Disclaimer: Los personajes no son de nuestra propiedad, no obstante, podemos hacer uso de ellos en diferentes etapas y escenarios porque es gratis y divertido. Contrario a eso, los OCs que se lleguen a mencionar sí son de nuestra autoría.
Advertencias: Headcanon Conjunto. Especial de bodas de Bubbles y Boomer. Leve lenguaje vulgar. Posibles errores.
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Blue Berry
V
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I wanna be there by your side
This feels like dying, babe
Let me stay around, let me stay around
—Papá, si tuvieras que pedir un único deseo en toda tu vida, ¿cuál sería?
Abrí los ojos, luego de escuchar a Mark Lanegan de fondo en mi celular, para encontrar que mi hija seguía dándome la espalda por estar ocupada tomando fotos del atardecer. Al mismo tiempo sentí como su hermano recargó su cabeza en la mía luego de tenerlo sobre mis hombros, y así los tres pudiéramos apreciar la vista desde lo alto de la pila de heno. El aire apenas corría ese verano, más el calor se fue disipando con la bajada del sol por las llanuras. Sonreí por la tranquilidad que sentí en ese instante y me obligué a regresar la mirada hacía mi hijo, quien no dejaba de juguetear con su figura de Donatello de las Tortugas Ninja encima de mi cabello. Parecía haberse calmado luego de la rabieta de hace rato.
Regresé mi vista hacía Anette quien me miró esperando la respuesta a la pregunta que me hizo y le sonreí de regreso mientras alcé una ceja, pensativo.
—¿Se puede pedir cualquier cosa?
—Sí, pero sólo puede ser uno y debes ser específico.
Fingí meditarlo unos segundos, la verdad es que ya sabía cuál era mi más grande anhelo y ese, para mi mayor fortuna, ya lo había cumplido tiempo atrás. No obstante, la curiosidad en los ojos azules de mi adolescente no iba a conformarse con una respuesta simple.
—Bueno, ¿qué pedirías tú?
—Yo pregunté primero—sonrió sabiendo que le estaba dando vueltas.
—Sí, pero necesito un ejemplo para saber qué tan específico debo ser—luego se acercó a nosotros y se sentó a un lado para recargar su cabeza en mi brazo.
—Yo pediría…
—No engordar por más que tragues como lo haces—la interrumpí a propósito a lo que ella me miró inquisitiva—, ¿qué?, ¿no es lo que dices siempre?
—No voy a desperdiciar mi deseo en algo tan fácil de hacer—alcé una ceja y ella se encogió de hombros sin borrar su sonrisa.
—Uy, ahora es fácil—le susurré luego de recordar cómo a veces ella se sentía inhibida por la cantidad de calorías consumidas. No era alarmante ni una obsesión, estaba en la edad donde más se preocupaba por su aspecto físico, al final era una chica queriendo ser aceptada en esa transición de la infancia a la adultez. Aún así, con catorce años, le faltaba mucho camino para recorrer y entender que esas preocupaciones podían ser banales para los demás retos que tendría que enfrentar.
—Bueno, tú y mamá me lo dicen a menudo, ¿no? Nuestros cuerpos tienen un metabolismo rápido que nos facilita estar en buena condición.
—Oh, ¿ahora sí lo tomas en cuenta?—Le reclamé sin sonar serio—, "¡Ay, mamá, eso está muy grasoso!, ¡recuerda que hoy tengo práctica de porristas, no quiero sentirme pesada después!"—la imité cada vez que bajaba a desayunar todas las mañanas y ver lo que mi esposa preparaba para que no tuviera tanta hambre a la hora del almuerzo. Bubbles sabía que el desayuno era la comida más importante del día, y como toda madre dedicada, procuraba que su niña se alimentara bien para que no hubiera problema en sus rutinas.
—¡Yo no sueno así!, ¡y tú no te rías, mocoso burlón!—se ofendió aunque no es que realmente se hubiera molestado conmigo o con Caleb quien se había divertido con mi representación de su hermana mayor—, y debes admitir que a veces mamá hace demasiada comida.
—Le encanta consentirnos—fui yo quien ahora me encogí de hombros.
—A veces creo que demasiado…
—Ni te quejes de eso, tú eres quien más lo aprovecha. No ignoro lo cargadas que llegan luego de esas famosas escapadas que se dan cuando van al centro comercial.
—¿Qué? Una tiene que renovar su guardarropa…
—¿Cada quincena?
—Agradece que no es cada semana y con tus tarjetas.
Buen punto, no podía preocuparme de que Anette fuera demasiado consentida a estas alturas, pues de un tiempo para acá había ganado un poco más de consciencia. Sabía que, de haber dependido sólo de mí, mi hija sería de esas típicas adolescentes que veían en sus padres un cajero automático, canjeando su cariño por bienes materiales. No, Anette no era así. Claro, no dejaba de ser una niña con muchos privilegios, pero haberse rodeado de amistades que le ponían los pies en la tierra, funcionó para que no se convirtiera en una versión moderna de Regina George.
—Y aún así, yo también pienso que te consiento demasiado sin que me lo pidas.
—Síguelo haciendo, papi, no me molesta—me sacó la lengua en su descaro a lo que la terminé juntando hacía mí para revolver un poco esos perfectos rizos que peinó en una coleta alta. Caleb se unió a nosotros luego de que se bajara de mis hombros para lanzarse a su hermana, le gustaba jugar con ella, brincarle encima y ser cargado para que Anette lo sacudiera haciéndole cosquillas.
Me detuve a apreciar la imagen de mis hijos así; divertidos y a gusto con la presencia del otro. Caleb adoraba a su hermana y ésta le correspondía sin tapujos. Si de consentidos estábamos hablando, creo que el premio aquí se lo llevaba mi niño de casi cuatro años.
—Vale, si no es perfecto físico, belleza o cualquier cosa material, ¿cuál sería tu deseo?—Retomé su pregunta.
—Mmm… Quiero ser una exitosa diseñadora de modas.
—Eso lo puedes cumplir sin la necesidad de pedirlo.
—Lo sé—contestó segura de sí misma—, pero yo quiero ser la mejor.
La seriedad de sus palabras me hizo mirarla con ternura. Ya confiaba en ella desde antes que se decidiera por una carrera. Sabía el potencial que Anette tenía y ser su padre me hacía sentir orgulloso. Por supuesto, Bubbles y yo le daríamos todo el apoyo que necesitara y para eso ya estábamos trabajando en su fondo universitario para que pudiera estudiar donde ella quisiera.
—¿Y tú, cosito precioso?—le hizo la pregunta a su hermano—, ¿qué quieres ser de grande?
Miré a Caleb sospechando cuál sería su respuesta. A su edad ya demostraba aptitudes para campos duros como la ciencia. La influencia de sus abuelos lo motivaba a aprender del mundo desde una perspectiva detallada y experimental. Tan inteligente como estaba demostrando ser, sabía que él también lograría hacer algo grande de su vida una vez creciera. Tenía buenos ejemplos, incluso yo me estaba esforzando por ser uno ideal para él…
—¡Quiero ser como Dexter!
Ay, hijo de…
La carcajada de Anette no nos tomó desprevenidos, yo sabía qué cara había puesto luego de escuchar como mi único hijo varón prefería a ese tipo que a otro miembro de la familia (o a mí). ¿Por qué no el abuelo Utonio o incluso el mono?, ¿por qué ese? Además, ¿quién querría ser un científico hasta el cuello de deudas por la constante búsqueda de financiación de sus proyectos? Vale, tampoco es que yo fuera el mejor ejemplo y sabía que Caleb no tenía ni idea de lo que hacía su padre. Porque sí, no es como que Bubbles me dejara decirle a nuestro hijo que su papá se suele encargar de la gente indeseable porque el gobierno lo usa de arma para eliminarlos. "Sí, hijo, básicamente soy uno de los tantos inventos que tus admirados científicos hacen"...
