Capítulo 4.

En el Hogar de Ponny

- Buenos días señora Andrew.

- Buenos días hermana María, venimos a buscar a Candy.

- Candy no se encuentra ha salido con los niños a la finca de los Steven.

- En ese caso, creo que es mejor, así podremos hablar.

- Oh por supuesto, pasen por favor. Buscaré a la señorita Ponny.

Minutos después

- Buenos días señores, soy la señorita Ponny, me dice la hermana María que es usted la señora Elroy Andrew, encantada de conocerla, es un honor que nos visite ¿y usted es...?

- El padre de Candy... el biológico, soy el Señor Charles McGregor.

- ¡Oh! entonces era cierto... (La señoríta Ponny, busca en los cajones de la librería) En ese caso... esto le pertenece.

- ¿Qué es?

- Esta carta la dejaron junto a esta insignia debajo de las mantas con las que estaba envuelta Candy, cuando la recogimos ella estaba dentro de una cesta y tenía en sus brazos esta muñeca.

- Es la letra de Clarise...

Queridas hermanas,

Ella es Candy, es mi hija, la amo, con todo mi corazón, pero su vida corre peligro, por eso os la dejo para que la cuiden, a mi lado ella podría morir, y eso yo...yo no lo soportaría. Dejo esta insignia, es de los Argyll, ella es su única heredera. Su padre se llama Charles McGregor y no sé si a estas alturas estará con vida o no. Por favor, no den en adopción a mi hija, vendré pronto por ella, os dejo dinero para que la cuiden y no le falte nada. Espero venir pronto por mi pequeña, pero sino pudiera, tengan por seguro que es porque no he debido sobrevivir a una persecución de la que llevo escapando años. Si a los 12 años nadie de mi familia ha venido a recogerla, entonces por favor, intenten que la adopte una buena familia, y a los 21 años denle esta carta y la insignia. Le abrirá las puertas de lo que es suyo.

Gracias y cuiden a mi pequeña

Clarise Argyll

- Mi amada Clarise, cuánto debiste haber sufrido. Pero ya puedes estar tranquila amor, los responsables están condenados y nuestra hija por fin podrá vivir conmigo, y sin temor de que atenten contra su vida.

Los pensamientos de Charles se ven interrumpidos por una emocionada voz que al ver el coche de los Andrew piensa que un jóven rubio ha llegado al Hogar de Ponny.

- ¡Albert! ¡Albert! Hermana María, señorita Ponny ¿dónde está Albert?

- Candy... (Dijeron en un susurro las damas)

- ¡Tía Elroy!, buenos tardes señor...

- (Charles se puso de pie y avanzó hacia Candy) Hija cuanto te he echado de menos.

Candy se quedó como si estuviera en un sueño, aquel hombre que se parecía a su paciente William McGregor, estaba ahí y le decía que era su padre... no se podía mover, hasta que sintió ese abrazo protector, cálido, el abrazo que da un padre a su hija, y comenzó a llorar... Le explicaron todo lo acontecido, todos esos años de terribles tragedias, tantas vidas perdidas. Pero aún así conoció a su abuelo, y ahora estaba con su padre, y aunque no pudiera ver a su madre, por lo menos podría visitar su sepultura, podría visitarles a todos, a su abuelo, a su abuela, ella ahora tenía una historia familiar y eso reconfortaba su adolorido corazón.

- Elroy, es hora de comenzar los trámites, Candy recuperará su identidad.

- Papá, no entiendo...

- Candy, hija, ya no puedes seguir siendo una Andrew. Eres Candice McGregor, duquesa de Argyll.

- Pero ¿y Albert? ¿Qué dice él? ¿Tía abuela?

- Candy para mí siempre serás mi pequeña traviesa, siempre seré tu tía abuela. William no sabe de esto, sigue de viaje, pero le escribiré para que regrese lo antes posible.

- Hija, William no puede seguir teniéndote como su heredera universal, tú no eres su hija, él es muy joven para tener a alguien de tu edad como su hija adoptiva, y querrá formar una familia, y a su futura esposa no le gustará que tú seas su heredera. Debes ser más considerada y dejar que él pueda tener una vida en familia y que pueda seguir las reglas que la sociedad impone.

- Padre... yo... yo... (No les puedo decir que yo lo amo y que él me ama, no ahora, que no sé qué pensara Albert de mí, con toda esta situación, ahora soy yo la que tengo más responsabilidades).

- Charles estaría encantada de organizar la presentación en sociedad de Candy y me gustaría que fuera en Lakewood.

- Gracias Elroy, estaremos unos días en Michigan... después volveré a Chicago con Candy tenemos que pasar tiempo juntos. Además, tengo que presentarla a todos los asesores y directivos de mis empresas, ya que ella será la que asuma el mando en unos años. Hija, también me tengo que concentrar en tu educación. Jovencita tenemos mucho que aprender el uno de otro. Ve por tus cosas, tenemos que irnos.

- Sí papá, enseguida regreso.

Las damas lloraban por fin la pequeña pecosa sería feliz.

Michigan. Mansión McGregor

- Pero esta no es la mansión de mi abuelo...

- Hija aquella mansión fue dada a la beneficencia, demasiados recuerdos tristes, tu madre paso allí sus últimos días... Tu abuelo al enterarse que todos estos años estuviste resguardada en el Hogar de Ponny decidió donar su mansión a cambio de que a tu hogar no le faltara nada. De hecho, ahora el hogar y las tierras aledañas están a tu nombre.

- ¡Papá! ¡Qué feliz soy! ahora a mis madres nada les faltara.

