Disclaimer: Inuyasha le pertenece a Rumiko Takahashi.

SessRin One-Shot (ft. Mokomoko-sama lol).

Warnings: lemon explicito, diferencia de edad.


—Rin, ¿te has acostumbrado a la vida en la aldea humana?

—¿Alguien te ha maltratado?

—¿Haz hecho un kimono con las telas que te regalé la última vez?

—Cuando estes en problemas, o ansiosa, o triste, o en cualquier otra instancia, siéntete libre en llamarme.

—Yo vendré a ti de inmediato.

—Aunque nos separe la distancia, si le haces un llamado a este Sesshomaru, yo ciertamente vendré a ti.

—Si no puedes hablar, puedes silbar. Silba con tus dedos si lo deseas.

—La distancia no es una objeción. Nuestros corazones están conectados.

—Solo tienes que poder creer, no hay nada que temer.

—Simplemente tener ese sentimiento será suficiente para llenar tu corazón.

—Por eso está bien continuar con las cosas como están por el momento.

—Tenemos tiempo suficiente.

—Puedes examinar tu corazón a tu propio paso.

—Pero hasta entonces, cuídate mucho. *

•••

Peroperopero...

Habían pasado cinco años desde que Sesshomaru-sama se le había confesado con aquel lindo trabalenguas, pero sus palabras las guardaba siempre con tierna adoración muy dentro de su ser. A cada paso en su corta existencia, él le había proporcionado la oportunidad de escoger su propio camino. Pero Rin siempre supo cual sería su respuesta.

Con Sesshomaru-sama para toda la vida.

Porque era él su Sesshomaru-sama, el poderoso Daiyokai del Oeste. Un perro bestia de incalculable hermosura, y su señor esposo desde hacía par de años.

Rin lo amaba mas que el sol y las estrellas, y que las flores silvestres que prosperan en las llanuras bajas de Kanagawa, donde él solía llevarla a citas secretas y románticas a escondidas de Jaken. Pero además, lo amaba mas que el mismo aire que respiraba.

Ella recolectaba plantas medicinales y aromáticas cuando divisó su llegada. Retornaba de una especie de comisión peligrosa en tierras sureñas y no lo había visto desde hacía mas de dos semanas, dejándola al cuidado de la abuela Kaede como en tiempos atrás.

Ella se vio obligada a ahogar un gritito de alegría, y suprimir las ganas de correr y abrazarlo al notar su llegada. Porque podría ser ella una joven de sólo diecisiete años, pero comprendía que el ser esposa de tal estimado señor yokai requería de digna y medida conducta de su parte. Ya tendrían su momento mas tarde para darse besos y mimos en privado.

Rin vamos.

Bien conocido ser de escasas palabras, era lo único que había declarado en el momento de su llegada, asiendo de ella y portándola encima para que abrazara su espaldas, yéndose en vuelo mientras dejaba atrás a un angustiado y lloroso Jaken, que solía clamar sufrir de síntomas severos de abstinencia si no le era posible tocar a mokomoko-sama por días.

Le dio algo de lastima dejar atrás y mirar a un afligido Jaken, y A-Un antes de desvanecerse en la distancia, y además sin antes poder despedirse ni siquiera de la abuela Kaede. Pero si era a decir verdad, Jaken debería estar ya acostumbrado a sus desapariciones cada vez que Sesshomaru-sama deseaba de momentos a solas con ella.

—¿A donde me lleva Sesshomaru-sama? —preguntó sonriente con clara curiosidad, sujetándose fuertemente de su cuello. El viento, ya algo helado por ser el comienzo otoñal a esas alturas, le enfriaba los capilares de la piel facial, coloreando sus lindos cachetes tonos rosa.

El gran Daiyoukai dejó entonces a relucir la sombra de una media sonrisa, —A un lugar del que gustas Rin.

—Pero... Sesshomaru-sama, ¿no me podría dar una pista?

—Ya veras cuando lleguemos. Es hora de que te haga mi mujer Rin— le escuchó decir con firmeza, y su menudo cuerpo tembló ligeramente sin saber porqué.

—Pero Sesshomaru-sama, si yo ya soy su mujer...—, respondió algo confundida. La chica era tan inocente que no comprendía sus palabras.

Con sus pequeñas manos aún sujetándose de las telas del collar de su blanco kimono, escondió su rostro entre el cuello de piel perfectamente lisa y la lanilla hermosa de pelusa blanca, disfrutando de su calidez y ese aroma tan particular que le era tan familiar, a hierbas y maderas. Eran solo dos semana separados pero, lo había extrañado tanto...

Se habían unido en sagrado matrimonio un día soleado de primavera. Esa mañana, Sesshomaru se había aparecido con un hermoso kimono shiromuku de brillante color carmín de pura seda, tan costoso, que según el comentario de la abuela Kaede, el valor de tal prenda hubiese alimentado a la aldea completa por todo un año.

