CAPÍTULO 4
EN TERRITORIO DESCONOCIDO
VESP
Lo primero que percibo antes de abrir los ojos son unos suaves golpecitos en mi frente, seguidos por la sensación de que mis manos están atadas detrás de mi espalda. Con cautela, abro los ojos lentamente y me encuentro con la mirada curiosa de la pequeña criatura de ojos enormes que me observa con interés.
—¡Patu! —exclama el niño con voz adorable, desviando su mirada hacia el piloto de la nave. Giro la cabeza y veo al mandaloriano de pie frente a mí.
—¿Quién eres? Y, ¿qué quieres? —pregunta con voz seria el mandaloriano.
—¡Oh! Yo también estoy encantada de conocerte —digo con ironía.
—No estás en situación de cabrearme —me advierte. —¿Quién eres?
—¿Quién es este niño? —pregunto yo señalándole con la barbilla, recordando la fuerza que emitía dentro de la taberna.
—Tú sabrás, eras tú quien venía a por él —responde serio. El mandaloriano me agarra la barbilla con una mano con fuerza y me obliga a mirarle. —Te lo preguntaré por última vez, ¿quién eres?
—Vespera Malakith —respondo, mientras giro mi cabeza con fuerza para liberarme de su agarre.
El mandaloriano se queda congelado por un momento.
—¿La cazarrecompensas? —pregunta. —¿Quién te ha mandado? ¿Karga? —pregunta con agresividad mientras vuelve a agarrarme la barbilla.
No le respondo.
—¡Joder! —maldice él.
Bajo la mirada a mi cintura y veo que mi sable láser no está. Doy un vistazo alrededor, pero no lo veo por ningún lado.
—¿Dónde está mi sable? —digo fulminándole con la mirada.
El mandaloriano empieza a dar vueltas nervioso por la nave, sopesando qué hacer conmigo.
—¡Eh! ¡Te estoy hablando! —digo altiva.
Se detiene frente a mí y me mira a través del casco. Puedo sentir su irritación.
—Digamos que está confiscado— responde finalmente.
Resoplo. De pronto oigo una vocecita en mi cabeza y me vuelvo sobresaltada. ¿Es la voz del niño? Lo miro y veo que sigue mirándome. Es como si pudiera escuchar lo que pensaba la pequeña criatura. El mandaloriano sigue hablándome, pero ya no le estoy prestando atención.
—¡Eh! ¿Me estás escuchando? ¡Te estoy diciendo que los que buscan al niño son los imperiales! —me grita.
—¿Por qué los imperiales iban a querer a este niño? —pregunto aturdida por sus palabras.
—Él puede… Hacer cosas—confiesa el mandaloriano con desconfianza.
Miro de nuevo al niño, que me devuelve la mirada con la cabeza de lado.
—Mira, me contrataron para llevarlo a un lugar, y resulta que los clientes eran los Imperiales. Me arrepentí de dejarlo allí, y fui a buscarlo de nuevo. Lo encontré conectado a una máquina, le estaban sacando sangre para sus experimentos. Tuve que llevármelo de allí, no podía dejarle… Desde ese momento lo llevo conmigo, y no paran de intentar llevárselo… —me explica. —Este niño…
—Grogu —le interrumpo.
—¿Qué? —pregunta el mandaloriano confuso.
—Se llama Grogu —repito.
—¿Grogu? —pregunta él.
Cuando pronuncia su nombre, el pequeño le mira y emite un sonido contento.
—Grogu—repite el mandaloriano.
El niño vuelve a emitir un ruido, sonriéndole.
—¿Cómo sabes su nombre? —me pregunta desconfiado.
—Él me lo ha dicho —respondo encogiéndome de hombros.
—¿Él te lo ha dicho? —pregunta incrédulo. —No sabe hablar.
—Puedo escucharle —digo.
—¿Eres una Jedi?— pregunta el mandaloriano. Puedo notar una gota de esperanza en su voz.
—Algo así… —respondo finalmente.
—Pero posees la Fuerza… —me replica
No le respondo, y el mandaloriano se queda callado por un momento.
—Tengo que llevar al niño con los Jedi. Ellos podrán entrenarlo, es lo mejor para él… —suspira. —Éste es el camino —dice enderezándose orgulloso.
