- ¡Dai! – Popp extendió su mano y pasados unos segundos, abrió los ojos percatándose de donde se encontraba.
Estaba en su cama sentado, con el brazo extendido. De nuevo había vuelto a soñar con aquello.
La explosión tras la cual Dai, había desaparecido.
Respiró agitado unos segundos y acto seguido se llevó la mano al rostro.
No podía recordar la última vez que había dormido bien.
Pasados unos instantes, muy pesadamente, sacó los pies de la cama, se puso en pie para después caminar perezosamente hasta el balcón que daba a su habitación, sintiendo al salir la suave brisa rozando su piel.
Habían pasado ya casi dos años desde que Dai había desaparecido. La luz de la joya de su espada seguía brillando, y era el motivo por el que no se le daba por muerto.
Cuando todo terminó comenzó a viajar con Maam, y Merle.
Sin embargo, pasado medio año, la luchadora no se había decidido ante lo que sentía por él, y Popp supo que entonces lo más probable era que no lo hiciera nunca.
El amor era un sentimiento que no se podía forzar, y finalmente asumió que, de haberle amado, lo habría sabido para ese momento.
Dadas las circunstancias, a pesar de que le resultó difícil, sintió que necesitaba tiempo para asumirlo. por eso decidió irse por su cuenta, dejando que Merle y ella continuaran viajando solas.
Fue entonces cuando todo dio un giro inesperado tras encontrarse con la princesa Leona.
Ella estaba tan mal como él, y finalmente, tras horas hablando, ella le dijo que necesitaba ayuda en Papunica y le sugirió quedarse allí.
Y Popp aceptó.
Se hizo con una casa a las afueras, ayudó a Leona, y tuvo algunas ideas para la reconstrucción de la ciudad, la cual aún necesitaba recuperarse en muchos aspectos.
Fue uno de aquellos proyectos el que le empujó indirectamente a estudiar sobre los caballeros del dragón, tratando de averiguar donde podría estar Dai, si realmente seguía con vida.
Al final había pasado un año y medio viviendo así, y aunque no podía decir que estaba mal, tampoco era algo que le hiciera feliz. Tenía aquellas constantes pesadillas con la explosión y la aparente muerte de su mejor amigo, y en ocasiones se sentía bastante solo.
Era cierto que también solía estudiar y practicar magia, pero no era lo mismo que cuando tenía que luchar realmente.
Levantó la vista y observó los colores del amanecer en el cielo a la vez que cogía aire.
Tal vez ¿Debería viajar de nuevo? ¿Y si en lugar de seguir acumulando información iba a buscar a Dai? Quizás ya había estudiado lo suficiente, y si no era el caso siempre podía seguir buscando información.
Casi instintivamente llevó su mano al amuleto de Avan que pendía de su cuello.
Había algo que estaba claro, y era que no se sentía bien simplemente viviendo como hasta ahora.
Finalmente se giró y entró de nuevo a la habitación.
Aún era temprano, pero sabía que no podría dormir de nuevo, así que se dispuso a cambiarse.
Durante aquel último año, Popp había cambiado su atuendo drásticamente.
Llevaba una túnica verde de manga larga la cual llegaba hasta la mitad de sus muslos, con un borde dorado y abierta a cada lado para facilitar la movilidad de las piernas, esta se ajustaba a su cintura con un cinturón. Debajo vestía unos pantalones negros ajustados, unas botas marrones, unos guantes color mostaza y para concluir una capa del mismo color que sus guantes, y se sujetaba sobre sus hombros a ambos lados bajo unas hombreras de color cobrizo.
De todo el conjunto, se podía decir que solo conservaba la cinta amarilla de su frente.
Aquello le daba un aspecto algo más acorde a la edad que ya tenía. Después de todo hacía poco más de un mes que acababa de cumplir dieciocho años.
Apenas terminar de prepararse se estiró.
