Ranma ½ no me pertenece…, y todo eso.
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RECETARIO.
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Capítulo 3. Oyakodon.
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Con el objetivo de salvarse de las preparaciones de Akane, la familia había desaparecido del lugar nuevamente, por lo que la chica había tenido el tiempo suficiente como para ir a comprar los ingredientes necesarios, mientras Ranma limpiaba y medio re construía la cocina. Rápidamente había tratado de quitar los restos de comida del piso, paredes y muebles restantes, desconectar el microondas para tratar de reparar la puerta, limpiar la marca negra del techo producto del fuego del día anterior, limpiar el piso y dejar bien abiertas, la puerta y ventana del lugar. Por supuesto, había dejado un balde lleno de agua fría, cerca, muy cerca de la cocina. Solo por si acaso.
Una vez estuviera todo limpio, se dispuso a preparar algunos de los utensilios que había visto, Kasumi y su madre siempre utilizaban, por lo que filosos cuchillos, varios pocillos y largos palillos, sartenes y ollas, se encontraban sobre el enclenque mostrador que escuetamente había reparado.
— Ya estoy en casa — había anunciado la chica, antes de aparecer por la puerta de la cocina, donde una alegre pelirroja la esperaba con ansias — vaya, sí que te esmeraste — comenta su prometida, al ver el nuevo estado de la cocina que si bien, no estaba del todo operativa, se encontraba mucho mejor.
— ¿Trajiste todo?
— Eso creo — comenta, comenzando a sacar las cosas de las bolsas.
— ¿Qué prepararemos hoy?
— Oyakodon.
— Bien — afirma el chico, terminando de amarrar el delantal de cocina que había alcanzado — ¿para qué es el pescado? — pregunta, observando los ingredientes que la chica iba depositando frente a ambos.
— Para el caldo de pescado — explica, simplemente, y ante la interrogación del chico, Akane le ofrece la revista que utilizaría de guía, esta vez.
— ¿No venden estas cosas, ya hechas? — preguntaba el chico transformado, mientras revisaba la receta que prepararían.
— Pues sí, pero prefiero hacerlo yo — le explica, llamando su atención — ¿algún problema? — pregunta, ligeramente irritada, ante una posible provocación.
— Solo preguntaba — se excusaba el chico, nervioso — que genio… — murmuraba para sí.
— Bien, es hora de comenzar — anunciaba una vez terminara de acomodar los ingredientes, para luego ir por su maltrecho delantal, y acomodárselo, también — ¿listo? — preguntó, y el chico asintió. Como parte de su ritual, Akane había comenzado con su profunda respiración y distinguidos movimientos que daban señal de una intensa concentración, sin embargo, Ranma cruza una de sus manos, deteniéndola — ¿Qué ocurre?
— ¿Qué tal, si lo haces con calma, esta vez? — ofrece, sabiendo que una vez que Akane diera su inicial grito de guerra, la locura comenzaría.
— Claro que no — protesta en seguida — el tiempo siempre me alcanza, estoy segura que si fuese un poco más rápida…
— ¿Qué dice la receta? — la interrumpió.
— Primero hay que preparar el arroz — resume la chica, tras revisar.
— Puedo encargarme de eso — dice Ranma, levantando el saco de arroz para leer con cuidado, las indicaciones de la receta — bien — reafirma, antes de comenzar a acomodar la arrocera, con su mano libre — ¿Qué debemos hacer después?
— Picar el pollo — lee la chica, por lo que rápidamente se dispone a ir por él, acomodarlo sobre la tabla para picar, y acercar uno de los filosos cuchillos. Tras su característico ejercicio de respiración, da un determinado grito que declaraba sus intenciones de comenzar con su quehacer, sin embargo, no logra llegar a su destino, ya que la fuerte pelirroja, había sujetado su muñeca, impidiéndoselo — ¿Qué? — la interrogaba, molesta.
