Disclaimer: Los personajes de la caricatura no nos pertenecen, escribimos por diversión y sin lucro. Aún así, los OCs como la manera en la que desarrollamos este universo sí es de nuestra autoría.

Advertencias: Headcanon Conjunto. Especial de bodas de azules. Leve lenguaje vulgar, lime, actitudes cuestionables y demás. Erratas por ahí...


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Blue Berry

II

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Una vez te dije que me gustaban los colores del amanecer, que me encantaban las tonalidades naranjosas combinándose con las violáceas mientras el sol despertaba de su descanso. Lo mencioné fugazmente en esa madrugada donde intercambiamos más que unas cuantas oraciones luego del choque de nuestros cuerpos extasiados. Creo que fue la primera vez que hablamos después de tantos encuentros. No supe si me escuchaste en ese momento, porque te cambiaste como siempre hacías una vez terminar. Para ese punto, la curiosidad de conocerte ya me estaba ganando y si bien no fuiste grosero, tampoco obtuve respuesta de tu parte. Tu mirada antes de irte fue lo único que recibí como una señal de vernos pronto.

Te comenté que me gustaba como la luna se volvía más inmensa a ciertas horas del alba y que era gratificante ver la luz del sol apadrinando el día. Creí que no me habías prestado atención, pero cuando los sentimientos fueron más entre nosotros y nos dispusimos a formalizar lo que ambos veníamos posponiendo, supe que tal vez no hablaba sola como muchas veces pensé.

Luego del breve enfrentamiento que tuve con Buttercup aquel día antes de escaparnos, condujiste sin rumbo fijo en un carro por la carretera escuchando las canciones que desde entonces yo ya las catalogaba como nuestras. Las estrellas nos acompañaron, pude ver tu perfil atento y a la vez tan expresivo hacia mí que ignoré los paisajes nocturnos para concentrarme en tus facciones. Era la primera vez que fuimos íntimos como una pareja, por lo cual comprendí que quería repetir esa dinámica contigo por mucho tiempo.

No pasé desapercibido el cómo mirabas el reloj, mas lo entendí al verte estacionar en medio de la nada, tomando mi mano para apoyarnos en el capó y ver el amanecer. Me abrazaste por la espalda, fuerte, apoyando tu mentón en mi hombro, tu mejilla acarició la mía y volteé mi rostro para besarte mientras el horizonte se tornaba de luces.

Cuán maravilloso fue ese beso y cuán maravilloso fue entregarme a ti como amaba hacerlo mucho antes de que lo lleváramos a más.

El camino de árboles en forma de arco nos dio paso a la recepción donde ya nos esperaban nuestros invitados, la algarabía ante la entrada de los novios, me hizo sonreír por su calidez, siendo ésta más satisfactoria al sentir la mano de Boomer sosteniendo la mía. Entre felicidades y buenos deseos, comenzaron a elogiar la decoración llena de referencias a la fantasía medieval en la que ambos fuimos partícipes.

—Mi amado, dulce y encantador esposo—afirmé lo último deleitándome con cada letra de aquella palabra—, ¿me permite usted una foto?—comenté al ojear cómo uno de los fotógrafos se nos había acercado para inmortalizar la forma en que los brazos de Boomer rodeaban mi cintura simultáneamente yo disfrutaba del aroma varonil que él desprendía. Me apretujó hacia sí sin dañar la seda del vestido y sonrió junto a mí ante el lente de la cámara. Asentí en agradecimiento.

La fila para el photocall era larga, muchos esperaban ansiosos el tomarse fotos con aquellas espadas plásticas y diademas que habían recibido como un regalo para que se sintieran parte de la época. Contrario a nuestros atuendos haciendo alusión, las personas que habíamos invitado vestían trajes formales; fue un acuerdo al que llegamos para facilitar la elección de indumentaria. Así era más sencillo. En medio del caos de los asistentes, aprecié a nuestros hermanos jugando, si se podía llamar juego el que Buttercup le diera en la cabeza a Butch con una espada antes de salir corriendo por la estancia con él pelinegro siguiéndola; mi hermana se estaba relajando luego del estrés de los preparativos, así como el incidente que ocurrió unos minutos atrás. Por otro lado, mis padres hablaban con el resto de los asistentes quienes mostraron su apoyo al nuevo matrimonio. Nuestra hija gustaba ser el centro de atención, por ende, bajo la supervisión de su abuelo Mojo, saludaba a la gente y presumía su atuendo con ese carisma atrayente y amigable que había heredado de nosotros.

Los amigos de Boomer trataban de controlarse, aunque no me pasara por alto el hecho de que se estuvieran robando las monedas de la fuente de deseos que descansaba en la esquina del lugar. De alguna manera, me había acostumbrado a esas personalidades tan… problemáticas, y aunque no podía estar peleando contra aquello que era parte de mi esposo todo el tiempo, aun si tuviéramos el acuerdo tácito de no dejarnos afectar en determinados ambientes por nuestros roles, eso no quería decir que siempre lo dejara pasar. No les duró mucho sus fechorías, pues Blossom ya estaba juzgándolos con la mirada. A su lado, Brick tenía una mueca socarrona mientras cargaba a Aidan en brazos, no me sorprendía que le pareciera hilarante la situación. Mi sobrino mirando aquella expresión de su padre hizo lo mismo y soltó una carcajada cuando el regaño de Blossom llegó a oídos de los rufianes. Por lo que veía, Brick no era el único que se burlaba del lado mandón e histérico de mi hermana. A pesar de ello, eso no impidió que todos convivieran en una extraña armonía llena de gozo y felicidad.

Felicidad.

Aquel sustantivo rondaba mi cabeza desde que oí el "acepto" de Boomer en el altar, la manera en cómo sus ojos se concentraron en lo míos hizo que me sintiera afortunada por amar con tanta devoción a ese hombre. Me había enamorado de mi enemigo profundamente, entregando de la misma manera mi cuerpo y alma. Sonreí al hallar las pupilas de mi adorado observándome e incitándome a sellar nuestros labios una vez más. Un roce suave, un roce especial.

—¡Te ves tan guapo!—le dije embelesada, apreciando con la mirada aquella boca sensual, así como su trabajado cuerpo cubierto por ese traje inspirado en los Targaryen, personajes pertenecientes a la obra de George R. R. Martin. Me quedé analizándolo con tanta intensidad y anhelo que intenté borrar los posibles pensamientos que harían que me escabullera junto a él del ruido de la fiesta mucho antes que bailaramos nuestro primer vals—. ¿No te gustaría escaparte? —pregunté mientras unía más mi pecho al suyo y envolvía provocadoramente mis brazos a través de su cuello.