—Dexter ni es tan listo—solté en una mueca que también hizo reír a Caleb. Parecía que lo hacía a propósito.
—Sí lo es, además es muy lindo—continuó la otra…
—No empieces, tú…
—Es la verdad…
—Quieres que me vuelva un tirano y te castigue, ¿verdad?
—Ay, papá, no exageres.
—Traicionado por mi propia sangre, par de malagradecidos—fingí estar indignado cruzándome de brazos mientras les daba la espalda. Ellos, no haciendo caso a mi supuesto enfado, se lanzaron hacia mí para comenzar otro juego de leves forcejeos—, ¡y atacado por la espalda!, ¡por supuesto!
—Ya, ya… te queremos mucho a ti también—trató de componer Anette al tiempo que me abrazaba y la imitaba su hermano menor—, aunque seas todo un celoso.
—Tengo derecho, son míos—le expliqué.
—Ush, y posesivo además, ¿cómo te aguanta mamá?
Porque ella es igual…
—Ah, sí, porque ella es igual—se respondió al instante—. Pero bueno, no me respondiste, ¿qué pedirías tú, papá?
—Conservarlos, a ustedes y a tu madre para siempre—le sonreí conmovido por la mirada que me dedicó una vez le contesté—. Así que ni modo, tendrán que aguantarme, quieran o no.
Le di un beso en la frente mientras volvía a cargar a Caleb en brazos a la par que descendíamos de la pila de pasturas. Ya era hora de la cena y ya le habíamos dado a Bubbles su merecido descanso de nosotros. Luego de que Anette estuviera irritada por no conseguir señal y poder comunicarse bien con sus amigos, se resignó a acompañarnos a su hermano y a mí luego de que éste tuviera uno de sus clásicos berrinches sin sentido. Sí, normales para un niño pequeño de su edad pero no por ello menos molestos. ¿La causa del drama esta vez? Bueno, para eso se necesita más contexto y es que, por la misma razón que veníamos a nuestro rancho, recordando buenos tiempos sacando nuestro álbum de bodas, Caleb entró en cuenta de algo en particular que lo hizo sentirse excluido.
Su llanto inundó toda la cocina, los trabajadores que ayudaban en la finca ya estaban acostumbrados a la fuerza descomunal de los pulmones de un niño super, por lo que no era una escena tan impactante cuando sabías que el hijo de tus jefes estaba teniendo un simple berrinche. Bubbles y yo nos miramos sin saber muy bien la razón de su estado hasta que mi esposa le preguntó paciente lo que le ocurría.
—¡No… salgo allí… en las fotos!—Explicó entre hipos y sollozos.
—Pues porque no estabas—intervinó Anette en un tono muy obvio, quien también se había asomado para saber cuál era el alboroto. Por supuesto, en lugar de parecerle una buena razón, eso hizo que su llanto se prolongara más—. Ay, ¿pero por qué lloras?—Le cuestionó mi adolescente, divertida por la situación.
—¡No me… llevaron!, ¡mis papás no me llevaron!
—Porque todavía no nacías, enano dramático—dije y me reí de su ocurrencia.
—Mi amor, tranquilo, tú todavía no existías…—habló mi esposa conmovida como divertida mientras le tomó de las mejillas para secar sus lágrimas, luego pasó de ese álbum a otro a parte donde ya habían más fotos un poco más recientes—, pero mira, aquí ya estás, todo gordito y bonito. Por eso vamos de a poquitos, primero éstas—señaló a las fotos de boda— y luego éstas donde ya sales tú.
Supongo que bajo la lógica de un niño luego de ver todas las fotos donde sus padres, sus tíos, abuelos y sobre todo, su hermana, salían con radiantes sonrisas, le hacían sentir relegado. Algo como: "¿¡Por qué todas las personas que conozco están ahí sin mí?!", con sus emociones al límite, no servía de mucho explicarle que él no existía en aquel momento y que por eso su hermana se veía más pequeña, de su misma edad. Para mi hijo nosotros éramos groseros, ¿cómo se nos ocurría no haberlo invitado?, ¿qué demonios nos pasaba?
La escena se hacía más hilarante conforme más tratamos de ser comprensivos con él. Y en algún punto no me aguanté las ganas de grabar el momento y guardarlo para la posteridad mientras su madre intentaba limpiarle los mocos. Sí, es algo que seguro mostraré el día de su boda pues, no habría algo más satisfactorio que decir a modo de brindis; "Bueno, hijo, quizá tu madre y yo no pudimos hacer que asistieras a nuestra boda por justificables motivos que esperamos ahora como adulto comprendas… pero, ¡ey!, es una pena que no hayas podido desquitarte haciéndonos lo mismo. Tenías que bailar con tu madre y yo no me perdería por nada en el mundo tu boda, alguien tiene que avergonzarte y como tu padre, ese siempre será mi trabajo. Te quiero con todo mi malicioso cariño, ¿vale?"
Sí, esperaba llegar a cumplirlo. Estar con mi familia todo el tiempo que me sea posible sin duda era mi mayor deseo. Había logrado tanto todos estos años, que conservarlos era mi prioridad siempre. Bubbles y yo nos obligamos a madurar a sabiendas que era muy sencillo equivocarnos. Nos recordábamos en todo momento el porqué seguíamos juntos y ahora, diez años después, podíamos celebrar una vez más ese logro. Por eso nos encontrábamos en nuestra finca, no muy alejada de los jardines de eventos donde recitamos nuestros votos para decirnos que sí frente al altar.
Es todo un reto continuar con una normalidad tratándose de nosotros. Mi estilo de vida todavía era un vaivén de caos y peligro, incluso, a veces sentía que no podía mantener un equilibrio entre mi tranquilidad con mi lado turbio. Muchas veces creí estar al borde de la desesperación por no saber quién demonios se suponía debía ser, si el hombre de familia atento con los suyos, o el desalmado mercenario que de vez en cuando seguía metiéndose en problemas por no dejar de lado su criminalidad aún teniéndola en las sombras… ¿Estaba cosechando con esa forma de vivir un futuro atroz o mis decisiones eran las correctas? Aún así, las dudas siempre se esfumaban cuando volvía a centrarme en mi presente. No había dejado de enfocarme en mi "ahora" para no atormentarme con el "después", la única diferencia es que al menos me permitía soñar más de lo que en el pasado alguna vez me permití.
Curiosa la forma en la que había cambiado con los años. De cometer error tras error me volví más precavido y más consciente. Aprendía junto a mis hijos de muchas cosas que ignoré en mi pasado, incluyendo mi propia infancia. Podría decirse que estaba sanando esas etapas viviéndolas con ellos. ¿Que si nunca disfruté de una fiesta infantil? Lo pude hacer desde otra perspectiva con las de Anette y Caleb, ¿que si nunca pude ir a la escuela y pasear por los pasillos para tener la experiencia de saltarme clases luego? Lo hacía cada que me tocaba asistir a juntas escolares y con mi hija nos íbamos a otro rumbo en lugar de atender mi responsabilidad en el comité de padres, luego de ser elegido como apoyo en contra de mi voluntad.
Ahora, también resultaba inusual la comparación entre el trato que Anette o Caleb recibían de mis creadores, en especial de Mojo Jojo. ¿Acaso la edad te vuelve más sensible? Porque eso me haría entender el porqué a Mojo le encantaba pasar tiempo con sus nietos. Vale, es posible que ellos son más sencillos de lidiar que un trío de villanos descontrolados que desde el primer segundo de sus existencias quisieron golpearlo… pero por más evidente sea esa preferencia, sabía que mi creador sólo actuó bajo las herramientas y conocimientos que tenía en su momento.
Bien me lo dijo mi esposa, nadie nace sabiendo ser padre y los míos, o lo más cercano que fueron Him y Mojo, no estaban exentos de aquello.
