlo ir.
Cuando el gran día llegó, Shunrei empacó sus materiales escolares y las bolsas de chocolates que había hecho para sus amigos. En la escuela, le entregó a las chicas sus respectivas bolsitas, todas fingiendo que no sabían que habían preparado sus respectivos regalos, y justo antes de que iniciaran las clases, notó que Shiryu y Okko estaban afuera de su bodega, charlando sobre sus clases con Dohko.
Los chicos en realidad estaban discutiendo su horario para no tener que verse más de lo necesario, sabiendo perfectamente que si tenían clases con Dohko en el mismo horario inevitablemente terminarían enfrentándose. La charla se detuvo cuando ambos notaron que Shunrei se acercaba a ellos, con la mano en su mochila, buscando algo.
—Hola chicos —los saludó ella cuando se detuvo frente a ellos—. Tengo algo para ustedes… —dijo, aún buscando las bolsas que había armado específicamente para ellos dos— Aquí está, feliz San Valentín.
Shunrei estiró la mano, sosteniendo las dos bolsitas, mientras le sonreía a los chicos de una forma que hizo que ambos sintieran que querían abrazarla con toda su fuerza y jamás dejarla ir. No fue sino hasta que notaron la mano del otro cuando estaban recibiendo sus respectivas bolsas que se dieron cuenta de la verdad: Shunrei les había dado chocolates a los dos, al mismo tiempo, con la misma cantidad y ninguno con alguna forma insinuante de un corazón.
—Gracias, Shunrei, no te hubieras molestado —dijo Shiryu, intentando entender cómo podía sentir tanta felicidad y desolación al mismo tiempo.
—Eres muy amable —mencionó Okko, en el mismo estado que su rival de amores.
—No es nada, chicos, hice para todos.
Y si ese golpe no había sido demasiado bajo, esa corta declaración más su entrada al salón (dónde ambos vieron que también le daba bolsitas a Genbu y Ban) con su habitual calma fue suficiente para derrotarlos. Al menos para Shiryu fue así, Okko no tardó en recomponerse al comprender que eso significaba que Shunrei no tenía sentimientos por nadie en especial.
Después de la escuela, Shunrei acompañó a Dohko y Shion al restaurante de Izo, puesto que todos los años el grupo de amigos se reunía para hacer escándalo en el restaurante y arruinar las citas románticas de las parejas que iban al lugar. Ese año, sin embargo, Shunrei vió que sus tíos se comportaron ante la presencia femenina, lo que permitió que ella pudiera dar sus chocolates de forma ordenada, sacándole una sonrisa a todos los adultos.
—Y yo que creí que nadie me daría nada —bromeó Gestalt, mirando su bolsita con una genuina felicidad.
—Shunrei, no debiste darme chocolates, no tengo autocontrol —se sinceró Cardinale, comenzando a sacar uno de sus chocolates.
Las mujeres en la mesa alabaron su destreza en el arte culinario, Rebecca incluso bromeó diciendo que le pediría la receta, haciéndola sentir que había hecho lo correcto al trabajar tanto ese fin de semana. Su felicidad sólo se vió levemente opacada cuando vió que Shura se acercaba a ellos, o específicamente a su tío, con una expresión agotada debido al largo trabajo que tuvieron ese día.
—Tío, ya me voy —dijo después de saludar a todos.
—¿Tienes una cita o alguna chica que visitar después de aquí, Shura? —preguntó Shion, logrando captar por completo la atención de Shunrei.
—No, nada de eso, sólo voy a ir a casa de un amigo, veremos la trilogía de Bridget Jones y discutiremos si la primera parte es más una película navideña que de estas fechas… como cada año.
Shunrei miró al joven adulto entrar a los vestidores, platicando con algunos de sus compañeros en el camino. Nerviosa, pensó que tal vez esa era su oportunidad porque, aunque no contestara la pregunta de sus amigas, la verdad era que al fondo de su mochila llevaba una bolsa roja con un listón verde oscuro de chocolates con formas de cuadros, ni uno solo con corazones, como los que le había dado a Dohko.
En un arranque de valentía, Shunrei se levantó y siguió en silencio a Shura, segura de que ninguno de los adultos que la acompañaban se hubiera dado cuenta de su movimiento. Ese era el momento, no el momento de declararse, sino el momento de encontrar una fuga, algo que la ayudara a externar todo lo que sentía. Y quería que Shura le sonriera.
Se acercó lentamente, y después de esperar algunos minutos vió al chico, sin su uniforme, salir de la habitación con una mochila al hombro.
—Oh, hola, Shunrei —la saludó él cuando notó que estaba a su lado—. ¿Ocurre algo?
