Apenas salió de la biblioteca el Popp caminó deprisa hacia la taberna donde Hyunckel había dicho que estaría en su nota.
Realmente, después de dos años, le apetecía ver como se encontraba.
No había tenido noticias de él en ese tiempo, pero siempre había sido algo frío, y, quizá por eso, se había sorprendido ante el hecho de que el guerrero sí supiera donde estaba él.
¿Se habría enterado de la historia de la biblioteca? ¿Habría escuchado sobre otros rumores que circulaban sobre él?
Aquello le hizo sentirse un poco nervioso, aunque en realidad no debería de estar preocupado.
No es que la idea de la biblioteca no hubiera sido suya realmente. Pero tenía mucho menos mérito del que mencionaban los habitantes de la ciudad. Y en lo que respectaba a los otros rumores sobre él en su mayoría no eran ciertos.
Caminó solo unos minutos hasta llegar a la dirección.
Miró el cartel fijamente unos instantes y su corazón se aceleró ligeramente. Estaba algo ansioso, aunque en el buen sentido, por reencontrarse con alguien a quien no veía desde hacía bastante tiempo.
Finalmente accedió al local, y su mirada trató de encontrar la figura de su amigo en alguna de las mesas hasta que finalmente dio con él.
Iba cubierto con una capa beige y cubría su cabeza, pero le reconoció casi al momento.
- Hyunckel – Dijo animado al verle a lo lejos mientras hacía un gesto con la mano.
El guerrero levantó la vista y al ver a Popp se puso de pie inmediatamente mientras el mago caminaba hasta él.
Ambos se dieron la mano y se sorprendieron mutuamente por la apariencia del otro.
Popp parecía más maduro, sus rasgos eran ligeramente más definidos, y era casi igual de alto que su amigo, aunque seguía teniendo aquel aire alegre y amable. Sin embargo, Hyunckel por su parte seguía vistiendo de forma parecida a cuando se separaron, y casi no había cambiado, pero, no tenía muy buen aspecto. Estaba ligeramente más delgado, y a pesar de que parecía feliz por reencontrarse con su compañero, parecía algo cansado, aunque en general seguía viéndose atractivo.
Popp prefirió no darle importancia en ese momento y en lugar de eso dio un paso más hacia Hyunckel y le dio un abrazo amistoso.
- Me alegro de verte. – Dijo entonces.
Hyunckel no supo como Reaccionar. Al principio se quedó quieto, pero acabó correspondiendo al abrazo.
- Y yo a ti, Popp. Te veo bien. – Indicó tras unos instantes.
Ambos se separaron tras unos segundos y el mago le sonrió.
Finalmente el guerrero se dispuso a sentarse de nuevo en la mesa, pero Popp permaneció en pie, y Hyunckel no tardó mucho en darse cuenta de que mucha gente tenía puestos sus ojos en el mago.
- Oye, ¿Qué tal si vamos a mi casa? Así podemos hablar con más calma – Sugirió Popp, como si le leyera la mente.
Parecía algo incómodo, seguramente porque también se había dado cuenta.
- Me parece bien. – Contestó el hombre.
A continuación, se dirigió a la salida junto con Popp.
- Es por allí, vivo a las afueras. – Indicó el mago apenas dejar la taberna. Apuntando hacia el bosque cercano. – Te llevaré. – Continuó tendiéndole una mano al guerrero.
Hyunckel observó la mano de Popp y después le miró a él.
- No es necesario, si está cerca podemos ir andando. – El mago sonrió y asintió para a continuación dirigirse a su casa junto a su amigo.
Durante un rato ambos caminaron en silencio hasta que Popp habló de nuevo.
- Lo de la taberna… era muy obvio ¿No? – Murmuró. – Supongo que ya te has enterado de que ayudé a construir la biblioteca. – Hyunckel le miró unos segundos mientras seguían caminando.
- Sí, es imposible no saberlo, todos los ciudadanos parecen muy orgullosos de ella. – Contestó el guerrero. – Al parecer atrae a magos de todas partes y es realmente enorme. ¿Cómo acabaste metido en algo así? – Popp se llevó una mano a la nuca.
Es... una historia un poco larga, puedo contártela si quieres, aunque quizá en otro momento, el caso es que no iba a ser algo tan grande. No es que no me sienta algo orgulloso claro, pero no es para tanto. – Tras decir aquello su expresión cambió ligeramente. – Por cierto… - Murmuró con cierta preocupación. - ¿No has escuchado nada más sobre mí? – Hyunckel le miró sin entender.
