Aviso- Death note no me pertence, el creador es
Tsugumi Ōba y esta obra es sin fines de lucro
es mi primer fanfic asi que si notan errores diganmelo
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Cuando algo te duele tanto llega un punto en que lo dejas de sentir, así como una quemadura de tercer grado donde tus nervios están destrozados y eres solo un pedazo de carne derretida.
Eran las tres de la tarde en la sala de emergencias, el sitio estaba colapsado de gente retorciéndose y gimoteando de dolor. Habían empezado a llegar uno tras otro a la sala de emergencias siendo lo más extraño que todos compartían los mismos síntomas, vómito, fiebre, convulsiones y un extraño color azulado en la piel dejándolos ver con un aspecto cadavérico.
El doctor L. Lawliet iba de un lado para el otro en la sala de emergencias, viendo a paciente tras paciente revisando sus signos vitales y demás.
Estaba concentrado en hallar el por qué de esta repentina epidemia, que aún no se percataba de que la paciente cero estaba por llegar.
Se puso una mascarilla y lentes especiales, para entrar dentro de una de las habitaciones donde se encontraba uno de los primeros pacientes en llegar.
Se fijó en el historial del paciente, niño de 13 años estudiante de secundaria, piel y cabello del mismo color. Había presentado los primeros síntomas mientras estaba en horario de clase, empezó con una repentina tos que fue escalando hasta que comenzó a convulsionar llamando la atención de todos.
Había llegado en ambulancia hacía más o menos dos horas, cuando midió sus signos vitales estaban peligrosamente bajos y fue internado de inmediato.
—Enfermera, ¿qué cambios ha notado en el paciente dentro de estos últimos treinta minutos? Tenemos que ver si coinciden con el resto de pacientes que han Llegado—Acomodo su estetoscopio y oyó, el pecho del muchacho, su corazón latía con normalidad, al parecer la enfermedad no atacaba el corazón, o al menos eso estaba en su conocimiento hasta el momento.
—Su fiebre ha subido de 38.2 a 40.2 y ha vomitado un par de veces, fuera de eso ha reaccionado bien a las pruebas que les hemos hecho—La enfermera acomodo sus brazos bajo los bolsillos de su uniforme, y volvió a revisar unos archivos sobre la mesa.
—Entiendo, solo quería confirmar si este paciente también presentaba el mismo patrón que el resto—Salió del cuarto a toda marcha, mientras veía que por la puerta principal entraba en una camilla una chica rubia y jóven.
De inmediato llamó su atención, ya que todos los afectados no parecen tener relación entre uno y otro, habían llegado desde un niño de 13 años, hasta ancianos de 70 y ahora acababa de llegar una muchacha que tendría entre 18 y 20 años.
Se acercó a los paramédicos que la estaban transportando, a ver qué noticias podía encontrar.
—¿Qué es lo que le ocurre?—
—No lo sabemos, la encontramos tirada en el parque, una señora llamó—Lawliet notó que en la punta de sus dedos comenzaba a brotar un color azulado, eso podría dar indicio de que también podría ser portadora de la extraña enfermedad.
—Llevenla de inmediato, y hagan análisis, creo que podría pertenecer al resto de infectados—Los paramédicos asintieron y la llevaron a una unidad. Mientras tanto Lawliet fue a su oficina a investigar más al respecto y atar cabos sueltos.
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Recién acababa de despertar, veía todo nublado, pero alcanzaba a ver figuras de gente rodeándola.
Y levemente escuchaba lo que murmuraban.
—Creo que está despertando—
—¿Eso crees?—
Intentaba mover sus labios, pero los sentía demasiado pesados como para pronunciar alguna palabra, intento de a poco, articular su mandíbula y lengua.
—Yo, yo, yo...¿Dónde estoy?
Las enfermeras al oír su voz pegaron un salto del susto, dieron vueltas, sin saber que hacer mientras murmuraban entre sí.
Notó que ambas usaban cubre boca y antifaz protector, ¿Acaso era por ella? ¿Qué clase de peligro acarreaba estar con ella?
En el monitor se podía ver cómo su corazón comenzaba a acelerar, no podía verlo, pero sentía como su corazón sonaba como un tambor casi saliendo de su pecho.
