Aqui esta mi nueva adaptación espero les guste.
**Los personajes son de Stephenie Meyer y la historia al final les digo el nombre de el autor
CAPÍTULO DOS
Chicago
Lunes, 5 de marzo07:00a.m.
―¿Cuál es la ocasión?
Bella saltó, el cepillo del rímel, se deslizó hasta su frente dejando una línea negra a su paso. Volvió la cabeza lentamente y se inclinó boca abajo con el ceño fruncido, los ojos entrecerrados. Odiaba la reacción nerviosa que no había podido disminuir con el tiempo. La hacía sentirse como un extraño en su propia piel. Suspiró y colocó el cepillo en el tubo del rímel.
―Sabes que no debes hacer eso.
Tanya se apoyó en el marco de la puerta del dormitorio, con los brazos cruzados y una ceja levantada.
—Lo siento. ―Subió la comisura de sus labios―. Te ves como un mapache desequilibrado. Bella dejó escapar un suspiro mientras miraba el maquillaje arruinado en el espejo.
―Hoy no necesito esto, Tanya. Ya estoy lo suficiente estresada sin ti husmeando a mi alrededor.
―Buscó el desmaquillante de ojos en el cajón.
Tanya se puso rígida.
―Yo no estoy husmeando. Te llamé cuando entré al departamento y estuve hablando con Ethan durante cinco minutos. Simplemente no me escuchaste. Oh, por amor de Dios, Bells. No tienes que hacer tanto escándalo. Tan solo quítatelo.
Bella cerró un ojo.
—No puedo. Es resistente al agua.
―Odio esa cosa a prueba de agua. ―Se inclinó sobre el tocador de Bella y tomó el rímel―.
¿Desde cuándo usas maquillaje a prueba de agua?
Bella le quitó el tubo de la mano y se concentró en volver a hacer el trabajo.
―Desde que Phil murió.
―Lo siento Bella, yo no pensé… Bella cerró el cajón.
―Está bien. Yo ya debería estar mejor. Pero parece que no puedo pasar un día sin al menos una lágrima o dos.
―Solo han pasado dos meses, cariño.
―Dos meses y doce días. —Phil Dwyer había sido su maestro, su jefe, su amigo. Además de Tanya y Ethan, Phil había sido la única persona en el mundo que conocía su secreto más profundo. La garganta se le apretó en la familiar respuesta ante cualquier recuerdo del hombre que había sido lo más parecido a un padre que había tenido nunca. Ahora él se había ido y lo echaba de menos, más de lo que creía posible. Se obligó a pensar en otra cosa.
―Bueno, ahora que has invadido mi espacio, ¿cómo me veo?
Tanya frunció los labios y ladeó su cabeza castaño-rojiza, siguiendo a Bella en el cambio de tema.
—Se te están notando las raíces. Necesitas un retoque.
Bella se inclinó hacia adelante para ver la parte superior de su cabeza. Efectivamente, una cinta delgada color castaño corría a lo largo de su cabello, en contraste con las ondas color rubio.
―Caramba, acabo de teñir mis raíces hace dos semanas.
―Te dije que no eligieras un color tan claro. ¿Pero acaso me escuchaste? Nooo…
―Sabelotodo. Parecía lo correcto en ese momento.
Tanya movió la cabeza.
―Es demasiado claro, siempre fue demasiado claro. Debes oscureserlo.
―Ta-nya ―suspiró, sin tratar de ocultar su exasperación.
―Isa - bella ―imitó su tono y luego se puso seria―. Después de todo este tiempo, ¿crees que es necesario esconderte detrás de ese color de pelo?
―Más vale prevenir que curar. ―Era su respuesta habitual.
―Eso es cierto ―murmuró Tanya, bajando los ojos por un momento. Volvió a levantar la mirada, todavía seria―. Podrías oscurecerlo solo un poco. El contraste hace que tu rostro se vea muy pálido. Especialmente en esta época del año, a finales del invierno.
―Te lo agradezco.
Tanya sonrió y la atmosfera de la sala se iluminó de repente.
―No hay de qué. Pero me gusta el jersey. El azul hace juego con tus ojos.
