Ranma ½ no me pertenece…, y todo eso.

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RECETARIO.

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Capítulo 2. Yakimeshi

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Todos los integrantes de la familia Tendo y Saotome, miraban con tristeza, la pequeña porción de sopa de miso con la que contaban para alimentarse en aquella oportunidad. Y es que con los intentos culinarios de la menor de las hijas de Soun, es todo lo que Kasumi había logrado preparar, para comer.

— Es tu culpa — Nabiki se refería, al de la trenza. Pero éste estaba tan adolorido del estómago que contuvo exitosamente, cualquier idea de rebatir la injusta acusación — si no fuese por ti, Akane no habría vuelto a intentar volver a cocinar — había continuado la chica, pero un quejido, había sido todo lo que el chico había sido capaz de emitir como respuesta.

— Tal vez deberías regresar a la cama, Ranma — le sugería Kasumi, al ver que seguía con la cabeza apoyada sobre la mesa. Nodoka la observaba preocupada mientras depositaba un nuevo pocillo de té, sabiendo que aquello era todo cuando el chico podía tolerar. Su padre, en cambio, no tardaría en encargarse de su pequeña porción de sopa.

— Que exagerado eres, no es para tanto — protestaba la frustrada cocinera, que había preferido mirar en otra dirección. Un nuevo quejido había podido escucharse, y a pesar de que este había sido inteligible, varios de los comensales habían entendido su verdadera intención, a la perfección — óyeme… — gruñía la insultada.

— Akane, ya déjalo, ¿Qué no ves que está enfermo? — le reprendía su hermana mayor, razón por la cual ésta se había cruzado de brazos, aún molesta.

— Cualquier otro habría muerto en su lugar — había comentado Nabiki, provocando que varios suspiros se escucharan, con total resignación, mientras observaban, aún incrédulos, como la preparación de Akane descansaba fría, y dura, al medio del enorme mesón.

— Te estas volviendo débil — Genma lo reprendió — antes podías comer de todo y no te pasaba nada. Creo que las atenciones de tener siempre una comida caliente en frente, te están ablandando, Ranma — habló severo, después de darle el último sorbo a su sopa caliente, que le pertenecía a su hijo.

— No sea tan duro, Saotome. Y deje descansar al muchacho — hablaba Soun, que no había dejado de observar, incrédulo, la preparación de su hija.

— El próximo quedará mejor — Akane había murmurado, alentándose, sin embargo, todos habían podido escucharla, aterrados.

— ¿Seguirás practicando, Akane? — preguntó, cautelosa, Nodoka.

— Si — afirmaba, segura, junto con un fuerte asentimiento de cabeza que dejaba ver el entusiasmo de su respuesta — es la única manera de mejorar.

— ¿Y qué te dio ahora por practicar tanto? — Nabiki preguntó.

— Déjala Nabiki — la reprendía Soun — está bien que comience a interesarse por convertirse en una buena esposa — agregaba, apaciguando su llanto.

— No lo hago por eso — protestaba, ligeramente avergonzada.

— Si sigues así, acabarás con tu marido antes de casarte — reía su hermana mediana, mientras apuntaba al prácticamente inconsciente chico de la trenza que seguía recostado sobre el mesón.

— Ni quien quiera casarse con alguien con tan poca resistencia — resopla, provocando que el chico finalmente levantara su cabeza y la observara amenazante.

— Óyeme… — finalmente protestó, provocando una pequeña pero sincera sonrisa en su prometida, con su reacción. Él no sabía que Nabiki lo había apuntado, recordó.

— Quizá, solo debas aprender a cocinar, Ranma. Si tu esposa no puede preparar un plato de arroz, será mejor que puedas hacerlo tú en su lugar — le decía Nabiki, risueña, logrando un pequeño gruñido en el objeto de sus burlas, y un rostro extremadamente sorprendido y ligeramente espantado en Nodoka.

— ¿Qué prepararás esta vez, Akane? — Kasumi intervino.

— Yakimeshi — asegura, para luego beber un poco de su té.