—Creo que tenemos que avisarle al doctor Lawliet que la paciente despertó—
—Si está bien, ve tú, yo me quedo con ella—
Esas fueron las únicas palabras que alcanzó a oír claramente de la boca de las enfermeras. comenzaba a impacientarse él como nadie era capaz de explicarle que estaba ocurriendo con ella.
Intentaba recapitular en su mente los últimos momentos antes de perder la conciencia, pero era incapaz de recordar una sola cosa.
Solo sintió cómo cayó, chocando todo el peso de su cuerpo contra el suelo. Y ahí acabó todo.
—¿Qué está pasando?—Pregunto, ya que la enfermera que había quedado, no parecía tener ninguna voluntad de explicarle nada, solo miraba por la puerta esperando que volviera su compañera.
—Estas... Bueno, no sabemos que tienes ¿Cómo te sientes ahora?—Si la propia enfermera y demás no sabían que le estaba ocurriendo y porque estaba en una sala de emergencias, entonces debía de haber un gran problema.
—Yo me siento bien, ¿Puedo irme?—Se intentó levantar de la camilla, pero de inmediato sintió un dolor punzante que le iba desde la punta de la columna hasta el cráneo, y cayó rendida contra la cama.
La enfermera suspiró y se sentó, manteniendo algo de distancia de la paciente.
—No, no puedes, estás bajo sospecha de estar infectada bajo algo todavía desconocido, también hemos encontrado niveles altos de plomo en tu sangre—Se la notaba algo tensa, se cruzaba de brazos mirando hacia la puerta, probablemente pensando en porque estaban tardando tanto.
Está información todavía no terminaba de cerrarle a la paciente, tenía que estar ocultando algo, esperaba que al menos de ser así tengan una buena razón para hacer tal cosa.
—Por cierto querida, ¿cómo te llamas? No traías identificación contigo—Continuó la enfermera, bajando un poco la guardia y manteniendo la calma.
—Me llamo Misa amane—
De golpe entraron, la enfermera de antes acompañada o mas bien escondida, detrás de un doctor, era alto, de cabello negro desordenado, y marcadas ojeras, no parecía tener pinta de doctor pero su bata blanca así lo demostraba.
Esperaba que él pudiera explicar de mejor manera lo que estaba pasando.
—Bien señorita, me podría decir ¿cómo se ha estado sintiendo desde que recuperó la conciencia?—Tenía en sus manos un bloc de notas, con el cual anotaría toda la información que podría soltar, ya que cuántas más personas estén dispuestas a hablar más rápido podrán encontrar el patrón que una a todas ellas.
Misa se acurrucó en su cama pensando en qué decir, si debía decir la verdad o no, no sabía si lo mejor sería irse cuánto antes o quedarse por recomendación de los doctores.
—Yo me siento bien, pero ¿por qué tantas preguntas? Deberían decirme ustedes que está pasando—Cambió el tono de su voz a uno más agresivo, le desesperaba estar conectada a varios aparatos sin saber que estaba haciendo cada uno en ella.
—Pensé que ya te lo habían dicho antes las enfermeras, pero te lo diré mejor yo, en este día han llegado múltiples personas una tras otra mostrando los mismos síntomas, fiebre, vómitos y como el más inusual el color azulado en la piel.
Quizá ahora te estés sintiendo bien pero no sabemos hasta cuándo ni cómo podría evolucionar, por eso a ti y al resto de pacientes los estamos manteniendo bajo cuarentena—él tenía una voz calmada, y disfrutable de oír, Lucia mucho más competente que el resto de enfermeras, El podría de alguna forma ayudarle a descubrir cómo cayó víctima de esta posible "enfermedad" y también todo el misterio que la estaba envolviendo.
—Lo azúl podría ser pintura yo... Soy ingeniera biomédica y en alguno de mis trabajos estar expuesta a algún material que me dé está coloración—le parecía poco factible el ser parte de este grupo de gente infectada, era totalmente insólito el cómo después de estar en su zona de trabajo tuviera esa laguna mental que de alguna forma la trajo hasta aquí.