La ceremonia sucedió al atardecer. Con ambos dados de manos, solo ellos dos frente al árbol sabio Bokuseno, envueltos en aquella tenue fragancia de magnolias. Y mas tarde la había transportado a un campo lindo de flores, donde se habían besado recostados a un frondoso roble mizunara hasta que ella cayó dormida, acurrucada sobre su cálido pecho y mokomoko.

Ese anochecer Rin conoció el sabor de su boca. Hasta aquel momento solo había recibido besos a flor de labios, y mucho mas a menudo, besos en la frente. Su alma pudorosa se sintió ese día increíblemente turbada al sentir a su amado Sesshomaru-sama introducir su lengua dentro de ella. Fue un hecho de prohibida deliciosidad jamás soñada, pues nunca en su vida había visto a nadie en la aldea cometer semejante acto, e imaginó que quizás era una de esas cositas íntimas que hacen las parejas en la oscuridad de la noche.

Rin se emocionó en demasía al distinguir la humeante Montaña del Alma, como ella solía llamarle. Un sitio de aguas termales con variadas pocetas, poco profundas, de calientes aguas mineralizadas entre acantilados, saltos de agua humeante rodeado por hermosos pinos y cipreses, al que su amado suele traerla a menudo. Sobre todo cuando sufre de su ciclo mensual de mujer, sabiendo lo muy doloroso que a veces puede llegar a ser.

Estaba bien que Jaken no viniese, decidió entonces. Jaken no gusta de aguas termales, y suele quejarse de que el calor le reseca su "delicada piel" de anfibio.

Sus pies tocaron el suelo empedrado, e inmediatamente con ansiada alegría movió sus manos a su kimono, desabrochando con destreza el obi verde menta y cintas, deslizando su hermoso kimono de seda rosa con mariposas para colocarlo con delicadeza sobre una roca seca para que no se humedezca o se dañe.

Sesshomaru de inmediato desapareció entre la frondosidad de los árboles y el vaho de humos, seguramente para merodear el area y asegurase de que no hubiese ningún peligro al acecho, como suele hacer cada vez que acampan. Y Rin se dirigió a su poceta favorita: una ni muy fría ni muy caliente. Ni muy profunda y ni muy sulfurosa. Una de un hermoso color azulado casi blanca.

Se recogió el cabello bien alto con sus cintas de pelo y se arrinconó a una esquinita, sentándose cómodamente sobre un fondo de roca lisa y hundiéndose hasta que el agua le cubrió los hombros. Suspiró y cerró sus ojos canela. Seguramente Sesshomaru-sama se iría a la poceta de su gusto. Una amarillenta y rojiza que hierve las aguas de tal manera que seguramente la dejaría sin piel y como huevo sancochado. Quizo sin embargo sentarse junto a él, agobiarlo de preguntas sobre todas sus aventuras y besarlo hasta quedarse sin aliento.

Dio un pequeño brinco cuando sintió una figura sentarse a su lado.

—¡Sesshomaru-sama!— exclamó con sorpresa y alegría, pensando que él se iría a su poceta favorita, sintiéndose muy contenta de tenerlo a su lado.

—Rin— entonces ella notó algo que la descolocó y le hizo enrojecer las mejillas. Su gran inuyokai esposo no llevaba atuendo alguno.

Rin estaba acostumbrada a desnudarse en rios y manantiales para darse necesitados aseos diarios. No tenía pudor para esas cosas pues lo hacía desde que era niña, ya sea frente a Jaken —quien la hacía reír cuando este se burlaba de sus formas de mujer—, A-Un, e inclusive un desinteresado Sesshomaru que la mayoría de la veces simplemente se sentaba contra el tronco de un árbol, cerraba sus ojos para descansar y la ignoraba.

Pero Jamás lo había visto desnudo y siempre vestía como mínimo de su hadajuban de algodón blanco, incluso cuando se bañaba en onsen.

—Pero Sesshomaru-sama... ¿es que acaso quiere que le asee mokomoko-sama?—, lo cual seguramente le buscaría pleito con Jaken que tenía problemas de adición. Y que nadie se atreviese a asear y cepillar la lana que no fuera él.

Rin se movió a su lado derecho antes de que él dijese nada, y se dispuso a fregar la lana con delicadeza.

—No tengo el cepillo de Jaken—, comenzó a explicar concentrada en la labor, pero el aludido la interrumpió.

—Rin deja eso— le escuchó, y sus manos grandes de dedos delgados pero fuertes y garras temibles atraparon su cintura pequeña, arrinconándola a su cuerpo.

Rin se estremeció ligeramente, pues no era que no estuviese acostumbrada a dormir sobre él, abrazados. Nunca había sido de aquella manera. Ambos desnudos. Quizás era otra de esas cositas que hacían las parejas en privado...

