CAPÍTULO 15
LA PROFECÍA
VESP
Me despierto por el dolor de las esposas colgadas del techo en mis muñecas. Siento un dolor insoportable en los brazos, por haber estado demasiado rato en esta posición.
Me obligo a abrir los ojos y lo veo. A mi padre. Miro a mi alrededor, examinando el entorno. Una fila de tres terroríficos Guardias Pretorianos con su característica armadura roja protegen a su líder, que está sonriendo frente a mí con un semblante siniestro y unos aterradores y malignos ojos amarillos. El sable láser rojo sangre cuelga de su mano.
—Por fin te has despertado —me dice con un tono meloso que desentona completamente con su aspecto. —Eres la viva imagen de tu madre… —aprecia.
Puedo ver un destello de dolor cruzando su rostro al mencionar a mi madre.
Intento encontrar un resquicio de Fuerza en mi interior, lo suficiente para soltarme y poder huir. Pero las esposas en mis muñecas anulan todo mi poder.
—Lumina Malakith… —susurra el nombre de la mujer que me dio la vida.
—No te atrevas a nombrar su nombre —le amenazo, asqueada.
Él suelta una carcajada que retumba en las paredes de la vacía sala.
—Siempre he poseído la Fuerza, ¿sabes? —me pregunta, sin esperar respuesta por mi parte. —Pero nunca estuve de acuerdo con las estúpidas normas de los Jedi… Con los Sacramentos de pobreza, castidad… Cuando conocí a Lumina me sentí más vivo que nunca, quería sentir, quería amar…
Me muerdo la lengua al escuchar su relato. Al descubrir que, una pequeña parte de mí, se parece a él.
—Ella me amaba, también —prosigue su historia. —Pero no coincidíamos en nuestras… Ideas. Yo quería vivir en un mundo en el que reinaran la pasión y la fuerza, mientras ella buscaba la armonía y la paz… Estaba embarazada de ti cuando el Lord Vader me reclutó. Y entonces, huyó…
—No me interesa tu versión retorcida de los hechos —escupo las palabras, alzando la barbilla.
Él vuelve a soltar una carcajada.
—Tienes la apariencia de tu madre, pero en el fondo, en lo más profundo de tu ser, sabes que eres igual que yo —dice, asqueándome con sus palabras.
—Nunca seré como tú —le espeto con dureza.
Gideon se acerca a mí, lentamente, con sus espeluznantes ojos amarillos fijos en los míos.
Tu destino está trazado en las estrellas. La hija de una Jedi y un Sith, que abrazará el lado oscuro, y se alzará como una Reina despiadada, sembrando terror y caos en cada rincón de la Galaxia. Tu dominio sobre la Fuerza será insuperable, y tu sed de poder no tendrá límites —me susurra con voz siniestra, pronunciado esas palabras proféticas.
Trago saliva, conteniendo la respiración.
Un pitido en el localizador de Gideon hace que se separe de mí.
—¿Qué? —pregunta, irritado por la interrupción.
—Moff Gideon… Hay un mensaje para usted — dice una voz aterrada, a través del localizador.
El Moff Gideon chasquea la lengua.
—Pónmelo —dice con hastío, a través del localizador.
—Señor, quizá sería mejor que lo viera a… —empieza temblorosa, la voz.
—¡Pónmelo! —grita fuera de sí, haciéndome dar un brinco.
Noto cómo, a mis espaldas, empieza a parpadear la característica luz azul de un holograma. No necesito darme la vuelta para verlo, porque habría reconocido esa voz en cualquier lugar. La voz por la que habría caminado descalza sobre las brasas de un volcán, o sobre el hielo.
Veo tensarse la mandíbula de Gideon al reconocer al emisor del holograma.
—Moff Gideon, usted tiene algo que yo quiero. Es posible que crea que sabe lo que tiene en su poder, pero no. Pronto estará de nuevo conmigo. Para mí, significa más de lo que pueda imaginar —dice Din, con voz rasgada y grave, a través del holograma.
Escucho cómo resuenan los dientes de mi padre por la rabia, cuando el holograma ha desaparecido.
No puedo reprimir una sonrisa tras escuchar la voz de Din resonando a través del holograma, envolviéndome en una corriente eléctrica que recorre todas las fibras de mi cuerpo. Siento cómo se me eriza la piel, y una cálida calma se instaura en lo más profundo de mi ser. Su voz ha sido como un ancla, que ha disipado la bruma de oscuridad que estaba cerniéndose poco a poco sobre mi mente.
—Lo mataré —dice, al ver mi expresión. —Mataré a ese mandaloriano, y a ese pequeño engendro verde delante de ti. Y cuando ya no te quede nada, abrazarás la oscuridad a la que estás destinada —me promete.