—Sabes que iría a cualquier lado contigo—respondió ensanchando su sonrisa con sugerencia.

Si alguien nos vio alejarnos, lo cual sería lo más lógico al ser nosotros los protagonistas, no me podía importar menos, pues las ganas de tocarlo eran más grandes que el posible escrutinio de la muchedumbre. Me había mentalizado que disfrutaría esta velada con mi amor sin importar qué y parte de ello era satisfacer mis propios deseos como los de mi marido. Escondidos en la parte trasera de aquel árbol a unos metros de la pista de baile, comencé a manosear a Boomer para que supiera cuán deseosa estaba de él. Si alguien nos veía juntar nuestros labios de forma estrepitosa mientras nuestras lenguas danzaban tentadoramente, no podía importarme menos.

Exceptuando claro, a mi adorada hija de cuatro años que se paseaba por la estancia. Agradecía que un adulto estuviera detrás de ella, por lo cual debíamos ser silenciosos y prudentes.

Comencé a esparcir besos por su mentón para descender con efusividad a su cuello y succionar su piel tersa, dejando marcas que se borrarán al instante al no ser éstas tan vigorosas. Boomer sujetaba mi cintura y cerraba sus párpados permitiendo que lo consintiera entretanto yo seguía besándolo con ímpetu. La ventaja de que el vestido no fuera tan voluminoso, gracias Antony, es que me permitía restregarme peligrosamente contra la entrepierna de mi marido que poco a poco se iba abultando. Entre cada roce y choque de nuestras bocas, dirigí una de mis manos para introducirla en su pantalón y comenzar a manosear su ya erecto pene.

—No sabes cuánto te he extrañado—le sonreí inocentemente para luego comenzar a estimularlo, recordando las pocas oportunidades que habíamos tenido últimamente para estar juntos.

—Al menos para calmar esas ansias, puedes hacer lo que desees antes de que nos empiecen a buscar—declaró con picardía mientras yo, encantada con su contestación, seguía estimulando aquella zona.

Nuestros ojos estuvieron conectados a cada instante antes de que yo volviera a juntar nuestras bocas. Entonces, con el hambre cegando mi juicio, descendí hasta la punta de su miembro, alterné la vista entre éste y el rostro de Boomer con excitación para luego brindarle una lamida lenta e incitadora. Poco a poco lo introduje a mi boca deleitándome con el suspiro de Boomer al sentir su longitud bañada en mi cálida saliva. Lo adentré hasta el final y luego lo retiré succionando el largo y haciendo hincapié en su glande. Repetí la acción dos veces antes de empezar a complacer a mi hombre con el jugueteo de mi lengua y mis dedos masajeando sus testículos. El vaivén era delicioso y yo continuaba proclamando aquel pene como mío mientras mi lengua lo recorría.

Sus gruñidos se intensificaron del mismo modo en que la velocidad aumentó. Tomó mi cabeza con el cuidado de no arruinar mi peinado para comenzar a penetrar mi boca a un ritmo afanoso demostrando así cuánto lo estaba disfrutando. Sentí como tembló levemente antes de invadir mi boca con su esencia la cual recibí gustosa. Tragué con cuidado para no manchar el vestido, así, mi esposo levantando mi mentón, limpió con su pulgar el poco rastro de su semilla en la comisura derecha de mi labio.

Amaba hacerle sexo oral a Boomer a la par que mi orgullo se recogijaba al saberme la única en darle placer.

—Te amo—proclamé mientras él me ayudaba a levantarme.

—Y yo te amo, amo, amo demasiado—susurró con su voz todavía ronca de la excitación. Sostuvo entre sus dedos uno de los mechones de mi cabello para acomodarlo detrás de mi oreja mientras yo sentía el calor en mis mejillas por la lujuria del momento—. Esto fue el calentamiento, espero te vayas preparando para la Luna de Miel—finalizó fungiendo nuestras bocas en un romántico beso.

El encanto de la noche nos permitía darnos un indicio de lo que eventualmente sucedería…

Cuando cada uno iba a tomar un rumbo distinto hacia los baños para luego regresar con los demás y fingir que nada había pasado, nos encontramos con la expresión de Buttercup. No sabía descifrar qué sentimiento procuraba su cara, pues su labios levantados era una señal de jugueteo pero su cejas enarcadas le daban un aire molesto. La pelinegra cruzada de brazos parecía reclamar nuestra ausencia, aunque al conocerla mejor, podía entrever su complicidad.

—Miren… Es obvio lo que estaban haciendo y no soy quién para juzgarlos, pero hay un itinerario por seguir y la vieja bruja que tienen como organizadora, me está matando con sus ojos de diablo… Así que, vayan a limpiarse y finjan que no son un par de degenerados—demandó en un gesto burlón.

—Cállese, puta—insultó Boomer.

—Puta no, putísima, por favor—replicó Buttercup moviendo su mano en un ademán engreído.

Antes de que Boomer se marchara, levantó sus dedos de en medio hacia Buttercup en despedida.

La dinámica de mi esposo y hermana era más del tipo agresiva, se insultaban, se agredían, hasta llegaban a jugar brusco, mas dentro de ello, se hallaba una camarería que terminaba siendo adorable una vez los conocías a fondo. Se apreciaban como buenos amigos. Al principio, cuando la pelinegra se enteró de mi relación con él y eventualmente de Blossom con Brick, tomó una postura dudosa y hasta reacia; no porque los odiara o por su villanía aún más intacta en aquella épocas, al contrario, se llevaba muy bien con ellos a pesar de, sino porque BC conocía facetas de los rowdys que a nosotras no nos habían mostrado. Estaba preocupada. Nunca fuimos del tipo de hermanas que se prohibieran cosas, ni Blossom era tan controladora, ya que, como todo ser humano, ella discernía que podíamos tomar decisiones por nosotras mismas. Bastaba un consejo que bien podía ser escuchado o no por la otra y eso fue lo que hizo Buttercup en cuánto supo de estos romances, procurar por nuestro bienestar, a la par que nos deseaba mucha prosperidad. Con el tiempo, los chicos le enseñarían a la mediana que dentro de todo, les importamos.

—Jé—fui lo único que dije antes de direccionarme junto a ella al tocador con una bolsita de maquillaje que había traído en caso de emergencias.

Frente al gran espejo en el que acomodaba mis rizos, recibí por parte de Buttercup un cepillo de dientes nuevo que traía de su cartera.

