Notas:
Hace aproximadamente tres años que no publico nada, para ningún fandom. Y este Fic data del año 2020, y dejé de escribirlo cuando sólo me faltaba un poco más que el desenlace de las cosas jajaja. Pero bueno, me siento bien al haberlo terminado y haberlo publicado por fin, aprovechando la animación del arco del inventario oculto jaja.
Mi conocimiento sobre las supersticiones de los matrimonios es igual a cero, así que no tengo ni idea de por qué una novia el día de su boda debe llegar eso del algo viejo, nuevo, etc. Igualmente, mi conocimiento para escribir escenas de peleas es nulo, por lo que me salté la pelea intencionalmente.
El fic está ambientado en los días adolescentes de Gojo y compañía. Habiendo dicho todo lo anterior, los dejo con el fic.
Algo Viejo, Algo Nuevo, Algo Prestado, Algo Azul.
.
.
.
I.
Satoru se entera de la misión—que no tuvieron la decencia de notificarle de forma decente—antes que nadie cuando Suguru lo llama a las seis de la mañana. Todavía está oscuro y él está en la cama, estirando su mano para coger el teléfono a ciegas y tirándolo al suelo en el intento. Enreda sus pies en las persianas a modo de palanca para estirar la mano hacia el piso y, así, logra presionar el botón de respuesta antes de que la persona que llama deje de intentarlo.
—Me voy a casar —informa Geto, sin un cordial "buenos días".
—Pobre de la mujer en cuestión.
Suguru cuelga.
Saturo se ríe durante unos buenos cinco minutos, hasta que jadea y hay lágrimas en las comisuras de los ojos porque, para ser la primera broma de Suguru del día, ha sido magistral. Probablemente ha despertado a los vecinos, y ese pensamiento solo sirve para divertirlo más. Poco después, de alguna manera saca sus pies de las persianas—saliendo ileso—y camina lentamente hacia la cocina, pero antes de que pueda siquiera pensar en si puede molestarse en hacer tostadas o no, su teléfono suena de nuevo.
—Oye —le dice a su amigo cuando contesta —, realmente lo siento.
—No, no lo sientes —espeta Geto.
—No, no lo hago —admite —, pero tienes que aceptar que fue una muy mala broma.
Suguru suspira y crepita en el oído de Satoru. —No fue una broma. De verdad, me voy a casar.
Gojo deja de untar chocolate líquido a sus tostadas. Ahora, él no se impresiona fácilmente, pero esto realmente lo ha dejado sin palabras elocuentes más que un:
—¿Ah?
—Serás mi padrino de bodas, ¿no? —ante el silencio que sigue a esa declaración, Suguru se ríe largo y tendido antes de realmente darle la explicación no pedida pero muy necesaria sobre qué demonios estaba hablando —. Es una misión. Te mandaré todos los detalles por mensaje. Cuento contigo para estar a mi lado en el altar.
No es una pregunta, pero Gojo responde de todos modos. —Seré tu mejor hombre —murmura, y puede escuchar a Geto sofocar una risa.
—Eso es todo lo que pido.
II.
Al Utahime tener escrito "almorzar con Shoko-chan" en su libreta de tareas diarias, desde mucho antes supo que iba a ser un día lleno de acontecimientos, pero no estaba preparada para que su mejor amiga le dijera de una vez que se va a casar y que quiere que ella sea su dama de honor.
La sorpresa inicial la lleva a decir: —Shoko-chan, yo… me siento halagada pero…—y, una vez asimila las palabras dichas, lo que sale es un: —. Un momento, ¡¿De qué estás hablando?! ¡Eres demasiado joven para casarte!
Shoko se ríe. —Es una misión. Aburrida cuando fue asignada, convertida en algo divertido cuando se la compartí a Geto.
—¡¿Tu pseudo esposo es él?!
La chica asiente, bostezando en el proceso. —Una maldición de las bodas. ¿Quién lo diría? Simularemos un matrimonio, y por eso necesito una dama de honor.
Haciendo una mueca, Utahime se retuerce en su asiento. —¿Seguramente quieres a alguien más? ¿Alguien que se vea bien con un vestido?
—¿De verdad crees que me importa cómo te ves con un vestido?
