Ranma ½ no me pertenece…, y todo eso.

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RECETARIO.

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Capítulo 1. Yakisoba.

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Akane sabía que Ranma había tenido una infancia difícil. Varias veces había imaginado la cantidad de veces que debió conformarse con lo mínimo durante la cena, almuerzo o desayuno durante el día, o cualquier día. Especialmente con un padre tan abusivo a su lado.

Ella, que había contado con más de sus tres alimentos diarios, no lograba concebir que un chico tan bueno para comer como lo era su prometido, lograra llegar a su adolescencia sanamente, con aquella precaria y deficiente alimentación, especialmente al considerar la enorme cantidad de energía gastada gracias al continuo ejercicio.

Sabía que había crecido a punta de sopas instantáneas, pan solo y varios litros de té. Aquello mejoraba cuando iban a la montaña y podían cazar, pescar o recolectar, todo aquello que pudiera consumirse. Sin mencionar, por supuesto, las ocasiones en que Genma lograra estafar a un buen restaurante y conseguir con ello, una comida completa. Varias historias que le confirmaban sus preocupaciones abundaban, y varios compromisos realizados con el mismo argumento, eran dignos testigos irrefutables de este hecho, pero si el chico seguía adulando la comida de Kasumi, sobre la suya, le rompería la cabeza. Estaba segura.

El asunto era que, esa noche, Akane había ayudado a su hermana con la preparación de los alimentos que ahora disfrutaban en el comedor. La chica se había esmerado en preparar, incluso, un par de platillos por sí misma. Un par de quemaduras en sus antebrazos y la urgencia de un par de reparaciones en la cocina así lo comprobaban, sin embargo, no había sido sorpresa que los que fueran justamente sus preparaciones seguían ahí, descansando inmaculados sobre la mesa, mientras que los de Kasumi habían desaparecido rápidamente.

Ella lo había aceptado con honor. Y pese a que orgullosa había decidido comer ella misma de sus preparaciones, no había tardado en cambiar de opinión. La comida estaba simplemente asquerosa.

— Cielos Kasumi, te superas cada día — volvía a adular el chico, que comía su cuarto tazón de arroz, para acompañar el pescado, beber de la sopa y seguir atacando su arroz. Él y su padre, acababan de llegar de un pequeño viaje de entrenamiento y su apetito era voraz, como podía apreciarse. El idiota de su padre se había comido casi todas las municiones el primer día. El pretexto había sido sus deseos de recuperarse, después de la inicial paliza que le diera su hijo, durante el primer encuentro, por lo que el resto de su estadía en aquel improvisado campamento, había sido una agonía para los dos — tu futuro esposo será un hombre afortunado — comentaba el chico entre bocados, generando que un par de palillos se rompieran en las manos de una no tan delicada jovencita.

— Ranma, pero que cosas dices — comentaba Kasumi, sonriendo complacida. Y es que la chica debía admitir, que cocinarle a los Saotome, siempre lograba animarla. Ese par era de gustos sencillos, no era difícil complacerlos, pero, de igual manera, eran los integrantes de su familia que más apreciaba sus esfuerzos culinarios. Siempre era agradable contar con halagos para lo que usualmente era una tarea rutinaria.

— Sin duda lo hará — secundaba Genma, comiendo rápidamente, desviando la mirada al platillo de su hijo.

— Ni siquiera lo pienses — le advierte el chico, advirtiendo sus intenciones, interceptando los palillos del hombre que trataban de llegar hasta su pescado.

— Ah, dame un poco, tú tienes todo lo que Akane te preparó — protesta éste, comenzando una pequeña lucha de rápidos, pero amenazantes golpes entre palillos.

— ¿Eso? — preguntó el chico, apuntando los alimentos que seguían intactos sobre la mesa — puedes quedártelo, pero deja mi delicioso pescado en paz — contestaba, impidiendo que lo alcanzara su porción, intercambiándola con los alimentos preparados por su prometida.

— ¿Acaso quieres matarme? — protestaba Genma, retrocediendo, tapando su nariz.

— Basta — interrumpía Akane, deteniéndolos — no tienen que comer si no quieren — anuncia, retirando el platillo con el que aún Genma era amenazado — pero no tienen por qué ser tan mal agradecidos. No es mi culpa que no sepan apreciar la buena comida — los reprende, orgullosa.