— No debes acabar con él, Akane, ya está muerto — ríe, divertido, mientras la chica dejaba caer sus hombros, notoriamente frustrada — deja, ya lo hago yo — anuncia, ocupando su lugar, retirando el cuchillo de sus manos, para comenzar a rebanar la proteína — ¿me alcanzas la sal? — pregunta, y la chica se apresura en llevarle lo solicitado, pasándole el azúcar, en su lugar — este no es Akane, lee las etiquetas… — le recordaba.
— ¡Es lo mismo! — protestaba esta, volviendo a buscar, pero al ver Ranma que la chica estaba por tomar el jengibre molido, decide alcanzarlo por él mismo, levantándolo y apuntando la etiqueta exageradamente, para que la chica pudiera observarla.
— ¿Qué hay que hacer ahora? — pregunta, tratando de desviar la creciente molestia que comenzaba a invadir a su prometida.
— Dice que hay que calentar el sartén, para agregar los ingredientes — vuelve a resumir, tras revisar la revista, por lo que va en búsqueda del wok.
— Ese no, Akane, uno pequeño. Aquí dice que esta preparación es solo para dos personas — la corrige, tras cerciorarse.
— Está bien — contesta la chica, cansina, arrastrando las palabras, para buscar uno mucho más pequeño — ¿éste? — pregunta, enseñándole la alternativa, acostumbrada a seguir ese tipo de indicaciones gracias a la asistencia que solía hacer con su hermana y futura suegra. Ranma asiente en respuesta. Confiada, la chica enciende la cocinilla y ubica la pequeña sartén — iré también por la soja — anuncia, antes de ir al mueble de los desinfectantes, directamente.
— No, no, no, no — la corrige su prometido — está acá, mira — la señala, mostrándole exageradamente la etiqueta — la salsa de soja, siempre está aquí, junto a la cocina… ¿ves? — le explica con paciencia, para luego verter la cantidad necesaria sobre el sartén, y continuar con los condimentos faltantes.
— El pollo, y… oh no, los vegetales — lee con cuidado — demonios, debo apurarme — murmura, comenzando por la cebolla, que debía incorporarse junto al pollo — no demoraré — anuncia, tras lavarla rápidamente, para ubicarla sobre la tabla de picar, y levantar el cuchillo, nuevamente.
— Yo soy más rápido — anunció el chico, tomando su lugar, para comenzar a trozarla, aplicando el Kachū Tenshin Amaguriken.
— ¡Hey! — protesta la chica al verse reemplazada, pero su prometido había sido tan rápido y eficiente, que estaba ya depositando la delgada cebolla en el sartén.
— ¿Y ahora? — preguntaba su prometido, mientras revolvía suavemente, volteando a verla con una sonrisa absolutamente llena de satisfacción.
Tras emitir un pequeño gruñido, Akane se dirige a revisar la revista nuevamente, para leer en silencio, el paso siguiente.
— Perejil — anuncia simplemente, sin intentar siquiera, llegar junto a su prometido. En silencio, apoya su cuerpo sobre la superficie más cercana, para notar el rostro concentrado, pero feliz, de la pequeña pelirroja. Sin mucho esfuerzo, lanza la verdura para que Ranma pudiera darle alcance.
— Listo — dice, cortándolo en el aire, justo antes de que llegara al sartén.
— Los huevos…
— … Batidos, ¡lo tengo! — anuncia, repitiendo un proceso similar.
— El caldo…
— ¡Cierto! — recordaba, lanzando una pequeña olla al aire, por un lado, arrojando el pescado por el otro, logrando que ambos se encontraran en el centro, dejándolos caer sobre una nueva llama, para luego verter un poco de agua en su interior — demonios, esto tardará un poco — murmuró, mientras bajaba ligeramente el fuero de la original preparación.
— Voy por el arroz — anuncia la chica, al ver que su prometido ya tenía listo, todo lo demás. Akane había vertido el humeante arroz sobre un pocillo con la ayuda de una espátula de manera, para luego ubicarse junto al chico, sosteniéndolo aún en sus manos, para que éste pudiera incorporar el contenido del sartén sobre el arroz.
