Semi-AU, MinaHina y pasado NaruHina. Todo es igual pero Minato y Kushina sobrevivieron al ataque del Kyuubi. Oneshot situado pocos años después de la Cuarta Guerra (espero esto tenga sentido).

Advertencias: contenido sexual (18), mención de muerte de personajes (no Minato ni Hinata), leve mención de depresión.

Esto tendrá cierto enfoque psicológico, aún así no soy experta y sólo recuerden ESTO ES FICCIÓN.

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No era su primer entrenamiento juntos, llevaban viéndose durante semanas así. No, habían sido meses en realidad.

Así, como las anteriores veces al reconocer la voz y chakra de él, Hinata sintió su garganta oprimirse.

Se preguntó si mantendría su silencioso acuerdo, si sus desdichados corazones continuarán con su mal adaptada estrategia de afrontamiento.

Ninguno había podido mantener la cabeza fría cada vez que él aparecía a pocos metros de ella sin curiosos y ajenos ojos que se fijaran en ellos, y Minato luchaba con ella por hora y media sólo para eventualmente sujetar las esbeltas piernas alrededor de él en medio de una alta adrenalina, un acto poco ortodoxo a través del cual podían sentir que casi que automáticamente, sin pensar, sin preguntar, de manera adictiva e inmediata, obtenían un gratificante efecto y la sensación de que todo estaba bien durante el corto plazo en que duraba sus encuentros.

Por ahora, observando hacia la dirección en que la figura de Minato aparecía, Hinata llevó su cuerpo a una posición de defensa y enfocó chakra en las palmas de sus manos, luego mantuvo su mirada en los afilados ojos azules de él. No había nadie más en ese campo de entrenamiento: Minato había dejado de ser hace años esa particular figura a la que constantemente debían proteger con miembros de ANBU; era ahora sólo un hombre. Si alguien asomaba sus narices, Minato sólo era ahora otro shinobi buscando entrenar con alguien más —a pesar de que para la opinión de cualquier otra persona buscar a Hinata Hyūga para entrenar podría ser inútil, a alguien de tan inferior experiencia. Minato en realidad no era sólo un hombre, era uno de los más fuertes de la aldea, uno de los más inteligentes, un genio de los que nacía una vez cada década.

Pero justo ahora ser simplemente alguien que quería entrenar era mejor que estar en una casa vacía.

Para ambos lo era.

El primer golpe vino por parte de él, en su atractivo rostro ya no asomándose tanto las amplias ojeras que lo acompañaron por tanto tiempo desde el funeral; y por un momento, antes de lanzarse a Hinata, hubo una ladeada sonrisa en él, impropia, una de completo desafío retándola.

Un gesto distorsionado inusual en él, como si hubiese algo diferente en su rubia cabeza.

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Observando el cuerpo de ella contra el tronco de un árbol, su pequeña espalda pegada al robusto material y a su pecho moviéndose con premura buscando mejorar su respiración, Minato decidió por alargar su victoria.

Todas las anteriores veces nunca había sido clara la línea entre entrenamiento y el tiempo en que finalmente entraba en ella ya húmeda; o de tener a Hinata arrodillada frente a su erección justo después de hacerle algún corte en la expuesta piel de sus brazos o piernas; o de Minato acariciando la excitada intimidad envuelta aún en esos cortos pantalones mientras él recibía fuertes golpes provenientes de los talones de ella sobre la espalda de él en un intento por zafarse, eventualmente cambiando dichas agresiones para ser ella quien desabrochaba su propia prenda inferior con rapidez.

Pero esta vez Minato se había declarado como un obvio ganador porque esta vez había realmente emulado lo que habría hecho en una misión. Toda la postura de Hinata estaba atrapada por la presión que ejercían la pierna izquierda del mayor contra las de ella y el fuerte y musculoso brazo contra sus costillas, justo sobre ese oscuro obi debajo de sus senos, paralizándola tanto por la sorpresa como por su firme sometimiento. Y bajo los dedos de la mano que tenía alrededor del cuello de ella, Minato sintió el patético intento de Hinata por tragar saliva, patético porque él estaba seguro que no podía hacerlo gracias a la sensación de inferioridad que Hinata debía estar sintiendo: en una misión real, la amplia palma de Minato alrededor del derrotado cuello podría haber herido mortalmente la arteria carótida bajo su rudo toque.

