Abrazando ausencias

Capítulo único

— Parece que va a llover.

Es el comentario casual de Sora, mientras mira por la ventana de la cafetería en la que está teniendo una cita con su novio.

La única respuesta que obtiene es un sonido afirmativo apenas audible.

Ambos permanecen en silencio degustando sus respectivos aperitivos mientras las primeras gotas de lluvia comienzan a golpear contra las ventanas del local.

Yamato termina de comer primero y comienza a mirar por la ventana. Algunas personas caminan tranquilamente con sus paraguas protegiéndolos de la lluvia, mientras que otras personas apuran el paso e incluso trotan, para llegar antes a sus destinos y dejar de mojarse.

— ¿Trajiste paraguas?

— Sí, ¿y tú?

— No, creo que ni siquiera tengo uno.

De inmediato, Sora toma nota y se promete a sí misma comprarle un paraguas a su novio. Por su parte, Yamato dirige su mirada al reloj del local. Faltan quince minutos para las cinco de la tarde, y él quedó para ensayar con su grupo a las cinco y media. Tiene tiempo suficiente para acompañar a Sora a la estación de tren y encaminarse hacia la sala de ensayos, pero poco más.

Al dirigir de nuevo su mirada a la mesa, se encuentra con los ojos fijos de Sora mirándolo.

— ¿Quieres que paguemos la cuenta y nos marchemos?

Pregunta con una sonrisa.

— ¿No quieres nada más? Aún tengo algo de tiempo, podemos quedarnos un rato más si quieres.

— No, no… Está bien…

Ambos se miran brevemente y Yamato le hace una seña a la mesera para que le traiga la cuenta. De inmediato, Sora hace el gesto de tomar su cartera para pagar la cuenta, pero Yamato la detiene y le dice que pagará él.

— ¿Estás seguro? Siempre pagas tú.

— Por supuesto, yo pago la cuenta y tú luego me compras un paraguas.

Le guiña el ojo haciendo que sonría. La conoce tan bien que casi parece que puede leerle la mente.

Tras pagar la cuenta, ambos se levantan y comienzan a caminar. Sora, unos tres pasos atrás de Yamato. Él se detiene en la puerta, abriéndola para dejarla pasar. Entonces, ella abre el paraguas y comienzan a caminar protegidos por su paraguas, uno al lado del otro. El silencio los rodea hasta que llegan a la estación.

— ¿Quieres que te deje el paraguas? Así no te mojas de camino a la sala de ensayos.

— Claro que no, entonces te mojarías tú de camino a tu casa.

— Pero yo puedo llegar y darme un baño caliente, tú tendrás que estar el resto de la tarde mojado.

— No te preocupes, no está lloviendo tan fuerte. Además, siempre puedo ponerme la chaqueta encima de la cabeza y eso me resguardará un poco de la lluvia.

Sin estar convencida, Sora acepta, ya que la mirada de Yamato le indica que no aceptará su paraguas de ninguna manera.

Resignada, se despide y camina hacia el andén. Yamato se queda unos minutos esperando hasta que la pelirroja aborda el tren y desaparece de su vista.

Sin nada más que hacer en la estación, regresa a la lluvia y hace como le indicó previamente a Sora. Se quita su chaqueta y la pone sobre su cabeza para no mojarse demasiado, luego comienza a correr hacia la sala de ensayos.

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Yamato y sus compañeros logran tener un ensayo productivo, por lo que, al finalizar, se despiden alegremente.

Afuera continúa lloviendo. Es una lluvia fina y lenta, no hace mucho ruido y casi pasa desapercibida hasta que logra mojarte por completo. Sin embargo, Yamato no se cubre con su chaqueta al salir de la sala de ensayos, simplemente camina a su propio ritmo hacia la estación. Los demás han ido en diferentes direcciones así que está solo y no le preocupa demasiado mojarse.

No estoy hecho de azúcar.

Piensa divertido.

Al llegar a la estación de tren, siente un leve escalofrío. Mientras caminaba bajo la lluvia no se percató del fresco, pero ahora que está mojado y bajo techo se percata de que la temperatura no es la ideal para ir mojado.