Mis hermanos y yo nunca les guardamos rencor. Ni siquiera a Him por tratarse de un demonio interdimensional que en su momento nos torturó por diversión o porque en realidad tenía un objetivo. De cualquier forma, sabíamos que no podíamos detenernos para sentir lástima de nosotros mismos. Lamentarnos nos habría consumido y hasta el día de hoy, agradecí habernos separado de nuestros mentores.
Aún así, ¿habría sido diferente de haber tenido más opciones? Presenciando como mis hijos tienen sus propios sueños, ¿eso también nos habría funcionado a un trío de villanos de tener otros ejemplos a su alrededor?
Las tardes en el observatorio de Mojo eran aburridas y tranquilas cuando él no se encontraba ahí por estar en prisión. A decir verdad, nos gustaba más así, ya que no tendría tiempo de entrenarnos y molestarnos con sus planes para vencer a Las Chicas Superpoderosas. En lugar de eso comíamos lo que queríamos de la nevera, jugábamos hasta que nos diera sueño y veíamos la televisión sin que nos importara cumplir con las expectativas de nuestros creadores. Eran en esas ocasiones en las que más nos acercábamos a ser unos niños normales a pesar de nuestras caóticas existencias.
Pasar horas y horas viendo vídeos musicales en MTV como algunas caricaturas o programas en ese canal y en otros, nos hizo formarnos en nuestros respectivos gustos. A mis 9 años, ya había memorizado algunas canciones de Soundgarden, la primera banda con la que me obsesioné hasta que me vi en la necesidad de robar una guitarra para imitar los acordes aunque en ese tiempo ni siquiera sabía lo que era uno.
—Ni sabes tocarla—se burló Butch cuando escuchó como en mi intento de tocar una cuerda no medí la fuerza y la rompí en el acto.
—¿¡Ah sí?! ¡Pues por lo menos yo puedo aprender, no como tú que nunca podrás conducir una motocicleta ya que ni siquiera alcanzas los pedales!, ¡enano!
—¿¡Qué dijiste, estúpido?!
—Tiene razón, eres demasiado pequeño para conducir una moto de verdad—continuó Brick en su burla luego de haber hecho un desastre en la cocina por intentar preparar algo más allá que "TV Dinner", o comida instantánea, la cual ya nos tenía hartos a los tres.
—¡Voy a crecer, ya lo verán, par de idiotas!—sentenció mi hermano ya muy alterado—, ¡y cuando lo haga me iré lejos de ustedes para no tener que seguir comiendo esa asquerosa comida!
—¿¡Asquerosa comida?!—Respondió con enfado el pelirrojo.
—¡Es asquerosa, nos da chorrillo!—Siguió con las provocaciones el moreno mientras se sujetaba el estómago para emular el sufrimiento que nos daba la mala sazón de nuestro hermano mayor.
—¡Sí, a mí me hace vomitar!—Confesé para molestar al líder que nos dedicó una funesta mirada y nos lanzaba los cuchillos de cocina que tenía a la mano. Sin problema pudimos esquivarlos una vez volamos lejos de la sala de estar.
—¡Coman caca entonces!—soltó Brick llevado por la rabia mientras tiraba de una toda la olla de sus mezclas raras al suelo.
—¡Seguro es mejor que esa porquería!—volvió a decir Butch aunque esta vez ya no tuvo un cuchillo yendo a su dirección, sino a un molesto pelirrojo quien lo estampó al suelo formando un cráter en él.
—¡Repítelo!—Retó Brick mientras lo tomaba del cuello de su sudadera y lo veía de manera amenazante.
—¡Cocinas horrible!, ¡ustedes son un asco en lo que sea que hacen!—esta vez me incluyó y no evité unirme a la confrontación empujando a Brick para ser yo quien estuviera encima de Butch propinándole una lluvia de golpes a la cara. No duré mucho en esa posición cuando el moreno me lanzó de una patada y así los tres iniciamos otra de esas peleas que nos llevaban a destruir una parte del observatorio de Mojo Jojo.
Cuando el cansancio nos invadía una vez desahogaramos nuestras frustraciones con los otros dos, lo podíamos olvidar como si nada hubiera pasado. Era nuestra terapia para no pensar en lo pésimos que podíamos ser en lo que apenas formábamos como nuestros hobbies. Y así, luego de un rato de agredirnos, al calmarnos volvíamos a nuestras cosas para ignorar lo que los demás pensaran de ello. En parte, el querer cerrarnos las bocas era una manera de superarnos.
Eventualmente Butch ganaría altura como masa muscular para dedicarle tiempo a esas carreras ilegales en las que se metió para pasar el rato, Brick mejoraría su sazón de formas impensables como para superar cualquier receta complicada que le pusieran en frente, y yo, bueno, yo sabría lo que es una nota músical… que en ámbitos más grandes, me llevó a invertir en la disquera que Alfie y Aaron comenzaron una vez regrabaron sus éxitos con su propia firma. Logré hacerme de contactos en la industria musical, y de vez en cuando cooperaba de forma anónima con alguno de ellos cuando mi inusual agenda me lo permitía, que no eran muchas veces, a decir verdad.
Por lo pronto estaba bien con eso. De todos modos ya tenía lo que quería luego de entrar y ver a mi esposa quien nos recibía con una enorme sonrisa.
Amaba verla así, tan jovial y satisfecha con esta familia que juntos formamos. Su expresión me confirmaba que todo estaba bien, que hasta ahora lo habíamos logrado y que sería más sencillo si continuábamos así.
La saludé con un beso mientras que nuestro hijo pidió de inmediato ir a sus brazos. Me enternecí con la escena mientras Anette se les unió para poner la mesa. Esta noche cenaríamos en familia y mañana, el día de nuestro aniversario, lo celebraría con mi mujer con la esperanza de hacerla feliz con el obsequio que pude preparar gracias a mi cuñada, Blossom.
"¡Blossom! Oh, carajo, Blossom mi cuñada favorita… Necesito que estés aquí conectada… Necesito tu ayuda. Estoy desesperado y eres en quien más confío en este momento porque ya no pienso pedirle favores al perverso megalomano que tienes como marido!"
Mensaje ideal para mi crisis momentánea. Ah, definitivamente la hermana de mi esposa era la más indicada para lidiar con mi drama en esos instantes. Esa mujer poseía tanta fuerza de voluntad y el ser capaz de continuar junto a alguien como Brick me lo comprobaba.
"¡Boomer!
¿Sucedió algo malo?, ¿estás bien?
¿Todos están bien?
…"
Leerla casi me hace sentir culpable por preocuparla. Casi, porque en realidad más me importaba resolver mi problema.
"Es una emergencia. Si no me ayudas, puede que termine muerto. Y sé que tú no quieres eso para tus sobrinos, para mis hijos. ¡Pensé que no me responderías! No quería cometer otra estupidez. Por cierto, nada de esto debe saberlo Bubbles. ¡Debes jurar que no lo sabrá Bubbles!"
"Primero, cálmate.
Segundo, todo dependerá de lo que me quieras pedir.
Tercero, ¿por qué siempre eres así? Me preocupaste.
"¡Deja los formalismos!, ¡esto es serio y mi cabeza peligra!"
"¡Pues habla de una vez!
¿¡Qué te tiene tan nervioso?!"
"Olvidé mi puto aniversario. ¡Eso es! ¡No sé en qué jodido día vivo y olvidé que ya teníamos una salida preparada para nuestra finca en tres días por lo mismo!"
Que se me olvidaran las fechas no era cosa extraña. Mi memoria era selectiva y muchas veces me distraía con otros asuntos. ¿Lo peor? Era lo mismo cada año, no porque no supiera las fechas importantes en sí, sino porque no medía lo cercano que estaba para entonces. Desde luego, me consideraba alguien con suerte porque sin falta salía bien librado ante los hechos que se acomodaban a mi favor. En esta ocasión, Blossom sería mi salvación…
"Oh, y como es obvio, no tienes ni idea de qué hacer.
