Capítulo 6.

Candy y su padre el Duque McGregor se quedaron en la mansión de Lakewood, ella ocuparía la segunda habitación más importante, la que fue suya en los tiempos de Anthony, aquella que le correspondiera por ser la heredera del tío abuelo William Andrew. Su padre ocuparía la suite de lujo, que estaba destinada para los invitados más importantes, la cual se encontraba al lado de la habitación de la Sra. Elroy.

Mientras tanto, Albert se dirigía a su habitación, aquella que empezó a ocupar cuando se dio a conocer como el patriarca de los Andrew. Años atrás la habitación principal y la del heredero estaban unidas, tras la muerte de sus padres aquella puerta se clausuró, pero él la había mandado a habilitar, aunque no supo realmente el motivo que le llevo a tomar esa decisión, no pudo evitar soñar que si Candy decidía quedarse con él en la mansión, tener esa puerta operativa le permitiría protegerla de aquellas tormentas que tanto la asustaban. Pero cuando Candy decidió volver al hogar de Pony, Albert pensó que nunca la llegaría a utilizar. Sin embargo, ahora lo estaba meditando, a pesar de todas las circunstancias, era necesario hacer una excepción, tenía que decirle todo a su pequeña.

Candy salia del baño, todavía con la toalla en sus cabellos rizados y la bata semiabierta, Albert casi se desmaya de la impresión. Candy era una obra de arte, sus piernas largas y estilizadas, su abdomen plano y sus senos voluptuosos, sus finas facciones, sus labios húmedos... Juntó todas sus fuerzas y con voz suave la llamó. Candy se sobresaltó pero acudió a sus brazos, sin importarle el pudor o los formalismos.

Ver a Albert con aquel pijama azul de rayas que le compró cuando vivían en el Magnolia, la llenó de recuerdos insospechados, de pronto recordó aquella extraña sensación al vendarle el torso herido por el ataque de aquel león. Las veces que veía salir a Albert del baño con los cabellos húmedos y su torso al descubierto, esa poderosa espalda, esos brazos fuertes y a la vez delicados con ella. Cuántas veces estuvo en ellos, cuántas veces se durmió rodeada de ellos. Candy alzó la vista y se perdió en aquellos ojos azules tan profundos.

Los besos no pudieron ser evitados, ambos necesitaban sentirse, Albert hacia que los besos fueran cada vez más profundos, más llenos de deseo, pronto sus manos empezaron a recorrer el cuerpo de Candy. Ella soltó un pequeño gemido, y él ya no pudo controlarse.

Candy sentía esas manos fuertes dirigirse a su cuello, acercándola más a él, acariciándole suavemente las mejillas y haciendo que sus cuerpos se juntaran cada vez más, Albert deslizó una mano hacia su cintura, uniéndola más a él y haciéndola sentir su dureza, con la otra mano empezó a recorrer su cuello con una delicadeza que la hacia estremecer, y fue descendiendo poco a poco, emprendiendo un mágico camino entre sus senos hasta su ombligo, hacia su sexo, mientras su boca iba succionando cada parte de su cuerpo, deteniéndose varios minutos en sus senos y en su monte de venus. De pronto Candy sintió como unos fuertes brazos la cogían y la depositaban en la cama. Y salió de su trance cuando Albert la dejó de tocar.

- Candy, te deseo, pero no quiero que sientas que no te respeto, yo te amo, quiero que seas mi esposa, y si deseas esperar lo comprenderé.

- Albert, yo...

Pero justo cuando Candy iba a responderle, tocaron la puerta. Ambos se miraron y se dieron cuenta que las prendas estaban por lo suelos, rápidamente recogieron la habitación. Albert se fue a su habitación y Candy hacia como si hubiera acabado de salir del baño.

- Adelante

- ¡Candy! debiste esperarme, tenía que ser yo quien te haga el baño, y te ayude a acostarte.

- ¡Dorothy! ¡qué alegría verte!