—Yo… bueno, hice chocolate —Shunrei suspiró. Sentía cómo su rostro ardía en rubor y las palabras se querían escapar de ella—. Mis amigas y yo hicimos chocolates —continuó más tranquila—, y yo… me sobró una bolsa y pareces algo agotado…
Sin saber qué más agregar, Shunrei extendió la mano y le ofreció la bolsa que había armado especialmente para él, temerosa de que él no la quisiera aceptar, o peor, se percatara de todos los sentimientos que la inundaban cada vez que lo veía.
—¡Vaya! —Shura tomó la bolsa con cuidado y miró a Shunrei con una enorme sonrisa.
En ese momento, en ese pequeño momento, Shunrei supo que no importaba todo lo que sucediera en el futuro, si se casaba con cualquier chico y tenía hijos o vivía soltera el resto de su vida, en una parte de su corazón siempre viviría ese segundo, esa sonrisa resplandeciente y los acelerados latidos de su corazón; siempre guardaría como un tesoro su primer amor, su espontáneo y poco probable primer amor.
—Gracias, Shunrei —le murmuró Shura, con una dulzura que hizo que ella sintiera que toda su timidez regresaba.
—No-no es nada.
Respondió con dificultad, sintiendo la garganta seca. Shura se despidió, aún sonriendo, y se alejó de ella sin agregar nada más. Shunrei, en cambio, regresó a su lugar, feliz y triunfante. Jamás olvidaría ese momento.
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Erii le entregó a sus amigas sus chocolates el día acordado, y recibió los propios en medio de risas y juegos. Después fue a su salón y pasó las siguientes horas en medio de clases aburridas y charlando con sus otras compañeras de salón sobre cosas sin importancia en cada oportunidad. Del grupo con el que había hecho chocolates, Erii era la única con novio, la única que celebraría San Valentín apropiadamente, según la tradición original.
Erii no podía evitar los nervios iniciales, a pesar del largo tiempo que llevaba saliendo con Hyoga, debido a que nunca antes había puesto tanta atención a un regalo para su pareja. En el pasado simplemente se obsequiaban regalos comprados, en fiestas importantes para ellos, Navidad o aniversarios mensuales, nada de sentimentalismos materiales en San Valentín. Sin embargo, reconocía que siempre había sentido curiosidad por celebrar ese día, y si no fuera porque ahora tenía una amiga extranjera, o varias, su curiosidad jamás se habría alimentado.
Durante el receso se mantuvo con sus compañeras de salón, charlando sobre sus clases, lo aburrido que había sido el día y una probable salida al cine. De vez en cuando Erii desviaba la atención de sus amigas para mirar a Hyoga con sus propios amigos; cada vez que lo veía reír, Erii sonreía, sintiendo que las mariposas en su estómago se agitaban. Nunca hubiera imaginado que terminaría saliendo con Hyoga, uno de los chicos más rudos de la escuela, aquel que había visto solo a la distancia.
Apenas los dejaron salir de su última clase, Erii salió corriendo rumbo al patio frontal, donde se sentó en una de las bancas vacías, esperando a Hyoga. Su novio no tardó en aparecer, hablando con sus amigos, en voz alta, empujándose entre sí o simplemente charlando con tranquilidad, como Shiryu y Shun. Cuando Hyoga se acercó a ella, algunos de los chicos del orfanato comenzaron a lanzar besos y reírse en voz alta, avergonzando a los jovenes.
—Sí, sí, si, que maduros… —se quejó Hyoga, levantando la mano derecha para hacer un gesto obsceno contra sus amigos que Erii reprobó.
—¡Hyoga!
El joven le sonrió con inocencia y sin decir nada más la tomó de la mano, guiandola al camino de siempre.
Todas las semanas, después de la escuela, Hyoga acompañaba a Erii a su casa, caminaban juntos, tomados de la mano, hablando sobre la escuela o sobre cosas de ellos, de su vida diaria. Ese día no fue diferente, Erii le contó a Hyoga sobre sus nuevos proyectos escolares y planes de presentación entre sus amigas de grupo y el resto de las chicas.
No sería la primera vez que Erii le regalaba algo a algún chico, o a Hyoga, pero eso no la eximía de sentirse nerviosa. Era la primera vez que regalaba algo hecho con sus propias manos, que le había costado trabajo y esfuerzo, y varios intentos fallidos, en especial cuando los corazones se rompían.
Al llegar frente a su casa, Hyoga le acarició la mano con suavidad, mientras le preguntaba si quería ir al cine con él ese fin de semana.
—Ahora que Shaka está a cargo podemos pedirle casi lo que sea, la semana pasada dejó que Shun se perforara las orejas —contó Hyoga—. Veremos la película que quieras.
—Revisaré la cartelera, y pagaré las palomitas, no está a discusión —Erii miró a Hyoga con una sonrisa juguetona, sabiendo que el chico siempre intentaba mostrar su lado caballeroso.
Sin mucho más que agregar, Erii se acercó a Hyoga lentamente, y lo besó en la mejilla.