— ¿La buena… comida? — repite el chico, poco antes de comenzar a reír escandalosamente. Siendo rápidamente interrumpido por un fuerte golpe recibido en la cabeza, con un plato lleno de comida, gracias a su molesta prometida que ya se retiraba indignada del lugar. Mientras varios suspiros de cansancio se dejaban escuchar, un trozo de pescado desaparecía en la boca del hombre que observaba satisfecho, el resultado de su pequeña pero eficiente intromisión.

— Akane… — gruñía su prometido — ¡pero qué mal carácter! — protestaba entre dientes, mientras trataba de retirar algunas de las viscosas sustancias que reposaban ahora, sobre su cabeza.

— Akane estuvo toda la tarde preparando esos platillos — comenta Kasumi, apenada.

— Akane se esfuerza por llegar a ser una buena esposa — lloraba Soun.

— ¿Ya vez lo que provocas? — pregunta Genma, mientras masticaba su nueva porción de pescado — desagradecido.

— Tu cállate — lo golpeaba su hijo, logrando que se atragantara — además, yo no vi a nadie comiendo de eso, tampoco — protestaba.

— Ella los hizo para ti, cabeza hueca — bondadosamente le explicaba Nabiki — ¿Qué no entiendes? Nosotros no podíamos comer de aquello que solo para ti fue hecho. No me explico por qué, pero al parecer, te echaba de menos… ahora tendrás que disculparte.

— Que conveniente para ustedes ¿no? — el chico ironizó, provocando varias sonrisas nerviosas — nadie que quisiera seguir viviendo sería capaz de probar… esto — comenta, retirando un pedazo de… ¿madera? de su cabello.

— Tú eres su prometido, es tu deber — explica la chica, provocando la intensificación del llanto de su padre, bajo una escéptica mirada de su interlocutor.

— Ni que deber, ni que nada — se acomoda el chico, aun protestando — no me disculparé por no provocarme dolor de estómago — sentencia, cruzándose de brazos, mientras el escandaloso llanto de Soun podía seguir escuchándose.

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— ¿Akane?, ¿estás ahí? — preguntaba el chico, desde la ventana de la habitación de la chica.

— ¿Qué quieres? — preguntaba esta, arisca, mientras sacaba algunos libros de su estante.

— ¿Qué haces? — pregunta su prometido, observándola, una vez se ubicara a su lado.

— ¿Qué no ves?, me deshago de lo que no me sirve — habla molesta, mientras sacaba sin compasión, varios de los textos y revistas que tenía a su alcance. Ranma la observa en silencio, y nota que todos los libros que sacaba de aquel estante, eran los de recetas de cocina.

— ¿Piensas rendirte? — pregunta ligeramente irritado, logrando que su prometida volteara a verlo amenazantemente, a modo de regaño, por tan absurdas e incoherentes ideas, para luego regresar y concentrarse en lo que estaba haciendo — vamos, no puedes estar molesta por algo así… — suspira el chico, al sentir que era deliberadamente ignorado, levantando uno de los libros para ojearlo, tratando de comprender las intenciones de la chica que tenía al frente. Para su sorpresa, varias de las hojas de los libros que ella había estado seleccionando, habían sido testigo y víctimas de sus incansables intentos culinarios. Varias de ellas estaban rotas, con restos de comida, quemados o salpicados con indistintos ingredientes.

— ¿Y qué si lo estoy?, no es tu asunto — se defiende la chica, mientras los libros continuaban apilándose a su espalda, para luego detenerse abruptamente para observar con cuidado, el estante, que sostenía heroico un cuaderno especial.

— Oh vamos, es solo que tenía mucha hambre, ya sabes cómo es papá ¿a que no te imaginas quien nos dejó sin comida a penas al llegar? — le explicaba, mientras la chica estiraba uno de sus brazos para alcanzar un cuaderno viejo y mal trecho que descansaba en el mueble. Con cuidado comienza a revisar su contenido, para luego cerrarlo y abrazarlo con cariño — ¿Akane? — la llama, sin recibir respuesta, notando el cambio en su semblante — v-vamos…, no llores, no es para tanto, prometo que probaré el próximo platillo que prepares y…

— No estoy llorando idiota — lo interrumpe, volteándolo a ver, nuevamente, sorprendiéndolo — es solo que…, olvidé que estaba aquí.

