Imaginemos una música suave, como las mañanas para los trabajadores y estudiantes. Una música suave que describe la belleza de la juventud y de una edad un poco más madura; la belleza de una joven preparatoriana de largos cabellos negros con un toque de azul, piel tan blanca como la leche, ojos color añil, labios pintados de rojo y un bonito uniforme que destaca sus piernas y su figura femenina en general. La belleza de un oficinista de treinta años, cuyo pelo algo alborotado presume un tono verde precioso y cuya mirada fuerte y perfil varonil podrían conquistar a cuanta mujer quisiesen. Claro, no nos olvidemos del traje grisáceo y la corbata oscura, tan elegantes que lo hacen ver aún más guapo.

Desde la ventana del metro lo único que distinguen los pasajeros son los muros blancos de los túneles y más metros.

La rápida sombra del tren vecino ha oscurecido momentáneamente a Mai, la chica preparatoriana. La jovencita recarga la cabeza en la pared tras ella mientras observa el panorama de la nada que le ofrece el camino en metro, como todas las mañanas. Y en el entretanto de su observación, un hombre de traje distinguido y portafolios se apoya en la pared que se halla frente a ella.

Mai no lo ha notado, ni él a ella. Ambos se encuentran sumidos en la nada tras la ventana, hasta que un pequeño incidente provoca que el hombre de traje se repegue a la jovencita.

Con el trascurso del tren y los pasajeros más tranquilos, el hombre de pelo verde se despega de la preparatoriana. Al tiempo que lo hace su mirada se topa con la de ella. Una vez que vuelve a su puesto y el sol se mete por la ventana y da justo al cuerpo de Mai, siente un impacto en el pecho y en el vientre. Cree nunca haber visto a alguien tan hermosa como ella.

—Lo siento —sale de él.

La muchacha voltea a verlo, pues sus ojos añiles estaban fijos en la ventana.

—No se preocupe. Pasa seguido —dice ella con amabilidad, recalcando esta al finalizar con una risita gustosa.

El hombre siente que su corazón ha dado un vuelco con solo escucharla reír. La risa ha resultado tan femenina y sensual a sus oídos.

—Entiendo —dice él tras reír también. No estoy muy acostumbrado a esto. La verdad es que rara vez tomo el metro; casi siempre viajo en coche, pero esta mañana no quiso encender, así que mírame aquí —relata, solo que esta vez mirando a la muchacha directamente a los ojos, ya más relajado.

Mai lo inspecciona de arriba abajo. No se había dado cuenta de su fino traje ni de su portafolios ni de lo más importante... su guapura. El hombre, a su parecer, tiene un porte impresionante y el rostro hermoso. El gusto de la chica por él surge presto.

—¿Trabaja usted en una oficina? —le pregunta rápidamente Mai.

—Así es —responde él contento. Trabajo para Cereal's Corp. Somos la competencia de Capsule Corp. —menciona con ironía, pero sin perder la sonrisa.

—Lo sé, mis amigos tienen varios de sus productos. Me parecen muy buenos.

—Me alegra saber eso —le dice el hombre.

Después de mirar otra vez por la ventana y apretar su portafolios, el hombre de pelo verde se arma de valor para preguntarle por fin a la jovencita: —¿Cómo te llamas?

Mai deja ir el panorama, que nada le ofrece, y mira al adulto a los ojos. —Mai —dice de buen humor, como en todo este rato. ¿Y usted?... ¿cómo se llama?

—Granola.

—Mucho gusto —le dice ella con una sonrisa.

—Mucho gusto... Mai.

Granola finge centrarse de nuevo en la ventana solo para repasar la figura de la muchacha. Toda ella le parece alucinante, como si se tratase de la mejor de las esculturas. Observa a detalle el uniforme, pues la camisa blanca y el rojo del moño atado al cuello de esta y de la falda, realza el blanco de sus piernas, que muestra lo suficiente, gracias al corto de la última prenda nombrada. La mirada del hombre regresa a arriba para toparse con los pechos una vez más. Se ven grandes. Traga saliva para evitar una erección.

—¿A qué escuela asistes, Mai?

—Blue Hal —responde ella sin más.