A veces cuando ella se acurrucaba sobre su pecho, él jugaba con las sedas de su falda. A veces introducía una mano y le acariciaba los muslos, que siempre la dejaba hecha un ovillo tembloroso de risas suprimidas por el cosquilleo. Últimamente sin embargo, el cosquilleo ya no le daba tanta gracia, pero un calor algo abrumador en su bajo vientre.

Ella había preguntado varias veces porqué se sentía diferente. Y él solo le decía que se estaba volviendo mujer. Ella no entendía, así que había dejado de preguntar.

—¿Batalló muchos monstruos?—, preguntó ensimismada mirando los trazados magenta sobre sus hombros desnudos, que jamás había visto, y las lineas de músculo varonil que enmarcaban el pecho amplio y fornido.

Yacía de medio lado, recostada cómodamente sobre la gran lana blanca. El agua caldeada le llegaba a la cintura, y la piel expuesta se erizaba como gallina, pero no de frío. El area humeaba por diferentes zonas, confinado el ámbito entre árboles, las rocas y las colinas adyacentes, en un ambiente cálido y confortable a su piel humana.

—Mhm— respondió escueto como de costumbre, y una mano comenzó a acariciarle tiernamente un muslo y cadera, con mero cuidado de no arañar la delicada piel con sus temibles garras.

—¿Y eran feos y mugrosos?— y la chica se atrevió a recorrer una brillante linea con la punta de los dedos.

—Mhm.

—S-Sesshomaru-sama... no sabía que tenía marcas en los hombros...— mencionó fascinada. Era tan hermoso...

La piel bajo sus manos se sentía increíble. Tersa y sólida como si bronce fundido. Sus dedos pequeños y temerarios continuaban su trazado, aún pasando de las lineas pigmentadas para delinear los atrayentes relieves de musculatura.

Rin suspiró, sintiendo sus vientre calentarse y sus partes privadas humedecerse. De ese modo incómodo y habitual que suele sucederle cuando está en su presencia. Frotó sus piernas, pero aquello no le brindó alivio alguno. Algo en su interior le decía que había algo que necesitaba, pero ni idea de que era o que significaba.

Rin amaba la vida. No era caprichosa y se contentaba con minimalezas: besos y abrazos de su amado, aguas cristalinas, mas frutas y peces frescos le hacían feliz. Le frustraba sentir una necesidad de la cual no tenía idea de cómo satisfacer, y a la que ni nombre le podía dar.

El sol se escondía, plasmando el cielo de deslumbrantes betas rojas y naranjas sobre un azulado que incrementaba poco a poco sus tonalidades mas oscuras; mientras que una luna menguante y estrellas de leve luminosidad se asomaba sobre la serranía al oeste, y las sombras de la naciente oscuridad comenzaban a cubrir el espacio. Y aunque la oscuridad no era problema para un gran inoyoukai como Sesshomaru, para Rin si lo era. Sin embargo, existía suficiente claridad como para que sus lindas orbes canelas pudiesen distinguir los alrededores.

La mano de Sesshomaru le seguía sobando las piernas y ella ensimismada en su piel, no vio cuando la otra mano le agarró la barbilla para elevarle el rostro y besarla.

Fue un beso corto, pero ella había deseado posar su labios sobre los de él desde que lo había visto arribar a la aldea esa tarde. Su corazón latió fuerte, llenándose de goce, sintiéndose muy amada.

—Rin, quiero que me mires a los ojos— dijo serio después de varios segundos.

—Sessh...omaru... sama— y se quedó sin habla sintiendo los nudillos de sus manos moverse entre sus piernas para acariciar los pétalos de su sexo húmedo y desnudo. Aquello le era todo una maravillosa novedad.

Rin gimió, y se removió en su regazo inquieta. Y fue entonces que ella advirtió por primera vez del órgano carnoso y de gran protuberancia entre las piernas de su amado. No sabía lo que era, y mordió sus labios para evitar decir palabra e indagar.

Ella divisó sus facciones en la creciente penumbra. Su rostro se mantenía tan inmutable como de costumbre, pero había un brillar peculiar detrás de sus ojos dorados, una mezcla de ternura y algo más que ella no reconocía.

Lo miraba directamente a sus ojos, como había pedido, pero le costaba mucho no cerrarlos con cada momento y cada segundo que pasaba. El calor en su vientre era abrumador, y ese dolor delicioso que se expandía desde su interior le hacía que la mente se desmoronara.

Sus alrededores se desvanecían. Ya ni sentía el agua caliente cubriendo sus piernas. Ni la suavidad de mokomoko a su lado. Ni la piel de sobrenatural solidez bajo ella, o ese apéndice grande y extraño que chocaba con un muslo. Solo esos dedos persuasivos subyugándola con sus atrevidas caricias.