Bueno, no debería ayudarte con esto, deberías recordarlo."
"Apiádate de mí…"
"Pero…
No me conviene una Bubbles enojada en estos momentos, está organizando una reunión importante para mí, así que…
¿En qué puedo ayudarte?"
"Necesito ideas, un plan, algo que esa cabeza pelirroja pueda maquinar de aquí al fin de semana. Una sorpresa que valga para este décimo aniversario, porque no puede ser cualquier cosa, ¡es el número diez!"
"Bueno, felices diez años.
¿Sabías que Bubbles ha estado buscando sin éxito a Pulpi?
Eres suertudo, Boomer.
Ayer pasé por la casa del Profesor a recoger a las gemelas…
Lo encontré.
El problema… Las gemelas le arrancaron dos tentáculos y le falta el sombrero.
"¿Pero se puede arreglar? No me importaría tratar de lavarlo y cocerlo."
"Por eso decía que eres suertudo, ayer lo arregló Brick.
Consíguele el sombrero y puedes llevarlo como un recuerdo que avive esa nostalgia especial.
Bubbles lo amaría. Dile que si no lo encontraba era porque tú ya lo tenías listo."
"¡Es perfecto!, ¡oh por los infiernos, gracias! Siento que respiro nuevamente…"
"No hay de qué."
¿Me había preocupado por nada? No quería decepcionar a Bubbles, así que igual sería capaz de hacer cualquier cosa para tenerla contenta. ¿No era un aniversario el recordatorio anual para decirle a tu cónyuge que por algo se eligieron? Definitivamente no era cualquier cosa, por lo que la ayuda de mi cuñada igual debía ser recompensada.
"Bien, entonces, ¿cómo vas a querer el pago?" Recuerdo haberle escrito de forma automática, pues estaba impuesto a cerrar tratos en todo.
"Boomer, no soy tu hermano para pedirte algo a cambio.
El hecho de que hagas feliz a mi hermana ya me es suficiente."
Sin embargo, no estaba impuesto a esas respuestas…
"Espera, ¿de verdad no vas a querer nada?"
"No, y te dije, sólo mantén a Bubbles feliz y ya.
Feliz décimo aniversario."
Decir que quedé confundido era poco. Es cierto que nunca antes le había pedido algo a la esposa de mi hermano, así que no sabía qué esperar de ella cuando de acuerdos se trataba. De hecho, todo lo que recibía por parte de Blossom eran obsequios sin compromiso, pues así era ella con todos los miembros de la familia. Creo que debí empezar a intuirlo desde ahí…
"¿Así de fácil? ¿¡Y yo haciendo pacto con el cabrón de tu esposo cuando podía tener tu misericordia?!"
"Ay, Boomer…
Ya tranquilo, ahora sabes a quién acudir en determinadas situaciones."
"¿Así se siente el cariño fraternal?"
"Boomer, Boomer, te mando un abrazo. Y que todo salga muy bien."
Bien, era obvio que debía seguir trabajando esa parte de mí que no quiere depender de otros cuando de mis asuntos se trata. Hasta ahora, los únicos en los que podía confiar plenamente era en mis hermanos, sí, cuando hablaba sobre lo convenenciero que era Brick no era porque siempre estuviera cobrándome todo lo que hiciera por mí, pero había algo implícito entre los tres que nos motivaba a estar a mano. Era consciente de que mi hermano mayor no me perjudicaría siempre y cuando recibiera el mismo trato de mi parte, pero, poseer más opciones sí se sentía… extrañamente bien. Desde luego, en quien más me podía apoyar era en mi esposa, pero dadas las circunstancias, ella no podía ayudarme ahora.
Observé el regalo ya envuelto guardado en mi maleta. Mañana sería el día donde por fin se reuniera con su legítima dueña y sonreí al imaginar su expresión. ¿Se emocionaría?, ¿lloraría de felicidad? Quería verla, hacerla feliz. Darle todo lo que quisiera porque eso había sido para mí uno de mis mayores anhelos. ¿Y cómo no velar por esa mujer? Bubbles era mi adoración. Mi todo. Y tal cual se lo dije diez años atrás, cuando por fin estuvimos a solas en nuestra habitación de hotel, inaugurando nuestra primera noche de luna de miel en Nueva Zelanda, tan ansioso por hacerle el amor le susurré a su oído que ella ya era mía y así seguiría por siempre.
Siempre.
I wanna be there by your side
This feels like dying, babe
Let me stay around, let me stay around
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El aire mañanero inundó mis pulmones embriagándome con una hermosa paz. Como en ocasiones especiales con el crepúsculo escondiéndose, me levanté antes de la puesta del sol para poder apreciar el paisaje que tanto me gustaba pintar; el amanecer. Tomé un último bocado de mi jugo de sandía mientras me balanceaba en los columpios de madera que años atrás construímos Boomer y yo. Principalmente eran para nuestros hijos, pero la sensación de sentir el cuerpo libre me insmicuía a jugar con ellos también. De todas formas, fue una gran idea hacer cuatro con dos más grandes que el resto porque tarde o temprano entrevía que tanto mi esposo como yo los terminaríamos usando. Era parte de esas personalidades tan juguetonas que ambos poseíamos la cual mantenía esa chispa encendida en nuestro matrimonio luego de mucho tiempo.
Me quedé sentada apreciando la vista esperando a que la estrella mañanera saliera de su letargo. Poco a poco el azul nocturno se difuminó con el púrpura del firmamento para eventualmente cambiar a colores más claros. El tono frío se vio reemplazado por cálidos entretanto el sol tomaba lugar junto a las despejadas nubes. Mi familia continuaba dormida mientras yo contemplaba los prados verdes y los jardínes adornados de flores. Era una de las tantas actividades que me encantaba hacer en nuestra hacienda, pues al estar alejada de toda contaminación, se podría apreciar mucho mejor los matices del cielo. De niña, cada que celebraba algo significativo, me gustaba levantarme antes que el resto para maravillarme con toda esa composición, las estrellas huyendo de la luz, así como las nubes viajando en formas.
Ver aquel panorama me embargó de una dulce nostalgia la cual compensé con una sonrisa, lejos se encuentran ya aquellos momentos de la infancia que nunca se olvidaran. Como aquella ocasión donde Blossom me prestó por primera vez esa vieja cámara Canon donde capturé un paisaje que eventualmente pintaría y me haría darme cuenta mi amor hacia la pintura… No por nada el impresionismo sería uno de mis movimientos favoritos, siendo Claude Monet uno de los tantos que admiraría. Siete años tendríamos para ese entonces…
Según sabía, mi hermana todavía conservaba aquel aparato como si de una reliquia se tratara, así como capturaba en fotografías cada instante que le gustara. Tenía muchos álbumes de quienes amaba, de su pareja, sus hijos, nuestros padres, nosotras, un sin fin de imágenes que reflejaban recuerdos lúcidos. Desde que era una niña, le tomaba fotos a los atardeceres cada día, y hasta el son de hoy, los compartía con su esposo… Siempre se me hizo curioso el cómo me complementaba con mis hermanas, pues mientras yo amaba el alba, mi hermana mayor adoraba el ocaso y para crear aquella trinidad tan fascinante, Buttercup estaba encantada con la noche.
Vaya, cómo pasaron los años…
Antes debíamos terminar el rollo de la cámara y esperar a que las imágenes fueran reveladas para ver el resultado, si saliste bien o no, se tenía que esperar un tiempo prudencial entre cada tanda de fotografías y volver a iniciar todo de nuevo… De ahí salen las maravillas de los álbumes. Ahora, los teléfonos te permitían más accesibilidad y múltiples herramientas. El mundo había cambiado mucho, el final de los ochentas y noventas, nada tenía que ver con el inicio de esta década.
