Disclaimer:

Descargo de responsabilidad.

Stargate no me pertenece, ni ninguna de las imágenes mostradas. Este fic fue creado por mí con el propósito de entretener.

Stargate Korr 9

Samanta Carter estaba prisionera en su propio cuerpo, viendo cómo el goa'uld que se había metido en su cuerpo pasaba a enfermería, era examinado y luego apresado y enjaulado. En otra situación, ella estaría aterrada por lo sucedido, pero en este momento, el Comando Stargate contaba con aliados que podían extraer un simbionte con facilidad. Ella misma había visto a 00 meter su mano en la cabeza de Skaara y luego sacar a su simbionte Klorel, sin causar ningún daño al chico que llamaba al Coronel O'Neill "padre".

En el peor de los casos, el Comando Stargate tenía dos sarcófagos. Era escalofriante pensar que le abrirían la cabeza, la matarían y extraerían el simbionte y luego la meterían en el sarcófago, pero era mejor que pasarse la vida como anfitriona de un simbionte goa'uld...

—Espera, no soy un goa'uld, podemos negociar mi liberación —dijo una voz alarmada en su mente. Samantha Carter de alguna forma sintió un sentimiento de verdad indiscutible en esa voz.

—¿No eres un goa'uld? —preguntó Samantha sin entender nada.

—Soy un simbionte, pero no soy un goa'uld. Mi nombre es Jolinar y soy de los Tok'ra... —el simbionte le contó toda una larga historia y liberó su cuerpo para que Samantha se encargara de las negociaciones.

...

—Quiero hablar con el General Hammond —le dijo Samantha Carter al guardia que la vigilaba.

El General Hammond no vino, pero los miembros de su equipo sí.

—Habla, serpiente. Pero te advierto que no tienes nada con que negociar, nuestros aliados pronto estarán aquí, y según nos dijeron la última vez, tu destino es una bodega de animación suspendida, después de que te lobotomisen el cerebro para quitarte esa tonta creencia de que eres un dios —dijo el Coronel O'Neill. Su tono era jocoso, pero estaba lleno de amenazas y hasta resultó intimidante para el simbionte que se sintió asustada.

—Señor, soy yo, el simbionte dice que no es un goa'uld, y que pertenece a un grupo de resistencia llamado los Tok'ra. Está dispuesto a negociar su liberación —explicó Samantha Carter. Ahora que había escuchado que no le partirían el cráneo para sacarle el simbionte, estaba más tranquila, pero sentía algo de lástima por el simbionte que estaba asustada, y era posible que dijera la verdad. El Coronel O'Neill miró a Teal'c.

—He oído hablar de ellos antes, son una raza legendaria entre los goa'uld, pero los Señores del Sistema saben poco de ellos —explicó Teal'c—. Tampoco tengo un método para determinar la veracidad de la información aportada por este simbionte. Los goa'uld suelen decir cualquier cosa para escapar del peligro —añadió Teal'c.

El Coronel O'Neill la miró a ella entrecerrando los ojos. Parecía querer mirar dentro de su cerebro, lo que provocó una sonrisa en Samantha, él nunca cambiaría. El Coronel O'Neill asintió.

...

—Carter, tenemos que hablar sobre esto, volveremos luego —dijo el coronel O'Neill.

...

Veinte minutos después, la capitana Samantha Carter estaba sentada en una sala de interrogatorios, con Maybourne en frente de ella, mirándola con cara de pocos amigos, y el coronel O'Neill que lo miraba desde detrás de su asiento de forma amenazadora, respaldado por el resto de su equipo, para que abriera la caja que este tenía en frente.

—Esto no es necesario, estamos arriesgándonos a una fuga de información, por el bien de un miserable parásito. Mejor que lo extraigan y que arregle sus asuntos fuera de este lugar —dijo Maybourne, mostrando su renuencia a abrir la caja.

Por su actitud, Samantha comprendió que esta caja contenía la tecnología avanzada que se le confió al NID, y con la cual, las agencias de inteligencia, habían descubierto a una gran cantidad de espías y traidores en su país.

—Maybourne, no sea mezquino, le aseguro que no diremos nada sobre nada de lo que veamos aquí, será absoluto secreto. En cuanto a la serpiente, es probable que tenga alguna cosa igual a esta en sus manos —consoló el general O'Neill. Maybourne apretó los dientes, pero se resignó y abrió la caja.

Dentro de la caja, estaba un artefacto rectangular de unos cuarenta por treinta centímetros, y diez centímetros de espesor, en cuyo centro había una joya roja. Lo único que Samantha reconoció, fueron los dos pequeños sensores circulares, que eran los mismos que usaba la computadora que le regaló 03, para enlazarse con su mente.

Maybourne cogió los dos pequeños discos sensores que estaban a un lado y se pegó uno en la sien, pasándole el otro para ella. Al colocárselo, Samantha sintió como si alguien de repente diera un grito terrible en su oído y apretó los dientes de conmoción y dolor. Este no era el mismo efecto que tenía el sensor de su computadora. Ella miró al coronel Maybourne, que no había reaccionado.

—Con el tiempo, el efecto ya no es tan dramático —explicó—. Ahora responda a mis preguntas con sinceridad, y no trate de ocultar nada, este artefacto va directo a su subconsciente, no tiene caso tratar de mentir —advirtió Maybourne y Samantha asintió—. ¿Es usted la capitana Samantha Carter? —preguntó Maybourne.

—Sí —respondió Samantha.

—¿Está siendo controlada por un simbionte goa'uld o tok'ra? —preguntó.

—En este momento, no —respondió Samantha.