Rin se meneó como por instinto. Sus caderas se mecían contra esa mano de insistente osadía, seduciéndola. Los ojos se le aguaban y de su garganta huían gemidos quejumbrosos que jamás pensó que su boca sería capaz de emitir.

—Ses...shomaru...sama—, lloriqueó y chilló bajito. No pudo más mirarle a sus resplandecientes ojos dorados, y cerró sus párpados fuertemente en una oleada de aflicción de placentero tormento.

Casi se muere.

Abrió los ojos lentamente, resollando y con la mente aturdida, sin saber que había sucedido. Solo sabía que fuera lo que fuera lo había disfrutado. ¿Que acaso había muerto y vuelto a nacer? Pero no. Probablemente era parte de eso que le había dicho de hacerla su mujer.

Continuaba oscureciendo, pero podía ver claramente los ojos ámbares fijos en ella. Abrió la boca ligeramente, como para decir algo, pero ninguna palabra brotó de sus labios. Él tampoco dijo nada. Solo la miraba. Intenso, como si tratara de desnudarle el alma.

Sintió una mano acariciarle el cachete, y ella sonrió inclinando su cara mas hacia su toque. Sus brazos le recorrieron el cuello, y ella se arrimó a él, dejando caer la cabeza sobre su hombro, presionando sus lindos senos manzanos sobre el fornido pecho del yokai.

Un brazo la sujetó fuerte por la pequeña cintura, colocándola a horcajadas sobre su vientre y elevándola de modo que sus caras quedaron a la misma altura. Rin se sonrojó sintiendo sus partes íntimas tocar la pelvis desnuda masculina. Las rodillas dobladas quedaron a cada lado de su cuerpo. Una rodilla apoyada sobre la lana suave, mientras que la otra quedaba sobre el suelo de roca lisa.

Ella no entendía, pero se dejó hacer. Los labios de Seshomaru atrapó los suyos, y su lengua tomó dominio de su boca. Estaba acostumbrada a los besos atrevidos de su amado, pero le pareció mas arrebatado que de costumbre. Su lengua ultrajo el interior de su boca, tocándole casi la garganta, y ella no pudo mas que responder, apretándolo fuerte, dándole roces más sosegados y vacilantes a su músculo bucal, pero con igual deseo y pasión.

Una mano por debajo de sus cuerpos maniobraban algo, y sintió una carne dura y caliente tantear con empeño sus partes privadas. Ahí donde su amado le había propiciado tanto placer hacía momentos. Hasta que el grosor tosco quebró piel suave, separando y abriendo paso. Hundiéndose en un espacio angosto que ella ni sabía que existía dentro de su cuerpo.

Rin ahogó un quejido.

Auch, eso dolió. Pero mas importante... su Sesshomaru-sama... estaba dentro de ella... Pensó rompiendo el beso mientras arrugaba la frente, sintiéndose muy llena e incómoda, pero también impresionada con tal acto misterioso.

La carne dura continuaba dando paso en sus adentros, deslizándose con dificultad bajo la presión de ese brazo sólido e inmutable que la sujetaba con firmeza por la cintura. Hasta que, en lo que pareció una dolorosa eternidad, quedó sentada a raso sobre su regazo.

Su boquita quedó abierta del asombro. Sus labios temblaban de emoción, pero sus cuerdas vocales no emitieron sonido alguno cuando su entrepierna escarranchada tocó piel dura, donde un vello suave le cosquilleaba. Y fue en ese instante que Rin realizó, en un pensamiento al azar, que esa seguramente era la manera en que los bebés se daban de hacer.

—Te he lastimado— Sesshomaru habló finalmente por lo bajo, con su típica voz gruesa clara en sus oídos. El rostro de ella ya no yacía su misma altura, pero él descendió la cabeza para chocar suavemente sus frentes.

—N-No Sesshomaru-sama—, mintió, respirando fuerte y con el corazón bombeandole a millón.

—No me engañes Rin— susurró en su boca.

—No-no me molesta... por favor hágame suya— le imploró suave, aunque adolorida, sin saber a ciertas lo que sus palabras significan.

—Tu no sabes lo que dices Rin—, le oyó la voz entre dientes, y ella de veras no sabía. No hasta que los brazos de acero clavados en su torso y cintura la elevaron con suma facilidad, su cuerpo menudo deslizándose por el varal que la impala, para entonces dejarla caer de sopetón sobre su entrepierna.

Rin se estremeció en una mueca de dolor.

Como dolía, pero no quiso decir nada, sintiendo que su amado de alguna manera disfrutaba de aquel acto. Sintió el mismo movimiento varias veces de su cuerpo, arriba y abajo, el agua salpicando alrededor de sus caderas, y sintiendo la carne muy adentro como si le desgarraba. Hasta que finalmente, no pudo reprimir un suave llanto de aflicción.