¿Acaso sería culpa de alguien más?
El doctor emitió una pequeña risa, que trató de aguantar, pero de inmediato retomó la compostura para explicarle a su paciente.
—Ya hemos intentado limpiarlos de varias formas, no solo con usted mientras estaba inconsciente, sino con todos, y ninguno se ha librado de esta "coloración" creo que si es biomédica debería de saber que las cosas no son tan sencillas—Misa no pudo evitar emitir un leve gruñido, ¿Quien se creía él para cuestionar su labor? Solo porque en esta situación ella era la enferma y él era el médico no significa que tuviera poder sobre ella.
Se sentía profundamente irritada porque todos en esta unidad parecían igual de poco empáticos.
—Está bien, ¿me puede explicar lo del plomo en la sangre? Eso no lo mencionó...—Quería de alguna forma desmentir a todas los extraños síntomas que a fuerza le estaban atribuyendo.
—Bueno, en realidad esa es una pequeña discrepancia que hemos encontrado, los análisis sanguíneos del resto de pacientes han salido totalmente normales. Así que es algo que solo tú tienes y estamos averiguando el porqué—parecía ser que este doctor no dejaba que nada se le escape, pero la joven ingeniera tampoco.
Si existía esa "pequeñísima" discrepancia entonces podría estar exenta de esa enfermedad. ¿Cómo es que de la nada se originó todo esto y justamente ella también era parte?
No terminaba de cuadrar para Misa, pensó como posibilidad el averiguar junto al doctor el porqué de todo esto, ya que tal parecía que estaba él solo en esta investigación, ella tenía los conocimientos adecuados para poner de su parte y presentar teorías.
El principal problema sería que debería descartar, en primera instancia, que ella sea portadora, y en segundo, que él siquiera deje de lado su orgullo para aceptar la ayuda de una simple paciente.
De inmediato empezó a sonar una alarma, en la que llamaba a todos los médicos al sector B.
El doctor Lawliet como el resto de enfermeras no dejaron este hecho pasar, Él a diferencia de ellas mantenía la calma, dejando su bloc de notas y acomodando su bata, mientras ellas daban vueltas entre sí.
—Julia, quédate tú al cuidado de la paciente, nosotros iremos a ver qué pasa—Dijo con total calma y fue en marcha, con la otra enfermera tras de él como un pequeño animalito.
Esto no dejaba de causar un poco de gracia a Misa y no pudo evitar soltar una carcajada.
—Hey, está pasando algo grave, ten más respeto por favor—la enferma se cruzó de brazos y frunció el ceño. Con total nerviosismo, tomó una silla y se sentó junto a la camilla donde Misa estaba recostada.
Se la notaba tensa, y era claro por la emergencia que estaba pasando pero no tenía permitido ir a ver, prefería eso y ayudar a alguien en peligro antes de quedarse con la prepotente rubia.
—Sí, sí, lo lamento—se acurrucó en su camilla, y se volteo a la derecha intentando volver a conciliar el sueño, aunque era difícil ya que el sonido de los gritos y alboroto perturbaban su calma.
Mientras el doctor Lawliet, fue corriendo hasta la habitación del paciente en apuros, era el mismo niño albino de hace unas horas, está vez había presentado convulsiones de nuevo, pero está vez su corazón se había detenido inesperadamente.
Había al menos cuatro enfermeras junto a él rodeándolo esperando sus órdenes.
Sus padres estaban por fuera mirando por una ventana que separaba la habitación del pasillo, golpeaban el vidrio emitiendo alaridos por su pequeño hijo.
—Traigan el desfibrilador—dijo en un hilo de voz, mientras siguieron sus órdenes, en unos momentos trajeron el equipo.
El doctor tomó las almohadillas y las presionó contra su pecho, y empezó a contar.
—Uno, dos tres, ¡despejen!—dio el choque eléctrico, pero sus signos vitales se mantenían en cero, el sudor comenzaba a brotar de su frente, no podía doblegarse ahora en un momento tan crítico.
—Uno, dos tres, ¡despejen!—dio el segundo choque eléctrico, pero seguía sin reanimarse, solo quedaba un último intento, así que tomó aire y resopló, esperando que ocurriera un milagro.