—¿Podemos hablar con el simbionte? —preguntó Maybourne y Samantha dio paso al simbionte que observaba el interrogatorio con incredulidad, preguntándose de dónde habían sacado un artefacto semejante.

—¿Eres el simbionte? —preguntó Maybourne.

—Sí —respondió Jolinar.

El coronel Maybourne continuó haciendo preguntas y Jolinar respondió la mayoría de ellas, contándoles como fue víctima de una emboscada y que era perseguida por asesinos enviados por el señor del sistema Cronos, cuyo objetivo era eliminar a todos los tok'ra. Ella nunca tomaría un anfitrión por la fuerza, pero tenía información vital que entregar a los tok'ra y no podía morir.

—Al principio hablábamos con la capitana Carter, y el simbionte también dice la verdad —dijo Maybourne de mal humor, recogiendo los dos pequeños discos y guardando el artefacto detector de mentiras con una expresión de pérdida.

—¿Donde consiguieron un artefacto como este? ¿Existe alguna posibilidad de compartir su tecnología? —preguntó Jolinar con interés, haciendo que la expresión de Maybourne pasara de triste a furiosa, mientras rechinaba los dientes, y se marchaba pisando fuerte.

—Bueno, al menos sabemos la verdad, eso es lo más importante —dijo el coronel O'Neill, mientras Maybourne lanzaba la puerta con fuerza.

—Ya se le pasará cuando obtengamos alguna otra tecnología alienígena —dijo el coronel O'Neill. Daniel colocó una expresión de que no creía que eso pasara, y Teal'c se limitó a su expresión serena.

—Bien, queremos hablar con Carter, cualquier cosa que quieras, puedes decírnoslo a través de ella —le dijo el coronel O'Neill.

Media hora después, la capitana Carter había sido llevada a una habitación. No estaba retenida, pero tampoco era libre de circular sin vigilancia, y tenía a dos soldados vigilando su puerta en todo momento. Jolinar les había dado una dirección donde podían contactar con los Tok'ra y negociar su liberación…

La capitana Carter escuchó un ruido fuera y corrió para abrir la puerta y se encontró a uno de los soldados noqueado junto a un hombre desconocido, y al coronel O'Neill y Teal'c, sosteniendo pistolas zat, al otro lado de su puerta. Ellos se habían escondido en la habitación, cuando Jolinar les dijo el tipo de asesino que la perseguía.

—Creo que Maybourne volverá a estar feliz si le entregamos este dispositivo de camuflaje —dijo el coronel O'Neill sosteniendo el artefacto que el asesino Ashrak, usaba para esconderse.

—Jolinar dice que esa tecnología solo funciona con aquellos que son portadores de un simbionte —le dijo Samantha. El coronel O'Neill hizo una mueca.

—Bueno, esa parte no tiene por qué saberla —dijo el coronel O'Neill y miró al goa'uld infiltrado—. Creo que este no tendrá objeciones en que le extraigan el simbionte —dijo el coronel O'Neill. Samantha asintió.

Dos horas después llegaron los enviados de los Tok'ra, justo después de que 03 se había marchado, después de extraer el simbionte del asesino goa'uld. Los enviados de los Tok'ra eran un hombre rubio de entre veinte y veinticinco años, un hombre mayor, y una mujer rubia que llevaba el cabello a los hombros. Los Tok'ra vestían ropa ajustada y que parecía acolchada, de un color blanco arenoso.

—Como les ha dicho Jolinar, preferimos trabajar solos, pero estamos dispuestos a ofrecer una alianza en nuestra lucha contra los goa'uld, a cambio de la tecnología usada por el artefacto que llaman detector de mentiras —dijo la líder Tok'ra, una mujer de mediana edad, que usaba un vestido negro escarlata, de falda larga, ajustado y de cuello adornado.

Ellos estaban en la sala de reuniones del general Hammond, con este presidiendo las negociaciones, su equipo supervisando todo, Maybourne vigilando a sus nuevos enemigos, y Daniel en el papel de negociador.

Samantha, que era la parte afectada, había tenido una reunión con los Tok'ra para que pudieran hablar con Jolinar. Lo primero que hizo Jolinar, fue advertirles sobre la presencia de un traidor, y luego, sin que Samantha pudiera evitarlo, les contó del artefacto detector de mentiras. Como ya estaba hecho, Samantha solo podía suspirar, y esperar el infarto fulminante que tendría Maybourne cuando se enterara.

Ahora, apenas minutos después, los Tok'ra habían soltado la bomba en su primera intervención en la negociación. La reacción de Maybourne fue inmediata y su rostro empezó a ponerse púrpura, y parecía estar pensando en sacar su arma para silenciar a los Tok'ra.

—Maybourne, calma —dijo el coronel O'Neill con tono serio y la miró levantando una ceja, en señal de interrogación y también de reprimenda, por la filtración.

—Lo siento señor, no he podido hacer nada —se disculpó Samantha.

Daniel intervino de forma apresurada, porque Maybourne ya se preparaba a ponerse en pie.

—Por favor mantengan la calma, creo que esto es solo un malentendido… —Daniel les explicó a los Tok'ra, que esa información era un secreto, explicándoles lo que era una agencia de inteligencia, y la importancia que estas daban a la información que consideraban confidencial o ultrasecreta.

—Nosotros no poseemos tales cosas, las relaciones entre nuestros miembros se basan en la confianza mutua y no usamos artículos como puertas, para aislarnos del resto de nosotros —respondió la líder Tok'ra.

Samanta tenía que confesar que no le gustaban las agencias de inteligencia, pero quedó aturdida ante tal respuesta, que consideraba al nivel de un niño de cinco años. Maybourne parpadeó en un estado aturdido, y luego hizo la intención de retirarse.