—Es un buen colegio. Varios de mis colegas estudiaron ahí.

—Sí, es bueno, pero... —dice desanimada— las colegiaturas son... bastante caras —manifiesta luego de producir una mueca de tristeza.

—¡Oh!... entiendo —Granola contempla por la ventana nuevamente—. ¿Y tienes a alguien que te ayude con eso?

—Pues, ah... mis amigos y yo trabajamos medio tiempo para cubrirlas y el resto de los gastos, pero es un poco duro.

Por alguna razón, a Mai se le ha hecho sencillo abrirse con el extraño. Quizá sea su atractivo o su sonrisa tan sincera, pero vaya que le ha sido muy fácil.

—¿Solo son ustedes? ¿Viven solos?

—Tenemos una tutora... Bueno, es una tutora falsa —se corrige Mai para enseguida soltar otra de sus risitas amigables. Nos ayudó a vivir solos, ya que las leyes no lo permiten. Dio su nombre para que eso fuera posible, pero casi nunca la vemos.

Granola deja sus pensamientos en la ventana. No puede evitar sentirse reflejado en la situación de la jovencita, pues él creció en la pobreza debido al fallecimiento de sus padres, aunque su abuelo le ayudó a no ver la vida tan gris.

—Yo soy huérfano —le suelta él. Mis padres murieron cuando yo era muy pequeño, y un amigo muy cercano a ellos me crio, solo que fue algo difícil para él, ya que es de edad muy avanzada. Fue duro, ¿sabes? Pero puse todo de mi parte para estudiar y salir adelante, y ahora soy el dueño de una de las empresas más ricas del mundo.

Los ojos de Granola se han abierto cuanto le es posible. Por desgracia, ha tardado en percatarse de su error. Ha hablado de más. Agradece que, al parecer, ninguno de los pasajeros ha escuchado lo que sin querer acaba de revelar.

Mai lo mira con los ojos muy abiertos, igualmente. Y a continuación suelta una carcajada.

—¡Vaya!, entonces yo también tendré que estudiar mucho. Prometo hacerlo —dice ella sonriente, como a cada instante.

Granola se sorprende de que no lo cuestione al respecto. Le parece increíble que la muchacha vuelva a posar la mirada en la ventana, como si no acabase de escuchar algo fascinante o que podría cambiarle la vida. Pocas mujeres son así, piensa el hombre de pelo verde.

Granola se pega el portafolios al vientre.

—Mai, yo...

La chica lo voltea a ver. Sus ojos lucen brillantes.

Obviamente ella no sabe qué va a decirle, pero su instinto lo intuye... y lo anhela.

—Quiero —se adelanta ella, completamente segura.

Granola frunce el ceño; está asombrado.

—Creo que no sabes lo que voy a decirte. Yo... —lo piensa, pues teme que Mai lo cachetee y huya atemorizada y con repugnancia, como lo haría cualquier jovencita— quiero que vengas conmigo... a un hotel.

Mai respira, mas no le quita los ojos de encima.

—Yo... lo sé —asegura ella.

—Pero... —expone él, admirado— ¿cómo...?

—Lo sé —dice ella a la vez que mueve la cabeza de un lado al otro, afirmando lo que le dicen el ambiente y el corazón.

Entre el gentío, una chica de dieciséis se besa apasionadamente con un hombre de treinta.

Con la voz saliendo de las bocinas, anunciando su destino, el corazón casi se les sale del pecho. Granola y Mai parten de la estación tomados con mucha fuerza de la mano. No les importan las posibles miradas ni mucho menos las preguntas. Saben qué responder. Comparten telepáticamente la mentira que dirán.

El hombre y la chica toman un taxi que los llevará al centro de la ciudad.

El coche ha hecho su parada en la zona hotelera más costosa. Mai está admirada con lo que ve. Ni siquiera ha paseado por ahí o sus alrededores nunca. Las chiquillas pobres como ella no pierden su tiempo en sitios que ni en sueños podrían costear.

Granola paga al taxista. Con este ya fuera de su vista, el hombre le dice a Mai lo que han de decir.