Bah… solo tengo que darme un baño caliente ni bien llegue a casa.

Su tren llega de inmediato, aunque con más gente de la habitual. A esa hora no suelen viajar muchas personas y por eso le gusta ese horario, pero la lluvia ha hecho que más gente tenga que usar el tren. De todos modos, no es nada tan grave, así que solo procura ubicarse lo más lejos posible de los demás.

Mientras aguarda pacientemente que aquel transporte público lo lleve a su destino, saca su celular. Hace tiempo lo puso en silencio y nunca más volvió a activar las notificaciones, por lo que es bastante común que no se entere de las cosas.

Al abrir su aplicación de mensajería instantánea ve que tiene más de noventa y nueve mensajes sin leer. La mayoría de los mensajes son de grupos en los que está por obligación, así que ni se molesta en revisarlos. Cinco chats personales tienen mensajes sin leer.

La última que le escribió fue Sora, apenas cinco minutos antes de salir de la sala de ensayos.

— La pasé muy bien en la cita.

— ¡Tengamos otra pronto!

Responde mecánicamente con dos mensajes.

— Yo también.

— Cuando quieras.

El siguiente chat es Takeru. A diferencia de él, su hermano menor usa un montón de emojis todo el tiempo. En el chat figuran quince mensajes sin leer, pero diez son emojis. Solamente le dice que se quedará a dormir en su casa el próximo fin de semana. Su rostro se ilumina con una sonrisa.

— Genial.

Es lo único que le responde. Pero en su mente empieza a pensar en lo que cocinará para su pequeño hermano y en que tendrá que ir de compras antes del sábado.

Los otros chats son de Kazuma, Koushiro y Taichi. Kazuma le avisó que iba a llegar un poco tarde al ensayo. Koushiro le envió un post sobre un libro de astronomía del que ambos hablaron la última vez que se encontraron. Taichi, por su parte, solo le envió un montón de memes. Solamente a Koushiro le responde con un breve agradecimiento. Se guarda el enlace para leerlo más tarde y vuelve a guardar el celular. No queda mucho para llegar a su destino. Mientras tanto, continúa pensando en lo que le preparará a Takeru cuando venga.

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La lluvia continúa todo el domingo y el lunes por la mañana, por lo que Yamato trota al instituto con su chaqueta en la cabeza, maldiciendo no tener un maldito paraguas en su casa. Para su sorpresa, pues había olvidado por completo la conversación que habían tenido con Sora el sábado, se la encuentra en la entrada del instituto, esperándolo con un paraguas extra.

— Esto es increíble, Yamato, no puede ser que no tengas ni un paraguas.

Comienza a reprenderlo mientras le entrega su regalo. Como única respuesta, él solo sonríe y abre su nuevo paraguas, sosteniendo su mojada chaqueta y el maletín con una mano, y el paraguas con la otra. Juntos, comienzan a caminar hacia el interior del edificio mientras continúan conversando sobre el clima y otras nimiedades, ignorando las miradas y conversaciones centradas en ellos.

Yamato por su banda, y Sora por haber sido miembro del club de tenis, y ahora tesorera del consejo estudiantil; son bastante populares en la escuela y su relación suele estar en el centro de los focos del alumnado; por lo que están acostumbrados a las miradas y cuchicheos, así como a ignorarlos por el bien de su salud mental.

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El resto de la semana transcurre con normalidad, ocupados con sus respectivas agendas, solo intercambian algún que otro saludo al cruzarse en los pasillos y mensajes de texto por las noches.

El viernes por la tarde, Yamato se va de compras y el fin de semana se dedica a compartir con su hermano.

— ¿Estás seguro? No quiero ser la razón de que luego no les vaya bien.

Se incomoda un poco Takeru cuando Yamato cancela su ensayo del sábado para salir a pasear con él.

— Lo estamos haciendo cada vez mejor y cada uno ensaya por separado siempre que puede. Un solo ensayo cancelado no nos hará daño.

Así, pasan un ameno fin de semana y el domingo por la noche, Yamato acompaña a su hermano menor a la estación.