―Demasiado poco, demasiado tarde, amiga. Y yo raramente uso ese término. ―Fue la cosa más lejana a la verdad y ambas lo sabían. La combinación única de risa y seriedad de Tanya, habían sacado a Bella de un día oscuro más de una vez. Eran las mejores amigas. Y después de haber pasado tantos años totalmente sola, Isabella Swan, era plenamente consciente del valor de una amiga como Tanya Denali. No las había mejores, más inteligentes, o más leales. Isabella se calzó unos zapatos de tacón bajo―. ¿Puedes creer que son de una oferta de 10,99?
Tanya entrecerró los ojos mirando los pies de Bells.
—No. ¿Porque tanto alboroto esta mañana? Y volviendo al punto de partida, ¿cuál es la ocasión?
―Mi nuevo jefe comienza hoy. Solo quiero causar una buena impresión. ―Se volvió hacia los lados del espejo para ver el producto final—. Quiero tener un aspecto profesional, pero sin exagerar. ―Se miró más de cerca—. ¿Crees que estos aros son muy de sábado por la noche?
Tanya resopló.
―Esos pendientes son lo más cercano que has estado a un sábado por la noche, chica.
―No le des la lata a mi vida amorosa ahora. Solo tienes que responder la pregunta.
―Tú no tienes vida amorosa Bella. Y están bien. No te preocupes. Te ves maravillosa. Eres una excelente secretaria. Tu jefe quedará impresionado.
Bella suspiró.
—Espero que sí. Estaba tan acostumbrada a trabajar para Phil. Yo ya sabía lo que quería antes de que lo pidiera. Es realmente necesario que mantenga este trabajo hasta la graduación. ―Después de la graduación ella estaría fuera de la escuela de derecho y las preocupaciones del día a día, en las oficinas de Carrigthon College serían cosa del pasado.
―Vas a estar bien.
Bella la miró por el rabillo del ojo.
―Tú siempre dices eso.
―Y siempre tengo razón. Bella sonrió.
―Eres una cabezota.
―Pero soy una cabezota que tiene la razón.
―Eso eres. ―Dio un paso hacia el espejo y corrió el cuello alto de su suéter, inspeccionando el costado de su cuello.
―No se ven —dijo Tanya suavemente―. Deja de preocuparte. Bella dejo el cuello en su lugar y enderezó la espalda.
―Entonces, estoy lista para conocer al Dr. Edward Anthony Cullen. Tanya se echó a reír.
―¿Ese es su nombre? Suena como si fuera un profesor de historia de cuatrocientos años.
―Él es un profesor de historia.
―Ese es exactamente mi punto. Bella se encogió de hombros.
—Probablemente no sea más mayor de lo que Phil lo era. Mientras no tenga que trabajar para Lauren Mallory , Cullen podría ser un canguro de peluche de cuatrocientos años y aun así yo sería una mujer feliz.
Ella fue a la cocina y Tanya la siguió.
―¿Cómo lo está tomando la vieja Piraña Mallory?
Bella rió, y después se puso seria al ver a Ethan sentado en el pequeño comedor comiendo cereales. Tenía que estar comiendo como una caja al día. A los catorce años crecía más y más, comiendo lo que encontraba a su paso. Puso su voz de mama:
―Tanya, tienes que dejar de llamarla Piraña Mallory.
―Déjala tranquila, mamá —dijo Ethan, asiendo una pausa con la cuchara a medio camino―. Yo te vi reír.
―Oh. —Isabella alborotó el pelo rubio y tieso. El corte como cepillo hacía cosquillas en la palma de su mano―. Debes darte prisa o…
―Perderás el autobús ―terminó Ethan, metió cuatro cucharadas más antes de agarrar la mochila―. Me tengo que ir. Tengo práctica después de la escuela, mamá. No voy a estar en casa hasta después de las cinco.
―Ten…
―Cuidado ―terminó con una sonrisa descarada—. Tú también. Buena suerte con Cullen hoy.
―Su sonrisa titubeó—. Y ten cuidado con Mallory, ¿de acuerdo?
Bella se alzó para besar su mejilla. Con la altura que había alcanzado, Ethan ya casi estaba fuera de su alcance.