—Buena suerte con eso —suelto con ironía.
—¿A qué te refieres? —pregunta confuso.
—Casi no quedan Jedi. Y, aunque encontraras a alguno que aceptara hacerse cargo de Grogu… ¿De verdad crees que dejarle con un desconocido es la mejor opción? —le juzgo.
El mandaloriano me mira con solemnidad, sopesando mis palabras.
—Lo mejor para el niño es estar con los Jedi. Ellos podrán enseñarle —dice finalmente, con determinación.
Pongo los ojos en blanco.
—¿Ahora te preocupas por el niño? —me recrimina. —Hace un momento ibas a entregárselo tan felizmente a los Imperiales —escupe con rabia.
—No lo sabía —le fulmino con la mirada. —Y no, no me preocupa en absoluto —le suelto.
—Bien —dice él dando por terminada la conversación.
—Bien —respondo yo, diciendo la última palabra.
Un rato más tarde, me retuerzo incómoda en la silla. Intento quitarme las esposas, pero no puedo.
—¿Por qué me has salvado? —quiero saber. —Podrías haberme dejado allí.
Él me mira un momento, sopesando su respuesta.
—No lo sé —confiesa finalmente, con voz grave.
—¿A dónde vamos? —pregunto aburrida.
—A Naboo —responde sin darse la vuelta.
—¿Y se puede saber qué buscas en Naboo? —pregunto.
—Información sobre los Jedi —dice sin más.
Pongo los ojos en blanco y miro a Grogu, que se ha quedado plácidamente dormido en el asiento del copiloto.
—Mira, el niño me ha caído bien, así que te ayudaré. Tienes que ir a Serenno. Busca a Ashoka Tano. Ella podrá ayudarte —digo.
—¿Y por qué iba a fiarme de ti? —dice mirándome por fin.
—Porque no tienes otra opción —sonrío con malicia.
Él se queda callado durante un momento, y después asiente.
—A Serenno, entonces —dice sentándose de nuevo a los mandos de la nave.
—Yo no voy a ir a Serenno. Tienes que llevarme de nuevo a Jakku a por mi nave —le ordeno.
—No puedo fiarme de ti, así que vendrás con nosotros a Serenno. Y si le pasa algo al niño, te juro que no habrá lugar en la Galaxia en el que puedas esconderte de mí —me amenaza. —Además, si realmente puedes entenderlo y comunicarte con él, eso podría serme útil.
—Te he dicho que no voy a ir a Serenno. Suéltame, ahora mismo —le advierto.
El mandaloriano hace caso omiso de mis palabras y sigue sobrevolando el Planeta Naboo.
Ni de coña voy a ir a Serenno.
Estoy decidida a tomar el control de esta situación y no dejar que el mandaloriano me obligue a acompañarlo. Concentro mi mente y me conecto con la Fuerza, sintiendo su energía fluir a través de mí. Cierro los ojos y, con un gesto sutil de mi mano, canalizo mi poder hacia los controles de la nave.
De repente, los botones y paneles de la cabina comienzan a activarse sin control. Luces parpadeantes, alarmas sonando, todo se vuelve un caos. El mandaloriano lucha por mantener el control de la nave, pero mis acciones han desestabilizado por completo su dominio sobre ella. Grogu, asustado, se refugia en su cunita, buscando protección.
Oigo cómo me grita algo, pero no le presto atención.
La nave empieza a perder altura rápidamente y el mandaloriano se ve obligado a tomar una decisión desesperada. Con habilidad, logra realizar un aterrizaje de emergencia en Naboo.
Miro por la ventana y noto que estamos rodeados de un espeso bosque y serenos lagos. La tranquilidad del paisaje contrasta con la tensión que se ha generado hace un momento. El mandaloriano se levanta enfadado y se pone frente a mí.
—¡¿Qué demonios has hecho?! —grita zarandeándome con fuerza de los brazos. —¡¿Es que estás completamente loca?!
Oímos un click metálico y Grogu asoma su cabecita de la cuna, lo que hace que el mandaloriano me suelte y se tranquilice un poco. Vuelve a su asiento e intenta manipular los controles de la nave para arrancarla, sin éxito. Suelta un bufido de frustración.
—¡Genial! —grita, enfadado dando un golpe a los controles.
