O

Solo indicios se presentaron en sus ojos, en su cansada sonrisa y rasgos demacrados:

—Quisiera entender.

Light es un extraño adolescente de quince años, y el otro, mayor siempre, lo odia.

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El camino que recorrí me había llevado hasta este punto, porque después de todo yo mismo había elegido sus vueltas y bifurcaciones. Quizá si no hubiera admirado a mi padre, si no hubiera querido seguir sus pasos, no sería tan consciente de las basuras de personas que están de más en el mundo. Aunque por otro lado, si no hubiera sido la persona que era, no me habría convertido en el dios del nuevo mundo, aquel que lo salvaría de su autodestrucción.

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—Buenos días, Kaa-san, Sayu-chan —saludé por hábito al entrar al comedor y deslizarme en el asiento junto a mi hermana, quien bostezaba cada dos segundos.

—¿Pasó algo, Light-kun? —Kaa-san debió notar mi cara de recién levantado y la falta de mis palabras en la cotidiana charla familiar por enfocarme en el desayuno.

—¿Light? —Lo miré con aprensión para luego comerlo de todos modos.

—Nada en particular, Kaa-san. Solo estoy un poco cansado —La mentira se derramó como agua de mis dedos.

—Espero que no estés con esa actitud en clase —Ella llevaba una serena sonrisa en su viejo rostro y sus dos manos a su taza de té. Y miraba algo, a mi dirección, enteramente…

No sé qué, pero no era yo.

—Estás cerca de ser el mejor estudiante en todo el país, hijo.

—Concuerdo…, lo tendré en cuenta, Kaa-san —A mi hermana se le escapó una risita y le sonreí discretamente a cambio.

Hoy no fue un buen día.

—Hoy, querida clase, vamos a leer este cuento que nos invita a profundizar sobre el significado que cada uno de ustedes le da a la Navidad.

Pasamos los siguientes minutos leyendo el famoso cuento de Scrooge, y bastante rato de la clase escuchando el falso amor que la mitad de mis compañeros, chupamedias, le profesaba a la festividad. Por supuesto que, en mi turno, yo tenía que decir algo que descolocaría a la pegajosa profesora de religión y le borraría de su mente las anteriores reflexiones.

Aquel tipo de nimiedades hacía soportable la academia.

—La navidad perdió el respeto.

Más tarde, estaba en la hora de descanso, apoyado en una pared con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en algún punto del grandísimo patio.

—¿Yagami-kun?

—¿Necesitas algo? —pregunté a la chica cuya cara no había visto ni voz había reconocido.

Ella se presentó. Yo suspiré y pensé: «Ya qué.»

Hablamos. O ella habló la mitad de las veces y se abalanzó para robarme besos la mitad de las otras.

Yo la dejaba porque no había nada mejor que hacer. Dejaba que sus labios se encontraran con los míos y apenas me movía para corresponderle a pesar de ser mi primera sesión de besos.

Cuando hoy llegué a casa, me acosté en mi cama boca arriba preguntándole a cada grieta del techo por qué no podía ser como el resto y por qué me agradaba ser yo.

—¿Light?

Me cambié a mi pijama.

—Por favor, hablame.

Me acosté en mi cama, me tapé hasta las orejas…

—Yo… No entiendo, no sé qué te…

Solté un bufido, que más se asemejaba a una risa.

—Oh, ya veo… —Mis ojos se ensancharon ante el tono más seco: por supuesto— ¿Por dónde íbamos, Kira?

Me mordí el labio, cerré los ojos e intenté acomodarme en una posición cómoda.

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A mis cuatro años, entendía poco, hecho que ahora me es tan ajeno y desconocido que no dudo que entraré en pánico una vez vuelva a pasar por una situación en la cual yo sea quien no sepa.

Porque no puede ser que Yagami Light tarde en procesar algo.

—Esta es tu hermana.

Iba a conocerla. Su madre acomodó a la beba entre sus brazos e invitó silenciosamente a su primogénito a dar un par de pasos y verla más de cerca.

—¿Ella es Sayu? —El Yagami frunció el ceño—: Pero qué fea.

—Light… —advirtió su padre.

—Así son los bebés los primeros días —contestó su madre—. También fuiste así.