—Maybourne, no sea dramático, siéntese, no es el fin del mundo —dijo el coronel O'Neill.

—Coronel O'Neill, mantengamos las cosas en calma. Coronel Maybourne, por favor siéntese, y dejemos que nuestro representante diplomático haga su trabajo —dijo el general Hammond con tono diplomático, mirando a Daniel, que le respondió con un parpadeo aturdido. Hasta él, que le tomaba poco tiempo confiar en la gente, había quedado aturdido con la declaración de la Tok'ra.

—Bueno… Será mejor no discutir sobre este punto por el momento, concentrémonos en las negociaciones.

»Con lo que he explicado antes, creo haber dejado claro lo que es una agencia de inteligencia, y la importancia que este artefacto tiene para ellos. Si quieren negociar por él, tendrán que ofrecer algo de igual valor —dijo Daniel, evadiendo toda discusión sobre la postura sobre la confianza entre la Tok'ra.

La líder Tok'ra reflexionó unos segundos e intercambió miradas con sus acompañantes.

—Según lo que mencionan, la información es importante para esta… Agencia de inteligencia. La Tok'ra ha estado infiltrada entre los goa'uld por cientos de años, poseemos información sobre sus recursos, tropas, naves, sitios estratégicos, planetas que usan para la construcción de sus naves y demás. Sin embargo, esta información no puede ser compartida al azar, pues la vida de muchos de los nuestros depende de ella —explicó.

Maybourne asintió dejando de apretar los dientes, por lo que Samantha entendió que él ya había visto algo valioso en la Tok'ra. Daniel también lo vio y le cedió la palabra a Maybourne, con un gesto de su cabeza.

—Entiendo el valor de esta información, y entiendo que pretendes solo ponerla en la mesa si ambas partes nos beneficiamos de ello. Sin embargo, espero que entiendan, que no podemos ceder tecnología estratégica en esas condiciones. Por eso les propongo un trato en el que ambos nos beneficiemos de este intercambio en particular. Nosotros les entregamos el artefacto, y ustedes, hacen algunas copias para nosotros —ofreció Maybourne. La líder Tok'ra dudó un poco—. Si esto resulta productivo para nosotros, disponemos de algunas otras tecnologías que nuestros aliados nos facilitaron, que podrían serles útiles —dijo Maybourne, llevando la mano a su antebrazo…

Samantha quedó atónita. Maybourne ahora se veía exactamente como la líder Tok'ra.

—Señor, esto es todo, debemos hablar con seriedad con nuestros aliados, sobre dar tecnología sacada de películas de terror, a personas inescrupulosas —se quejó el coronel O'Neill.

Samantha Carter estaba totalmente de acuerdo con ese comentario, y desde hoy, ya no podría ver a las personas que la rodeaban y que conocía, sin preguntarse cuál de ellos podría ser un agente del NID. El general Hammond no respondió por un par de segundos, hasta él comprendía las implicaciones de tales tecnologías en manos del NID.

—Estas tecnologías pueden darnos una ventaja en nuestra lucha contra los goa'uld, pero debemos hablar con nuestro consejo, antes de formalizar cualquier acuerdo. También debemos llevar a Jolinar a nuestra base…

La reunión no llegó a más, pero por el brillo en los ojos de Maybourne, parecía que estaba satisfecho por cómo resultaron las cosas. Sin embargo, antes de irse a informarle todo a sus jefes, les instó de forma no tan sutil, a que mantuvieran la boca cerrada, si no querían terminar en una habitación oscura.

Korr despertó en una cama de una de sus habitaciones en el palacio imperial, de su mundo capital. A su lado había dos hermosas bellezas, y a los lados de la cama había otras cuatro que le ayudarían a arreglarse cuando él se levantara.

Mientras le daban un baño en una bañera con agua tibia, Korr leyó algunos informes que le llegaban desde la tierra. En primer lugar, ya empezaban a salir computadoras de duodécima generación, lo que significaba que el juego en el que había invertido casi un año, ya podría lanzarse, ocho años antes que su versión original en otro mundo. Korr asintió satisfecho y siguió con otros informes.

Las sirvientas no podían ver lo que él hacía, porque estos informes eran parte de una red telepática y debían tener esa habilidad para poder ingresar. Además, estaba codificada.

Korr pasó a los informes sobre el SGC, que no habían pedido su ayuda en algún tiempo. Desde su alianza con los Tok'ra, y gracias a que los goa'uld estaban demasiado ocupados para molestarlos, las cosas en la Tierra eran pacíficas, y solo debían preocuparse por sus aventuras explorando nuevos mundos.

El SG-1 ya se había encontrado con Linea, la Destructora de Mundos. Esa era una misión al azar, y Korr como siempre, no tenía idea de la dirección donde se encontrarían con ella, pero como siempre todo lo que llegara al SGC estaría en sus garras de goa'uld, y Linea no fue la excepción.

Linea había llegado al SGC, infiltrando con éxito al utilizar la táctica de anciana indefensa e inocente, pero después de robarse una gran cantidad de información en el SGC, y marcar el portal para escapar con una sonrisa de desprecio en su rostro, para salir a otro planeta, se encontró con 02, que devolviéndole la misma sonrisa, le metió la mano en la cabeza, y copió todos sus recuerdos en unos segundos. Luego la trajo a la Leviatán y ahora estaba en su bodega de carga. Korr sonrió y buscó la información descargada.

La tecnología de la que disponía Linea, no tenía comparación con la que él poseía, estaba muy por debajo, pero Korr no quería la tecnología, él quería los conocimientos en biología, genética, biofísica e ingeniería molecular, que poseía esta mujer, y que él tendría que investigar por su cuenta si quisiera obtenerlos de forma normal. Como siempre, para él era mejor robar que ponerse a trabajar.