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Otra semana vuelve a comenzar y sus respectivas rutinas los absorben. El tiempo pasa volando, y antes de que se den cuenta, otra semana finaliza.

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— Deberíamos tener una cita este sábado.

— ¿Está bien si lo hacemos a la mañana? El próximo sábado tenemos el recital y necesitamos ensayar lo máximo posible para que todo salga perfecto.

— Por la mañana no puedo, tenemos el evento de recaudación de fondos con el consejo estudiantil, como tesorera no puedo ausentarme.

— ¿Y el domingo por la mañana? Por la tarde también tengo ensayo.

— Tengo que acompañar a mi madre con unos recados. Quizás para el mediodía esté libre.

— Pero con la banda vamos a empezar a ensayar temprano, a lo sumo podremos juntarnos una hora.

— Y si me demoro más de la cuenta no tendrá sentido. ¿Qué tal el lunes después de la escuela?

— El martes tenemos examen de física, y con todos los ensayos… Apenas he tenido tiempo de estudiar.

Sora agacha la cabeza con expresión triste, haciendo que Yamato se sienta culpable.

— Pero podemos juntarnos igual por un rato, de todos modos, física no se me da mal, con que me quede estudiando por la noche debería ser suficiente.

— No, no quiero que te quedes trasnochando solo para que tengamos una cita. Además, a mí física no se me da tan bien como a ti, no me vendría mal pasar la noche estudiando.

— ¿Y qué tal si estudiamos juntos? No es la cita más genial del mundo, pero al menos así pasaremos algo de tiempo juntos.

Propone logrando que el rostro de Sora se ilumine.

— Suena genial.

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Para sorpresa de nadie, el día de la cita de estudio, no se encuentran solos, sino que Taichi está con ellos.

— ¿Seguro que no les molesta?

Pregunta Taichi cuando ya están en la sala de Yamato acomodándose para empezar a estudiar. Sus amigos le dirigen una mirada de incredulidad.

— Bueno… No creo que te sirva de mucho una sola tarde de estudio… Con el cerebro de mosca que tienes.

Comienza a molestarlo el rubio, sin embargo, su amigo no responde a su provocación, sintiéndose realmente como el mal tercio.

— Si me molestara ya te lo habría dicho.

Termina por aclarar el rubio, y Taichi dirige entonces su mirada a Sora.

— Yo fui la que te invitó, Taichi. ¿Por qué me molestaría?

Sin esperar ninguna otra acotación de los muchachos, se sienta y saca sus apuntes para comenzar a estudiar.

Sora, que es la más organizada de los tres y la que más ha estado estudiando, les indica los temas que entran en el examen y los ejercicios que deberían practicar.

Yamato, por su parte, es el que mejor entiende la materia, así que es el que da las explicaciones cuando alguno de sus amigos se traba en algún problema.

Taichi, por otro lado, sacude la cabeza y se siente frustrado porque no logra entender las cosas. Por momentos, Yamato pierde la paciencia con él, pero Sora lo calma y vuelve a explicar las cosas de otra manera.

Al final, con mucho esfuerzo de parte de Yamato, Taichi logra entender bastante bien los contenidos del examen.

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— Vaya, se ha hecho realmente tarde.

Comenta Sora cuando ya están dando la sesión por finalizada.

— Viejo… tengo que admitirlo… Estas horas de estudio no han sido el infierno que creí que serían.

Es la forma que Taichi encuentra de halagar las dotes docentes de Yamato.

— A ver… déjame ver los últimos ejercicios que resolviste…

Responde serio mientras toma los apuntes de su amigo. Mientras tanto, Sora comienza a guardar sus propios apuntes ya que debe marcharse pronto.

— Bastante bien. Solo tienes un error aquí.

Mientras Yamato explica los últimos detalles a Taichi, Sora termina de guardar sus cosas.

— ¿Entiendes?

— Claro, claro…

— Sora, déjame acompañarte a tu casa.

— No seas tonto, no hace falta. Ya has hecho bastante explicándonos física para mañana. Eres excelente explicando. Entendí todo de maravilla.

— Pero…

— Taichi me acompañará a mi casa. ¿Verdad, Taichi?