—Al parecer no, porque me veré ridícula —señala.
Shoko se encoge de hombros. —Estarás bien.
—No lo sé —dice Utahime —, aunque sea falso, nunca antes había hecho algo así.
—Hay una primera vez para todo —comenta Shoko —. Yo tendré que ponerme el vestido blanco.
—Probablemente lo estropee.
—Mira, si no quieres hacerlo, puedes decirlo.
Utahime mira el menú para ocultar su vergüenza. —Simplemente no creo que haría un muy buen trabajo —dice en voz baja.
—Lo harás —asegura su amiga, sonriendo —. Me aseguraré de que lo hagas, por muy falso que sea. Además, no le confiaría la tarea a nadie más.
La sonrisa de Shoko logra cualquier efecto, excepto tranquilizarla.
III.
Suguru obliga a Satoru a comprar un traje nuevo para la ocasión, aunque "sí, ya sé, ya tienes muchos trajes buenos, pero esto es diferente. Todo el mundo debería comprar un traje nuevo para una boda", dice Suguru, y Satoru señala que no todo el mundo es tan rico como la familia Gojo, pero que está de acuerdo de todos modos, porque nunca podría objetar razonablemente el no comprar ropa nueva.
—¿Estás seguro de que me rechazarás en la puerta si uso esto? —Satoru pregunta, blandiendo una corbata roja brillante con pequeños puntos dorados en la cara del hechicero de cabello negro —. Es muy yo.
—El rojo en las bodas es desagradable —instruye Suguru —. Si debes mostrar tu excentricidad, al menos usa plateado.
—Como ordene el novio —se burla Satoru, inclinándose profundamente.
Se quita la corbata roja con una última mirada anhelante y recorre las grises en su lugar. Geto puede llamarlas plateadas, pero definitivamente son grises. Satoru siempre se ha visto horrible en gris, choca con su cabello. Aun así, preferiría no decepcionar a su amigo el día de su boda ficticia, así que elige la corbata menos ofensiva y se la echa al hombro.
Le están preparando un traje cuando Geto da la noticia.
—Sabes que mi futura esposa le pidió a nuestra senpai que fuera su dama de honor, ¿cierto?
—¿Qué senpai? —él sabe, pero hace tiempo descubrió que hacerse el desentendido es más divertido para él.
—Iori-senpai.
Satoru se encoge de hombros. —¿Qué me importa? Es nuestra misión, al final. No la necesitaremos tampoco, más allá de ser la compañía de Shoko.
—No quiero que ustedes dos peleen —dice Suguru.
—Mira, por alguna extraña razón, no le gusto a la mujer, pero no voy a empezar una pelea en tu boda falsa, probablemente la única que tendrás.
Geto sólo asiente, pero Satoru sabe que él no cree ni una palabra de lo que acaba de decir.
IV.
Utahime nunca había estado en una tienda de novias antes, y hasta el momento en que cruzó la puerta había pensado que nunca lo estaría. Ya era difícil imaginarse con un vestido de dama de honor, mucho menos con un vestido de novia.
—Estoy imaginando los colores de un arcoíris —se ríe Shoko, con la mano en la barbilla en deliberación.
Para sólo hacer la misión más divertida, Shoko se estaba tomando su propia broma en serio. Ella nunca podría entender cómo funcionaba ese equipo.
—¿Puedo obtener un vestido gris? —pregunta Utahime, a pesar de ser plenamente consciente de que el color gris no hace parte del arcoíris, pero era un color que, a su criterio, la favorecía.
Lo que obtiene es un vestido rosa. Ya lamentaba ser parte de ese circo que estaban montando para una misión.
—Te ves mejor en rosa —le asegura Shoko —. Además, el color más delicado debe reservarse para la dama de honor, ya que es la que está más cerca de la novia.
—Si tú lo dices —dice Utahime, mirándose en el espejo. Lo que no dice es que con su piel rosada y sus pecas se parece a uno de esos platos de sashimi de plástico en el escaparate de comida japonesa para llevar.
—Te arreglaremos el cabello, también —agrega la hechicera más joven. Como si eso marcara la diferencia.
V.
