Disclaimer: Naruto no me pertenece, solo hago uso de sus personajes con el fin de entretener.
Aclaraciones: Universo Alternativo. Modern Times.
Advertencias: Robo de identidad autorizado. Engaños. Mentiras. Padres egoístas.
Notas: He tomado como inspiración el dorama coreano: Propuesta laboral para esta historia. No será absolutamente todo basado en el drama, pero se da a entender la idea. Por supuesto que habrá otros cambios de la trama, así como un intento de comedia romántica. Que el inicio serio no los confunda, pienso traer muchas situaciones divertidas en esta historia.
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Capítulo 1
Identidad prestada
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Los dedos de Hinata no dejaban de moverse con inquietud sobre el portafolio. Estaba nerviosa. Más chicas se hallaban igual o peor. Las tenían esperando en aquel blanco corredor por casi dos horas. Siempre que la puerta se abría una chica salía sollozando y con el maquillaje corrido. Aquello solo lograba inquietarla más por no saber cómo le iría a ella cuando fuera su turno.
Decidió relajarse y repetirse mentalmente los pasos de respiración profunda que Kurenai, su profesora de Teatro en la secundaria, le brindó cada vez que sintiera la ansiedad treparse a su espalda o dejarla tiesa en mitad del escenario.
Haber sido una persona introvertida y con una timidez que rallaba en la exageración, la carrera como actriz amateur no una profesión sencilla en la vida de Hinata. Casi no llegaba a final de mes por los pocos trabajos que lograba conseguir, ya fuera en pequeños cameos en películas de bajo presupuesto, comerciales de dudosa producción o simplemente en un pésimo proyecto cinematográfico con una edición y guion que daban mucho de qué hablar.
La audición de esta vez era una importante oportunidad. El director y jefe de audición eran conocidos por su seriedad. Aunque el papel fuera de un personaje secundario, la paga sería bueno y quizá podría ayudarla a subir los escalones para encontrar papeles con más frecuencia. No se consideraba una actriz perfecta, pero podía adaptarse a las situaciones. Le ayudaba mucho la técnica de personificación interna, el crear un personaje totalmente distinto a su verdadero ser ayudaba mucho a que su lengua no se trabara o se avergonzara al repetir ciertas frases de un guion que, en otra situación, le harían sonrojar.
El clic de la puerta interrumpió los pensamientos de Hinata. Otra chica que lloraba pasó corriendo delante de ellas. La mayoría tragó ruidosamente. Otra mujer se levantó de la silla al ser llamada por un hombre de mirada estricta detrás de un par de gafas transparentes, cerrando la puerta detrás de sí y dejando a las restantes con más nervios. Las presentes tuvieron que recorrer de asiento, como cuando Alicia participa en la Fiesta del Té del Sombrerero Loco, atrapado en una eterna ceremonia debido al abrupto paro de su reloj. Así se sintió en aquellos momentos. Solo quedaban dos adelante suyo y eso la hizo sudar. Estaba cada vez más cerca de comprobar si sería elegida o rechazada.
Nuevamente la puerta se abrió para sorpresa de todas. Eso había sido demasiado rápido, ni siquiera pasaron cinco segundos y la mujer intentaba no llorar para correr por el largo pasillo. El nombre de la siguiente candidata fue llamado y ésta pasó a la sala de tortura. Volvieron a recorrerse, la diferencia esta vez fue que la chica próxima decidió irse —seguramente al no soportar la presión, no sabía con seguridad— y ahora era Hinata la que seguía.
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—Mal día, ¿eh?.
La voz suave de Konan la despertó de su ensoñación diurna. Delante suyo se deslizó una taza de té humeante. Hinata sonrió levemente y aceptó la bebida caliente, elevando el rostro para encontrarse con el rostro pacífico y hermoso de la dueña del pequeño café, Konan. Era su lugar favorito desde que se mudó al piso de arriba, rentando uno de los departamentos de bajo precio que Chiyo, la casera, ofrecía.
La mayoría de los inquilinos eran estudiantes universitarios o de preparatoria debido a las condiciones de los lugares que eran parecidos a dormitorios, pero Hinata lo hallaba cómodo, siempre y cuando tuviera el dinero para pagar la renta.
—Un poco —respondió con cierta tristeza, observando las ondas del té creadas por las vibraciones de todos los comensales dentro del comercio.
Konan suspiró con pesar, Hinata era uno de sus cliente regulares y le tenía aprecio. Verla tan desanimada le daba pena.
—¿No quedaste en la audición? —no quería preguntar para no hacerla sentir mal, pero era a veces bueno que Hinata se desahogara con ella.
—No —contestó Hinata, confirmando las sospechas de la dueña de cabello azulado—. No era lo que buscaban.
—Ya veo —Konan respondió con suavidad. Podría decirle a la joven mujer que no debería sentirse mal, seguramente pronto alguien se daría cuenta del valor que poseía, pero conocía a Hinata y sabía que ese tipo de palabras no lograban levantarle los ánimos a la joven.
Ella asintió sin añadir nada más. Agradecía a Konan por respetar el silencio y aquel mensaje implícito donde no quería hablar más sobre el tema. Se gastó lo poco que tenía de efectivo en conseguir la ropa adecuada para la audición, así como el pasaje de ida y vuelta pues la sede estaba ubicada más lejos de lo que imaginó.