Minato se preguntó por cuántos días la impresión de su mano en esa blanca piel duraría —no se veían tan frecuentemente, a decir verdad.

No obstante, claro, ella podía ocultarlo muy bien bajo esa blusa lila de cuello tortuga. Quizá por eso Minato se había permitido maltratarla ahí, porque nadie se daría cuenta gracias a la vestimenta cotidiana de ella.

—Fallaste —dijo él sin su característica suavidad, tomando una amplia respiración mientras aflojaba su agarre y lo transformaba en sólo un tenue roce de sus dedos contra ese cuello, la zona muy probablemente sintiéndose caliente y sensible bajo la tela. Minato dejó de sentir el corazón de Hinata completamente exaltado—. Aún no eres tan rápida como deberías ser.

Aún así, Minato no habría podido pedir una mejor esposa para su hijo.

Quizá durante la Guerra, quizá por años antes de ello durante la tierna adolescencia de él, sus comentarios de bromista padre se habían decantado por Sakura Haruna sólo por la divertida visión de Naruto y su enamoramiento juvenil, pero tan pronto su hijo había llegado a los diecinueve años, era obvio quién era realmente el amor de la vida de él.

Hinata pareció abrir la boca para replicar ante el directo señalamiento de Minato, pero no lo hizo. Simplemente, levemente temblando, ladeó su cabeza y estiró su cuello para aumentar el tenue toque y cerró sus ojos para no seguir viendo esa mirada tan azul. Minato claramente notó su actitud, aún así no aprovechó la situación como le era sugerida, no enroscó sus dedos en esa tela o jaló hacia abajo —quizá desgarrando el material— para hacer espacio y pegar su lengua en esa sensible piel, ni la deslizó hasta dejar un obvio rastro húmedo, tampoco pensó en transferir un poco de chakra con el cual ayudarla para eventualmente tenerla jadeando sin riesgo de hacerla desmayar por un posible continuo esfuerzo físico justo después del arduo entrenamiento que acababan de hacer.

Minato, en realidad, no estaba haciendo lo que las anteriores veces había estado haciendo.

No los llevó sutilmente mientras se enfrentaban hasta la cercanía de un denso bosque en donde estar más ocultos; no le dijo cuánto había mejorado desde la última vez ni elogió la rapidez con que había evadido muchos de sus ataques; no le dijo ninguna de las cosas que Naruto le habría dicho.

Naruto quien la habría liberado y besado con ternura antes de volver a casa juntos.

«Eres tan linda, sucia y toda exhausta debido a mí. ¿Quizá debería morderte?» Minato perfectamente podía imaginar que su hijo le habría dicho a su esposa justo ahora; si aún Naruto viviera.

Y Hinata quizás entendió un poco lo que estaba pasando, sin poder realmente omitir las punzantes palabras que Minato le había dicho apenas un minuto antes. Abrió sus perlados ojos pero prefirió mirar de soslayo.

—Ganaste, Minato-san; deberíamos… —Se detuvo ahí, insegura, dejando al aire lo que fuera que estuviera a punto de decir, sabiendo ambos que una de las opciones con la cual se podía continuar esa frase era un secreto que no debía ser pronunciado en voz alta, la muy particular forma en que se estaban adaptando a su nueva realidad y enfrentaban su duelo en un acuerdo que ni ellos mismos se habían dicho entre ellos; entre la joven mujer cuya principal motivación ya no existía más en este mundo, y el hombre que nunca había creído que podría ser tan infeliz.

Hinata había considerado a Naruto como su héroe mucho antes de Madara y Kaguya, mucho antes de Pain; ella misma se había convertido en su mejor versión sólo por tener a Naruto cerca, sólo por saber que el rubio estaba a pocos pasos para observarla; quizá haber tenido como eje principal de su vida a otra persona nunca había sido la más sensata decisión porque, sin él, ¿ahora qué? Quizá Hinata no debió haber tenido tal completa devoción hacia alguien. Sin embargo, así era ella, alguien totalmente guiada por sus emociones.