Si no estuviera tan tremendamente divertido por todo el asunto de la boda, Satoru habría abandonado el barco hacía mucho. Su diversión aumenta cuando, saliendo de la tienda, ve a Shoko y Utahime tomando café mientras esta última parece alterada por el vestido que tiene en las manos. Satoru no puede evitar reírse. ¡Shoko la hará vestir de rosa! Camina directamente hacia ella con el claro objetivo de burlarse de su disfraz.
—¡Shoko, Utahime! —llama, mirando directamente a la última mencionada —. Veo que lograste encontrar la salida de los rincones horribles de la biblioteca.
—Es Iori-senpai para ti, Gojo —sisea.
—Bueno, de cualquier manera, estoy sorprendido de verte en el mundo. Shoko debe haber requerido mucha persuasión para despegarte de la academia.
—Muy divertido —ella dice, mirándose las uñas de las manos con desinterés.
—Ahora dime —él continúa, sin dar marcha atrás —, ¿cómo llamarías al color de ese vestido que vas a llevar puesto? ¿Bebé rosa? ¿Flor de cerezo? ¿Orquídeas en la niebla?
—Salmón —Ella aprieta los dientes, sacudiendo la cabeza hacia arriba para mirarlo con el ceño fruncido.
Geto se ríe. —Me gustó flor de cerezo.
—Bebé rosa tiene su encanto —Shoko también se ríe.
—Bueno, no importa —dice Utahime rápidamente.
—De cualquier manera —interviene Satoru —, te verías mejor en cualquier otro color que no sea ese.
—Tu corbata choca con tu cabello —responde Utahime, mirando el contenido de la bolsa que Shoko le había arrebatado a Gojo —. Tal vez si te preocuparas menos por lo que llevo puesto, lo habrías notado.
Él desvía la mirada momentáneamente e inmediatamente se arrepiente, porque Utahime tiene una pequeña pero satisfecha sonrisa en su rostro, y él sabe que ella sabe que él sabe que la corbata no funciona. Él trata de darle una mirada, su tipo de sonrisa vagamente intimidatoria que grita "soy mejor que tú", pero ella ganó, así que solo se encoge de hombros y se va a comprar algunos pasteles.
Bueno, eso podría haber ido mejor.
VI.
Al caer la noche, Utahime se reúne con el excéntrico grupo para repasar su excéntrico plan para una misión que pudo haber sido muy simple y no tan excéntrica.
Ella tiene que seguir a Shoko por el pasillo y, aunque solo están ensayando el plan en el patio de la academia, teme tropezarse con su vestido, o peor aún, con el vestido de Shoko , y arruinarlo todo. Y para empeorar las cosas, no puede dejar de pensar en el maldito Gojo Satoru y su estúpido, grosero y horrible comentario sobre el vestido rosa. ¿La peor parte? Tenía razón. El vestido era precioso, pero a Utahime le quedaba ridículo y todo el mundo lo sabía.
Él era el único que lo diría en voz alta.
Camina lentamente, con el estómago hacia adentro y el pecho hacia afuera, con la barbilla levantada y mirando al frente. A Utahime le toma un par de intentos hacer bien la parte de "no mires tus pies", pero después de un tiempo lo está haciendo bien. No es como si tuviera que usar tacones, de todos modos. Shoko le ahorró esa tribulación en particular. Después de lo que se siente como una eternidad de pasos peligrosamente medidos, está de pie al lado de Shoko en el altar improvisado, con el sacerdote improvisado con cara de preferir ser arrollado por un tren que estar allí de pie, conocido en el mundo de los hechiceros como Nanami Kento.
—Y luego decimos nuestros votos, etcétera —dice Geto. Se aleja de la escena para inspeccionarla y, después de un momento, Shoko se une a él —. ¿Qué te parece, querida? ¿Está todo en el lugar correcto?
Tanto por hacer divertida una misión, Utahime en serio no los entendería jamás.
Shoko se toma su tiempo antes de contestar, recorriendo el patio de un lado a otro para verlos desde diferentes ángulos.
—¡Creo que necesita una corona de flore! —exclama, sonriendo a su dama de honor. Utahime siente que se encoge al pensar en hojas y pétalos en su cabello, que ya se parece bastante a un nido de pájaros.