—Rin...— susurró Sesshomaru en un gruñido bajo, pareciendo como si estuviese torturado, y en un gesto súbito retiró su carne gruesa fuera de su cuerpo, dejándola sorprendida.

Rin no pudo evitar cuando un suspiro de alivio se escapó de sus labios. Temblaba mas que cuando su mano le había dado placer. Su entrepierna le dolía, y se sujetaba a su cuello, hundiendo la cara en su piel sin querer dejarle ir.

Su cuerpo pequeño se hizo un ovillo sobre aquel colosal, y se mantuvo en ese abrazo reconfortante por largo rato, hasta que su cuerpo dejó de resollar de la impresión.

Se dio cuenta entonces que no le importó que el acto doliera, porque era algo jamás intimado con Sesshomaru-sama, y si él quería de eso, ella nunca se le negaría.

—Sesshomaru-sama... entonces... ¿ahora ya soy su mujer?—, preguntó la joven con rara timidez.

—Mhn— asintió escueto como de costumbre, mientras que le acariciaba la suave piel.

—Y es así como se hacen los bebés, ¿cierto?— continuó mas animada.

—Mhn.

Sesshomaru la apegó a su pecho, y ella descansó su cabeza sobre él, entrelazado sus piernas con las del yokai bajo el agua caliente.

—Rin—, habló muy serio por encima de ella, moviéndose para sostenerle el rostro por la quijada y mirarla de frente, —prométeme que si hacemos algo que te incomode me lo dirás siempre.

—Se lo prometo...— la oscuridad no le dejaba ver casi nada, pero la intensidad de sus ojos dorados brillaban bajo la luz de la luna.

Rin elevó su mano para acariciarle el rostro, y él inclinó su mejilla aún mas, tendiéndose sobre el toque suave de su humana, para terminar besándole la pequeña palma de su mano.

—¿Tienes hambre?— preguntó súbito, deshaciendo de su roce tierno para entonces ella colocar su cabeza sobre su pecho nuevamente.

—No, estoy bien. Tuvimos la cena temprano en casa de la abuela Kaede— quizás si tenía un poco, pero no quería molestar, y además moverse de ese puesto tan cómodo y acogedor entre sus brazos.

Fue entonces que sus tripas decidieron rugir, como si fuera el colmo, y dejó escapar una risilla tonta de la vergüenza.

—Hoy andas bastante mentirosa Rin— comentó impasible.

—...lo siento Sesshomaru-sama...— musitó apenada.

—Que dices...— y lo sintió extender un brazo detrás y colocarle un ramillete de uvas kyoho en las manos, que aunque ya apenas y distinguía nada en la oscuridad de la noche, notaba al tacto el turgor y saludable madurez de las frutas.

—¡Arigatou Sesshomaru-sama!— se expresó alegre la chica, y comenzó a mordisquear las pequeñas frutas, una por una.

La luna menguante les regaló su luz tenue, permitiendo que la noche no los cubriera con total oscuridad.

—¡Sesshomaru-sama, una estrella fugaz!— y cerró los ojos.

—Pida un deseo— dijo ella, y deseó muy por dentro en darle hijos fuertes y saludables a su amado.

Esimismada con la calidez del cuerpo bajo ella y el agua, recordó con nostalgia el día de su boda.

Las amplias telas de exquisita seda roja silbaban a su alrededor, después que la abuela Kaede con la ayuda de Sango y Kagome, la hubiesen vestido con aquel trabajoso y pesado kimono de bodas. Acto que les tomó casi una hora.

Sango la peinaba con la asistencia de Kagome, quien sostenía cada una de las prendas de pelo. Hacía un rato que había pedido que abrieran las puertas para que la brisa les refrescara el local.

—Veraz Rin— comenzó a decir la sacerdotisa algo nerviosa, —Cuando un hombre... cuando un... ¿yokai...? No no, pareja— y carraspeó la garganta.

—Cuando una pareja se ama... en la privacidad de la noche... se hacen cositas–

—Eh... Kagome-chan, ¿qué haces?—, la abuela Kaede interrumpió.

—Pues explicándole a Rin, ¿qué mas?

—Eso es trabajo de su marido— ripostó la anciana con delicadeza.

—Pero... Rin seguro no sabe nada abuela Kaede— explicó preocupada.

—Está bien... ya aprenderá. No estoy segura que Sesshomaru aprecie tu esfuerzo— agregó la abuela atando el último lazo alrededor del obi.

—Ehhh... ese Sesshomaru la va hacer picadillo— anunció inoportuno un Inuyasha, riendo como un tonto desde el portal, rascándose una oreja con afán.

—Inuyasha... ¡OSUWARI! ¡BAKA!

Que al final, Rin nunca supo que eran esas cositas que hacían las parejas en privado. Pero ahora si, y sonrió para sus adentros.