Después de la misión de Linea, que le aportó grandes beneficios, Korr había dado un golpe doble, porque el SG-1 llegó a un planeta, donde sus habitantes vivían en una realidad virtual, y cuando 02 estudió su base de datos encontró cientos de años de datos sobre simulaciones, un tesoro que Korr valoraba aún más que los conocimientos de Linea, porque él ya poseía la tecnología Wraith.

En la siguiente misión el SG-1 conoció a Thor, cuando Herur-ur tuvo la brillante idea de atacar Cimeria, un mundo protegido por los Asgard.

Korr ya estaba enterado de esto, porque Yu se había pasado todo un día gruñendo porque los Asgard no solo habían tomado represalias contra Herur-ur, destruyendo un par de sus Ha'tak, sino que habían amenazado al resto de los señores del sistema. Korr sabía que era un farol, pero el resto de señores del sistema no, y pasaron toda una tarde gritándole a Herur-ur, y amenazándole con expulsarle y enviar una flota para darle una lección.

Si Herur-ur no tuviera en sus manos una gran flota que heredó de Ra, este hubiese sido su final como señor del sistema, porque los goa'uld que se atrevieron a ir contra el tratado Asgard eran castigados por los mismos señores del sistema, y estos imponían castigos brutales. Las cosas llegaban a tanto, que cada señor del sistema y sus vasallos, estaban obligados a mostrarles las direcciones de portal a sus Jaffas, para que ni se les ocurriera pisar los planetas protegidos por los Asgard en su territorio. Korr solo tenía dos de estos planetas en su territorio, pero no pensaba dejarlos allí cuando formara su imperio, él repatriaría a sus habitantes, cuando pudiera negociar con los Asgard.

Las próximas misiones del SG-1, fueron como las de Cimeria y no le trajeron ningún beneficio a él.

Una esfera de otro mundo, habitada por microorganismos inteligentes, y la reaparición de Apophis, que trataba de ganarse el respeto que había perdido, destruyendo la Tierra y matando a Teal'c, usando al hijo de este Rya'c, para destruir el SGC, pero Teal'c reconoció que su hijo actuaba raro, y sus planes fracasaron.

La siguiente misión no tuvo beneficios, pero sí una gran relevancia para él, porque el Dr. Daniel Jackson recuperó a su esposa cuando la encontró al volver a Abydos a rendir cuentas a su suegro por no haberla encontrado. 00 extrajo a la reina de Apophis y la envió a la bodega de carga de la Leviatán. Share fue llevada a la Tierra para vivir con Daniel y huir de Apophis.

Korr no tenía ningún problema con esto, porque 00 contactó a Apophis en su nombre para decirle que su reina ahora estaba en sus manos y que demandaba servicio a cambio de devolverla. Apophis solo cortó la comunicación, y hasta ahí llegarían las cosas con el señor goa'uld caído en desgracia.

El problema en este asunto no era Apophis, era el Dr. Daniel Jackson. Korr se preguntó si este evento evitaría que Daniel ascendiera y cómo cambiaría eso la historia que conocía. Pero desde que tenían el sarcófago, ya era difícil que Daniel Jackson ascendiera y eso era algo que le causaba algo de dolor de cabeza, porque si Daniel no ascendía, los abydonianos tampoco ascenderían, y eso era un poder menos en la galaxia para proteger su trasero goa'uld de los ascendidos sin escrúpulos y esclavistas de otras galaxias.

Eso era grave. Debía pensar en una forma de corregir ese problema, la mejor forma de hacerlo era que a Daniel no le quedara más remedio que ascender. No se trataba de que quisiera que siguiera la historia, porque eso no le importaba, se trataba de que cientos de otras personas no podrían ascender si Daniel no lo hacía…

¿Y si no ascendían? Si el problema eran los Ori, ¿por qué no los mataba creando el arma que intentó crear Merlin? El problema con eso era que los ascendidos no se tomarían bien que él investigara sobre cómo matarlos. No confiarían en un goa'uld para guardar semejante conocimiento. ¿Cómo podía ocultarles sus investigaciones? No lo sabía. Merlin casi muere huyendo de Morgana, y él ya conocía muchos trucos porque antes fue un ascendido.

Korr se encogió de hombros en su mente, ya pensaría en algo, aún quedaban varios años para que llegaran los Ori. Además, siempre podía retrasar su llegada si no estaba preparado. Solo tendría que vigilar las cosas en la Tierra, tal vez debería obtener las cosas que Merlin dejó atrás por seguridad, para asegurarse de tener en sus manos el detonante de la aparición de los Ori, y solo sacarlo a colación, cuando él estuviera preparado para su llegada.

Los Ori eran un peligro de clase galáctica y él no podía dejarlos sueltos, porque estos ascendidos lo superaban en tecnología y no sería una batalla fácil si los enfrentaba, aunque sus fuerzas eran mortales, que él podía superar porque sus ejércitos no dependían de sus creencias, y los de los Ori sí.

El problema central eran los Ori. No podía matarlos usando armas y los ascendidos tampoco harían nada con ellos, aunque Korr les quitara la adoración de los humanos que les daba su poder. Su única opción era cometer genocidio para salvar su pellejo. Korr sacudió la cabeza en su interior. Decidió esperar.

Korr cerró sus informes y disfrutó de su baño, un masaje relajante y un buen desayuno. Luego se transportó a su trono y los sirvientes de ese turno, entraron en modo de trabajo.

Korr observó la situación en la sala del trono, porque alguien le miraba acusadoramente con el ceño fruncido. Era una mujer alta de 1,80 m, con el pelo negro hasta la cintura y un cuerpo de diosa. Miró a los niños.