- ¿A qué te refieres? – Preguntó ligeramente confundido.
Popp bajó la cabeza unos segundos.
- Bueno… casi toda la ciudad piensa que Leona y yo tenemos una relación romántica. – Indicó.
- ¿Qué? ¿Hablas en serio? – El mago asintió.
- Desde que llegué aquí ella y yo nos hemos visto casi a diario, y la he apoyado en algunos asuntos. Leona fue quien me proporcionó casi todos los fondos y los materiales para la biblioteca así que muchas personas han sacado sus propias conclusiones. – Finalmente suspiró. – A la princesa le conviene dado que no recibe presiones para buscar a un pretendiente, pero hay gente que opinan que solo me aprovecho de ella, o que Leona solo se ha interesado en mi para ganar popularidad debido a que combatí junto al héroe. Al final es un dolor de cabeza.
- A decir verdad, no he escuchado nada sobre eso. Lo que sí he oído es que la gente parece animada con la biblioteca. – Contestó Hyunckel. - La ciudad hace tan solo dos años estaba prácticamente destruida, y ahora ese edificio tan imponente está en el centro, atrayendo a personas de otros países.
Creo que no es el uso que se le esté dando, ni el edificio en sí, sino lo que simboliza. – El mago lo meditó unos segundos.
- Sí, eso… es cierto. – Susurró.
- En ese caso no deberías prestar atención a los otros rumores. Después de todo ni Leona ni tú estáis haciendo algo malo a nadie.
- Aún asi he preferido que lo escuches por mí en lugar de enterarte por ahí. Me preocupaba lo que pudieras pensar. Ahora estoy más tranquilo. – Continuó a la vez que esbozaba una sonrisa.
Pasados un par de minutos más se adentraron en un camino de tierra y dejaron atrás las calles empedradas de la ciudad.
- No mentías cuando dijiste que vivías a las afueras. – Murmuró Hyunckel.
Apenas decir aquellas palabras llegaron a un pequeño edificio de dos plantas que se alzaba frente a ellos.
Estaba construido en piedra y no era especialmente grande, aunque en cierto sentido Hyunckel pudo ver un patrón similar al de la biblioteca.
Algo sencillo y bastante simple en lo que respectaba a la planta inferior y en la planta de arriba había un balcón que parecía dar a un par de habitaciones.
La puerta principal estaba subiendo unos pequeños escalones, esta era de madera con algunos herrajes negros.
- ¿Vienes? – Preguntó Popp acercándose a la misma.
El guerrero asintió y finalmente accedió a la vivienda tras su amigo.
Apenas dar un par de pasos en el interior Hyunckel no pudo sino sorprenderse.
En el salón había libros por todas partes, tenía estanterías cubriendo las paredes, repletas de ellos, y había muchos apilados en diferentes rincones y sobre una mesa pequeña, que se hallaba entre una chimenea y un sofá amplio que parecía especialmente cómodo.
Lo único que estaba despejado era la mesa que Popp debía de utilizar para comer y un escritorio en un rincón que debía de utilizar para tomar apuntes y escribir.
- Perdona el desorden. - Dijo el mago algo avergonzado mientras se llevaba una mano tras la cabeza. – He estado muy enfrascado ayudando en Papunica y estudiando, así que por eso muchos libros están por medio. Siéntate donde quieras, prepararé un té.
- Gracias, Popp. – Tras decir aquello caminó hacia el sofá de dos plazas y se sentó en el mismo mientras el mago se dirigía hacia la cocina.
Observó los libros en la pequeña mesa que había frente a él, y cogió el primero que le llamó la atención.
Era un libro de hechizos, algunos de ellos para causar efectos como sueño o anular magia. También había algunos conjuros precisamente para contrarrestar aquellos efectos.
No pudo evitar sonreír ligeramente.
Realmente el aprendizaje de un mago nunca terminaba, y Popp claramente era consciente de eso.
Realmente no había cambiado tanto en aquellos dos años. Siempre había tenido ganas de aprender.
Pero, según recordaba, él había comenzado a viajar con Maam y Merle tras la derrota de Vearn. Sin embargo, no las había mencionado ni había rastro de ellas por ninguna parte.