— ¿Qué cosa? — pregunta, curioso, provocando que la chica le mostrara lo que con sus brazos ocultaba: el cuaderno de recetas de su madre — oh, es cierto… tal vez deberías comenzar por cosas más sencillas, como las que aparecen en ese cuaderno. Ya aprendiste a hervir el agua, ¿no es así?

— Claro que no.

— ¿No?

— Es decir, Kasumi me dijo que comenzó a utilizar este cuaderno al ingresar a la primaria, era muy pequeña…, yo puedo realizar cosas más complejas, como el yakisoba de hoy.

— ¿Yakisoba? — preguntaba el chico retóricamente, tratando de ocultar la sorpresa que le significaba el descubrir la intención culinaria de su prometida — cielos — murmuró, nervioso, mientras pensaba en que ese platillo era realmente sencillo de preparar. De hecho, estaba seguro que, sin tener experiencia en la cocina, él sería bastante capaz de hacerlo, y estaba seguro de que quedaría delicioso. Había visto a Kasumi un millón de veces, cuando solía ir a curiosear a la cocina para averiguar qué sería lo que comerían. Estaba seguro de que con eso era suficiente, pero, al recordar la curiosa y peculiar cantidad de ingredientes que había tenido que sacar de su cabello, jamás podría haber dicho que se trataba de un yakisoba. La verdad era que la ausencia de tallarines, la curiosa mezcla de ingredientes y la viscosidad existente, lo habían despistado bastante.

— Si… pensé que quedaría bien esta vez…, pero… ¡lo volveré a intentar! — anuncia, decidida, levantándose de golpe, provocándole un pequeño sobre salto al chico que se había perdido en sus divagaciones mentales — ¡y tendrás que probarlo, lo prometiste! — le recuerda.

— Qué yo, ¿qué? — pregunta, desorientado, revisando con cuidado cada una de las palabras recientemente dichas.

— Ranma, lo acabas de prometer… — le recuerda, amenazante.

— Yo… he… — ríe nervioso, al recordar, aumentando el descontento de su prometida que ya comenzaba a remangar su blusa — e-está bien… — concuerda, acorralado por sus propias palabras — ¡pero debes estar segura de seguir cada parte de la receta! — le advirtió, con lo que le quedaba de esperanza.

— Por supuesto que no — resopla, segura, desestabilizándolo — eso es para principiantes. ¿Qué no sabes? En la cocina se puede ser tan curioso y creativo como se atreva a ser — recita de memoria, altanera.

— ¿Qué? — preguntaba incrédulo — pero… ¿de dónde sacaste eso?

— Pues, de las revistas que me regalaste, idiota.

— No puede ser — resopla, pensando inmediatamente en la idea de revisar el contenido de las estupideces que le regalaba, antes de que una chica, tan obstinada como su prometida, las tuviera a su alcance — Akane — la llamo, tomándola por los hombros — tú eres una principiante, por lo que debes seguir las recetas al pie de la letra — explica con paciencia y solemnidad.

— Claro que no… — protesta, liberándose del agarre.

— Que sí.

— ¿Y tú qué sabes?, ¿acaso sabes cocinar?

— Yo soy un hombre — comenta, cruzándose de brazos, molesto. Como si aquella pequeña oración explicara por completo aquella situación.

— ¡Entonces no te metas! — advierte, regañándolo, advirtiendo sus intenciones — Volveré a preparar un yakisoba, y quedará excelente, ya verás.

— Si claro…, cómo no…

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— Vamos, Ranma, pruébalo — le exigía la chica, mientras acercaba el plato cada vez más al rostro de su prometido, que se alejaba con el mayor de los decoros posibles, dado la evidente insistencia, y su innegable incapacidad de aceptar.

— E-espera…A-Akane…, espera un momento… — parafraseaba, mientras maldecía mentalmente la hora y momento en el que había prometido semejante barbaridad, ¿cómo era posible que el mismo se pusiera en esta situación?, se preguntaba, mientras recordaba el hecho de tener que aprender, sencillamente, a cerrar su maldita boca.