— Ahora, solo falta, el toque final — decía, mientras separaba la yema de la clara de un huevo, para ponerlo sobre el platillo que habían preparado — oye, no ha quedado nada mal — afirma, apreciándolo y tomándolo entre sus manos. En un movimiento casi instintivo, había disfrutado del delicioso aroma que desprendía la reciente preparación — ¿Qué te parece? — preguntaba, entusiasmado, observándola.
— Pues sí, no se ve nada mal — admite, complaciente — solo hay un pequeñísimo problema — menciona, llamando la atención de la pelirroja que la observaba sin comprender. De manera instintiva y ante el silencio de la chica, Ranma había mirado la fotografía de la revista, y luego la pequeña preparación, comparándolas, y para su satisfacción, ambas se veían bastante similares, pero, por alguna extraña razón, Akane se veía bastante molesta.
— ¿Qué? — pregunta finalmente.
— ¡Que yo no lo hice! — gritaba la chica, enfadada, provocando que el chico retrocediera un par de pasos, debido al sobresalto.
— ¿Cómo que no?, ¡estabas aquí!, ¿Quién lo preparó si no? — se defendió, una vez pasara la impresión.
— ¡Tú! — protestaba la chica, amenazante.
— Claro que no, Akane, lo hemos hecho los dos.
— Ha, ¿sí? — ironizó, cruzándose de brazos — ¿Qué es lo que he hecho yo?
— Pues… — el chico meditó, observando la cocina, para luego observar el plato caliente que aún descansaba en sus manos — tu… compraste los ingredientes y… pusiste el sartén… y…
— ¿Ya ves? — inquiere, provocando que el chico riera nerviosamente, al comprender que se había adueñado por completo de la situación.
— Pero… se ve bastante bien… — comenta nervioso, para luego alcanzar un par de palillos y probarlo, dando un pequeño bocado — ¡está bueno! — celebró, provocando que la chica gruñera, nuevamente — ¿quieres? — ofreció, intentando sonar agradable.
— ¡No! — respondió Akane, enfadada, intentando alcanzar el pocillo que el chico sostenía, con evidentes intenciones de tirarlo.
— ¡E-espera, Akane! — esquivaba el chico — no te enfades — pedía en vano, mientras saltaba por doquier, evitando que uno de los filosos cuchillos que su prometida lanzaba, le dieran alcance — con lo bueno que quedó — murmuraba, mientras esquivaba el sartén caliente, que la chica le acababa de lanzar, para luego observar el bien oliente pocillo que sostenía.
— Eres un… — murmuraba la chica, interrumpiendo el insulto, para alcanzar lo que fuera, y lanzarlo en su dirección, nuevamente — lo único que me faltaba, es que cocinaras mejor que yo… — murmura frustrada, observándolo escapar de sus múltiples intentos.
— Pues, tal vez Nabiki tenga razón y no sea tan mala idea aprender a cocinar — comenta, entre saltos — si vas a ser mi esposa, no estaría bien que muriéramos de… — se interrumpió, siendo además interceptado por uno de los utensilios que le lanzara la chica.
Por un instante, ambos se habían quedado frente al otro, avergonzados. Akane no estaba segura si aquella declaración la halagaba, o insultaba, sin embargo, había limitado su capacidad de movimiento, y Ranma, sonrojado, no hacía más que acariciar la zona del golpe mientras desviaba la mirada, aún sonrojado.
Finalmente, la chica se acerca, le quita el pocillo de las manos, y comienza a comer estrepitosamente.
— ¡Hey, déjame un poco! — protesta el chico, apresurándose en alcanzar unos palillos para comenzar a comer del mismo plato él también, participando en lo que se había convertido en una extraña competencia, por acabar con el contenido primero.