¿Y todo para qué?
El responsable del casting ni siquiera puso atención a su performance, solo se limitó a leer —de manera superficial— los trabajos en los cuales participó desde que se graduó de la Academia de Artes Escénicas de Tokio. Sin embargo, el prestigiado nombre de dicha institución no pareció impresionar a los jueces pues de inmediato le señalaron que su físico y actuación no eran lo que buscaban para el personaje. Eso sin duda la deprimió pues de verdad confió en ella misma de que, esta vez, conseguiría un papel decente.
No tuvo otra opción que dar una educada reverencia, tomar sus cosas y portafolio para salir de la pequeña habitación intentando no llorar delante de nadie, saliendo lo más rápido posible del enorme edificio y contar, casi con desespero, los yenes que tenía en el bolso de su pantalón para conseguir pagar el boleto de regreso.
—Tendré que pedirle trabajo otra vez a Samui-san —susurró con la vista perdida en el reflejo del té.
Konan hizo una mueca, no gustándole tal idea, mas Hinata no tenía otra opción. Era ayudar a la rubia en su negocio —una Sex Shopp— o llamar a su padre, arrepentirse de escoger sus sueños por sobre sus deberes y arrodillarse para suplicar perdón. De ambas opciones prefería la primera.
El día en que salió de la vida de su padre se prometió nunca volver. No importaba cuán complicada fuera la situación, Hinata se rehusaba a regresar a aquel hogar donde vivió los peores años de su vida.
—Sabes que no me molestaría que me ayudaras con el café —Konan salió al rescate e Hinata agradecía el gesto, pero no podía aceptar dicha oferta.
—Agradezco la invitación, Konan-san, pero para mí ya es suficiente que no me cobres los desayunos. No puedo abusar de ti de ese modo —contestó honestamente, encogida de hombros y avergonzada de no tener ni un yen para pagarse un desayuno decente del café de la mujer.
—Eso no me molesta —se encargó de aclarar Konan. Las personas necesitadas siempre serían bien recibidas en su café, nunca ignoraría a alguien en necesidad. Hinata era una de aquellas pobres almas cuya vida se le venía dificultando últimamente—. Y lo sabes. Eres más que bienvenida.
—Aún así debo declinar —Hinata negó con suavidad. Sin duda Konan era demasiado amable,en un principio la juzgó mal e imaginó que la femenina sería alguien de frío carácter por el semblante inexpresivo con el cual se topó la primera vez al entrar a la cafetería.
No obstante, con el tiempo, Hinata se retractó de su primera impresión pues Konan había resultado ser la mujer más dulce y servicial que nunca antes había conocido. Su voz era tan amable y con un toque divino, el sazón y la técnica en cada uno de los platillos especializados que solamente se servían ahí, La Trompeta del Ángel, eran dignos de halagar.
Era de las pocas personas con las que podía sentirse cómoda, además de ser alguien perfecta para conversar y ser escuchada cuando la situación le pesaba demasiado cómo para lidiar por sí sola con esa pesadumbre.
—Ya es demasiado lo que haces por mí, Konan-san.
—No hago gran cosa —dijo la mujer—, solo ayuda a una amiga.
Las mejillas de Hinata se sonrojaron por la sinceridad en las palabras de la mujer mayor. Podía creer en éstas porque Konan nunca mentía, era fácil confiar en ella. Quiso contestar algo para darle a entender a la dueña de la cafetería que ella igualmente se sentía igual, empero la campanilla anunciar la llegada de un nuevo cliente detuvo sus acciones.
—Lo siento —Konan rápidamente se disculpó al alisar su mandil—, debo atender.
—Adelante —no quería interrumpir el trabajo de Konan, por eso le aseguró que no había problema.
Ella debía buscar a Samui-san y hablar sobre si aún solicitaba una empleada para atender su exótica tienda, ubicada en la esquina del bulevar, no dudaría mucho ahí, solamente bebería el té y se marcharía, dejando una notita a Konan que prometía pagarle la cuenta al conseguir dinero.
La figura de la mujer con aquel adorno de rosa blanco en su corto cabello azul eléctrico desapareció al costado. Hinata bebió con tranquilidad el té de hierbabuena, aspirando el aroma en un intento por relajarse. Una presencia, así como el aroma de un perfume refinado —de aquellos que solamente se consiguen en tiendas lujosas— despertó la curiosidad en ella. Disimuladamente observó el asiento a su lado donde una mujer de notable belleza ocupó.
No podía apreciar completamente sus rasgos debido a las gafas de Sol que usaba, pero si pudo admirar, en silencio, el lindo color de cabello; era largo y de un rubio platinado. Su silueta era atractiva y la elección de ropas, daba a conocer su gran gusto en la moda. Reconoció levemente la marca de dicha prenda, sin duda era de diseñador.
Le desconcertó que una mujer de esa clase decidiera sentarse en una cafetería como la de Konan. Y no, no despreciaba la cafetería, simplemente no encontraba razones por las cuales alguien que tenía un buen gusto respecto a las piezas que usaba le gustaría tomar algo en una cafetería escondida en la parte menos llamativa de toda la ciudad.
—Un capuchino de vainilla —ordenó la mujer con voz firme.