— No sé si puedas realmente estar cómoda, la cocina…

— Me las arreglaré — la interrumpe, harta de que intentaran hacerla desistir — de hecho… iré a hacer las compras, justo ahora — anuncia, dejando su pocillo frente de si, para luego levantarse con las claras intenciones de retirarse del lugar — eso les dará tiempo para buscar dónde comer otra vez — agregó, manteniendo su actitud altanera, observando la consecuencia de sus palabras, a través de risas nerviosas y miradas avergonzadas, para luego retirarse, ligeramente más satisfecha.

— Sigo culpándote — habló seria Nabiki, otra vez dirigiéndose al chico que resoplaba cansado, mientras el llanto de su padre volvía a escucharse, entre lamentos y preguntas de cuándo su pequeña hija, podrá recuperarse del mal que la aquejaba.

— Eres un buen chico, Ranma — lloraba Soun, emocionado, después de un rato — gracias por ayudar a mi pequeña.

— ¿Ayudar? — preguntaba éste, nervioso, mientras observaba que Nabiki, Kasumi y su padre, comenzaban a dirigirse hasta la salida.

— Sé que te quedarás para ayudarla — afirmaba, seguro, para luego comenzar a dirigirse hasta la salida, también.

— Un momento — protestaba el chico, siguiéndolos.

— Akane puede ocasionar un gran accidente si se queda sola — le explicaba Kasumi, poniéndose el abrigo, bajo la incrédula mirada del chico.

— Debes cuidarla, Ranma — hablaba Genma, seriamente.

— Procura que ambos sigan con vida cuando regresemos — se burlaba Nabiki, tras acomodarse los zapatos.

— ¿Y por qué yo debo quedarme?

— Eres su prometido, Ranma. No olvides tu lugar en esta casa — Soun explicó, logrando un pequeño gruñido de parte del chico, ya que su madre lo observaba atenta.

— ¿Al menos me traerán algo de comer? — preguntó, rendido.

— Claro — aseguraba Nodoka, sonriente.

— ¡Traten de no destruir demasiado la cocina! — pedía Kasumi, ya casi en el exterior.

— ¿Qué comemos esta vez? — preguntaba Genma, emocionado, ignorando por completo al chico que habían dejado atrás.

— ¿Ramen? — preguntaba Nabiki, provocando que Soun y Genma celebraran alegremente la idea que denotaban su aprobación. Ranma había podido escuchar la risa de su madre y Kasumi, que parecían también, disfrutar de la idea. Ellas, simplemente, adoraban comer fuera de casa.

— Genial — murmuraba el chico, irónico, mientras las voces se perdían en la distancia.

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— ¿Se puede saber qué haces aquí? — preguntaba molesta la chica, al notar que su prometido, no tenía intención alguna de abandonar la cocina.

— Me aseguro de que no destroces la casa — respondía, mientras equilibraba distraídamente, un pequeño extintor, entre sus manos. Akane, al escucharlo, arrugó inconscientemente el entrecejo y se apresuró en darle la espalda, indignada.

— No tienes que hacerlo, vete — exigió, mientras retiraba alguna de las cosas que había comprado de las bolsas que había acomodado, en lo que quedaba de los muebles de cocina.

— Eso díselo a tu padre, ¿por qué crees que estoy aquí? — protestó, molesto, imaginando como los traidores esos, debían estar devorando ya, un delicioso platillo de ramen, mientras que él tendría que ingeniárselas, con lo que quedara de comida, y de cocina, si es que su malestar le permitía comer algo.

— Bien — concordó, sabiendo que en realidad no contaba con muchas, o ninguna, alternativa — pero no molestes — le advirtió, provocando un pequeño resoplido en el chico. La verdad era que tampoco se moría de ganar por estar ahí.

Akane, tratando de no prestarle atención, había retirado cada ingrediente de las bolsas, para ir en búsqueda de su maltrecho delantal y pasarlo por sobre su cuello y amarrarlo con fuerza por la cintura. Con cuidado, había buscado los cuchillos, paños de cocina, una nueva tabla de picar y un wok, que había tenido que comprar, pues el anterior, había quedado inservible. En silencio lamentó, lo costoso que le estaba resultando el incrementar sus habilidades culinarias.