―Lo haré. Te dije que no te preocuparas. Mallory no puede hacernos daño. Ella es mala y vengativa. Pero es más probable que yo gane un Nobel de la Paz, a que ella se tome el tiempo para desenterrar los secretos de nuestra familia. No te preocupes, cariño. Por favor.
Ethan frunció el ceño, sus ojos azules eran tormentosos, con una mezcla de ira y miedo.
―¿A ti nunca te preocupa?
Bella estudió su rostro, era una réplica del suyo. En eso, el destino había sido bueno con ellos. Si se hubiera parecido a él sería más difícil ocultarse.
—Sí, me preocupa ―respondió con sinceridad. Habían pasado muchas cosas juntos, se merecía la verdad―. A veces paso el día sin preocuparme de que él vaya a saltar de atrás de un arbusto para arrastrarme hacia el pasado. Pero esos días son pocos y distantes entre sí. Hay días en que me gustaría que pudiéramos volver atrás y ocultarnos en Twiligth House, pero sé que Tanya patearía nuestros traseros a la calle. ―Vio el brillo de una sonrisa en sus ojos y supo que el humor había reemplazado al miedo, como de costumbre.
Tanya se acercó a Ethan y pasó un brazo por sus hombros.
―Lo haría. Soy una bruja aterradora. Ethan le dirigió una débil sonrisa.
—Sí, lo recuerdo. "Comete los guisantes" ―la imitó el muchacho―. "Haz tu tarea. Nada de Nintendo después de las ocho y media". Hombre, me alegro de haber salido de esa prisión.
No se había alegrado. Bella recordaba el día en que abandonaron el refugio de Twiligth House, para entrar en el mundo grande y malo del centro de Chicago, con no más que una maleta llena de ropa donada por aquellos más afortunados. Se acordaba de las lágrimas silenciosas de Ethan, la expresión de terror en su pequeño rostro, la forma en que sus ojos miraban a un lado y a otro, buscando, siempre buscando. Pero había obedecido. Había deslizado su manita en la suya y salido sin una sola mirada atrás. Había recorrido un largo camino en siete años. Ambos lo habían hecho.
―Ethan, cariño. ―Bella sacudió la cabeza, buscando las palabras―. Aun tengo miedo. Pero ya no estoy aterrorizada. Él nos puede encontrar, eso es cierto. Puede saltar de detrás de un arbusto y tratar de arrastrarnos a Carolina del Norte. ―No era "casa" para ellos. Siempre fue "él", nunca "padre" o "esposo". Nunca, nunca utilizaban los nombres que habían dejado atrás. Estaban tan atentos a esos pequeños detalles ahora, como lo habían estado hace siete años.
Prestar atención a esas pequeñas cosas, los habían mantenido a salvo. Y era mucho, mucho mejor, prevenir que llorar.
Llorar, era sinónimo de morir. Bella se paró más derecha.
—Pero somos más fuertes ahora, ambos. Disponemos de armas que no teníamos entonces. Tanya apretó más fuerte los hombros de Ethan.
―Sí, como por ejemplo, de mí.
Bella sonrió.
—Y ella mete miedo, no lo olvides. Pero hay más. Tengo una educación ahora. Conozco mis derechos ―vaciló―. Y sé cómo escapar.
Ethan cuadró la mandíbula.
—Yo no quiero escapar de nuevo.
―Y probablemente no lo hagamos, pero si viene…
―Si él viene, no te dejaré.
Bella suspiró y se encogió de hombros.
―Cariño, hemos hablado de esto miles de veces.
―No voy a escapar —afirmó―. No voy a dejarte sola. ―De repente parecía mayor que sus catorce años. Se dio cuenta de que su hijo se convertía rápidamente en un hombre. Y ella sabía lo que tenía que decir, aún cuando las palabras se le atascaban en la garganta.
―Muy bien, si ese día llega, nos mantendremos unidos. ―Volvió a tocar su rostro―. Pero por hoy, no te preocupes. Y lo mismo vale para mañana y el siguiente día.
―Un día a la vez ―murmuró, como para sí mismo.
―Le has enseñado bien Bella.