Ella deja el patio cuando Gojo comienza a reír—un récord exacto de media hora sin reírse de ella, increíble—y elige no participar en la consulta de la corona de flores. Llevará lo que le de Shoko, de todas formas no es su misión.
Lo último que escucha antes de subir por las escaleras es a Gojo diciéndole a Geto que está considerando elegir una corbata diferente.
VII.
Satoru se presenta a la boda falsa con una corbata rosa pálido. Un rosa "Orquídeas en la niebla", tal vez. Suguru no dice nada más allá de levantar la ceja cuando sale de su habitación, ni tampoco pronuncia palabra durante todo el camino hacia el condenado edificio en donde se presenta la maldición.
Hay una regla tácita de que el novio debe llegar primero para saludar a todos los invitados—a pesar de no tener invitados—, señalar de qué lado del pasillo deben sentarse—cuando no hay invitados—y luego caminar hacia el altar para esperar la llegada de su novia. Satoru siempre ha odiado las bodas tradicionales. Él piensa que si alguna vez se casa, lo hará en una oficina de registro, firmará algunos papeles y luego se llevará a la afortunada novia a una luna de miel en su dormitorio más rápido de lo que alguien pueda decir "que genial es Gojo Satoru". Pero Suguru y Shoko al parecer son del tipo tradicional, y encima todo es un gran chiste, así que lo están haciendo "bien".
Una vez que el tiempo dispuesto de espera ha pasado, Satoru sigue a su amigo por el pasillo y se para a su lado en el altar.
—¿Nervioso? —pregunta con una sonrisa en su rostro.
Suguru se ríe —. Espero no tener que llegar a decir "sí, acepto".
Eso lo hace reír. —¿Bromeas? Shoko sería una gran esposa.
Las puertas se abren y de repente se quedan en silencio, y entra Shoko. Y sí, por supuesto, se ve encantadora a pesar de estar aguantando la risa, pero los ojos de Satoru se dirigen a la dama de honor detrás de ella, y sus ojos la siguen por el pasillo.
Le han arreglado el cabello bastante bien—a pesar de la corona de flores—, pero aparte de eso, está completamente fuera de lugar. Su rostro está completamente tenso y camina como si estuviera cargando una tina de aceite hirviendo, y cuando se acerca, él nota la base de maquillaje que no hace nada para disimular sus pecas y el tinte rojizo en su sombra de ojos que está en completa incongruencia con el color de ellos. Él habría hecho un trabajo mejor haciéndola lucir más bonita, pero seguramente sus esfuerzos no hubieran sido bien apreciados como se debía.
—Shoko, ¿tirarás el ramo? —pregunta Satoru —. —Utahime podría ser la próxima novia sonrojada —bromea —. Eso sería un espectáculo.
—No con este vestido —le espeta ella —. Y no tomaré el ramo, de todas formas.
—Eso es una pena.
La ceremonia llega casi hasta la lectura de votos cuando la maldita cosa por fin aparece.
VIII.
A pesar de haber dicho que no iba a hacer nada para ayudar porque no era su misión, Utahime se preparó para hacer justamente todo lo contrario. Sin embargo, la pelea no duró mucho. Normal, si tienes a Satoru Gojo en tu equipo. Tendría que ser una maldición colosal para que este tipo tuviera alguna dificultad.
—Utahime, ¿en serio pensaste en atacar? Eres muy débil, por lo que tu ayuda habría resultado contraproducente.
Antes de que ella pueda tirarle su zapato, Geto aparece tras Gojo con el pastel que les habían regalado en la recepción y que venía con el alquiler del salón de eventos para matrimonios.
—¿Quién quiere pastel?
El pastel es genial. Realmente lo es, y eso es algo, considerando que ella no es muy fan del dulce. Utahime hace todo lo posible por ser entusiasta, pero simplemente no lo siente, no justo después de que Gojo acaba de cuestionar la validez total de sus habilidades, una vez más. Es irritante que alguien como él pueda tratarla como a una niña sólo porque es más fuerte que ella. Claramente, él es un gran mocoso que debería respetar a sus mayores, así sus mayores no posean sus inigualables habilidades.
Está hirviendo de ira reprimida cuando la música comienza a sonar y ve al grupo de excéntricos ser… ellos. Se dice a sí misma que esperará tres buenos minutos de prudencia antes de abandonar el lugar y dejar este día en el olvido.
