One Piece pertenece a Eiichiro Oda
Sanji reconoce esa sonrisa torcida que el marimo le ofrece. La ha visto muchas veces durante sus peleas, pero no creyó que sería la primera mueca con la que le recibiría después de meses sin verse. Estaba preparado para una confrontación, gritos, insultos, patadas y algún que otro roce contra las katanas, pero no para encontrarlo de pie con los brazos apoyados sobre las armas y la expresión relajada.
A su lado Luffy gritó de felicidad y se dejó caer sobre Ussop mientras Nami y Robin se abrazaban, y Brooke y Chopper atienden a Franky que ha sufrido un colapso al ver el estado en que se encontraba el pecio . Eso hubiese servido para distraer totalmente su atención, pero lo cierto es que ni las dos muchachas sonrientes podían ayudarle a evitar aquella sensación de peligro que sentía en su espina dorsal.
- Bienvenida princesa. - Zoro le dedicó esas palabras junto a una mirada juguetona. Tanteando el terreno, descubriendo si el insulto es bienvenido a ese juego que se traen entre ellos, pero Sanji apenas puede reaccionar. En su cabeza hay un millón de recuerdos mezclados y confusos, que no acaban de tomar una forma definida y que le dejan la sensación de querer salir de allí corriendo.
- ¿Princesa? - Repite en un susurro y como respuesta solo atina a sacar un cigarrillo, sin saber qué hacer ante aquella palabra.
Hay miles de cosas que no les ha contado a sus compañeros. Sucesos que aún le hacen despertarse a mitad de la noche ahogándose entre las pesadillas que un día fueron reales. Recuerda los golpes de sus hermanos, los insultos. Al igual que los abusos. Si, él siempre fue la princesa del Germa, al menos la de los cuentos encantados, la niña que es incapaz de valerse por sí misma y necesita continuamente que la salven. Reiju en cambio fue una guerrera.
Inhala. Exhala. Una nueva bocanada de humo abandona su boca y suspira mientras esconde la mirada. No puede decir la verdad, que aquella simple palabra le lacera el alma y acaba con su frágil fortaleza. No puede ser sincero y decirle que aunque está a salvo en el Sunny aún necesitará que Luffy le salve muchas veces más antes de volver a dormir una noche de un tirón. Pero a veces, Zoro es mucho más perceptivo de lo que parece.
No debería sorprenderle que el espadachín haya avanzado unos pasos, acabando con los metros que les distanciaba. No debería sorprenderle que le haya abrazado, apretándole tan fuerte que apenas puede moverse. Pero es que sin querer Sanji se ha puesto a llorar y el espadachín no está dispuesto a dejarle convertido en un amasijo de nervios y llanto.
- No van a volver. - Y más que una afirmación es una sentencia. - Y si lo hacen los cortaré.
Y Sanji empieza a reír, porque es bueno estar en casa y sentirse rodeado de personas que en verdad lo estiman.
- Nadie volverá a separarme de mi princesa. - Y aquella bravuconería suena a promesa.
El beso en los labios es tan suave como el aleteo de una mariposa, pero hace que el cocinero se sonroje hasta las orejas y que se esconda aún más entre los brazos del otro. Quisiera gritarle mil insultos, pero por una vez aquella odiosa palabra suena a tesoro en vez de a humillación. Y Sanji se permite ser protegido.
Si alguno de sus compañeros tiene algo que decir ante aquella muestra de afecto se lo guardan. Ni siquiera Luffy interrumpe el momento pidiendo comida, si no que sonriendo arrastra a Ussop y a Chopper a otro lado para contarles su pelea contra Katakuri y todos, uno a uno siguen su ejemplo y les dan el espacio que, está claro, Sanji necesita.
Y no es el único, son gestos, miradas, el olor a hogar lo que todos buscan y necesitan. Como si el estar separados, de nuevo tras un breve encuentro, sea tan solo una pausa en la vida. No era fácil de describir, y menos para Zoro, quien nunca ha sido bueno con las palabras. Y es que en verdad han pasado más tiempo separados que juntos, pero sabe que el resto siente lo mismo que él. Esa sensación de que al reunirse la vida cobra sentido de nuevo.
- Luffy fue a buscarte, no ha rescatarte. - Las palabras le lacera la garganta mientras habla y es que no sabía que al llegar el momento de estrecharlo entre sus brazos hubiera tantísimos sentimientos purgando por hacerse oír. - Tú eres la persona más fuerte que conozco.
- Te equivocas, ese es Luffy.
- No cocinero. - Niega con la cabeza. - Luffy tiene una fuerza diferente. Él nos guía, yo os protejo, pero tú, tú nos mantienes humanos. - Y el rubio le mira sin entender ni una palabra. - Cuando tú no estás se me olvida vivir.
- Zoro eso suena tan raro. - Pero las lágrimas han desaparecido y sus mejillas están sonrojadas. - Supongo que intentas ser romántico.
- No. Lo que trato de decirte es que si uno de esos miserables vuelve a intentar ponerte una mano encima los convertiré en pequeños despojos de carne y huesos.
Es ahí cuando Sanji recuerda que ya no pertenece a un reino malvado. Qué no tiene porqué volver donde no es querido porque hay otros lugares donde hay gente que lo dice poco, pero que siempre estarán esperando por él. Ese es su hogar.
- Cuando encuentre el All Blue, llevaré a Zeff allí. - Y se abraza aún más a él.
- Como desees … princesa.
Y en vez de un golpe o un grito, lo que le ofrece es su cabeza recostada contra el hombro del espadachín. Sí, aceptaría ser su princesa. Una que no necesitaba que la rescataran, pero que sabía que siempre habría alguien dispuesto a acompañarle.