—¿Por qué tienes un cepillo?

—Porque si no lo tuviera mi boca siempre estaría oliendo a verga—dijo con normalidad en lo que yo comenzaba a reír fuertemente… Eso tenía sentido, con Buttercup sí—. ¿No pudiste esperar a la noche de bodas?—mencionó entre risas mientras yo ya terminaba de limpiar mi lengua con el último bocado de agua y me disponía a retocarme con un labial.

—Oh vamos, ¿tú lo harías?

—No, la verdad es que no—se mofó en respuesta.

—Ves, eres la menos indicada para reprocharmelo…—debatí siguiendole la corriente aunque entendiera que lo último que Buttercup haría es darme juicios en contra. ¿Con qué derecho a fin de cuentas? ¿No era ella la arrebatada que en más de una ocasión había montado a Butch en pleno bar con toda la gente mirando porque no aguantaba las ganas?

—Claro que no…—Me guiñó el ojo—. Anda, aquí te espero, pícara…

Conforme te fui conociendo me di cuenta de esa chispa infantil que irradias cada que estabas entretenido con lo que te gusta. Mi imagen favorita era el orden que mantenías en medio de tu desorden, solo tú sabías cómo darle sentido a esas partituras. Había hallado en ti un gran talento musical del cual me sorprendí al darme cuenta que no poseías un guía como yo lo tuve, habías aprendido todo lo que sabías a través de la observación y el escucha. Tenías un don extraordinario para la música que se elevaba con la ventaja de nuestros sentidos desarrollados, que tuvieras oído absoluto era una de tus tantas destrezas. Te agradecí internamente que me permitieras estar contigo en algunas de tus sesiones de ensayo, por eso cuando terminabas la letra de otra canción de tu autoría, te besaba emocionada por el concepto que trabajabas. Así comprendí que era tu forma de expresarte, pues en medio de esa sonrisa jovial, ocultabas muchos secretos…

Los chefs hacían un gran trabajo con los aperitivos que residían en las mesas rectangulares, puesto que los comensales no dudaban en tomar los que éstos le ofrecían. Las luces en medio de los árboles que rodeaban el decorado solo inundaban ese misticismo que requería la atmósfera. Helena se había esforzado en que todo saliera bien. Aunque no me era indiferente su inminente rechazo por esta propuesta, como la profesional que es, había logrado esclarecer y entablar cada detalle como el que alguna vez imaginé. Estaba viviendo la boda de mi sueños junto al hombre de mis sueños, que en estos momentos lo encontraba parado junto al buffet de papas fritas, así como esperaba impaciente que se abriera la mesa de los postres, sobre todo por aquellos que tenían forma de los dados de Calabozos y Dragones.

—¡Felicidades, primita! Me alegra ver que todo te sale bien—oí a mis espaldas.

—Zoey…—musité bajito tratando de controlarme, como anfitriona no era bueno que me saliera de mis casillas… otra vez.

—Vaya, una hija no te bastó para amarrarlo—sentí la ponzoña en medio de sus falsos deseos.

—No empieces—demandé.

—Es la verdad… ¿Tanto miedo te dio mi advertencia que por eso le pediste matrimonio?—la forma en cómo enarcó su ceja mientras me daba una sonrisa de lado, casi hace que pierda los estribos y la golpee.

Mas, suavicé mi gesto ya iracundo y le respondí con toda la calma que pude.

—¿Miedo? Jiji—solté una pequeña risilla—¿Quién te dijo a ti que eras tan importante como para hacer caso a tus palabras?—frunció su ceño, por lo cual continué—. Sabes, es curiosa la forma en cómo te involucras en cosas que no tienen que ver contigo, ¿tan ignorada te sientes que por eso buscas entrometerte en todo? —El fruncir de sus cejas me hizo sentirme victoriosa.

—Está bien, primita, por hoy todo estará bien—respondió venenosamente—. Sin embargo, espero que no te dé tan duro el golpe de realidad…—La pelirroja simplemente guiñó su ojo izquierdo antes de perderse en medio de la gente.

Eso dolió…

Mi prima era una perra y no iba a medir mi vocabulario cuando se trataba de ella. Nunca pudimos llevarnos bien, desde niñas tuvimos una rivalidad que se fue acrecentando conforme los años corrían, pues había una competitividad de la cual nuestros egos siempre querían salir triunfantes. Buttercup solía pasarla de largo y Blossom procuraba que la cordialidad fuera más que unas charlas pasivo-agresivas. No obstante, en mi caso, era lo contrario, me caía mal; su personalidad odiosa anudando a una actitud berrinchuda, solo hacía que chocaramos bastante. Y todo aquello incrementó desde el momento en que conoció a mi ahora esposo y a mis cuñados y no disimuló su interés. ¿Qué si tenía respeto por parejas ajenas? No, aunque bien sabía que era una guerra por tratarse de nosotras, por tratarse de mí especialmente. La hija de mi tío Eugene, Zoey, insisto, era una perra.

—¿Te dijo algo?—escuché como Blossom, quien ahora sostenía a su bebé, se acercaba a mí luego de ser espectadora de mi breve encuentro con esa zorra.

—Ya sabes cómo es…—reiteré sintiendo que mis cachetes se ponían rojos por la creciente rabia. Tenía que controlarme, tenía que controlarme.

—Bubbles, tranquila—tocó uno de mis hombros para darme confort.

Así de rápido llegó el coraje, así de rápido se fue cuando la risa salió de mi boca ante la actitud de mi sobrino.

—¡Aidan no!—regañó avergonzada tratando de cubrirse luego de que el bebé buscara con afanosa alegría el seno de su madre para tomar leche.

—¡Teta!

—¡No, aquí no! ¡Y tú deja de verme así!—dirigí mis ojos a donde ella había dicho lo último para reír con más intensidad ante la mirada de Brick a unos metros de distancia.

Se alejó tan pronto el bebé demandaba su alimento y yo me quedé junto a la compañía de mis amigas de la universidad que se acercaron para halagar la linda velada. Siguiendo el hilo de sus conversaciones, observé a Boomer conmovida por la escena de Anette en su brazos regalándole una papa frita de su plato, de igual manera, mi esposo también le daba un postre, intercambiando comida como si de un negocio se tratara. Era de esas combinaciones extrañas que a los dos les gustaba.