— ¿Vas a comenzar de una buena vez, o no? — preguntaba irritado el chico que la acompañaba, pero su pregunta es deliberadamente ignorada. Akane no se dejaría amedrentar por el chico que sabía, la observaba atentamente. Con cuidado trataba de ubicar la revista, de manera tal que pudiera acudir a ella cada vez que lo necesitara, sin embargo, la destrucción ocasionada el día anterior, no le estaba facilitando la tarea de dejar todos los utensilios e ingredientes, a su alcance, por lo que varias veces había podido escuchar los resoplidos molestos de su prometido, cada vez que se caía algo.

Una vez lograra estar lista, y muy consciente de su presencia, decide voltear en dirección del chico para sacar exageradamente la lengua en su dirección, en una actitud infantil pero liberadora. Éste, responde volteando los ojos en señal de cansancio.

Tres profundas respiraciones, con los ojos cerrados, mientras cruzaba sus manos empuñadas por sobre su estómago, para luego llevar sus codos a cada uno de los costados de su cuerpo, en señal de absoluta concentración, eran el ritual con el que la chica solía reunir la convicción de que podría hacerlo esta vez, pero no era hasta que daba un fuerte y convencido grito de ataque, que su nueva preparación, había sido iniciada — aquí vamos — murmuró el chico, inclinándose hacia adelante, para poder observar con mayor atención, lo que Akane comenzaba a hacer.

Con determinación, había puesto el nuevo wok al fuego, pero como la cocina estaba seriamente dañada con los restos de sartén que no había podido quitar el día anterior, le había costado bastante trabajo equilibrar el utensilio en su lugar. Luego, había tenido que alcanzar la botella del aceite, y depositar el brillante liquido en su interior. Ello estaría bien, claro, si no hubiese tomado la botella de sake en su lugar, pues nuevamente había confundido tan vital ingrediente. Tas vaciar una importante cantidad, ya que no estaba dispuesta a lidiar con las mismas dificultades del día anterior, había ido en la búsqueda del saco de arroz, levantarlo por sobre su hombro, y verterlo al enorme sartén, directamente.

— ¿Estás segura que no debes cocinarlo, primero? — preguntaba el chico, que observaba atento.

— Se cocinará justo ahora — le explicaba la chica, tras dejar una pequeña montaña de arroz en medio del enorme sartén, para luego girar por sus talones y retirar varios huevos del recipiente en que venían. Al romper el primero, varios pedazos de cáscara habían caído al pocillo que utilizaría para batirlos, por lo que comienza a tratar de retirarlos con los palillos, retirando, sin querer, una buena cantidad de la yema — oh bien, da igual, solo debo sacar otro huevo — se alentaba, antes de que el mismo problema, se repitiera varias veces, generando que el licor comenzara a burbujear al interior del sartén al llevar tanto tiempo en el fuego intenso — cielos, lo olvidé — se repondría, al recordar que debía picar las verduras, por lo que rápidamente se dirige a lavarlas y comenzar a picarlas.

— No puede ser — murmuraba el chico, al observarla destrozar lo que quedaba de mueble — ahora sí que Kasumi no podrá preparar nada, aquí — suspiraba, frustrado mientras seguía observando cómo es que su prometida, continuaba destrozando la cocina.

Una vez que Akane terminara de picar las verduras, y la tabla de picar, además de la madera del mueble que seguía manteniéndose ahí, había tenido que seleccionar algunos trozos por sobre otros, para llevarlos al wok. La chica esperó el peculiar sonido del contacto de los alimentos con el aceite caliente, pero nada pasó, por lo que solo se encogió de hombros, para dirigirse hasta la carne, que no estaba congelada, esta vez — que lista soy — se felicitó, antes de comenzar a picarla, también.

— Vaya, no lo hace tan mal — comentaba el chico, viéndola trabajar, pero justo en ese instante, el cuchillo había caído al suelo, mientras Akane levantaba exageradamente uno de sus dedos, para luego comenzar a gritar — santo cielo — comentaba el chico, llevando una de sus manos hasta la cara, tratando de lidiar con su evidente frustración — ¿estás bien? — preguntó, mientras la chica dejaba que el agua limpiara su herida.

— Un pequeño corte, nada de cuidado — reía nerviosa, para luego cubrir su herida con un enorme paño de cocina.