Y con ello el cómo las cosas fueron marchando tan sorpresivamente. La realidad de hoy en día era tan distinta que constantemente debías estar acoplándote a las nuevas ideologías, es parte de la evolución quiero creer. Hoy suenan más las plataformas de Streaming, que los múltiples programas que se veían en televisión. Antes debías estar pendiente del horario de transmisión y terminar tus tareas para poder ver películas o caricaturas. Ahora, era más sencillo, ya que puedes disponer de la programación que tú quieras a la hora que se te plazca. ¡Hasta el contenido había cambiado! Las series de la actualidad son más precavidas con el público infantil a comparación de las de antes, que no temían mostrar ciertos temas poco adecuados para ese tipo de público.
Un claro ejemplo era la caricatura que se inspiró en nosotras. ¡Vaya que tenía mucha crítica a la sociedad actual, así como al rol del heroísmo! Sí, se tomaron muchas licencias con respecto a nosotras, pero siempre me sentí halagada con ello. Es decir, era extraño vernos sin dedos-supongo que nuestras pupilas blancas no eran suficientes para hacernos destacar por lo cual nos pusieron muñones-, pero en muchas ocasiones sentía que estaba viendo la mejor versión de mí. ¿Vencer a un malvado villano con música? ¡Qué encantadora idea! Sí, la batalla con aquel tétrico payaso fue mucho peor, pero vamos, ¿derrotarlo con música para luego golpearlo violentamente? La verdad sí es algo que haríamos con mis hermanas… Yo sigo sorprendida de que Blossom tocó la guitarra como Hendrix y sin dedos, ¡admirable! Oh, y ni hablar de aquel capítulo donde sale nuestro maestro sustituto, el Señor Green, que si bien nos muestran como unas prejuiciosas, asustadas queriendo que no cometa un crimen, en la ficción fue interesante su uso para dar un mensaje, pero en la realidad, es que a pesar de que era una extraña criatura, Buttercup se sintió muy curiosa por él, ya desde pequeña mostraba gusto por las cosas raras. ¿Dónde lo había conocido mi maestra? No tenía idea.
Y los episodios de los chicos… Je, sí…
¡Oh, oh, yo quiero al rubio es taaan lindo!
Sí, sí quería al rubio, era muy lindo, me casé con él.
¡Uigh, que malos gustos!
Pues hermana, no fui la única con malos gustos, eh. Les digo, le gustaban las cosas raras… Se casó con Butch.
Sin embargo, un episodio en especial que sí me llegó de formas no muy positivas, fue aquel en el que perdía a Pulpi y luego lo recuperaba por un malentendido con el Profesor… Claro, fue basado en mi propia experiencia, pero, a comparación de mi dulce versión caricaturesca, yo no encontré al mío. Solo el Profesor sería capaz de explicar el cómo pasé varios meses llorando por aquel pulpo, adoraba a ese muñeco. Lo busqué sin muchos resultados, al parecer por una equivocación lo habían donado a la caridad. Mi querido compañero…
Ay no quería ponerme de malas en un día tan especial… No ahora. Observé el reloj, había estado sentada allí por más de una hora…
Di un último sorbo al vaso en mi mano y me embriagué con el panorama encantada por el canto del gallo y los susurros de las aves antes de percibir el sonido de la puerta principal abriéndose, escuché el compás de un zapateo familiar moviéndose por la residencia, mas opté por no usar mis rayos x al saber de quién se trataba. Mis oídos super desarrollados, así como entrenados me ayudaron a relacionar cada sonido con alguna nota musical, por lo cual, le había encontrado gusto a buscar patrones melodiosos en el caminar de las personas; lo curioso es que cada una tenía uno diferente.
No había ningún ruido estridente por parte de la alarma, ya que la había desactivado para salir al patio trasero, miré el reloj el cual marcaba próximamente las seis y media de la mañana. Todavía era muy temprano para que Tulipán, la mujer que desde hace un lustro trabaja para nosotros manteniendo la limpieza de nuestra residencia, llegará. No así con los demás trabajadores que desde mucho antes ya se estaban organizando para las labores matutinas; como alimentar a los animales, cepillar a los caballos, fertilizar la tierra, entre otros. No me preocupé por algún ladrón o malhechor porque aquellas haciendas estaban más protegidas que las mismas comisarías, con tantas personas cargando sus escopetas sin miedo a disparar, se debía pensarlo dos veces antes de robar; sobre todo a nosotros, que gracias a mi esposo, teníamos cierta reputación…
Me adentré cerrando la puerta de cristal, encontrando en el camino a la cocina a la mujer regordeta con su cartera en brazo. Le sonreí como saludo el cual devolvió, acomodó sus pertenencias y se dispuso a verificar la cocina.
—¡Hola señorita! —exclamé acercándome a ella para darle un beso.
—¡Mi niña, Bubbles! ¡Tú como siempre ya despierta! —respondió devolviendo el gesto.
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué llegaste una hora antes?
—¡¿No he llegado y ya me estás sacando?! —me regañó con la falsa intención de pegarme con el trapo que había tomado de la encimera.
—¡Claro que no! Es solo que tu horario es a las siete y media, mirate…—No me molestaba para nada su presencia, con el tiempo ella se había vuelto una persona esencial cada que veníamos pues más allá de resguardar nuestros hogar, también había formado un vínculo especial con nosotros.
Recuerdo que la conocimos cuando recién adquirimos estos terrenos, la cordialidad estuvo siempre presente. Fue gracias a ella y a su esposo, Keaton, que pudimos obtener nuestra primera pareja de caballos. Eventualmente fuimos comprando más, sin embargo, aquellos sementales que en el establo descansaban, se convirtieron en un tesoro tanto para mi pareja como para mí luego de haberlos traído hasta aquí. Aunque la monogamia no era propio de los corceles, era cierto que éstos dos tenían un vínculo especial. No fue el atractivo de sus pelajes lo que hizo que los tomaramos en cuenta, ni siquiera sus macizos cuerpos, sino que en medio del establo, en medio de muchos otros, aquellos dos estaban alejados… como suelo decir, dándose cariñitos. Así, que con esa imagen atrayente, es que Boomer obtuvo a Fortunata; una yegua parda, grande y lozana tan difícil de domar y que solo permitía que mi esposo la cabalgara, y yo a mi dulce Serafín, un macho de raza percheron con sus dos característicos colores; blanco y café. Como tenía sus patas del primer color, solía decir que tenía botitas… Además, si no fuera por ellos, no habríamos conseguido uno de los regalos más preciados de Anette; su potro negro de larga melena, con el cual solía cabalgar por todo el rancho, así como practicar equitación en las competencias junior del pueblo.
A decir verdad, ese duo de ancianitos nos habían ayudado para entender cómo funcionaba un rancho, que por lo mismo, les teníamos un gran aprecio. Desde el momento en que Boomer y yo tomamos la decisión de comprar estas parcelas, fueron esa guía para entender todo lo que conllevaba el manejo de una granja. Y como era de esperarse, Tulipán tan graciosa e hilarante como ella, se había encariñado con los niños y nosotros, al punto de venirnos ayudar cuando la requeríamos, más que nada, cuando veníamos de vacaciones.
—¡Calla muchachita, malagradecida! ¡No podía permitir que te esforzaras más en tu aniversario! —ensanché mi sonrisa ante aquella afirmación, más que nada por la emoción que había tenido desde la mañana y que fue otro de los motivos por los cuales me había levantado muy temprano.
¡ERA MI DÉCIMO ANIVERSARIO!
No reprimí el gritito de emoción, el cual contagió a la señora de blanquecinos cabellos quien acostumbrada a mi efusiva manera de querer, correspondió el abrazo que le había dado. ¿Muy intrusiva al ponerme a saltar con ella en mis brazos? Un poco, pero no podía reprimir aquella felicidad. No había manera en que pudiera explicar dicho sentimiento, llegar a los diez años, aunque para muchos significara un número, para mí era la validación de aquella promesa que nos hicimos hace tiempo atrás, aquel recuerdo constante que nos llevó a intentarlo y no fracasar en el proceso, así como seguir creciendo.