En primer lugar, bajaría a desayunar, en segundo acudiría a la biblioteca como era habitual, y después haría una lista con las cosas que necesitaría para salir en busca de Dai.
Había llegado el momento de hacer algo más que esperar.
Cuando Hyunckel pisó la entrada de la ciudad de Papunica no estaba seguro de lo que esperaba encontrarse. Pero de todo lo que había imaginado lo último que pensó que pudiera haber era un edificio tan grande como el que parecía estar en lo que ahora era el centro de la ciudad.
Habían pasado dos años desde que había partido de allí con Larhalt, dejando atrás una ciudad que necesitaba ser reconstruida completamente, con muchos menos ciudadanos de los que hubo antes de la batalla contra Vearn, y un gran trabajo por delante.
Sin embargo, lo que veían ahora sus ojos era un lugar lleno de vida, casi completamente reconstruido y pacífico.
Sin embargo, el guerrero, aunque sorprendido, no se recreó demasiado. Había ido con un único propósito.
Dio unos pasos más adentrándose en la ciudad y con amabilidad se acercó a un ciudadano que iba llevando una carreta con verduras.
- Disculpe. – Dijo llamando su atención.
El vendedor le miró fijamente.
- ¿Puede decirme dónde está la biblioteca? – El hombre pareció algo extrañado ante la pregunta.
- ¿La biblioteca? No tiene pérdida, es ese edificio de allí. – Hyunckel entreabrió sus labios con sorpresa al ver que el vendedor señalaba aquel edificio gigantesco.
Al ver su expresión este continuó hablando.
- La terminaron hace un año. – Indicó. – La princesa Leona se encargó de organizarlo todo. Pero el sabio que viajaba con el héroe ayudo a construirla y contó con el apoyo de muchos magos. Después de eso todos los países donaron una gran cantidad libros, al parecer, ahora tenemos la mayor biblioteca del mundo, y muchos hechiceros vienen buscando información ¿No es increíble? – Dijo riendo orgulloso.
- Sí, sí que lo es. – Contestó Hyunckel a la vez que esbozaba una sonrisa.
¿El sabio que había viajado con el héroe? Solo podía tratarse de Popp.
De todas las cosas que podría haber hecho nunca se le había ocurrido que su antiguo compañero colaborara con un proyecto así.
Finalmente agradeció al vendedor por la información y puso rumbo al imponente edificio que se alzaba en el medio de la ciudad.
No tardó mucho en llegar a la puerta principal.
A pesar de su tamaño el diseño del lugar era sencillo por fuera. No había decoraciones espectaculares ni lujos. Solo destacaban unos portones metálicos y los enormes ventanales por los que entraba la luz. Al acceder las cosas no eran muy diferentes. Lo más destacable eran sus techos altos y una lámpara de araña que parecía muy pesada en la entrada, pero claramente necesaria para iluminar el espacio al caer el sol.
Mientras miraba a su alrededor caminó hasta lo que pareció ser la recepción de la biblioteca, que no eran más que varios escritorios, de los cuales solo uno de ellos estaba ocupado
Allí había una joven de no más de veinte años, que parecía atareada con unos cuantos pergaminos.
Apenas se acerco Hyunkel la recepcionista lo miró con sorpresa y a continuación se sonrojó ligeramente.
- Ah, H-hola, buenos días. – Dijo a vez que sonreía tímidamente. - ¿Puedo ayudarle en algo?
- Sí. - contestó Hyunkel, aún mirando a su alrededor. - Estoy aquí para ver… - Entonces hizo una breve pausa ¿Cómo debería referirse a Popp? - …Estoy aquí para ver al sabio. – Dijo finalmente.
La joven le sonrió con amabilidad, sin dudar ni un segundo sobre a quien se refería.