Konan asintió, esperando que la mujer ordenara más, pero el silencio de ésta dio a entendería que sería lo único que consumiría.
—Entiendo, señorita. Se lo traeré en seguida —respondió Konan a la solicitud y desapareció detrás de los muros que escondían las máquinas necesarias para preparar las bebidas.
Hinata se enfocó tanto en su té para no prestar atención a la mujer a su lado por más curiosidad que ésta le despertaba. Escuchó cómo ésta soltaba un suspiro hondo, fatigado, como si hubiera estado experimentando una situación complicada. Hinata se detuvo a pensar sobre qué problemas podría tener alguien como ella.
Sin embargo, retroceder en sus memorias, aquellas en la que siempre debía lidiar con situaciones estresantes ocasionadas por las altas perspectivas que su progenitor siempre tenía sobre ella pudo entender lo que realmente era vivir en aquel mundo lleno de lujos.
—Este lugar es agradable —susurró de improvisto la mujer a su lado.
Hinata no entendió si hablaba consigo misma o se dirigía a ella. Era complicado y no quería lucir atrevida. Quizá estaba en un monólogo.
—Y el aroma es exquisito. Dude en entrar aquí por la apariencia externa, pero el nombre me causó curiosidad. Según las críticas en Internet lo que suelen servir aquí es delicioso —comentó la mujer como si ella le estuviera poniendo atención. Ahí Hinata supo que realmente se estaba dirigiendo a ella y no se trataba de su imaginación—. ¿Tú qué me puedes decir al respecto? Luces como si fueras una regular.
—Todo es delicioso —afirmó con seguridad, observando a la joven rubia, sorprendiéndose de ver aquel par de ojos purpuras que parecían brillar como la brillantina. Poseía un corte similar al de ella. La rubia pareció sorprenderse también pues se dedicó a detallarla con profundidad, poniéndola nerviosa por el arduo estudio—. P-Perdón, no quise incomodarla… —supuso que su respuesta había sido grosera y por ello la rubia le dirigía tal mirada, sin embargo, la sonrisa de la rubia la hizo sentirse confundida.
—Para nada —contestó con una sonrisa—. Por el contrario, me siento agradecida de conocerte.
—¿D-Disculpe?
La joven mujer soltó una risa y ésta se escuchó como el sonido de una ninfa. No solamente era hermosa en el exterior, sus ademanes educados también resaltaban su hermosura.
—Creo que el destino se ha encargado de unirnos —continuó la mujer, apoyando el codo sobre la superficie plana de granito, mirándola con una intensidad indescriptible que Hinata no sabía muy bien cómo reaccionar.
—N-No la entiendo, señorita…
—Shion —se presentó con rapidez, sonriendo—. Shion Shimizu —la mujer que dejó de ser un misterio ladeó el rostro. Era notable su interés, pero Hinata no lograba entender por qué de ello.
Interiormente se sintió nerviosa de ser reconocida. A pesar de haber pasado cuatro años de auto exiliarse de la familia Hyuga y que su propio padre la desheredara de la fortuna del Grupo Byakugan, así como cambiarse el apellido por uno más común, no dudaba que la gente pudiera identificarla a través del peculiar tono de sus ojos; era un gen heredado en su familia y poco común en personas externas, según dictaba las tradiciones, dichas características del clan Hyuga se lograban preservar mediante la unión de mismo miembros, cosa que a Hinata no le agradaba en absoluto, especialmente aquel día que su padre insinuó que ella como su querido primo, Neji, podrían casarse en el futuro.
Aún cuando sus ojos tuvieran aquel toque de lavando, rarísimo tono dentro de su misma familia y heredado por su madre que, se presumía, era la única que había poseído tal color de orbes —después de ella, por supuesto—, no dudaba que igualmente fuera fácil saber su identidad. Podía fingir no saber de qué hablaban aquellas personas que intentaban indagar sobre su pasado, pero nunca lograba escapar por completo.
La sombra de su fracaso como heredera de toda la fortuna del imperio comercial de la familia Hyuga la perseguía.
—¿Y tú eres…?
—Hinata Yuhi —se presentó con una sonrisa que detonaba lo nerviosa que se hallaba. No paraba de sentirse agradecida porque su profesora le prestara su apellido, dándole la oportunidad de iniciar una nueva vida sin ser atada por el apellido de su clan.
—Mucho gusto, Hinata-san —Shion extendió su mano, algo extraño sabiendo que aquella era un gesto occidental que la mayoría de los asiáticos no practicaban a menos que se tratara de asuntos internacionales.
Pero Hinata decidió estrechar la mano por pura cordialidad.
—I-Igualmente —no sabía ni siquiera por qué esa mujer se presentaba, prácticamente eran desconocidas. No iba a negar que el parecido físico le sorprendía, si alguien viniera a decirle que Shion era su gemela perdida era probable que se creyera tal idea—. Perdone, pero… ¿N-Necesita algo? —cuestionó.
Por más gentil que fuera, sus problemas no iban a desaparecer. Debía ir a hablar con Samui y conseguir dinero, no podía darse el lujo de hablar con tanta tranquilidad con Shion, una desconocida que se le dio la gana hablar con ella y soltar cosas como si aquel encuentro fuera el destino.
—Veo que mis intenciones han sido leídas a la perfección por ti —la joven sonrió—. Era de esperarse de una Hyuga.
