Nota: No voy a leer Princesa Encantadora otra vez. Disculpas si quedó OOC o feo.


Salir a caminar por la playa y contemplar el mar se había convertido en un pasatiempo al que terminó agarrándole gusto. Sentir la brisa marina acariciarlo y llevarse una parte de sus angustias y pensamientos, escuchar las olas chocar y deshacerse en la orilla era relajante y meter los pies en el agua lo refrescaba y de alguna manera, le hacía estar consciente de su realidad.

Si bien vivir en Mieta era su exilio y la mansión una nueva jaula, estar aquí le hacía sentir más tranquilo y menos cansado. No había jardines ostentosos y rejas que le hacían ser consciente de que era un prisionero más en la familia imperial; ya no era Athanasius Alger de Obelia, sólo Athanasius.

Y como Athanasius, finalmente podía ser libre y sentirse en paz el tiempo que le quedara.

O bueno… algo así.

Porque claro, Claude no lo dejaría ir (o eso le aseguró) y a veces se preguntaba cómo es que le había permitido quedarse en su casa siendo que en ocasiones, ninguno se aguantaba y se peleaban sino es que estaban durmiendo o teniendo sexo. Aunque incluso cuando compartían cama peleaban.

Definitivamente ahí no había mucha paz que se diga y todo era caótico. Pero por algún motivo o razón, no le disgustaba lo suficiente como para echarlo de su casa y de su vida.

No es que se sintiera solo, la soledad siempre había sido su compañía (cuando Aethernitas no estaba molestando). O tal vez, no había alguien quien pudiera lograr hacerle compañía y sólo dos personas se habían atrevido a ello.

Su querida hija y su tonto hermano menor.

Una leve sonrisa surcó sus labios, observando a Claude alzar los bordes de su túnica mientras jugaba en el agua. Y aunque tuviera la misma cara inexpresiva de siempre, Athanasius sabía que se estaba entreteniendo como un niño pequeño.

Claude detuvo su pequeño juego para mirarlo y fruncir el ceño en su dirección, lo que lo hizo reír ligeramente. Lo que no se esperó fue que con una patada, su hermano lo empapara al patear el agua en su dirección.

Al final terminaron mojados y con arena en la ropa (y en otros lados).