— ¿Eh? Sí, sí, claro… Bueno… si no te molesta.

A menudo Taichi no sabe cómo actuar con ellos dos. Es decir, encima que se ha metido en su "cita" de estudio, ahora acompaña a Sora a su casa. Sin embargo, como toda respuesta, sus amigos lo miran incrédulo.

— ¿Por qué le molestaría?

— ¿Por qué me molestaría?

Preguntan al unísono, haciendo que Taichi se sienta estúpido por no saber qué hacer.

— Eh… Ja… No, claro que no. Qué absurdo. Obvio que no…

Se pone nervioso.

— De todos modos, si te molesta…

Sora interpreta erróneamente el nerviosismo de Taichi y se siente apenada por haberlo puesto en un apuro.

— ¡No me molesta, al contrario, me encantaría!

Grita Taichi, haciendo que Sora se sonroje y Yamato levante una ceja.

— Es decir… bueno…

— Mejor cierra la boca y empieza a guardar tus cosas. Y procura no olvidar lo que te he explicado. No quiero sentir que pasar toda la tarde explicándote física ha sido en vano.

— ¡No lo será! Ya verás cómo me sacaré un excelente en el examen.

Responde orgulloso, provocando una carcajada en su amigo.

— Como si eso fuera posible con tu cabeza hueca.

— ¡¿Qué dijiste?!

— Vamos… Déjense de tonterías. Tenemos que volver a casa. Además de estudio necesitamos un buen descanso para rendir bien mañana.

— Tienes razón, Sora. Ya te voy a hacer tragar tus palabras, Ishida.

Finalmente, Sora y Taichi dejan el departamento de Yamato, conversando animadamente. El rubio cierra la puerta tras ellos y se queda en silencio, en la soledad de su hogar.

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Por la noche, incapaz de dormir, Yamato toma un cuaderno y comienza a escribir sobre esas cosas que no se anima a decir. Escribe sobre la soledad que invade su corazón incluso cuando está acompañado. Sobre la angustia que lo ahoga, dejándolo mudo, incapaz de confesar aquello que lo aqueja ni siquiera a quien supo ser su mejor confidente.

¿En qué momento todo se volvió tan complicado?

El sueño termina invadiéndolo, y su cuaderno cae al piso.

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Al día siguiente, cuando Yamato llega a la entrada del instituto, se encuentra a Sora y a Taichi conversando animadamente.

— ¿Qué tal?

Los saluda casualmente.

— ¡Te estábamos esperando!

— ¿Y eso?

Se sorprende.

— Te escribí anoche, y nunca contestaste.

— Maldición, lo siento.

— Está bien, solo me preocupó que hubieras terminado muy cansado después de la sesión de anoche.

— Sí, la verdad que sí, pero ya sabes que estoy acostumbrado.

Comenta refiriéndose a las noches en vela que suele pasar a causa de la banda.

— Pero el examen.

— No te preocupes, irá bien. Pero mejor vayamos entrando…

Una vez que se encaminan hacia el interior del edificio, comienzan a conversar animadamente, dejando de lado la preocupación de Sora por Yamato.

— A ver si al final termino sacando una mejor nota que tú.

Como respuesta, Yamato comienza a reír a carcajadas, iniciando una discusión con Taichi, para alegría de Sora, que disfruta verlos tan distendidos.

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El sábado de esa misma semana, Yamato y su banda tocan en un pub de Shibuya. Es un lugar de tamaño mediano, pero los seguidores de la banda lo han copado por completo y los dueños del local tuvieron que quitar las mesas para liberar espacio para la gente. Entre las decenas de desconocidos en el interior del lugar, comiendo y bebiendo mientras disfrutan de las canciones de Knife of Day, solamente Takeru y Mimi están presentes. El resto de sus amigos, ya sea por tener otros compromisos o por no haber alcanzado a conseguir las entradas que se vendieron como pan caliente, no están presentes. Sin embargo, los gritos de los únicos amigos de Yamato presentes son suficientes para suplir la ausencia de los demás.

— Don't say goodbye!

