CAPÍTULO 10
EL LADO OSCURO
VESP
El tenso silencio que se cierne entre nosotros es interrumpido por los ruiditos que Grogu emite al saltar sobre mi regazo. Sé que puede sentir mi tristeza. Acerca su pequeña mano a mi cara y la posa sobre mi mejilla.
Ya puedo vislumbrar el Planeta Serenno desde el cristal del Razor Crest.
Cuando las puertas de la nave se abren y pongo un pie sobre el planeta en el que me crié, los recuerdos que llevaban doce años encerrados bajo llave inundan mi mente.
La veo emergiendo de la densa niebla. Su presencia todavía despierta admiración en mí. Din me sigue, con Grogu en brazos.
—Vespera —saluda mi mentora, con tranquilidad, aunque puedo notar la emoción contenida en su voz.
Miro fijamente sus ojos azules.
—Maestra—respondo, tratando de mantener mi voz firme y distante.
El silencio se cierne sobre nosotras, una tensión palpable mientras nos evaluamos mutuamente.
—Ha pasado mucho tiempo —dice Ashoka, rompiendo finalmente el silencio. —¿Quiénes son tus acompañantes? —pregunta curiosa, desviando la mirada hacia Din.
—Este es Din Djarin, mandaloriano. Y el pequeño es Grogu.
Ashoka observa a Grogu atentamente durante un buen rato. Sé que puede sentir la gran Fuerza que hay en el niño. Tal y como la sentí yo la primera vez que lo vi.
—Hablemos a solas —dice. La Jedi, mirándome de nuevo por fin.
Ashoka Tano camina por delante de mí, tal y como solía hacerlo.
—¿Por qué has vuelto? —pregunta, cuando nos hemos alejado lo suficiente y el mandaloriano no puede escucharnos.
—Me encontré al mandaloriano y al niño. Sentí su fuerza. Los imperiales iban tras él, y sentí la necesidad de protegerlo —digo. —El mandaloriano cree que el niño tiene que ser entrenado por un Jedi. Y aquí estamos.
—¿Por qué has vuelto tú? —pregunta de nuevo, haciendo énfasis en la última palabra.
Suelto un largo suspiro.
—El Moff Gideon me confesó que es mi padre. Era un Sith. Lo sentí. Y lo maté —confieso.
Ashoka me escucha atentamente. Su semblante imperturbable no cambia ni un ápice.
—No escucho voces, ni tengo pesadillas desde que conocí a Grogu y al mandaloriano, desde que estoy cerca de ellos—prosigo. —Pero tengo miedo. Todo el tiempo. No sé por qué… Siempre he sido algo impulsiva, pero ahora mucho más. Y siento que estoy perdiendo el control…. —digo bajando la mirada.
—Has creado un vínculo muy fuerte con Grogu, y también con el mandaloriano —me dice Ashoka. —He podido sentirlo incluso antes de que bajarais de esa nave.
La miro a sus profundos y sabios ojos azules.
—El miedo es el camino al lado oscuro —me recuerda ella. —Ya sabes lo que tienes que hacer.
—No puedo entrenar a este niño, Din Djarin —dice Ashoka, cuando volvemos junto a ellos. —Vuestro vínculo es demasiado fuerte.
Siento cómo las esperanzas de Din se desvanecen, y noto un pinchazo en el corazón.
—Seguidme—dice Ashoka, subiendo al antiguo templo desmoronado que hay junto a nosotros. —Coloca a Grogu en el centro de esa piedra —le indica a Din.
Él duda un momento, pero finalmente suelta a Grogu.
Parece que el niño sabe lo que tiene que hacer, porque se sienta sobre la piedra y cierra los ojos. Una cúpula brillante y azul de energía se cierra alrededor de Grogu, como un escudo.
—Si queda algún Jedi que pueda entrenarlo, lo encontrará e irá a buscarlo —explica Ashoka.
El mandaloriano solo asiente quedamente.
Un ligero zumbido que interrumpe la paz del antiguo Templo es sustituido por el rugido que conozco tan bien. Los motores de las naves imperiales resuenan en el exterior, cada vez más cerca. Ashoka, Din y yo nos miramos.
Din se acerca corriendo para coger a Grogu, pero el escudo de Fuerza le escupe hacia fuera con violencia.
—¡Grogu! —le llama con urgencia.
Pero el pequeño sigue con los ojos cerrados dentro de la cúpula, ajeno a lo que se está desatando en el exterior.
Los soldados imperiales irrumpen en el templo con sus blásteres. Las balas rebotan sobre la armadura de beskar de Din, y Ashoka y yo las esquivamos como podemos con nuestras espadas.
Son demasiados. Uno de los soldados me da una patada en la mano, que me obliga a soltar la espada por el dolor. Otros dos me cogen por detrás, inmovilizándome de rodillas en el suelo.