Rin rió bajito, apretándose al cuerpo macizo bajo ella, sintiéndose segura. Cerró los ojos y dejó que el cansancio producto de un ajetreado día le llevara a mundo de los sueños.

•••

Se levantó algo adolorida, pero refrescada.

Había quedado totalmente dormida sobre su pecho y la noche había enfriado, pero Sesaahmaru le había cubierto su cuerpo desnudo con hermosas sedas.

A pesar de todo, la noche anterior había sido encantadora. Jamás imaginó que su amado esposo fuera a tocarla de tal manera, y se sintió muchísimo mas enamorada de lo que ya estaba.

Despertó mas tarde que de costumbre, bien entrada en la mañana, y desayunó con manzanas y peras frescas que Sesshamaru le había dejado, y trucha cocida.

Se preguntó después de un rato por donde andaba, cuando lo vio regresar de una de las pocetas, y se quedó sin habla al verlo caminar completamente desnudo.

Su boquita inconsciente quedó abierta, porque su amado era aún mas hermoso desnudo. Sus músculos bien formados derramaban agua, y de aquella monstruosa protuberancia de carne enrojecida jamas visto en especie alguna.

—Rin— la llamó mientras se acercaba.

—Sesshamaru-sama... — suspiró la chica.

—¿Como te sientes?

—Bien— y le sonrió con dulzura. Sin embargo, su ojitos curiosos no dejaban de caer repetidamente sobre tal bestia de bestias.

—Eso... — ella empezó insegura, mientras que él se arrodillaba frente a ella.

—¿Si?

—Eso es...

—Si Rin— Claro que era lo que había estado dentro de ella la noche anterior.

—¿Puedo tocar? —preguntó tímida, y la comisura de su boca se elevó ligeramente. Ella lo tomó como un si.

Lo acarició con dulzura, investigando su textura. Duro y suave, corrugado y liso, en una combinación muy rara. Con un grosor espantoso y a la vez, decadente e incitante. Ella lo rozaba, y lo mimaba, y vio con sorpresa como se endureció aun mas bajo su tacto explorador.

—Usted... quiere estar dentro de mi otra vez. ¿Cierto? —preguntó cohibida y vacilante.

—Solo si tu lo deseas Rin— le susurró al oido algo ronco, mientras acariciaba su espalda con delicadeza.

Rin se irguió, y le besó los labios con picardía, se recostó sobre las sedas y le abrió sus lindas piernas en bienvenida.

—Si usted lo quiere Sesshamaru-sama— dijo con tímida sonrisa. Y él se tendió sobre ella, y la besó con desmesurada osadía y pasión.

Sus labios, su delicado cuello, sus pechos manzanos, su vientre suave y hasta su ombligo. Rin se sintió extraña y deseosa. Le abrió las pierna aun mas, y él la devoró con desmesura. Su lengua tocó su flor de manera viciosa, escandalosa, saboreándola con innombrables maniobras, sorbiéndole hasta el alma.

Rin llegó al climax en su boca, chillando su nombre sin pudor o vergüenza, mientras que Sesshomaru continuaba lamiéndola con enfocado ainco.

Pensó haber muerto una vez mas. Pero no. Continuaba desnuda en la hermosa Montaña del Alma, tendida, rendida por completo bajo su querido Sesshomaru-sama.

No fue tan doloroso cuando volvió a entrar en ella. Aunque aún incomodo, su carne tierna y mojada aceptó paso a paso su entrada y embistes suaves. Con estocadas mesuradas, creando un ritmo decadente y sensual.

Él la hizo suya, cuidando mucho de no lastimarla. Apresurando su vigor, poquito a poquito, probando su estrecho interior con incremetada dureza, haciéndola gemir mucho con pequeños griticos de placer con cada entra y sale de carne varonil.

Se vino una vez mas, hecha un guiñapo de gozo. Agarrada de brazos y piernas al cuerpo masivo y duro sobre ella, como pequeño monito sujetando a su mami.

Sessahamaru rugió, como macho que conquista a su hembra, y ella sintió un líquido caliente y reconfortante llenarle el vientre.

Él se tendió sobre ella, jadeando ligeramente, y le acarició su carita roja de emoción.

—¿Estas bien Rin?— preguntó preocupado.

—Si Sesshamaru-sama... — Rin cobraba su aliento, pero se sentía tan plena. —Sesshomaru-sama, yo lo amo.

—Yo te amo mucho mas, mi Rin— y ella lo abrazó tan fuerte, que hasta pensó que se quedaba sin aire.

•••

Al tercer día, Rin supo de veras lo que significa ser la hembra de un gran Inoyokai.

Después de ser lamida, y cada parte de su piel sorbida por su intrépida lengua, la había colocado bocabajo, de rodillas y manos, y la embistió con fiera vigorosidad.