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— No lo entiendo — suspiraba Akane, acomodada en el piso de la cocina, descansando su espada en una de las paredes, junto a Ranma, que se encontraba también, en la misma posición. El pocillo que antes estuviera rebosante de comida, se encontraba vacío en medio de ambos — ¿Cómo es que tú, si pudiste? — pregunta, observándolo. El chico solo se encoge de hombros, como respuesta.
— Solo seguí las instrucciones, Akane, no es tan difícil.
— Si, pero… — protestó, deteniéndose para suspirar pesadamente — es difícil, para mí — declaró, y el chico, aun en su forma maldita, meditó, preguntándose por la razón que impedía a su prometida llevar a cabo, aquello que más le interesaba realizar. Es que se esforzaba demasiado, pensó.
— Debes controlar tu fuerza — explicaba el chico, observando una de sus manos, cerrándola en un puño — leer las etiquetas, probar lo que cocinas, intentar no destrozar la cocina… — comenzó a enumerar, entusiasta.
— Solo eso, ¿verdad? — preguntó, irritada, volteándolo a ver, provocando que el chico comenzara a reír nerviosamente, una vez más. La lista de fallos, era extensa.
— Bueno, dijiste que era bueno que te dijera lo que los demás no se atreven… — le recordó, logrando un pequeño resoplido de derrota — tal vez… — Ranma meditó.
— ¿Qué?
— Quizá, preparar un platillo sea demasiado ambicioso para ti — comentaba, aún reflexionando — quiero decir, que cuando trato de aprender una nueva técnica, debo ir paso a paso, quizá tu debas hacer lo mismo — se apresuró a explicar, — ven aquí — la llamó, una vez que él mismo se pusiera de pie. Akane lo observa con desconfianza por un momento, pero la pelirroja había insistido a través de varios gestos, por lo que lentamente se había puesto de pie, para luego acomodarse en el lugar que Ranma le había reservado. Con determinación, le había ofrecido una cebolla y un cuchillo, dándole a entender, que este sería el paso que practicarían.
Al observarlo, Akane había cambiado su derrotada actitud, por una que rebasaba confianza y seguridad, por lo que no había tardado en alcanzar lo que su prometido le ofrecía. En un santiamén, Akane había comenzado con la tarea de trozar la cebolla. Una inhalación y una exhalación, antes de un fuerte grito, para seguir con un fuerte golpe, que había provocado que la redonda cebolla saliera disparada. Akane había tomado el cuchillo al revés, y le había dado a la cebolla, con el lado sin filo.
— Tan torpe — murmuraba el chico, poco antes de ser amenazado con el filoso instrumento.
— Te lo advierto — gruñía Akane, enfadada, pero el gesto había comenzado a modificarse y sus ojos habían comenzado a cristalizarse, debido al intenso sentimiento de frustración que venía acompañándola desde el primer día. Ranma, al observarla, supo que la chica no podría aguantar un fallo más, por lo que baja con sus manos el amenazante utensilio, para ir en búsqueda del ingrediente que había recorrido el lugar por el aire, recogerlo y volver a acercarse, ubicándose junto a la chica, que lo observaba, desganada.
— Lo que pasa, es que utilizas mucha fuerza, para realizar un movimiento que no la necesita. Debes aprender a controlarte — la regaña, seriamente. Akane, que había notado al instante el cambio de actitud del chico, escuchaba atenta — si sigues así, terminarás como Ryoga, que rompe todo a su paso cada vez que se enoja. No puede ser, Akane, que un guerrero, no sepa controlar su fuerza — continuaba el chico, depositando la cebolla, sobre la tabla de picar, nuevamente — este contrincante, no puede defenderse. No necesitas aplicar toda la artillería. Eso sería abusar del más débil ¿entiendes? — Akane observó la simple y maltrecha cebolla, y asintió.
— ¿Cómo lo haces tú? — finalmente, preguntó.