Cuando consigo levantar la cabeza, veo cómo tres soldados más han apresado a Din, manteniéndolo en la misma posición que a mí. Solo queda Ashoka. Su lucha grácil parece una coreografía perfecta, pero le obligan a soltar su sable, apuntándole con un blaster directamente a la cabeza.
Siento evaporarse la energía de la cúpula que ha protegido a Grogu hasta el momento. Cuando poso mi mirada sobre él, abre los ojos con pereza y confusión.
—¡Corre! —le grito al pequeño.
Uno de los soldados que me sujetan por detrás me da un golpe en las costillas, que me hace gritar por el dolor.
Grogu intenta dar un salto, pero un soldado lo intercepta y lo aprieta con fuerza entre sus manos.
Me retuerzo, pero el agarre de los soldados es demasiado fuerte.
—Llévatelo —ordena uno de ellos, a mi izquierda. —Nosotros la traeremos a ella —dice, señalándome con la cabeza.
—¡No! —ruge Din. —¡Sueltalo ahora mismo, o te juro que te mataré! —le grita con voz grave.
Siento una rabia ardiendo en mi interior como nunca antes. Mi corazón late con fuerza, mis manos tiemblan de impotencia. La angustia me consume mientras veo cómo los soldados imperiales se llevan a Grogu. Mis ojos se clavan en su mirada desesperada, mientras lo alejan lejos de nosotros. Lejos de mí. Su grito de angustia resuena en mis oídos.
Cierro los ojos y me sumerjo en mi conexión con la fuerza. Siento su energía fluyendo a través de mí, alimentándome. Pero no es suficiente…
Un escalofrío recorre mi espalda. Y entonces, la oigo, siniestra y seductora.
"Vespera… ¿Por qué luchas contra mí? ¿No ves que el poder del lado oscuro puede liberarte de tus miedos y limitaciones? Abraza tu ira… Tu deseo de venganza. Se lo han llevado… Yo puedo ayudarte a recuperarlo. Deja que mi poder fluya a través de ti y véngate de aquellos que te han hecho daño…".
Grito con rabia. Grito con todas mis fuerzas. Un grito desgarrador que fragmenta mi alma.
Los soldados que me sostenían por detrás caen desplomados al suelo, al igual que todos los demás imperiales.
Corro al exterior. Corro con todas mis fuerzas, saltando sobre los cuerpos inertes de los soldados que he matado.
Pero Grogu ya no está. Se lo han llevado.
Me limpio las lágrimas que empapan mis mejillas, y veo por el rabillo del ojo a un soldado imperial agazapado en el suelo, al lado de su nave. El único superviviente.
Cuando extiendo la mano con rabia y uso la Fuerza para atraerlo hacia mí, oigo los pasos de Din y Ashoka detrás.
Sostengo al soldado en el aire, frente a mí, mientras con la otra atraigo mi sable y lo enciendo.
Con un golpe de espada, le quito el casco al soldado imperial. No tendrá más de dieciséis años.
—¿A dónde lo han llevado? —le exijo saber.
Me sorprende el tono calculado y frío de mi propia voz.
—¡Por favor, suéltame! —solloza el crio.
—No te lo volveré a repetir —le amenazo.
—¡Te juro que no lo sé! ¡Por favor, déjame ir! —me implora.
La ira que me consume, lanza corrientes de electricidad por todo mi cuerpo. Flexiono los dedos, y uso la Fuerza oscura que noto en mi interior para asfixiar al soldado.
Él se agarra el cuello con las dos manos patéticamente, intentando encontrar oxígeno.
—¡Vespera! —me grita Ashoka con voz grave. —Te está diciendo la verdad, no lo sabe.
Din permanece mortalmente callado detrás de mí.
Miro al crio a los ojos inyectados en sangre por la asfixia que le estoy provocando, y en ellos, me veo a mí misma. Envuelta en las sombras. Por un momento, mis ojos reflejan un brillo malévolo y amarillo, rodeados por un halo rojo sangre.
Flexiono más los dedos y el soldado cae inerte frente a mí, en una posición antinatural.
—Me doy la vuelta lentamente. Noto el miedo de Din y Ashoka. Me tienen miedo a mí.
—Vamos a buscar al niño —digo mirando al mandaloriano fijamente.
—¡No! —dice Ashoka con determinación, agarrándome del brazo.
Sus ojos reflejan preocupación y tristeza.
—Vespera, he visto cómo te ha tentado el lado oscuro de la Fuerza. Entiendo tu deseo de rescatar a Grogu, pero tus impulsos más oscuros se están apoderando de ti. No puedo permitir que te adentres en ese camino… Tienes que dejar ir.
De un manotazo, aparto la mano de mi mentora, y me dirijo con determinación al Razor Crest.