Y a Minato casi nada lo había estremecido, casi nunca había sentido tan poca estabilidad bajo sus pies ni cuando como Sensei había perdido a Rin y Obito, ambos de manera horrible, ni cuando había tomado cuestionables y pocas misericordiosas decisiones tales como enlistar a un todavía traumatizado joven Kakashi en ANBU, intervenido para convertir a su propio hijo en un Jinchūriki, o mantener en completo hermetismo la masacre Uchiha. Quizás ni siquiera había visiblemente llorado cuando Jiraiya había sido asesinado. Él, quien lo había visto todo en sus años como prometedor shinobi y durante la fácilmente corruptible vida política cuando fue Hokage, nunca se había sentido tan hueco. Era ilógico, se repetía cada día, cada día durante un largo verano y un cada vez más interminable otoño porque nadie más que él conocía tanto sobre los sacrificios y las pérdidas.

Sin embargo, estrepitosamente él también había fallado porque nunca se había preparado para algo tan catastrófico como perder a Kushina y Naruto al mismo tiempo, ni aunque muy bien sabía desde siempre que ningún ninja era inmortal, incluso aunque previamente se hubiesen enfrentado a dioses.

Y sin ellos, ¿ahora qué para él?

Ah, claro, sin ellos Minato había tenido que lidiar con crear un nuevo sello para Kurama —el nombre que Naruto sorprendentemente había obtenido de la Bestia de Nueve Colas como muestra de mutuo respeto—; debatido con el Consejo para no cometer los mismos errores de antes; y había tenido que ayudar a Kakashi y Shikamaru para que la abrupta pérdida de la más fuerte carta de presentación que tenía Konoha frente al Continente Ninja —su Jinchūriki— no mostrara un débil panorama político y social, no cambiara la participación de Konoha y el País del Fuego dentro de la Unión Shinobi.

Él era el tipo de genio que nacía una vez cada década, ¿cierto? Ese era el tipo de cosas que debía hacer. Que tenía la obligación de hacer.

Konoha siempre estaba primero antes que nada más, ese era su propio infierno.

Hinata se removió entonces, Minato aún estaba ejerciendo presión en sus piernas; quizá ya estaban empezando a entumecerse.

—Minato-san… —pronunció ella, finalmente observándose de nuevo a los ojos.

Minato supo de inmediato que ella ahora quería decir «Lo siento» por enésima vez tal y como había sido por meses. Notaba que las lágrimas ya se estaban empezando a acumular sobre esos pálidos ojos de Hyūga.

Minato quiso acercar su boca a la de ella y morderla. Fuerte.

Hacerla sangrar.

No lo hizo, al menos no todavía. No antes de asegurarse que para el momento en que partieran Hinata se dejaría curar esa herida.

Sería más que polémico si alguien se enterara; serían juzgados.

—Silencio, Hinata-san —pidió llevando su mano a contornear los voluminosos labios de ella. Los mismos que nueve días antes él había tenido pegados a su palpitante erección, que habían deslizado la tierna carne de la parte interna de los labios a lo largo de la extensión de Minato y dado suaves mordidas sobre su sobresaliente vena.

Hiashi Hyūga no podría enterarse de eso, del muy particular proceso de duelo en el que inadvertidamente se habían visto envueltos. El cuestionable entrenamiento y las íntimas uniones luego de ello. Lo único que les estaba funcionando cuando el cerebro de Minato no tenía más pergaminos del clan Uzumaki que descifrar y salvaguardar, y lo único que estaba alejando a Hinata de volver a llorar tanto en su cama matrimonial —algunos días tan inmóvil— hasta el punto en que Sakura una vez había tenido que intervenir y curar su vejiga y riñones a punto de colapsar —porque, a veces, las personas depresivas no podían siquiera salir físicamente de su cama para ir a orinar.

