Resumen: "—Disculpa las molestias pero, ¿tendrías tiempo para escuchar hablar sobre el gran héroe Saitama?

—¿Quién eres? —Pregunta, aunque ya sabe la respuesta. Es la sexta… no, la octava vez que él toca la puerta tratando de convencerlo.

—Soy el discípulo de Saitama, el primero y único. —Dice Genos. —Pero, comparado con él, no soy nada."


* Inspirado en la canción "sotto casa" de Max Gazze.


- Anime: One Punch-Man (ワンパンマン)

-Todos los personajes le pertenecen a su creador: ONE®


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—¿Quién es?

—Soy Genos.

—¿Otra vez tú? Ya te dije que no abriré la puerta. Largo.

—No puedo irme hasta que me escuche.

Un suspiro cansado se escucha del otro lado de la puerta. Luego de un rato, la persona dentro de la casa vuelve hablar. La puerta sigue sin abrirse. —Bien, ¿qué quieres?

Genos toma aire y cierra sus puños. —Alguna... ¿Alguna vez ha escuchado hablar del héroe Saitama?

Un silencio, un suspiro, un instante. —¿Qué?

—¡¿Alguna vez ha escuchado hablar del héroe Saitama?!

—¡No grites, ya te escuché la primera vez! Me refiero a, ¿qué carajos? ¿A qué viene eso?

—Saitama es un héroe profesional que comenzó su labor como un simple pasatiempo, su determinación lo llevó a entrenar arduamente de forma muy convencional, casi absurda, pero que lo llevó a obtener una fuerza abrumadora con el precio de quedarse cal-

—Cállate. —Le corta la voz tras la puerta, Genos se detiene. La voz suena molesta. —Estoy harto de escucharte hablar de lo mismo siempre. Sólo vete y déjame en paz.

Genos agacha su mirada y sus ventiladores zumban con fuerza. Él se iría, pero no a casa y sólo por ahora, pero definitivamente no lo iba a dejar en paz.

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Al llegar, King no toca la puerta, él usa el timbre en su lugar. Aunque tiene que hacerlo cuatro veces seguidas antes de que alguien responda, por un momento teme que el habitante de la casa haya salido a algún lugar.

—¿Eres tú otra vez, Genos? —Suelta con fastidio y pesadez, su voz es ronca, seca, apagada. Suena como si hubiera estado acostado todo el día mirando al techo, justo como lo ha hecho ya en los últimos seis días.

—No, soy King.

La voz se calla al instante, parece que toma el pomo de la puerta y luego se detiene. Poco a poco sus pasos comienzan a alejarse. —¿Y qué quieres? No estoy de humor, ¿sabes? —Dice él.

King traga saliva e intenta agravar su voz, sabe que no será lo suficientemente intimidante para ser escuchado y de su boca no podrán salir las palabras correctas, pero él necesita hacer el intento por su amigo de juegos y por el héroe más fuerte que haya existido. Necesita que esa persona tras la puerta sepa qué tan importante es esto.

—Escucha, lo mejor que puedes hacer es conocer a Saitama por quien es. Es muy malo en los videojuegos pero es muy bueno en donde sí importa, como en ayudar a otros, comprenderlos y hacerlos mejores personas.

—Sí, claro, muy bueno ¿eh? ¿De qué sirve que pueda ayudar a otros si al final... si al final ni siquiera puede hacer algo bien?

Los ojos de King se cierran, necesita concentrarse. Sus manos sudan, está nervioso. Él decide ignorar las quejas de la persona al otro lado de la puerta y sigue hablando, se ha topado con personas así de revoltosas en muchos de sus ratos jugando online y sabe que la mejor forma de evitarlos es simplemente no escucharlos sobreponiendo su propia voz.

—Admito que yo tampoco lo conocía antes y hasta llegué a pensar que era un ciudadano cualquiera que se había metido a mi casa, pero... ¿Cómo decirlo? Él es... —King abre sus ojos y alza la mirada fijándola en la puerta. —Amigo, no hay forma en la que no te puedas sentir seguro estando a su lado.

—¿…Y cómo se puede confiar en alguien que nunca llega a tiempo? ¿Que nunca está cuando más se necesita?

—Bueno… E-Está bien no confiar en él, él ni siquiera confía en sí mismo.

La persona tras la puerta guarda silencio ante eso.