Contigo entendí lo que era la tolerancia. Y de alguna extraña forma, fue contigo con quién tuve que aprender a controlar mis emociones más erráticas. Sabía que el aventurarnos a ser padres fue un riesgo que no pensamos demasiado, yo deseaba una familia, no tan pronto como sucedió, pero lo deseaba. ¿Así era tu caso?

Tenías miedo aunque no me lo demostraras, yo también lo tenía, porque éramos un par de jovenzuelos ilusos y enamorados, dejándonos llevar por sensaciones intensas. Nos faltaba bastante por conocernos, aun con ese romance empezando, no era mucho lo que habíamos aprendido del otro. Y sin avisar, ya estábamos esperando a una bella niña que nos alegró los días desde que vino al mundo.

Jamás creí que nuestras formas de pensar colisionarían para más, o mejor dicho, no quise darle rienda suelta a lo que tarde o temprano tendría que pasar, porque yo sabía que no podía vivir siempre en una fantasía. Nuestras naturalezas se hallaron en una contienda en la cual las peleas eran más usuales, ya compartiendo apartamento nuestros carácteres chocaron, yo no me estaba comportando y entre tanto, las palabras se volvieron más ásperas.

No fue la incomodidad que llegué a causarle a ti y a tus hermanos cuando me acogieron en su morada donde residí durante mi embarazo de Anette lo que hizo que todo se fuera en picada, sino lo que comenzamos a experimentar tú y yo al por fin vivir solos en esa vivienda lejana del centro de la ciudad.

Nuestra hija crecía tan hermosa y bella, pero demasiado caprichosa. La habíamos acostumbrado a que no recibiera un 'no' por respuesta. Por ende, cada que le negaba algo, se comportaba iracunda y molesta, lo cual no ayudaba al ser tú quién más le daba por su lado. Entendí que querías regalarle todo aquello que nunca pudiste tener, sin embargo, malcriarla no le traería nada bueno a su futuro. Inevitablemente eso afectó nuestra relación, y los gritos fueron usuales hasta que de mi boca salió lo que jamás creí que diría en voz alta.

¡ME TIENEN HARTA! ¡ESTOY CANSADA DE AMBOS! ¡POR TI Y ELLA ARRUINÉ MI VIDA!

Cerré mis labios tan rápido como me di cuenta de la gravedad de mis palabras. Comencé a negarlo silenciosamente como una forma de borrar el daño que ya había causado. Vi tus ojos, tan fríos como nunca antes me habías dirigido y te alejaste de mí llevándote a Anette en brazos mientras ignorabas mi suplicas de arrepentimiento. Ese día llovía, llovía mucho.

Tu ausencia, la de ella, fue un martirio que su solo recuerdo todavía me causa escalofríos.

No supe de ti durante días. Me estaba agobiando con el hecho de que me dejarías, que me abandonarías. No podía dormir y el apetito era poco comparado con el vacío que experimentaba. Traté de buscarte pero fue en vano. Sin embargo, una migraña insoportable me carcomía las cabeza aquellos días, pues, ¿qué tanto de ello sí fue verdad? ¿Cuánta realidad había detrás de esas oraciones? Me había fastidiado, estaba cansada e iracunda. Estaba aprendiendo a lidiar con mis propias responsabilidades, así como las necesidades de un ser que dependía tanto de mí como de ti. Todo recayó en un cúmulo de estrés por una vida a la cual todavía me estaba acostumbrando, resaltando de ello, mis lados más soeces y agresivos.

Cada uno de nosotros lo sabe, hacerse responsable de uno mismo es difícil. Más, cuando ya no eres solo tú…

No obstante, yo no sentía decepción por mi ahora realidad, ni siquiera sentía que mi diario vivir me estuviera amargando, en contraste, yo comprendía que toda esta situación era un obstáculo ante este nuevo y desconocido mundo que Anette, tú y yo estábamos construyendo. Ustedes no habían arruinado mi vida, ustedes le habían dado color… Ustedes eran todo para mí.

Volviste con nuestra bebé, tu mirada no preveía nada bueno. Entonces, al tener a mi hija de nuevo conmigo, la abracé con tanta necesidad que me prometí nunca más emitir imprudencias. Entonces, al verte a ti, creí que ya no estaríamos juntos… Entonces, al verte otra vez, aun con el rencor en tus facciones, me aferré a ti. Yo no quería estar contigo solo por la unión de nuestra pequeña, yo quería estar contigo porque tú te habías convertido en una de mis motivaciones para ser mejor. No tenía excusa para justificar los hechos, pero me encargaría de demostrarte con acciones cuánto los amaba y cuán agradecida estaba contigo y ella.

Sonó el compás que anunciaba nuestro primer baile, busqué a Boomer con la mirada para verlo aproximarse hacia mi y atrapar mi mano. Nos dirigimos a la pista, mi agarre era seguro y Boomer replicó aquella seguridad besando mis nudillos con anhelo. Sus ojos volvieron a los míos, atentos a cada detalle. Vi sus labios entrecerrados en una sonrisa la cual imité y me dejé llevar hasta donde la baldosa tocó nuestros pasos. Los dedos que se posaron en mi espalda baja se afianzaron y sostuve el agarre en su hombro con firmeza. Pronto, sonaría aquella hermosa canción que escogimos como nuestra, porque estabámos cumpliendo esa promesa silenciosa que nos hicimos hace mucho tiempo atrás.

Desde entonces me prometí protegerte, cuidarte y adorarte como te lo merecías. De ahí, entendí lo alguna vez escuché en aquella película protagonizada por Robin Williams:

"No eres perfecto amigo. Y voy a ahorrarte el suspense, la chica que conociste tampoco lo es. Lo único que importa es si son perfectos como pareja."

Y en medio del caos y lo conflictivos que éramos los dos, sí, sí éramos perfectos.

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Y si fueras como los demás, como los que tienen una vida mejor… ¿Qué harías? ¿Crees seguir mereciendo lo que posees ahora?

El flash de la cámara del celular me encandiló tan pronto supe que había estado así por los últimos veinte minutos. Algunos amigos no perdieron el tiempo capturando el momento en el que yo, un "cabrón con suerte", por fin había formalizado lo que según ellos, años atrás debí hacer. Había invitado a mi boda únicamente a los que sabía no nos iban a fastidiar, nadie desea que hablen mierda de tus decisiones cuando éstas son las que te hacen sentir bien, entonces no fue difícil para mí limitar los pases, pocos eran los que les importaba un bledo mi relación con Bubbles, o al menos no demostraban aversión como el resto sobre nuestra unión. Desde que Anette nació, supe en quienes debía depositar mi atención cuando de amistades se tratara, y el perder a unos cuantos en el camino, no significó algo revelador.