Hinata no quería regresar a eso.

Estaba haciendo lo imposible para huir de los días que se mezclaban hasta crear un ciclo interminable que silenciosamente la podían sofocar, y la salvación a eso había llegado tan naturalmente que ambos debían sentir vergüenza sino fuera porque cuando sus cuerpos se unían se sentía como el cielo en la tierra.

Hinata, un día, de repente luego de un cóctel médico recetado por Sakura, se vio en un autodestructivo entrenamiento, luego en otro y otro y en uno de esos lesionantes combates con ella misma era donde la había encontrado Minato, donde había empezado todo.

Adrenalina, por supuesto, y la necesidad de tomar distancia de lo absurdo, de la monstruosidad de llegar a una casa vacía, de preferir volcarse en otra actividad para no pensar.

Y estaba funcionando tan bien que Minato en la mañana había despertado con una erección y el nombre de Hinata en la punta de su lengua, y no era la primera vez. Ya había soñado con Hinata antes, quizá más de las necesarias, de lo que debía permitirse. Las pesadillas o los recuerdos en lágrimas que debía seguir teniendo habían sido reemplazados esa mañana por un sueño húmedo, uno que recordaba a la perfección, con Hinata Namikaze, la viuda de su hijo, brincando sobre su regazo, lamiendo Minato con tanto deseo y gusto uno de sus duros pezones que aún podía sentir la textura contra su lengua, aún podía recordar cómo la joven mujer en el sueño había soltado un gemido surgido de lo más profundo de su garganta gracias a él.

Tan pronto Minato había abierto los ojos esa mañana trató de recordar algunas de las cosas que tan bien sabía lo habían hecho feliz; no el rostro de Hinata pidiendo por más de él.

Por eso estaba actuando más agresivamente sin poder evitarlo.

Por eso estaba evaluando qué hacerle más a Hinata aparte de hacerla sentir inferior. Lastimarla más, quizá.

Podía ser aceptable tener la mente en blanco cuando entrenaba con ella y cuando la penetraba en medio de una euforia retorcida; no era aceptable, sin embargo, sentir que su cerebro le estaba dando espacio a ella, que quizá más adelante, poco a poco, iban a comenzar a borrarse todos los recuerdos que le habían traído alegría, la carcajada de Kushina y la voz de Naruto, y a cambio tendría la imagen de Hinata rebotando con energía sobre su regazo.

Era inaceptable que esas voces fueran cambiadas por los jadeos de su nuera.

Y era resentimiento lo que había en el pecho de Minato justo ahora, y una inmensa culpa por su obvia atracción hacia Hinata.

Quizá la cercanía realmente imponía afecto donde antes no porque por Kami cuánto quería besarla ahora mismo, curvar más su espalda hasta atrapar esos deliciosos labios. Los mismos que habían chupado su miembro nueve días antes y una semana antes de ello y otras veces más.

Pero si la cercanía imponía afecto, la ofensa entonces sólo podría traer odio y distancia, y estaban más allá del punto de poder retroceder un paso, de sólo limitarse a compartir sus penas en alcohol o de entablar conversaciones o de cualquier otro actuar más apropiado que podrían hacer un hombre y la viuda de su hijo.

Sintiendo rechinar sus dientes, Minato retrocedió sólo un centímetro de ella.

—Volteáte —ordenó entonces, no obstante ya lo estaba haciendo él al llevar sus manos a la cintura de ella y girarla.

¿Quizá si no veía su rostro…?

Hinata ahora con su cara casi pegada al tronco, sintió como el hombre detrás de ella la obligaba a empinarse, a alzar el trasero, a dejar que fuera desprendida de sus pantalones y ropa interior. Ambos retuvieron el aire, ambos permitieron que una mano de Minato jalara de una de sus nalgas para separarlas mientras la otra se movía más abajo para palpar su intimidad con total experticia, como si llevara años haciéndolo.

Oh, claro, Minato sabía quizá demasiadas cosas.