Bella miró a su hijo y a su mejor amiga. Le habían enseñado bien, sí. Juntas. Ella y Tanya. Y ya sea que permanecieran juntos o no, Ethan estaba equipado para sobrevivir, pasara lo que pasara. Ella lo había rodeado de amigos que cuidarían de él en un instante, si algo le sucedía. Era una seguridad reconfortante.
―Es hora de la escuela. Que tengas un buen día, cariño.
―Lo intentaré ―vaciló y se inclinó para besarle la mejilla―. Adiós.
La puerta se cerró al salir y el pequeño departamento se sacudió. Isabella se detuvo un momento, luego se sacudió de nuevo.
―¿Quieres café?
―No, ya he tomado. ¿A qué vino todo eso?
―Oh, Ethan está preocupado de que Mallory tome venganza contra mí, porque estoy en el comité que recomendó a Cullen para tomar el puesto de Phil de "Jefe de Departamento".
―Ella le tenía el ojo echado, ¿eh?
―Desde el primer día. Creo que estaba contando los días hasta que Mallory se retirara. Y luego, cuando tuvo el ataque al corazón… ―Se aclaró la garganta antes de que le temblara la voz. Obligó a mover sus temblorosas manos y se sirvió una taza de café―. Debiste haberla visto en el funeral de Phil.
—La vi. ―Tanya sacó un cartón de leche de la nevera y colocó unas gotas en la taza de Bella―. Ella se veía… ―Sostuvo el cartón por la base y lo movió contra la luz del techo―, igual que el proverbio del gato con el tazón de crema.
―Bueno, estoy tan contenta de no tener que trabajar para ella. Cullen tendría que ser peor que Jack el Destripador… para desagradarme tanto, como… me desagrada Lauren Mallory.
―¿Desagrado? ―Tanya dejó de servir cereales en un tazón, para mirarla por encima del hombro con una sonrisa―. Que palabras tan fuertes las de la dama esta mañana.
Bella le devolvió la sonrisa.
―De acuerdo, la odio. Es una bruja maldita. ¿Contenta ahora? La risita ronca de Tanya llenó la cocina.
—Lo estoy. Solo la verdad le hace justicia. Bella miró el tazón lleno de cereales.
―Pensé que no querías desayunar.
―No, yo dije que no quería café. Me muero de hambre, mis alacenas están vacías.
―Ta-nya ―suspiró Isabella. Y se sentaron a la mesa.
―¿Qué?
―Le diste todo a los niños, ¿cierto? ―Ni siquiera era una pregunta. Tanya alzo la barbilla a la defensiva.
―Sí, lo hice. ―Luego hundió los hombros―. Ayer recibimos a esta familia. De Toledo. Se estaban muriendo de hambre, Bella, literalmente. La mamá estaba tan lastimada, que ni siquiera se podía ver la forma de su rostro. Su espalda… ―Se estremeció―. Todavía me perturba, incluso después de todo este tiempo.
―Eso porque eres humana. Si no fuera así no serías tan buena en lo que haces.
Y lo que Tanya hacía, reflexionó Bella, era salvar vidas. Literalmente. Tanya manejaba Twiligth House, un refugio para mujeres maltratadas y sus hijos. Les ofrecía un lugar seguro donde quedarse, y atención médica para quién la necesitase, y la mayoría con toda seguridad la necesitaba. Pero lo mejor de todo, Twiligth House ofrecía la esperanza y la promesa de un nuevo comienzo. Y los medios para poder comenzar.
Bella no estaba segura de cómo Tanya conseguía nuevas tarjetas de seguridad social y certificados de nacimiento, ella nunca le preguntó. Había estado tan agradecida de tener el certificado de nacimiento con el nuevo nombre de su hijo, que había llorado. Recordó el momento como si fuera ayer, en lugar de siete años atrás. Ethan Swan, nacido en Rush Memorial, en Chicago Illinois. Padre desconocido, el apellido coincidía con el que había tomado para sí misma…Isabella Swan. Incluso había días que podía pasar una o dos horas sin recordar quién era realmente. De dónde había venido. Que Mary Grace Witherdale era solo una pesadilla. Que Mary Grace se había ido…
Isabella Swan era dueña de su futuro, y tenía la intensión de sacar el máximo partido de él.