— Si tú lo dices… — comenta cansado, a sabiendas de que la chica no le permitiría acercarse, todavía. Decidida, se acomoda para continuar con su tarea, y antes de que el chico comenzara a decir algo más, había comenzado a revolver con fuerza el contenido del wok, provocando que varios de los ingredientes salieran volando por el lugar.

— Bien — murmuró, al finalizar — nada se está quemando esta vez.

— Porque está crudo — Ranma le explicó lo evidente, sin poder creer que para la chica en realidad, no lo fuera.

— Claro que no, es solo que aún no he terminado — la chica se defendió, para luego regresar a la carne, tomarla tal cual estaba, e incorporarla junto a los demás ingredientes — ahora, un poco de sake — recordó, yendo por la botella de aceite, para agregarle una pequeña porción — cierto, lo olvidaba — anunció, antes de tomar el pocillo en el que había dejado la mezcla de huevos y cáscaras, para verterlo también, al interior, para revolver entusiasta, nuevamente — ya solo faltan algunos condimentos — se recordaba, para luego dirigirse a la alacena y alcanzar lo que ella juraría, se trataba de la sal y pimienta, aunque la verdad, nada podía alejarse más de la realidad — ¿Por qué Kasumi siempre oculta la salsa de soja? — se preguntaba, buscándola por todas partes, pese a que la botella con el oscuro líquido se encontraba justo frente a sus ojos. Desesperada, y sabiendo que cada minuto contaba en la cocina, busca también en el mueble de los desinfectantes, tomando con urgencia, la primera botella con oscuro líquido en su interior, sin detenerse a leer la etiqueta en la que se señalaba claramente, su alto grado de toxicidad. Y es que claro, el quita sarro no debía tener un sabor agradable, seguramente, por su alto contenido químico, insufrible.

— No puede ser — murmuraba el chico, que observaba incrédulo, mientras lidiaba con un pequeño y extraño palpitar en su ojo izquierdo. Akane siempre lograba sorprenderlo en la cocina, y en las mil y un maneras de arruinar un simple platillo de comida.

— Ya está — anunció, una vez vertiera todo su contenido, para luego dar brinquitos en su lugar, producto de la felicidad que le causaba el saber que no lo estaba arruinando esta vez. Sin pensarlo, comenzaba a retirar el paño de cocina que hasta entones, seguía envuelto en su dedo herido, para dejarlo sobre la cocina y voltear a ver a su nervioso prometido — ¿ya vez? Lo he conseguido — presume, orgullosa.

— Realmente espero que no creas que voy a comerme eso… — comenta, a la defensiva.

Al escucharlo, la chica se lleva las manos a la cintura, completamente ofendida.

— Pues, no compartiré contigo, si no quieres — explica, enfadada, mientras el paño que había dejado apoyado sobre la cocina, comenzaba a quemarse.

— He…, Akane… — la llama su prometido.

— ¿Qué? — pregunta, aún irritada, pero sin abrir la boca, el chico apunta en su dirección, generando que la chica volteara para observar lo que el chico trataba de enseñarle, notando al instante el problema: el paño de cocina había comenzado a incendiarse. Tras un leve grito de angustia, había sido testigo de cómo la enorme llama había llegado hasta el sartén, generando una llama tan grande, que por poco alcanza el techo, producto de la considerable cantidad de licor que se encontraba aún al interior. Alarmada y asustada, no hacía más que agitar sus brazos con desesperación, mientras su prometido, con toda calma, se acerca y utiliza el extintor que había estado siempre en sus manos — no puede ser — murmuraba, una vez que el fuego se hubiese extinguido.

— Ya está — comentaba el chico, sin emoción alguna. Akane observaba el resultado de su esfuerzo, completamente cubierto de aquel particular polvillo blanquecino que había impedido una tragedia, pero que, además, había sido el responsable de que su esfuerzo callera al suelo, gracias a la fuerza con la que el químico haba sido expulsado de su recipiente.

— Lo… ¡arruinaste! — protesta, en seguida, con evidente molestia, dirigiéndose al chico que la observaba resignado — tanto esfuerzo, para nada… ¿Cómo pudiste?, con lo bien que había quedado…

— ¿Qué?, ¿estás bromeando? — se defendía el chico, sin comprender del todo — créeme, no hay manera de que eso haya quedado bien — decía, acercándose al ahora blanco resultado, estrellado en el piso — cielos…, que desperdicio — comentó, al ver todos los alimentos arruinados.

