CAPÍTULO 12
EL APÓSTATA
DIN
El Moff Gideon, tirado en el suelo, toma una gran bocanada de aire.
—Lo entregaremos a la República —ordena Vespera, sin mirarme.
Le quito las esposas a Grogu rápidamente y se las coloco a Gideon.
Vespera me mira por fin. Intento buscar cualquier indicio de que haya quedado atrapada en esa espiral de ira y odio, pero veo que su expresión se suaviza y sus intensos ojos recuperan su intenso azul brillante característico.
Ella se acerca lentamente a Grogu, que aún está un poco aturdido por la situación. Sus manos delicadas acarician su rostro, transmitiéndole tranquilidad y ternura.
Es extraño ver la forma en la que esta mujer, a veces arisca y prepotente, fuerte y decidida, es capaz de comportarse así con Grogu.
Observo como le abraza y acaricia su cabeza, y cómo su mirada fría se llena de ternura al mirarlo.
Me acerco, sin poder evitarlo, a esta criatura extraordinaria que me tiene completamente fascinado.
Coloco mi mano sobre la parte baja de su espalda, y me invaden los recuerdos de la nave de esta tarde. ¿He estado alguna vez tan excitado? He estado con otras mujeres antes, pero… Estar con Vespera no se puede comparar con ninguna sensación que haya podido experimentar antes.
—Vamos a buscar a Bo-Katan —me ordena, sacándome de mis pensamientos.
Cuando llegamos a la sala de control, Bo-Katan está sentada tranquilamente en una silla, rodeada de cadáveres de soldados imperiales.
—Te has quedado a gusto —dice Vesp, soltando a Grogu sobre una de las sillas.
Empujo al Moff Gideon frente a Bo-Katan. Ella se levanta y lo mira con desdén desde arriba.
—¿No lo habéis matado? —pregunta, aburrida.
—Lo llevaremos ante la República, y responderá por sus crímenes —le digo.
La Princesa Mandaloriana no puede reprimir una sonrisa.
Los pitidos descontrolados a nuestro alrededor hacen que corramos a ver las cámaras de vigilancia.
—¡Mierda! —maldigo. —Los soldados de asalto han abierto un agujero y han entrado en la nave.
Miro a Grogu con preocupación. Está exhausto, mirando a la pantalla con temor.
—¡Cerrad las puertas! —grita Bo-Katan.
Vesp corre a los mandos y acciona los botones de cierre de emergencia.
Vuelvo a mirar la cámara. Los soldados de asalto ya han llegado al otro lado de la puerta. Nos quedamos inmóviles.
—Parece que esto no va a salir tan mal para mí —sonríe el Moff Gideon, cuando empiezan a aporrear la puerta.
Estamos acorralados. Intento buscar mentalmente una solución a esta situación desesperada, pero no se me ocurre nada.
Nos quedamos inmóviles, atrapados, sin saber qué movimiento realizar a continuación. El silencio sepulcral solo es interrumpido por los atronadores golpes de los droides soldado en la puerta.
Una luz en la cámara hace que miremos hacia ella. Una figura encapuchada con un sable láser verde aparece en escena. Abro los ojos con asombro al ver al misterioso guerrero.
Su presencia irradia una confianza serena y poderosa. Con cada movimiento elegante de su sable láser, derrota a los enemigos con destreza y precisión. Su muestra del dominio de la Fuerza es un espectáculo emocionante.
Miro a Véspera, que observa la escena con la boca abierta. Grogu extiende su pequeña mano hacia la cámara. Hacia el Jedi.
Mis pensamientos se aceleran mientras veo al encapuchado abriéndose camino hacia nosotros, derribando al último soldado de asalto.
—Abrid la puerta —dice Vespera, aún conmocionada.
Nadie se mueve.
—¡Abrid la puerta! —grita de nuevo, lo que me hace reaccionar y accionar los botones.
La tensión en la sala de control alcanza su punto máximo cuando la puerta se abre lentamente, revelando al misterioso encapuchado.
Con un gesto lento, pero decidido, se quita la capucha, revelándonos su rostro.
—Soy Luke Skywalker —anuncia con serenidad.
