Los personajes de Mai Hime pertenecen a Sunrise.
La historia es mía.
Nota: Esta historia es un omegaverse y contiene futa
Ojalá disfruten la lectura.
ORGAVERSE
"En pleno siglo XXI, en un mundo de metamorfos caninos y felinos, la sociedad ya no era tan mierda con la diferencia entre especies y castas, pero… El dinero en sus billeteras seguía siendo de muchísima relevancia, podrían ser pura raza o poseer características excepcionales, pero si también eran pobres, solo se veía la pobreza. O al menos así era para las familias más acaudaladas, aquello era un tremendo dolor de cabeza para las nuevas generaciones."
La puerta del penthouse de la familia Fujino se abrió, su heredera había pegado la oreja a la puerta antes de abrirla, para después proceder a entrar como habría hecho cualquier otro día.
—Shizuru —llamó su madre, sentada en el sillón más grande de la sala principal—, ¿Por qué… —Bajó su libro, alzó una ceja y arrugó la nariz—. ¿Por qué hueles así?
—Así, ¿cómo? —respondió con una sonrisa fingida. Estaba dándolo todo de sí misma para que el pelaje de sus orejas y cola no la traicionará.
—Diferente… —Arrugó todavía más la nariz, frunció los labios—. Como…
Shizuru se imaginaba que su madre soltaría uno de sus comentarios más clasistas, y, no quería que se le saliera el cobre tan rápido.
Pero si su madre sacaba sus garras, no le quedaba de otra que hacer lo mismo.
—Ara, al demonio. —Cambió a una expresión y pose cínica—. Marqué a alguien.
—¿¡Qué tú, qué!? —Su padre se asomó por la puerta de su estudio, con sus orejas erizadas por esas palabras.
Shizuru maldijo, pensó que él no estaba en casa.
—Que marqué a alguien —repitió fuerte y claro.
Pero pensándolo bien, así daba la noticia en un solo golpe.
—¿¡Pero cómo!? —Su madre casi le aventó el libro a la cara.
Shizuru abrió su boca, señaló a sus colmillos y cerró la boca con fuerza. —Así—. Se encogió de hombros. —Igual que como papá te marcó a ti.
—¡Shizuru!
—Ara, tú preguntaste. —Le costó horrores disimular su sonrisa.
Su padre se acercó a la sala, iba masajeándose las sienes, porque hasta él sabía que no podía haber dos padres histéricos al mismo tiempo si querían controlar la situación… Si era que podía controlarse.
—A ver hija… ¿Llegas así, de la nada, a decirnos que marcaste a alguien? —habló más sereno que su esposa.
—En realidad. —Con su mano izquierda señaló a la puerta—. Llegué con la persona en cuestión.
—¡SHIZURU! —Su madre arañó el sofá—. ¡Podrías haber avisado! —reprochó.
—Acabo de hacerlo… —Las ganas de sonreír le ganaron, carraspeó—. Sí bueno… Ustedes se la pasan diciendo que debo responsabilizarme de mis actos. —Giró hacia la puerta—. Entra —dijo un poquito más alto.
Los señores Fujino sintieron como si su hija acabase de concederle permiso para entrar a un demonio.
La puerta se abrió.
Una chica, apenas un año menor que Shizuru, ingresó al penthouse.
Su largo cabello cobalto resaltaba sus ojos esmeralda. Su expresión de hastío y su mirada arisca dejaban en evidencia que, había escuchado todo el escándalo, y, que ella tampoco quería estar ahí.
Su semblante, su actitud y apariencia en general, no parecían combinar con su aroma a omega.
—¡PERO SHIZURU! —gritó su madre, ya con la cola erizada del susto.
La omega vestía unos jeans desgastados, una playera con manchas de aceite para motor, y, una chaqueta que había visto mejores tiempos, con los puños también manchados de esa cosa negra. Sus tenis, en parte remachados con cinta adhesiva, le sacaron una mueca de horror a la señora Fujino.
—Natsuki —dijo a secas, con el ceño fruncido—, la… —tensó la mandíbula.
—Mi omega —completó Shizuru.
—Pero Shizuru… —Su padre miraba a Natsuki de arriba a abajo—. No puede ser que marcaras a… a…
—¡A esa cosa! —Se quejó su madre.
—¿Es en serio? —Shizuru dio un pasó adelante, había sacado las garras sin darse cuenta.
—Esperen, esperen. —Su padre se atravesó en medio de su familia para evitar un conflicto mayor—. No nos exaltemos con este… suceso…
—A ver señores, lástima que no les agrade la idea —dijo Natsuki con desinterés—, pero… —Movió el cuello de su chaqueta—. Su hija me marcó. —En el lado derecho de su cuello podía apreciarse perfectamente una mordida, con todo y sangre seca—. Y desmarcada no hay.