Caminé por las mesas saludando a mis conocidos entre tanto comía algunos de los pastelillos que me robé de la mesa de dulces y la cual aún no habían abierto. Me sentí con el privilegio de tomar algunos por ser uno de los protagonistas de la noche, guardando varios para más tarde, pensé en Bubbles ya que quería asegurarme de que los probara en caso de no tener la oportunidad después, ya que la gente demandó nuestra atención al abordarnos por separado en un descuido. Apenas me alejé un poco para probar más bocados del buffet cuando ya lidiaba con más felicitaciones que, para este punto, comenzaban a agobiarme… y así, con el betún en mi paladar llegué hasta el otro extremo donde seguían llegando más invitados. La sensación de ser anfitrión era nueva, extraña de hecho… Nunca te das cuenta de lo importante que puedes llegar a sentirte hasta que juntas a un puñado de personas que guardan cierto aprecio por ti y por tu esposa.

Me sentía como un niño que ya había ganado el mejor de los premios de la feria; una sonrisa de oreja a oreja podía asomarse por mi cara luego de obtener mi victoria en uno de los juegos más complicados del lugar y que, en este caso, hacía alusión a la vida misma quien me había permitido quedarme con mi gran tesoro… Era oportuna la comparación, pues esta misma sensación de calidez ya la venía trabajando desde que me permití ahondar en una relación más íntima y formal con Bubbles.

Se trataba de una de nuestras primeras citas en lugares públicos. Anteriormente nos habíamos conformado con salidas a fiestas clandestinas en condados donde casi no se nos reconociera, entonces tuvimos que buscar alternativas para que la convivencia no se viera afectada por el aburrimiento o la sensación de rutina. No era lo que ella ni yo queríamos para nuestra relación. Así pues, supe que no podría sacarla a citas comunes sin que nos captaran o molestaran los medios. Con la última polémica en la que Bubbles se vio involucrada por culpa de su ex… su infame ex… Me propuse protegerla de todo aquel que la fastidiara y quisiera meterse en su privacidad. Era mi deber como el novio de la relación esforzarme por ella, y si nuestras opciones se reducían, yo tenía la obligación de encontrar una solución.

Tuve una idea –una maravillosa debo alardear– y es que, si bien una Chica Superpoderosa era conocida en ciertas partes del mundo, lo cierto es que a estas alturas ya no las reconocían tanto porque el colectivo las seguía viendo como esas tres niñas que alguna vez lucharon contra el crimen antes de irse a dormir. Las personas conocían más la caricatura y sus productos que salieron de esa premisa, y por lo que supe por mi novia, ella y sus hermanas ganaban regalías a pesar de que sus días dorados como heroínas formaban ya más un recuerdo de sus infancias. En pocas palabras, su presencia y popularidad como figuras públicas llegaba a un sector reducido del país, la mención de una heroína en un mundo donde había un puñado de ellos, no era del todo significativa, mas eso no quería decir que debíamos arriesgarnos, porque al final, a Bubbles le seguía causando mucho conflicto lo que otros pudieran opinar de sus decisiones a pesar de no ser un porcentaje elevado en la población.

Con eso en mente, la sorprendí en una breve pero bien planeada escapada con nuestros vecinos al sur. México era uno de esos destinos a los que llegabas por muchas razones, en el pasado, por ejemplo, yo ya había tenido la experiencia de terminar ahí con mis hermanos por una temporada cuando por fin nos "emancipamos" de nuestro "empleador" mafioso. Fueron aires completamente nuevos que nos ayudaron a ampliar nuestro panorama y gracias a eso, Bubbles y yo podríamos disfrutar de una normalidad en tierras donde no destacamos por ser una heroína y un villano.

Fuimos dos "gringos" como ahí se nos conocía a los que éramos originarios de Estados Unidos, asistiendo a una llamativa feria en uno de esos pueblos mágicos del país para las fechas posteriores a Halloween, o mejor dicho, justo en su "Día de Muertos", pues los mexicanos tenían su propia festividad con respecto a la conmemoración de sus difuntos. Ante mi experiencia estando en esas tierras, conocía lo básico para moverme y hacer uso de los contactos que gané ahí. No fue complicado hacer de ese fin de semana algo memorable.

¡Pásele joven, no se apene, pásele!

Reí al pasar por uno de esos puestos típicos de comida captando el doble sentido que en el pasado me costó entender hasta que no conviví directamente con los lugareños. El ambiente de fiesta con la música tradicional, los colores y los olores en el aire, me hacían sentir con un frenesí nostálgico. Mantuve abrazada a Bubbles de la cintura mientras caminábamos por la plaza donde la feria se estaba llevando a cabo. Luego de detenernos en un puesto donde nos maquillaron de catrines, nos sentimos con la confianza de pasar por una pareja normal extranjera. Los locales acostumbrados al turismo en esas épocas del año, ya no se les hacía raro ver visitantes de varios lugares.

¿Tienes hambre? —le pregunté cuando estuvimos más cerca de esos locales—, ¿quieres un elote?

¡Por favor!—expresó emocionada por volver a comer uno y como si lo hubiera esperado por mucho tiempo.

Le lancé un beso para no estropear los detalles de la calavera pintada en su rostro, sabiendo que la estaba consintiendo al obedecer cualquier petición que hiciera, fue así que no perdimos tiempo y nos dirigimos al carrito más cercano para pedirnos un par. Por supuesto, mi español no era perfecto en la parte hablada o escrita, aunque podía comprenderlo muy bien luego de escucharlo durante casi un año. En mi caso, la mayoría del tiempo me comunicaba en inglés con ellos agregando de vez en cuando las palabras clave en español para que me entendieran y lo mismo sucedía de su lado, aunque más me había tocado que dominaran mejor una conversación en mi idioma que yo en el suyo.

Por supuesto, mi novia me llevaba ventaja en eso. A diferencia mía, Bubbles manejaba un español casi perfecto. Me maravilló escucharla por primera vez justo en este viaje cuando al llegar a la recepción de nuestro hotel, se comunicó sin problema con la chica que nos dio la tarjeta de la habitación. Adiviné el asombro en la mujer que nos atendió, pues ni siquiera tenía un acento que la delatara como la típica blanca americana.

¡Oh, hablas muy bien el español!, ¿de dónde eres?—le preguntó la recepcionista.

Soy de Estados Unidos—le sonrió halagada para luego continuar cortésmente—; pero vengo practicando el español desde que era una niña, así que ahora me es fácil hablarlo.