Como que el clan Hyūga estaba lleno de individuos que nunca decían nada directo, lleno de apariencias e inclinado a decir insultos bajo una nublada capa, insultos con disimulo y halagos que no lo eran del todo, elogios completamente ambiguos. Minato estuvo tentado a decir algo así, a castigarla como probablemente su propia familia había hecho tantos años atrás con ella.

Que no fuera el nombre de ella lo que estuviera por salir de la punta de su lengua sino un otro rudo señalamiento y un cumplido que destruyera su estima. «Una primogénita con tanto potencial, pero has fallado…» podría decirle mientras entraba en ella, hacer que en lugar de gemir le recitara cada uno de los errores que había tenido durante el entrenamiento. Luego decirle un halago que no lo era del todo, un susurrante «…pero eres un encanto en esto, eres perfecta para ser usada por un hombre». Ese sería el halago, con lo que la haría llorar.

Quizá, si realmente fuera un hombre cruel, Minato le recalcaría que alguien tan especial como su hijo sólo se había fijado en ella desde el momento en que había dejado de lado su amplio abrigo, cuando se había convertido en la mujer más hermosa de toda esa aldea.

Minato sintió una especial punzada en su erección, no sólo por ubicar la punta de su glande en ella hasta rozar su clítoris, sino por recordar que la joven a quien ahora sometía sí había sido siempre destacable en ese aspecto, siempre había tenido perfectos rasgos y creció en un cautivador cuerpo. Minato agarró entonces un brazo de ella jalándolo hacia él y con su otra mano estabilizó sus amplias caderas, así finalmente entró en Hinata pero no pronunció palabra alguna. Ningún insulto ni ningún halago.

«Por Kami, que tan caliente y húmeda» aún así pensó porque Hinata sí era perfecta para tener sexo. Con él, nadie más. La idea de posiblemente enterarse cómo Hinata se entregaba adolorida a los brazos de otro hombre le generaba un aberrante disgusto.

Ella había sido la princesa de Naruto, por siete perfectos meses de matrimonio.

Sintió entonces a sus azules ojos picarle, la sensación de lágrimas a punto de salir logrando despejar su mente y el enojo poco a poco empezó a evaporarse.

Con el brazo de ella aún retorcido detrás de su espalda, mantuvo la pecaminosa posición en la que estaban, una —caía en cuenta ahora Minato— en la que no habían estado antes, el entrando y saliendo de su humedad por detrás, ahora cada empuje acompañado del sonido de sus pieles golpeando, pero era el único sonido que sobresalía.

Hinata se estaba manteniendo en silencio, justo como él había pedido.

Minato entonces pensó si acaso ella se estaba imaginando —por la posición y por las órdenes— que él la estaba usando para fantasear que era Kushina.

Tan, tan querida Hinata. Adorable siempre pensado en el otro, no juzgándolo. Era eso lo que obviamente había conquistado a Naruto.

Ahí con su cuerpo curvado contra un árbol facilitando las cosas al desdichado hombre detrás de ella, aún cuando este era el momento en que Hinata debería estar sintiendo que todo estaba bien, que no tenía que preocuparse por nada, sólo sentir a su orgasmo aproximarse y al maduro hombre rozar sus paredes hasta que visualizara manchas blancas detrás de sus párpados. Minato entonces sintió vergüenza, no por el acto sino por siquiera pensar en negarle eso momentos a ella; por siquiera pensar en hacerla llorar debido a un impulsivo resentimiento hacia ella, uno en el que Hinata no era la culpable, ella sólo estaba cautivándolo poco a poco sin proponérselo, acaparando sus pensamientos que deberían aún ser exclusivos por su familia.

Se sentía desleal por ello, pero Hinata no lo estaba obligando a ello, eso no estaba en su silencioso acuerdo, en su intercambio de gratificación sexual a través de la única compañía que podía entender lo que estaba pasando el otro, por un respiro a sus circunstancias actuales.