—Uno, dos tres, ¡despejen!—El último choque. Pero a pesar de todo seguía sin reaccionar, el sonido chirriante del monitor llenaba toda la habitación, el silencio era estremecedor, hasta que éste fue roto por los padres del jovencito.
Golpeaban el vidrio en desesperación esperando noticias de su hijo, y los llantos retumbaban por todo el hospital.
El doctor tuvo que mandar a una enfermera a qué les diera la terrible noticia a los padres y así fué.
—Fecha de muerte 5:35 p.m.
Otra de las enfermeras tomó un acta y comenzó a escribir.
Este suceso era uno terriblemente grave, era la primera víctima que se cobraba está terrible enfermedad.
¿Cuánto tardará hasta que el próximo paciente comience a deteriorarse hasta la muerte?
Tenían que apresurarse y encontrar de raíz de donde provenía, y sobre todo una cura. Lawliet se sentía completamente consternado, tenía el gran peso sobre sus hombros el de tener que salvar la vida de todas estas personas cuánto antes, sin duda sería el trabajo más difícil en sus 10 años de carrera.
Podría ser que no sean muchos, pero era un doctor experimentado, el mejor de su zona, y no podría defraudar ese título. Debía salvar a esas personas.
—Doctor, doctor, la familia del fallecido está fuera de sí, ¿Que hacemos?—Dijo la misma enfermera de antes completamente aterrada, parecía que no podía brindarle la contención necesaria a la familia afectada.
Lawliet se rasco la cabeza y pensó, La parte más difícil de su trabajo era tener que convivir con las familias de sus pacientes, muchas veces no sabía cómo conectar con los sentimientos y todo el sufrimiento que les conlleva tener un familiar en urgencias.
—Mire, llevarlos afuera a que tomen un poco de aire, eviten que altere al resto de pacientes y se agrave el problema—Quizá sonaba muy frío, pero de verdad por más que quisiera no podía empatizar con el hecho de perder a un ser querido, era huérfano, y su cuidador había fallecido hacía un par de años pero logró salir de eso, y ha hecho su vida completamente solo desde entonces.
—Está bien—Dijo la enfermera con una voz casi inaudible, y salió por la puerta.
Solo esperaba que la familia no cometiera la desfachatez de atacar a alguna de ellas, quizá eran poco distraídas o tontas pero no merecían que descarguen su frustración en ellas.
Se sacó un guante, era completamente blanco pero mirando más atentamente vio una mancha azul en él.
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Misa tomó una cuchara y empezó a revolver el plato de sopa que le habían dado, a un lado tenía unas galletas que tampoco pensaba comer.
Toda la comida de los hospitales le parecía repulsiva.
Estaba completamente sola, no podía darle a ningún familiar la comida que tenía en su bandeja para que se la llevará, porque sino se la comía se llevaría un buen regaño de parte de las enfermeras.
¿Dónde estaba su familia? ¿Tenía familia acaso?
Todavía no podía hablar con nadie sobre si su amnesia era parte de la enfermedad.
Solo podía esperar a que viniera alguien competente.
después de que el doctor se había ido no supo nada más de lo que estaba ocurriendo, se sentía completamente incomunicada del mundo.
la enfermera que estaba a cargo de ella solo se limitaba a darle píldoras y a traerle comida asquerosa.
Miro por la ventana, ya era de noche, eso de alguna forma la preocupaba más, que el tiempo corriera era símbolo de que algo se estaba acabando.
Y debía de averiguar que era.
¿Acaso está enfermedad terminaría por consumirla?
Vio sus manos, y si en algo debía darles las razón, es que parecía que se estaba convirtiendo en un avatar, jamás había visto algo así.
Podría idear varias hipótesis del porqué de esa pigmentación, pero no serviría de nada si solo se quedaba acostada.
Inclinó su cabeza para ver mejor por la puerta entre abierta, desde hacía rato que veía de reojo a los médicos caminar de aquí para allá.
Después de que sucedió la emergencia, la clínica se puso más ruidosa y era como si hubiera tomado vida propia.