—¿Uh?
La sorpresa en el rostro de Hinata era genuina. Afortunadamente no había dado un trago a su bebida pues aseguraba que se habría ahogado. Observó a la rubia con incredulidad, incluso práctico las líneas que siempre usaba para descartar aquella idea.
—L-Lo siento —puso una sonrisa apenada, como si tal confusión fuera imposible—. C-Creo que me está…
—Por supuesto que no —interrumpió Shion con suavidad—. Ya nos hemos conocido, es solo que no lo recuerdas —la rubia soltó una risa melodiosa—. No te culpo, eramos demasiado pequeñas. Mi madre siempre me obligaba a asistir a tus fiestas de cumpleaños, aun cuando no quisiera hacerlo. No se cansaba nunca de repetirme que era esencial mantener una buena relación con los Hyuga —describió.
Hinata arrugó el ceño al no recordar a la mujer. Durante su infancia había conocido un sinfín de personas, tantos socios que su padre trataba de llevarse al bolsillo para asegurar las futuras inversiones a su imperio. Sin embargo, el apellido Shimizu no podía recordarlo, si fuera lo contrario ella no dudaría de haber evitado entablar una conversación con la rubia.
—Era una pérdida de tiempo para mí. Seré honesta —bufó Shion como si las memorias siguieran frescas—. No me agradabas en lo absoluto. Para nada.
—Oh —exclamó Hinata, sin saber cómo reaccionar a tan honesta confesión.
—Pero con el tiempo… —Shion le dedicó una mirada profunda que ella no supo cómo interpretar—. Creo que no pude evitar envidiarte.
—¿A-A mí? —susurró sorprendida. No creía que su situación actual fuera algo que envidiar.
—Has logrado escapar de tu jaula de oro —respondió Shion. En sus facciones delicadas se podía percibir una tristeza palpable—. Algo que siempre he querido, pero tengo miedo de hacer.
—Shion-san —empezó a hablar—. M-Me disculpo por no reconocerla, pero siendo honesta, no logro entenderla…
—Mi intención al entrar a esta cafetería era olvidarme de mi vida, por un rato —a Shion parecía gustarle irse por la tangente pues siempre la interrumpía—. Probar un delicioso capuchino y luego lidiar con los reclamos de mis padres de por qué no asistí a la cita a ciegas que planearon para mí el día de hoy.
Hinata entendió de inmediato, ella había estado en una situación similar. Sin embargo, nunca tuvo el valor para oponerse a las órdenes de su padre, asistiendo siempre a aquellas citas que le resultaban incómodas, en especial cuando los candidatos que podrían beneficiar a la empresa —según el criterio de su padre— eran mucho mayores que ella.
Sintió empatía con la joven y un enorme respeto.
—Estoy cansada de cargar con los errores de mis padres —masculló con enojo. De todo el rato que venía hablando con la joven rubia esa era la primera vez que la veía enojada—. Ser la que debe dar solución a las consecuencias de sus malas decisiones. Odio esto. Detesto ir cada semana a ver un hombre diferente que tenga el suficiente capital para salvarnos de la bancarrota —los puños de Shion se apretaron encima de la barra de servicio—. No soy una muñeca que pueden usar a su antojo —la mirada purpura de la joven se lleno de tristeza, un mudo grito de desesperación—. Yo ya quiero a alguien… —confesó con dolor, aún así las mejillas se le sonrojaron como si estuviera a punto de entregarse al llanto—. No quiero casarme por dinero, eso no…
Repentinamente delante de Shion apareció un pañuelo desechable. Parpadeó confundida, así como un intento por evitar que las lágrimas salieran. Observó a la joven sentada a su lado. Le sonría de una manera dulce, honesta, algo complicado de hallar en su mundo. La falsedad era el pan de cada día. Fue imposible no recordar haber visto esa sonrisa ya antes, cuando ambas fueron presentadas en la niñez. Hinata escondida detrás de la figura de Hitomi-san, madre de ésta, con las mejillas sonrojadas por su naturaleza tímida que a Shion, en aquel entonces, le resultó exasperante.
Sonrió con cierto deje de ironía.
—Gracias —tomó el pañuelo para secar las esquinas de sus ojos, cuidando de no arruinar el maquillaje.
—No hay de qué —respondió Hinata después de un breve silencio. Miró al frente, Konan todavía no llegaba con la bebida, mas Shion no lucía enfadada—. Lamento su situación, Shion-san. D-Debe ser muy difícil de sobrellevar.
—Definitivamente lo es —comentó Shion, doblando el pañuelo y mirando de reojo a la joven de cabellera negro azulado—. Supongo que tú has de entenderlo a la perfección.
Hinata asintió. A esas alturas no importaba que continuara, en vano, ocultar su identidad si Shion la recordaba desde pequeñas. Solamente esperaba que no levantara la voz o acudiera a algún paparazzi a contarle cómo la ex heredera de la familia Hyuga vivía miserablemente al seguir con sus sueños en lugar de aceptar el destino que por derecho de nacimiento le pertenecía.
—Sí —pero eso quedó atrás, al cortar los lazos con su familia.