―¿Bella? ―Tanya golpeó la cuchara contra el plato. Bella suspiró.
―Estaba recordando mi propia experiencia en Twilight House. ―Tomó la mano de Tanya a través de la mesa y se la apretó, estudiando los círculos oscuros que no había notado antes bajo los ojos marrones de su amiga—. ¿Y tu Tanya? ¿Estás bien? Te ves cansada.
―Estaré bien con algunas horas de sueño. He venido directamente desde el Refugio. Uno de los niños nuevos de Toledo ha enfermado…
―Y pasaste la noche cuidándolo.
―Tiene solo tres años. Y está tan asustado. ―Los ojos azules se llenaron de lágrimas―. Maldita sea, Bella. El bebé tenía cicatrices. Peores que las de la madre. Yo lo sostenía porque no podía acostarse en la cama, su espalda era todo un hematoma, grande y negro. Grita cada vez que lo toco. Su padre… ―las lágrimas se derramaron y corrieron por sus mejillas―, su padre lo quemaba con cigarrillos. En sus pies… maldita sea. ―Ahogó un sollozo y empujó lejos el tazón de cereal.
Bella apretó el puño cerrado de Tanya, con la otra mano recorrió el costado de su cuello para tocar sus propias cicatrices. Maquillaje y cuellos altos las cubrían a fin de que no fueran visibles a los ojos de nadie, salvo los suyos. En su mente, ella las veía como habían sido cuando estaban frescas, todavía sentía el miedo paralizante, todavía olía el olor acre de la carne quemada.
―Las cicatrices en sus pies se curarán, Tanya. Tienes que centrarte en ayudar a curar las cicatrices de su interior.
Tanya movió la cabeza.
―No sé si pueda seguir con esto, Bella. Estoy tan cansada… Bella se volvió con el ceño fruncido.
Tanya nunca estaba cansada. Nunca había hablado de darse por vencida. Incluso cuando el financiamiento no existía, y ella tenía que poner cada vez más dinero. Aun cuando había más mujeres y niños que camas. Aún cuando las mismas mujeres se daban por vencidas. Tanya siempre era fuerte. Pero no hoy. Supongo que todo el mundo tiene un límite, pensó Bella. Guardó para otro día las palabras de inspiración.
―Entonces ve a dormir, cariño. Las cosas se verán mejor cuando estés descansada. Usa mi cama. Sírvete de todo lo que hay aquí. Aunque mis propias alacenas están un poco vacías.
―Presionó una servilleta de papel en la mano de Tanya―. Huracán Ethan y sus amigos pasaron por aquí anoche después de su juego de baloncesto. Lo que no se movía, se lo comían. Creo que es posible que haya perdido un tenedor y tres cucharas. Espero que no hagan sonar el detector de metales de la escuela.
Tanya logró sonreír y se secó los ojos.
―Gracias, pero no puedo. Tengo que volver y controlar a Cody.
―¿El niño pequeño? Puedo pasar a verlo en mi hora del almuerzo, Tanya. Yo veré cómo está. Y si necesita un médico, llamaré al Dr. Lee. —El Dr. Lee era un pediatra jubilado que donaba su tiempo al Refugio. Cuando Tanya abrió la boca para protestar, Bella levantó un dedo de advertencia―. No se te ocurra decir que no. Si no descansas, te enfermarás y el Dr. Lee tendrá que meterte una de esas cosas horribles en la garganta.
Tanya hundió los hombros con cansancio.
—Tienes razón. Creo que me quedaré aquí durante unas horas. ¿Verás a Jane hoy?
―Probablemente. Esta tarde trabaja en la oficina. ―Jane era su último proyecto conjunto. Una adolescente fugitiva que había alcanzado la mayoría de edad. Vivía con Tanya, mientras tomaba clases en Carrigthon College, donde asistía a Isabella en la oficina del Departamento de Historia.
―Entonces, dile que estoy bien. Se preocupa cuando no regreso a casa.
―Lo haré. Ahora tengo que ir a trabajar. Desde luego no deseo hacer esperar al Dr. Edward Cullen en su primer día.
Ashevill
Lunes 5 de marzo08:00am
―¿Estás… ―Victoria se aclaró la garganta―, estás bien James?