Miro de reojo a Vesp, y veo su cara de admiración y respeto por este desconocido. Y siento, inevitablemente, una punzada de celos, porque ella jamás me ha mirado así a mí.
—He sentido la Fuerza de Grogu —dice posando su mirada sobre el niño.
Grogu le observa con interés, con los ojos muy abiertos.
—Te ofrezco mi guía y mi entrenamiento, Grogu —prosigue Luke.
Luego, posa lentamente su mirada sobre Vesp.
—Vespera Malakith, he oído hablar mucho de ti. También puedo sentir la gran Fuerza que posees, y, si estás dispuesta, estaría encantado de ofrecerte también mi entrenamiento, y enseñarte el camino de los Jedi.
Vespera se queda mortalmente callada durante un momento.
—Yo no soy una Jedi… —articula al fin, con un hilo de voz. —Aún así, ya tuve una Maestra, aunque ella no fuera realmente una Jedi, la expulsaron de la Orden cuando…
—Conozco muy bien a Ashoka Tano —la interrumpe Skywalker. —La Orden de los Jedi fue destruida, quedamos muy pocos. Voy a formar un nuevo Consejo, junto a Ashoka, y espero que algún día tú también puedas formar parte de él.
Se me contrae el estómago al ver el brillo en los ojos de Vesp. ¿Piensa irse con este tío, sin más?
Vespera mira a Grogu, y luego a mí. Siento cómo me suplica con la mirada que le pida que no se vaya, pero cuando no digo nada, baja sus ojos al suelo con decepción.
No puedo pedirle que se quede. Ella no entiende mi forma de vida. El Credo mandaloriano ha sido mi guía desde que era niño. Ha dado forma a mi identidad me ha brindado propósito y me ha convertido en el guerrero que soy. Ha sido mi protección, una armadura que oculta mi rostro y me conecta con mis ancestros y tradiciones. No puedo abandonarlo, y por lo tanto, no puedo darle lo que ella necesita.
—¡No! ¡No lo permitiré! —ruge el Moff Gideon.
Bo-Katan le da una patada en la cabeza, dejándolo inconsciente en el suelo.
—¿Qué dices, Grogu? —le pregunta Vespera al niño, con ternura.
Grogu baja con cuidado de la silla, y se coloca entre el Jedi y yo.
—Te está pidiendo permiso —me dice Luke.
Me acerco al pequeño y lo cojo en brazos.
—Tienes mi permiso, pequeño. Este hombre te enseñará y te ayudará. Si es lo que deseas, puedes irte con él —le digo, contra mis más profundos deseos.
Grogu baja las orejas y acerca su pequeña mano a mi casco. Recuerdo que él nunca ha visto mi cara.
Coloco una mano con decisión por debajo del casco y me lo quito de un tirón.
Él estudia mis facciones, atentamente, y coloca su mano sobre mi mejilla.
Aprieto con fuerza la mandíbula, intentando contener las lágrimas.
—Nos volveremos a ver —le prometo, antes de abrazarlo por última vez. —Ve con él.
Coloco al niño en el suelo, y él se dirige a los brazos del Jedi.
Vespera pasa a mi lado, sin mirarme. Inhalo su embriagador olor con fuerza, para dejarlo marcado en mi memoria.
Luke Skywalker levanta a Grogu y lo coge en brazos.
—Que la Fuerza os acompañe —dice, antes de darse la vuelta y emprender su camino, seguido de Vesp.
—¡Vesp! —grito, sin poder evitarlo.
Ella se detiene de inmediato y me mira. Da un paso indeciso hacia mí, pero de pronto, vuelve a adoptar su semblante frío y distante.
—Adiós, mandaloriano —dice, antes de alejarse por el pasillo, dejándome allí, con más frío del que he sentido en toda mi vida.
El cosquilleo de sus suaves yemas en mi espalda me hacen desperezarme del profundo sueño.
Miro a Vesp, enrollada entre las sábanas de mi cama. Es irónico que sienta paz observando a la mujer que ha puesto mi vida patas arriba.
A su lado, en el suelo, está mi casco. Lo miro con remordimiento.
—Buenos días —ronronea.