No iba a negar que en ocasiones el sentimiento de arrepentimiento se implantaba dentro de su ser, pero solo debía recordar todo lo vivido en aquella casa que se hacía llamar un hogar para recordar las razones del por qué decidió tomar la decisión que cambió su vida. También extrañaba intensamente a Hanabi y a Neji, eran sus personas favoritas. Cuando decidió rechazar su puesto legítimo como principal heredera no esperó que el dolor de dejar atrás a su querida familia pudiera ser tan fuerte.
Pero no podía retractarse ni tampoco acudiría a su padre, dándole lo que él siempre quería.
—¿Es cierto que decidiste dejar todo por estudiar Actuación? —preguntó Shion de repente, Hinata se halló con la guardia baja.
—Uh… —miró a todos lados, avergonzada—. S-Sí…
—Ya veo. Eres muy valiente, Hinata-san.
Ella soltó una risa seca. —Muchos me dicen lo contrario.
—Resulta muy fácil hablar desde otra posición, cuando no se sabe cómo es vivir en las altas esferas —musitó con un agrio sentimiento del cual ella podía concordar completamente—. Las mujeres lo tenemos más complicado. A los ojos de los hombres poderosos somos vistas como trofeos o incubadoras humanas para procrear sus futuros herederos.
Las palabras de Shion era la verdad, por más fuertes que sonaran. Lo había vivido con su madre. Día a día observó cómo esa mujer de dulce sonrisa se marchitaban en un matrimonio frío, nacida de los deseos egoístas de los mayores y de sus abuelos maternos que no dudaron en entregar a su única hija como la futura esposa del próximo cabecilla del Grupo Byakugan.
Aún recordaba a su madre sollozar cuando pensaba que nadie podía escucharla, en los interiores del guardarropa donde escondía una caja con un significado especial. Nunca supo de qué se trató, su madre se llevó el secreto a la tumba. Sin embargo, con el tiempo, logró atar los cabos sueltos.
Su madre le lloró, en aquellos tiempos, a su primero amor. Al hombre con el que realmente quería pasar su vida. El nombre de éste le era desconocido y no podía sospechar de quién se trataba, pero por respeto a la memoria de su madre nunca intentó investigar más allá ni tampoco preguntarle directamente.
En aquel entonces era demasiado pequeña para entender muchas cosas, en especial las mirada de tristeza de su madre que se perdía en los atardeceres, sentada cerca del balcón con una pijama ligera que no lograba obligarla a adentrarse a sus aposentos por más frío que el viento soplara.
Hinata observó a Shion e inevitablemente recordó a su madre. Compartían el mismo brillo. La diferencia era que su madre sí estuvo casada con su padre, Shion hacía lo posible por evitar ese destino. Pero el dinero siempre predominaba por encima de los sentimientos.
El celular sonar dentro del bolso de Shion logró endurecer las facciones de la joven, dejando de lucir vulnerable para adoptar una mueca de frialdad. Se disculpó por dicha interrupción en su amena conversación y no se molestó en atender ahí mismo la llamada. En ese momento Konan llegó, dejando la taza frente a la rubia que solamente asintió en silencio.
Konan por respetó volvió a adentrarse a la cocina, parecía estar más ocupada de lo habitual. La campana no dejaba de sonar una y otra vez. Muchas colegiales entraban, aún usando sus uniformes escolares y riendo alegremente. Cuánto las envidió.
—Hai —contestó Shion con un tono inexpresivo. La persona al otro lado de la línea parecía estar gritando, Hinata pudo distinguir la voz de una mujer adulta. Por lo que Shion le contó, sospechó que se trataba de su madre—. Sí, así es. No me presenté —confesó sin mostrar temor. Luego bufó con molestia—. No me apetecía —otro silencio—. ¿Injusto? —una sonrisa burlona apareció en los labios de la joven rubia. Lucía molesta, casi iracunda—. Lamento escuchar eso, madre. Tú y padre deben estar tan exhaustos. Mil disculpas por ser la desagradecida hija que soy por no prestarme a sus tretas. Por favor, madre, no uses el llanto, eso no funciona conmigo. Somos adultos y debemos razonar adecuadamente. Si mi padre y tú hubieran manejado mejor la riqueza familiar no estaríamos en esta bochornosa situación ni yo tendría que estar prostituyéndome… —Shion fue interrumpida y después se llevó una mano a la frente—. ¿El terminó lo consideras vulgar? Pues yo lo hallo completamente adecuado a lo que ustedes me están obligando a hacer… ¿Salir con diferentes hombres acaso no es lo mismo? Debo tolerar las insinuaciones de muchos, hacer como si no me sintiera asqueada de sus intentos por lograr hacer más… —Shion soltó otro suspiro, parecía agotada de toda la situación—. Madre, te colgaré. En estos momentos no te soporto y no es mi intención continuar con esta absurda conversación. Te veré el próximo fin de semana, por favor dile a mi padre que sus amenazas con congelar mis cuentas bancarias ya no tienen efecto en mí. Chao.
Vio a la rubia meter el celular al bolsillo. Le sorprendía la tranquilidad con la cual estaba manejando la situación que si alguien se lo preguntaba, era completamente injusta. Ésta dio un sorbo a su bebida caliente y pareció como si todo su cuerpo se relajara, no solo por el delicioso sabor sino el aroma de café.
—No te equivocabas —Shion la miró con una sonrisa cómplice—, realmente el café de aquí es delicioso.
