CAPÍTULO 6
EL ENTRENAMIENTO
VESP
Sigo pensando que esto es una mala idea, pero por otra parte no me apetece ser asfixiada de nuevo por este pequeñajo. Lo observo sentado en el suelo con sus grandes ojos fijos en mí.
Me encuentro sentada en la suave hierba frente a Grogu. El sol brilla cálidamente sobre nosotros mientras nos sumergimos en nuestro entrenamiento. Concentro mi energía en la Fuerza, extendiendo mi mano hacia una piedra cercana. Con un suave movimiento, la hago levitar en el aire, suspendida por la fuerza mística que fluye a través de mí.
La piedra flota en el aire, girando lentamente a medida que la sostengo con mi poder. Observo con deleite la mirada sorprendida y emocionada de Grogu. Con un gesto suave, hago que la piedra se deslice hacia él, moviéndose suavemente por el aire.
Grogu extiende su pequeña mano y la piedra cae suavemente en su palma. Sus ojos se iluminan con asombro y felicidad mientras examina la piedra.
—Ahora, devuélveme la piedra —le digo.
Grogu me mira poniendo su cabeza de lado.
—Grogu, devuélveme la piedra —repito con suavidad.
Miro al mandaloriano, que está observando la escena con interés y en silencio absoluto.
—Pídeselo tú —le ordeno a Din, queriendo comprobar una teoría.
—Grogu, lánzame la piedra —le pide él con voz grave.
El pequeño sigue sosteniendo la piedra en su mano, pasando su mirada de mí a Din.
—Tienes que conectar con él —le explico.
Entonces, Din saca una pequeña bola brillante de su bolsillo. Parece una pieza de mandos de la nave. Grogu abre mucho los ojos, reconociendo de inmediato el objeto, cuando Din le entrega la pieza brillante.
—Acércame la bola —le pide Din finalmente.
Un instante después, el niño está sosteniendo la bola en el aire usando la Fuerza. Observo con admiración cómo extiende su pequeña mano, y con un gesto suave, se la acerca a Din, quien extiende su mano y la envuelve con los dedos.
—¡Muy bien! —lo felicita el mandaloriano.
—Tiene un vínculo demasiado fuerte contigo —digo. —No puedo entrenarlo.
Din se sienta a mi lado en el suelo y me mira a través del caso.
—Me ha mostrado lo que le pasó… —digo. —Estaba en una Templo Jedi de Coruscant cuando dieron la Orden 66. Todos sus compañeros murieron. Tiene mucho miedo, y está demasiado apegado a ti —me estremezco por las imágenes que me ha mostrado Grogu.
—Por favor… —susurra. —Solo hasta que podamos irnos de aquí y pueda entregárselo a un maestro Jedi.
—Din… —me sorprendo al pronunciar su nombre por primera vez. —Yo no soy la más indicada para entrenarlo, créeme —digo sinceramente.
Recuerdo las voces llamándome, las pesadillas. No hay forma en la que yo pueda entrenar a este niño y salga bien. Pero entonces, miro al pequeño. Siento su necesidad de ser entrenado, de canalizar el gran poder que tiene dentro.
—Por favor… —ruega de nuevo Din.
Por la forma en que lo hace, puedo ver que no está a acostumbrado a rogar nada a nadie. Y no sé si es por este motivo, por la cara en que me mira Grogu, o por la necesidad de demostrarme algo a mí misma, que acepto.
Los entrenamientos de Grogu, para mi sorpresa, van progresando. Puedo sentir como su poder se doma y fortalece con cada sesión. Nuestra conexión también se ha profundizado con el tiempo, y ahora puedo leer sus emociones y pensamientos con mayor claridad.
En silencio, le indico a Grogu que levante una gran roca usando la Fuerza, pero en este momento, él está más interesado en los pequeños insectos que revolotean a su alrededor.
Suelto un suspiro y escucho una risita burlona de Din, que nos está observando de cerca, junto a una hoguera que ha preparado en el exterior para hacer la comida.
—Me alegro de que te diviertas —digo con ironía, fulminándole con la mirada.
Él levanta las manos en señal de "no digo nada".
—Puede que Grogu necesite un aliciente… —digo mirando al mandaloriano con una sonrisa maliciosa.
Extiendo la mano hacia él y lo hago levitar, colocándolo sobre la hoguera exterior.
—¡Vespera! —grita pataleando, sintiendo el calor del fuego extendiéndose por su armadura.
—Grogu, bájalo al suelo —le indico al pequeño con parsimonia.
Él me mira poniendo la cabeza de lado, como de costumbre.
—Se va a quemar —le advierto al pequeño.
—¡Grogu! —grita Din pidiendo ayuda, sintiendo el calor de las llamas bajo su cuerpo, calentando el beskar de su armadura.
Entonces, el niño extiende su manita y usando la Fuerza, lanza a Din disparado hacia atrás, haciéndole caer en mitad del lago.
Cuando me doy cuenta de que Din está bien, me da un ataque de risa por lo que acaba de hacer el niño, incluso tengo que agarrarme las costillas por el dolor.
Grogu suelta un ruidito en señal de que se está divirtiendo y, entonces, siento un movimiento inesperado a mi alrededor. Sin previo aviso, siento como una fuerza invisible me envuelve, levantándome del suelo y lanzándome con rapidez al lago y hundiéndome en el agua.
Salgo a la superficie, tomando una bocanada de aire. El mandaloriano ya ha salido y se encuentra junto a Grogu, riéndose de mí.
Me acerco a la orilla y salgo del agua con la poca dignidad que me queda después de esta escena y me paro frente al pequeño.
—Tú… —digo señalándole con el dedo. Entonces, él entrecierra los ojos con miedo, y yo lo agarro y le hago cosquillas, lo que hace que se ría de nuevo y se escurra entre mis manos.
Me doy la vuelta, sonriendo, y veo al mandaloriano observando mi cuerpo con interés. Y entonces, me doy cuenta de que el agua ha empapado mi traje, haciendo que se pegue a mi cuerpo y se transparente, revelando más de lo que debería. Sonrío al darme cuenta del efecto que estoy causando en Din.
—¿Disfrutando de la vista, Mando? —pregunto levantando una ceja con picardía.
Din desvía rápidamente la mirada, claramente incómodo ante mi comentario. No puedo evitar reírme internamente, deleitándome en la pequeña venganza de hacerle sentir fuera de lugar.
—No sé de que estás hablando —responde él, intentando mantener la compostura.
Me acerco un poco a él, contoneándome, dejando que el agua gotee de mi traje mojado.
—Creo que te gusta lo que ves, ¿no es así? —le susurro muy cerca.
Din traga saliva y evita mi mirada, visiblemente afectado por mi actitud desafiante. Me divierte verlo perder un poco su habitual seriedad y control.
—Vespera, deberíamos continuar con el entrenamiento de Grogu —dice intentando cambiar de tema.
—Estoy un poco cansada… Y mojada —susurro en un jadeo, pasando la mano por mi ropa.
Él se da la vuelta irritado y se dirige con grandes zancadas a la cabaña, dejándome allí disfrutando de cada segundo de su incomodidad.