Miro a sus ojos desafiantes, perdiéndome en ellos y olvidando todo lo demás. En este momento, solo existimos ella y yo.
Me acerco lentamente y poso mi mano sobre su nuca, acercándola a mi boca. La beso con fuerza, intentando transmitirle mi deseo por ella, que me consume poco a poco.
Vespera acaricia mi miembro por encima de las sábanas, provocándome una erección instantánea. Sonríe en mi boca, sin dejar de besarme.
De pronto, se desliza hacia abajo, colocándose entre mis piernas, y vuelve a posar su mirada felina sobre mí, mientras desliza su lengua de arriba a abajo por mi polla.
Cierro los ojos y suelto un jadeo por el placer que me provoca.
Abre la boca, provocándome un escalofrío con su cálido aliento, y se la mete lentamente dentro, cerrando los labios, envolviéndome.
—Joder —jadeo.
Vesp empieza a succionar de una forma exquisitamente lenta, y tengo que aferrarme a las sabanas con fuerza para no correrme de inmediato.
Estoy atrapado entre el cielo y el infierno. Vespera acelera, y yo coloco mis manos entre su pelo. El suave roce de su lengua está volviéndome completamente loco.
Levanto mis caderas, a punto de estallar, metiéndosela más en la boca. Vesp da un último chupetón profundo, y gimo intensamente, clavándole las uñas en su cabello, liberándome, por fin.
La miro lamerse los labios, lo que me provoca una sacudida en la parte baja de mi estómago.
Beep, beep beep.
Beep, beep, beep.
Abro los ojos, y tardo un buen rato en darme cuenta de que no era real.
Doy un golpe al despertador, y vuelvo a tumbarme en la cama, frustrado.
Dos meses y diecisiete días.
Hace dos meses y diecisiete días que no sé nada de Grogu. Ni de Vesp…
Dos meses y dieciséis noches soñando con ella, en todas las posiciones posibles.
Me levanto de la cama del destartalado motel de Tatooine.
Suspiro pesadamente. Por mucho que intente negármelo a mí mismo, la hecho de menos. Se ha vuelto alguien a quien necesito en mi vida mucho más de lo que puedo admitir. Me obligo a mí mismo a quedarme quieto, a luchar contra mis más profundos deseos de ir a buscar a Vespera y a Grogu, obligándoles si fuera necesario. Pero no puedo hacerlo.
Miro mi casco, en el suelo. Todavía no le he contado a la Armera, a mi Clan, que he mostrado el rostro a alguien. Tres veces, para ser exactos.
Me levanto con decisión de la cama, y recojo todas mis cosas. Me coloco mi armadura y mi casco de beskar.
Bo-Katan me espera en la taberna, para tomar el desayuno.
—Tienes mala cara —comenta, sin despegar la mirada del desayuno.
—No duermo bien —refunfuño.
—Din, quiero que te unas a mí. Voy a reunir a todos los mandalorianos que están esparcidos por la Galaxia y llevarlos a Mandalore para reconstruirlo.
—Mi Clan no va a aceptar a una Reina que lleva la cara descubierta —le recuerdo por enésima vez.
—Les convenceré —asegura, encogiéndose de hombros.
—Hoy iré a ver a la Armera —digo, tomando la decisión en ese mismo instante.
—Bien, iré contigo —dice, metiéndose el último bocado de su plato en la boca. —Tengo ganas de conocerla.
—Entonces, ponte el casco —le aconsejo.
Aterrizo con mi nueva nave, un caza estelar N-1, frente a las cuevas donde se refugian los mandalorianos, mis hermanos. Hecho de menos el Razor Crest, pero los putos droides imperiales lo habían destrozado. "Esta nave es demasiado pequeña…" me lamento. Por lo menos Peli, la mecánica, había instalado una pequeña cúpula de cristal para que Grogu pudiera viajar conmigo. Si es que alguna vez volvía a viajar conmigo… Pero, sin duda, lo peor de todo era que la nave se controlaba a través de un droide R5.
Bo-Katan aterriza junto a mi nave, y nos dirigimos a la boca de la cueva. Me ha hecho caso, y lleva su característico casco de búho nocturno sobre la cabeza.
—Din Djarin —saluda la Armera. —Veo que has completado tu misión de entregar al niño.