— Prue – ba – lo — insiste la chica, que no lograba apaciguar sus ansias.

Y es que, por su puesto, Akane se había esforzado en prepararlo, desde el inmediato instante en el que había abierto sus ojos de la mañana siguiente. Con entusiasmo, se había levantado lo suficientemente temprano como para ir a comprar todos los ingredientes que necesitaría para realizar un nuevo intento. Al verla, y detectar sus intenciones, cada uno de los integrantes de su familia había decidido desaparecer del lugar, utilizando indistintas excusas que justificaran medianamente su ausencia a la hora de comer. Nadie, ni una sola persona en esa casa, le tenía fe. Estaba segura. Pero el ver que su prometido seguía estático en el comedor, la había alentado enormemente.

Lucía nervioso, preocupado y temeroso. Cualquiera, al verlo, diría que había recibido su sentencia a muerte. Pero ahí seguía. Eso era lo importante.

Con paso decidido se había dirigido hasta la cocina, dispuesta a comenzar con su hazaña. Les demostraría a todos de lo que era capaz, pensaba decidida, mientras que el chico que la esperaba, había comenzado a escuchar diferentes tipos de golpes y gritos de guerra que daban inicio a una nueva y angustiante tortura, con la que podía imaginar claramente, qué es lo que podía estar sucediendo en el interior de esa pequeña e inocente cocina. Akane había comenzado, y ahora, solo Kamisama podía salvarlo, pensaba, mientras apretaba con fuerza la medicina que Kasumi le había alcanzado, antes de irse.

La chica, había comenzado con su habilidad culinaria recientemente descubierta: hervir el agua. Tenía que preparar los fideos y sabía, gracias a Kasumi, que, para la preparación de este platillo en particular, debía trabajar de manera simultánea, por lo que, además, había comenzado a lavar las verduras. Todo bien. Algunas ollas se habían caído, pero nada grave había pasado. Aquellos por menores podían sucederle a cualquiera, se alentaba. Así que, mientras esperaba por las burbujas del agua que le indicara que ya estaba lista como para incorporar los fideos, había abierto la llave del lavaplatos, depositando las verduras en su interior para remojarlas, mientras buscaba una nueva tabla de picar. Sabrá Dios dónde había quedado la que había utilizado el día anterior.

El agua estuvo lista en poco tiempo, por lo que no dudó en depositar allí los tallarines, pero como había olvidado cerrar la llave del agua, una importante cantidad había comenzado a desbordarse. Está bien, no hay problema, pensó, no era nada que no pudiera solucionar. Rápidamente había ido en la búsqueda de un trapeador para el piso, pero en ese instante había recordado que nunca había retirado el pollo del congelador.

— Demonios — murmuró. Mientras dejaba el trapero junto al mueble de cocina, para alcanzar el congelado ingrediente y observarlo con pesar — bien — murmuró, nada que su fiel amigo, el microondas, no pudiera solucionar, pensó, y, sin sacarlo de la bolsa lo introdujo al pequeño hornillo automático, para luego girar la perilla a todo lo que daba — con eso bastará — sentenció. Al regresar a las verduras, las depositó sobre una nueva tabla recientemente encontrada, antes de dar un fuerte grito y comenzar a atacar cada una de ellas, con toda la fuerza que fue capaz de utilizar. Pequeños e indistintos trozos de verduras saltaban por doquier, y por supuesto, pequeños trozos de madera, y quizás algo del mostrador, también. Una vez lograra una buena cantidad, sacó el enorme wok que sabía, su hermana adoraba. Le proporcionó una buena cantidad de aceite, que era vinagre en realidad, y lo ubicó sobre la enorme llama de su cocina. Nadie podía culparla, las botellas eran condenadamente similares.

La recete decía que el pollo debía cocinarse primero, pero ¿Qué rayos?, el pollo aún no estaba listo, esto lo había podido comprobar una vez la bolsa estallara producto del excesivo calor, consiguiendo que el congelado ingrediente saliera de golpe desde el interior del electrónico aparato, por lo que tendría que improvisar. No pasaría nada si las verduras se cocinaban primero, así que las incorporó al wok, ya bastante caliente. Al instante pudo sentir el delicioso aroma que su exquisita comida comenzaba a desprender. Lamentablemente, y frente a sus ojos, estos no habían tardado en comenzar a oscurecer.