—Hice algo para ti —le dijo, sintiendo que los nervios ya no la dominaban, sino una profunda anticipación—. Las chicas y yo, de hecho, pero esto lo hice en especial para ti.
Hyoga recibió curioso la pequeña cajita roja con forma de corazón. Ya sabía lo que era, había visto que las chicas le habían dado chocolates a sus amigos, a todos, incluso a Jabu, menos a él. June y Shunrei le habían dicho que habían olvidado lo suyos, Miho simplemente había negado con la cabeza, y Freya le dijo que le daría después de darle a Isaac los suyos. Aunque se había sentido desplazado, al recibir el regalo de Erii pudo comprender un poco ese actuar.
Sintiendo que se embriagaba de felicidad, Hyoga abrazó a Erii con fuerza, sosteniendo los chocolates y le besó la boca con ternura.
—No tengo nada para ti —le dijo al separase, apenado.
—No era necesario —aseguró Erii, con una sonrisa—. Lo hice porque quería, sin esperar nada a cambio.
Erii se acercó de nuevo a él y volvió a besarlo con un poco más de sotura.
—Te quiero.
Le susurró Hyoga, y ella, sintiendo que había hecho lo correcto, le sonrió a Hyoga de forma abierta.
—Yo también te quiero.
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El martes Saori se acercó a la habitación de Artemisa con una sonrisa, todavía era temprano, pero eso no le interesaba. Sin ocultar su alegría, abrió la puerta de golpe y se acercó a su hermana mayor, que estaba frente a su tocador, con las manos en la espalda.
—Si tú y Julián Solo están planeando algo, no me involucres en ello de nuevo, después de lo que pasó en diciembre no quiero escuchar nada de sus planes —dijo de inmediato Artemisa, mirando a Saori por el espejo.
—Deja de quejarte y cierra los ojos —respondió Saori, aún acercándose.
Artemisa entrecerró los ojos, pero al ver la insistencia en el rostro de la joven, no tuvo más opción que aceptar y cerrar los ojos. Satisfecha, Saori terminó de acercarse a su hermana y puso frente a ella una cajita de color plateada.
Saori había decidido hacer chocolates para pocas personas, las más importantes para ellas. Primero, le entregó sus chocolates a Artemisa, rellenos de nueces porque sabía que más que chocolates, a Artemisa le gustaban las nueces. Después Tatsumi la llevó a la escuela y, sabiendo lo entregado que el hombre era con ella y su abuelo, Saori había decidido darle un pequeño chocolate con forma de estrella, como agradecimiento por su entrega.
Al llegar a la escuela, Saori le escribió al resto de sus amigas que les daría sus dulces más tarde, cuando todos, o la mayoría porque Hyoga y Erii estarían en otro lugar, se encontraran en la Plaza Syntagma. Ese había sido el trato entre todas para que todos pudieran pasar un rato divirtiéndose, considerando que asistían a diferentes escuelas y algunas tenían otras actividades en las tardes. Sintiendo la emoción del día recorriendo cada célula de su ser, caminó rápido hacia su salón, agradeciendo que su primera hora no fuera biología, y saltó hacia la banca que estaba frente a Mii, que estaba ocupada leyendo un libro mientras esperaba el inicio de su clase.
—¡Mii! ¡Feliz San Valentín! —le gritó Saori, logrando asustar a la rubia al punto de casi aventar lejos su libro.
—Feliz San Valentín, Saori, tengo algo para tí.
—¿De verdad? Parece que estamos sincronizadas, yo también tengo algo para ti.
Ambas compartieron una pequeña sonrisa mientras intercambiaban sus respectivas cajas. Para Mii, sólo chocolate, ya que era gran fan del chocolate puro, sin nada más.
A diferencia de algunas de sus amigas, y pensando igual que June, Saori no tenía pensado darle a alguien especial uno de sus dulces. Ella solo quería pasar el tiempo con sus amigos, divertirse y no pensar en cosas de pareja. Quería disfrutar de su soltería, después de todo, no había pasado mucho desde que estuviera comprometida. Así que cuando se reunió con sus amigos, ella los abrazó a todos y les deseó un buen día, incluyendo a Jabu que de inmediato la había mirado con una ceja levantada.
—Nunca Jabu, jamás —dijo ella de inmediato, arrojándole al chico su caja de chocolates—. Ni lo sueñes.
—Eso dicen todas y tarde o temprano terminaba cayendo.
Retó Jabu, recibiendo un golpe de parte de Miho, para que se comportara, mientras el resto comenzaba a reír.
Y en ese ambiente amistoso, Saori supo que no necesitaba nada más.
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June cruzó los brazos y comenzó a golpear con el pie el suelo. Si algo le molestaba de sobremanera era la impuntualidad, y sus sobrinos llevaban veinte minutos de retraso. A su lado, Asmita parecía llevar de mejor manera la frustración, estaba entretenido intentando aplastar los mechones de cabello que siempre se le levantaban.