—¡Bájame, niña intensa! —mencionó riéndose por mi comportamiento. Más volví a levantarla ahora dando un vuelta como si estuviera bailando con mi amado con una canción imaginaria—. Yo sabía, yo sabía que estarías hoy así… Por eso vine antes, porque sabía que estarías toda emocionada y que olvidarías el desayuno de los niños… —volvió a reír ahora con ternura en sus ojos en cuanto la posicioné de nuevo en el suelo.
—No seas exagerada, siguen durmiendo…
—Y los despertarás con ese escándalo.
—No puedo evitarlo. Tengo al hombre más hermoso descansando en la habitación de arriba, a los hijos más increíbles y talentosos que pudieras conocer—extendí mis brazos mostrándole todo el recinto, por lo cual ella rió en respuesta—. Esta es una de las casas de mis sueños, trabajo en lo que me gusta y el resto de mi familia es maravillosa… Este día es un recordatorio de todas las buenas decisiones que he tomado a lo largo de mi vida, dime, ¿no te sentirías igual de emocionada y orgullosa por ello?
—Claro que sí, tienes todo el derecho de estar feliz—dictaminó asintiendo—. Por lo mismo, deberías estar acostada y recibiendo la mañana junto al joven Boomer…
—Bueno… Quería hacerle un desayuno especial…
—Pero sí el desayuno eres tú, mija—respondió con obviedad a lo cual yo comencé a reír por aquella verdad. Sí, era cierto que no había mejor manera para despertar, pero quería hacer algo diferente; un desayuno diferente… y luego que pueda devorarme a mí.
—Buenos días…—escuché la pequeña vocecita filtrarse en la entrada de la cocina. Un somnoliento Caleb se sobaba uno de sus ojos mientras bostezaba.
—¡Buenos días, mi corazón!—lo abrace eufóricamente mientras depositaba un sonoro beso en su suave mejilla—, ¿cómo durmió el niño más, pero más, pero más hermoso del mundo?—. Mi hijo, acostumbrado a mis actitudes efusivas, se destanteó un poco al comienzo pero sonrío en cuánto asimiló todo el intenso cariño de su madre. Aunque podía ser un gruñón con los demás, la verdad es que Caleb era un niño mimado, le gustaba que le dieran amor…
—¡Ya mami, deja de besarme!—quería tomar distancia por los múltiples besos que le estaba regalando. No es que fuera así todo el tiempo, llegaba a ser muy cariñosa cierto, mas eso no quería decir que molestara el espacio personal de los otros, sin embargo, al estar tan emocionada, podía ser empalagosa.
—¡Está bien, uno más y ya!—Ahora fue él quién me devolvió el gesto, abrazándome y soltando la carcajada en cuánto lo levanté en mis brazos y comencé a jugar con él—¡Avioncito!—rió más fuerte. Le gustaba este juego porque era la previa a otros más extremos, no obstante, al estar recién levantado, mejor uno suave para disipar todo rastro de sueño.
En cuanto sus pies descalzos tocaron el suelo de madera, Caleb fue a saludar con un abrazo a Tulipán, quien era de las únicas personas a las cuales les daba esas muestras de cariño. Sin decir nada, ignorando nuestras presencias, flotó levemente hasta la alacena para sacar una caja de cereal, lo cual no era nada extraño teniendo en cuenta que para ser solo un niño de casi cuatro años, Caleb era muy independiente, sino que en vez de tomar los Trix que tanto le gustaban, abrió los Reese´s Puffs que le encantaban a su hermana. Giró su mirada hacia nosotras en silencio, y se acercó a Tulipán para decirle algo al oído.
—No, ¿y qué pasó?—respondió ella fingiendo una gran sorpresa mientras seguía susurrando—, ¿se enojó mucho?—preguntó preocupada y mi hijo menor asintió tristemente—Está bien, yo te ayudo…
No era chismosa, ya no tanto como en antaño, ¿pero a quién engañaba? Claro que sabía lo que Caleb le había dicho a la mujer que ponía en el tostador unas Pop-tarts con glaseado. Era, de igual manera, uno de los bocadillos favoritos de Anette. Ah mi lindo y hermoso hijo, tan particular cómo él solo sería, trataba de recompensar a su hermana la travesura que ayer en la noche le hizo.
Pasaban más de las nueve de la noche cuando me disponía a terminar aquella maqueta de la Comarca con objetos reciclados. Era una de las actividades que me gustaba hacer con Caleb pues, a la par que ayudamos al ambiente, con eso mismo creamos escenarios de nuestros gustos en común. Reciclabámos hojas, latas, envases, contenedores, cajas más que nada, los cuales convertíamos en grandes castillos, o ciudades u objetos, como aquella consola de cartón que le hicimos a Boomer por su cumpleaños, idea de Caleb, con la excusa para que lo invitara a jugar a él también.
La habitación donde mantenía mi pequeño estudio, nada comparado al que tenía en nuestro hogar en Townsville, tenía un poco de todo, una esquina para pinturas, otra para las maquetas, y algunos instrumentos. Al distraerme ubicando el empaque de regalo de Boomer por la conmemoración de nuestro matrimonio, no me había fijado que Caleb había tomado una de las pinturas y había salido de allí. Obviamente me asusté demasiado al escuchar el potente grito de mi hija adolescente al otro lado de la casa.
—¡MAMÁ!—seguido de ello escuché el llanto del pequeño ante el susto que su hermana le había causado. Caleb estaba llorando a lado de ella con las manos entintadas de negro, mientras el frasco que había tomado, en el vestido que Anette usaría al día siguiente para ir al pueblo—. ¡Arruinó el vestido!—. Lo cual aquello no hubiera sido la gran cosa teniendo en cuenta el gran armario que Anette poseía, sin embargo, aquella prenda era especial porque la iba usar exclusivamente en las fiestas populares entre las rancherías.
—Muñequita, muñequita, lo siento, me distraje, fue mi culpa—tomé al niño que la miraba con cara de regañado y le extendió los brazos buscando su tacto.
—¡LA MANCHA NO SE VA A QUITAR!—volvió a exclamar enojada, desahogando aquel sentimiento conmigo e ignorando completamente a Caleb. Esa era su forma de no explotar en contra de él.
—Anette, entiendo que estés enojada… Lo repondremos después, pero amor, tienes más vestidos.
—Yo quería usar este—se quejó haciendo un puchero decepcionado.
—Lo sé y lo lamento, pero sabes que tenemos que llevarlo a la tintorería para que desaparezca…
—Anette…—preguntó Caleb mientras sus labios temblaban intentando no quebrarse de nuevo. Ella volvió a ignorarlo enfocando su visión en mí, no quería hacer un escándalo, pero también estaba muy enojada como querer estar en paz.
—Oye, no ignores al bebé… Fue mi descuido—demandé.
—¿Sí me comprarás uno nuevo?—instó enojada.
—Bájale al tono.
—¿Me comprarás uno nuevo o no?
—Anette…—exclamé cambiando la expresión de mi rostro en una más amenazante.
—Esto no hubiera pasado si tú…
—Piensa bien lo que vas a decir si no quieres quedarte sin teléfono, sin salidas, sin amigos—dictaminé no aguantando su actitud patana. Pero claro tenía razones para estar enojada, mas eso no era sinónimo de ponerse al tú por tú conmigo… Entendía a mí hija, yo también había actuado de esa forma, no podía culparla, sin embargo, mi paciencia no era mucho cuando se ponía en ese plan.
Sí, ahora sí me arrepiento de haber sido grosera con el Profesor. Aunque claro, no lo fui tanto como Buttercup, pero errores uno comete.