— Hom… — se esforzó por recordar, pero sus movimientos habían sido tan mecánicos e instintivos, que tuvo que simular hacerlo nuevamente de manera que pudiera concientizar la manera en la que lo había hecho minutos atrás. Lentamente, había alcanzado la cebolla para partirla en dos, alcanzarle una de las mitades a la chica, y dejarse otra para sí, buscar otro cuchillo y comenzar a picar, invitándola a imitarlo a través de gestos y miradas — no debes levantar la punta de la tabla — le enseñó, comenzando con movimientos lentos y controlados — golpes suaves. El cuchillo hará la fuerza por ti, de lo contrario, ni mamá ni Kasumi podrían cocinar jamás.
— Entiendo — afirmó, imitando a su prometido. La chica aguantó la respiración antes de realizar el primer golpe, pero este había sido tan abrupto, que había quitado una buena parte del ingrediente, logrando que soltara un pesado suspiro en el que liberaba el aire que hasta entonces, había retenido, sin embargo, la chica no había tardado en sentir que la pequeña y delicada mano de su prometido en su forma femenina, se posara con cuidado, sobre la suya. Akane dio un respingo y volteó por sobre su hombro, encontrándose inmediatamente con los brillantes ojos azules que lo caracterizaban, pero estos, no la miraban a ella, sino a sus manos o más específicamente, a la cebolla que estaba entre ellas. Akane había fijado su mirada al frente y su cuerpo había adoptado una rigidez inusual. La cercanía del chico, a pesar de estar transformado, había logrado ponerla completamente nerviosa, y su estado incrementaría cuando su mano libre, era también capturada por la del muchacho, y con seguridad, había guiado cada uno de sus movimientos.
— Despacio — Ranma le recordó, hablándole por sobre el hombro, provocando un leve escalofrío en la chica que solo asintió como respuesta, nerviosa. Sin lograr comprender del todo lo que estaba ocurriendo, había tenido que recordar inhalar y soltar el aire que amenazaba con agotarse, mientras, sumisa, se dejaba guiar por el chico que nunca había dejado de guiar sus movimientos. Al notar aquello, Akane había logrado percatarse de que, gracias a la intromisión y abrupta cercanía del chico, ella estaba logrando realizar cortes simétricos y precisos, como los que había visto hacer a su hermana, un millón de veces. Una enorme y alegre sonrisa se había formado en su rostro.
— ¡Mira, mira!, ¡lo estoy haciendo! — celebraba, sin detener sus movimientos a pesar de que el chico, había comenzado a retirarse.
— Concéntrate, o volverás a cortarte — Ranma le habló, tan nervioso como ella había estado, recuperando el aire que había olvidado reunir en sus pulmones. El chico, podía sentir el calor en sus mejillas y observaba sus manos con atención, sintiendo aún la suave, pero familiar textura que había podido percibir en la chica y en el contacto que ella le había permitido. Con una pequeña sonrisa había agradecido el que no lo matara por semejante atrevimiento — bien — concordó, por más de una razón, una vez que la chica finalizara con la tarea que había continuado de manera autónoma — no está perfecto, pero servirá — anunciaba, para felicidad de la chica que, mucho menos exigente, estaba feliz con su progreso.
Una mirada ilusionada había sido suficiente para que Ranma comprendiera que la chica deseaba seguir practicando, por lo que se había apresurado en reunir todo alimento que pudiera ser rebanado. Y Akane se encargaba de repetir, una y otra vez, lo recientemente aprendido.
— Ya está — anunciaba, admirando el resultado de su trabajo, una vez que los vegetales por picar, se agotaran. Los trozos de verduras que había logrado obtener, carecían de un corte uniforme o prolijo como consiguiera antes, con la ayuda del chico, pero ni un solo trozo de la tabla de picar de madera se podía ver entre ellos.
— Mucho mejor — observaba el chico, satisfecho.
— Si, pero… — observaba la chica, que pese a estar absolutamente contenta con su trabajo, no había podido comparar los enormes y desprolijos trozos de verdura que ella había logrado obtener, con los que había conseguido cuando Ranma había tomado sus manos.
— ¿Qué? — preguntaba el chico, observándola.