—¿Hacer daño a estas indefensas criaturas te da placer? —preguntó con un tono de decepción.

Korr hizo una mueca. Estos tipos no entendían nada. No entendían el estilo, ni el porte, ni siquiera el poder. La diversión resbalaba por su cara y el entretenimiento era un concepto lejano. Sus vidas eran vacías, vivían por vivir.

—¿Criaturas? Son mis sirvientes. Algunos de ellos fueron enviados aquí por sus padres, que consideran un privilegio servirme. Todos ellos están aquí por su propia voluntad. Algunos fueron adoptados por mí, ya que no tenían padres ni familiares. Dime, Egeria, ¿cómo es que les hago daño? —preguntó Korr sacudiendo la cabeza. Le molestaba que ella malinterpretara el propósito de su hermosa colección de sirvientes. También que llamara a los humanos criaturas.

La Tok'ra no tenía una buena opinión de los humanos que no poseían tecnología avanzada y, a sus ojos, para lo único que servían era para ser anfitriones. Egeria retiró su ceño fruncido y su mirada acusadora.

—He oído que te han nombrado señor del sistema —dijo con tono neutro. De eso ya hacían varios meses. Korr también le había dado un anfitrión para atraerla a negociar con él, pero esta mujer lo ignoró y apenas ahora daba la cara.

—Sí, gracias a eso, los señores del sistema ya no atacarán mi territorio. A cambio, he dado información a los señores del sistema sobre un nuevo material, que puede usarse como fuente de energía. A pesar de que es cierto, te recomiendo que no envíes a tus hijos a tratar de obtener información sobre esto, porque es un material inestable, y los señores del sistema pagarán un precio enorme por hacerlo funcionar —explicó Korr.

En la Tierra no le habían dado información a la Tok'ra sobre los ha'taks que él les dio, y estos no sabían sobre el naquadriah.

—Posees una tecnología superior, puedes conquistar sus territorios y destruir sus flotas. ¿Por qué no atacas? —preguntó Egeria con reproche.

—¿Y qué pasará después? No cuento con un sistema administrativo capaz de encargarme de todos sus mundos…

—No tienes que reemplazarlos, puedes dejar a toda esa gente en libertad —interrumpió Egeria. Korr se echó a reír. Él, que conocía la historia original, sabía que eso sería un desastre.

Bandas de Jaffas mercenarios, ladrones e incluso terroristas. Nacimiento de empresas esclavistas y alianzas criminales, planetas enteros destruidos. Era el caos y para nada mejor a lo que los goa'uld tenían ahora.

—Egeria, puedo tolerar que otros hagan desastres y se ensucien las manos. Pero no ensuciaré mis manos y seré el origen de un caos, solo por hacerme el héroe. Además, los goa'uld no son la única amenaza en esta galaxia, la Tok'ra comete un error al centrarse solo en ellos, y tratar de destruirlos sin que nada más importe.

—¿Cuáles son sus planes después? ¿Qué pasará con los Jaffas? ¿Qué pasará con sus esclavos humanos que tenían privilegios y ostentaban posiciones de poder? ¿Y su tecnología? Te recuerdo que cualquiera puede usarla, incluso construir sus naves.

»Egeria, ¿sabías que la tecnología goa'uld fue creada a partir de otra que perteneció a una antigua especie que habitaba la galaxia? Se marcharon, dejaron toda su tecnología por ahí tirada y los goa'uld la tomaron y crearon un imperio esclavista. ¿Qué te hace pensar que destruirlos y dejar todo tirado por ahí sin preocuparte por sus ejércitos y sus esclavos, tendrá mejores resultados? —preguntó Korr.

Egeria frunció el ceño y no dijo nada. Korr sabía que era porque ella y sus hijos idiotas no tenían ningún plan. La Tok'ra solo planeaba destruir a los goa'uld, e irse a rascar las bolas en un planeta alejado del desastre que surgiría después. Eran la irresponsabilidad personificada.

—¿Tienes alguna alternativa? —preguntó Egeria.

—Los Tau'ri. Hay miles de millones en su planeta, y son eficientes en gobernarse a sí mismos. No es perfecto, pero es mejor que destruir el imperio goa'uld y dejar todo en el caos. También están los Tollan, si logras convencerles de mover sus traseros presumidos y ensuciarse las manos.

»Los Nox son un caso perdido en mi opinión, pero puedes intentarlo con ellos también. También están todas esas especies que se liberaron por sí mismas de los goa'uld. Puedes negociar con ellos y hacerles ver las oportunidades en esto, y el peligro de quedarse sin hacer nada.

»Yo estoy dispuesto a colaborar, pero no estoy dispuesto a empeñar todos mis recursos, mi vida y a aquellos que me siguen en una causa noble, no me parece razonable. No soy un santo, ni siquiera soy tan buena persona, así que no pienses que voy a sacrificar mi vida, y las de los que me sirven, para obligarles a servir a otros. Considero que puedo darle al resto de la galaxia un pequeño espacio de mi tiempo libre y el de aquellos que me sirven, pero nada más —explicó Korr.

Egeria pensó por unos segundos y luego avanzó hacia el trono. Los jaffas que montaban guardia la miraron amenazadoramente, pero Egeria los ignoró. Korr se encogió de hombros, con lo que la dejaron pasar. Korr ya sabía lo que planeaba Egeria, porque había visto a Hatot, otra reina goa'uld en acción.

Parecía que tendría que darle una pequeña lección a esta reina. Korr no temía a sus feromonas y por eso la dejó pasar. En cuanto intentara usarlas en su contra, se pasaría un año durmiendo en su bodega de carga, y a cualquier Tok'ra hipócrita que viniera a reclamarle por mandar a prisión a su santa madre, lo pondría en una cápsula a su lado. El descaro de estos Tok'ra era demasiado y Korr ahora veía que era una herencia genética.