—Aish, déjame sola—me dio la espalda esperando a que saliéramos de su cuarto.
Sí, ser madre es complicado, pues ¿cómo le pides paciencia a una persona que en ese momento esta invadida más por su propio egoísmo y de lo que discierne de la realidad? Aun más, cuando a su edad, tú llegaste a ser igual. Paciencia, es eso, paciencia y saber que superará esa etapa, claro que sí. Sé que Boomer habló con ella durante la noche aunque no se despidió ni de mí ni de Caleb… Y vaya que fue una larga madrugada, pues dormir con el enojo de uno de mis hijos, así como la tristeza del otro, no era muy lindo que se diga.
Así fue que con esa acción, mi pequeño ahora invadido por la culpa, quería llevarle el desayuno a su hermana para que dejara de ignorarlo, así tal cual se lo había contado a Tulipán. Y es que Caleb adoraba a Anette, no habría otra con la que se sintiera más cómodo y confiado que con ella. No la agobiaba, pues el niño estaba metido en su propio mundo, pero podían pasar horas juntos sin aburrirse del otro. Esa de alguna manera, era una de las ventajas que tenían por esa gran diferencia de edad, en contraste con mis sobrinos que al ser más cercanos, a pesar de llevarse bien, terminaban peleando; un buen ejemplo, Allan y Carter. Malditos monstruitos, como los llamaba su madre… Sí, mis hijos eran complicados, pero mucho más tratables que los de mis hermanas y no lo digo yo, ellas mismas lo admitían.
Caleb miraba Cocomelon en la televisión bebiendo su leche chocolatada cuando Anette bajó con su cabello revuelto y tronando su cuello. Nos miró y saludó de manera escueta para dirigirse al refrigerador, no obstante, se vio interrumpida por el pequeño que se había puesto en frente suyo y le había apuntado a su desayuno ya servido, no había pasado mucho desde que Caleb con ayuda de Tulipán lo pusieron en la mesa, por lo cual seguía a una buena temperatura.
—Para ti—mencionó cabizbajo pero mirándola de vez en cuando tal perrito regañado.
Anette no pudo evitar conmoverse y tomar en sus brazos al niño que tanto amaba.
—¡Ay, yo no me puedo enojar contigo!—lo cargó y revolvió su cabello mientras le daba un gran beso.
—¿Me perdonas?—dijo él en un puchero.
—¡Sí, mi bebé precioso!
—Awwwww—no pude evitar decir enternecida del cómo Anette tomaba a Caleb se sentaba en la mesa con él para degustar el rico desayuno que con mucho cariño su hermanito le había regalado.
—Me sigues debiendo un vestido—bufó modulando su voz para sonreírme de vuelta.
—¡Buenos días para ti también, bonita!—le guiñé uno de mis ojos en complicidad, acercándome a ella para revolver ese abundante cabello y abrazarla quedamente—. Mañana, luego de nuestra cabalgata matutina, ¿va?
—Está bien.
—Ay niña Anette, no esté enojada con su madre, puede ser fastidiosa pero la quiere mucho… —mi hija comenzó a reír, así era Tulipán, me molestaba más de lo que me daba cariño… Como es común en la gente que me rodea, groseros.
—¿Eso es halago u ofensa?—cuestioné divertida.
—Halago—respondió ella.
—Halago…—le siguió Anette.
—¡HALAGO!—gritó Caleb.
—¡Trío de patanes!—les saqué la lengua. Solo faltaba Boomer y se completaba el cuadro.
Hablando de mi querido esposo, me apuré a tomar la bandeja y terminar de decorar aquellas tostadas francesas con frambuesas y uvas. El frappé con crema batida y un barquillo de dulce ya estaba listo, los huevos benedictinos estaban en su punto. En una pequeña copa llené el resto de miel de maple en lo que esperaba que aquellos panqueques en forma de Yoda que hice especialmente para él, estuvieran listos, una vuelta, un cambio de cara y se encuentran en el dorado perfecto para comerlos, tal cual como Boomer le gustaban. Por hoy, sería un desayuno dulce, tan dulce como su perfecta sonrisa. Enfoqué mis sentidos y escuché el sonido del colchón lo cual me advertía que Boomer estaba despertando, acomodé todo en la bandeja para subir de una vez la escaleras directo a nuestra habitación.
Respiré extasiada y ansiosa por la reacción de Boomer ante su sorpresa, pues más que un desayuno especial, también tenía bajo la manga varios regalitos que seguro le gustarían. Uno de ellos, el principal, era una pintura en óleo de él tocando la guitarra en el escenario. Trabajé semanas en aquel lienzo, tenía que ser grande, deslumbrante y debía salir de mi zona de confort y jugar más con aquellos colores contraste para exaltar sus llamativas facciones. Pude haberlo hecho en digital, sin embargo, quería algo más elaborado, más minucioso, y qué mejor forma que exaltando aquel talento de mi esposo.
La pintura está inspirada en el único toque que Boomer ha participado, para ese entonces, Alfie y Aarón lo llamaron para que reemplazará al guitarrista en una presentación muy privada. Aquella noche fue una salida interesante para todos nosotros, era la primera vez después de una larga temporada en que mis hermanas, sus hermanos, Boomer y yo, podíamos tener un tiempo libre de los niños. El sonido, para gusto de todos, estuvo bien organizado por lo que fue agradable de escuchar. Lo maravilloso no fue solo el deleite de ver aquella banda en vivo, sino también lo hipnótico que fue ver a Boomer delante de varias personas, lo cual era impresionante al conocer su perspectiva cerrada al presentarse delante de otros. Sacó a relucir su talento musical, su habilidad magnífica de desenvolverse con cualquier instrumento, el ver sus dedos a la velocidad de varios riffs improvisados endulzaron el oído de los presentes.
"¡Hazme tuyo, papi!"
Había gritado Butch.
"¡Tócamela así, bebé!"
Secundó Brick.
Ambos hermanos mostrando su particular forma de querer y apoyar al otro. Sabía que estaban orgullosos, pude verlos en sus rostros. Por otro lado, Buttercup silbo encantada mientras aplaudía realmente alto y le gritaba lo genial que había sido. Blossom llenó la galería de su celular con fotos y videos. De mi parte, me quedé sin voz… ¿Qué? Es mi esposo, obviamente era de las primeras en sentirme contenta por verlo hacer algo que en serio, de verdad, le gusta. De aquel lindo recuerdo, comencé a plasmar a mi esposo en una de sus mejores facetas, de aquellas facetas donde puede ser él mismo.
Había dejado aquel regalo en frente de la cama, quitando la mantita que lo cubría, mucho antes de salir, siendo muy precavida, muy silenciosa, evitando que despertara y arruinara su regalo. Ay, la emoción me llena, ¿qué pensaría? ¿se sorprendería? ¿volvería a sonrojarse cómo aquella ocasión donde pedí su mano? Muchas ideas pasaban por mi cabeza, así que abrí la puerta.
—¡Feliz aniversario, mi amor!—exclamé con voz alta y entusiasmada.
Mas, me encontré con la silueta de un Boomer adormilado, incorporándose, tratando de abrir un poco más aquellos párpados entornados, se me quedó viendo fijamente, yo sabía que seguía en un trance del cual solía tardar demasiado en reaccionar. Parecía borracho, atontado, pero así lo amaba. Parpadeé sin decir nada más impuesta a esa actitud, una parte de mí quería reírse, pero la otra simplemente se le quedaba observando con una expresión de; ¿por qué? ¿por qué eres así?
Debí pensarlo mejor, como diríamos con mi aún beodo compañero, quien continuaba perdido viendo a la nada y tal vez pensando en todo: Es porque somos rubios, ¿verdad?
—Ejem… ¿Frappé?—ofrecí para que pudiera dispersarse un poco.