— Aún no logro hacerlo como cuando… tu… — se interrumpió, bajando la mirada, provocando que el chico comprendiera a qué se refería. Este, inevitablemente se había observado las manos, avergonzándose de manera inmediata.
— Y-ya lo lograrás — anunció, nervioso, logrando un pequeño gruñido, cargado de frustración, de parte de la chica — con un poco más de práctica — agregaba, tomando distancia, dándole la espalda.
— Claro…
— Ahora, ¡leeremos las etiquetas! — anunciaba el chico, esforzándose por cambiar de tema.
— No soy estúpida Ranma, sé leer — la chica protestó molesta, por más de una razón.
— Entonces, tal vez podrías decirme la razón de por qué no lo haces — respondió él, imitando el tono molesto de la chica.
— ¡Claro que lo hago!
— Dame la sal — exigió, y la chica se apresura en ofrecérsela, confundiéndola con la pimienta, en su lugar.
— ¿Ya ves? — confirmó su prometido, posicionando el frasco frente a sus ojos, para que pudiera leer.
— Pero son muy parecidos, ¿Cuánta diferencia puede haber?
— ¡Mucha! — Ranma la regañó, para luego cerrar los ojos y tratar de recuperar la calma que hasta ahora, había sido capaz de mantener — debes leer las etiquetas — aseguró cansinamente. Y nuevamente, la chica había tenido que entregarle lo que rápidamente, le iba solicitando.
No había sido nada fácil, la verdad. Akane había confundido los condimentos durante varios y tortuosos minutos, Ranma había desordenado por completo su cabello producto de la frustración que le generaba el hecho de que Akane no encontrara lo que generalmente estaba absurdamente cerca de sus ojos, pero había conseguido, después de un buen rato, al menos detenerse a preguntar, cada vez que alcanzaba alguno.
— ¿Estás seguro de que esto funcionará? — preguntaba la chica, mientras buscaba, nuevamente, la salsa de soja.
— En absoluto — murmuraba para sí, mientras observaba que la chica recorría todo el lugar, en búsqueda de lo que le había enseñado tan solo hace un par de minutos atrás — ¿Qué no te he dicho que estaba siempre junto a la cocina? — preguntaba irritado.
— ¡Pero no la encuentro! — protestaba la chica, también enfadada, cerrando por enésima vez, la puerta del mueble que había vuelto a revisar.
— Está aquí, demonios, ¡aquí! — Ranma había caminado pesadamente hasta ella, para levantarla y enseñársela por lo alto — ¿Qué no la ves?
— No entiendo cómo es que esto, logrará hacerme cocinar — protestaba, mientras quitaba la salsa, de entre las manos de su prometido. Sin embargo, su prometido gruñía y estiraba su rostro, ante el comentario.
— ¿Quieres intentarlo, nuevamente? — rendido, preguntó, acariciando lentamente parte de su frente. Un repentino y fuerte dolor de cabeza había comenzado a molestarlo.
— ¡Claro que sí! — celebró la chica, acercándose a los distintos ingredientes que antes había cercenado. Ranma se había dirigido a preparar el arroz, nuevamente, para luego volver a su lado.
— Pensé que sería mi turno, ahora — extrañada, preguntó.
— No presiones, Akane, un paso a la vez — explicaba, mientras sostenía la revista — iré leyendo los pasos a seguir, ¿de acuerdo?
— Está bien — aseguraba la chica, convencida, endureciendo el rostro, concentrándose.
— Debes seguirlos con exactitud.
— ¿Y el toque personal?
— Nada de toques personales — simplemente afirmó, provocando una extraña mueca en la chica — ¿estás lista? — Ranma, nervioso, preguntó.
— ¡Si! — anunció Akane. Y una nueva batalla, acababa de comenzar.
