CAPÍTULO 11

LA PRINCESA MANDALORIANA


VESP

Me siento asqueada y agobiada dentro de este uniforme de soldado imperial. El plan es sencillo: infiltrarnos en la refinería imperial de rhydonium, en Morok, para hallar las coordenadas de la nave donde tienen a Grogu.

Din conduce lentamente el vehículo, para no levantar sospechas en los radares imperiales, con un casco de soldado imperial en su cabeza.

Hasta ese momento, había pensado que no podría odiar tanto algo como el casco de beskar de Din, pero estaba equivocada.

Din disminuye la velocidad y aparca a un lado del camino.

—Sé que estás luchando contra algo muy poderoso y oscuro en tu interior. Te conozco lo suficiente como para saber que eres más fuerte de lo que crees. No dejes que te engañen con promesas de venganza…

—No quiero tus lecciones, mandaloriano —respondo con frialdad, sin mirarle.

—¡Esa no eras tú! —dice, frustrado. He visto lo compasiva que eres, y ahora te estás dejando llevar por la Oscuridad…

—No te atrevas a hablar de mi oscuridad, Din —le advierto. —Tú no me conoces en absoluto.

Río irónicamente.

—¿Sabes, Din? A veces, me pregunto si eres solo un cobarde encerrado en esa estúpida armadura. Te aferras a tus reglas y tradiciones, y te niegas a enfrentar tus propios miedos —escupo con rabia.

—Que tú seas una caprichosa y no entiendas la forma de vida de los demás, no significa que…

—¡Oh! Lo entiendo muy bien —le interrumpo. Veo tu fachada de valentía y honor. Pero, al final del día, solo eres un mandaloriano más, sin nada especial que ofrecer —digo fría, para hacerle daño. —Tal vez haya oscuridad dentro mí, pero al menos yo no me oculto detrás de un casco para evitar enfrentar la realidad.

—¡Y tú solo eres una egoísta, una chiquilla enfadada porque no ha conseguido que me quite el casco por ella! —dice colérico.

Sus palabras me hieren en lo más profundo de mi ser, pero me niego a mostrárselo.

—¿Egoísta? —suelto otra carcajada irónica. —Pues si tan egoísta crees que soy, me iré. Arréglatelas solo, ¡idiota!

—¡No hay lugar suficientemente lejano en esta Galaxia al que puedas irte, para librarme de este tormento! —ruge Din.

Siento cómo mi corazón se detiene por una fracción de segundo por sus palabras, pero acto seguido, el tacto frío y metálico de un bláster apuntando directamente a mi garganta a través del cristal bajado del vehículo me impide contestar..

—Salid, parejita —ordena una mujer con armadura mandaloriana azul.

—No somos soldados imperiales —dice Din, saliendo del vehículo con las manos en alto. —Yo soy mandaloriano, y ella una Jedi —dice señalándome con la barbilla.

—No soy una Jedi —aclaro. —Y, por supuesto, no somos pareja —recalco con desdén, sin mirar al mandaloriano.

La mujer mandaloriana se quita el casco con soltura, revelando su rostro ante nosotros.

Noto a Din tensarse a mi lado.

—No eres una verdadera mandaloriana —escupe.

La pelirroja suelta una carcajada divertida, mirando a Din vestido completamente con el uniforme de soldado imperial.

—Soy Bo-Katan Kryze, Princesa de Mandalore.

Me quedo sin palabras, al igual que Din.

—Alteza, creía que estabais muerta—dice el mandaloriano bajando la cabeza.

Puedo notar como va a explotarle la cabeza a Din, debatiéndose entre mostrar respeto a esta princesa que enseña el rostro, o seguir su Credo.

—¿Y puede saber qué hacen un mandaloriano y una Jedi en una guarida imperial, vestidos con uniforme de soldados? —pregunta divertida.

—Me llamo Din Djarin, y soy miembro del Clan de los Hijos de la Guardia.

Bo-Katan alza las cejas con asombro.

—Ahora entiendo lo del casco… —dice. —No te ofendas, Din Djarin, pero es un clan un poco… Sectario —dice finalmente.

Se me escapa una risa.

—¿Un poco? —me burlo. —Me llamo Vespera Malakith, y estoy encantada de conocer a una mandaloriana más abierta de mente —suelto, mirando a Din.

Din le cuenta con todo detalle nuestra historia a la Princesa Mandaloriana, que la escucha con interés.

—El Moff Gideon no está muerto —dice ella, después de quedarse un rato pensativa.

—¿Cómo? —pregunto horrorizada, conteniendo la respiración.

—Hace unos días, mató a todos mis compañeros, mientras nos dirigíamos a Mandalore… Y me arrebató el Sable Oscuro—nos cuenta apesadumbrada.