Hinata correspondió al gesto.
—Sí, lo es —observó su propia bebida aún caliente y humeante—. De verdad ayuda a espantar lo que te aterra. Aunque sea por un momento.
—Hinata-san.
El llamado inesperado de Shion a su lado obligó a Hinata a observarla. —¿Sí…?
—¿Te importaría si hablamos en un lugar —los ojos de Shion se pasearon los alrededores de la cafetería— más privado?
—¿Eh? —no entendió por completo las razones de la rubia. Habían estado conversando bien durante todo ese tiempo. ¿A qué se debía la repentina propuesta?
—Por favor —fue imposible para Shion no soltar una risa por la mueca confundida y sonrojada de la joven. ¿Qué pensaría Hinata en su mente cómo para reaccionar de tal modo?—, no te asustes. Deseo solo platicar.
—¿P-Platicar sobre qué…? —en esos momentos ella no tenía el privilegio de conversar, debía salir de ahí, encaminarse al negocio de Samui-san y pedir trabajo si quería llegar a final de mes.
—Tengo una propuesta para ti —confesó Shion, seria. Ella no pudo evitar sentirse nerviosa por la intensa mirada purpura sobre ella.
—Ahm… —jugó con sus dedos, nerviosa—. N-No sé si…
—Solo escucha lo que tengo que decirte y prometo dejarte en paz —Shion sacó un sobre amarillento del bolso de diseñador, deslizándolo hacia Hinata que no entendió las acciones de la rubia. Mas ésta se encargó de clarificar todo—. Pagaré por tu tiempo. Considera esto un adelanto del negocio que tengo en mente ofrecerte.
—¿Negocio…?
Shion incrementó más la sonrisa. Hinata Hyuga lucía adorable así de confundida. Era perfecta para su plan.
—Una propuesta de negocios —los ojos de la rubia se tornaron traviesos—. Puedo oler tu desesperación desde aquí —dijo cuando el estómago de Hinata, en un mal momento, sonó hambriento, gesto que detonó un color granate en la cara de la joven dueña de aquel par de orbes nacarados.
—¿Qué clase de propuesta…? —preguntó Hinata, desconfiada, observando el sobre amarillento, con sus manos cosquillar por verificar si el contenido era lo que se imaginaba.
—Una que puede sacarte de tu situación, al menos hasta que logres encontrar una buena oportunidad de trabajo —Shion volvió a deslizar más el sobre, frente a los ojos de Hinata que no dejaban de prestar atención a dicho objeto. Parecía hipnotizada—. ¿Escucharás lo que tengo en mente?
Hinata suspiró, derrotada. No podía darse el lujo de rechazar tan tentadora propuesta. El dinero no crecía en los árboles ni mucho menos regalado. Pero sabía muy bien que la rubia quería algo a cambio, el problema era que ella no sabía decir qué deseaba exactamente.
Shion era muy misteriosa.
—Tengo 20 minutos —declaró, observando su reloj de muñequera, tomando lentamente el sobre, palpando un grosor enorme de papel en el interior del sobre.
—Eso será suficiente para mí —Shion sonrió, satisfecha de que su plan hubiera logrado surtir efecto.
Elegantemente la mujer sacó la cantidad adecuada de dinero para pagar la bebida sin consumir, poniéndose de pie. El atardecer entrar por los ventanales de la cafetería le brindaron a Shion un aura celestial.
Un ángel que acudía a sus súplicas.
Hinata guardó el sobre en su desgastado bolso, haciendo espacio con todas las cosas que llevaba. Se lo colgó y se puso de pie. Trató de buscar a Konan, pero la halló ocupada con el mismo grupo de estudiantes que entró hace rato.
—¿Dónde desea hablar, Shion-san?
—Vayamos a mi departamento. Será un viaje rápido, te lo aseguro.
¿Tenía opción? El sobre con el dinero ya estaba dentro de su bolso, no podía simplemente negarse y arriesgarse a perder dicho beneficioso. Además no podía asegurar que Samui-san le diera empleo. No dudaba que la mujer de corta cabellera, enorme delantera y ojos azules de una frialdad temeraria tuviera mejores candidatas para el puesto.
—De acuerdo, Shion-san…
Shion guió el camino, diciéndole que tenía su auto estacionado cerca del negocio. Miró atrás y se topó con la mirada de Konan que lucía confundida de porqué se marchaba con aquella desconocida. Cómo quiso contarle todo pero no tenía tiempo. Solo pudo despedirse con un ademan débil de su mano, agradeciendo en silencio la el té.
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Miroku Shizumu quiso lanzar el grito al aire al observar a su hija con aquel cambio tan drástico de look. A su lado, su marido, Moryo, observó con igual asombro el cabello ahora negro de su única hija. Ésta quitó sus gafas de Sol de manera relajada, ignorando las muecas de molestia pintadas en los rostros de sus respectivos padres al sentarse en la sala.
Observó con curiosidad como las paredes lucían vacías. Recordó que había muchas obras de arte colgadas, a su madre le encantaba tener pinturas por todos lados aun cuando no supiera nada sobre el arte. Por Kami-sama, ni siquiera sabía quien era Picasso. Solo se trataba de pura vanidad y presumir a las visitas. Pero ahora con la falta de aquellos cuadros, Shion podía entender que sus padres estaban realmente desesperados al punto de ponerse a vender sus pertenencias.