La voz de King vuelve a sonar. —Piensa lo que quieras de él, pero te aseguro que al Saitama que conozco no le importa eso… o al menos eso creía. —Agrega al final en voz baja, dudando de sus afirmaciones. Él traga saliva y se acerca hacia la puerta. —Él no es egoísta, ni quiera cuando debería serlo.

—…Déjame en paz, por favor.

King intenta volver a hablar pero la voz lo detiene de nuevo.

—Estoy cansado. —Entonces el sonido de sus pasos se vuelven lejanos y su voz se vuelve taciturna y King puede imaginarse su cuerpo moverse con pesadez mientras va de regreso a su futón, al suelo, a la esperanza de dejar todo atrás con cerrar los ojos e intentar dormir más de lo recomendado. Esa persona no quiere escuchar y no va a abrir la puerta, no le interesa nada que tenga que ver con Saitama. No hay mucho por hacer... por ahora.

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Después de que King abandona el edificio, la puerta vuelve a sonar.

No hay respuesta.

Vuelve a sonar, toques ligeros e insistentes. Toques fuertes, más fuertes, de pronto ya no son toques sino puños; de pronto atender la puerta ya no es una invitación, es una exigencia.

—¡Oye, oye, deja mi puerta en paz! ¡Te haré pagarla si algo le pasa!

—¡Abre esa puerta, es una orden!

Esta vez es la voz de una persona tan terca, insistente, altanera y fastidiosa. —No puede ser... ¿tú también? —Genos siempre había sido entrometido e intenso, pero Fubuki lo seguía siendo mucho más. Su fama de perseverante no es de broma.

—¿Qué quieres? —Pregunta la voz, harto de no poder librarse de una vez por todas de estas personas que llegan a su casa a querer hablar de lo mismo, de ese mismo. ¿Cuándo entenderán que no quiere escuchar, ni entender, ni amar, ni conocer?

—¿Podrías tomarte un tiempo para hablar un poco? —Dice Fubuki con una extraña amabilidad.

—No. —Responde la voz tras la puerta cerrada.

—Sólo serán cinco minutos.

—Dije que no. Ya estoy harto, no quiero escuchar.

—¡Ni siquiera sabes a lo que he venido!

—Sé lo que quieres, tú, Genos, King también.

—Necesitamos que escuches de Saitama, el miembro más honorable del grupo Fubuki. ¡A eso he venido! —Fubuki mueve sus manos, como si la persona tras la puerta en verdad pudiera verla. —Saitama es un hombre con mucho potencial, es un punto de atracción para los más fuertes porque él mismo lo es.

—Es suficiente, deja de hablar.

Fubuki frunce sus cejas y arruga su nariz, sus ojos se clavan en la puerta y sus cabellos se mecen. —¿Has considerado ser un poco más agradecido con la atención que se te está dando? ¡Incluso dejé todo mi trabajo como héroe y mis actividades con el Grupo Fubuki por venir a aquí contigo!

—Yo no te pedí eso.

—¡Al menos ten la decencia de escuchar! No sólo a mí, a todos. ¡Incluso King vino!

—Tampoco les pedí eso. Dejen de venir. No abriré esa puerta porque… olvídalo, no tiene caso, en verdad estoy harto de escucharlos hablar sobr-

—¡Pero es que ni siquiera nos has escuchado! —Grita Fubuki sin rastro de amabilidad y colocando la palma de su mano sobre la puerta de metal, haciéndola brillar de un azul verdoso. —Ya fue suficiente de estarnos ignorando. ¡Voy a abrir esa puerta!

El seguro se quita, la manija de la puerta comienza a moverse. El sujeto tras la puerta se pone de pie y corre a tratar de cerrarla, empujando con fuerza y consiguiendo mantener firme su agarre en ella, impidiendo que se abra. —¡Eso es una invasión a la propiedad privada!

Los poderes de Fubuki hacen mayor presión. —¡Sólo tienes que escucharnos! ¡Es todo! —Ella intenta empujar con más fuerza. —Ser un héroe fuerte… ser alguien sin ningún tacto para rechazar cualquier cosa en contra de sus valores, alguien que es capaz de cambiar a las personas para bien. ¡Yo lo sé y quiero que tú lo sepas también! ¡Saitama es alguien de quien vale la pena escuchar hablar!