— No puede ser — comentaba la chica, dejándose caer al piso, derrotada — eres un bobo… — murmuraba a penas — ¿y ahora?, ¿qué vamos a comer?

— Veamos que nos dejaron…, tal vez quedó algo de la sopa que preparó Kasumi. Estaba muy buena… ¿no crees? — preguntaba, mientras revisaba el refrigerador, pero había tenido que voltear, al notar que la chica había guardado por completo silencio — ¿Akane? — la llamó, pero esta se esforzaba por ocultar su rostro — vamos… — trataba de animarla, acercándosele, inclinándose junto a ella — mañana podrás intentarlo nuevamente.

— Será lo mismo…, siempre ocurre lo mismo — comentaba, entristecida, evitando su mirada — yo… no puedo cocinar… yo ¡jamás cocinaré como Kasumi! — lloraba, producto de la frustración. Ranma la observa acongojado, por un momento, para luego levantarse, abrir uno de los cajones y sacar el botiquín de su interior.

— Boba — la regañó, pero la chica, angustiada, ni siquiera había levantado la mirada con el insulto, así que volvió a inclinarse junto a ella, para acomodar el botiquín a su lado y estirarse para alcanzar una de sus manos, y observar la herida con cuidado — ¿y se puede saber, por qué de pronto, quieres cocinar como Kasumi? — preguntó, para luego buscar en la pequeña caja plástica, un poco de desinfectante, con su mano libre.

— Estoy cansada de ser la única que no sabe cocinar — se defendió, mientras observaba atentamente, cada uno de los movimientos del chico.

— Ya… — resopló el chico, para luego formar una sonrisa burlona, mientras comenzaba a limpiar la herida — ahora dime la verdad — solicitó, mirándola de reojo, provocando un pequeño pero significativo gruñido, en la chica.

— Que antipático eres — protestó, pero el chico solo se encogía de hombros, como respuesta.

— ¿Y bien? — insistió.

— Es solo que, Kasumi cocina muy bien, y yo… sé que… su comida… es la que más te gusta — la chica murmuró, apenada, bajando la mirada, percibiendo el pequeño sobresalto del chico, a través del pequeño y delicado contacto entre sus manos.

— P-pero… ¿de qué hablas? — preguntó, una vez lograra recuperar la capacidad de hacerlo.

— ¡No te hagas! — Akane protestó — he notado lo feliz que te pones cada vez que ella es la que cocina — asegura, provocando que su prometido tragara en seco.

Y es que la chica tenía razón. La comida de Kasumi era la que Ranma prefería. Ni la de Shampoo, ni la de Ukyo, ¡ni la de su madre!, por todos los cielos; la de Kasumi.

Él se había esforzado por ocultarlo, pero era bien sabido que el chico tenía la misma habilidad de disfrazar sus emociones, como la que tenía de aceptar una derrota, por lo que sus esfuerzos habían sido en vano.

Para Akane, que era, además, quien mejor lo conocía, había sido muy sencillo averiguarlo. Pero, el asunto había comenzado a molestarla cuando el chico había iniciado un juego en el que solían tratar de identificar el platillo del día, una vez llegaran a la casa de la escuela, y sintieran aquel delicioso aroma de comida recién hecha. El problema, para Akane, era que Ranma había comenzado a dirigirse a la cocina para observarla cocinar, pues, al Nodoka encargarse del almuerzo, era su hermana quien siempre preparaba la cena.

Irremediablemente, Akane se había puesto celosa de Kasumi. Una vez más. No porque pensara que entre su prometido y su hermana mayor existiera algún tipo de interés romántico, sino porque pese a sus inagotables intentos en mejorar en sus habilidades domésticas, Kasumi siempre lograba superarla, sin intentarlo, siquiera. Kasumi era siempre la más linda, la más dedicada, la más femenina, y era el colmo, para ella que incluso su atolondrado prometido, lo notara.

Lo que la chica ignoraba, era que su hermana mayor había comenzado a ofrecerle a su prometido una pequeña y anticipada porción para apaciguar su creciente apetito, siendo ésta la única razón que motivaba las visitas del chico.