La miré embelesado por su fluidez en la conversación y le sonreí mostrando mis dientes cuando se giró a verme.

Me encantas—le solté, consecuencia a la creciente admiración que sentía por su persona y el conteo de habilidades que le iba descubriendo—, ahora, sedúceme a mí en español…

Claro, Bubbles era excelente dominando el idioma, ya antes me había comentado que ella ya había venido a este país con su familia por las vacaciones en tres ocasiones. De todos modos, su experiencia seguía limitándose al turismo, entonces no había tenido la oportunidad de vivir una cotidianidad que mostraba mucho más como no le había tocado estar en una celebración tan importante para los mexicanos como el Día de Muertos. Ser yo con quien tuviera esa primera vez, en parte, me subía el ego porque estaba funcionando eso de crear recuerdos que debía guardar para siempre, por extensión, yo figuraría de esa forma en sus memorias…

¿Quiere chile del que pica o no pica, mi güerita? —Le preguntó el elotero con un tono sugerente que disimulaba muy bien cuando le tocó preparar su elote.

Del que no pica—respondió inocente sin captar lo que el hombre hacía.

Sin miedo, mija, no pasa nada—se burló aquel señor para luego voltear a verme y decir—; no se preocupe, mi güero… que a la larga se acostumbran…

No, si ya se acostumbró a esta larga muy bien…—respondí con mi español básico, aguantando la carcajada por la expresión de mi novia al no saber lo qué ocurría.

Bien, quizá era buena a un nivel muy alto en las pláticas normales, pero en cuestión de albures, no podía negar que yo le llevaba ventaja. Dominar la jerga de estas personas fue una cuestión de supervivencia sabiendo que les encantaba burlarse de los demás para crear lazos de confianza más genuinos –o eso decían, no me consta si les funciona siempre–. Para fines prácticos, son personas agradables con todo y su fijación al doble sentido.

El resto del fin de semana fue más que especial. Captar la mirada de emoción en ella cuando visitamos el cementerio del pueblo y pasamos sobre las tumbas decoradas con flores, inciensos y alimentos a modo de altares, fue algo que capturé en fotos. No estaba acostumbrado a hacerlas, pero no iba a perderme de tan hermosa imagen; la mujer que amaba iluminada por la luz de las velas y bajo la enorme luna en medio de aquel surreal paisaje entre los vivos y los muertos. Era el escenario perfecto para explicar las emociones del momento pues, ¿no es acaso abrumador al punto de sentirte tan vivo como tan muerto? Descubrir que ella poseía tanto poder sobre ti era tan peligroso como reconfortante. Bubbles, desde entonces, ya me tenía a su merced.

No volvimos a ir por la nueva ley de control aéreo que nos impedía pasar las fronteras con un simple vuelo. Las políticas internacionales contemplaron a la gente con superpoderes luego de saber que el tráfico de migrantes ilegales era un negocio que se hacía por los cielos también. Lo sabré yo que fui "coyote" o contrabandista de mexicanos y centroamericanos en la temporada que viví ahí. De todos modos, nos queda el deseo de volver a futuro, aunque claro, cualquier lugar a donde fuera con mi esposa, ya lo hacía perfecto.

—¿Eres una especie de príncipe encantador?—Escuché la voz de Alfie tan pronto pasé por el jardín donde estaba la fuente de las monedas –o lo que quedaran de ellas–, al verlo le sonreí engreído y se acercó para saludar—, no sabía que podías verte presentable.

—Es que yo sí conozco las duchas y la loción—me burlé una vez su hermano menor, Aaron, también se unía a nosotros—, ¿tú qué haces aquí? Esta boda es para adultos.

—18 años recién cumplidos—Aaron me miró sin borrar su sonrisa—, y no mientas, vi a tu hija y a un bebé, ¿cómo no dices nada ahí?

—-Mi hija no necesita invitación y ese bebé es hijo de Brick—me encogí de hombros—, te aseguro que son más sencillos de lidiar que muchos de aquí. Tú en cambio aún no tienes edad para beber, ¿no quieres tomar de lo que ellos están tomando?

—¿De repente un criminal se preocupa por seguir las reglas?

—Hoy no es un villano, ¿no ves que hasta se ve más amigable?—Alfie codeó a su hermano menor para seguir con la mofa—, lástima que no podamos ser como su esposa y convencerlo de portarse bien la mayor parte del tiempo. Quizá ahí hubieras aceptado firmar con nosotros…

Oh, no esta conversación de nuevo…

—Vamos, no pongas esa cara, sabes que en el fondo eres lo suficientemente bueno para despegar en una carrera musical… No tienes la necesidad de esperar a tener suerte y ser notado, ya destacas lo necesario.

—Lo estás presionando—dijo Aaron una vez captó la incomodidad que aprendió a leer de mí—, ahora deberá ocuparse de su familia, lo que sea que vaya a ser sólo a él le corresponde elegir. Tal vez en un futuro tenga más tiempo.

—Yo sólo digo que es talento desperdiciado…

—Escuchen—llamé la atención de ambos cuando intuí que estarían a punto de iniciar una discusión—, aprovechen las oportunidades que les llegan a ustedes, pero dejen de querer involucrarme en todo.

—¡Sabes que son tus letras!, ¡eres parte de esta nueva banda en formación!

—Tómenlo como un regalo para su debut. Las escribí en un momento de aburrimiento, nada especial, pero si les funcionó para que un representante se fijara en ustedes, entonces no la caguen y déjenme fuera.

—Sigo sin comprender por qué ni siquiera quieres que tu nombre esté en el lanzamiento de este álbum. Tú fuiste el compositor con la mayoría de las canciones—la pregunta de Aaron no me tomó por sorpresa—, pensamos que al final sí ibas a participar en este proyecto por lo mismo.

Mi silencio hizo que se quedara callado, no iba a darles explicaciones por más que intentaran averiguar mis motivos. Luego de que ambos tuvieran esas expresiones de congoja en sus rostros, sintiendo en parte una responsabilidad conmigo, supe que aún diciéndoles serían incapaces de entenderme.

—Disfruten de la fiesta, ¿sí? Rockeros de quinta—me burlé para que no se siguieran enfrascando más en el tema. Luego les di unas palmadas a ambos en sus hombros para después sujetarlos de sus cabezas y estamparlos entre sí de forma inofensiva; no tan fuerte para crearles contusiones o tan ligero para que fuera una simple unión de frentes.

Era mi manera de comunicarles que no trataran de escudriñar en mis asuntos.