La puerta no se abre, la fuerza es constante y abismal, la persona no planea ceder. Tras la puerta se oye un gruñido de forcejeo e indecisión, parece que considera la idea y luego vuelve a hablar. —Me estás hablando de un hombre solitario, alguien que no ha conseguido nada en su vida… alguien así no puede ser un bien para otros.

—¡Pero lo ha sido para mí! —Dice Fubuki liberando la presión de la puerta. —Él ha… Saitama ha… —Suspira, cierra sus ojos y sus puños. Y luego cubre su cara con una de sus manos. —Agh…

—Esta es mi casa, Fubuki, yo decido quién puede entrar y quién no. No puedes entrar a los hogares de las personas por la fuerza.

Ella bufa molesta. —¡Volveré! —Vuelve a gritar. —¡Y traeré a todos mis hombres conmigo! ¡Traeré a toda la Asociación de Héroes y a mi hermana si es necesario, no importa si soy yo o alguien más, pero juro que esa puerta se abrirá y entonces… entonces tú tendrás que escuchar! ¡No puedes quedarte encerrado toda la vida ahí!

Y es cierto, algún día esa persona tendría que abrir la puerta. Hacer las compras, sacar la basura, darle de comer al perro, etc. Tendrá que hacer todo eso algún día y no podrá evitarlo. Algún día tendría que salir y enfrentar al mundo de nuevo, las caras de las personas, las palabras de odio, las cartas de desprecio, los empujones en la calle, las comparaciones ridículas con aquellos que tienen y han tenido mucha más suerte que él.

Han pasado años de hacer lo mismo y nada parece haber cambiado realmente, al menos no para bien. El mundo sigue siendo cruel, las personas son groseras, los días iguales, el dinero nunca es suficiente y el aburrimiento simplemente no se va.

Los pasos de Fubuki se alejan y el seguro vuelve a colocarse en la puerta. El suelo se vuelve cercano y la habitación más fría y oscura de lo normal.

Si profundiza en su pensamiento sobre lo que es ser un héroe, podría decirse que es un servidor de la comunidad. Es por eso que recoge basura, atrapa criminales y mata monstruos.

Sin embargo, ¿qué es lo que hace a un héroe un servidor de la sociedad? ¿El recoger la basura? ¿El atrapar a los criminales? ¿O el eliminar a las amenazas?

A grandes rasgos, eso sería el simple hecho de ayudar a otros.

Pero Saitama nunca ha sido del todo una ayuda considerable y necesaria. Siempre era difícil encontrarlo, nunca llegaba a tiempo. Él tiene la voluntad, la velocidad y la fuerza más que necesaria para ayudar a todo aquél que lo necesite y eliminar a todo aquél que atente contra la paz. Y es justamente es el problema: si puede hacerlo, ¿por qué no lo hace?

La mujer que perdió a sus hijos bajos los escombros, el chico al que le rompieron los huesos en combate, el niño raptado por un monstruo. Él podía salvarlos a todos ellos y no lo hizo. Él podría hacer cualquier cosa pero no lo hace. A pesar de tener esa fuerza, se ve limitado por las básicas necesidades humanas; es por eso que Saitama debería pensar en ser un héroe antes que ser un humano. Su vida entera, en cada instante de su tiempo, debería estar condenada a servir a ayudar a otros. En lugar de salir de compras, sacar la basura y darle de comer a su perro, él podría estar salvando a esas personas. No hace falta dormir o comer cuando se tiene tanta fuerza para mantener la paz, cuando hay tantos que lo necesitan.

Saitama no es admirable, su fuerza es injusta y abominable; tanto que opaca la labor y el esfuerzo de los que sí se han esforzado, de aquellos que sí están ahí cuando la gente los necesita. Él sobra en este mundo y p-

Unos ligeros y pausados toques suenan. Tres toques. Metal contra metal. La persona que toca se toma un tiempo para aclararse la garganta antes de hablar.

—Disculpa las molestias pero, ¿tendrías tiempo para escuchar hablar sobre el gran héroe Saitama?

Hay una pausa y un sentimiento de molestia, pero también un alivio. Es como si el que alguien viniera a interrumpir sus propios pensamientos cada quince minutos fuera un completo fastidio y al mismo tiempo una salvación. —¿Quién eres? —Pregunta, aunque ya sabe la respuesta. Es la sexta… no, la octava vez que él trata de convencerlo.

—Soy el discípulo de Saitama, el primero y único. —Dice él, su voz esta vez es taciturna, probablemente esté considerando que esta sea la última ocasión en que trata de convencerlo. —Pero, comparado con él, no soy nada.