La puerta de la cocina se abrió de nuevo, apareciendo el mago tras ella con un par de tazas en sus manos.
Caminó hasta donde estaba Hyunkel y dejó las mismas en la mesa frente al sofá antes de sentarse.
- No es gran cosa. – Indicó Popp. – Pero no esperaba visita, así que no tengo mucho que ofrecerte.
- Es suficiente. – Dijo el guerrero tomando una de las tazas entre sus manos he comido algo en la taberna.
A continuación, dio un sorbo a la bebida mientras el joven de cabello negro le observaba y cogía la otra taza.
Desde que le había visto había intentado no mencionar nada sobre su aspecto, pero finalmente no pudo evitarlo.
- Hyunckel, te noto algo cansado, y más delgado. – Apuntó el mago. – ¿Va todo bien? – Preguntó con preocupación.
Una sonrisa se dibujó en los labios de su amigo.
- Sí, no es nada. – Contestó. – Es solo que, llevo una temporada viajando sólo y prácticamente he estado durmiendo al raso. – Popp no quiso entrometerse, pero tenía la ligera impresión de que había algo que le estaba ocultando. Sin embargo, decidió no insistir.
- Y bien. ¿Qué es lo que te ha traído hasta aquí? – Preguntó con su tono jovial habitual. – En tu nota no explicabas nada, pero decías que querías pedirme algo. – Hyunckel resopló una risa.
- No sabía que tuvieras tanta prisa. Pensaba que antes de tratar ese tema podíamos ponernos un poco al día. ¿No crees? Parece que han cambiado algunas cosas. La ultima vez que nos vimos, no estabas solo. - Popp inmediatamente entendió a lo que se refería.
- Lo dices por Maam y Merle ¿No? – Contestó Esquivando su mirada – Sí, supongo que puedo hablar contigo de eso. – A pesar de su respuesta no parecía con muchas ganas de tratar el asunto.
- No tienes que contarme nada si no quieres. – Indicó Hyunckel.
- No, está bien. – Insistió el mago. – Realmente si me hubieras preguntado hace un año habría sido más difícil hablar de ello, pero he pasado página, aunque no voy a negar que aún me afecta un poco. – Hyunckel prácticamente creyó entender al momento a que se refería.
Seguramente Maam al final le había rechazado. Sin embargo le dejó explicarse.
- El caso, es que tras estar seis meses viajando con Merle y Maam me di cuenta de dos cosas. La primera, que no era justo para Merle que yo estuviera cerca, ya que no podía corresponder a sus sentimientos. No me dijo nada, pero, sentí que ella necesitaba que le diera espacio para poder asumirlo, y que yo no la confundiera. – Entonces hizo una breve pausa. – Y la segunda, que Maam no iba a corresponderme a mi. Un día mientras pensaba en toda la situación me percaté de que, si ella me hubiera querido más que como a un amigo, simplemente hubiera ocurrido. – Dijo bajando la mirada. – No sé como explicarlo, pero, cuando te enamoras de alguien, simplemente lo sabes. – Continuó mientras se llevaba una mano al pecho. – Si ella no podía saber si lo que sentía era amor, simplemente era porque no me veía más que como a un amigo. Además, ella misma llegó a decirme que me veía como un hermano pequeño. Así que, para poder seguir adelante, decidí que debía de tomar distancia, porque a largo plazo, debido a mis emociones seguramente no habríamos podido siquiera ser amigos. – Tras decir aquello miró a Hyunckel de nuevo, que a su vez le observaba sorprendido, y le sonrió. – Al principio fue difícil, pero, ahora me siento mucho mejor, sin esa constante duda e incertidumbre. – Pasados unos segundos el guerrero suspiró.
Se había equivocado en lo que respectaba a lo ocurrido con Maam. Y por alguna razón aquello le hizo verle de forma ligeramente distinta.
- Veo, que, aunque sigues siendo tu mismo, has madurado.– Indicó.
Popp se encogió de hombros.
- Claro que sí, ahora me doy cuenta de cómo era a veces, y sé que aún me queda mucho que aprender en todos los sentidos. – Contestó con cierta vergüenza. – ¿Y tú? Hyunckel. ¿Qué has estado haciendo estos dos últimos años? Recuerdo que comenzaste a viajar con Larhalt ¿No es asi? Sin embargo, no le veo contigo.