La señora Fujino se llevó una mano al pecho, como si fuese a darle un infarto pero Shizuru sabía que su madre simplemente era una dramática, por eso prefirió centrarse en su padre.
—Hija… —Él intentaba no alterarse tanto—. ¿De dónde has sacado a esta chica?
—Vamos a la misma universidad.
De reojo veía como su madre y Natsuki parecían competir por quién repudiaba más a la otra.
—¿Entonces son amigas de la facultad? —dijo no muy convencido.
—No nos conocemos —contestaron al mismo tiempo, con la mayor franqueza y cinismo posible.
—¡Marcando a una desconocida! —Apuntó a Natsuki—. ¡Y tú dejándote marcar por una desconocida! ¿¡Qué les pasa!?
—La conocía de vista —agregó Shizuru.
Natsuki solo asintió con la cabeza, dando a entender que era mutuo, y es que bueno, era imposible no reconocer al rostro de la facultad de Ciencias de la Comunicación.
—Ay no, recogió a un perro callejero —A la señora casi se le iba el aire—. Shizuru, esto es llevar la caridad demasiado lejos…
Natsuki gruñó, muy fuerte, demasiado tomando en cuenta que no había cambiado de forma.
Eso calló a la señora Fujino.
—¿De verdad es momento de ponernos clasistas? —Shizuru se peinó el cabello e intentó mantenerse serena—. Es de raza pura, ¿ok? —A ella lo de las razas la tenía sin cuidado—. Husky.
Sus padres entrecerraron los ojos.
Suspiró.
—Ara… Natsuki, ¿podrías, por favor?
Natsuki quería hacer lo que sea que les sacará de ahí en cuanto antes. Apareció sus orejas y su cola, junto con unas garras que eran más pequeñas que las de los metamorfos felinos, los demás cambios eran internos. Pudo oler el desagrado de los mayores para con ella, gruñó.
—Maldición sí es un husky… —Se le salió a él.
—Y si es un husky… ¿Por qué es pobre? —A la señora no se le salió, fue con toda la intención.
—Porque mis padres son una mierda —contestó seca, con otro gruñido atascado en la garganta—, pero no hablaré de mi familia disfuncional con otra familia todavía más disfuncional.
—Tú, pequeña mocosa… —gruñó.
—Acércate viejo, acércate. —Natsuki mostró sus caninos.
Fue el turno de Shizuru de atravesarse.
—Papá, cálmate.
Natsuki volvió a su forma humana y cubrió su marca. —Hagan lo que les venga en gana, estamos en el mismo barco ahora—. Crujió sus nudillos. —Pero si piensa pelear conmigo, alfa o no, yo tengo más barrio, viejo.
—¡Este barco se está hundiendo! —Su madre apuntó a Natsuki—. Abusaste de mi hija…
Ambas chicas se miraron entre ellas con muecas de confusión.
—Está loca —soltó Natsuki.
—¿Cómo se supone que una omega abuse de una alfa? —recriminó Shizuru—, cielos, mamá, estás desesperada.
—¡Querido! —buscó apoyo en su esposo.
—Sí suena irrazonable… —Miró a fondo a Natsuki, entre más la veía, más signos de pobreza encontraba, pero también rasgos que lo confundían—. No pareces una omega.
—Si bueno, eso pasa cuando viejos arcaicos te crían para ser alfa y no les sale la jugada.
—Como dijo Natsuki, ya está marcada y desmarcada no hay.
UNA DESHEREDADA DESPUÉS
—Repíteme eso. —Shizuru cargaba una mochila, Natsuki la ayudaba con otra.
—Que sobrevivo con una beca, dos trabajos y tres roomies. —Frunció el ceño—. Dos y medio si consideramos que una es medio estúpida.
La castaña rio, esa franqueza era refrescante.
—¿Cómo se puede ser "medio" estúpida?
—Lo sabrás cuando la conozcas —dijo entre dientes—, pero no te preocupes, su estupidez no es contagiosa.
—Ara… ¿Segura de que no habrá problemas por quedarme ahí?
—Nah, no hay alfas, no habrá problemas.
—Ara, ara, no lo digo por eso, digo, soy una desconocida.
—No te preocupes por eso. —Hizo una mueca—. Ellas y yo éramos desconocidas pero la pobreza nos hizo roomies. —Suspiró—. Comprenderán nuestra situación.
Shizuru pensó en que acababa de poner la vida de esa chica de cabeza, sintió una pizca de arrepentimiento.
—Una vez más, Natsuki, lo siento por marcarte.