Light estaba que no lo creía, con sus grandes ojos abiertos cual platos y sus nudillos blancos por agarrar con fuerza las rejas de la cuna. Se estremecía, pero resistía el impulso de tocarse la cabeza para comprobar que no, que de la nada no volvió a parecerse a su hermana.

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Ver a escondidas a mi padre mirando noticias por la televisión; entrar en contacto con muchas películas de misterio y libros con personajes solo blancos y negros, debió de afectar en algo. Después de todo, hizo que me interesara por el trabajo de mi padre, quien entraba en la categoría de los "buenos", a quienes siempre admiraba mientras despreciaba a los malvados y patéticos villanos, con cuyas historias no era capaz de empatizar.

Justicia. La admiré durante toda mi niñez hasta que llegué a la secundaria, con mi mente más motivada y, por lo tanto, más atenta.

Vi un lado diferente, que me hizo hervir de furia, apretar los puños, y pensar en lo podrido que estaba el mundo.

No me interesaba la geografía del planeta, no obstante, sino las víctimas, los perdedores de la historia —contada por los ganadores, ahora lo admito—, aquellos que habían sufrido de las injusticias de humanos ambiciosos que en la actualidad ocupan la mayoría del mundo.

Afortunadamente hay ovejas blancas entre las negras… luego están las grises que eligen no hacer nada.

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La vida se volvió rutinaria para Yagami Light. Y en la secundaria casi se dormía por escuchar sermones de temas que sabía que no necesitaba estudiar. Respondía en menos de media hora preguntas, leía impecablemente, calculaba, y se preguntaba si no sería mejor arrojarse por la ventana y terminar el sin sentido que era la vida.

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¿Para qué trabajar en el hoy y el futuro, si no estaré ahí para ver, a mis ojos, lo terminado?

¿Para qué, si al fin y al cabo, nadie se preocupaba por nadie más que por sí mismo y elegía ignorar las catástrofes que en todo el mundo ocurrían y en cambio tener y ver nada más que a sí mismos?

Vivían en una burbuja, creyendo que el dinero, la belleza y la comida lo eran todo. Se estancaban y elegían no ir más allá, proponer una solución o aunque sea algo diferente, actuar y aspirar a ser un rey… alguien tan pero tan extraordinario que sería recordado por el resto de la humanidad por siglos y siglos y milenios.

Cuánto deseaba Light seguir los pasos de su padre y avanzar incluso más.

Mientras tanto, sin embargo, a estudiar.

O

—Patético.

Aquel fue el primer pensamiento con el que se topó Light mientras hacía su rutina matutina.

«Hoy empezaste temprano.»

—Hoy no quisiste ignorarme —observó de igual manera—. Ya era hora de que hablaras, Light.

«Bueno, es difícil asimilar que vas a escuchar a una molesta voz durante el resto de tu vida.»

—Ajá. En realidad no lo parece, Kira. Con lo raro que sos, apenas parecías peligrosamente perturbado.

«Cuando te insultan te vuelves bastante… Igual no dudo que hubieras nacido como un actor profesional.»

—El burro hablando de orejas, ¿no?

«¿Me vas a decir cómo llegaste a parar a mi cabeza y por qué me llamas "asesino"?»

—No.

Se formó un tibio silencio. Light aún percibía el recuerdo de su voz y lo escuchaba como si estuviera a su lado. La siguiente pregunta se formula con la vacilación de un pensamiento y la estructura desordenada de todos ellos, permanentemente traduciéndose y manifestándose bajo una lógica sinigual.

«¿...y qué hacés?»

La respuesta demoró unos segundos:

—Te vas a dar cuenta.

Luego de un año completo, poco esperaba Light…


Este iba a ser el comienzo de un pequeño fic; al ser descontinuado hace mucho y vuelto a leer el día de la fecha de publicación de este, se le dieron unas pocas correcciones antes de subirlo. Porque la verdad esto puede funcionar como un one shot decente que deja cabos sueltos, pero pistas e imaginación.

Mi idea era una interacción con vaga o lógica explicación entre un joven Light y Kira, y un poco dejar más explícito cuál es el origen del aburrimiento y la desgana de Light.

Así que, espero que les haya gustado.