—Sí, Armera —respondo con respeto.
La líder posa su mirada sobre Bo-Katan.
—Una Búho Nocturno —comenta.
—Soy Bo-Katan Kryze —se presenta la princesa.
—¿La princesa? —pregunta la Armera con curiosidad.
Se oye un sonoro susurro a nuestro alrededor. Los mandalorianos nos rodean, escuchando la conversación con interés.
—Hablemos a solas —ordena la armera, dirigiéndose al interior de la cueva.
La seguimos hasta la gran Fragua, y ella, como de costumbre, se pone a fundir beskar.
—¿Eso es una lanza de beskar puro? —me pregunta, agarrando la lanza que llevo colgando en la espalda.
—Así es —respondo.
—¿De dónde lo has sacado? —inquiere curiosa.
—De la nave del Moff Gideon —contesto.
—Esta lanza podría atravesar una armadura de béskar —dice, haciéndola girar entre sus manos. —Con el beskar no se forjan armas, se forjan armaduras —dice seria.
—Entonces, fúndela —digo. —Forja algo para los huérfanos —le pido.
—Este es el Camino —recita ella, colocando la lanza en la Fragua.
—Para un huérfano en concreto —termino.
La Armera levanta la cabeza lentamente y me mira.
—El joven Grogu ya no es un huérfano mandaloriano. Ahora es un Padawan.
Suspiro pesadamente.
—En cualquier caso, le servirá para defenderse —argumento.
—Está bien —dice mientras se pone a trabajar de nuevo.
Los golpes rítmicos de la fragua traen imágenes rápidas a mi cabeza. Los ojos de Vespera. Los labios de Vespera. Vespera. El cuerpo desnudo de Vespera sobre mí…
—También quiero que forjes otra cosa… —pido.
Cuando anochece, nos reunimos todos en asamblea. Bo-Katan les enseña el Sable Oscuro. Según el credo, poseer ese sable otorga el derecho de gobernar Mandalore. Les cuenta que ha estado en Mandalore y que no está maldito.
—Los mandalorianos debemos estar unidos, a pesar de nuestras diferentes creencias y formas de vida —dice, quitándose el caso.
La tensión en el ambiente puede cortarse con un cuchillo cuando les muestra despreocupadamente el rostro a mis hermanos.
—Nos derrotaron porque no unimos nuestras fuerzas. Eso es lo que ellos quieren: separarnos —continúa Bo-Katan. —Os pido que vengáis a Mandalore conmigo. Que busquemos a los demás mandalorianos que quedan. Que reconstruyamos nuestro hogar —recita con seguridad.
—Debes darnos tiempo para procesar esta información, Bo-Katan Kryze —dice la armera, rompiendo el silencio. Hasta que deliberemos, puedes quedarte aquí, con nosotros. Este es el Camino.
—Este es el Camino —recitan al unísono los demás mandalorianos, antes de disolverse y meterse en sus cuevas.
La Armera se acerca poco a poco a nosotros.
—Din Djarin… ¿Has mostrado tu rostro alguna vez? —pregunta seria.
—Sí… —admito, con pesar.
—Entonces, ya no eres un mandaloriano —sentencia la Armera.
—¿Cómo? —interrumpe Bo-Katan,
—¿Qué puedo hacer para redimirme? —pregunto serio, aceptando las palabras de la Armera.
—Según el Credo, la redención solo puede alcanzarse en las aguas vivas bajo las minas de Mandalore.
—Pero las minas fueron destruidas —dice Bo-Katan.
—Este es el Camino —finaliza la armera, antes de darse la vuelta y meterse en la cueva.
—¿Qué vas a hacer? —pregunta la princesa, preocupada.
—Buscaré las aguas vivas de Mandalore —digo encogiéndome de hombros.
—¿Y qué pasa si están destruidas? —pregunta con preocupación.
—Entonces, seré un apóstata… —digo con voz grave.
—Iré contigo —me ofrece la princesa.
—No —niego. —Debes quedarte aquí. Debes convencerlos de unirse con los demás mandalorianos. Juntos somos más fuertes.
—Este es el camino —dice Bo-Katan, apesadumbrada.