—Shion —la primera en hablar fue la mujer de cabellera negra y larga, con las cejas fruncidas mientras los ojos grisáceos como concreto se enfocaron en el nuevo color de cabello de su única hija—. ¿Qué significa este cambio…?
—El rubio me resultó aburrido —dio como simple respuesta Shion, llevando un mechón detrás de la oreja—. Decidí darme un cambio de imagen. ¿No te agrada?
—Por supuesto que no —negó rotundamente Miroku, notablemente enfadada—. Tu rubio natural, por todos los Santos, era tu mejor atractivo.
—¿A qué se debe este acto de rebeldía, Shion? —el hombre de duro semblante, cabello violeta y ojos rojizos observó la figura de Shion que no tembló por la furia que detonaba el tono demandante de su progenitor.
—Leí que el negro es un color atractivo para el sexo opuesto —dijo con simpleza, sin dar demasiados detalles—. Pensé que sería de ayuda —musitó con inexpresividad.
La mujer mayor observó a su marido que notablemente lucía irritado. Como si los problemas financieros en los que ambos estaban enfrentando no fueran suficiente, Shion no ayudaba mucho.
—¿Cómo quieres que te creamos si la semana anterior dejaste plantando a Danzo-san? —preguntó de manera histérica su madre—. ¿Tienes idea de la ofensa que has creado? Danzo-san es una importante figura dentro de la política. Tus acciones pueden orillarnos a…
—Danzo-san es demasiado viejo para mí —respondió con hastío la joven rubio, mirando con seriedad a sus progenitores—. No funcionaría. Estoy segura que después de la primera noche juntos buscaría excusas para divorciarse de mí.
—Eso tú no lo sabes —contestó Moryo Shimizu, tratando de retener su enfado.
—No pero los relatos de sus ex amantes ayudan a alimentar mi sospechas —respondió Shion, desinteresada del comportamiento y la forma en la que su padre le estaba observando—. Hice mis propias investigaciones. Fue por ello mismo que decidí no presentarme.
—Shion… —su madre no paraba de suspirar como si no tuviera remedio—. Esto no es solamente difícil para ti. Piensa en nosotros. ¿De verdad crees que tu padre y yo queremos orillarte a esta situación? —Moriku tomó la mano de su marido, jugando a la pareja amorosa y padres comprensivos.
Ella quiso vomitar.
—Por supuesto que no —ahora era el turno de su padre en hacer su patético papel—. Lo que más deseamos es tu felicidad. Es por eso que estamos tomando estas medidas. Puede que no lo comprendas porque eres joven aún, pero entenderás con el tiempo que tu sacrificio será…
—Por favor, dejen de lado su acto. Son pésimos actores, ambos —cortó Shion la cursilería, adelantándose a lo que realmente le importaba—. Veo tan innecesario sus intentos por convencerme de que esto lo hacen por mi bien. Sé cuál es nuestra posición. Estamos en lo más bajo de la cadena alimenticia. Lo comprendo a la perfección. No dejaré hundirme —declaró con seguridad—, no con ustedes, al menos. Así que, madre y padre, ¿por qué no dejamos las apariencias a un lado y me dan el nombre del siguiente candidato?
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Escuchó a la servidumbre despedirse de ella. Se puso las gafas de Sol y bajó los escalones principales, sosteniendo la carpeta con toda la información sobre su siguiente cita el próximo viernes en un lujoso restaurante, elección hecha por él. Llegó hasta el auto deportivo y abrió la puerta del conductor. Encendió el motor y salió de la residencia que los Shimizu aún eran dueños hasta que el límite de la hipoteca los orillara a vender todo.
Los vigilantes de la caseta la dejaron pasaron. Atravesó el bulevar solitario, algo normal considerando lo aisladas que las propiedades privadas eran en aquella zona casi inaccesible. Al reconocer el punto de encuentro, aquel parque cerca de unos complejos departamentales, ella estacionó el auto. Se quitó las gafas y con mucho cuidado, desinfectando sus manos, quitó las lentillas de un color purpura más profundo, revelando los orbes nacarados con tintes lavandas.
Hinata suspiró con cierto cansancio. Le era raro no tener los distinguidos mechones alrededor de su rostro, pero había sido un cambio necesario para su adaptación de imagen. Vio cómo la figura enfundada en un outfit deportivo, ocultando el rubio de su cabello bajo una gorra, caminaba hacia ella, entrando al asiento del copiloto del auto. Quitó las gafas sencillas que portaba y con una sonrisa le observó.
—¿Y cómo te fue? —preguntó Shion Shimizu, observando a la joven Hyuga que soltó un suspiro agotador.
—Se lo creyeron todo —dio como respuesta, abriendo el fólder—. Este es el siguiente candidato.
Le paso dicha carpeta a Shion que aceptó gustosa. Hizo un sonidito con la boca que detonaba su total disgusto. No era que la apariencia del hombre le resultaba poco atractiva, pero parecía conocerlo lo suficiente para descartar.
—¿Conocido suyo, Shion-san?
—Algo así —contestó con indiferencia, cerrando la carpeta, bufando—. Compartimos el mismo campamento cuando fuimos niños. Nuestros padres pensaron que aquello era una buena idea —la rubia bufó con molestia—. Para mí resultó una completa pesadilla.