Lo recibió en automático, sin despegar la vista del suelo de madera. Le dio un sorbito sin pensarlo demasiado, ¡ni siquiera lo estaba degustando! Pasaron dos segundos, otro sorbito. Dos segundos después, un tercer sorbito…
¡Ay Boomer! Por eso digo que el matrimonio es una prueba constante de la paciencia.
Posó su vista en mí, bosteza y en medio de ello, cierra los ojos fuertemente antes de parpadear unas cuantas veces más. Me sonrió, así supe que ya estaba despertando de a poquitos. Se tomaba su tiempo, eso sí.
—Feliz aniversario, bonita… —musitó con voz queda para luego ver la comida y sonreír abiertamente.
Al recibir aquel desayuno, tomó la primera cucharada, causando que sus facciones formarán una expresión de deleite, encantado por lo que estaba probando. Por poco y abre los ojos cual hambriento sin comer años. Ahora sí saboreaba con gusto… No dije nada, le permití comer entretanto se despabiló con cada trozo que ponía en su boca. Sus pupilas se pasearon por el resto de la habitación sin estar muy consciente de lo que estaba observando.
Mientras masticaba se quedó viendo su regalo sin decir nada.
Uno, dos, tres… No, cuatro… Cinco segundos. Soltó los cubiertos súbitamente, agrandando sus ojos como si estuviera viendo algo extraño. Enarqué una de mis cejas, tratando de no reír, puesto que me recordó a aquella adorable salamandra que conocí en el parque ecológico de México.
—¿Te han dicho que pareces un ajolote cuando te sorprendes?—pregunté conmovida al contemplar sus gestos. Sus ojos abiertos, su boca sin expresión, su cabello revuelto… Idéntico.
Se levantó dispuesto a apreciar la pintura. Su visión quedó fija en ella acercando de tanto su rostro, el cual después regresaría hacia mí y volvería a ella de nuevo, hacia mí, y luego a ella.
—¡Soy yo!—dijo como un niño emocionado.
Sentí una presión en mi pecho que advertía el llanto. Verlo así siempre tocaba lo más profundo de mi alma. Verlo así, lleno de gozo y alegría.
—¡Eres tú!—me contagié de dicho sentimiento, acercándome a él y unir nuestras frentes. Me abrazó posesivamente, por lo cual pude disfrutar su cercanía—¡Eres tú, mi cielo! Con todo mi cariño para ti en esta y otras vidas…—finalicé besándolo apasionadamente como lo había deseado desde que empezó el día.
—¡Mi turno, mi turno!—prosiguió con el mismo entusiasmo, acercándose a la maleta que guardaba en el armario y sacando mi obsequio—. Espero no te moleste tener otro invitado para nuestra cena de esta noche… Que estoy seguro que no habrá problema pero, igual te aviso. Ya está vestido para la ocasión, le ayudé a conseguir un sombrero muy elegante…
Nada me hubiera preparado para aquella escena, mas sabría que la guardaría en mi memoria hasta el fin de mis días, pues no es habitual ver al amor de tu vida sosteniendo en sus manos aquel compañero que estuvo en las noches más frías de tu niñez…
Pulpi, Boomer tenía a Pulpi.
—¡No es cierto, no es cierto!—negué viendo al muñeco y después a mi esposo—¡PULPI, TIENES A PULPI!—grité con toda mi energía para lanzarme hacia a él y atraparlo en un abrazo demasiado fuerte.
Mis lágrimas salieron solas y me limité a unir ese peluche a mi pecho con mucha alegría. Estaba conmigo, estaba en mis brazos, estaba de vuelta a donde pertenecía, y todo por el hombre de mi vida.
¡Mi adorado juguete!
Tenía muchas preguntas, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿quién lo tenía? Pero la razón vendría después y me dejé llevar por aquellos sentimientos embriagadores; amor, dicha, nostalgia, regocijo…
—Estooooo…—hipé—esto…¡ESTO ES UNO DE LOS MEJORES REGALOS QUE PUDISTE HABERME DADO!—comencé a besarlo aún más emocionada, impaciente, feliz, extasiada— ¡Te amo! —le besé—, ¡te amo! —otro beso—, ¡te amo, Boomer Him!—sentencié sellando nuevamente nuestros labios en un tacto más largo y profundo.
La última década había sido maravillosa de principio a fin, no tenía ese mismo cariño tan idealista como al principio, yo había madurado al igual que mi sentir, y ahora esa emoción que embargaba mi ser, no era aquella que conformaba una fantasía, sino aquella que había aprendido a permanecer ante la adversidad, a madurar con respeto y crecer con paciencia. ¿Qué si estaba todavía enamorada de Boomer después de tanto tiempo? ¡Cómo dudarlo! Si cada día ese hombre me enseñaba lo que era amar con el corazón.
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Mortem escribiendo….
Y así concluimos este especial de bodas, completando por fin a las tres parejas principales. Ha sido un proceso interesante como todo un reto poner en orden la basta información que se ha recopilado a lo largo de los años, por lo que leerlo en forma y a detalle es algo que sin duda resulta muy satisfactorio. Me he divertido bastante escribiendo, darles voz a los personajes a modo de diálogos y narrar sus acciones siempre será lo más complejo de todo esto, sin embargo, el resultado será la merecida recompensa.
Y sí, fue un 16 de julio cuando los azules tuvieron su anhelada boda. Un 16 como hoy donde ellos celebran su aniversario. En el capítulo han pasado 10 años desde que se comprometieron a seguir intentándolo, algo que ha tenido altas y bajas, por supuesto, pero lo han llevado de la mejor manera que pueden.
Boomer en algún punto limita sus excesos para dedicarse a su familia y al mismo tiempo, encuentra un equilibrio que lo ayude a no sentirse frustrado. No se convirtió en el modelo ideal de padre y esposo, pues hacerlo implicaría renunciar para siempre a una villanía la cual disfruta mucho ejercer, así que él como sus hermanos oscilan entre ambos mundos tomando enormes riesgos. Esto eventualmente pasa factura con los propios niños pues, ¿qué pasa cuando se normaliza ese caos que son sus padres? Exacto, se replica.
Los hijos de los seis principales tienen su propio desarrollo, no son copias de ellos pero tampoco son el tipo de personajes que hacen las cosas a la perfección. Poseen defectos y virtudes, lo que los incitará a moverse también en entornos sanos y no tan sanos, jugar con la dualidad de ambientes tan opuestos es lo que al final hace de este proyecto algo entretenido para nosotras. No podemos traer tramas sin algo de drama y no podemos fangirlear con las parejas sin cierta estabilidad. Un poco de esto, un poco de aquello… como la vida real, aquí ellos tienen sus momentos buenos y malos.
Esperamos les haya gustado a aquellos lectores que se encuentren con esta y el resto de historias que hay en el perfil. Muchas gracias por seguirlas y estar pendientes. ¡Nos estamos leyendo!
Lenore por aquí
Habemus final!
Definitivamente fue toda una aventura escribir estos especiales, fue bastante divertido porque plasmar en letras aquellas ideas que rondan tu cabeza ya oficializa lo que has venido trabajando por años. De verdad me siento a gusto con este resultado.
Como pudieron leer aquí, nuestra parejita ya celebra su décimo aniversario luego de tantas peripecias, así como situaciones que los han llevado a seguir luchando por esta unión.
¿Seguiremos mostrándoles más de este universo? ¡Claro que sí! Todavía tenemos muchísimas historias por contar, muchos datos que poco a poco irán saliendo a la luz.
Ahora sí no tengo mucho que agregar, mas que unas infinitas gracias a todos aquellos que nos han apoyado en este proyecto.
Si gustan saber más de esto, pueden seguirnos en nuestra cuenta de Instagram Idilios Nocturnos, donde hablamos de los personajes, subimos dibujos y jugamos de vez en cuando. Además, al igual que en el especial de los verdes, también les tenemos sorpresitas ;3
Se viene cositas como suelen decir xdxd
¡Saludos a todos!