Egeria se acercó y hasta acarició la cabeza de algunos niños que la miraron con los ojos entrecerrados, porque no eran tontos y habían oído el tono condescendiente y despreciativo cuando Egeria los llamó criaturas.

Korr esperó a que ella subiera los escalones hasta llegar frente a él, y agachó su cabeza para acercarla a la suya y escupirle su caldo de feromonas…

Egeria le dio un beso en la boca, y Korr abrió mucho los ojos. Esto era algo que no esperaba.

—Así que tu principal queja, es que no tienes suficiente diversión. O sea, que te falta motivación —dijo Egeria en un susurro, mientras se sentaba en sus piernas, y como él llevaba una falda egipcia y poco más, ella también llevaba un vestido sencillo y delgado que hasta tenía falda corta, él podía sentir sus nalgas en toda su maravillosa gloria.

La expresión de Korr y la de sus sirvientes era la misma, ellos estaban aturdidos. Korr se dio cuenta de que había ignorado algo crucial. Hombres como el coronel O'Neill, necesitaban que les escupieran feromonas en la cara para motivarlos, pero para él, con la presencia de una diosa sentada en sus piernas, ya tendría el mismo efecto.

Al darse cuenta de su error, Korr trató de salvar su dignidad de dios empujando a Egeria, pero esta vio sus intenciones y volvió a besarlo, pegando su cuerpo al suyo. Cuando Korr dejó de resistirse, ella apartó su rostro unos centímetros para verle, y sus ojos brillaron de satisfacción.

—¿Te he hablado antes de los asgard? —preguntó Korr de forma desesperada—. En la actualidad, los asgard luchan en una guerra, pero puedo ponerle fin, para que ellos se encarguen de los goa'uld. Explicó Korr, derramando todos los frijoles, antes de que algo terrible pudiera pasarle, como convertirse en el títere de esta mujer. «Es esta la legendaria trampa de miel», se preguntó Korr. Los ojos de Egeria brillaron.

—Antes, habría aceptado, pero ahora estoy muy preocupada por lo que has dicho. ¿Y si aceptara tu trato, no sería yo quien condenaría a esta galaxia a la anarquía? ¿No significaría eso que mis manos estarían sucias en lugar de las tuyas? —preguntó Egeria con una sonrisa sensual—. Lo he pensado, y estoy de acuerdo contigo, esto necesita tiempo y un plan detallado. Tenemos que crear alianzas y una organización que tenga la suficiente fuerza para encargarse de todo —dijo Egeria y volvió a besarlo.

«Socorro», chilló Korr en su mente, mientras sus manos, fuera de su control, se movían por el trasero redondo de Egeria.

—Creador, hay una sanguijuela pegada a ti, permite que te ayude —dijo 00 mientras agarraba a Egeria por el cuello y la apartaba de él.

Korr trató de retenerla, pero 00 haló con fuerza y logró apartarla. Korr respiró agitadamente, mientras Egeria parecía sorprendida por la violencia desatada sobre ella. De seguro, al igual que Korr, que no pensó que Egeria se le lanzara encima, ella nunca se imaginó que alguien la despegaría a la fuerza de él.

Mientras Egeria manoteaba para que 00, que la llevaba arrastrada fuera del trono, la soltara, y los niños abucheaban, Korr aprovechó para recuperar su porte divino, sentándose con la espalda recta y cara de circunstancias, pero sus ojos brillaron varias veces mientras trataba de controlar su emoción.

Al terminar de bajar los escalones del trono, 00 no soltó a Egeria, pero la dejó asentar los pies sobre el suelo.

—¡Cómo te atreves! —chilló Egeria con indignación mientras sus ojos brillaban de furia, pero 00 no la soltó.

—Creador, ¿la pongo en la bodega? —preguntó 00 con indiferencia. Korr estaba tentado, pero Egeria no trató de drogarlo, solo de seducirlo. Eso era inmoral, pero no ilegal.

—No, expúlsala y la próxima vez, asígnale una guardia Jaffa —sentenció Korr, e hizo un gesto con la mano para despedir a Egeria.

—¡Korr!, espera… —Un haz de luz transportadora se llevó a Egeria.

—Creador, hay algunos goa'uld menores que piden verte —informó 00, como si no hubiese sucedido nada. Korr, que estaba avergonzado por su falta de control, también fingió que no había pasado nada y asintió con solemnidad, mientras sus ojos brillaban.

Desde que lo nombraron Señor del Sistema, había un flujo constante de goa'uld menores cuyos territorios estaban junto al suyo, que venían a ofrecerle vasallaje. Korr les informaba sus reglas y leyes, las condiciones que debían seguir para servirle y, si aceptaban, les daba la bienvenida. Así había agregado otras decenas de planetas, y aprovechó para crear otras ciudades en otros planetas, y conectarlas usando los Stargate y un sistema de seguridad que consistía en usar sus satélites, integrados al sistema de portales, para registrar cualquier agresión desde los puntos de entrada. Korr ya había conseguido distribuir satélites en al menos una decima parte de los territorios goa'uld, comenzando desde su propio mundo.

Estos satélites se encargaban de investigar si las personas que entraban tenían malas intenciones. Si planeaban algo malo, el Stargate se desconectaba. Era un buen sistema, pero seguía incompleto. La galaxia era enorme y tenía cientos de miles de mundos con portales a los que se debían enviar satélites para asegurar la red. Por esto, como medida de seguridad secundaria, cada Stargate contaba con un sistema de seguridad que desactivaría el portal ante cualquier llamada no identificada. Además, cada portal tenía un escudo en caso de que todo lo demás fallara.