—Lo estás haciendo tan bien, Hina —dijo finalmente él con suavidad, haciendo claramente que Hinata abriera de nuevo con seguridad su boca, ella probablemente dejando de morder sus labios para mantener el silencio que Minato le había ordenado, jadeando ahora como usualmente lo hacía, brotando gemidos como si se trataran de música y sumergiéndolo a él en otro ensueño como el de esa mañana, tratando de decir el nombre de Minato en susurros suplicantes que no terminaban de salir de su boca.

—Ah, Minato-san —dijo ella finalmente—. Así s-se sienta bien…

Minato también de inmediato sintió las paredes internas contraerse alrededor de él y deseó besar sus omóplatos, deseó haber pegado su lengua en el cuello de ella justo después de vencerla, saborear y limpiar su sudor.

—¿Quieres que sea más fuerte? —prosiguió Minato aún manteniendo la presión sobre el brazo de ella, moviendo ahora sus masculinas y trabajadas caderas tentativamente.

Hinata movió las suyas hacia atrás antes de contestarle:

—¡S-sí! Minato-san… Ugh, Kami…

Minato respondió con un empuje brusco que la pegó más al árbol, el otro brazo libre de ella maniobró para sostenerse contra el tronco.

Por supuesto, no siempre lo hacían tan a la interperie, por muy agudos que sus sentidos fueran y la habilidad de Minato por llevarlos a otro sitio por si alguien se acercaba. Aún así, Minato no quería llevarla a la cama que compartió con su esposa y sabía que no era bienvenido a la de ella.

Sabía que nunca sería bienvenido. Sabía que ningún otro hombre lo sería jamás.

—Dime cuando estés cerca —pidió él, aunque ya lo habían hecho las suficientes veces para él percibir cuando ella estaba a punto de llegar a su orgasmo.

—Sí, Minato-san…

Siguió arremetiendo contra ella, esta vez enfocado en hacerla sentir bien y en deleitarse con las curvas de Hinata que la posición le permitía admirar. Sus glúteos redondos eran toda una maravillosa visión.

Minato soltó la mano que tenía en la cadera de Hinata, dio una leve palmada en una de sus nalgas y llevó deslizando la mano por toda la espalda hacia arriba, sintiendo la tela de su blusa húmeda por el sudor. Luego en un puño agarró mechones de ella, haciendo que su bonito rostro se echase un poco hacia atrás.

Hinata tembló y Minato supo que ya casi llegaría a su completación.

—Casi… —dijo ella prácticamente inaudible.

—Oh, Hina, dentro… es exquisito, eres la mejor que he probado —quizá mintió él en guturales murmullos pero fueron lo suficiente para que Hinata se viniera, sus paredes empezaron entonces a apretar con desenfrenados espasmos el grosor rígido de él, casi como si no quisiera soltarlo nunca—. Eso, córrete.

—¡Mi… Minato! —chilló ella, lágrimas nublando del todo sus ojos.

Quizá pronto iba a desmayarse, pero Minato no dejó que se relajara, salió de ella y giró su cuerpo estremecido, haciéndola golpear su espalda contra el árbol mientras con una demostración de su fuerza la levantó y la ubicó dejando cada una de las esbeltas piernas de ella ser sostenidas a cada lado por sus brazos, era fácil, Hinata era de baja estatura, liviana y perfecta para manipular en varias posiciones, y volvió a penetrarla, entrando y saliendo de la manera que más le gustaba en esa fase del acto, con empujes largos, un ritmo casi pausado, acariciando con certeza el interior ahora hipersensible de Hinata.

—Quítate el obi, déjame ver. —La cabeza de Hinata estaba mareada, embriagada de haber sido tomada tan bien—. Hinata —casi ordenó hasta que ella buscó cómo deshacerse del resto de su ropa sin factiblemente lograrlo.

Con delicadeza entonces la ubicó esta vez contra el pasto, sus largos y oscuros cabellos arremolinándose contra el suelo y haciéndola ver etérea; Minato tuvo que detener por un momento sus embestidas para ayudarla a aflojar su obi y su blusa, afortunadamente un experto ahora en ello.