Para su desgracia, Gojo toma el asiento vacante junto a ella cuando sólo faltaba un minuto para su huida. —¿No vas a bailar?
—Con este vestido, no —se pregunta si él recibirá el mensaje de que el vestido que lleva puesto es la fuente de todos sus problemas y que, por favor, ¿podría dejarla en paz?
—Eso no es excusa —él dice, poniéndose de pie —. Vamos. Vamos a bailar.
Utahime también se pone de pie, pero sólo porque la altura de Gojo ya es suficiente mientras ella está de pie, estando ella sentada le da una ventaja extra al desgraciado.
—No voy a bailar —dice entre dientes —. E incluso si lo hiciera, que no lo voy a hacer, ¡nunca bailaría contigo!
—Te lo estás perdiendo —dice él, imperturbable.
—Viniendo del chico que me menosprecia frente a otras personas y aprovecha cada oportunidad para burlarse de mí, entonces, no, ¡no creo que me lo esté perdiendo!
—Utahime, ¿de qué estás hablando? No hago tal cosa —tenía hasta el descaro de lucir ofendido —. Además, ¿qué hay de tus comentarios sobre la corbata que iba a usar originalmente?
—¡Eso fue una vez! ¿Qué pasa con todo lo que has dicho sobre mi vestido?
—¿Qué? ¿Es un vestido horrible y te queda horrible? ¿Qué se supone que debo decir? ¿Dónde queda la sinceridad?
—¿Nadie te dijo nunca que si no tienes nada bueno que decir, no deberías decir nada en absoluto?
—Pero siempre tengo algo bueno que decir y que el mundo debería escuchar absolutamente.
—¡Arg! ¡Eres imposible! —ella no iba a gastar más de sus preciadas palabras discutiendo con alguien tan infantil como él, así que toma su bolso y sale del lugar.
IX.
Satoru probablemente se estaría riendo si le estuviera pasando a alguien más, pues no está muy acostumbrado a que alguien lo deje hablando solo, pero cuando Suguru se acerca a él, todo lo que puede hacer es una mueca.
—Te dije que trataras de llevarte bien con ella —espeta el hechicero, mirándolo con una mezcla de diversión y resignación —. Pero no podrías hace eso de mantener la boca cerrada y dejar que ganara una apuesta, por una vez. Realmente no se te puede confiar nada.
—¿Apostaste con Shoko? —se sentiría más ofendido si no fuera porque no tiene la energía ni el azúcar suficiente en su sistema.
—Escucha, sabemos que uno de tus más grandes hobbies es molestar a Iori-senpai, y sí —Suguru lo interrumpe después de verlo abrir la boca para refutar —, seguro que ella es la delicada por no aguantar tu forma de relacionarte con la gente. No se llevan bien, y eso está bien, nadie los está obligando. Pero habiendo dicho eso... quiero que salgas y lo arregles y no regreses hasta que puedas decirme que en efecto, soy mil yenes más rico.
—Bien, pero para que quede claro, me llevo de maravilla con todos, incluida Utahime.
Camina sólo un poco cuando sale del salón de eventos y la encuentra saliendo del baño, ya vestida con su uniforme tradicional de la academia y arrumazando el vestido rosa en el fondo de su bolso. Satoru casi siente pena por ella, pero luego se recuerda a sí mismo que ella es la única culpable de toda esta situación y de que no esté comiendo pastel ni divirtiéndose.
—Suguru nos mandó a besarnos y hacer las paces.
Utahime se ve furiosa por sus palabras, se eriza como un gato enfurruñado y se enrojece hasta la punta de sus orejas. Tremendamente hilarante, si Satoru tiene que decirlo.
—¿Qué es lo que quieres ahora?
—Supongo que no fue correcto arruinar toda tu experiencia de dama de honor, o lo que sea —él se encoge de hombros —. Pero, por lo que vale, todavía no me gusta el vestido, y no había razón para que intervinieras en la pelea. Hubiese sido un inconveniente si salías lastimada.