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— ¿Y bien? — preguntaba Akane, al ver la preparación finalizada. Ranma observaba en silencio, revisaba con cuidado, y sin poder evitarlo, había alzado la vista para apreciar, nuevamente, el desastre que había quedado, nuevamente, en el lugar. Akane estaba absolutamente sucia. Ranma estaba evidentemente despeinado, y uno de sus ojos palpitaba con fuerza, sin embargo, debía admitir, que la comida que el pocillo contenía, no se veía tan mal, como estaba seguro, el resto de las cosas si lo hacía.
— ¿Lo… probaste? — preguntaba, temeroso.
— ¿Crees que deba hacerlo? — preguntaba sincera, su prometida. Y ambos se habían observado, inseguros. Los ingredientes habían sido picados. La proporción no estaba pareja, ni prolija, pero Ranma podía asegurar que no había ningún otro ingrediente, allí. Akane había confundido nuevamente algunos condimentos, pero él había detenido a tiempo sus equivocaciones. El pollo estaba cocinado, los huevos habían sido incorporados sin cáscara. Todo se veía en orden. A excepción de la yema del huevo que Akane no había logrado separar, por lo que un huevo, entero y frito, descansaba sobre todo lo demás, pero pensaba que, aun así, no estaría mal, por lo que lentamente, había asentido.
Akane, había alcanzado un par de palillos. Lentamente había tomado una pequeña porción, para llevarla a su boca, cerrar los ojos, y comenzar a llorar.
— Oh no, Akane, ¿estás bien? — preguntaba Ranma, preocupado, sacudiéndola ligeramente
— Está… bueno — Akane murmuró, incrédula y emocionada por partes iguales.
— ¿Qué? — preguntó su prometido, igual de sorprendido, pero al ver que una ensoñadora chica, era absolutamente incapaz de contestarle en esos momentos, decide buscar un par de palillos y probar, él también — santo cielo — murmura, impactado.
— Lo conseguí… — murmura la chica — Ranma, ¡lo conseguí! — gritaba ahora, feliz — ¿ya lo probaste?, ¡esta bueno!, ¡realmente lo está! — celebraba, tratando de convencerse a sí misma — oh dios, ¡soy tan feliz! — exclamada, abrazando el pocillo con cariño — ¡gracias, gracias! — saltaba, entusiasmada, sin dejar de abrazar aquel recipiente — ¡Ranma! — se había detenido frente al chico, y sin pensarlo se había acercado para besar su mejilla, antes de dirigirse con urgencia hacia el comedor — trae tus palillos, ¡la cena está servida! — anunciaba con alegre voz, desde el pasillo, mientras una sonrojada pelirroja, llevaba una de sus manos al rostro, tratando de sobreponerse a tal muestra de afecto.
— Hem.., yo… y-ya…, ya voy — parafraseaba una respuesta, antes de quitarse el delantal, observar por última vez la cocina, y retirarse de ahí, lentamente.
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Fin capítulo 3.
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Notas de autora:
Saludos desde el último lugar del mundo, para ustedes, quienes siguen esta historia. Especialmente para quienes han ocupado un poco de su tiempo en dejarme un mensaje:
Rankosaotendo1957
Akai27
SARITANIMELOVE
Gyggicats
SARITANIMELOVE
gatopicaro831
Benani0125
arena
Saone Takahashi
arianne luna
Sakurita24
vanesa112
Y los siempre fieles que prefieren hacerlo desde el anonimato.
Muchos cariños a todos(as) ¡Nos vemos!
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Resumen fácil de preparación
-Lavamos el arroz, lo cocemos y lo reservamos
-Cortamos las pechugas de pollo en tacos y echamos sal al gusto
-En una sartén pequeña mezclamos la salsa de soja, el mirin, el caldo de pescado y el azúcar
-Agregamos los trozos de pollo y la cebolla en juliana
-Una vez cocinado el pollo, añadimos el perejil picado grosso modo
-Vertemos 2 huevos ligeramente batidos, volvemos a tapar la sartén y dejamos cocinar hasta que se forme casi una tortilla
-Colocamos el arroz hervido en un bol y sobre este la mezcla de la sartén
-Separamos la yema del otro huevo, la colocamos en el centro y consumimos de inmediato