Dios lo salve de las mujeres estúpidas. Witherdale estaba sentado en calzoncillos en el borde de la cama, la cabeza entre las manos, y la señora quería saber si estaba bien.
―¿Me veo bien, Victoria?
Hizo una pausa antes de responder en un susurro.
—No, James, ¿Puedo darte algo? ¿Una aspirina?
Pensó en la botella vacía en la mesita de noche. Otro trago. Apretó más los ojos detrás de su mano. Mi hijo.Quiero a mi hijo. Pero su hijo nunca iría a casa. Ahora lo sabía.
―No. No puedes darme nada ―respondió con amargura―. Solo vete al infierno y déjame solo.
El entarimado crujió y pudo oler su perfume barato, cuando se acercó. El aroma lo abrumó, lo enfermó. Ella lo enfermaba.
―James, sé que estas molesto, pero…
Su grito de dolor fue seguido por un largo silencio.
―¿Qué parte de déjame en paz no entendiste? ―Apretó y dobló el puño.
Victoria se levantó poco a poco del suelo. Con cautela, tocó el golpe en su mejilla.
—¿Quieres desayunar?
Witherdale sintió que se le encogía el estomago ante la sola mención de comida. Salvajemente estiró su puño, y la atrapó.
―Lo que quiero es que cierres la maldita boca. Lo que quiero es que mi hijo este aquí y no en el fondo del lago Douglas. Lo que quiero es saber quién toco un pelo de su cabeza y lo mató. ―La vio apretar las manos y la liberó. Lo que él quería era encontrar a quien se había llevado a su hijo y matar al hijo de puta.
―No sabes si está muerto, James. No encontraron ningún… ―Se aclaró la garganta, acomodando su desordenado cabello―. Tal vez puedas tener otro hijo. Uno nuestro…
Una neblina roja nubló su visión y lentamente se puso de pie.
―¿Crees que cualquier cachorro tuyo puede tomar su lugar? ―Una caliente satisfacción se apodero de él al sentir la mandíbula de ella chocar contra su mano, ante el sonido sordo de su cuerpo contra la pared. En el sollozo ahogado que trató de ocultar al encogerse en un rincón. Estúpida perra―. Solo vete.
―Pero sería tuyo, James ―susurró Victoria desde el rincón―. Tu hijo.
―Maldita sea, no voy a discutir contigo. ―Hizo una mueca cuando la punta de su pie vibró al golpear contra el hueso de la pierna de ella―. Nunca discutas conmigo.
―Entonces se enderezó y se acercó a la cama y se tiró en ella―. Déjame en paz.
Oyó el susurro de su vestido al levantarse. Ella había sido aceptable una vez. Incluso bonita si entrecerrabas los ojos. Pero los años no habían sido amables con Victoria.
Todavía podía cocinar y limpiar, cierto. Pero la sola idea de casarse con ella era suficiente para enfermar más su estomago.
Y tendría que hacerlo. Casarse con ella. Si tuviera otro hijo, tendría que casarse con la mujer que lo había parido. Nadie diría que James Witherdale, no hacía lo correcto por su hijo. Nadie.
Volvió la cabeza lo suficiente como para ver cómo salía por la puerta.
―VIctoria.
—Si, James.
―Llama a Ross y dile que tengo gripe, no voy a ir hoy.
Captó como miraba la botella vacía, y la miró entrecerrando los ojos, satisfecho de ver como palidecía aún más su cara de luna llena.
―Sí, James. ―La puerta crujió cuando la abrió.
―Dejé una botas en el porche trasero, necesito que las limpies.
―Sí, James.
Esperó hasta que se cerró la puerta. Poco a poco, se dio la vuelta y cogió la foto enmarcada de su mesilla de noche. Como siempre, al alto niño de serios ojos azules lo miró. Y como siempre, James Witherdale cerró los ojos y se visualizó castigando al hombre que le había robado a su hijo. Pero hoy… hoy era diferente. Hoy el castigo sería infinitamente más doloroso. Porque antes de que Hutchins encontrara el coche, él había tenido el más mínimo atisbo de esperanza de que Jimmy volviera a casa. Ahora sabía que jamás lo haría.