Puede distinguir perfectamente sus voces entre las demás. Al fin y al cabo, esa canción es muy especial para todos ellos. Cada uno de ellos puede sentirla en sus venas cada vez que la escucha, justo como el sonido de aquella armónica que musicalizó su aventura varios años atrás.

— Don't say love you!

Y con una armónica más nueva Yamato musicaliza el puente de la última canción de la noche haciendo que todos los presentes, pero especialmente Takeru y Mimi se emocionen.

Para la última estrofa, Mimi ya está llorando de emoción y Takeru conteniendo las lágrimas por lo que Yamato logra finalizar la canción sin tenerlos como coristas.

— Kimi ja na kya

Termina la canción, tras lo cual las luces se encienden y el público comienza a aplaudir.

— ¡Muchas gracias a todos por habernos acompañado esta noche!

Comienza el agradecimiento Akira, tal y como es costumbre. Mientras tanto, Kazuma sale de la batería y se acomoda entre Souji y Yamato para hacer una reverencia los cuatro juntos.

— ¡Muchas gracias!

Vuelven a agradecer los cuatro juntos.

— ¡Y no olviden seguirnos en nuestras redes sociales para enterarse de todos nuestros recitales y seguir apoyándonos como siempre! ¡Son los mejores!

Termina animado Akira, tras lo cual, los cuatro muchachos dejan el escenario con una inmensa sensación de logro.

Fue un éxito.

Piensan los cuatro con emoción.

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— Yamato, despierta, tienes visita.

Es domingo al mediodía y después de haber llegado tardísimo esa madrugada, lo único que quiere es dormir.

— ¡Venga! ¡No hagas esperar a tu novia!

Le sacude su padre, sin embargo, lo que tiene el poder de despertarlo de su letargo es la última palabra.

— ¿Novia? ¿Sora está aquí?

Se incorpora rápidamente.

— Eso es lo que dije. Ahora venga, levántate.

El primer pensamiento que se le viene a la cabeza es un pensamiento que ni siquiera se anima a admitir. Se levanta y viste rápidamente, para luego dirigirse al baño a lavarse la cara y cepillarse los dientes.

En la sala de estar, se encuentra a Sora esperándolo parada.

— Pero Sora, ¿por qué no te sentaste?

— Lo siento, estoy siendo un incordio.

No hay pregunta en esa frase, y a Yamato le cuesta mirarla a los ojos. Incluso pensar en lo que siente se le antoja cruel. En algún momento solo verla servía para alegrarle el día.

Pero ya no...

Deja el pensamiento incompleto.

— ¿Qué pasó?

Pregunta sin molestarse en responder a su primera frase.

— Me gustaría que diéramos un paseo. Tengo entradas para la feria.

Es extraño que Sora se imponga de esa manera, por lo que Yamato sabe con seguridad que algo ha ocurrido.

— Vale… Déjame tomar una ducha rápida. Anoche llegué molido y me tiré así no más a la cama.

— Claro.

— Y esta vez siéntate.

Le pide de espaldas, ya dirigiéndose al baño, haciendo que Sora sonría.

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Después de darse una rápida ducha y vestirse apropiadamente para una cita, Yamato se encamina junto a Sora a la feria. Caminan lado a lado, conversando como siempre, con tranquilidad.

— Lamento no haber podido ir a verte anoche. Mimi me contó que estuviste genial.

Yamato puede predecir perfectamente el rumbo de la conversión. Siempre es lo mismo.

— No te preocupes, habrá muchos más eventos de aquí en adelante. Y aspiro a que cada uno sea mejor que el anterior.

Pero la mención de su banda y el éxito que están teniendo logra sacarle la primera sonrisa del día.

No solo a él, Sora también sonríe orgullosa ante las palabras de su novio. Quizás por eso mismo sacó ese tema de conversación. Porque sabe que es lo único capaz de animar a Yamato en esos momentos.

No hay novedad entre ellos. No hay magia, solo la ciencia de conocerse muy bien el uno al otro y saber qué es lo que los anima.

Y, sin embargo, por algún motivo, son incapaces de salir de ese desierto en el que se convirtió su relación.