Aunque le avergonzaba admitirlo, la verdad era que no era una buena tía, y ni siquiera la consideraban como eso. Ella era una niña, "the little girl", como le decían, no de cariño, y por eso jamás había mostrado una preferencia o cierto cariño hacia alguno de sus familiares, fuera de su padre. Debido a eso, estaba nerviosa ante sus primeras muestras de afecto; el día no era tan importante para ella como la oportunidad de hacer algo agradable por los que consideraba su familia más cercana dentro de su enorme círculo familiar.
Después de esperar por tres minutos más, y de considerar seriamente unirse a la meditación con Asmita, la puerta de su habitación fue abierta y por ella entraron sus retrasados sobrinos.
—¡Llegan tarde, torpes! —los reprendió en cuando los vió.
—Disculpa, June, es que no quería venir —se justificó Shaka, alzando los hombros.
—Esta es la novena vez en toda mi vida que me dicen eso —pensó Shijima en voz alta—. En fin, para que requería nuestra presencia, estimada tía.
—En primer lugar, quítate esa chaqueta formal, me da cosa que seas tan recatado —June fingió un escalofrío, esos cambios de personalidad la turbaban. Después, con una señal le indicó a sus sobrinos que se sentaran en el sofá, a un lado de Asmita, y caminó hacia su habitación.
Sentía que los nervios estaban a flor de piel. Su familia no era precisamente dada al afecto, pero eso no evitaba que ella quisiese hacer algo por ellos, algo que mostrara que no era una fría chica inglesa como años antes había aspirado a ser.
Para June, ese día se trataba de mostrarle a sus seres queridos lo que sentía por ellos, se trataba de pasar un pequeño momento con ellos y darles un pequeño presente. Algo para los tres, porque quería a los tres, a Asmita con sus chistes malos de ciegos, a Shijima con sus probables problemas mentales y Shaka con su a veces indiferente comportamiento.
—¿Es una caja mágica? ¿Adentro se encuentran todos mis sueños y esperanzas? —preguntó Shijima cuando recibió su caja de chocolates, agitandola cerca de su cabeza.
—No… —June se sentó en el suelo frente a ellos y exhaló ruidosamente, intentando alejar los nervios— Es una caja de chocolates.
—¿Nos estás regalando chocolates? ¿Por qué? ¿Es alguna nueva celebración juvenil? —preguntó Asmita, tocando la caja con cuidado.
—No, solo hice chocolate con mis amigas y pensé en dárles también a ustedes —explicó June, intentando quitarle importancia a sus palabras o sus acciones con un simple movimiento de hombros.
—¿Están envenenados? —cuestionó Shijima, abriendo su caja.
—No tiene sentido que nos envenene a los tres —mencionó con tono distraído Shaka, también abriendo su caja y la de Asmita—. Sólo te envenenaría a ti.
—Error, mi querido Shaka, tú, como mi heredero, también podrías ser víctima de los malvados planes de June.
—¿Qué…? —Shaka miró a su primo con sorpresa, no sabiendo a qué se refería su primo con ese comentario soltado tan sencillamente.
—Es obvio —intervino June, viendo de reojo a Shijima, quien estaba por degustar uno de sus chocolates—. Como Shijima todavía no tiene sus propios herederos con Boukam, necesita un heredero temporal.
Tal y cómo ella lo pensó, Shijima comenzó a toser, con el rostro tomando un rojo casi tan intenso como el de su cabello, ahogándose con el chocolate, aunque el sonrojo no tenía nada que ver con su casi muerte. Una sonrisa malvada, y algo victoriosa, se dibujó en el rostro de la joven. Cosa que sólo se acentuó cuando Asmita dijo, tranquilo:
—Pues ya se están tardando, tal vez esa sea una buena razón para finalmente hacerme esa cirugía.
Sin poder evitarlo, June soltó una enorme carcajada que resonó en todo el piso.
Tal vez no era el día romántico que medio mundo tendría, pero para ella eso era suficiente, estar rodeada de los hombres que quería, o la mayoría. Sólo faltaba uno, pero esperaba que al menos él recibiera su cajita.
Comentarios:
¡Gracias por leer!
Como son relatos cortos, condensamos varios en un sólo capítulo, para ahorrarnos tiempo y espacio. En el siguiente veremos mucho drama y algo más relacionado con la temática del día, pero hasta mañana, para estar en sintonía con la celebración.
Por cierto, mi relato favorito es el de Shunrei, de todos he de aclarar. Ella es tan adorable cuando está cerca de Shura que me dan ganas de escribir algo de estos dos fuera de este universo ;) Cuéntenme cuál es el suyo, hasta ahora al menos.