—Que no te disculpes por eso. —Le restó importancia—. Vamos que, también es mi culpa, ni siquiera intenté evitarlo. Estábamos pensando con las hormonas.
Natsuki estaba en los baños de la universidad, recargada en los lavabos. Respiraba con dificultad y tenía la cara un tanto enrojecida. Abrió la llave del agua fría, se mojó el rostro.
Miró su reflejo, enojada consigo misma. Había sido una idiota por olvidar sus supresores.
Escuchó la puerta del baño, miró de reojo que entró una chica castaña, maldijo, lo supo de inmediato, era una alfa.
—¡No! —Se tapó la nariz con la mano—. ¡Sal de aquí! —Se apegó a los lavabos.
—¿Estás bi… —Ese característico olor de los omega en celo la golpeó con descaro—. Ara. —Pero era una enorme sorpresa, no la había asqueado, como las demás feromonas.
—No te acerques… —Natsuki sintió más calor—. Ahhh no, no, no. —Sintió un cosquilleó al oler la excitación de la alfa.
El baño se llenó con el aroma de las dos.
—Creo… creo que saldré… —La castaña dio un paso atrás. Ella solo había entrado al baño porque afuera vio a tres chicos en el piso.
—No abras esa puerta —masculló Natsuki, viéndola con molestia—. No quiero… Más de esos idiotas.
—¿Fuiste tú? —Le estaba comenzado a ser difícil concentrarse. Tuvo que acomodar su mochila enfrente de ella.
—Los estúpidos no entendían un no. —Levantó su puño—. ¿Quieres seguir tú? —Alfa o lo que sea, la chica frente a ella no lucía como alguien que se metiera en problemas, pensó que con unas cuantas amenazas verbales bastaría.
—Oye, cálmate. —A la castaña tampoco le agradaba que alguien con finta de delincuente juvenil la amenazara—. Me llamo Shizuru.
—¿¡Cómo mierda voy a calmarme si estoy en celo!? —dijo más enojada y enrojecida.
—Ara, ¿y yo qué culpa tengo? —Colocó una mano en su cintura—. No fui yo quién te calentó, en primer lugar.
—Yo… Es verdad —dijo de mala gana—, lo siento.
Shizuru sentía que tenía que salir de ahí ya, necesitaba serenar su cabeza, apagar sus hormonas. Maldijo por dentro, no era una adolescente para encenderse así de fácil. Dio otro paso atrás. Tocó la perilla de la puerta.
—No abras esa puerta —dijo amenazante.
—Escucha, tú…
—Natsuki.
—Escúchame, Natsuki. Tú no quieres atraer alfas pero ya tienes una aquí, y no soy de piedra maldición, así que necesitamos abrir esa puerta —también sonó amenazante.
—Tú…
—Al menos que quieras mi ayuda —dijo sarcástica.
—Hazlo.
—Ara, ¿qué? —Creyó escuchar mal, muy mal.
Natsuki sentía la sangre hasta en las orejas. Esa tal Shizuru, en su situación, era la mejor opción. Durante esa última hora se había topado con otros alfas, por demás idiotas, que intentaron pasarse de listos, pero la castaña estaba intentando no pasar la raya.
—Agh… que tú… —Intentó controlar su sonrojo—. Me ayudes con mi celo —dijo entre dientes.
—No tengo protección. —Quiso limpiarse las manos.
—No importa, mételo así. —El olor de Shizuru ya estaba bien calado en su nariz, le medio nublaba la cabeza—. Solo ayúdame y ya, joder. —Más que una maldición, lo último sonó como una súplica.
No tuvieron que decírselo más veces. Hacía un tiempo que Shizuru no lo hacía, porque no sentía atracción por sus pretendientes, sin embargo, en ese momento sí que quería. El aroma de Natsuki, por alguna razón le recordaba al invierno, y más extraño todavía, pese a que tenía un fuerte olor a aceite, no le desagradaba, al contrario, le atraía.
Le puso cerrojo a la puerta.
Sentía su cuerpo más y más caliente.
—¿Algo que no te guste? —Se acercó a Natsuki.
—Los hombres. —Medio sonrió.
—Ya somos dos —rio.
Shizuru dejó caer su mochila, la mirada de Natsuki recayó en la entrepierna de la castaña, jadeó por como se levantaba su pantalón, pero jadeó más fuerte cuando su mirada subió a el escote que había estado evitando en un vago intento por no calentarse más.
—Ara, mis ojos están acá. —Sonrió, ahora sí con una confianza arrolladora. Con una mano cogió de la cintura a Natsuki, con la otra le tomó del mentón, le acarició los labios con su pulgar—. Mírame, Natsuki.