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En la feria, Yamato y Sora se suben a algunos juegos juntos y comen algunos platos típicos en algunos de los puestos de la feria, pasando un momento ameno.

Son cerca de las cuatro de la tarde cuando Sora sugiere sentarse a comer algo más contundente en algunos de los locales cercanos. Sin embargo, a Yamato le basta una rápida mirada alrededor para desestimar la idea.

— Está todo muy lleno ¿no crees? ¿Qué tal si vamos a algún lugar fuera?

— Tienes razón, así estaremos más tranquilos.

Comienzan a alejarse de la feria mientras buscan algún buen lugar para comer. Ninguno de los dos está muy seguro de qué comer a esa hora. Ya no es hora de almorzar, pero ninguno de los dos almorzó apropiadamente por lo que los aperitivos que consumieron mientras estaban en la feria no han sido suficientes y comienzan a sentir un poco de hambre.

— Pensé que habías almorzado antes de irme a buscar. De lo contrario te habría invitado a comer antes. Lo siento.

— No te disculpes, he sido yo la que te ha sacado de la cama intempestivamente.

Se forma un silencio ligeramente incómodo entre ellos, pero rápidamente, Yamato visualiza un pequeño bar que parece estar casi vacío.

— ¿Qué te parece si vamos allí?

Señala el local. A Sora se le ilumina la mira de inmediato.

— ¡Sí! Sirven muy ricas tortas allí, fuimos con Taichi la semana pasada y nos encantó.

Ambos ingresan al local. Una de las meseras los atiende rápidamente y les indica en qué mesa ubicarse.

Una vez allí sentados, Yamato decide que es hora de hablar del elefante en la habitación.

— ¿Qué pasa?

Es la simple pregunta que hace, pero Sora entiende perfectamente a qué se refiere. Como siempre.

— Esperemos que la mesera traiga nuestros pedidos, así no nos interrumpen.

Yamato asiente con la cabeza. No sin un poco de temor, piensa que quizás es hora de que aquellas líneas grabadas en su alma sean pronunciadas.

Ya no te…

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Después de hacer sus respectivos pedidos y esperar unos minutos, la mesera regresa con sus alimentos.

— Que lo disfruten.

— Gracias.

Sonríen ambos. Haciendo, irónicamente, que la mesera piense que hacen una hermosa pareja.

— ¿Qué es lo que te aflige?

Pregunta Yamato antes incluso de mirar su comida.

Sora, por su parte, prueba un bocado de la suya antes de responder.

— No sé… todo. Nuestra relación… No sé a dónde vamos y me preocupa.

No es la primera vez que tienen esa discusión. En veces anteriores, decidieron seguir luchando y hacer algunos cambios, pero esta vez, Yamato siente que ya no vale la pena seguir echándose para atrás. Esa melodía triste tiene que parar.

— No nos estamos haciendo bien ¿no?

— Tampoco nos estamos haciendo mal.

Intenta refutar ella.

— Pero hace tiempo que venimos así… Y los cambios que intentamos hacer no han funcionado.

— No podemos tirar a la basura todo el tiempo que hemos estado juntos.

Ninguno de los dos está comiendo.

— La pasábamos muy bien cuando empezamos nuestra relación. Solo tenemos que volver a ese momento.

— ¿Cómo?

Sin saber cómo responder esa pregunta, Sora decide continuar comiendo.

Tras observarla por unos segundos, Yamato la imita.

Al final, ambos terminan de comer, y dan por finalizada la cita sin haber zanjado el tema.

— Lo siento.

Dice Sora de repente, mientras caminan a la estación de trenes.

— De verdad lo siento.

Comienza a llorar.

Yamato la abraza, pero Sora solo llora aún más. Ese abrazo no la hace sentirse acompañada, sino todo lo contrario.

Después de un rato, logra calmarse un poco, y se marcha sin decir nada. Él tampoco responde, solo se queda parado en su lugar.

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El lunes por la mañana, Sora le envía un mensaje a Yamato.

— ¿Podemos ir juntos a la escuela hoy? Yo paso a recogerte.

Para cuando Yamato lo lee, Sora ya está tocando el timbre de su departamento.

— Déjame adivinar ¿alguien nos vio y ya están los rumores?