Tras la puerta se escucha un chisteo de molestia. —Eres Genos.

—Mi nombre no importa. He venido aquí a ser escuchado.

La voz es lejana en un nivel más bajo, sobre el suelo, Genos supone que la persona tras la puerta debe de estar hablando mientras está recostada, tirada o sentada en el suelo. —¿Cuánto tiempo planeas hacer esto?

—El suficiente, mi vida entera si es necesario.

—No abriré la puerta. —Dice con firmeza y rapidez, tratando de impedir que Genos ponga una excusa.

A Genos no le importa eso. —Ya no me interesa si la abre o no, sólo quiero que lo sepa.

—¿Saber qué?

Genos abre su boca con entusiasmo, alza sus manos y se detiene. Ha dicho muchas cosas buenas y bellas sobre el héroe Saitama, pero ninguna de ellas ha podido llegar al corazón de la persona tras la puerta. Quizás necesita más tiempo, o más valor, se un poco más como su maestro.

Las manos de Genos caen a sus costados, su boca está entreabierta. Sus ojos se van al cielo y se enfocan en el color claro de éste, en lo iluminado del día, en el viento que mueve la punta de sus cabellos. —Saber de la luz. —Comienza Genos, tratando de expresar aquellos que yace en su propio corazón y alimenta su núcleo. —De aquello que brilla en el cielo y que guía el camino de los perdidos en el rencor y la furia, los mismos que creen saberlo todo de este mundo cruel y violento. Como… como aquellos que han perdido a su familia.

—¿…Qué?

El rostro de Genos se devuelve hacia la puerta y su voz se vuelve un poco más rápida y estoica. —La soledad no es el camino cuando se tiene a alguien que siempre encuentra la forma de mostrar la verdad.

—¡Deja de decir estupideces y dime qué es lo que quieres!

—Quiero que encuentre en el héroe Saitama lo que yo encontré en él.

La voz guarda silencio y Genos aprovecha la oportunidad para seguir hablando. —En verdad. —Genos cierra sus ojos y sus puños, agacha la cabeza e inclina su cuerpo en una reverencia. Sus cabellos chocando contra la puerta. —En verdad, por favor. —Vuelve a suplicar. Firme, temeroso, apacible. —Reconozca el verdadero valor de Saitama como persona.

—Ja… —Del otro lado se percibe una risa falsa y cansada. —Déjame adivinar, ¿viste su fuerza y eso fue todo?

Genos cierra sus puños con fuerza y frunce su ceño, él también ha estado tentado a tumbar esa puerta con sus propios puños. —Vi su fortaleza.

La persona vuelve a reír de forma más simplona, es fácil imaginárselo rodando los ojos.

Genos lo ignora y vuelve a hablar. —Nunca había conocido a alguien tan desinteresado y… y tan… —De pronto se maldice en el fondo, se ha quedado sin palabras y eso no debería ser posible cuando se trata de Saitama, mucho menos ahora que debe defenderlo, exponerlo, adorarlo, describirlo como ese guía lleno de seguridad y sabiduría, como la propia victoria inminente encarnada en un simple ser humano que no puede permitirse pagar televisión por cable pero puede desaparecer montañas en un parpadeo.

—¿Tan fácil de olvidar? ¿Tan fácil de culpar? —Trata de completar la otra persona. —¿Hablas de ese desperdicio?

La furia le gana a Genos y entonces se da cuenta que no puede permitir que Saitama sea desprestigiado de esa forma. Endereza su cuerpo y se pone a gritar. —¡¿Por qué?! —Es lo que se ha estado preguntado todo este tiempo y finalmente se ha atrevido a cuestionar en voz alta. —¿Por qué desprestigiar de esta forma todo lo bueno que decimos de él? ¡¿Por qué concentrarse únicamente en lo que cree que es malo?!

—Genos.

—¡No tiene sentido que usted dude ahora, no por esto y mucho menos conmigo! ¡Es una estupidez dudar de mi maestro!

—¡Genos!

El aludido calla pero no se queda sin palabras, aún tiene mucho por decir.

—El Saitama que conoces puede que no sea real, ¿has pensado en eso? A veces… ¡a veces es necesario abrir los ojos y darse cuenta de la verdad!