Algo en la voz de la castaña hizo que se mojara más, sintió húmeda su ropa interior.
Shizuru la besó, sonrió en medio del beso, a pesar de su apariencia ruda, los labios de Natsuki eran muy suaves. La mano que tenía en su cintura buscó el borde de su playera para colarse en su espalda, la sintió estremecerse.
Natsuki se apegó a ella, quiso restregar sus entrepiernas, gimió por lo bajo, se las arregló para desabotonar su blusa, le gustó la lencería que llevaba la castaña pero era mucho mejor lo que había bajo la ropa.
—No es… justo —jadeó Shizuru. Puso un poco de distancia solo para ser capaz de quitarle la chaqueta y la playera—. Mucho mejor. —Con una mano desabrochó su brasier.
Shizuru se dio a la tarea de besarle el cuello, bajando rápido hasta sus pechos, antes de hacer algo más, sintió como le bajaban la bragueta del pantalón, rio. Besó su pecho derecho, tocó su pezón con la punta de su lengua, le gustó mucho el gemido que vino con eso.
Le bajó el pantalón a Natsuki.
—Buen gusto —le susurró al oído tras ver sus bragas.
Deslizó dos dedos por sobre la tela, no estaba segura de si el calor que sentía era suyo o de ella. Hizo sus bragas a un lado. Palpó su entrada, con un simple tacto sintió sus dedos empapados.
Natsuki le besó el cuello, la mejilla, los labios. —Apúrate, por favor—. Gimió.
Recargó a Natsuki contra los lavabos. Fue ella quién con su mano guió su miembro. Gimió con ese roce de la punta en su entrada, se restregó un par de veces contra ella, se empapó y sonrió.
Lo metió hasta la mitad.
Natsuki gimió mandando al demonio que estaban en la universidad, y, cuando Shizuru se la metió toda, le importó una mierda si alguien las escuchaba, mientras no las interrumpieran.
Shizuru la sostuvo por los muslos, Natsuki se abrazó a su cuello. Con lo mojada que estaba, podía moverse dentro de ella con total libertad, pero, esperó que el movimiento de la cadera de Natsuki le marcara el ritmo.
Ambas gimieron.
El rocé entre sus senos era un deleite, Natsuki no pudo más, comenzó a lamer los pezones de la otra. Shizuru contuvo un suspiro, hacía tanto que unas caricias no le gustaban, movió su cadera a un ritmo un poco más fuerte.
Natsuki jadeó al sentir como algo en su interior crecía.
—Y tan… tranquila que… te veías… —dijo Natsuki en burla.
Shizuru le abrazó por la cintura, le levantó un poco la pierna izquierda, sonrió ampliamente.
—Ara. —Había tocado lo que buscaba—. Y tú te ves tan ruda, chica mala. —Lo medió sacó, esperó unos segundos, volvió a entrar, embistió con ciertas pausas—. Pero mira como gimes.
Natsuki se aferró a sus hombros, sus uñas se encajaron ahí para aferrarse, su piel ardía.
—Natsuki, yo…
—Adentro… no habrá… problema…
Más motivada que antes, Shizuru cargó a Natsuki, la omega no vio venir esa fuerza pero, encantada le abrazó la cintura con sus piernas, la quería más cerca, más dentro.
Shizuru la besó, metió su lengua, necesitaba sentirle.
Natsuki se corrió primero, el cómo se contrajo, sus palpitaciones, hicieron que Shizuru se viniera dentro de ella.
Las dos gimieron.
Las dos seguían sintiendo sus cuerpos calientes.
La castaña bajó a la otra, entre jadeos le dio la vuelta e instó a que se apoyara en los lavabos. Estaba segura de que no era la única que quería más. No percibió ninguna señal de resistencia o negación.
Natsuki se inclinó sobre los lavabos, apoyo ahí sus brazos. Con esa vista Shizuru se endureció casi al instante, se acercó a ella, tocó su espalda, se restregó entre sus glúteos.
Y volvió a sentir la calidez de Natsuki, la sintió todavía más mojada. Natsuki, al verse en los espejos, ver a la castaña detrás de ella, penetrándola con deseo, con las mejillas enrojecidas y gimiendo, la excitó demasiado.
No se daban cuenta de como transcurría el tiempo.
No contaron las veces que se vinieron juntas.
El calor, el aroma de la otra, sus cuerpos pegados… Les había nublado el juicio.
En el último momento, los colmillos de Shizuru crecieron un poco, casi nada a la vista, pero eso era…
Natsuki se dio cuenta, pero en medio del placer… Ella misma movió su cabello para dejar su cuello a la vista.
