CAPITULO 3

EL ENCUENTRO


VESP

Escaneo rápidamente la mugrosa taberna y mi atención es captada de inmediato por un hombre con una brillante armadura de beskar que se encuentra en una mesa, con la mirada fija en mí. En un primer momento, parece estar solo, pero al moverme ligeramente, noto que a su lado hay una pequeña criatura verde de ojos y orejas enormes disfrutando de un cuenco de sopa. Me doy cuenta de inmediato de que esa criatura es el activo que he estado buscando.

Decido dar un paso más hacia ellos, pero de repente siento una extraña sensación que me paraliza. Una fuerza blanca y cálida parece envolver todo mi cuerpo. Es la energía que emana del niño, el activo. Parece que también él percibe mi propia fuerza, ya que aparta la mirada del tazón de sopa gigante y fija sus enormes ojos en mí.

Doy otro paso, todavía un poco aturdida por el efecto que el niño ha causado sobre mí.

El mandaloriano se levanta de un salto al darse cuenta de mis intenciones, mostrando una determinación feroz. Está preparado para proteger al niño con su vida si es necesario. Sus acciones y postura firme demuestran su lealtad y valentía, dispuesto a enfrentar cualquier amenaza que se interponga en el camino de la pequeña criatura verde.

Mantengo mi mirada fija en el altísimo mandaloriano, con una mezcla de intriga y precaución. Aún bajo la influencia de la poderosa fuerza emanada por el niño, mi mano instintivamente se posa sobre la empuñadura del sable láser que cuelga de mi cintura. La tensión en el ambiente es palpable, aunque no estoy segura de cuál será mi siguiente movimiento.

Con atención, observo cómo el niño, aparentemente anticipando la situación, se refugia en una especie de cuna de hierro y se encierra en su interior. El pequeño parece conocer los peligros que pueden acecharlo y toma medidas para protegerse. Esta acción refuerza mi percepción de que el niño es valioso y que hay mucho en juego. Mientras tanto, el mandaloriano y yo permanecemos en un momento de incertidumbre, cada uno evaluando la situación y considerando nuestros próximos movimientos.

Imitando mi movimiento, el mandaloriano coloca su mano sobre el bláster de su cinturón.

Todo sucede muy rápido. La situación se torna caótica de manera abrupta cuando escucho un estruendo proveniente de la puerta de la taberna. Sin pensarlo dos veces, me veo obligada a dar la espalda al mandaloriano y poner mi vida en peligro para poder presenciar lo que está sucediendo. En ese instante, una tropa de soldados imperiales irrumpe en el establecimiento, generando un ambiente de tensión y temor.

Los clientes de la taberna se dispersan rápidamente, aprovechando la oportunidad para escapar de la escena. Los soldados, sin detenerlos, se concentran en su objetivo: están buscando a alguien en particular. En ese momento, la comprensión me golpea de golpe: la persona a la que están persiguiendo con tanto empeño es el niño.

Siento una oleada de determinación y valentía cuando saco rápidamente mi sable láser, colocándome instintivamente frente a la tropa de soldados imperiales. Mi objetivo es claro: impedirles acercarse a la pequeña criatura que ahora está resguardada en su cuna de hierro. El sonido ensordecedor de los disparos de blaster resuena en la taberna, pero afortunadamente no van dirigidos a mí, sino a los soldados imperiales.

El mandaloriano, ágil y letal, se une a la batalla. Derriba a tres soldados con su blaster, demostrando su habilidad y destreza. Nuestra alianza inesperada se fortalece en ese momento, compartiendo un objetivo común: proteger al niño a toda costa. La lucha se vuelve intensa y frenética mientras nos enfrentamos a los soldados imperiales restantes.

Con mi sable láser en mano, me muevo con agilidad y precisión, golpeando y esquivando las balas que se acercan peligrosamente. Cada movimiento es calculado, cada bloqueo y contraataque son ejecutados con determinación. Mi entrenamiento y experiencia como cazarrecompensas se ponen a prueba en este enfrentamiento mortal.

A medida que la batalla se desarrolla, la energía de la Fuerza fluye a través de mí, brindándome una conexión única con mi arma y mis habilidades. Me sumerjo en el flujo de la lucha, confiando en mi instinto y en la fuerza que me impulsa. El sable láser emite su característico zumbido, iluminando la escena con su luz brillante mientras me enfrento a los soldados imperiales con ferocidad y determinación.

Cada choque de sables, cada desvío de disparos, es una danza mortal en la que pongo a prueba mi fuerza y agilidad. La adrenalina fluye por mis venas mientras lucho con los soldados, esquivando sus ataques y respondiendo con golpes certeros. Cada caída de un enemigo es una pequeña victoria en nuestra lucha por proteger al niño.

El estruendo de las naves imperiales aterrizando fuera de la taberna llena el ambiente con una sensación de urgencia. Miro al mandaloriano con preocupación en mis ojos mientras nos preparamos para enfrentar una nueva amenaza.

—¡Sácalo de aquí! —le grito, mientras sigo esquivando balas con el sable.

Por el rabillo del ojo, veo como el mandaloriano aprieta unos botones de su traje en su muñeca y la cuna del niño empieza a moverse. Sin perder un segundo, sale rápidamente por la puerta de atrás de la taberna.

Los sigo con determinación. No puedo perder al activo.

Mis pasos son rápidos y decididos mientras me esfuerzo por mantener el ritmo del mandaloriano. Sin embargo, de repente, una oleada de dolor insoportable atraviesa mi cabeza, haciéndome caer de rodillas. Mierda. Me agarro la cabeza con las manos, luchando con el dolor que amenaza con abrumarme. Intento levantarme, pero todo se nubla a mi alrededor mientras el dolor persiste. Finalmente, mis fuerzas fallan y la oscuridad me envuelve mientras cierro los ojos y mi consciencia se desvanece.