- Lo siento, ahora mismo está ocupado en los archivos. Allí se organizan los libros que acabamos de recibir, y aparte de los archivistas solo los escribas y la asistente mayor de la biblioteca o él pueden acceder. – Indicó. - ¿Es urgente? Si es importante puedo hacer que lo llamen. – Hyunckel dudó unos segundos.
Realmente no tenía prisa, y podía aprovechar el tiempo para dar una vuelta por la ciudad.
Había visto cerca de la biblioteca una taberna que parecía agradable, así que simplemente después de dar un paseo le esperaría allí.
- No se preocupe. – Contestó finalmente. – Pero, si tiene papel y pluma me gustaría dejarle una nota. ¿Es eso posible?
- Claro, por supuesto. – Respondió la joven buscando en su escritorio.
- No, esto debería ir en la zona de estrategia, ¿Quién lo ha catalogado asi? – Murmuró Popp ojeando el contenido del libro que tenía entre sus manos.
Estaba subido a una escalera bastante alta mientras echaba un vistazo a algunos documentos que habían llegado recientemente.
Ya había olvidado cuantas horas llevaba metido en los archivos de la biblioteca, pero había unos cuantos libros que quería ojear antes de volver a su casa, y había otros que no estaría de más organizar mientras esperaba la copia de un libro sobre conjuros que le interesaba.
Sin embargo, estaba empezando a sentirse algo incómodo.
Aquella era sin duda la zona más ruidosa de la biblioteca.
Los archivistas iban de un lado a otro organizando los libros y consultándose entre ellos, q la vez que las plumas de los escribas, que se encargaban de copiar textos o libros, no dejaban de escucharse como sonido de fondo.
Sin embargo, tenía sus ventajas, como poder obtener información sobre textos que aún se estaban ordenando o por su estado delicado hasta ser copiados no podían estar a disposición de todos en la biblioteca.
Estaba inmerso en sus pensamientos cuando una mujer de unos cuarenta años se aproximó a él.
- Sabio, aquí está la copia del libro que solicitó. – Indicó.
Popp entornó los ojos.
No le gustaba el título de sabio en absoluto
Había intentado que le llamaran gran mago, archimago…
Incluso mago y punto, cualquier cosa menos ser llamado sabio. Era una palabra que le hacía pensar en un hombre viejo y decrépito.
Para su desgracia, no había nada que pudiera hacer para cambiarlo, y menos aún después de que le reconocieran como "compañero del héroe" y haber ayudado con la construcción de la biblioteca.
Aun así, Popp forzó una sonrisa.
- Muchas gracias, por favor, déjelo en la mesa. – Contestó amablemente.
Ella hizo lo que el joven le pidió y a continuación se aproximó un poco mas hasta él.
- Por cierto, ha venido alguien a verle pero le han dicho que estaba ocupado, así que le ha dejado una nota. – Tras decir aquello le tendió un papel y el cual Popp cogió.
- ¿Una nota para mí?
- No me pregunte. Al parecer lo dejó "un chico guapo" o eso me dijo la joven que está en recepción. – Entonces liberó un suspiro. – Ah, esta juventud. - A continuación, simplemente se dio la vuelta se marchó dejando a Popp aún más desconcertado.
- ¿Un chico… guapo? – Se preguntó el mago.
Finalmente desdobló el papel algo dubitativo y no pudo evitar sorprenderse al leerlo.
- ¿Hyunkel? – dijo con sorpresa.
Un "chico guapo" debería haberlo supuesto.
Popp no pudo evitar resoplar una ligera risa.
Al parecer, según la nota el guerrero estaba en la ciudad y quería reunirse con él para pedirle algo. Debajo del todo había escrito una dirección.
Estaría en una taberna cercana esperándole.
Habían pasado dos años sin verse, y a decir verdad tenía curiosidad sobre lo que quería pedirle. Pero también se alegraba de poder reencontrarse con él.
Se puso en pie y cogió el libro que la asistente de la biblioteca le había entregado, para acto seguido ir a reunirse con Hyunckel.