—Ya veo —pues esa pesadilla sería su próxima cita.
—Trata de ser cuidadosa —musitó con cierta advertencia Shion, luciendo preocupada.
No negaba que tuvo sus dudas de cómo sus padres reaccionarían ante la actuación de Hinata en fingir ser ella, pero verla tan segura de sí misma y no recibir una llamada de ninguno de sus progenitores que le exigieran saber las razones de su sucio juego le aseguraron que haber elegido a Hinata era la mejor opción.
Había logrado engañar fácilmente a sus padres. Sin embargo, con él no sabía cómo las cosas resultarían.
—Este hombre suele ser —buscó las palabras correctas, tampoco era su intención asustar tan pronto a Hinata. Quería que todo saliera bien—… Astuto.
—¿Hay detalles en específicos que deba saber, Shion-san? —cuestionó Hinata, intrigada.
Shion soltó un suspiro agotador.
—No muchos —contestó honestamente—. Salvo que… —Shion rascó su cabello por encima de la guerra. Era la primera vez que veía a la joven así de nerviosa—. Solo ten cuidado que no te descubra —dijo al final, pasándole de nuevo la carpeta.
Hinata la cogió, abriendo justamente donde se hallaba la fotografía del hombre así como su perfil. Por boca de Shion se había enterado que el padre de ésta gustaba espiar los futuros candidatos de jugosa herencia que pudieran salvarles el trasero de la bancarrota, por ello era normal encontrar información intima.
Observó con detalle el rostro inexpresivo del hombre. No iba a negar que era atractivo, pero no podía ignorar la advertencia de Shion. Sí le decía que debía ser cuidadosa era porque ese hombre podría resultar ser un reto, uno más grande que los padres de la rubia.
—Menma Namikaze —leyó en voz alta el nombre. No conocía el apellido, no personalmente, aquello la hizo sentir aliviada pues si debía fingir ser Shion delante de alguien que conocía todo el plan se arruinaría.
—Todo lo que necesitas aprender sobre él está ahí —informó Shion, poniéndose las gafas de nuevo. Hinata le pasó las llaves del auto a la verdadera dueña—. Pero para resumirte su comportamiento, ese sujeto es un idiota, engreído, imbécil, papanatas…
—E-Entiendo —interrumpió la lista de descripciones del susodicho—, tendré cuidado con él.
Shion sonrió ligeramente, tomando la mano de Hinata entre sus manos, dando un fuerte apretón. Era extraño, apenas se conocían y había una enorme confianza entre ambas.
—Gracias por ayudarme, Hinata.
La susodicha sonrió nerviosamente. Realmente no lo hacía gratis. Shion le estaba pagando para interpretar aquel papel importante, por lo menos hasta que sus padres desistieran o la rubia lograra conseguir la fortuna necesaria por sus propios medios. El joven del cual estaba enamorada era igualmente rico y su mejor opción, solo necesitaba enamorarlo pues éste no correspondía a sus sentimientos que venía profesándole desde siempre.
Llevaría a cabo dicho plan hasta que Shion lo considerara necesario o cuando pudiera encontrar un trabajo estable para no depender de los pagos de la rubia que, en esos momentos, la estaban salvando de su situación económica.
—Shion-san, sabe que no lo hago gratis… —prefirió ser honesta. Podía sentir empatía hacia la rubia, pero la verdad debía decirse.
Era un trabajo, no un favor.
Shion pareció comprenderlo pues no dijo nada al respecto, su sonrisa no se borró.
—Lo sé —respondió con sencillez—. Aún así no dejo de agradecerte —la rubia suspiró pesadamente para dejar de apretar la mano delicada de la Hyuga sobre la suya—. Por ahora es suficiente. La cita es el viernes en el restaurante Joel Robuchon Restaurant —comentó—. Espero que no seas alérgica a la comida francesa.
Hinata hizo una mueca. Realmente le disgustaban los mariscos y cangrejo.
—No te preocupes por la selección del menú, me encargaré de todo —calmó Shion a la Hyuga. Ambas habían compartido información demasiado personal para saber, con total seguridad, los gustos de cada una. Shion no tenía problemas con los mariscos, pero Hinata sí. Sin embargo, no resultaría problemático.
Menma Namikaze prácticamente no la conocía. Sería fácil fingir su disgusto hacia los mariscos. Además, ella cambiarían el menú. A Menma eso no le interesaba, dejándole toda la responsabilidad a sus padres quienes habían aceptado enviar a su hijo menor a dicha cena. Sería cuestión de llamar a Kushina-san y pedirle un cambio en el menú, alegando que temporalmente no podía consumir cualquier clase de marisco o cangrejo por prescripción médica.
—¿No tendrás dificultades, verdad?
—Se de etiqueta —se adelantó Hinata con tranquilidad.
Todas las institutrices, nacionales como extranjeras, que tuvo durante toda su infancia se encargaron de tatuar cada instrucción y ademan educado que una señorita como ella debía presentar en una cena elegante dentro de un restaurante de cinco estrellas.
—No debe preocuparse, Shion-san, me encargaré de esto —aseguró con firmeza.
¿Qué tan difícil sería ahuyentar a Menma Namikaze como para que éste no quisiera nunca contactar a Shion?
