Mi versión de lo sucedido luego de "Red John (6x08)".

Capítulo 1:

La isla no fue lo que él había esperado

Sí, había conocido personas maravillosas, los paisajes eran preciosos y era reconfortante saber que ya no había un asesino serial al que perseguir más. Era todo con lo que había soñado. Había pasado incontables noches en aquella casa de Malibú, recostado sobre el colchón viejo mirando a la nada, bajo la sombra del rostro pintado en rojo sonriéndole al lado. Incontables noches en las que dejaba que su mente maquinara cómo acabaría con Red John. Su mente vagaba con miles de formas de hacerlo sufrir, así como él lo había hecho con su esposa e hija, e imaginaba a su vez qué sería de él cuando todo terminara.

Al principio luego del encuentro final entre Red John y él no había nada. Asumía que quizá tomaría el arma con el que se encargaría de asesinarlo y acabaría con él mismo en ese instante. Después de Red John ya no había nada por lo que vivir. O eso pensaba él.

Lisbon había sido un error de cálculo. Para empezar, nunca había estado en la ecuación, siempre había sido un medio para un fin. Ni él mismo sabía decir con exactitud cuando todo había cambiado, cuando había empezado a importarle lo que ella pensara de él, cuándo había empezado a importarle hacerla sonreír, cuándo ella había logrado abrirse paso en su corazón para nunca más salir de él.

La isla era todo con lo que alguna vez había soñado, pero ahora su estancia ahí no le causaba más que nostalgia y melancolía por algo que alguna vez tuvo.

No todo el tiempo había sido así. Él recordaba con claridad las cartas que le había escrito hace un par de años en las cuales le contaba su día a día. Le describía las maravillosas vistas con fervor esperando poder pintarle la escena a través de sus palabras, sentir que de alguna forma ella seguía con él, que de alguna forma veían juntos el mismo paisaje. Escribirle había sido un refugio, pero eso había sido ya hace mucho tiempo.

Sentado al borde de la cama, llevó la botella de cerveza a sus labios y le dio un sorbo, solo para darse cuenta que estaba vacía. ¿No acababa de abrirla hace solo unos instantes…? Quizá ya estaba perdiendo la noción del tiempo.

Había estado haciendo eso últimamente, y beber.

En toda su vida jamás había sido fan del alcohol. Recuerdos de su padre embriagándose con sus amigos cuando se suponía que debía estarlo cuidando siempre habían hecho que el alcohol le trajera malos recuerdos. Pero ahora no podía evitarlo.

A través de la pequeña ventana de su habitación contempló los últimos destellos del sol antes que se escondieran detrás del horizonte y el cielo empezara a oscurecerse.

Hoy era el cumpleaños de Lisbon.

El recuerdo de ojos verdes mirándolo con complicidad invadieron su mente. Ojos preciosos como el jade mirándolo con fastidio, con tristeza, con algo más que simple cariño.

Sacó otra botella del refrigerador en la esquina y la destapó. La playa siempre le había hecho bien. Salir por una caminata quizá ayudaría a aliviar la presión sobre su pecho. Habían pasado dos años desde la última carta. Quizá Lisbon no estaría enojada con él por no saludarla por su cumpleaños, quizá para este entonces ni siquiera estaría esperando por su saludo. Quizá ya lo habría olvidado. En su última carta le había dejado en claro que las cosas marchaban bien, que él estaba bien. No había querido preocuparla. Saber que se encontraba bien tal vez le había permitido pasar la página y seguir adelante.

Una vez sus pies descalzos tocaron el mar se sintió un poco mejor. Para cuando terminó su tercera botella de cerveza de la noche sintió que sus pensamientos e ideas se entrelazaban unas con otras. Caminó de vuelta a la arena y se dejó caer. El cielo estaba despejado y las estrellas se podían ver con claridad. Su mente estaba tan dispersa que creyó por un momento ver cómo las estrellas formaban diferentes formas, como si de nubes de tratasen. A lo lejos se podía oír los gritos y risas de los niños jugando futbol. Mientras tanto, de vuelta en la pequeña habitación donde él estaba viviendo, dentro de un diccionario de español que había comprado en la isla, se encontraba una última carta. Una que había escrito en un momento como este, cuando el alcohol invadía su sistema y extrañarla parecía ser lo único que podía hacer. Una carta que ella jamás leería.