—¿Cuál verdad? —Dice Genos casi con desesperación. —¿La que dicen todos los que lo odian? ¿La que mi propio maestro le ha hecho creer a todo el mundo para ser repudiado en beneficio de otros? ¡Ambos sabemos que esa no es la verdad! ¡Me niego a aceptarlo!

—¡Entonces no lo aceptes! —Grita la persona del otro lado. —¡Puedes vivir engañado todo lo que quieras, no me importa!

—¡Pero a mí sí! Me importa lo que tenga que ver con Saitama y lo que pienses de eso, me importa la forma en la que él ve el mundo y entiende las cosas porque algún día aspiro a ser alguien com-

—¡Pero es que ni siquiera yo soy así como ese Saitama que conoces! —Dice de pronto la voz y no es la intervención repentina lo que hace callar a Genos, sino ese tono triste y lleno de frustración que carece de enojo. Genos alza su cabeza y mira hacia la puerta con sorpresa, la voz se hace más cercana. —No lo conozco, no lo veo así… No… No sé de qué Saitama me hablan todos ustedes.

Genos abre su boca para hablar pero decide mantenerse en silencio, esta vez quiere escuchar más que ser escuchado. Como siempre ha sido.

—El héroe del que ustedes hablan… no lo entiendo, no puedo ver eso que ustedes ven. —Su voz se apaga y el silencio se vuelve sombrío.

De pronto alzar la voz ya no parece ser la mejor opción. Así que, en lugar de eso, Genos decide volver a cerrar sus ojos, concentrándose en sus palabras, directo desde el fondo de su corazón de metal y en lo más profundo de aquello que llaman espíritu, aquello que sólo ha podido ser cautivado por un hombre llamado Saitama: un héroe por diversión, un dios si quisiera.

—Pero eso no importa, incluso si no puede ver lo bueno que hay en él, yo sí puedo hacerlo, puedo decírtelo a ti y a cualquiera que lo necesite, no es un problema si nadie quiere escuchar, yo me encargaré de eso, lo repetiré las veces que quieras hasta que lo creas.

El silencio vuelve a llegar a ellos y es lo único que los separa junto con esa puerta de metal. La respiración de Genos es tranquila, su concentración es imperturbable, él tiene seguridad en sus palabras acerca de su maestro y eso es alguien que nadie podrá cambiar. Él vuelve a inclinarse y está vez mantiene su cabeza gacha y sus ojos cerrados, él ya confía lo suficiente en Saitama como para seguirlo ciegamente a la primera petición.

—¿P-por qué? —Cuestiona tras la puerta, con temor, con duda, con todo aquello que la inseguridad puede provocarle a un hombre invadido por la soledad. Sus pasos lentos se arrastran por el suelo y se acercan a la puerta, al límite de si confinamiento por decisión propia. —¿Por qué haces todo esto?

—Porque quiero, porque usted lo necesita saber, porque me necesita justo ahora para recordarle quién es usted. —Responde Genos al instante, como si fuera obvio, como una verdad, clara y pura. Blanca como su capa, brillante como el contorno de su cabeza calva. —Porque yo haría lo que fuera por usted, maestro.

Hay una pausa. Saitama parece pensar en sus palabras y Genos espera con paciencia.

—¡Ah! Y también… ¡también he conseguido el folleto ofertas de la tienda que me pidió! El jueves habrá promoción en electrodomésticos. —Genos endereza su cuerpo y rebusca entre la bolsa trasera de su pantalón, luego desdobla el panfleto.

Los pasos finalmente se hacen a un lado, el seguro se quita y Saitama abre la puerta. —¿Este jueves dijiste? ¿A qué hora?

—A partir de las nueve de la mañana.

—Oh… —Saitama toma el panfleto que Genos le extiende, hay promociones bastante llamativas ahí.

Genos no dice nada, teme perturbar la calma repentina y decir algo que no debería. Sus ojos examinan el rostro cansado, ojeroso y pálido de su maestro; luce como si hubiera estado durmiendo todo este tiempo, o como si no hubiera dormido nada en lo absoluto. Pero eso ya no importa, por ahora, porque sus ojos brillan con esperanza al ver el folleto de ofertas, su rostro se llena de la luz del sol de la tarde y su boca se curva en una sonrisa cálida, pequeña y sincera.

—Gracias, Genos. —Dice Saitama. —Gracias por recordármelo.

Genos suspira aliviado y le sonríe, él sabe perfectamente que Saitama no se refería a las ofertas.