Ambas amigas tenían mucho que decirse, Dorothy le contó lo ocurrido con Sara y como esta se puso histérica cuando la Sra. Elroy la desheredó, a la vez que el Sr. Raymond le informaba que su divorcio ya estaba tramitado, y que a partir de ese momento dejaba de llevar su apellido. Ahora Sara volvería a llevar el apellido de su padre, que la relacionaba directamente con una familia que había caído en desgracia, llevar ese apellido de nuevo, suponía una deshonra, ella sabía que se convertiría en persona non grata, y que las puertas de la alta sociedad se le cerraban. Pero eso no era todo, los abogados de la familia Andrew le notificaron que a partir de ese día se le prohibía el acceso a cualquier propiedad o empresa de los Andrew o de los Legan, que las cuentas a las que tenía acceso habían sido bloqueadas para ella, que se había notificado a todos los altos directivos del país y de Escocia que ella dejaba de ser miembro de la familia y que por tanto si decidía usar sus "influencias" como antaño le iría mal, pues ya estaban todos avisados.

Pero eso no era todo, si Sara estaba histerica, Elisa perdió toda la poca cordura que tenía, le exigió a la Sra. Elroy que rectificara, que ella era la elegida por William para ser su futura esposa, que además, contaba con la amistad del Duque de Grandchester, y que junto con el poder de su padre era suficiente para que ella se retractara. Pero la matriarca ni se inmutó. Raymond con todo el dolor de su corazón, porque aunque Elisa era su hija, él no podía más con esa carga, era culpa de Sara que Elisa fuera tan cruel, y era culpa de Elisa que él hubiera cometido el error de haber tratado mal a Candy, todavía se arrepentía de las miradas de desaprobación y de odio que le dio a Candy en Chicago cuando la obligaron a que contrajera matrimonio con su hijo, con Neal que había amenazado con alistarse a la guerra sino se casaba con Candy. Él tenía que redimirse, y aunque eso supusiera dejar a un lado a su hija, no lo dudó, tal vez, tras unos días de miseria Elisa cambiaría... Así que juntó todo el valor y toda su rectitud y anunció lo inimaginable para los presentes.

- Elisa a partir del día de hoy, dejas de ser mi hija, te repudio.

La Sra. Elroy que siempre se mostraba inexpresiva, soltó la mandíbula. Sin embargo, se recompuso rápidamente y añadió:

- En ese caso, Elisa se te aplicaran las mismas medidas que a tu madre.

Neil que hasta ese momento no había dicho nada, sintió pena por su hermana, esa decisión su padre no se la había comentado, pero entendió que el comportamiento de Elisa fue suficiente para que su padre no tuviera alternativa, su hermana jamás cambiaría.

- Dorothy no puedo creer que el Sr. Legan haya hecho eso.

- Yo tampoco Candy, pero así fue como ocurrió. Lo que no entiendo es por qué, los empleados más antiguos comentan que esto se debe a una serie de asesinatos que se cometieron hace años, y que Sara era parte de esa trama, aunque algunos dicen que no solo era ella, sino que hay más personas de la familia involucradas. Candy tengo miedo.

- ¡Oh Dorothy! eso no lo sabia, tengo que decírselo a mi padre, cuanto antes. Mañana, antes de reunirnos con la Sra. Elroy, Albert y Archie, buscaré a mi padre, despiertame a las 6 de la mañana, por favor.

- jajajaja Candy sigues siendo una dormilona, pues claro no te preocupes vendré a despertarte y te ayudaré.

- Dorothy si las cosas están así, creo que es mejor que dejes de trabajar para los Andrew, no quiero que nada te pase. Y me gustaría que te quedaras conmigo, pero no como mucama, quiero que me acompañes y estudies conmigo, así no estaré sola con todos esos tutores.

- Oh Candy, nada me encantaría más que estar contigo. Aunque si me quedo podré averiguar más cosas, porque si es cierto que dentro del personal o dentro de la familia hay alguien infiltrado yo... yo puedo ayudar.

- No Dorothy, no quiero que te arriesgues, ya buscaremos una forma de solucionar esto, por ahora quiero que mañana partas con nosotros.

- Está bien Candy, a lo mejor con la formación que reciba, puedo volver y enterarme mejor de todo.

- Ya lo veremos Dorothy, por ahora ve a descansar.

- Te veo mañana temprano Candy.

- Hasta mañana Dorothy. Demasiada intriga, ¿y si Albert está también en peligro?. Oh no Albert, tú no.

Candy se levanta de su cama y va hacia la puerta secreta, toca despacio pero nadie abre, gira el pomo y se queda unos segundos en la entrada intentando acostumbrarse a la oscuridad, no ve a Albert, pero siente una opresión en el pecho, rápidamente enciende las luces y su rostro empieza a palidecer, ha visto un rastro de sangre desde la puerta hasta el balcón.