— … Pero no logro hacerlo — continuaba lamentándose la chica, mientras su prometido terminaba de vendar la pequeña herida — … nunca seré como Kasumi.

— Cierto — concordó el chico, distraído por sus propios pensamientos, logrando que la chica, ofendida, retirara bruscamente la mano, de las suyas, dedicándole, además, una mirada amenazante — nunca serás como Kasumi, porque no eres Kasumi, eres Akane — afirmó, seguro. La chica lo observó, tratando de comprender lo que su prometido le había dicho, mirándolo con extrañeza — quiero decir, que debes dejar de intentar hacerlo a su modo, debes comenzar a buscar el tuyo.

— Ya… — río la chica, irónica — como si eso fuera tan fácil.

— Lo seria si dejaras de ser tan torpe.

— ¡Cállate, no me digas torpe!

— Pues, lo eres — la reprendió, apuntando el desastre que descansaba junto a ellos.

— No quedó tan mal esta vez… lo que se quemó, no fue la comida — se defendió, mientras Ranma limpiaba ahora las leves quemaduras de aceite de uno de sus brazos.

— Solo digo, que debes hacer las cosas, con un poco más de… calma — el chico sugirió, alcanzando su otro brazo, para comenzar a desinfectarlo, también.

— Habló el experto — Akane, ironizó.

— No soy experto, pero estoy seguro que podría hacerlo mucho mejor que tú — se defendió, presumido — en realidad, cualquiera podría hacerlo. Lo único que tienes que hacer, es seguir las indicaciones de la revista — dice, apuntándola.

— ¡Puede llegar a ser más difícil que eso!

— ¡Claro que no!

— Bien, si eres tan capaz, ¿Por qué no me ayudas a preparar la comida de mañana?

— ¿Yo? — preguntó, sorprendido — ¿y por qué rayos iba yo a ayudarte a cocinar? Mamá y Kasumi han intentado enseñarte y no has logrado más que intoxicarnos a todos ¿Qué te hace pensar que yo podría tener algo de suerte en lograr que cocines algo decente?

— ¡Porque tú eres el respon!... — respondió en gritos, interrumpiéndose, tratando de evitar decir lo que en realidad tenía en mente, sin embargo, la censura había llamado la atención de su prometido, que ahora esperaba atento una respuesta coherente — tu madre y Kasumi son demasiado amables. Sé que tú me dirás, sin problemas, cuando haga algo mal — explicó, apenada.

El chico la observó extrañado, preguntándose en si realmente pasaban demasiado tiempo juntos o lo que acababa de decir esa chica, tenía algo de sentido para él.

Era cierto, después de todo. El fuerte carácter de la chica solía provocar que evitaran decirle cuando hacía algo mal, o, al contrario, buscaran las mejores maneras de decírselo, pero él, no tenía en absoluto ese problema. Quizá se debía a eso que la chica pensara que no lo hacía del todo mal.

— ¿Estás segura? — preguntó. Y la verdad era que no lo estaba del todo, pero aquello sonaba mucho mejor a admitir que iba a reclamarle que era su deber, y responsabilidad, como futuro esposo. Así que asintió, finalmente. Ella había tenido la precaución de inflar su ego lo suficiente, como para evitar preguntas y al pensar que él estaría ahí de todos modos, sería mucho mejor que al menos se quedara a ayudar y no a molestar, como hasta ahora — bien. Te ayudaré — orgulloso, declaró — ¡pero tendrás que hacerme caso en todo lo que yo diga! — le advirtió, apuntándola.

Y justo en ese instante, Akane, se arrepintió.

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Fin del Capítulo 2.

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Notas de Autora:

Un cariñoso saludo para todos aquellos que siguen esta historia:

Akai27

arianne luna

Sandy

gatopicaro831

Roxbonita

Benani0125

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Resumen fácil de preparación:

- En caso necesario, cocer el arroz previamente y reservar. Saltear en el wok las verduras troceadas

- Batir el huevo y añadirlo al wok, saltear

- Cortar la carne e incorporarla al wok

- Limpiar y pelar los langostinos o gambones y saltearlos con los demás ingredientes en el wok

- Añadir el arroz jazmín cocido al wok junto con la salsa de soja y el sake, salpimentar

- Presentar el yakimeshi en un bol.