Asustada y ligeramente desesperada, buscó en el refrigerador, algo que pudiera mejorar la situación, encontrándose en el camino con el pollo que aún descansaba en el piso de la cocina — solo debo apurarme — recordó, para luego voltear a verlo, levantarlo, y llevarlo al fregadero donde desesperadamente comenzaba a lavarlo — ¡Oh no! — exclamó, preocupada, al notar que las verduras comenzaban a carbonizarse — ¿Qué hago, qué hago? — se preguntaba, observando el recetario en medio de la nube de humo que había comenzado a dominar el lugar, encontrando por lo pronto, una imagen de la salsa que debía agregarse al wok, al final — ¡eso es! — celebró, pensando en que al incorporar la salsa, los alimento lograrían humedecerse — aún puedo solucionarlo — se alentó, para luego buscar los ingredientes necesarios que le permitieran hacerla, poco antes de detenerse abruptamente — ¿cómo demonios se prepara la salsa? — se preguntó por un segundo, para luego comenzar a reunir todo tipo de frascos y especies — no es momento de pensar en ese tipo de pequeñeces — se reprendió, mientras agregaba al wok, todo aquello que había encontrado — un poco de esto… — murmuraba, mientras agregaba un gran frasco de mayonesa — y de esto — agregaba, mientras, ahora sí, incorporaba una buena cantidad de aceite, además de una buena porción de esencia de vainilla, un poco del café de la cafetera de su hermana y solo una pequeña cantidad de vino blanco, por supuesto. Todas y cada una de sus recetas debía, simplemente, llevar vino blanco.

La chica observaba su creación con orgullo. Ahora sí que había logrado humedecer las verduras — si tan solo pudiera desprenderlas del fondo — suspiraba, antes de alcanzar un cuchillo, y comenzar a raspar. Tras desprender una buena cantidad de verduras carbonizadas, y gran parte del teflón del sartén, volvió a dirigirse al fregadero, para sacar su mazo y darle con fuerza. Algo de pollo debía llevar su preparación — cielos — había exclamado cuando, producto de su fuerza, había roto el mesón central — ¿Cómo es que Kasumi logra cortarlo con tanta facilidad? — se preguntó, mientras recogía una buena porción del suelo, para luego lavarla y lanzarla, tal cual estaba, en el sartén. Por supuesto, gracias al agua del pollo y al aceite caliente, se había generado un gran desastre, por lo que los gritos de la chica, que parecía estar en una gran batalla, podían escucharse por todo el lugar. Logrando que el chico que esperaba aún en el comedor, comenzara a impacientarse.

— ¿Todo bien allá adentro, Akane? — nervioso preguntó.

— ¡Todo bien, no te preocupes! — gritaba la chica desde la cocina, mientras se protegía del aceite que saltaba en su dirección.

— Que no me preocupe, dice… — ironiza el joven, entre dientes, mientras seguía escuchando los destrozos de la cocina y varios gritos, o gruñidos, desde el interior.

Una vez apaciguara el asunto, la chica había comenzado a observar los ingredientes flotar sobre aquel oscuro líquido, que había comenzado a burbujear lentamente. Por una extraña y desconocida razón, el líquido había comenzado a lograr una consistencia mucho más densa y pesada de lo que tenía previsto. Sin poder evitarlo, y una vez se hubiese disipado el humo que los alimentos carbonizados habían ocasionado, la chica había observado la fotografía de su revista de recetas, para luego observar su preparación — algo falta — murmuró, mientras recorría el lugar con la mirada, dando casi de inmediato con la olla que contenía los tallarines en su interior. Al acercarse, había podido comprobar que debido al tiempo que los había dejado cocinándose, estos se habían convertido en una masa pegajosa y gelatinosa y que el agua, hace mucho tiempo que se había evaporado — rayos — murmuró, nuevamente — no tengo tiempo de volverlos a preparar — se explicaba a sí misma, mientras observaba el gran sartén que tenía al frente con aquella viscosa mezcla en su interior — bien, esto tendrá que servir — se alentó, pinchando con un tenedor aquella bola de blanca y pegajosa masa, para luego depositarla junto a los demás ingredientes, pero, como esta sobresalía escandalosamente, había decidido cortarla directamente en el interior. Por supuesto, aquellos trozos de masa, no tardaron en perderse en la oscura y burbujeante preparación — ¡ya está! — celebró entusiasta, por lo que rápidamente alcanza uno de los platillos para voltear el contenido en él, cogerlo y correr en dirección de su prometido — ¡ya está, ya está, lo he terminado! — anunciaba, al correr.

