CAPÍTULO 2.
La primera vez que escuché su voz más allá de gruñidos y gritos me cogió totalmente por sorpresa. El nuevo inquilino se había sumado con aparente facilidad a mi rutina, pues no había alterado mis horarios para nada. Lo único novedoso es que mi día estaba acompañado por sus gruñidos y a veces conseguía desconcentrarme de mi melodía; sin embargo, con el tiempo, fue algo a lo que terminé acostumbrándome.
Después del tercer día, ¿era el tercero?, sí, creo que sí; el silencio había vuelto a reinar en el lugar, y si no fuera por la débil pero rápida respiración que oía al otro lado de la pared, habría creído que el último par de días había sido un producto de mi imaginación.
Estaba una vez más canturreando para mi cuando, de pronto, al terminar la melodía y querer empezarla de nuevo, me detuve...
Porque no recordaba el inicio.
Lo había olvidado.
Rápido, con manos temblorosas, empecé a trazar nuevas líneas en el brazo: Kagome. Kagome. Kagome. Sonomi. Sonomi. Sonomi.
—Sigue.
Mi respiración se detuvo, y con ella, el movimiento de mis dedos. Levanté la cabeza al aire, como si así pudiera ver delante de mí al causante de la interrupción, aunque yo supiera de antemano que mi celda estaba vacía a excepción de mi.
—Sigue... cantando...
—¿Quién... quién eres?
—Canta... Sigue...
Dudé, sin saber qué hacer, y entonces, por primera vez desde que me encerraron aquí, me inventé la letra para rellenar los huecos. Me pareció oír un leve suspiro, pero no estaba segura de si había real o no. Cuando la canción dio su segunda vuelta, la letra emergió desde lo más profundo de mi mente, en un acto reflejo, y nuevamente pude cantar el principio bien. Aunque después la letra estaba plagada de equivocaciones, esa pequeña victoria me supo a gloria y antes de haber registrado el hecho, descubrí que una pequeña sonrisa había surcado mis labios.
¿Cuánto tiempo hacía que no sonreía?
Mis manos se movieron, frenéticas, por encima de mi piel: Kagome. Sonomi. Río. Bosque. Casa.
—¿Estás bien?
Como respuesta tan solo obtuve un quejido, pero me alegré de que al menos no me hubiera ignorado una vez más. Me aferré a esa pequeña esperanza con uñas y dientes.
—Mi nombre es Kagome— me aclaré la garganta— ¿Cómo te llamas?
Otro quejido, aunque esta vez sonó más a un gruñido.
—¿Sabes en qué estación estamos?
Silencio. Entonces...
—Keh, ¡yo que sé!
—¿Están fuera las hojas del color del fuego? ¿Nieva? ¿Hace mucho calor? ¿Las flores llenan los caminos?
—Pues...— sonaba confuso, como si le costara entender mi pregunta— keh, no había flores; los caminos estaba llenos de hojas.
Expiré desazonada: Otoño. Mi cumpleaños tenía lugar en los meses de calor, cuando los campos aún estaban cubiertos de hierba fresca. Había pasado mi último cumpleaños aquí encerrada.
Cerré los ojos y me obligué a no soltar ninguna lágrima. Me había prometido que no habría más. Me había recordado una y otra vez que que era inútil, que no me ayudarían en nada.
—¿Cuánto...
—¿Cuánto llevo aquí?
Silencio.
Solté un risa baja y tosca, que me supo amarga en el paladar.
—La nieve empezaba a derretirse por aquel entonces.
Lo escuché removerse, aunque no dijo nada. Yo tampoco tuve ganas de decir mucho más, después de las funestas noticias que el desconocido me había dicho. Sabía que había pasado el tiempo, no era tonta, pero la intuición y conocer a ciencia cierta el hecho eran dos cosas muy diferentes. Me hizo evocar el sonriente rostro de mi madre, y mi cuerpo dolió al añorar su abrazo.
De pronto, la puerta de metal se abrió y se escucharon pasos adentrándose en el lugar. Mi nuevo compañero empezó a gruñir, aunque esta vez no se puso a dar golpes contra la robusta hoja de metal.
Y yo, por primera vez desde llegué, no sentí tanto miedo ante la idea de que había alguien mirándome. La presencia del nuevo me confortaba de alguna manera, sabiendo que no estaba sola en este encierro.
Escuché chirriar la ventanilla por la que normalmente me pasaban la comida y me sorprendí porque era temprano, aún no me habían sonado las tripas. No levanté la mirada, pero sí me atreví a mirar entre mis pestañas y pude vislumbrar el rostro de un hombre, aunque no pude reconocerle las facciones de la cara porque la luz del pasillo creaba sombras en toda su expresión.
—Pronto— susurró una voz ronca, poniéndome todos los vellos de punta— Ya pronto todo el esfuerzo y la paciencia habrá merecido la pena.
Me estremecí, encogiéndome en la pared y aparté la mirada. Lo escuché reírse antes de cerrar la ventanilla e irse.
Sentí mi respiración agitarse, mis dedos moviéndose frenéticamente por encima de mi piel dibujando patrones que no tenían sentido ninguno.
Pronto.
Pronto.
Pronto.
¿Pronto para qué? ¿Qué me harían? ¿Qué pasaría conmigo? ¿Y por qué ahora?
—InuYasha— escuché de pronto, haciéndome salir de mis agitados pensamientos— Mi nombre es InuYasha.
Oh, InuYasha...
·
·
Palabras: 848
¡Muchas gracias por el apoyo que he recibido en tan solo un capítulo! No sabéis lo feliz que me hace leeros.
Y síp, en el siguiente si sabremos algo más del recién llegado, prometido ;)