—¿El Sable Oscuro? —pregunto.

—El sable de luz negro, creado por Tarre Vizsla, el primer mandaloriano admitido en la Orden Jedi —explica ella.

—Mandalore está maldito… Es inhabitable —dice Din.

—Eso es lo que querían hacernos creer —le dice la princesa. —He estado allí, Din Djarin.

Din se queda sin saber qué responder.

—Si el Moff Gideon necesitaba a ese niño, como decís, seguramente estará en su nave. Encontrad las coordenadas de la nave, y os ayudaré a rescatar al niño, y vosotros me ayudaréis a recuperar mi sable —propone.

—Acepto —digo rápidamente.

Din se queda callado durante un largo rato. Las creencias que ha seguido desde que era niño se están desmoronando frente a él.

—Este es el Camino —dice finalmente, con voz grave.

—Este es el Camino —responde Bo-Katan, sonriente.


Mientras caminamos por los pasillos oscuros de la guarida imperial, puedo sentir la adrenalina corriendo por mis venas. El peso del uniforme imperial se hace presente en cada paso que doy.

Mis sentidos están alerta, mi respiración es controlada. Me muevo con cautela, siguiendo los pasos de Din a través de los intrincados laberintos de la base imperial. Los murmullos y los sonidos metálicos llenan el aire, como un recuerdo constante del peligro que nos rodea.

Mantengo mi mirada fija en la espalda de Din, tratando de ignorar el temblor de mis manos. Sé que la oscuridad acecha en cada esquina, pero no puedo permitir que me consuma. me repito una y otra vez que estoy aquí por Grogu.

Cuando llegamos a la sala de control, veo a varios soldados imperiales vigilando las consolas, concentrados en sus tareas.

Mierda.

Le hago una seña a Din para que me siga, a un lugar donde no puedan escucharnos.

—Din, esas consolas funcionan con desbloqueo facial —digo desesperada.

Din se queda callado, observando desde la esquina las consolas. Estábamos tan cerca de conseguirlo…

—Yo no puedo quitarme el casco, los soldados me reconocerán. Tenemos que irnos, ya buscaremos otra manera… —me lamento.

Din se da la vuelta y entra en la sala de control con determinación.

—¡Din! —le llamo en voz baja.

Veo que no se da la vuelta y decido seguirle, hasta que se para frente a una de las consolas.

Mi corazón late desenfrenadamente por la expectación ante lo que va a hacer. Siento una mezcla de emoción y anticipación, sabiendo que esto es muy significativo para él, y que solamente lo hace por el amor que siente por Grogu. No puedo apartar los ojos de él.

Con un movimiento lento y deliberado, empieza a sacarse el casco. Mi respiración se detiene.

El casco se desliza por sus manos y finalmente revela su rostro ante mí. En ese preciso momento, todo lo demás desaparece a mi alrededor: los soldados imperiales, las máquinas… Mi mente se queda en blanco y un escalofrío recorre toda mi columna vertebral, haciéndome estremecer.

Cuando consigue meter las coordenadas en nuestro dispositivo, levanta la mirada de la máquina y clava sus intensos ojos marrones en mí.

Es el hombre más guapo que he visto en toda mi vida. Sus rasgos marcados, su mirada intensa y sus labios firmes evocan una mezcla de fuerza y sensualidad que me deja sin aliento. El tiempo se ha detenido, y ahora mismo, solo existimos él y yo.

Me dedica una sonrisa triste antes de volver a colocarse el casco.

Din nota que me he quedado anclada en el sitio, y me coloca una mano en la cintura con disimulo, indicándome silenciosamente que tenemos que salir de aquí.

Empiezo a andar detrás de él, aún conteniendo la respiración, hasta que por fin salimos de la guarida.

Nos alejamos rápidamente hasta que nos montamos en el Razor Crest.

Ninguno de los dos dice ni una palabra.

—Espera —rompo el silencio cuando él despega la nave.

Desde aquí puedo vislumbrar los depósitos de rhydonium.

Extiendo mi mano, y me concentro en los depósitos. La Fuerza fluye a través de mí, alimentándome con su energía.

Sin pensarlo dos veces, libero toda esa energía acumulada. Una ráfaga atraviesa el aire y hace que los depósitos estallen en una enorme explosión. La base se sacude violentamente, temblando bajo el impacto de la destrucción.

El estruendo ensordecedor me rodea mientras el fuego y los escombros se elevan hacia el cielo. La explosión se expande, consumiendo todo a su paso. Las llamas y la destrucción devoran la base imperial, borrando todo rastro de su presencia.