Apenas se sostenía de mokumoku-sama. Sus manos temblorosas se sujetaban de la suave y aterciopelada cola, sin soltarse por nada del mundo.

Él no decía palabra, pero gemía ronco. La besaba y lamía el cuello con pasión y dulzura. Ella dejaba pequeños grititos con cada embestida, su cuerpecito menudo estremeciéndose con cada metida y empuje de fuertes cadera. Cada bruto embiste acariciandola rudamente, llenándola hasta el centro de su misma esencia, con dolor y placer.

Sus quejidos se convirtieron en gritos, y descubrió que era capaz de emitir todo un nuevo conjunto de sonidos, mientras que esa carne dura se mecía atrás y adelante con violencia. Una sensación abrumadora inundó su cuerpo, robándole la habilidad de pensar y siquiera respirar. Él estaba dentro de ella, pulsante y profundo, llenándola, desmoronando cada parte delicada de su ser oculto, sus capas de deseos y esperanzas.

Los movimientos de Sesshomaru devolvieron, volviéndose errático y sin control. Su voz de alfa tronó en un rugido rompe-almas de triunfo total, y la ahora familiar esencia de semilla caliente inundó su interior.

•••

Varios meses después

Sesshomaru acariciaba la sien de su esposa con las yemas de los dedos. Ella dormitaba tranquila, y completamente desnuda sobre su pecho.

Dormía poco, pues no lo necesitaba; pero por aquellos días calmos de invierno le permitía a su cuerpo descansar con más frecuencia. Se sentía a gusto junto a ella recostado sobre su lana de vello suave, y el cabo posesivo enroscado alrededor de una pierna de Rin, como si tuviese mente propia. Ambos yacían abrigados por sedas y valiosas pieles de animales. No que él necesitase del calor, pero ella si.

La tranquilidad de la estancia dentro del antiguo kyuden donde suelen alojarse durante el invierno no le abrumaba. No como quizás lo hubiese sido no hace mucho atrás, cuando aquella rabia bochornosa hacia su padre al sentirse despreciado, causaban odio desmedido hacia su tonto hermano hanyou, y la sed de crecer su poder le cegaban y atormentaba el espíritu. Pero ya esas cosas le valían en lo absoluto.

La importancia de ser.

Después de cientos de años con un solo propósito —buscar el ser mas fuerte y pelear hasta la victoria– era extraordinario como una pequeña niña humana de aparente insignificancia le hubiese cambiado todo su parecer.

El leve crepitar del carbón dentro del irori junto al suave respirar de Rin creaban una serena quietud, muy a diferencia de momentos atrás, cuando el crujir de la madera al compás del burdo sonido de carnes chocar con ímpetu, gruñidos graves, y suaves gemidos de hembra en gozo inundaban la habitación.

El aroma livianamente agrio a copulación reciente inundaba sus fosas nasales, pero no le era desagradable. Una mezcla de saciada excitación femenina, sudor humano y su propia semilla de Inoyokai —un líquido espeso que derramaba lentamente por la entrepierna de su esposa. Hecho que él se aseguraba de desempeñar casi todas las noches, pues le gustaba inhalar el suave aroma de flores silvestres impregnado en Rin junto con el suyo propio.

Miró a Rin, quien respiraba calmada, sumida por completo en un profundo sueño y sus ojos ágiles dorados suavizaron su fbhf. Él le besó la cabellera. La extrañaría mucho cuando le faltase, pero no quería pensar en eso, dispuesto a disfrutar cada momento posible con ella. Por muy efímero que fuera.

Efímera vida, como las flores de cerezo.

Otra mano delgada, pálida, de aparente fragilidad pero que ocultaba fuerzas sobrenaturales le sobaba tiernamente su vientre.

Rin no lo sabía, pero estaba en estado de gravidez. Su olfato había percibido la presencia de cachorros hacía semanas.

Es posible que ella como madre primeriza, ni lo notase por un tiempo. No hasta que esté mas avanzada la barriga y mostrase clara expansión. Y a él le parecía bien así. No quiere que su Rin se inquiete o atemorize por nada.

Jaken le había dicho malhumorado que se había apresurado. La única vez probablemente que el pequeño kappa se había atrevido a regañarlo. Sesshomaru le ignoró, como ha de parecer, pues él no estaba de acuerdo, a sabiendas que las hembras humanas desarrollan diferente a las yokai. Por dos años había esperado con divina paciencia a que su cuerpo tierno madurara, para tomarla y finalmente hacerla suya. Y su olfato nunca mentía. Dos años que le habían enseñado mantener el control, y limitar sus fuerzas al tocarla para nunca dañarla.