Así, cuando los senos de ella estuvieron libres, floreciendo tan adorables y al mismo tiempo tan eróticos, Minato le dio un último real elogio antes de preocuparse sólo por dar vía libre a sus propias sensaciones, un último tramo de realmente usarla para su propia satisfacción:

—Tus senos… son los mejores que he visto, Hina. —Minato tragó saliva, quizá eso sí era completamente verdad.

Ella gimoteó y él empujó ahora más rápido, sintiendo sus testículos contraerse. Se enterró y salió de ella cuántas veces su alta estamina aún le permitía, disfrutando con irremediable placer la suavidad, la calidez, la increíble estrechez de alguien joven. El cuerpo de ella se movió a la par de los bruscos movimientos de él, incluso aunque se sintiera casi que totalmente consumida y por ese corto momento su único real deseo era que Minato la abrazara.

No obstante no lo dijo y Minato eyaculó dentro de ella, su semen atravesando sin duda su íntimo canal pero sin riesgo de que una problemática situación se generara gracias a la promesa de Hinata de que el obsceno acto era seguro, de que estaba preparada para prevenir una ovulación.

Minato no se desplomó sobre ella pero aún sin salir admiró su trabajo, admiró el agotado cuerpo de ella, casi registrándola. Se preguntó si acaso tuviese un sharingan o un jutsu visual parecido, se habría atrevido a hacerlo, a dejarla grabada en su mente para siempre, algo tan ilógico como los pensamientos que no podía tener controlados.

La besó pero no la hizo sangrar. La besó sin la fuerza que una hora antes había pensado cometer contra ella.

Mañana, estaba seguro, despertaría con otra imagen de Hinata en su mente, y tal como había tenido que hacer con cada nuevo inconveniente que se había generado desde la muerte de su esposa e hijo, soñar con Hinata y fantasear con ella iba a ser otro asunto con el cual debía lidiar.

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Hinata entró sola a su habitación.

Aún sentía las recientes marcas que Minato había hecho en ella pero en esta ocasión no lloró. Ni siquiera se apresuró a tomar un baño.

Debajo de esas mismas marcas había tenido otras, unas que meses atrás había pensado que perdurarían para siempre porque su amado se las había hecho, no obstante ya no estaban y quizá la sensación de ellas se estaban borrando demasiado pronto.

Aún así, eso era mejor que quedarse en cama por 20 horas al día y gimotear tanto hasta vaciarse como una coraza de mar sin la brillante perla en su interior.

Naruto no se lo habría perdonado y eso era simplemente algo que debía recordar todos los días.

Por tanto, el acuerdo entre Minato y ella era perfecto porque ahora cuando lloraba era de placer y no de sufrimiento.

Sí, eso era infinitamente mejor, sólo era su forma de superar a la muerte y solo tenía que esperar por la siguiente ocasión.


Gracias por leer!

Puede que no sea del gusto de todos pero puedo decir que pasan los años y aún tengo un tropo favorito y es: MinaHina luego de Hinata estar frustrada con Naruto o por su amor no correspondido o por x situación. ¿Por qué me hago esto si soy fan devota de Naruto Uzumaki?

En fin, espero les haya gustado, y aunque he puesto esto como completo porque no tengo realmente intención de extender este semi-AU, imagino dos posibles escenarios de lo que podría seguir (si tuviese dinero le pediría a alguien que me los escribiera lol):

1- Hinata avergonzada por su actuar, decide sentir el mismo refugio en las caricias de otros hombres, sin embargo se da pronto cuenta que con ninguno llega a sentir la misma excitación y gratificación que con Minato. Minato, por su parte, comprende que empieza a sentir inmensos celos como nunca antes y decide dejar de lado sus propias dudas para volver a estar con ella.

2- Cada vez se acercan más tratando de no levantar sospechas ni confesar lo que realmente sienten por el otro, manteniendo la distancia y sus encuentros plenamente sexuales. Aún así, inadvertidamente no se dan cuenta de que otras personas empiezan a saber de ellos. Es a través del cariño de éstas personas por ellos —Kakashi con constantes indirectas sobre el amor, y Kurenai sobre su propio duelo por Asuma— que se convencen que no hay malas segundas oportunidades.