El resplandor de las llamas se desvanece a medida que el Razor Crest asciende en el cielo. Din acciona los controles y la nave se aleja del planeta. Ya le ha enviado las coordenadas a Bo-Katan. El silencio se instala en la cabina, solo roto por el suave zumbido de los motores.

Me levanto, incapaz de permanecer sentada, por la adrenalina. Din se levanta también y se coloca frente a mí, suspirando profundamente.

Me quedo muy quieta cuado coloca las manos sobre el casco y se lo quita lentamente, lanzándolo a un lado. Todavía llevamos puestos los uniformes imperiales.

—¿Qué estás haciendo? —susurro, sorprendida.

Me pierdo en los ojos marrones que creí que jamás volvería a ver.

Din coloca sus manos en mi cintura y me atrae con fuerza hacia él.

—Din… —digo sin dejar de mirarle a los ojos, apenas capaz de encontrar las palabras.

Me arden las mejillas por su cercanía, y siento cómo se acelera mi corazón en mi pecho. Una corriente eléctrica recorre mi cuerpo cuando su mano ejerce un poco más de presión en mi cintura.

Din coloca sus labios sobre los míos y yo cierro los ojos, para sumergirme por completo en su calidez.

Mete la mano entre mi cabello, sujetándome la cabeza, y su beso se vuelve más exigente, haciendo que se contraiga la parte baja de mi estómago. Gimo y mi lengua se encuentra con la suya. Desliza sus manos hasta mis caderas y me aprieta más contra él, haciéndome sentir su bulto en la parte baja de mi abdomen, haciéndome notar su deseo por mí.

Levanto mis manos y las coloco sobre su pelo alborotado, sujetándole la cabeza, temerosa de que se separe de mí.

Pero Din no se aparta, sino que me saca la parte superior del uniforme, sin dejar de besarme.

Sin soltarle, bajo las manos de su cabeza y hago lo mismo con él. Deslizo suavemente mi mano por sus abdominales, y él me besa con más fuerza.

Apenas puedo resistir las sensaciones desenfrenadas que devastan mi cuerpo.

Din me levanta por detrás de las rodillas y me coloca suavemente en el suelo. Me saco rápidamente los pantalones, y él hace lo mismo antes de colocarse sobre mí, quedándonos ambos en ropa interior.

Vuelve a besarme desesperadamente mientras yo envuelvo mis piernas en su cintura, y me coloco esta vez encima de él.

Le beso el cuello, aspirando su embriagador olor, y luego bajo por su pecho, y hasta la parte inferior de su abdomen.

Le miro por última vez, antes de bajarle la ropa interior, intentando discernir algún ápice de arrepentimiento en su cara, pero la lujuria en sus ojos me invita a continuar.

Lamo su miembro de arriba a abajo, deleitándome en el momento, y él se arquea, cerrando los ojos con una expresión de puro placer.

Din me agarra de las muñecas, y vuelve a colocarse encima de mí. Ahora es él el que me besa lentamente todo el cuerpo, provocándome una placentera agonía.

Me coloca el sujetador por debajo del pecho con la boca y me lame muy despacio un pezón, provocando que arquee mi espalda inevitablemente.

Desliza una mano hacia mi sexo, y de un tirón me arranca la ropa interior.

Me sonrojo por lo mojada que estoy cuando Din empieza a masajear suavemente en círculos mi clítoris, y él sonríe, volviendo a besarme.

—No sabes cuánto te deseo —murmura en mi boca.

Levanto mis caderas hacia él, necesito sentirlo ya dentro de mí.

Din empuja suavemente su miembro a través de mí, llenándome por completo, y yo gimo de placer.

Retrocede con lentitud, y luego embiste de nuevo, hechando su peso sobre mí, aprisionándome. Acelera el ritmo y gimo de nuevo, envolviendo mis piernas en su cadera para sentirlo más dentro de mí. Me embiste con fuerza, cada vez más deprisa. Me besa bruscamente y yo le muerdo el labio inferior. Me pongo tensa a medida que va penetrándome una y otra vez, volviéndome loca. Me arqueo y clavo mis uñas en su espalda. Siento el calor corriendo por mis venas, mientras él me invade implacablemente. Gimo con fuerza. Ya no aguanto más. Siento que mi cuerpo se convulsiona y me dejo ir inevitablemente, a la vez que él emite un fuerte gemido y se vacía dentro de mí, desplomándose sobre mi pecho.

No sé cuanto tiempo pasamos así, en absoluto silencio.

Cuando conseguimos calmar nuestra respiración, un pitido nos sobresalta.

Din se levanta rápidamente y se acerca a los mandos de la nave.

Din, prepárate, empieza el plan —se oye la voz de Bo-Katan por el emisor.