Ya era muy tarde para todo.

xxx

Querida Teresa,

Te escribo luego de una excursión a uno de los acantilados más grandes de la isla. Estar allá arriba fue una sensación casi eufórica. El mar luciendo infinito frente a mí, el sonido de las olas rompiéndose y el viento soplando de forma serena me regalaron un sentimiento de paz que no había sentido en mucho tiempo.

A pesar del lindo paisaje, mis pensamientos no pudieron evitar viajar una vez más hacia ti. Mi mente me llevó de vuelta a aquella tarde en el acantilado de Malibú y lo significante que fue aquel día. No pude evitar comparar ambos momentos y pensar que mientras aquella tarde el sol se escondió en el horizonte como si nos avisara de la penumbra a punto de cernirse sobre nuestras vidas, esta mañana el sol se puso frente a mí como señal de un nuevo comienzo, como si tratara de reafirmarme que todo estará bien.

Jamás me disculpé contigo por aquella tarde, así que pienso hacer eso ahora: Lo lamento, Teresa. La razón por la que lo hice probablemente ya la sabes. Quería protegerte. Aun así, mi estadía en la isla me ha dado más que suficiente tiempo para reflexionar sobre todo lo ocurrido y he caído en cuenta de que nunca tomé en consideración cómo debiste haberte sentido. Sé lo mucho que te preocupas por las personas que quieres. La ferocidad con la que proteges a los tuyos y la lealtad que les guardas es una de tus virtudes más admirables. Lamento toda la preocupación o dolor que te causé. Sé que las ocasiones en las que te he decepcionado son más de las que puedo contar, pero me gustaría que sepas que todo lo que dije aquel día en el acantilado es verdad. No tienes idea de lo mucho que significas para mí, de lo eternamente agradecido que estoy y del honor que ha sido para mí ser tu compañero todos estos años.

La vida tiene una forma graciosa de hacerte dar cuenta de las cosas que realmente importan, y es interesante la forma en que el amor se intensifica con la ausencia. La semana pasada Pete vino a visitarme y me contó que estás saliendo con alguien. Alguien del trabajo aparentemente. Me alegro mucho por ti. Mereces ser feliz, salir con alguien quien resguarde tu corazón y lo atesore como se debe. Mereces el mundo, aunque tu no lo veas de esa forma.

Hace un par de noches estaba cenando en la pequeña plazuela de la isla cuando vi a una pelinegra sentarse en una mesa frente a mí. El parecido me dejó atónito por un momento. Era lacia, de ojos claros y llevaba flequillo, así como lo hacías tú años atrás. Ahora que intento recordar bien, no estoy del todo seguro si realmente era idéntica a ti o solamente era mi mente tratando de traerte de vuelta a mí. Quiero creer que era el alcohol en mi sistema lo que me llevó a fantasear que aquella chica y su acompañante éramos tú y yo. Pensé en que justamente esa sería nuestra cita ideal. Te llevaría a cenar a un restaurante tranquilo donde pasaríamos horas charlando, y yo haría todo mi esfuerzo por hacerte reír por el simple hecho de ver la forma en que tus ojos se iluminan al hacerlo. Después de cenar daríamos un paseo por la playa, tomaría tu mano y te pediría una última cosa antes del final de la noche. Te pediría que bailáramos. Tú, siendo la Teresa que conozco, te negarías en un principio, pero luego de una insistencia de mi parte aceptarías porque en el fondo sabes que quieres hacerlo. Bailaríamos al sonido de las olas a nuestro propio compás porque así es como siempre ha sido entre nosotros.

Ver a aquella chica me hizo dar cuenta de lo mucho que me haces falta. Te extraño mucho Teresa, y me temo que vaya a ser así por siempre. Me embarga una gran desesperación saber que cada vez que piense en ti sentiré esta aflicción en el corazón que siento ahora. Me temo que lo que alguna vez fue realidad se convierta en recuerdo. La memoria es frágil, y me da miedo que con cada día que pase, el recuerdo de tus ojos mirándome con complicidad se desvanezca poco a poco. Quiero que te quedes aquí conmigo para siempre, aunque deba conformarme en que solo sea en mi corazón.

Tu compañero hoy y siempre,

Ya sabes quién.

xxx

Nota: Hola! Este es el primer fic que subo, así que espero que les haya gustado. Aun no estoy segura de cuántos capítulos tendrá la historia, pero he tenido este capítulo guardado por tanto tiempo que sentí la necesidad de publicarlo. Si tienen alguna sugerencia o idea no duden en hacérmela saber, estaré encantada de leer sus opiniones y comentarios

—Nat.