- Eso es porque hace unos cuatro meses decidió que tomáramos caminos separados. – Contestó el hombre. – Digamos que, él quería buscar a Dai, pero… - Hyunckel apretó un poco la taza que tenía entre sus manos. – No estábamos de acuerdo en algunas cosas. De hecho, es algo que tiene que ver con lo que venía a decirte. – Apuntó.
- ¿Así que por fin vas a explicarme de que se trata? – Contestó el mago.
La expresión de Hyunckel se tornó un poco más seria.
- Sí, En realidad, es algo que he pensado durante bastante tiempo. – Indicó con firmeza en su voz. - Popp, quiero que viajes conmigo. – Dijo finalmente.
El mago abrió sus ojos con sorpresa ante la petición de su amigo.
- ¿Qué? ¿Por qué de repente…?
– Han pasado ya dos años desde que Dai desapareció. – Intervino el guerrero. – Y, todos estamos en paz ahora, viviendo bien gracias a eso. – Continuó mientras levantaba la mirada. – Pero él no está disfrutando de ello. – tras decir aquello volvió la vista a Popp de nuevo. – Por eso, he decidido que voy a buscarlo. – El mago inicialmente no supo que decir, pero a continuación una sonrisa se dibujó en su rostro.
- No puedo creerlo. – Contestó Popp. – Justo Esta mañana, yo me estaba planteando lo mismo.
- ¿De verdad? – Preguntó Hyunckel.
El mago bajó la mirada centrándose en la taza que tenía entre sus manos.
- Si…- Susurró con cierta nostalgia. – A decir verdad, este último año, he estado leyendo todo lo posible sobre los caballeros del dragón y sitios a los que se asociaban sus apariciones. Todo para hacerme una idea de en que lugar podría estar Dai. – Explicó. – Creo que con la información que he reunido y un poco de suerte podría encontrarlo. – Tras decir aquello levantó la vista con decisión y miró a Hyunkel a los ojos. – Así que, supongo que sí podríamos viajar juntos. – Hyunckel mostró una sonrisa de satisfacción.
- Debería haber supuesto que no te limitarías a esperar.
- Estamos hablando de Dai. Como has dicho, gracias a él estamos en paz ahora, si está vivo, quiero ayudarle a regresar a casa. – A pesar de lo que dijo Popp, Hyunckel se percató de algo muy sutil.
"si está vivo"
Aquellas simples palabras revelaban que el mago no estaba seguro de si Dai seguía con vida.
Supuestamente era el caso, y nadie más había dudado de ello. O eso había pensado hasta ese momento.
Se planteó si debía mencionarlo, pero final prefirió no hacerlo.
Terminó la bebida que tenía en sus manos y a continuación miró por la ventana. Ya estaba atardeciendo.
- Deberíamos dejarlo por hoy. Iré a descansar a una posada, y, mañana…
- ¿Irte a una posada? Tengo una habitación para invitados arriba. – Interrumpió el mago. – Tardaremos unos días en prepararnos, puedes quedarte aquí y descansar hasta que estemos listos. – Tras decir aquello se cruzó de brazos pensativo. – Supongo que mañana tendré que ir al mercado a por algunas cosas. – Murmuró.
- No me gustaría ser una molestia.
- ¿A quien vas a molestar? – Preguntó el mago. – No digas tonterías. - Tras decir aquello dejó la taza en la mesa y se puso en pie.
- Voy a prepararlo todo. – Solo espera.
Sin darle tiempo a objetar nada Popp caminó hacia las escaleras y subió las mismas.
Hyunckel se planteó insistir en que no era necesario. Sin embargo, pasados unos segundos decidió no hacerlo.
Sí, definitivamente se alegraba de ver a Popp de nuevo.
Serían aproximadamente las tres de la mañana y Hyunckel seguía despierto.
No podía dormir, y no era porque la cama no fuera cómoda o no se sintiera bien.
En realidad, ver a Popp era lo más agradable que le había pasado durante aquellos dos años.
Sin embargo, había una cosa que le atormentaba.
Debía de explicarle algo, dado que, si viajaban juntos, tarde o temprano se percataría de ello.
Sin embargo no sabía como hacerlo.
Temía que Popp decidiera no viajar con él finalmente tras descubrir lo que le estaba ocultando, y esa idea le tenía angustiado.