—Ya lo sabes —le dice él visiblemente muy nervioso—, eres la hija de un socio amigo mío. Tú harás tu tarea mientras lo esperamos en la suite.

—Entiendo —asiente Mai con la cabeza.

Ya más o menos explicado el plan, Granola le besa la frente con sumo amor y deseo, y sin tomarse de las manos para no levantar sospecha, se encaminan al interior del hotel.

Mai, deslumbrada por el encanto del lugar, da vueltas observando el techo dorado y la increíble araña de oro ornamentada con diamantes que penden. El tapiz de las paredes también la tiene mareada. No deja de dar vueltas y vueltas mientras tanto Granola habla con la recepcionista, que lo atiende con toda la cortesía del mundo.

Granola se hace el que atiende una llamada para así engañar a la recepcionista respecto a su acompañante.

—Sí, ya te dije que la regañé y hará su tarea mientras yo me encargo de las firmas de Adbul —dice el hombre de traje a un receptor inexistente.

La recepcionista ha captado el mensaje y le hace saber a Granola acerca de una suite que cubre las necesidades de la estudiante y las suyas como hombre de negocios. Granola, prosiguiendo con el engaño, le acepta la suite con oficina y le da su tarjeta de crédito.

Mai mantiene distancia, como lo haría cualquier chiquilla de su edad, para así no ser el blanco de creencias perversas, que si bien no serían creencias.

—Mai, vámonos —le dice Granola secamente frente a la recepcionista.

Mai asiente con la cabeza y lo sigue.

Ya en la suite, actúan con naturalidad frente al botones y la gerente del hotel, que personalmente ha ido a atenderles y saber si necesitan algo más.

Granola los despide con calma y afabilidad.

Mai se desliza por la enorme habitación en tanto Granola termina de deshacerse de aquellos dos. Siente como un golpecito en el estómago que le ha causado una especie de vacío al encontrarse con la cama. Es bastante grande. Se sienta en ella para probar su comodidad. Ya sentada, salta un poco. Le encanta lo confortable que es. Piensa que es así como una nube debe sentirse.

Granola se posa frente a ella. En el cuarto reina el silencio durante algunos instantes.

El hombre se pasa la mano por la cabeza, ínterin, camina sin rumbo por la habitación. Se detiene para mirar a Mai a los ojos.

Mai, sorpresivamente, se alza y con lentitud comienza a desvestirse.

Granola, al verla, decide hacer lo mismo y con torpeza se quita los zapatos. No deja de verla en el lapso que se deshace casi temblando de su ropa. Le resulta tan hermosa... La piel blanca lo invita a tocarla, a poseerla. De pronto le nace la pregunta: ¿se ha enamorado? Conoce la respuesta; sabe que sí.

Granola corre a los brazos de la chica y con ella se tira a la cama.

—No es lo correcto, pero... —le dice después de acariciar sus albas y suaves mejillas.

Granola se acomoda entre las piernas de la muchacha, a lo que esta gime. El contacto entre intimidades y el roce de humedades les ha ocasionado un placer inmenso, detalle que haría reír a los más expertos en la materia del amor carnal.

—Te amo. No me preguntes cómo lo sé... solo...

Mai interrumpe el conmovedor discurso del hombre con su tierno toque a las mejillas de este. La chica abre todavía más las piernas.

—Tócame —le dice con los ojos llorosos, casi como un ruego.

Granola obedece a la primera y le toca todo el cuerpo y la besa desesperadamente. Se olvida de los labios para besarle el cuello y cada centímetro de su nevosa piel. Mai gime con cada roce, con cada beso. Granola gruñe a su oído.

Los amantes se besan otra vez con desesperación. Cortan el beso para mirarse a los ojos, y con ellos lagrimosos, Granola se prepara para penetrarla. Toma las piernas de la muchacha y las alza y entra de una en ella. Mai siente un dolor tremendo. Cierra los ojos y ladea el rostro, tratando de olvidar el ardor y la incomodidad de tener algo su interior.

Granola siente el cuerpo de la muchacha temblar. Le toca el cuello y le acaricia el pecho para que se relaje.

—Tranquila —le dice él.

Las lágrimas resbalan por las mejillas de la joven mientras es suavemente embestida por el hombre de pelo verde.