- Así es hija, velaremos juntos por ellas y por el hogar. Candy, de ahora en adelante deberás tomar muchas decisiones y debes prepararte para ello. Tendrás instructores para que te enseñen derecho, economía, administración y medicina por la tarde; por la mañana vendrás conmigo a mi despacho para explicarte el funcionamiento práctico de nuestros negocios, y la historia de nuestra familia y nuestras empresas; y a mediodía tendrás a las institutrices de etiqueta, historia universal y artes. Los fines de semana deberemos de pasarlos con Elroy para organizar los preparativos de tu fiesta.

- Está bien papá. (Albert ¿cuándo te veré? ... te extraño... Tantas cosas que asimilar, ahora tengo un padre, conocí a mi abuelo, estuve con él, que afortunada fui, pude cuidarlo durante sus últimos días...)

- Hija ¿en qué piensas?

- En mi abuelo, le conté toda mi vida, mi infancia, mis días en Londres... Siempre me regalaba su hermosa sonrisa y sus ojos azules preciosos brillaban tanto... Ahora entiendo sus risas, sus miradas, en verdad me reconoció y me quería mucho... pero papá ¿por qué mi abuelo no me dijo nada?

- Candy, mi padre no podía decirte nada, sin poner en peligro tu vida, en ese entonces sabíamos que los Campbell estaban detrás de todos esos episodios tan turbios, pero no teníamos pruebas suficientes. No obstante, te puedo asegurar que mi padre fue el hombre más feliz del mundo cuando te encontró, yo en ese momento me encontraba en Escocia y no pude despedirme de él... De hecho me enteré de que él te había reconocido como mi hija cuando se leyó su testamento. Mi padre me dejó una carta y me explicó todo lo que le trasmitiste, por eso sé que se fue siendo feliz... A pesar de que tu abuelo era un gran estratega y de que el patrimonio de los McGregor ha crecido considerablemente, después de tantas pérdidas, él se recluyó en Michigan, se distanció de los protocolos de esa sociedad que él consideraba hipócrita, no se fiaba de nadie. El conocerte le devolvió la felicidad y la esperanza. Candy, hija te quiero... No permitiré que nadie te haga daño.

- Papá soy tan feliz de haberte encontrado... No sabía cuáles eran mis orígenes, no sabía por qué me abandonaron, cuando era pequeña me preguntaba si no me quisieron, si me dejaron porque no era deseada.

- ¡Hija! pequeña no llores, jamás vuelvas a decir que no eras deseada, tu madre y yo te quisimos desde el minuto uno, hubiera dado todo con tal de que hubiéramos permanecido los tres juntos. Pero por más que quisimos tu madre y yo casarnos y formar una familia, las circunstancias no lo permitieron. Tus abuelos estuvieron pendientes de ti desde que naciste y cuidaron a tu madre desde que ella dejó a los Andrew. Ojalá algún día puedas perdonarme por no haber podido estar contigo todos estos años y haberte ahorrado tantas tristezas.

- Papá, gracias... te prometo que ya no lloraré, quiero ayudarte y estar contigo siempre.

- Candy... ¿quieres que te lea un cuento para dormir?

- jajajaja ¡Papá!... sí... por favor...

En la mansión de Lakewood

Elroy escribía a Albert exigiendo su regreso, y a George exigiendo que William regrese cuanto antes. La señora Andrew no tenía tiempo, en menos de un mes se celebraría la fiesta de presentación de Candy en sociedad. Habían quedado en que la versión oficial sería que debido a los terribles sucesos que envolvían a los Argyll y a los McGregor, se decidió que los Andrew tendrían la tutela de Candy hasta que las amenazas cesaran, puesto que era la sobrina nieta de Priscilla y por ello contaba con el apoyo de todo el clan escoces. Se había también acordado que se revelaría que hubo un matrimonio civil llevado acabo con total discreción entre Clarise y Charles, otro "tecnicismo" propuesto por Elroy, de eso se encargarían los abogados de ambas familias, la cuestión era que había que atar todos los cabos sueltos para que nadie cuestionara la versión que se iba a dar. Todo iba solucionándose poco a poco, solo faltaba la firma de William, y él no regresaba...

En Brasil

- William debemos de regresar a Chicago,

- George, pero todavía tenemos mucho trabajo.

- Lo sé, pero es una orden de la señora Elroy.

- Ahora el patriarca de familia soy yo, y no podemos irnos ahora.

- William, he estado en contacto con la central de Escocia y me indican que es imprescindible que acudas a Chicago pues la señorita Candy dejará de ser una Andrew y necesitan tu firma.

- ¡Qué! esta vez mi tía ha llegado muy lejos, no lo permitiré, Candy es mía, nunca la desprotegeré.

- William toma las cosas con calma, creo que hay otros temas de fondo.

- George, ¿qué voy a hacer?, en el testamento de mi madre pone que debo casarme con la nieta de su primo. Me pide que la encuentre y que no la abandone. Yo amo a Candy, no puedo hacerlo. Si regreso me obligaran y yo... no puedo... no puedo George...

- William, siempre hay otras formas, sino deseas la herencia de tu madre, renuncias a ella, yo me encargaré del consejo, buscaré la forma de que no te presionen, sé que la herencia de tu madre junto con la de la heredera de los Argyll es una fuerte cantidad que el consejo no pasará por alto. Pero algo se nos ocurrirá, no te preocupes. Ahora lo importante es averiguar por qué la Sra. Elroy ha tramitado la cancelación de la adopción.

- Tienes razón George, debemos volver. Partiremos mañana, convoca a todos a una reunión esta tarde, dejaremos las directrices y conformaremos el equipo ejecutivo para que estén pendientes de las empresas de latinoámerica en nuestra ausencia.