Korr se tomaba en serio la seguridad de los portales, porque los goa'uld tenían la insana costumbre de enviar bombas de Naquadah a los mundos que les ofendían o planteaban resistencia a sus intentos de conquista.

Para aquellos portales, como el de la capital, que tenían un tránsito continuo de personas, eran un objetivo, por lo que este siempre estaba protegido por un escudo atlante, alimentado por una fuente de energía basada en el Proyecto Arturo, por lo que los goa'uld podían cansarse de enviar bombas y no hacerle ni un rasguño.

—Mi dios, el dios menor Gatahk —presentó Jet, escoltando al recién llegado, un goa'uld cuyo anfitrión era un hombre de mediana edad, de apariencia desarreglada.

—Gran dios, sirvo al Señor del Sistema Morrigan, y ella tiene una propuesta, para intercambiar Naquadah por anfitriones de tu creación —explicó el goa'uld.

—Los anfitriones que creo son algo exclusivo para mis siervos y vasallos —dijo Korr, levantando la mano, para que Jet no le cayera a patadas al goa'uld. Un haz de luz transportadora se llevó al goa'uld.

Korr pensó mientras Jet daba órdenes para hacer pasar a los demás goa'uld.

Morrigan era un Señor del Sistema poco conocido en la historia original, pero era del tipo astuto y traicionero al igual que Baal. Ella había ocultado que era una reina, mientras acumulaba poder dando puñaladas traperas a aquellos a quienes servía y quienes eran sus aliados. No era un goa'uld que enfrentara a otros en la batalla, aunque sus logros no eran menores en este tema, porque era una gran estratega.

Korr se preguntó qué tramaba Morrigan enviando a uno de sus sirvientes a tratar con él. Era un insulto descarado, ya que él también era un Señor del Sistema, y enviar a alguien a tratar con él significaba que lo estaba mirando por encima del hombro. Otro Señor del Sistema le habría devuelto a su enviado en pedazos, o si era generoso, le habría dado una paliza para demostrar su superioridad.

A Korr le molestaban esta clase de juegos, pero suponía que Morrigan quería probar su carácter y personalidad. Si era así, a Korr no le importaba que ella lo calificara de débil por negarse a ser despiadado. Si algún Señor del Sistema pensaba que podía usar estrategias oscuras en su contra, le enviaría a uno de sus replicadores mejorados directamente a su mundo capital, sin gastar tiempo en batallas, porque él de verdad detestaba este tipo de estrategias.

Después de un minuto, Jet pasó al siguiente goa'uld, que tenía a su cargo un planeta y diez mil esclavos humanos, así como un al'kesh y quinientos jaffa. Quería jurar vasallaje a cambio de un anfitrión, la venta de combustible para su nave, asistencia en reparaciones y venta de piezas. Korr le dio sus condiciones, que incluían la construcción de una ciudad, su unión a la red de comercio que estaba creando con los Stargate, la libertad de sus esclavos, y la implementación de sus leyes para su territorio.

Era una anexión en toda regla, excepto en que el goa'uld conservaría a sus propios jaffa, siempre que estos quisieran seguir sirviéndole.

Como los jaffa se caracterizaban por su lealtad, era poco probable que dejaran de servirlo, lo que sí habían hecho en estas situaciones era mudar a sus familias al mundo jaffa. Los jaffa veían a los humanos comunes como débiles y no les gustaba mezclarse con ellos.

En la noche, Korr fue despertado por una alarma, y al abrir los ojos, algunos informes fueron compartidos con él directamente por la mente colmena que mantenía con los replicadores mejorados. Los informes indicaban que hacía unas cuatro horas, multitud de sondas asgard cubrieron su territorio y lo escanearon todo a fondo. 02 no le despertó, porque ellos ya esperaban esto.

Lo que no esperaban era que los asgard enviaran un crucero de batalla asgard después de sus escaneos y por eso 02 le había despertado. Korr frunció el ceño, mientras desaparecía y reaparecía en el puente del Leviatán, al aparecer, él ya llevaba toda su indumentaria de dios, con la pechera circular, la falda egipcia decorada con un cinturón, sandalias, brazaletes y corona con un diseño de escorpión dorado. A su lado se materializó 02, que llevaba una indumentaria similar de color plateado.

—Padre, ¿crees que hayan detectado a algún replicador? —preguntó 02, mientras la Leviatán entraba al hiperespacio para dirigirse a donde estaba la nave asgard.

—De ser así, tendríamos una flota asgard aquí, esto es algo más —dijo Korr y pensó por unos segundos.

Un minuto después, Korr recordó algo, y la llegada de la nave asgard se hizo evidente para él.

—Los asgard están preocupados por nuestra flota y el número de naves en ella. Además, el astillero puede construir más de cien ha'tak al año. En unos cien años tendría una flota de más de doce mil naves, y los asgard no podrían controlarme en lo absoluto —explicó Korr.

Korr había estado pensando en el corto tiempo, pero los goa'uld viven por miles de años, y los asgard tienen esto en cuenta al hacer cuentas. Por lo tanto, su astillero automatizado de ha'taks debió dejarlos muy alarmados y representar una amenaza seria para ellos. También sería una preocupación para ellos que Korr conquistara el territorio goa'uld.

»Parece que tendremos algunos problemas —dijo Korr, compartiendo sus conclusiones sobre la razón de que esa nave asgard estuviera allí.

—Padre, este problema no parece tener una solución a corto plazo. Tal vez debamos adelantar nuestro contacto con los asgard —dijo 02. Korr negó con la cabeza.