Eso por supuesto no la dejó dormir en lo absoluto, solo pudo divagar en sus propios pensamientos hasta que pasará la próxima alarma.
Unos pies se asomaron a la puerta, alzó la mirada y era el doctor acompañado de dos enfermeras, está vez llevaban aún más protección con ellos, trajes especiales, máscaras. La duda le surgió de repente al ver semejante cambio.
—Buenas noches señorita amane, le debo de avisar que hemos iniciado el protocolo de aislamiento, sólo podrá salir para ir al baño y con el permiso de su enfermera, todo lo que toque deberá ser desinfectado inmediatamente, hemos tomado estás nuevas medidas debido a un hecho que a ocurrido y no podemos arriesgarnos a qué ocurra de nuevo—hablo totalmente serio, apenas se podía oírle tras la mascarilla que traía puesta, pero logro escuchar lo suficiente para saber qué querría decir. Seguro tenía que ver con lo que había pasado hace unas horas. ¿Tan grave habrá sido? ¿Habrá empeorado la situación? Merecía saberlo, saber qué podría ocurrir con ella, y qué medidas estaban dispuestos a tomar.
Esperaba que no bajarán los brazos para descubrirlo.
—¿Qué sucedió cuando sonó la alarma de urgencias? Creo que merezco saberlo, también tiene que ver conmigo—sonrió de forma insolente, si debía desafiar al equipo médico para obtener una respuesta lo haría, no le importaba si tenía que pelear para eso.
Una de las enfermeras lo tomó del brazo, y se estiró hacia su oído para susurrarle algo, levemente logro oír un "no le digas, va a causar pánico innecesario"
Pero él la apartó a un lado y se puso al frente.
—Creo que merece saber que uno de los pacientes infectados a fallecido de manera misteriosa, aún no podemos determinar de la causa de muerte fue por la enfermedad—Rompió el silencio haciendo caso omiso a la petición de la enfermera, Misa admiraba que tuviera la iniciativa de admitir que las cosas estaban yendo mal, o más bien terrible.
—¿Pero es lo más probable no? Al menos quisiera saber si tienen alguna forma de evitar que eso nos suceda al resto—arqueó sus cejas y siguió con su tono provocador, quizá esperando lograr alterar al doctor.
—De hecho de eso iba a hablar, estamos con todas las precauciones posibles haciéndoles una biopsia de la médula ósea para determinar si tiene que ver con el avance de la enfermedad, si nos lo permites iniciaremos con el procedimiento—continuó con su tan serena forma de hablar, como si tuviera toda la razón que tanto le molestaba a Misa.
Algo en ese doctor llamaba tanto su atención, que no podía dejar de echarle un ojo encima, quizá por su manera de hablar tan contundente, por su forma de andar encorvada, o como parecía ser el único en ser capaz de encontrar una cura.
Quizá todas esas razones le atraían de él.
—Y yo, de hecho estaba pensando en que podría ayudarlo, al menos a deducir un par de cosas sobre cómo se está desarrollando la enfermedad, después de todo no estoy tan desinformada sobre el tema—tiró su propuesta totalmente convencida, de alguna manera u otra tendría que aceptar, si no es ahora llegará un punto en el que esté tan desesperado que no le quede de otra que aceptar ayuda de alguien.
Y Misa tenía razón, de primeras esta petición no le cayó muy bien, siempre había trabajado solo y que ahora de repente alguien se le quiera sumar era por demás extraño.
Pero pensó que sería egoísta de su parte negar cualquier tipo de ayuda, y más si no quedaba mucho tiempo y estaba en riesgo la vida de unas cuantas personas.
—Lo acepto solo porque se que está instruida en temas médicos, le planteare los avances que hacemos y cómo lo hacemos, pero no dejaré que quiera anteponerse a mis decisiones, ¿queda claro?—suspiró, frotándose la sien por la frustración, jamás aceptaría este tipo de tratos pero situaciones desesperadas merecen medidas desesperadas.
Misa casi salta de la camilla por la felicidad de su victoria, pronto estaría involucrada y eso la acercaría más a salir de aquí.
Y quizá descubrir todas las cosas de las que no puede recordar.
—Por cierto, ¿la amnesia es un síntoma?—