La expresión dura de la hechicera se ablanda un poco. —Puedo defenderme sola, muchas gracias —Satoru tiene muchas cosas que refutar allí, pero por el bien de los mil yenes de Suguru, se lo calla —. Lo siento por estallar contigo. Eres insoportable, sí, pero no fue bueno de mi parte hacer eso como tu senpai.
—No soy insoportable. Muchas personas te lo asegurarían.
Utahime se ríe. Es una pequeña risa de "sabes que eso no es cierto", pero cuenta para algo.
—¿Algún otro comentario que te gustaría rescindir?
No se lo piensa mucho cuando escupe: —No estaba bromeando cuando dije que era una pena que no atraparas el ramo.
—Estabas bromeando —asegura Utahime, rodando los ojos —. No creo estar hecha para el matrimonio, de verdad. Hay demasiado acicalamiento involucrado; Dudo que pueda volver a hacer este tipo de esfuerzo. Además, como dijiste, me veo terrible con un vestido.
No puede creer lo segura que suena de semejante estupidez. —Bueno, no estaba bromeando. Y te ves terrible en rosa, tal vez no con otros colores. Mira, incluso con tu uniforme, podrías casarte ahora mismo.
Nunca pensó que la primera vez que hiciera reír a Utahime, sería diciendo completamente la verdad y no uno de sus geniales chistes. —Eso sí que es una broma. ¡Es un uniforme! ¡Y ni siquiera es blanco!
—No, pero es algo viejo, ¿verdad?
—Ha tenido un poco de uso —ella admite —. Es difícil mandar a hacer mi tipo de uniforme.
—Está bien, y el vestido en la bolsa es algo nuevo...
—¿A dónde vas con esto? —pregunta ella, mirándolo con cautela.
—Estoy probando un punto. Necesitas algo prestado.
—No creo que sea la dueña de esta corona de flores —dice ella —. O, no quiero poseerla. Seguro se la devolveré a Shoko.
—No es suficiente —con una mueca, se desabrocha la corbata y la coloca alrededor de su cuello, tirando de ella en un medio abrazo descuidado —. Mira, incluso queda decente con el color de tu uniforme.
Utahime se aleja rápidamente a la seguridad de su espacio personal. —Lo que estás tratando de probar es totalmente estúpido.
Él no le presta atención. —Ninguno de nosotros tiene nada azul…
—Bueno, están tus ojos —Utahime suelta, antes de que pueda detenerse. Parece que está a punto de morir por una aneurisma de lo roja que se ha puesto su cara, y ella probablemente se lo merece por una frase tan cursi, pero Satoru simplemente sonríe y niega con la cabeza.
—No cuenta —cuando la escucha respirar correctamente de nuevo, agrega: —. Así que tal vez no podrías casarte ahora mismo. Pero eso no significa que "no estés hecha para eso", como dijiste. No necesitas lucir bien con vestidos con volantes para casarte.
Cruzándose de brazos, Utahime suspira, lista para dar el brazo a torcer. —Está bien, tú ganas.
—¡Excelente! —anuncia, con una sonrisa de oreja a oreja —. Ahora, regresemos al salón, porque tengo ganas de comer ese pastel.
X.
Es un lunes en la mañana. Un lunes tranquilo. Utahime pasa una hora jugando al solitario porque no recibe notificaciones de nuevas misiones y las clases aún no han empezado, pero las cosas se aceleran a mitad de la mañana.
Mientras ella está hablando por teléfono con Shoko, regañándola por saltarse las clases, de nuevo, alguien llama a la puerta de su habitación. No hay nadie allí cuando abre la puerta, sólo un enorme ramo de las flores azules más insípidas que jamás haya visto y una tarjeta con un dibujo de la persona más odiosa que Utahime podría haber conocido.
"Sé que mis ojos son perfectos e inigualablemente hermosos, y aunque me halaga que pienses en ellos, necesitabas algo azul".
Algún día, Utahime se promete mientras arruga la nota con rencor, algún día ella lo matará.
Más notas:
Así que esto se salió de control en gran medida. Había olvidado lo mucho que disfruto escribiendo cosas divertidas, aunque el contenido humorístico es dudoso y está a merced de su juicio. Esto es bastante cursi y bastante tonto y probablemente, repugnantemente OOC. Aún así, espero que lo hayan disfrutado.