Cuando los conocí ellos eran un par de adolescentes mucho más molestos de lo que son ahora. Y no sé si se debía a mi reciente amabilidad descubierta por la influencia de Bubbles, o si porque logré ver un potencial lo que al final hizo de mí una especie de guía para aquel par. Los vimos practicar un cover de Say It Ain't So de Weezer en la cochera de su casa vecina a la fiesta en donde íbamos en primer lugar. No, definitivamente no era talento lo que tenían, pues tocaban del asco y eran tan terribles que el guitarrista ni siquiera se había dado cuenta que hacía tiempo se había alejado del amplificador, desconectando su Fender Squier justo a tiempo para que la batería se luciera con ese estrepitoso golpeteo de bombos y platillos.

El gusto que me hizo quedarme no estaba en la forma en la que torturaban a esos instrumentos y a nuestros ya de por sí, sensibilizados oídos. El potencial lo vi en el carisma de fingir ser buenos cuando por la manera en que reían, sabían que apestaban. Se divertían sin saber que ya eran capaces de atrapar a un público con esa complicidad entre hermanos.

A decir verdad, entendí luego el porqué buscaban incluirme en su banda. Sin embargo, yo era realista con mi contexto, permitirles siquiera mencionar mi nombre en la elaboración de un sencillo sería arruinarles sus carreras antes que despegaran. Se les olvidaba lo que yo era y sigo siendo, ¿quién quiere relacionarse con un villano? Antes de poder demostrar sus habilidades mejoradas y ser tomados en serio, ganarían más reconocimiento por el escándalo que supondría mi presencia en ese proyecto.

Estar en una banda era un drama que no iba a lidiar, no ahora cuando me encontraba en un polo tan opuesto. Me iba más el hecho de ser un mercenario de la A.I.R.I. donde podía seguir funcionando como asesino y exponiéndome a ambientes que ponían en riesgo mi integridad. Esa era la adrenalina para la que fui hecho, no obstante, no negaba que eso también interfería con el ideal de una vida familiar. Ahora que tenía esposa y mi hija seguía creciendo, debía priorizarlas por encima de cualquier cosa.

Dedicarme a la música me alejaría de todo lo que me he esforzado en mantener. Aunque socialmente era más aceptado si había éxito, no se podía ignorar la cantidad de excesos a los que los artistas tenían acceso. Lo sabía muy bien desde la otra perspectiva, si bien nunca nos permitimos ser "dealers" porque en palabras de Brick eso era "atenerse a ser lo más insignificante de los peones en la cadena de la criminalidad", sí me había tocado ser testigo en esas descontroladas fiestas en las cuales algunas celebridades encubiertas podían caer en lo más profundo de la miseria de los bajos mundos. Al final, la fama, el dinero y el poder eran tan volátiles, lo único que te permitiría sobrevivir eran tus habilidades para adaptarte y tomar las decisiones correctas en el momento adecuado.

Esta fiesta, estos preparativos y las personas que ahora estaban aquí eran la prueba de eso. Entonces busco y encuentro con la mirada a mi esposa quien carga a nuestra hija mientras conversa animadamente con sus amigas. Tampoco iba a mentirme; Anette sí había sido en parte un freno para los dos, pues ella nos motivaba a ser mejores con el otro y los demás. No, no era nuestra excusa por la que seguíamos juntos, pero sí una ayuda para madurar más rápido y entender cómo respetar los límites.

Era difícil, casi lo habíamos arruinado en el pasado cuando Bubbles exteriorizó lo que tanto había acumulado desde que la niña nació. Verla así; tan iracunda, cansada y desesperada me hizo pensar y sentir tantas cosas a la vez, mas sus palabras fueron las que más causaron mella en mí: "¡Por ti y ella arruiné mi vida!"

Jamás las palabras habían dolido tanto. La única explicación de que eso lograra afectarme se debía precisamente a que yo la quería bastante aún con el tedio de los últimos meses, entonces, saberme despreciado así, pegaba justo al orgullo y a todo lo que creía tener. Había sacrificado demasiado por las dos, nunca antes me había limitado tanto, ¿Bubbles creía que era la única que tuvo que cambiar su rutina? Peor aún, me sentí tan impotente, tan estúpido e insuficiente luego de saber que ella era la única que lo miraba de ese modo… Pues nunca se me pasó por la mente que haberlas escogido a ellas implicaría arruinarme.

Debo ser sincero… la odié en ese momento. Pero más que odiarla a ella, me odié a mi mismo por creer que por fin estaba logrando algo. Esa noche tomé a mi hija y me refugié una temporada en el observatorio de mi primer creador pues haber ido al departamento que compartí con mis hermanos habría sido regresar a lo mismo. Yo me había ido de ese lugar con la esperanza de que iba a tener otro hogar en donde también pudiera sentirme protegido, pero en lugar de eso, al parecer no era capaz de construir uno sin la presencia de mis hermanos. No quería verme como un niño desamparado sin saber qué carajos hacer luego de una fuerte discusión con Bubbles… quería demostrar que podía con las responsabilidades…

Y aún así, terminé con Mojo Jojo. Aquellos días fueron inusuales, él ni siquiera me hizo preguntas y nos aceptó con la tormenta a nuestras espaldas. Se encargó de Anette mientras yo lidiaba con la frustración de toda esa patética situación. Muchos pensamientos intrusivos inundaron mi cabeza y ninguno de ellos era bueno. El llanto de mi hija sólo me recordaba que necesitaba urgentemente a su madre… aunque ella la hubiera despreciado en un arranque de rabia. Sea algo dicho a la ligera o no, o si estaba consumida por las emociones del momento, yo no podía soltar esas palabras que quedaron incrustadas en mi consciencia.

Me esperaba ese eventual desprecio a mi persona… ¿pero a Anette?, ¿no había sido Bubbles quien se había aferrado a continuar con su embarazo independientemente de todo? Y aunque sus mensajes y llamadas me decían lo desesperada que estaba por hablar conmigo y ver a la bebé, yo no me saqué de la mente que algo de verdad había en esa tajante oración.

Arruiné su vida, no debí sorprenderme, es lo que suelo hacer… ¿entonces?, ¿por qué me había afectado demasiado? Porque es normal que quieras recibir amor de aquello que amas. Confirmé lo estúpidamente dependiente que soy y me detesté por eso. Así es como te doblegan, por más ofensas que recibas, lo dejas pasar para seguir teniendo a esa persona a tu lado porque eso vale más que tu orgullo.

