Disclaimer: El mentalista no me pertenece.


Caso cerrado


—"Jane cierra casos". —Había dicho Teresa mientras le sostenía la mirada con sus ojos claros y sinceros, resultaba irónico entonces que ella no terminara de enterarse de nada.

Sus sentimientos prematuros por Patrick Jane, su excéntrico y payaso consultor. O incluso los suyos. Porque sí, Samuel Bosco hubiese muerto o asesinado por ella. Pero las cosas eran como eran, una parte de él, en verdad había creído que podía ser posible.

Aun con su propio y aparentemente feliz matrimonio y la diferencia de edad entre ambos. Él la respetaba. Como colega era implacable, había aprendido en carne propia lo que Teresa Lisbon era capaz de hacer mientras tuviera un objetivo, fue así que aprendió a ver y a amar a la mujer detrás de la placa.

Ahí todo el tiempo, tan lejana. Pues no era correcto. Y ella no era de las que rompían las reglas y engañaban personas por placer. Excepto por esa única vez, el secreto que ambos guardaban con recelo y que había comenzado por acercarlos en primer lugar.

O al menos así había sido, hasta la llegada de un rubio caprichoso en traje de pingüino que había aparecido en sus vidas, obstaculizando todo.

Su carrera, su equipo, su oportunidad con Lisbon.

Porque él pudo verlo antes que la propia Teresa o el insensato de Patrick Jane.

Sí, él podía matar o morir por ella. Pero ella haría exactamente lo mismo por un hombre que no era él.


Cuando al abrir los ojos y ser consciente de sí mismo y la cama de hospital en la que se encontraba, no pudo hacer más que preguntarse porque había globos flotando sobre su cabeza y Lisbon apuntaba con su arma a Rebeca, su secretaria.

Le dolía la cabeza y podría jurar que le habían disparado.


Ella se despidió de él. Y de nuevo, esos preciosos ojos que un día había anhelado lo vieran de la forma en que deseaba, le mentían. Era honesta, confiable y la peor mentirosa del departamento de oficiales. Porque cuando ella admitió retribuir sus sentimientos, él quiso creerlo.

Pero podía sentir que se acercaba. Antes de que todo terminara había una última cosa por hacer. Patrick Jane se aproximó entonces a su camilla.

—Cuando lo tengas, no lo arrestes. Mátalo.

Jane asintió con convicción. Sabía que podía confiar en él en ese punto. Hizo un gesto para indicarle que se acercara y él obedeció. Había necesitado estar confinado en una cama de hospital aferrándose a la vida para que el maldito hiciera algo de lo que le decía. Pero por su vida o la siguiente, atendería sus últimas palabras.

—No la mereces. —Susurró con toda la certeza de la que era capaz dadas las circunstancias. —Quizá no lo veas ahora, pero un día, tendrás que tomar una decisión. No la lastimes Patrick.

Lo último que Sam Bosco vio antes de marcharse para siempre, fueron un par de ojos azules sinceros. Aunque no fueran los de Teresa. Quizá Jane no era un inútil después de todo.

Si ella era capaz de amarlo, quizá había algo de valor. Debía confiar en su instinto.


Patrcik Jane y Teresa Lisbon viven en mi palacio de memoria sin pagar renta.

Saludos.