Tania pov:

Varios días de estar en cama y ver el sonograma y ver que tu esta personita que estabas en mi interior no pudo conocer el mundo ni sentirte te dedico esta carta para ti mi amor

Tu paso por nuestras vidas fue una brisa suave. Fui afortunada de llevarte este tiempo en mis entrañas, sufrir contigo y por ti, pedirle a Dios por no tener que despedirme nunca. Amarte sin importarme como serías, acompañarte aún quizás sabiendo lo que me iba doler.

Ahora que ya no te siento cerca mí, ni puedo tomarte en mis brazos, volver a besarte; el dolor y el vacío de mi corazón son inmensos. Pero volvería a pasar de nuevo por todo esto, tan solo por conocerte, amarte y acunarte en mis brazos y en mi corazón como lo hice.

Fuiste una bendición para nosotros, nos diste una lección de amor, de sencillez de humildad, de lucha por la vida y de entrega impresionante. Tu paso por este mundo hizo que todo valiera la pena. El dolor que siento ahora es grande, pero el amor que te tengo es mayor. Me siento la madre más afortunada del mundo por eso.

¡Qué grande y que pequeño fuiste a la vez! Siempre estarás en nuestro corazón. Mi mayor consuelo es saber que algún día volveré a estar contigo y que esta vez será para siempre.

Dios es el único dueño de la vida y mi corazón y confianza, descansan en Él y en su perfecta voluntad.

Te amo hijo de mi alma. ¡Cuánto fruto dio tu corta vida, mi amor!

Doy gracias a Dios por pensar en mí para llevarte en mi seno.

Doy gracias porque ya eres parte de mi historia, y la de todos, los que por siempre te amaremos.

Hasta Siempre, mi pequeño gran amor.

Pero durante el brevísimo tiempo que estuviste con nosotros –esas maravillosas semanas que te llevé «debajo del corazón» (como decía mi mamá alemana) y que nosotros confiadamente creímos que se volverían meses mientras te preparabas para venir al mundo– te amamos y reconocimos como nuestro bebé. Cada día, te hablamos y te cantamos agradecidos por el gozo que tu presencia traía a nuestra vida. Nos imaginábamos cómo serías y todo lo que llegarías a ser.

Y entonces… te perdimos.

Llegaste y te fuiste; rompiste y restauraste nuestro corazón, todo al mismo tiempo. Porque si bien te extrañamos y nos preguntamos cómo hubieras sido aquí en la tierra, eres y serás por siempre nuestro bebé, nuestro hijo eterno.

Eres un alma eterna e incambiada; completamente joven y perfectamente acabada.

Tú has anclado nuestra existencia en la eternidad; lo haces hoy igual que lo hiciste entonces cuando tu padre y yo, a la deriva en nuestro dolor, vivimos el duelo de perderte y procuramos darnos espacios de gracia para descubrir que el hombre y la mujer viven la pérdida de manera diferente y que es siempre algo muy personal.

Tú representas la mayor alegría y el dolor más profundo, y me conectas de continuo a un torbellino de dolor colectivo compartido con miles de madres que perdieron a sus hijos demasiado pronto.

Y en este preciso momento, al mirar esta conchilla tan perfecta en mi mano, tengo plena certeza de por qué viniste a nosotros y te fuiste: al entrar con pureza a nuestra vida y partir en silencio, estabas llevando a cabo la obra de Dios. Cada instante tuyo fue contado, cada latido de tu corazón registrado; tu vida quedó por siempre grabada en la nuestra. Y a través del sufrimiento por tu partida, llegamos a conocer el sufrimiento de muchos. Llegamos a conocer la celebración de cada vida, sin importar su duración.

Sin nunca exhalar un suspiro, nos enseñaste el significado de amar, confiar y desprenderse. Y mientras asimilábamos lentamente estos aprendizajes, nos sentimos sostenidos –a veces acunados, a veces sujetados con fuerza–, pero siempre sostenidos de mil y una maneras en la palma de una Mano sabia y bondadosa.

Nos enseñaste a abrazar el plan de Dios sin reservas, no solo aceptarlo a regañadientes. Un plan a veces doloroso, sí. Pero hay sanación en el dolor que nos pone de rodillas, nos hace mirar hacia arriba y le cierra la puerta a la amargura en nuestro corazón.

De modo que sabemos que no te perdimos. Aun cuando a veces me siento perdida, me sostiene la certeza de que tú, nuestro hijo, nos esperas para darnos la bienvenida y nos señalas el camino a ese Lugar que tú ya llamas hogar

Después de decirle esto a mi bebe vi a mi madre entrar guarde la carta debajo de la almohada y se sentó me dijo debes de salir de aquí cambiate ten toma la tarjeta de crédito sal a comprar algo que hago asi que me visto si que-antes tome la carta mi hijo y la lleve a un lugar donde me dicen que están su cenizas en la iglesia donde se iba a celebrar mi boda a lo que voy en mi coche hacia ese destino me bajo y con la carta en mano le pongo dentro de vitrina que contiene a mi hijo/a me quedo junto diciéndole cosas bonitas asi que me marcho del lugar sin que le diga vendré a verte para que no estés sólita o sólito mi dulce bebe.

me encamino hacia la tienda y compro cosas varios accesorios zapatos bolsos vestidos sin que antes pase a los juguetes para llevar algo a esa bebe

asi que cargo todo y me voy rumbo hacia el hospital de niños una vez dentro me encamino hacia la zona donde esta esa bebe de mi esposo Jacob entro y la veo me dice mi mama cuando va a volver y yo con le digo tu madre se fue al cielo como mi hijo ella jamás va a regresar que te quede en claro digo con tono molesto y salgo de ahí lo mas rápido que puedo llegando a el asensor me topo con la señora que provoco el aborte de mi hijo nos decimos nada y me marcho de lugar.

¿Como puede ser Tania de esa manera diciéndole a un be-bitaque su madres nunca va regresar?