Mai es víctima de un montón de emociones.

Al verse abrazada por él, de repente empieza a probar el placer. Ella también lo abraza.

—Te amo —le dice él al oído durante el ataque. Te quiero... Te necesito... —le reitera desde el corazón.

Las palabras surten su efecto, y Mai se ve envuelta en un placer de ensueño.

Granola aumenta el ritmo y la fuerza de sus embestidas. Le aprieta las piernas a la joven a la par que se sumerge en ella. Le besa la piel blanca de nueva cuenta y la levanta agarrándola de la cintura para introducirse más en ella. Le muerde con ligereza los pechos y se los chupa con vigor.

Mai no puede aguantar más y arquea la espalda. Granola expulsa su semilla dentro de ella, acabando así los dos juntos, al mismo tiempo.

Los amantes se abrazan con los ojos cerrados a causa del cansancio. Mai deposita algunas lágrimas sobre el pecho de su amado y este la consuela. Duermen durante dos horas. Al despertar, tienen una larga charla.

—Perdón —le dice él. No debí traerte aquí. Te forcé.

Mai lo mira con una sonrisa.

—Está bien. Tenía que pasar. Sabía que sucedería en cuanto te vi y noté la forma en que me mirabas. Nos gustamos al instante. No es nuestra culpa —le dice la chica, para de inmediato tomarle la mano. No te preocupes.

...

Dejan el hotel en silencio para no ser notados, cosa que por inconcebible que parezca, entre el bullicio ha funcionado.

...

Granola y Mai han formalizado su relación después de hacerse el amor. El hombre los ha adoptado a sus amigos y a ella para que ya no sufran ningún tipo de carencia.

Ahora Mai llega todas las mañanas a Blue Hal en un deportivo nuevo, conducido por un personaje desconocido para todos los alumnos del colegio.

Distintos rumores se han esparcido por los corredores de la escuela; el peor de todos, pues es el más peligroso, es que Mai sale con un hombre mayor, quien resulta ser también su tutor. Dicho rumor llegó a oídos de Goten y Trunks, siendo este último el menos indicado para digerir tal información, ya que su deseo por Mai es de carácter mayúsculo.

—Sí, dicen que es su tutor, pero yo no lo creo. Una chica como Mai no saldría con un hombre mayor; eso es peligroso —dice Goten sin comprender sus propias palabras.

Mai se aproxima a su casillero.

Goten, al ver esto, se aleja, ya que teme haber sido oído por Mai. Trunks aprovecha la soledad del momento para acercarse a la jovencita.

—Hola, Mai —le dice Trunks.

Mai lo mira con la antipatía de siempre, dejándole en claro a través de los ojos que no está interesada en él.

—Hola, Trunks —lo saluda algo cortante.

—Yo, ah... —el joven apunta a su espalda con el pulgar— escuché que sales con alguien mayor. Yo... no lo creo, pero si acaso es verdad... y lo peor es que... si acaso es tu tutor...

Mai golpea la base del casillero con uno de sus libros con toda su fuerza. El estruendo ha frenado el discurso de Trunks.

—No digas eso —le dice Mai con odio. No digas tal cosa. Ese hombre es bueno y está cuidando de Pilaf, Shu y de mí. Nunca nos había ido tan bien, así que no me lo arruines.

Trunks tartamudea. —Pero... ¿entonces con quién sales? —le pregunta ahora molesto.

—Con él —Mai saca su teléfono y le muestra a Trunks la fotografía de un muchacho vistiendo un uniforme escolar muy distinto al de ellos. Él estudia en la Capital del Norte, es por eso que no nos vemos muy seguido.

La mentira se la había creado con Granola. El joven de la fotografía es el hijo de un buen socio de su novio. Sabían que tendrían que inventarse algo como eso, por lo que Granola había convencido a su amigo para que su hijo entablara amistad con Mai.

Trunks agacha la cabeza. —Ya veo —dice. Perdón por pensar que...

—No te preocupes —lo interrumpe Mai repetidamente, para retirarse sin nada que agregar.

...

A cada salida de la escuela, ahí está él... el hombre de traje que la llena de amor.