Estaba inmerso en sus pensamientos cuando escuchó pasos en el suelo de madera, que iban desde el cuarto de Popp hasta el salón principal bajando las escaleras.
Inicialmente pensó en dejarlo, pero tampoco iba a conseguir dormir, y se preguntaba que estaría haciendo el joven mago.
Salió de la cama y sigilosamente caminó hasta el pasillo para posteriormente bajar las escaleras.
Popp estaba sentado en el sofá que habían compartido antes sentado con las piernas abiertas apoyando los codos en las mismas y tenía la cabeza entre las manos.
Parecía atormentado por alguna razón.
Simplemente no podía dejarle así.
Con suavidad se acercó a su amigo desde detrás del asiento y puso una mano en su hombro.
- Popp, ¿Estás bien? – El mago se giró y observó a Hyunckel unos segundos. Trató de sonreír, pero sus ojos delataban como se sentía realmente, y que había estado llorando.
- Ah, Hyunckel. – Murmuró algo sorprendido mientras sorbía su nariz. - Solo, he tenido una pesadilla, eso es todo. – El guerrero le observó con atención. Tardó apenas unos instantes en caer en la cuenta.
- Es, por lo que pasó con Dai ¿No es así? – Popp observó a Hyunckel con los ojos muy abiertos unos segundos, e instantes después resopló una risa amarga y volvió la vista al frente en silencio.
- Yo… si. Tienes razón. – Admitió finalmente. – Dai era, como un hermano pequeño para mí. Sé que supuestamente sigue con vida, y es por eso que decidí buscarle, pero, cada vez que recuerdo o sueño con esa explosión no puedo evitar dudar. Me alejó de su lado en el último segundo y no pude hacer nada por él. Yo… me siento tan culpable. – Continuó mientras apretaba los puños. – Esa escena viene a mí una y otra vez cuando trato de dormir, y siento como si me costara respirar. Cuando me despierto estoy temblando y no consigo calmarme. – Entonces negó con la cabeza.
- Si no lo encuentro… no creo que llegue a superarlo nunca. – Tras decir aquellas palabras se puso en pie.
- Pero, también tengo miedo. – Confesó llevándose una mano a la frente mientras su voz se quebraba. – Tengo miedo de que… él en realidad haya… él haya… - Antes de poder terminar la frase el chico rompió a llorar.
Hyunckel rodeó el sofá y se acercó a Popp sin saber que podía decirle para hacerle sentir mejor.
Podía insistir en que Dai seguía vivo, pero, ese no era el problema.
El problema era que lo que ocurrió fue tan traumático para Popp que simplemente no podía borrarlo de su mente e ignorarlo, y su cabeza insistía en mostrarle aquella escena una y otra vez.
Y Hyunckel sabía lo que era eso.
Había pasado muchas noches teniendo pesadillas con cosas que le atormentaban desde que ocurrieron.
La primera Fue la muerte de su padre.
La segunda cuando intentó atacar a Avan.
Y la tercera la muerte de Popp tras usar megante contra Baran.
Aquella última era la que se le hacía más complicado de dejar pasar por alto.
No importaba que el joven aún estuviera vivo y frente a él. Daba igual que el propio Baran le hubiera devuelto la vida con su sangre.
Fue aquello lo que le hizo darse cuenta de que sentía algo más que amistad por él en ese entonces.
Y ahora, al verle así, a pesar de haber estado lejos de Popp, le hizo darse cuenta de que sus sentimientos no habían cambiado lo más mínimo. No soportaba que estuviera así de hundido y sintiéndose de aquella forma.
Finalmente acortó la distancia entre ambos y le abrazó.
El mago contuvo la respiración inicialmente, pero pasados unos segundos se aferró a la ropa del guerrero mientras sus lágrimas seguían brotando sin control de sus ojos, y comenzó a llorar más fuerte. Ajeno a lo que su amigo sentía por él.
A Hyunckel aquello no le importaba.
En ese instante, lo único que deseaba era apaciguar, aunque fuera ínfimamente, su dolor.
Cuando Dai desapareció Hyunckel decidió no viajar con Popp, debido a que iba con Maam y Merle. Pero ahora sabía que tal vez debería haberlo hecho.
Lo que tenía claro era que, a no ser que el propio mago se lo impidiera, no iba a alejarse de él de nuevo.