Pregunta dejándola pasar. Ella solo asiente. No es la primera vez que pasa.

— Ya sé que me vas a decir que no, pero ¿quieres que te prepare algo?

— Muchas gracias, pero ya desayuné.

Responde mecánicamente.

— En ese caso, siéntate por favor. Ponte cómoda. Yo aún tengo que prepararme el desayuno y terminar de armar mi almuerzo. No demoraré mucho.

— Vale.

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De camino a la escuela, se ponen a conversar de lo mismo de siempre, de sus actividades, de la banda, de sus amigos.

— ¡Ah! ¿Sabes qué? Mimi quiere organizar un viaje para el receso de primavera, con todos nosotros. Dice que quizás sea el último año que podamos hacer algo todos juntos, dado que Jou está por empezar la universidad.

Yamato sonríe genuinamente ante las ocurrencias de su amiga.

— ¿Tú crees que logre hacer que Jou se una a nosotros? Él ya está en modo universidad desde hace años.

Sora ríe dándole la razón.

— Pero me gusta verla animada ¿sabes?

— Sí, pero necesita a alguien que le pare el carro a veces. O si no terminará golpeándose demasiado.

Sin darse cuenta, conversando tranquilamente, llegaron a las inmediaciones de la escuela, donde la mayoría de sus compañeros los observan con curiosidad.

— Bah… ¿lo ves? Otro rumor falso, como siempre. Esos dos van a terminar casados y con dos hijos.

Escuchan decir a alguien. Ambos ríen irónicamente.

Si supieran.

Piensan ambos.

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El resto de la semana se pasa volando, entre exámenes, actividades extra curriculares, ensayo de la banda, juntadas con amigos.

Todos en el grupo se enteraron de los rumores de la separación, pero decidieron no darle cabida, dados los antecedentes. Solo Mimi se acercó a Sora para preguntarle si todo estaba bien, a lo que la pelirroja desestimó todo el asunto.

— No te perdonaré si la haces sufrir.

Fue lo único que le dijo con extrema seriedad Taichi un día que se cruzaron a solas en un pasillo de la escuela.

— Ya lo sé.

No era la primera vez que se lo decía y el rubio realmente quería hacer honor a la promesa que tenían, pero la vida rara vez era tan sencilla.

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— Te espero en el puente de Fuji TV.

Es el mensaje que le envía Yamato a Sora. No dice nada más y no recibe respuesta. Ya sabía que no iba a recibir respuesta. De hecho, puede imaginarse perfectamente la expresión de Sora.

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Ni bien ve a Sora asomarse a lo lejos, comienza a sacar la guitarra de su funda y se prepara para interpretar la canción que compuso para ese momento.

Sin importar las circunstancias, la música es la mejor forma que encuentra Yamato para comunicarse. Siempre ha sido así y siempre lo será.

— Ya no te quiero.

Dice en una parte de la canción, provocando las primeras lágrimas de Sora. No es una sorpresa. Se veía venir. Pero no deja de ser doloroso.

— Al abrazar nuestros cuerpos a nadie tenemos.

Comenta en otra parte de la canción y Sora entiende perfectamente a qué se refiere.

— Abrazando ausencias.

Termina la canción con otra frase que Sora comprende a la perfección.

Quizás ella también se siente así, pero le duele demasiado para admitirlo.

Yamato pone la guitarra al costado y se para, pero no se acerca a Sora.

Se miran a unos metros de distancia y se dicen todo con la mirada.

Nunca quise lastimarte.

Yo tampoco.

Pero las cosas son así.

Lo sé.

Aun así duele…

No sabes cuánto.

Los ojos de Sora están inundados en lágrimas. Los de Yamato muestran un color azul nunca antes visto, producto de las lágrimas que se acumulan sin querer salir.

Sora se da la vuelta y se marcha.

Yamato se sienta en el suelo y se queda unos minutos en silencio pensando en aquella lucha que acabó con una promesa rota y tres corazones heridos.

Finalmente se para y recoge sus cosas tras enviar dos mensajes.

— Rompí nuestra promesa.

— Te espero en donde siempre.

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