Él recoge y se pone rápidamente su armadura de beskar. Sostiene el casco entre las manos, y me mira durante un momento que me parece eterno, antes de volver a colocárselo sobre la cabeza.

Me doy la vuelta y comienzo a vestirme rápidamente.

—Empezamos —dice Bo-Katan por el emisor.

La mandaloriana ha conseguido bloquear los escudos del Crucero Espacial del Moff Gideon, así que logramos colarnos con las naves dentro, sin ser detectados.

Bajamos, preparados para la batalla. Abatimos fácilmente a los soldados imperiales que están a nuestro alrededor. La destreza de Din para la lucha sigue sorprendiéndome. Con su armadura de beskar, se mueve con destreza y determinación. Sus habilidades de combate son impecables, y su presencia imponente…

Desvío los disparos con mi sable de luz blanca, sintiendo la energía recorrer mi cuerpo y guiándome en cada movimiento, hasta que no queda ninguno.

Bo-Katan corre hacia la sala de control de la nave.

Din y yo nos adentramos en el crucero imperial, alerta. La oscuridad y el silencio nos envuelven mientras avanzamos por los pasillos, tratando de encontrar la ubicación de Grogu.

Din se para frente a una sala acristalada, y se queda mirando fijamente una lanza que emite un intenso brillo.

—Es beskar puro —murmura.

Rompe los cristales con un balazo de su blaster y se cuelga la lanza tras la espalda.

—Vamos, tenemos que encontrar a Grogu —le apremio.

Damos unos pasos, pero tres soldados de asalto imperial nos cortan el camino.

Me doy la vuelta y veo a otros tres acercándose por detrás.

—Cómo odio a los putos droides —maldice Din.

Nos rodean de inmediato, lanzando rápidas ráfagas en nuestra dirección, que rebotan en mi sable y en la armadura mandaloriana de Din.

Luchamos para mantenernos a salvo, pero son demasiado fuertes.

Estoy a punto de rendirme, cuando veo cómo Din se escabulle y se dirige con determinación a una compuerta cercana, activando los controles.

La compuerta se abre de golpe, revelando el abismo del espacio exterior, que absorbe con rapidez a los soldados de asalto.

Uso la Fuerza para mantener a Din dentro de la nave, y él vuelve a activar la compuerta para cerrarla.

—Buen plan —jadeo, exhausta.

—Formamos un buen equipo —admite mientras emprende su camino.

Llegamos a la última sala conteniendo la respiración. Entramos con cautela, y veo a Grogu, indefenso y esposado, en el centro de la sala. Su mirada se posa sobre Din, y después sobre mí, y puedo ver el miedo en sus ojos. Mi corazón se acelera y una rabia ardiente se enciende dentro de mí.

—Suéltale —gruñe Din, apretando con fuerza su blaster.

Saco mi sable, pero Gideon extiende su mano hacia a mí y me suspende en el aire, contra la pared, impidiendo moverme.

Din aprovecha la distracción momentánea de Gideon y aparta a Grogu de su alcance.

Me retuerzo, intentando bajar. Uso la Fuerza contra las cuerdas invisibles que me sostienen, pero nada funciona.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras observo como el Moff Gideon ataca con el Sable oscuro a Din. Pero él es rápido, y esquiva el golpe con gracia con la lanza de beskar puro. Mis ojos los siguen rápidamente con atención.

Din se mueve con una gracia letal, empuñando la lanza con maestría. Cada golpe es preciso y poderoso. El sonido de las armas chocando envuelve la habitación.

Gideon no es rival para Din y su lanza de beskar, y acaba desarmándole, haciendo que el Sable Oscuro rebote en el suelo.

De pronto veo como la lanza de Din se le escurre entre las manos. Se agarra el cuello, como si no pudiera respirar. Gideon lo está ahogando.

Cuando Gideon suelta una carcajada, siento una Fuerza oscura a través de mí, salvaje y despiadada. Y no me resisto.

Me lanzo hacia adelante, consiguiendo bajar por fin.

Extiendo la mano hacia el Moff Gideon, hacia mi padre, y flexiono los dedos con todas mis fuerzas, dejando salir toda la rabia que siento hacia él. Me acerco poco a poco a él, que está de espaldas a mí, mientras lo asfixio con mi Fuerza.

Cuando estoy cerca de ellos, mi padre se dala vuelta, mirándome con unos escalofriantes ojos amarillos inyectados en sangre. Se está quedando sin aire, pero tiene una siniestra sonrisa en sus labios.

—Hija —jadea, sin aire.

Miro a Din, que está contemplando la escena, inmóvil. Después a Grogu, que me mira con sus ojos llenos de terror. Me tienen miedo.

Vuelvo a mirar a Gideon.

—Yo no soy tu hija —escupo con asco, antes de soltarle.