—No me gusta negociar sabiendo que estaría desperdiciando una oportunidad de que estos tipos me deban un favor en el futuro. Si les entrego el arma antireplicante ahora, no tendrá el mismo efecto si se las entrego cuando vean el peligro a la cara.

»Por otro lado, no nos querrán en la Tierra, porque en las condiciones actuales, no confiarán en nosotros y sin duda advertirán a la Tierra de quién es nuestro aliado. Y en este momento, todo goa'uld es una amenaza para ellos. Su perspectiva no es suficiente y no les hemos hecho tantos favores, por lo que nuestra alianza no es una relación de confianza —explicó Korr.

—Entonces recibimos esta nave, como lo haría otro señor del sistema —dijo 02.

—No, eso supondría una amenaza directa, y los asgard responderían con fuerza. Simplemente actuemos como nosotros mismos, eso nos dará tiempo para alcanzar el momento apropiado para negociar. Los asgard nos tomarán como una amenaza en este momento, pero no una de la que tengan que ocuparse en los próximos años —dijo Korr.

02 hizo algunas simulaciones y asintió en acuerdo, mientras el Leviatán salía del hiperespacio, a unos pocos miles de kilómetros, fuera del alcance de las armas del crucero asgard, que apareció en su vista, ya que su nave la tenía en sus sensores.

La nave asgard era una Clase Beliskner. Esta nave aún no tenía un rayo de partículas, por lo que no era una amenaza para la Leviatán. Sin embargo, Korr no planeaba revelar su tecnología, por lo que guardaba las apariencias.

Korr abrió comunicaciones:

—Nave asgard, soy Korr, señor del sistema goa'uld y gobernante de estos territorios. ¿Qué buscan los asgard aquí y por qué han enviado sus satélites a espiar? Esto no se ajusta a nuestro tratado —advirtió Korr.

La nave asgard recibió su comunicación, y un segundo después, enviaron una respuesta en forma de una comunicación de video, que Korr aceptó. En la pantalla, se mostró un asgard sentado en un trono, que observó la imagen que Korr envió en respuesta, mostrando su propio trono y diseño del puente, que era similar al suyo, con un amplio espacio despejado, aunque la decoración era goa'uld, con una predominancia del color dorado. Los jaffa no estaban presentes.

—Goa'uld, soy Thor, comandante supremo de la flota asgard. ¿Cómo has obtenido la tecnología para localizar nuestros satélites y naves? —preguntó Thor de forma directa.

—Soy un ser supremo, poseo todo el conocimiento —dijo Korr—. Ahora explica qué te ha traído a mi territorio en directa violación de nuestro tratado —exigió Korr.

—Ha habido un ataque sobre uno de nuestros planetas protegidos. Esto es solo una inspección de los planetas en tu territorio, para asegurarnos de que cosas similares no vuelvan a suceder allí —mintió Thor sin siquiera parpadear.

—Asgard, mientes descaradamente —acusó Korr—. Herur-ur ya ha sido reprendido, y los goa'uld menores han sido advertidos y recordados del tratado que tenemos. No tienes nada que hacer aquí.

»Además, el tiempo en que podías moverte por mi territorio sin ser visto se ha acabado. No vuelvas a intentarlo, porque si has revisado mi territorio, ya sabes que dispongo de una nueva fuente de energía que tomé de la caída de Ra.

»También he obtenido biotecnología que debes haber visto en mis jaffas. Esta me provee de ojos más allá de tu comprensión, por lo que tu tecnología furtiva es inútil en mi contra.

»Sigue husmeando por mi territorio, y me aseguraré de que toda esta tecnología llegue a manos de los otros señores del sistema. Así, pronto estaremos evaluando nuestro tratado con los asgard —amenazó Korr.

—Goa'uld, tus amenazas son vanas. Ya sabemos que los otros goa'uld no están de acuerdo con tu forma de gobierno. Solo estás en tu puesto por tu superioridad tecnológica. Si renuncias a ella, los tuyos caerán sobre ti —se burló Thor, aunque no sonreía.

—Los señores del sistema no son una amenaza para mí, y en cien años seré el señor del sistema supremo y todos serán gobernados por mí. A los asgard no les conviene ser mis enemigos —dijo Korr cambiando su amenaza a una advertencia del futuro. Él ya le había dejado claro a Thor que no localizaba a sus naves por una tecnología avanzada, sino por algo más. Ahora debía conseguir que saliera de sus dominios por al menos un par de años más. Thor pensó unos segundos al confirmar que una alianza goa'uld era poco probable.

—Entonces, goa'uld, puedes ocuparte de tus propios asuntos. Como dije antes, los asgard no tienen ningún asunto contigo. Solo reviso la seguridad de los mundos protegidos —dijo Thor y cortó la comunicación.

—Padre, ¿crees que esto significa que no nos considera una amenaza directa? —preguntó 02, viendo la nave de Thor entrar al hiperespacio.

—02, si él fuera a atacar, lo haría en este momento, pues hasta donde sabe, el Leviatán no puede hacerle frente a su crucero de guerra. Los asgard no se molestan en hacer teatro cuando van a atacar. Te lo dicen a la cara, por lo que nuestro objetivo se ha logrado.

»Sin embargo, que no vayan a atacar de forma directa, no significa que no lo hagan de forma indirecta. En cuyo caso, no van a decírnoslo. Solo espero que tengamos suficiente tiempo para ganarnos la confianza de la Tierra antes de eso, para que a sus ojos, seamos mejores aliados que los asgard —dijo Korr.

Si la Tierra rompía su alianza con él, la galaxia quedaría sobre sus hombros y eso sería una mierda. También le expulsarían de la Tierra y eso ya sería una desgracia, porque su compañía de videojuegos quedaría fuera de su alcance, ni hablar del Internet.

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