Delicada como una flor de lirio. Un gesto o movimiento equivocado de su parte podría quebrarle un hueso, rasgarle la fina piel con las afiladas uñas, y hasta costarle la vida. Sangraba con tal facilidad, que lo hacía una vez por mes. Rin no lo sabía, pero él incluso le ocultó lo mucho que había sangrado su primera vez juntos como marido y mujer, dentro de aquella poceta onsai en la Montaña del Alma.

Había estado dispuesto en dejarle ir, si ella lo hubiera deseado. Pero Rin lo eligió. Siempre lo hizo, y él no tuvo más remedio que complacerla. Porque le era imposible negarse esa sonrisa hermosa, su aroma, el sabor de su piel y el sentir de su suave carne femenina. Aunque inconsciente en su inocencia, su cuerpo de hembra lo había deseado, tanto como él la deseaba a ella. Y ahora, no eran sólo sus almas y corazones atados en inexorable unión, pero también sus cuerpos.

Ella era suyo, y él de ella.

Cerró sus ojos dorados maldiciendo con desgano a Tenseiga por sus adentros, y esa empatía hacia su propio padre que había estado surgiendo en su ser desde hacía ya un tiempo. Seguramente chichihue se estaría burlando de él en el inframundo.

Un ruido en las afueras de la estancia la hizo despertar, sacándolo súbitamente de su cavilar.

—Ahh... ¿Que-que pasa...?— murmuró soñolienta, abriendo levemente los párpados coronados de espesas pestañas negras.

—No es nada Rin, vuelve a dormir— ordenó con suavidad, ajustando sobre ella los cubrimientos.

—Pero...

—Son sólo jabalíes salvajes—, pues el kyuden colindaba con un bosque y ya había percibido la pequeña manada de animales aproximarse desde hacía mas de una hora. Escuchaba los mas pequeños jugar sobre la nieve, mientras que los adultos hurgaban los alrededores buscando comida.

—Ahh...— susurró y cerró su ojos canela nuevamente, acurrucándose al pecho cálido bajo ella mientras que una mano le continuaba acariciando la cabellera oscura, y en menos de un instante quedó nuevamente dormida.


FIN

(*) Traducción de la propuesta de matrimonio de Sesshomaru a Rin del CD "Asatte".

Algunos detalles fueron tomados directamente del Yashahime manga.

Glosario:

Kanagawa: un distrito al sur de Tokyo, famoso por la serie de pinturas de bloques de madera de Hokusai, "La Gran Ola".

Shiromuku: probablemente anacrónico de la época, pero es el kimono rojo tradicional de matrimonio.

Hadajuban: tradicional ropa de algodón que se usa bajo el kimono.

Irori: chimenea tradicional japonés en el centro de una habitación.

Kyuden: palacio o mansión.

Chichihue: manera formal de decir padre.


Varios puntos y argumentos que tuve en cuenta antes de escribir:

–SessRin es un amor lindo y perfecto.

–Sesshomaru jamás abusaría de Rin.

–Sesshomaru jamás pierde el control.

–Los temas de la Bella y La Bestia ejemplifican la pareja, donde es la heroína quien elige y salva a la bestia. El poder de la elección es de Rin en todo momento.

–La manera de percibir el tiempo en un ser que ha vivido casi un milenio y que vivirá cientos de años más no es igual a la de un ser humano.

–El hecho de que se haya aclarado que Rin tuvo a las gemelas a los dieciocho, es sin dudas una manera de lijar sensibilidades modernas. Sin embargo, jamás podría ver a Sess tener relaciones con Rin cuando esta es aún niña. Sin duda el Sess real esperaría a que ella estuviese lista para recibirlo como mujer. El fino olfato de Sesshomaru le ayudaría a determinar el momento adecuado.

–El matrimonio en tiempos medievales en el Japón no se celebraba de igual manera en el que se hacía en civilizaciones occidentales. Y argumento que Bokuseno al ser el único personaje que Sess parece respetar en toda la historia de Inuyasha, lo hace ideal para unir SessRin en matrimonio.

–Aparentemente es canon que Sesshomaru no tiene castillo. Sin embargo, no me lo imagino merodear entre la nieve en pleno invierno japonés, y menos con Rin que es humana y puede sucumbir fácilmente a una hipotermia.

–Mokomoko-sama es parte del cuerpo de Sess. El manga Yashahime menciona graciosamente que Jaken es un adicto a tocar su fluff.

—"La charla" es indiscutiblemente anacrónico a los tiempos.

–Y sin duda es imposible que una chica como Rin, teniendo en cuenta la época y además sus vivencias, de que tuviese la mas mínima idea de que es el sexo (no obstante los tantos fics que he leído narrando lo opuesto, describiendo masturbaciones, seducciones, etc. por parte de Rin).

–Los yokais no son demonios. Demonio es la traducción que se le dio a la palabra. Yokai es un ser mítico y sobrenatural como lo son las hadas y los duendes.

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Si llegó hasta aquí, muchas gracias por leer!