Ranma, sobresaltado, intentaba reprimir sus enormes deseos de huir de ahí, pero aquella intención se había disipado, cuando su mirada se había detenido en lo que sea que tuviera su prometida, entre sus manos.

— Debes estar bromeando — protestó, cuando la chica lo había atrapado de la camisa, impidiendo su plan de escape.

— Ahora debes probarlo — le recordó. Y en aquella discusión, llevaban ya varios minutos.

— V-vamos…, Akane… — el chico pedía clemencia, una vez más.

— Mentiroso — finalmente, la chica sentenció — prometiste probarlo…, creo que no cumples tus promesas, después de todo — habló, con muy poco coraje, para el gusto del muchacho que prefería mil veces el tono molesto de su prometida, que aquel que estaba escuchando.

— No digas eso…

— Entonces, ¿lo probarás? — insistía, con el ánimo mejorado.

— Tramposa… — murmuró, encontrándose con una meditada, y muy bien utilizada, mirada entusiasta y alegre — está bien… — acordó, rendido, generando varios aplausos y gritos entusiasmados de su prometida. Lentamente toma los palillos entre sus dedos — pero solo daré un bocado — advirtió, y para su sorpresa, su prometida asintió conforme.

Tras observar aquello y tragar en seco, mueve sus palillos, alcanzando una muy pequeña porción, para luego dirigirla a su boca, con evidente temor.

El desmayo había sido instantáneo.

— ¿Cómo está? — preguntaba la chica, sacudiéndolo — ¿verdad que ha quedado bien?, ¿Ranma? ..., ¡Ranma! — lo llamaba, volviendo a sacudir, pero éste, ya sea por instinto o malestar, no parecía tener intención alguna, de despertar.

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Fin Capítulo 1. Yakisoba.

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Notas de Autora:

Hola!

He vuelto a aparecer. Esta vez, con una historia mucho más sencilla. Necesitaba un ligero descanso después de Emociones jejeje, y la verdad es que me siento mucho más cómoda con este tipo de relatos.

¿Ya les dije que adoro que Akane sea tan desastrosa en la cocina?

Para los curiosos, iré dejando el resumen de las preparaciones de este fic, así podrán ir comparando lo que "debió haber sido" con los "así resultó" y comprender un poco mejor el proceso (y desastres) de Akane.

Algunas de ellas son mis favoritas, por lo que se me ocurrió que podía ser una buena idea que les dieran una oportunidad, si es que no se las han dado ya.

Me compliqué un poco por el nombre genérico de algunos utensilios de cocina, al igual que con algunos ingredientes, que cambian de nombre de acuerdo a cada país, por lo que trataré de no entrar en detalles para evitar confusiones.

Espero que esta historia sea de su agrado. De todas maneras, agradezco desde ya el que hayan llegado hasta acá, leyéndola.

Como siempre, estaré pendiente de sus comentarios. ¡Así que, saludos!

¡Nos vemos en el próximo capítulo!

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Resumen de preparación:

- Cortamos el pollo en tiras y lo reservamos

- Lavamos las verduras y las cortamos en tiras o láminas y las reservamos

- Remojamos los fideos en agua hirviendo según las indicaciones del paquete y los escurrimos

- Preparamos todos los ingredientes a mano para comenzar el salteado

- Calentamos aceite en un wok, salteamos el pollo en tandas y lo reservamos

- Salteamos todas las verduras en el mismo wok, añadiendo primero las más duras

- Añadimos el pollo de nuevo y lo mezclamos todo

- Añadimos los fideos e integramos con el resto de los ingredientes

- Añadimos la salsa y salteamos para que se integren los sabores

- Añadimos unas semillas de sésamo y lo dejamos reposar unos segundos

- Servimos los fideos salteados y los disfrutamos aún calientes.