A la semana regresé con Bubbles, pero mi resentimiento era tal que no dormí con ella de inmediato, no la había perdonado y no sabía si iba a poder hacerlo. Con los días lo pudimos hablar, pero aunque por fuera pareciera estar todo en paz, en el fondo me carcomían mis inseguridades con respecto a lo nuestro. Y no por ella… sino por mí.

Con el tiempo lo fui llevando, o eso creí, hasta que Bubbles me propuso matrimonio pues ella estaba preparada, convencida de que funcionábamos a pesar de todo…

Y ahí es cuando empezaron mis dudas, no porque no estuviera convencido de mis sentimientos hacía la madre de mi hija, sino porque yo era el único que me conocía mejor que nadie y sabía que no había sido tan transparente con Bubbles desde que empezamos una relación y eventualmente nos convertimos en padres. Más allá del resentimiento, le ocultaba rasgos de mi caótica vida por el bien de nuestra pequeña familia y aunque quisiera ser comprensiva y creyera aceptar mi lado malvado, poco o nada sabía de mi faceta más ruín.

Bubbles no podría lidiar tan fácil con esa parte de mí. ¿La subestimaba? Sí, no me iba a arriesgar a perderla por algo que puedo seguir ocultando sin problema, siempre y cuando pueda disfrutar de esa armonía que sólo en su estilo de vida soy capaz de obtener. Soy un malnacido egoísta, y aún así, sabiendo que casarme con ella sería el mayor de mis logros como una persona que no le importa arrastrar a los demás en sus mierdas, estaba esa contradicción donde una parte de mí sentía cierta culpa.

Estar perdidamente enamorado de Bubbles me hizo desarrollar algo de empatía. No es mi intención hacerle daño, adorarla en demasía hace que el lastimarla de cualquier manera se convierta en un temor genuino. Sin embargo, no iba a cegarme, todavía me faltaba mucho por trabajar para lograr ser una persona emocionalmente estable… y eso si es que en realidad quería lograrlo. Había conductas que no eran sencillas de cambiar y ser consciente de mis defectos me recordaba el porqué aún me inhibía con ella.

Yo podía ser más hiriente con las palabras, porque lo mío no sería por impulso sino con toda la intención de dañar…

Irónicamente, estaba mi instinto protector que buscaba lo mejor, y por el otro estaba el golpe de realidad diciéndome que yo, al no ser lo mejor, le estaba causando más problemas al tenerla conmigo. La lógica decía que debía esforzarme en ser lo que Bubbles merecía, que tal vez así mis dudas no serían tantas, mas yo era realista; la gente no cambia, solo aprende a comportarse para no alejar al resto.

Mi esposa no tiene ni idea de qué tanto me estoy censurando…

La situación se complica cuando no es únicamente Bubbles quien corre muchos riesgos teniéndome cerca, pues mi pequeña niña de cuatro años, también es propensa a ser alcanzada por los pecados que su padre comete, motivado por el simple y mórbido gusto de hacer el mal a quienes califica de insignificantes.

No puedo dejar de ser un desgraciado. La libertad que experimento es embriagante, adictiva y catártica. Me place cometer atrocidades… pero también me hace sentir completo cuidar de mis personas más importantes, aprender a hacer acciones buenas si eso les hace sentir orgullosas de mí. Recibir cariño como compensación de ser alguien funcional para el estándar de vida que la normalidad suele ofrecer, es otra sensación gratificante.

Me gusta la aceptación que recibo de mis más grandes amores… Mas la hostil realidad siempre vuelve cuando me hago la misma pregunta: Si fuera alguien normal, alguien más honesto… ¿qué haría? ¿Seguiría mereciendo lo que poseo ahora?

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Lenore reportándose…

¡Aquí estamos con el segundo capítulo! Lo bueno de tener una planeación anticipada con mi compañera, es que a la hora de actualizar, no nos toma mucho tiempo.

Para esta segunda entrega quise mostrar un poco más esa faceta arrebatada que posee la rubia, si bien no llega a ser cansona al punto de hartarte (bueno, esto dependiendo), o tan odiosa como para que te caiga mal, sus detalles sí tiene. Es grosera y llega a ser imprudente. Yep, Bubbles es la que dice cosas que no siente cuando está iracunda y aprendió a las malas que no puede vivir insultando a la gente a diestra y siniestra, menos a quienes quiere. Estos aspectos, claro, eventualmente los irá trabajando, pues como cualquier persona tiene que madurar.

Nuestros azulitos son traviesos y hablando desde la perspectiva de Bubbles, le excita la idea de hacerlo en lugares públicos, ya ven, la adrenalina de que los vayan a atrapar. ¿Qué debieron ser más precavidos a sabiendas que por ahí estaba su hija y sobrino? Sí, pero no le pidan mucho a dos personas egoístas. Y en este punto, ella quería satisfacer a su esposo luego de una temporada sin poder hacerlo. No se preocupen, los niños no han tenido que ver nada inapropiado.

Miren, no soy buena escribiendo limme, porque no es mi fuerte y tampoco planeo que lo sea, pero se hace lo que se puede (?)

Espero que esté capítulo haya sido de su agrado… Nos estaremos leyendo en próximas lecturas :D

Mortem escribiendo...

No iba a desaprovechar la oportunidad de meter un poco de México. Siendo personajes estadounidenses, eventualmente tienen contacto con sus vecinos, en este caso tengo la ventaja al ser mexicana y exageraciones no les cuento. Por supuesto, quizá en la lectura se les pueda hacer extraño el hecho de que Boomer no domine el español cuando lo están leyendo en español por mí (?), pero, ¿eso no es lo divertido? Es una forma de recordarnos a todos que estos personajes son de USA, y tanto Lenore como yo intentamos mostrarles una perspectiva "americana" a pesar de que ambas seamos latinas. De hecho, algo que hemos trabajado en el proyecto es esa variedad cultural, tenemos bastantes personajes secundarios con distintas nacionalidades y siempre es divertido investigar para no quedarnos con los estereotipos.

Ahora, continuando un poco sobre ese hilo de que a estos azules les guste casi exhibirse... Sí, es parte de esa dinámica que llevan en pareja. Después de todo, son personajes que requieren de emociones intensas. Por otro lado, ya ahondando en la psique de Boomer, su proceso para poder asimilar los problemas también va de la mano con ese temperamento y comportamiento caótico. Esto se irá viendo más adelante, con los siguientes capítulos que espero les permita descubrir un poco más sobre estas personalidades que les estamos dando.

Nos estamos leyendo muy pronto.
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